Tras 25 años de representaciones ininterrumpidas moviliza a más de 200 personas tras el telón, convoca a más de 1.000 espectadores, y está galardonada con el premio Ondas.
El Misterio de Navidad de la parroquia de San José Obrero es una de las dos representaciones teatrales de carácter popular más destacadas del calendario navideño castellonense, una auténtica sorpresa para quien se acerque por primera vez a este templo, que se transforma íntegramente gracias a los decorados del maestro fallero Santiago Soro y a la treintena de personas encargadas de maquillaje, vestuario y escenografía y, sobre todo, a un despliegue de recursos técnicos inusual en este tipo de escenificaciones.
El despliegue de equipos de luminotecnia y de sonido, controlados mediante un sistema de tecnología robótica, aportan la espectacularidad que merece la interpretación de los más de 100 actores y actrices que se reparten las tres funciones.
Toda la representación es aderezada, además, por la música en directo de los dos coros parroquiales, el de jóvenes y el infantil, una cuarentena de voces y músicos que, tras el decorado, van interpretando cantos religiosos propios del tiempo de Navidad, originales algunos de ellos, compuestos ex profeso para este auto sacramental que ha ido enriqueciendo su música y su guion a lo largo de sus dos décadas de trayectoria.
Precedida por la lectura de la Calenda o Pregón de Navidad de la antigua liturgia romana, abre la escena el patriarca Abraham, acompañado del pequeño Isaac, al cual siguen los profetas que anunciaron el nacimiento de Jesús. Tras estas escenas, el relato sobre el nacimiento de Cristo toma cuerpo en tres ambientes del escenario ubicado en el altar del templo, en los cuales se recrean los desposorios de María y José, la anunciación en Nazaret, el nacimiento en Belén o la visita de los magos al rey Herodes. Con la colaboración de la Fundación Dávalos-Fletcher, el Belén Viviente SJO, cuyo éxito consolidado es, sobre todo, el éxito de una comunidad parroquial que consigue aunar en este proyecto el cariño y la ilusión de mayores, jóvenes y niños, toda una feligresía, diversa en sus formas de pensar y de vivir el cristianismo, que se une para refirmar, cada año, su fe en Jesús de Nazaret, conmemorando su nacimiento.
La Arciprestal San Jaime de Vila-real ha acogido esta mañana la Eucaristía de la Congregación de Hijas de María Inmaculada, les Purissimeres, en el día de la Fiesta Principal, que ha presidido el Obispo de la Diócesis de Ibiza, D. Vicente Ribas Prats.
El “Coro La Inmaculada” ha interpretado la Misa “Tota Pulchra” a cuatro voces mixtas, de D. Miguel Alepuz Penalba, acompañados por la orquesta de Cámara y acompañamiento de órgano por Mª Isabel Casalta y D. Michel Jelk, bajo la dirección de su autor.
D. Vicente ha iniciado la homilía explicado que estaba impresionado por la belleza de la Arciprestal y por la solemnidad de la Misa, agradeciendo también a nuestro Obispo, D. Casimiro, poder celebrar esta fiesta.
En la Virgen María, “el Todopoderoso ha querido desplegar todo su amor, realizando la mayor de todas las obras, la Encarnación de Jesucristo, su Hijo”, ha indicado. En ella, “el Señor ha venido a visitarnos, se ha hecho presente en medio de nosotros, de nuestra historia, haciéndose hombre en las entrañas de María”.
La Iglesia, con la celebración de la Inmaculada “nos anima a poner nuestra mirada en María, y a seguir su ejemplo”, ha indicado el Obispo de Ibiza. “Ella nos enseña a descubrir nuestras propias limitaciones y a darle sentido a nuestra existencia, dejando que en nuestras vidas se cumpla la voluntad de Dios”.
Especialmente en este tiempo de Adviento, ella es “el modelo que nos ayuda a vivir con intensidad la cercanía de Dios, porque la venida del Señor está cerca”. Su figura “adquiere una relevancia especial”, y “hoy ponemos en ella nuestra mirada de fe”, ha explicado deteniéndose en las palabras del ángel a María, la llena de gracia. “Junto a nuestra Madre aprendemos a escuchar la Palabra de Dios, y a hacer de nuestra vida la respuesta a la voluntad divina”.
Esta tarde, a las 18:15h., en la Iglesia Arciprestal se rezará el Santo Rosario y tendrá lugar la Felicitación Sabatina. A las 19 h. se celebrará la Procesión solemne por las calles de Vila-real.
Mañana lunes, día 12 de diciembre, a las 19 h. se celebrará un funeral cantado en sufragio de todas las Congregantes difuntas. A las 21 h tendrá lugar el ejercicio mariano “Farolet” y el traslado de la Virgen desde la Iglesia Arciprestal a la Casa Social de la Congregación. Al finalizar habrá un castillo de fuegos artificiales.
La Catedral de Valencia acogió ayer una emotiva y multitudinaria Misa de toma de posesión de Monseñor Enrique Benavent como nuevo Arzobispo de Valencia, concelebrada por cerca de 40 cardenales, arzobispos y obispos procedentes de diferentes diócesis, entre ellos D. Casimiro López Llorente, y cientos de sacerdotes, en la que el nuevo Pastor ha exhortado a la unidad, a la comunión, a la fidelidad y a la caridad, porque “una Iglesia en la que haya divisiones, porque vivimos en ella con criterios que no son evangélicos, o porque buscamos antes nuestros propios intereses que los de Cristo, no da testimonio del Señor”.
El nuevo Arzobispo de Valencia expresó que “durante estas últimas semanas, en muchas ocasiones se me ha preguntado sobre mi programa pastoral. La Iglesia, aunque esté organizada, no es una organización humana con fines terrenos”.
Así, “no somos un poder fáctico que actuamos a escondidas. Aunque tenemos el deber de trabajar por una sociedad más justa y, por tanto, es legítimo que muchos se comprometan en la vida política, la Iglesia no es un partido político”, aseguró.
El Obispo «está llamado a ser un siervo bueno del Señor. Lo es si apacienta el rebaño consciente de que no le pertenece y de que, por encima de él hay un Supremo Pastor a quien debe rendir cuentas de su trabajo”. La “única motivación válida para asumir esta tarea es el amor a Dios”.
Igualmente, monseñor Benavent ha destacado que “nuestra misión abarca la totalidad de nuestra vida y que, por ello, tenemos la exigencia no solo de hacer las cosas bien externamente, sino de llegar a ser modelos del rebaño del Señor”.
Y también animó a “no dejarnos vencer por el desánimo y la desilusión ante las dificultades del momento presente”. La Iglesia diocesana “no es completa sin el obispo, pero el obispo no es toda la diócesis”.
“Todo esto sería estéril sin la comunión en la caridad, que es el fruto que el Señor espera de sus discípulos. En estos momentos este testimonio es fundamental si queremos que la palabra del Evangelio interrogue a nuestros contemporáneos”, afirmó.
“La humanitat té dret a esperar de l’Església una paraula d’amor”
En su homilía, monseñor Benavent expresó que “en el nostre món hi ha molt de sofriment. Sovint estem tan centrats en nosaltres mateixos que som incapaços de veure-ho. La humanitat té dret a esperar de l’Església una paraula d’amor”.
“Això és sembrar el Regne de Déu en el cor del món i el papa Francesc ens convida a no acostar-nos a les persones amb actituds de condemna, perquè quan algú se sent condemnat és molt difícil trobar camins que el porten a Crist”. La “missió és tan gran que supera les nostres forces”.
“Ser bisbe no és un càrrec d’honor, és una missió”
En su homilía, monseñor Benavent se refirió al nuevo encargo que recibe como Arzobispo que “no és un càrrec d’honor, és una missió” y, en esa nueva misión, la gratitud ha de ser el «tono vital de la vida del creient i de la relació entre les persones”.
“Cada vegada que se celebra l’Eucaristia, el sacerdot recorda que allò que és just i necessari, que el nostre deure i la nostra salvació estan a donar gràcies a Déu “sempre i en tot lloc”. L’Església de València agraeix en esta Eucaristia al Senyor el do d’un nou pastor, que té l’encàrrec de conduir-la cap al Regne de Déu, anunciant l’Evangeli, celebrant el Misteri de la Salvació i servint amb amor al Poble de Déu i a totes les persones”.
“Per a mi esta celebració és un moment d’acció de gràcies a Déu, perquè rebre una nova missió per a servir a l’Església és un nou regal del Senyor”, aseguró.
“El fet d’haver sigut cridat a treballar en la Vinya del Senyor és un honor, i no perquè pensem que per esta crida som automàticament més sants i millors que els altres, sinó perquè és una Gràcia”.
“Esta convicció m’ha acompanyat en tots els moments de la meua vida sacerdotal i episcopal, des dels meus primers inoblidables anys en la parròquia de sant Roc i sant Sebastià d’Alcoi, fins a estos últims nou anys i mig en la per a mi tan estimada diòcesi de Tortosa; i m’ha ajudat a superar les dificultats, rutines o moments de descoratjament que hagen pogut aparéixer en el camí”.
“La vertadera alegria és ser un treballador en la Vinya del Senyor i, com ens va ensenyar el papa Benet XVI, viure-ho amb humilitat. No done gràcies al Senyor perquè m’ha enviat a esta diòcesi concreta, a la qual mai podré retornar-li tot el que he rebut d’ella, (això per a mi és, en tot cas, una major responsabilitat) sinó perquè s’ha fiat de mi i m’ha confiat un nou encàrrec. Ser bisbe no és un càrrec d’honor, és una missió”.
El nuevo Arzobispo de Valencia, cuyas primeras palabras fueron de agradecimiento a todos los que le acompañaron en la celebración, saludó con las mismas palabras con las que San Vicent Ferrer comenzaba sus sermones y que “expressen allò que realment és important i el que deuríem ser tots: Bona Gent!”, afirmó.
Procesión desde la Basílica de la Virgen hasta la Catedral de Valencia
Tras la visita a la Basílica de la Virgen, la procesión llegó a la Catedral de Valencia, y en la Puerta de los Hierros, monseñor Benavent fue recibido por el Cabildo Metropolitano, que le ofreció a besar, en manos del canónigo más antiguo, la reliquia del Lignum Crucis y el agua bendita.
El Nuncio de Su Santidad en España, Monseñor Berdardito Auza, presentó el Arzobispo electo al deán, Vicente Fontestad y, a continuación, toda la comitiva se dirigió a la capilla del Santo Cáliz, donde el Arzobispo electo adoró al Santísimo Sacramento.
El rito de toma de posesión comenzó con la procesión hacia el altar mayor de la Seo.
La Eucaristía Pontifical fue presidida inicialmente por el nuncio Apostólico de Su Santidad en España, Monseñor Bernardito Auza, hasta el momento que monseñor Benavent ocupó la sede, la Cátedra Arzobispal, donde le fue entregado la mitra y el báculo.
Palabras administrador apostólico, el Cardenal Cañizares
Antes de iniciarse la celebración, el cardenal Antonio Cañizares aseguró que “damos gracias a Dios porque el Santo Padre papa Francisco ha elegido a mi querido hermano don Enrique Benavent Vidal para continuar la sucesión apostólica en esta sede metropolitana de Valencia” y dirigiéndose a Monseñor Benavent afirmó que “vienes a una diócesis que bien conoces como valenciano, una diócesis que se siente comprometida a evangelizar y, por ello mismo se encuentra en una misión diocesana mariana en toda la diócesis, en parroquias y comunidades”.
Asimismo, afirmó que “la Diócesis de Valencia es y se siente misionera y por ello además de los abundantes misioneros y misioneras en tierras de misión Ad Gentes, ha asumido el compromiso y la ayuda económica total de los vicariatos apostólicos de San José y de Requena en la Amazonía de Perú”.
“También es una ayuda muy significativa ese amor preferencial por los pobres, amor preferencial que se manifiesta en la obra gigantesca de Cáritas Diocesana, las Cáritas parroquiales, otras instituciones eclesiales o las fundaciones creadas recientemente, por ejemplo Paupéribus o al fundación diocesana por el empleo”, explicó.
Finalmente, concluyó su intervención con la petición “a Dios para que te ayude, que el espíritu te asista y te de fuerzas para servir a esta diócesis ya que sabes que te queremos de verdad y estaremos junto a ti como padre, hermano y pastos nuestro”.
Palabras del Nuncio de Su Santidad en España
Tras las palabras del Cardenal Cañizares, el Nuncio de Su Santidad en España intervino para trasladar el mensaje del Papa Francisco:
“Me es muy grato manifestarles el afecto particular de Su Santidad el papa Francisco hacia todos y cada uno de ustedes a quienes otorga su bendición apostólica con ocasión tan importante por la Iglesia que peregrina en esta Archidiócesis, una vez más la solicitud del Papa por esta distinguida Iglesia particular de Valencia, rica en historia, en cultura, en tradiciones, que ha nacido de la fe, se hace patente con el nombramiento de don Enrique Benavent Vidal cuyas virtudes, cualidades y probadas dotes en el desempeño del ministerio episcopal le recomiendan como Pastor celoso y entregado.
También destacó que “tomando como lema episcopal las palabras de San Pablo, con amor sincero y palabras verdaderas apreciamos en monseñor Benavent su manifestado deseo de ofrecer la palabra de aquel que es la verdad, la palabra del evangelio que nos da la vida, que limpia nuestro corazón, que nos permite permanecer en Dios y posibilita que Él permanezca en nosotros”.
Por otro lado, se dirigió al cardenal Cañizares y aseguró que “en estos momentos, en nombre del Santo Padre, a quien tengo el honor de representar, cumplo también el deber de felicitar muy vivamente al eminentísimo y reverendísimo Antonio Cañizares Llovera por la dedicada misión apostólica al frente de esta archidiócesis llevada a cabo desde el año 2014”. Así le dio las gracias al Cardenal Cañizares “por su sentido eclesial y por el profundo espíritu de fe con el que deja estímulo en cuantos se han cruzado en su cuidado y dirección pastoral”.
Finalmente, se dirigió al nuevo Arzobispo y le explicó que “cuenta con nuestras humildes oraciones, invocamos para ello la protección de la Santísima Virgen María, en su querida advocación de los Desamparados, celestial patrona de esta ciudad que ha experimentado su protección y a quien los valencianos dan su corazón como un trono”.
“Invoquemos también la intercesión del santo patrón de la diócesis, el diácono San Vicente, y de tantos testigos de la fe, a través del martirio y de la caridad ejercida en el obispo hasta el heroísmo hacia los más desprotegidos”, añadió. El Nuncio concluyó pidiendo “que la bienaventurada Virgen María y todos los santos de esta tierra le sostengan en el fiel ejercicio de la misión apostólica para la edificación de la Iglesia aquí en Valencia”.
Lectura de las Letras Apostólicas
Tras las palabras del Nuncio, se mostraron las Letras Apostólicas al Colegio de Consultores del Arzobispado, mientras el Canciller secretario de la Curia, José Francisco Castelló, levantó el acta y leyó el Mandato Apostólico por el que se nombra a monseñor Enrique Benavent como Arzobispo de Valencia.
Seguidamente, invitó a Monseñor Benavent a ocupar la Cátedra Arzobispal, donde le fue entregado la mitra y el báculo.
El nuevo Arzobispo recibió entonces el saludo de los Obispos auxiliares y de los Obispos de la provincia eclesiástica; después, el homenaje del Colegio de Consultores, del Cabildo, el Consejo episcopal y de algunos representantes del clero, religiosos, seminaristas y seglares que le manifestaron su obediencia y afecto como nuevo Pastor de la Archidiócesis. A partir de ese momento, la celebración continuó siendo ya presidida por el nuevo Arzobispo.
Al final de la Eucaristía, el Arzobispo agradeció “al Cabildo de la Catedral, a tot el personal de la Catedral que ha treballat per a preparar aquesta celebració”, así como “a tots el voluntaris, a la Coral Catedralicia i als campaners del Micalet, que també ens han alegrat amb els tocs de campana”.
Igualmente, se dirigió a todos los fieles para agradecer su presencia “en unes festes que conviden a disfrutar d’uns dies de descans en familia i potser algú ha hagut de canviar els seus plans. Els demane perdó i el agraïsc doblement la seda presència”.
Tras la Eucaristía, y después de entonarse el Himno de la Coronación de Nuestra Señora de los Desamparados, el Arzobispo se despedió de las autoridades presentes y recorrió la Catedral bendiciendo a los fieles que se acercaron a saludarle y darle sus muestras de cariño.
Cerca de 40 Cardenales, Arzobispos y Obispos concelebrantes
La Eucaristía de toma de posesión de monseñor Benavent como Arzobispo de Valencia, presidida inicialmente por el Nuncio de Su Santidad en España, fue concelebrada por un total de 4 cardenales: Antonio Cañizares, Cardenal Arzobispo emérito de Valencia; Juan José Omella, Cardenal Arzobispo de Barcelona; Carlos Osoro, Cardenal Arzobispo de Madrid; y Antonio María Rouco, Cardenal Arzobispo emérito de Madrid.
Entre los Arzobispos estuvieron presentes, entre otros, Monseñor Francisco Cerro Chaves, Arzobispo de Toledo; Monseñor Joan Planellas, Arzobispo de Tarragona; Monseñor Carlos Manuel Escribano, Arzobispo de Zaragoza; Monseñor José Ángel Saiz, Arzobispo de Sevilla; y Monseñor Joan Enric Vives, Arzobispo de la Seu d `Urgell.
Y, procedentes de la Provincia Eclesiástica de Valencia: monseñores Casimiro López Llorente, Obispo de Segorbe-Castellón; José Ignacio Munilla, Obispo de Orihuela-Alicante; Sebastià Taltavull, Obispo de Mallorca; Vicente Ribas, Obispo de Ibiza, junto a los Obispos auxiliares de Valencia, Arturo Ros, Javier Salinas y Vicente Juan Segura, y el administrador diocesano de Menorca, Gerard Villalonga. Igualmente, participaron el Obispo emérito de Orihuela-Alicante, Jesús Murgui y el Obispo auxiliar emérito de Valencia, Esteban Escudero.
Igualmente, entre las principales autoridades políticas, tomaron parte el presidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig; el presidente de Les Corts Valencianes, Enric Morera; la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé; la vice alcaldesa del Ayuntamiento de Valencia, Sandra Gómez; la consellera de Justicia, Gabriela Bravo; la presidenta el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana, Pilar de la Oliva; el presidente de la Diputación de Valencia, Toni Gaspar, así como los presidentes de las Diputaciones de Alicante y Castellón; el ex presidente de la Generalitat Valenciana, Francisco Camps; y la presidenta de la Audiencia Provincial Valencia, Esther Rojo, entre otros.
Igualmente, acudieron autoridades militares, como el delegado de Defensa de la CV, Coronel Ángel José Adán, también de la Comandancia Naval, Policía y Guardia Civil, y del mundo académico, de las diferentes universidades valencianas, y en representación de las Fallas y entidades culturales. También una representación de Tortosa, Diócesis de procedencia de monseñor Benavent, y de Quatretonda, localidad natal del nuevo Arzobispo.
(Gn 3. 9-15.20; Sal 97; Ef 1, 3-6.11.12; Lc 1, 26-28)
¡Amados hermanos y hermanas en el Señor!
Saludo
1. Os saludo cordialmente a cuantos habéis acudido a la S. Iglesia Catedral de la Diócesis en Segorbe para celebrar la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la santísima Virgen María. Hoy es un día de intenso gozo espiritual, en el que contemplamos a la Virgen María, “la más humilde y a la vez la más alta de todas las criaturas”, como canta el poeta Dante (Paraíso, XXXIII, 3). En ella resplandece la eterna bondad del Creador que, en su plan de salvación, la escogió para ser madre de su Hijo unigénito y, en previsión de su muerte, la preservó de toda mancha de pecado (cf. Oración colecta). María no sólo no cometió pecado alguno personal, sino que fue preservada incluso de la herencia común al género humano, del pecado original, en vista a la misión a la que Dios la había destinado desde siempre: ser la Madre del Redentor.
Todo esto está contenido en la verdad de fe de la “Inmaculada Concepción”. El fundamento bíblico de este dogma se encuentra en las palabras que el ángel dirigió a la joven de Nazaret: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1, 28). “Llena de gracia” es el nombre más hermoso de María, un nombre que le dio Dios mismo para indicar que desde siempre y para siempre es la amada, la elegida, la escogida para acoger el don más precioso, Jesús, “el amor encarnado de Dios” (Deus caritas est, 12). (Benedicto XVI)
María, Hija amada del Padre y Madre del Salvador
2. María es “la llena de gracia”. Dios la colma de su amor, de su amistad y de su gracia preservándola de toda mancha de pecado desde el mismo momento su concepción. María es llamada a la existencia llena de gracia, y lo es por puro amor de Dios Padre. La Inmaculada nos remite así en primer lugar, a Dios; nos muestra el verdadero rostro de Dios Padre: Dios es amor, y crea por amor y llama a la vida en la perfección del amor. La perfecta santidad de María, su comunión plena con Dios desde el momento mismo de su concepción, se debe al Hijo que concebirá en su seno. En María, la Madre virgen del Hijo, se realiza de modo anticipado y perfecto la obra de salvación de Jesucristo. María fue preservada del pecado original, y creada llena de gracia y de santidad desde siempre “en vista de los méritos de Jesucristo, salvador del género humano”. En la doncella virgen de Nazaret se manifiesta por vez primera el plan divino de Salvación trazado por el amor misericordioso de Dios “antes de la creación del mundo”.
Para llevar a cabo el plan de Salvación de Dios
3. La primera lectura de hoy (Gn 3,9-15.20) nos recuerda el plan de Dios sobre la humanidad y, a la vez, la experiencia dramática de la caída de nuestros primeros padres. Es la narración del pecado original. El hombre es creado por Dios “a su imagen y semejanza” (cf. Gn 1, 26); Dios lo creapor puro amor y para la vida en plenitud, lo crea en comunión y amistad con Dios, con los hombres y con el resto de la naturaleza. Al crearlo, Dios dio este mandato al hombre: “Puedes comer de todos los árboles del jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y el mal no comerás, porque el día en que comas de él, tendrás que morir” (Gn 2,16-17). El hombre haciendo uso de su libertad rehúsa este mandato de Dios. El hombre no se fía de Dios. Tentado por las palabras de la serpiente, abriga la sospecha de que Dios, con esta prohibición, le quita algo de su vida, que Dios es un competidor que limita su libertad, y que sólo será plenamente ser humano cuando lo deje de lado; es decir, que sólo de este modo puede realizar plenamente su libertad. Y así el hombre se aparta de Dios, se cierra a Dios para construir su mundo al margen de su Creador, el hombre se erige en centro y en norma de todo, suplanta a Dios en su vida. Es la tentación siempre presente en la historia humana, el deseo último del hombre de todos los tiempos cuando declara ‘la muerte de Dios’ o prescinde de El en su vida.
El hombre no quiere recibir de Dios su existencia y la plenitud de su vida. No quiere contar con el amor que no le parece fiable; cuenta únicamente con el conocimiento, puesto que le confiere el poder. Más que el amor, busca el poder, con el que quiere dirigir de modo autónomo su vida. Al hacer esto, se fía de la mentira más que de la verdad, y así se hunde con su vida en el vacío, en la muerte. Rechazada la vida y el amor de Dios, el hombre experimenta su vaciedad más profunda: rota su relación con Dios, el hombre se experimenta desnudo, vacío, siente miedo y se esconde. Esta es la dramática consecuencia del pecado original, que desde entonces afecta a todo hombre y mujer al nacer.
Pero Dios, sigue amando al hombre, y sale en su busca. “¿Dónde estás?” (Gn 3,9), es la pregunta de Dios a Adán. Porque Dios, que ha creado al hombre por amor, para el amor y para plenitud del amor, sigue amando al hombre a pesar de su pecado, a pesar de su rechazo. Tras la caída, Dios no lo abandona. En ese mismo momento, Dios anuncia la victoria sobre el mal y el levantamiento de su caída. El hombre no está destinado a perecer en su pecado, o disolverse en la nada. “Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor” (Ef 1,4). Y “tanto amó Dios al mundo que dio a su único hijo” (Jn 3,16). El fruto primero y más sublime del amor de Dios, manifestado en la redención realizada por Cristo, es María Inmaculada.
Respuesta de fe de María
4. María, la llena de gracia, acoge el amor de Dios con gratitud y alegría: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvado, porque ha mirado la humildad de su esclava” (Lc 1, 46), cantará; María acoge a Dios y su amor con una fe y confianza plena y con la entrega total de su persona a Dios y a su plan sobre ella. “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según palabra” (Lc 1,38).
María vive su existencia así desde la verdad de su persona, que es el de toda persona humana: y esta verdad que sólo descubre en Dios y en su amor. María es consciente de que ella es nada sin el amor de Dios, que la vida humana sin Dios solo produce vacío en la existencia. Ella sabe que el fundamento de su existencia no está en sí misma, sino en Dios, que ella está hecha para acoger el amor de Dios y para darse por amor.
Por ello vivirá siempre en Dios y para Dios. Ella no es sino la hija y esclava de Dios, signo de la gratuidad y de la ternura amorosa de Dios. Misterio de amor incompresible por parte de Dios, misterio de fe admirable por María. María, la mujer humilde, aceptando su pequeñez ante Dios, dejando que Dios sea grande, se llena de Dios y queda engrandecida, y se convierte así en madre de la libertad y de la dicha.
María, Madre de los creyentes y de la humanidad
5. Así en la Madre de Cristo y Madre nuestra se realizó perfectamente la vocación de todo creyente, que como nos recuerda el Apóstol San Pablo, está llamado a ser santo e intachables ante Dios por el amor (cf. Ef 1, 4). La Inmaculada es la fiesta de los creyentes. Por su fe, María es nuestra madre en la fe y nuestro modelo como creyentes. Dichosa por haber creído, María nos muestra que la fe en Dios es nuestra dicha y nuestra victoria, “porque para Dios nada hay imposible” (Lc 1,37) y “todo es posible al que cree” (Mc 9, 23). La misma humanidad, representada en ella, comienza a decir sí a la salvación que Dios le ofrece con la llegada del Mesías. Ella es la primicia de la humanidad redimida. La “plenitud de gracia”, que para María es el punto de partida, es la meta para todos los hombres, que acogen en fe el amor de Dios. Dios nos ha creado “para que seamos santos e inmaculados ante él” (Ef 1, 4). Por eso, nos ha ‘bendecido’ antes de nuestra existencia terrena y ha enviado a su Hijo al mundo para rescatarnos del pecado.
La Inmaculada, buena noticia para el mundo
6. La Purísima es así buena noticia de Dios para la humanidad. En ella irrumpe Dios, dador de amor y de vida, en la historia humana. Dios no deja a la humanidad aislada y en el temor. Dios busca al hombre y le ofrece vida y salvación. La Inmaculada recuerda a todo hombre que Dios lo ama de modo personal, que quiere únicamente su bien y lo sigue constantemente con un designio de gracia y misericordia, que alcanzó su culmen en el sacrificio redentor de Cristo. En un mundo convulso y difícil, con miedo y sin esperanza ante el futuro, la Inmaculada nos ofrece un mensaje de fe, de amor y de esperanza. En medio de un contexto que invita a prescindir de Dios y a erigirnos en dioses, a suplantar a Dios y hacer del hombre la única fuente y meta de todo, también del bien y del mal, María Inmaculada nos llama a abrirnos al misterio de Dios y acogerlo en la fe. Solo en Dios y en su amor está la verdad del hombre, de su origen y de su destino; sólo en Dios lograremos la verdadera libertad, que es la libertad para el bien, y así podremos desarrollar lo mejor que hay en nosotros.
Exhortación final
7. Miremos a la Virgen, la Inmaculada, para que así se avive hoy en nosotros, sus hijos, la aspiración a la belleza, a la bondad y a la pureza de corazón. Su candor celestial nos atrae hacia Dios, ayudándonos a superar la tentación de una vida mediocre, hecha de componendas con el mal, para orientarnos con determinación hacia el auténtico bien, que es fuente de alegría. Demos gracias al Señor por el gran signo de su bondad que nos dio en María, su Madre y Madre de la Iglesia. Acojamos a María en nuestro camino como luz que nos ayude a convertirnos a Dios en este tiempo de Adviento. Que de manos de María sepamos acoger en nuestras vidas al Dios que nos ama hasta el extremo en Cristo Jesús, hoy y todos los días de nuestra vida. Amén.
Cercana la Navidad, este tercer domingo de Adviento nos exhorta a la alegría. En la liturgia resuenan las palabras del apóstol san Pablo: “Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos” (Flp 4, 4). Ante esta invitación nos podríamos preguntar: ¿Podemos alegrarnos? ¿Y por qué hay que alegrarse? San Pablo mismo nos da la respuesta. El motivo de nuestra alegría es que “el Señor está cerca” (Flp 4, 5). La ‘cercanía’ de Dios no es una cuestión de espacio y de tiempo, sino más bien una cuestión de amor: el amor acerca.
La próxima Navidad nos recordará esta verdad fundamental de nuestra fe cristiana y, ante el belén, podremos gustar la alegría cristiana, contemplando en Jesús recién nacido el rostro de Dios que por amor se ha acercado a nosotros, se ha hecho uno de los nuestros para estar con nosotros y para compartir nuestra condición humana, en todo menos en el pecado, para hacernos partícipes del amor de Dios que salva y sana. Podemos y debemos alegrarnos por esta venida y cercanía de Dios, por esta presencia suya entre nosotros; deberíamos entender cada vez más lo que significa que realmente Dios esté cerca de nosotros y en nuestro mundo, y dejarnos llenar de la bondad de Dios y de la alegría que suscita que Cristo esté y camine con nosotros.
La alegría de que se trata aquí no es pues algo superficial y efímero, como la que tantas veces nos ofrece nuestro mundo. Se trata de una alegría profunda, que llena la vida de luz, de paz y de sosiego. La fuente de la perenne alegría cristiana brota de lo hondo: de ese fondo de serenidad que hay en el alma, que, aún en la mayor dificultad, en la enfermedad y en la muerte, se sabe siempre, personal e infinitamente amada, acogida y protegida por Dios en su Hijo, Jesucristo. Por tanto, la alegría cristiana brota de esta certeza: Dios está cerca, está conmigo, está con nosotros, en la alegría y en el dolor, en la salud y en la enfermedad, como amigo y esposo fiel. Y esta alegría permanece también en la prueba, incluso en el sufrimiento; y no está en la superficie, sino en lo más profundo de la persona que se encomienda a Dios y confía en él.
Hoy ciertamente no es fácil hablar de alegría. El mundo se ve acosado por muchos problemas, el futuro está gravado por incógnitas y temores; no faltan dificultades y penurias personales y sociales, contrariedades y sufrimientos en la vida; muchos sienten la soledad, sufren el abandono o quedan descartados; la enfermedad toca con frecuencia a nuestra puerta y la muerte aparece en nuestra familia o entre los amigos. Por ello algunos se preguntan: ¿es posible esta alegría también hoy? La respuesta la dan hombres y mujeres de toda edad y condición social, que han acogido con fe la cercanía y presencia del amor de Dios en su Hijo y que han sido felices consagrando su existencia a los demás. En nuestros tiempos, la madre santa Teresa de Calcuta fue testigo inolvidable de la verdadera alegría evangélica. Vivía diariamente en contacto con la miseria, con la degradación humana, con la muerte. Su alma experimentó la prueba de la noche oscura de la fe y, sin embargo, regaló a todos la sonrisa de Dios. Gracias a ella, muchas personas, después de una vida sin luz, murieron con una sonrisa, porque las había tocado la luz del amor de Dios.
El Adviento es una fuerte invitación a sentir la cercanía de Dios y dejarse empapar de su amor; una llamada a dejar que Dios entre cada vez más en nuestra vida, en nuestros hogares, en nuestros barrios, en nuestras comunidades para tener una luz en medio de tantas sombras y para ofrecer en nuestro mundo gestos que testimonien la cercanía del amor de Dios. Uno de ellos es el Proyecto de vivienda Betania, que hemos puesto en marcha con motivo del Año Jubilar diocesano. Es conocido que, a causa de encarecimiento de los alquileres, cada día más familias tienen dificultades para encontrar una vivienda digna debido a su sueldo humilde o familias que han de dedicar gran parte de sus ingresos a la vivienda. Por ello, pedimos a nuestros fieles que ofrezcan las casas o pisos vacíos de su propiedad a Cáritas diocesana para que, a su vez, pueda ofrecerlas en un alquiler social. Lo que cambia el mundo no es la revolución violenta, ni las grandes promesas, sino la silenciosa cercanía de la bondad de Dios, a través de nuestros gestos de cercanía a los más necesitados.
Acojamos con generosidad esta invitación; así caminaremos con alegría al encuentro con el Señor en la Navidad y seremos testigos de la cercanía del amor Dios para todos y en particular con los más pobres y desfavorecidos.
La Catedral de Segorbe ha acogido esta tarde la celebración de la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, patrona de España y de la ciudad episcopal. Ha sido presidida por nuestro Obispo, D. Casimiro, y solemnizada por la Capilla Musical bajo la dirección de D. David Montolío.
Este dogma de la fe católica fue proclamado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854 con la bula Ineffabilis Deus: «la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda la mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano».
«Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1, 28)
“María es la llena de gracia, y lo es por puro amor de Dios Padre”, ha dicho el Obispo en la homilía, y ella nos da a conocer “el verdadero rostro de Dios, que es amor, que crea por amor y llama a la vida en la perfección del amor”.
Sin embargo, “haciendo uso de su libertad, el ser humano rehusa el amor de Dios”, ha explicado a raíz de la primera lectura, el pasaje bíblico en el que Adán y Eva desobedecen a Dios. También en el momento actual “se propone a nuestros jóvenes un ser humano totalmente autosuficiente” y sin necesidad de Dios, decía, una tentación que podemos tener todos y que solo lleva “al vacío más profundo”. Pero a pesar de este rechazo al amor de Dios, “Él sigue amando al hombre y sale en su búsqueda”, ha indicado.
«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra»
En cambio, “María acoge el amor de Dios con gratitud, con fe, con confianza plena y con una entrega total de su persona a Dios y a su plan sobre ella”, ha señalado D. Casimiro. Ella “es consciente de que nada sería sin el amor de Dios, y que la vida humana sin Dios solo produce el vacío, tristeza, angustia y desesperanza”.
Gracias a la Virgen, “Dios dice «sí» a la humanidad, y la humanidad dice «sí» a Dios”. Ella es “modelo y guía para la Iglesia y para todos los creyentes”, pues lo que Dios hace en ella “es el futuro que nos ofrece a nosotros”, siempre y cuando le acojamos a Él y a su amor en nuestra vida.
La parroquia de los Santos Juanes de Almenara acogió, el pasado lunes, el rito de institución de cuatro lectores, en una celebración que presidió nuestro Obispo, D. Casimiro.
Fue instituido lector un candidato al sacerdocio, Álvaro González, del Seminario Mater Dei, y tres candidatos al diaconado permanente, Abraham Saera, Vicent Meneu y Paco Rubio, quienes ya celebraron el rito de admisión a ordenes en mayo.
«El lector es instituido para proclamar las lecturas de la Sagrada Escritura, excepto el Evangelio. Puede también proponer las intenciones de la oración universal, y, en ausencia del salmista, proclamar el salmo responsorial» (IGMR n°99).
Es este uno de los pasos que se administran en el camino hacia la ordenación diaconal y sacerdotal, y se confiere a los candidatos a medida que van completando su formación y van configurando su vida con las dimensiones básicas del ministerio presbiteral del servicio de la Palabra y del altar.
Como indicó el Obispo en la homilía, los lectores son ministros y servidores de la Palabra de Dios, para llevar a los demás al encuentro con el Señor y suscitar la fe a través de la escucha. Para que así, “el Señor pueda actuar, pueda sanar, pueda dar, pueda perdonar los pecados, pueda dar la salud que necesitamos”.
“Para ser ministros de la Palabra de Dios, en primer lugar es necesario conocerla, estudiarla en profundidad”, pero también “hay que dejarse encontrar por Él, dejarse sanar, purificar”, ya que “los primeros destinatarios de la Palabra sois vosotros”, les decía.
Casi 50 personas, entre estudiantes, profesores y personal de la Universitat Jaume I y de la Universidad CEU Cardenal Herrera de Castellón, peregrinaron ayer a la Catedral con motivo del Año Jubilar diocesano por el 775º Aniversario de la creación de la sede episcopal en Segorbe. La Peregrinación estaba organizada por la Delegación para la Pastoral Universitaria y la Cultura.
Por la mañana, los peregrinos emprendieron el viaje en autobús, desde Castellón hasta el Santuario de Ntra. Sra. de la Cueva Santa, en Altura, para orar ante la Patrona de la Diócesis. Desde allí salieron andando hasta llegar a la Capilla del Seminario de Segorbe, recorriendo aproximadamente 12 Km.
Tras ello se dirigieron en procesión junto a nuestro Obispo, D. Casimiro, hasta la Puerta Santa de la Iglesia Madre de la Diócesis. Una vez atravesado su umbral hicieron memoria del Bautismo y acudieron en oración hasta el Sagrario, obteniendo así el beneficio de la indulgencia plenaria de este Jubileo.
Posteriormente celebraron la Eucaristía. Concelebró D. Samuel Torrijo, Delegado diocesano para la Pastoral Universitaria; D. Recaredo Salvador, profesor de la UJI; el Deán de la Catedral, D. Federico Caudé; y el Secretario Particular, D. Ángel Cumbicos.
“Este día está repleto de signos”, decía el Obispo en la homilía, “hemos entrado por la Puerta Santa, que representa a Jesucristo”. Por nuestra fe en Él y por el Bautismo, “somos incorporados a la familia de los Hijos de Dios y a la Iglesia Diocesana”. También “hemos proclamado nuestra fe y hemos adorado al Señor, que se ha quedado para siempre entre nosotros, para que podamos vivir como Iglesia diocesana y para que podamos salir con esperanza a la misión”.
“En el centro de la vida de todo cristiano, de toda comunidad cristiana, de la Iglesia diocesana, está Cristo Jesús”, recordó, y en este tiempo de Adviento “nos estamos preparando para dejarnos encontrar por Él, que viene a nuestro encuentro en cada acontecimiento, en su Palabra, en la Eucaristía, en su Iglesia”.
Exhortó también a crecer en eclesialidad y en amor a la Iglesia diocesana, a la que cada uno pertenece desde su parroquia, movimiento o asociación, “para vivir con alegría nuestra condición de cristianos, abordando las dificultades que tenemos”.
“La Iglesia, todos nosotros, somos enviados a la misión para evangelizar”, indicó, lo que podemos hacer con nuestras obras. “Vosotros en un contexto muy concreto, – les dijo a los peregrinos – en el mundo universitario”. “El Señor quiere que seáis como el fermento de la masa”, indicó animándoles a proponer a Jesús a los demás en el día a día, “mostrando sin miedo que sois cristianos”.
Tras la comida disfrutaron de otras actividades, como un escape room. Un juego basado en realizar una serie de pruebas para, a través de pistas, lograr conseguir un objetivo. Para ello, los participantes se sumergieron en plena Edad Media, el periodo histórico en el que el Papa Inocencio IV ratifica la bula Pie Postulatio, reconociendo la jurisdicción real del Obispo sobre la Ciudad de Segorbe.
En el contexto en el que vivía la ciudad de Segorbe en aquella época, en la que se discutía a qué diócesis debe pertenecer la Catedral, los participantes en la Peregrinación tenían que evitar, a través de varias pruebas, de acertijos y de personajes ficticios, que Fray Pedro de Costa usurpara el obispado a Miguel Sánchez (1278-1288).
El Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón, D. Casimiro López Llorente, participó ayer en la Novena a la Inmaculada Concepción celebrado en el Seminario Metropolitano de Moncada, en el que viven nuestros seminaristas diocesanos junto a los de la Archidiócesis de Valencia. Lo hizo junto al Cardenal Arzobispo, Mons. Antonio Cañizares.
En la homilía, D. Casimiro recordó que estamos celebrando el Adviento, un tiempo fuerte como preparación para la Navidad. Toda nuestra vida es Adviento, indicó, ya que nos preparamos para la venida de Jesús y para nuestro encuentro definitivo con el Señor. “Él sale constantemente a nuestro encuentro”, se quiere encontrar con nosotros “en cada persona, en los acontecimientos de la vida, en su Palabra, en la Eucaristía”.
Puso a la Virgen como modelo de escucha, discernimiento, acogida, y de salida a la misión, lo que les ayudará en su etapa formativa. Ella escucha atentamente lo que le dice el ángel, escucha a Dios, pregunta y disipa sus dudas. Disipadas sus dudas, María contesta al ángel: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”. Acoge la llamada y el plan de Dios, y se fía de Él. Y María actúa, a pesar de las dificultades sale y se pone en camino para servir a su prima Isabel, llevando en su seno al Hijo de Dios.
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