EL REPORTAJE DEL DOMINGO. La Caridad y la Justicia guiarán este curso pastoral diocesano
«Nos disponemos para iniciar un nuevo curso pastoral en momentos de incertidumbre, porque desconocemos cómo evolucionará la pandemia del Covid-19 en los próximos meses». Así comienza su escrito el Obispo, D. Casimiro López Llorente, en la introducción a la programación diocesana 2020-21. Sin embargo, enseguida se apresura a añadir: «También y precisamente en esta situación de crisis sanitaria, con sus graves consecuencias económicas, laborales, sociales y políticas, nos apremia el amor de Cristo que nos llama a evangelizar«.
De este modo encaramos el último año del Plan Diocesano Pastoral vigente. El objetivo general – «Ayudar a la parroquia en su misión de anuncio, celebración y testimonio de la fe a la luz de la Evangelii Gaudium» – se concreta ahora en una expresión: Iglesia samaritana. El objetivo específico es «vivir el mandamiento del amor y el compromiso por la justicia como servicio a los más necesitados y testimonio de fe».
Miguel Abril, Vicario de Pastoral, explica que los objetivos, acciones y programación de este curso son fruto de la reflexión elaborada en los diferentes consejos diocesanos. En ésta se recoge el trabajo hecho durante un año sobre el documento de la Conferencia Episcopal Española «Iglesia, servidora de los pobres», así como las enseñanzas sacadas de la situación de confinamiento y pandemia de estos meses. Precisamente las circunstancias sanitarias han obligado a recuperar acciones que quedaron anuladas el pasado curso.
Discernimiento personal y comunitario
Una tarea particular para los próximos meses es, según Miguel Abril, la expresada por el Obispo en su texto de introducción: «Deseo que en este curso llevemos a cabo un discernimiento personal y comunitario para ver cómo es nuestro amor, cómo vivimos la fraternidad, cómo vivimos la comunión de bienes personal y comunitariamente, cómo nos hacemos prójimos de los otros, o cómo vivimos nuestro compromiso por la justicia, para llevar a cabo el mandamiento nuevo del amor».
A partir de aquí, explica el Vicario de Pastoral, se tendrá que avanzar en la capacidad de acogida de las comunidades parroquiales y eclesiales, haciendo un esfuerzo por conocer la pobreza que nos rodea: «Y la pandemia ha puesto de manifiesto algunas situaciones, como personas y enfermos solos o matrimonios que se rompen, que están presentes en nuestra comunidades y con las que la fe nos impulsa a vivir la acogida y anuncio del Evangelio», asegura Miguel Abril.
Reflexión y formación
Al mismo tiempo la implicación personal y comunitaria precisa de una reflexión y formación. Una semana social o la profundización de la Doctrina Social de la Iglesia y la antropología adecuada serán medios que a lo largo del curso ayudarán a «ver la dignidad de la persona en la relación con los demás desde la revelación y la tradición», adelanta el Vicario de Pastoral.
La constatación de las fragilidades que la pandemia ha hecho aflorar, lleva igualmente a prestar una atención especial a la vida y la familia. Junto con proyectos que ya se lanzaron el curso pasado, como los Grupos Parroquiales de Matrimonios, se quiere impulsar acciones relacionadas con el acompañamiento, la atención a la soledad o la pastoral del duelo.
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