La parroquia de Santo Tomás de Villanueva de Castellón celebrará un emocionante Festival de Navidad el próximo domingo día 22 de diciembre, en beneficio de los jóvenes de la parroquia que peregrinarán a Roma con motivo del Año Jubilar 2025 “Peregrinos de Esperanza”. Este evento, que promete ofrecer diversión y alegría para todos, comenzará a las 11:30 h. con una variedad de actividades infantiles.
A lo largo del día, los asistentes podrán disfrutar de la venta de comida y bebida y participar en actuaciones y una rifa programadas para la tarde. A las 16:45 h. se presentará un Belén viviente, seguido de una deliciosa chocolatada a las 17:30 h. La jornada culminará con un concierto del coro juvenil a las 18:00 h. y finalizará con la celebración de la Santa Misa a las 19:00 h.
Además de las actividades programadas, el Festival contará con hinchables, cantina, concursos y sorteos, asegurando un ambiente festivo. La invitación está abierta a toda la comunidad para que se una a esta celebración navideña, apoyando a los jóvenes y disfrutando de la ya cercana Navidad.
El Obispo de Segorbe-Castellón, D. Casimiro López Llorente, presidió la Eucaristía de Navidad de Cáritas Diocesana, celebrada en la iglesia de la Sagrada Familia de Castellón.
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La Eucaristía se celebró el pasado viernes, 13 de diciembre, con la asistencia de voluntarios de toda la Diócesis, así como personal laboral de Cáritas Diocesana de Segorbe-Castellón.
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Al término de la Eucaristía se reconoció la dedicación de voluntarios y voluntarias que llevan 25 años colaborando, de forma solidaria y altruista, en la labor social que realiza Cáritas Diocesana de Segorbe-Castellón en favor de las personas más vulnerables.
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Durante 2024, un total de 44 personas voluntarias celebran sus 25 años de dedicación a la acción social de Cáritas Diocesana.
En 2024 celebramos la efeméride aludida en el título, que constituyó para la Iglesia Mayor de la capital de La Plana el esperado inicio de una nueva etapa que quiere mirar al futuro con esperanza. La hoy Concatedral de Castellón inició su andadura en 1939 sobre los cimientos del notable templo del siglo XV derribado tres años antes. Podría pensarse así que su historia es reciente, pero nos daremos cuenta de que no lo es tanto cuando descubramos que comenzó con la primera de las tres iglesias preexistentes en su mismo solar —la segunda inconclusa— cuyo origen hay que buscar en la misma fundación de la villa a mediados del siglo XIII. Sin embargo, Santa María no tiene la suerte de otros monumentos que, por estar situados en lugares más importantes o por haber gozado del mecenazgo de personajes destacados, se distinguen por la magnificencia de su arquitectura y la belleza de las obras de arte que contienen, pues, muy al contrario, debió superar los muchos obstáculos que a lo largo del tiempo han ido modelando su singular identidad.
La más antigua referencia a una iglesia en Castellón aparece en 1289, tan sólo treinta y ocho años tras su fundación, con motivo de la reunión que las autoridades locales y el pueblo hicieron en ella para jurar vasallaje al Monasterio de Poblet, por aquel entonces señor de la villa. Este pequeño templo, de los llamados “de reconquista” y ya bajo la advocación de Santa María de la Asunción, se hallaba más o menos en el lugar donde hoy se encuentra la Concatedral. Orientado de norte a sur, fue construido con mampostería y probablemente constaba de cabecera plana, tres o cuatro tramos separados por arcos diafragmáticos y tejado de madera a dos aguas. Quizá tuviese también una sencilla portada románica. Hacia 1337 —menos de un siglo después de su construcción— el modesto edificio que hemos descrito sufre la primera de la larga lista de desgracias que distinguirán la historia de Santa María, pues un incendio, al parecer causado por una negligencia del párroco, acabó reduciéndolo a cenizas. La noticia llegó hasta Aviñón —residencia de los papas de la época—, desde donde Benedicto XII condenó al descuidado presbítero a que, descontando sólo lo necesario para su subsistencia, pagase de su propio pecunio la reconstrucción de la iglesia. También mandó que se usaran limosnas y recaudaciones de la villa con el mismo propósito. De este modo, se decidió levantar un nuevo templo sobre el solar del anterior, también de pequeñas proporciones y similar al destruido, aunque con una espadaña con tres campanas y una portada gótica. Ésta, orientada hacia el sur, fue labrada en 1382 por Guillem Coll a quien se le pagaron por su trabajo veinte florines de oro.
La erección de este segundo edificio, comenzado en 1341, llevaba un ritmo tan lento que en 1403 —sesenta y dos años después— se propuso abandonar el aún inacabado proyecto para levantar en su lugar una tercera iglesia más grande y mejor construida. El motivo del retraso estuvo en los efectos de un terremoto que en 1373 derribó parte de los muros en ejecución y también en los de un segundo seísmo, en 1396, que causó nuevos destrozos. A ello se sumó que los vecinos, afectados igualmente por tales circunstancias, se llevaran materiales destinados al templo para reparar sus propias casas, a pesar de las medidas disuasorias que implantó el Consell Municipal para evitarlo.
Por aquella época, en 1378, se inició el Cisma de Occidente, uno de cuyos principales protagonistas tuvo que ver con la historia de la iglesia que nos ocupa. En efecto, Benedicto XIII —el famoso Papa Luna, que en 1411 se instalará en Peñíscola y cuatro años después visitará Castellón—, decide, mediante bula fechada en Aviñón en 1397, que Santa María pase a depender de la Cartuja de Valldecrist, monasterio cercano a la localidad de Altura también en construcción por entonces, que llegó a alcanzar gran importancia. Tal decisión fue vivamente protestada por los jurados y el vecindario de la villa al entender que las rentas generadas por su templo no se invertirían en él, mermando así sus posibilidades de engrandecimiento, sino en la mencionada Cartuja, la cual quizá no lo necesitara tanto al disponer ya de cuantiosos bienes. Sea como fuere, lo ocurrido originó numerosos conflictos, incluso con la intervención de varios papas, que no lograron cambiar las cosas. De hecho, desde 1529 la iglesia pasó a estar regida por el abad del monasterio, quien ejercía su función mediante un vicario que vivía en la cercana y hoy reconstruida Casa Abadía —en referencia al citado abad—, sobre cuya pétrea portada se colocó el blasón de la Cartuja que todavía podemos ver. Esta complicada situación no terminó hasta 1835 —más de cuatro siglos después— con la supresión de las órdenes religiosas, lo que supuso para Santa María liberarse de aquella dependencia.
Entretanto, el tercer templo que hubo en el solar de la Concatedral empezó a edificarse en 1410. Se utilizaron materiales de mejor calidad y se cambió la orientación a este-oeste para dotarlo de mayores proporciones aprovechando el espacio que ofrecían las plazuelas colindantes. Esto propició que a medida que avanzaba la construcción se fuesen derribando algunas partes de la iglesia anterior que estaban en uso —cuyas piedras se utilizaron en 1437 para levantar el primer cuerpo de la cercana Torre Campanario—, mientras que otras se conservaron, como fue el caso de la portada de 1382 que de esa forma pasó de ser la principal del templo inconcluso a la lateral sur del tercero. La nueva iglesia se inició por el ábside y fue realizada por Johan Poyo y, sobre todo, por el maestro de obras Miguel García, segorbino que también había trabajado en la Cartuja de Valldecrist. Era un edificio gótico, de una sola nave, con seis capillas a cada lado entre los contrafuertes, y ábside poligonal. En 1420 se concluye la portada norte o de la Plaza de la Hierba —la más interesante— y en 1435 la oeste o principal. Al año siguiente se termina la fachada que contiene esta última portada pero sólo hasta la altura de la nave, ya que su remate se acabó mucho después y en estilo renacentista. Terminadas las obras, quizá aún sin el remate citado, en 1549 Francesc Roures, obispo de la diócesis de Tortosa a la que pertenecía Castellón, celebró la solemne consagración. Se depositaron bajo el Altar reliquias de san Ginés y san Nicasio.
Este templo, Iglesia Mayor de Castellón durante siglos, también fue decorado con destacadas obras de arte salidas de los talleres de algunos de los más reputados artistas de cada época. Probablemente, una de las principales fue el magnífico retablo que en 1495 realizó Paolo de San Leocadio para el Altar Mayor. No en vano, el historiador Rafael Martí de Viciana dijo de él en el siglo XVI que era el mayor del Reino, y en el Museo del Prado se indica que medía quince metros de alto, en referencia a “La Oración en el Huerto”, óleo sobre tabla hoy expuesto allí y que perteneció a aquel retablo. Señalar igualmente la gran cruz procesional renacentista, debida a los orfebres valencianos Francesc Eva y Geroni Camanyes, considerada como la mejor de toda la Comunidad Valenciana de las realizadas en el siglo XVI y que todavía conserva la Concatedral.
La primera reforma importante que se llevó a cabo en el templo que estamos comentando fue la modificación del ábside en 1616 para añadirle la que fue Capilla de la Comunión hasta que en 1670 se edificó otra a los pies de la iglesia, más apropiada para ello, y pasó a hacer las funciones propias del Coro. Esta segunda capilla, de mayor tamaño, era cuadrada por fuera pero de planta de cruz griega por dentro, y estaba cubierta por una cúpula de media naranja con linterna. Además del acceso desde la nave del templo tenía también una portada lateral orientada al este. Mientras tanto, en 1645 se cambió la ornamentación interior del resto del edificio para adecuarla al entonces imperante gusto barroco, redondeando arcos con yeso, añadiendo columnas salomónicas, angelotes, etc., de modo que su primitiva apariencia gótica quedó oculta.
Salvo la cripta construida bajo el presbiterio en la segunda mitad del siglo XVII, que en 1800 se eliminó por los problemas derivados de los enterramientos que en ella se hicieron, Santa María no fue objeto de obras significativas hasta dos centurias después. Así, en 1869, el preclaro arcipreste Juan Cardona Vives acometió una serie de reformas a cargo de su patrimonio personal —utilizado también para levantar otros importantes edificios de la ciudad—, entre las que destacan la modificación del ábside, el cambio del pavimento, la ampliación del Coro y la apertura de huecos en los muros de las capillas para facilitar el paso entre ellas, que fueron dirigidas por los arquitectos Manuel Montesinos y Vicente Martí. De todas estas actuaciones la más notable fue la repristinación que recuperó las formas góticas originales al retirar la decoración barroca añadida tiempo atrás. Dos décadas más tarde, Godofredo Ros de Ursinos adornará la portada principal con un atrio neogótico de piedra con reja de hierro. Todo ello mejoró las condiciones del templo, que en 1894 fue elevado al rango de Arciprestal.
Inicios del s. XX. Antiguas fachada principal y Capilla de la Comunión
Llegamos así al siglo XX, a principios del cual —en 1906—, y como un presagio de lo que se avecinaba, un vendaval arrancó la cruz-veleta que remataba la cúpula de la pequeña torre situada en lo más alto de la fachada principal. Treinta años después, otro vendaval, esta vez mucho más violento, arrancó igualmente la antigua Iglesia de Santa María del solar en el que estuvo durante cinco siglos. A los seis días de iniciarse la Guerra Civil un incendio provocado, del que sólo se salvaron unas cuantas de las muchas y valiosas obras de arte que atesoraba el templo, dio inicio al peor desastre sufrido por esta iglesia que acabó reducida a escombros, a pesar de haber sido declarada Monumento Histórico-Artístico Nacional en 1931, al llevarse a efecto una desafortunada decisión del Ayuntamiento. De este despropósito sólo se recuperarán las tres portadas góticas y algunos pocos elementos más de lo que constituyó el logro artístico más importante, admirado y representativo que tuvo Castellón.
1936. Derribo. Capilla del ábside del lado del Evangelio
Así las cosas, a partir de 1938 empezaron las gestiones para reconstruir el templo derribado, gracias a otro insigne arcipreste como fue Joaquín Balaguer Martinavarro, cuyo entusiasmo por la Iglesia de Santa María —en la que está enterrado— fue el auténtico motor de su recuperación. La oportunidad de levantar un edificio prácticamente de nueva planta impulsó la idea de hacerlo de mayores dimensiones para darle la prestancia y la capacidad que serían necesarias si algún día se alcanzaba la vieja aspiración de que el templo llegara a ser Catedral —cosa solicitada varias veces desde 1600 sin éxito—. Para ello se buscaron distintos emplazamientos que permitiesen esa ampliación, pero por razones históricas se acabó edificando sobre el solar en el que estuvo la antigua iglesia aunque modificando un poco la dirección del eje de la misma para poder ocupar más espacio, lo que, en menor medida y sin pretenderlo, reprodujo lo ocurrido cuando se erigió el templo anterior.
La construcción de la iglesia que vemos hoy, cuya ejecución fue obra de Vicente Traver Tomás —autor del proyecto inicial—, continuada por su hijo Vicente Traver González-Espresati y luego por su nieto Juan Ignacio Traver de Juan, comenzó en 1939, como ya dijimos, por el muro recayente a la plaza de la Hierba al que se incorporó, reconstruida, la portada de 1420. Este muro, para mantener la fisonomía de la citada plaza, es lo único del templo actual que coincide en su ubicación con la de su homólogo en el anterior, porque el resto del edificio se desplazó para ganar sitio, como hemos indicado. Sólo cambia que la portada se halla ahora sobre unos escalones que antes no tenía. Se continuó la edificación por la calle Colón para completar el exterior de la Capilla de los Santos Patronos, de modo que ésta, la hoy Capilla de la Carroza del Corpus y el espacio entre ambas, se convirtieron en el año 1943 en la parte de la iglesia que primero se terminó. Lo dicho supuso que esa zona asumiese el culto hasta 1950, cuando entró en servicio la mitad del templo desde la fachada principal hasta el crucero. Esta fachada y la de la calle Arcipreste Balaguer se completaron, respectivamente, con las portadas de 1435 y 1382, ambas igualmente reconstruidas y sobre escalones, imitando así de manera aproximada sus ubicaciones originales en la iglesia medieval a la que pertenecieron.
1944. Construcción de Santa María. Vista de la nave central y de la puerta principal
Aunque parecía que las cosas estaba yendo como debían ir, lo cierto es que Santa María, al igual que había pasado en varias ocasiones con el templo anterior, también fue objeto de algunos contratiempos. Así, en el año 1947, el obispo de Tortosa —diócesis de la que todavía formaba parte Castellón— dispuso que la mitad de lo recaudado para la reconstrucción, que se estaba financiando por suscripción popular, se destinara al nuevo Seminario Diocesano ubicado en aquella ciudad. Esto enfrió los ánimos de la gente al ver que parte del dinero donado no se empleaba en esa reconstrucción, lo que originó paralizaciones de las obras y que con el tiempo el proyecto inicial, mucho más ambicioso, tuviera que dejar paso a otro más funcional pero de menor prestancia.
En 1953 la recuperación del atrio frente a la portada principal, con la reja de hierro procedente del anterior, dio paso a una etapa sin actuaciones importantes como consecuencia de la referida decisión de aquel obispo. Pero el hecho de que en 1960 la Iglesia de Santa María obtuviese la dignidad catedralicia al crearse la Diócesis de Segorbe-Castellón por parte del papa san Juan XXIII dio un pequeño impulso a las obras, lo que se tradujo en el inicio de la Capilla de la Comunión tres años más tarde. Sin embargo, debido a los problemas económicos que se arrastraban, esta capilla no se finalizó hasta 1968, tras lo cual se entró en otro periodo de poca actividad sólo interrumpido por la construcción de las dependencias parroquiales, cuyos dos edificios —anexos— se acabaron en 1979 y 1984, respectivamente. Así, hemos de llegar al año 1988 para que, con el 75 Aniversario de la Coronación de la Virgen del Lledó en el horizonte, se retomen los trabajos que llevarán a la finalización de la Concatedral, en los que colaboraron diversas instituciones como el Ayuntamiento, la Diputación, la Generalitat y el propio Obispado. En 1994 se concluye el exterior del templo y dos años después empiezan los trabajos en su interior, desde el crucero hasta el ábside, que acabarán en 1998. Al año siguiente, con la construcción de una cripta bajo el citado crucero, la iglesia quedó lista para su inauguración, a falta del claustro y el resto de dependencias que se harán realidad en 2008. De este modo, la nueva Concatedral constaba de tres naves, capillas laterales —entre las que destacan la de la Comunión y la de los Santos Patronos—, crucero, cimborrio, ábside poligonal y cripta. Los detalles de su arquitectura, sin reproducirla de manera exacta, se basan en el derribado templo del siglo XV, especialmente en la disposición de su fachada principal que reproduce la anterior con ligeras modificaciones.
1992. Construcción de Santa María. Exterior del ábside
Así pues, el día 4 de mayo de 1999 se celebró la ceremonia de Consagración y Dedicación de la Concatedral de Santa María, que se hizo coincidir con los actos del 75 Aniversario de la Coronación de la Virgen del Lledó, patrona de la ciudad, con lo que la nueva etapa de la Iglesia Mayor de Castellón comenzó en el marco de unos festejos de honda significación para la ciudad. Ese día la Concatedral brilló con luz propia envuelta en la solemnidad de las grandes ocasiones. Acudieron cuatro cardenales, veinte obispos, doscientos sacerdotes, numerosas autoridades, tanto de la Generalitat como provinciales y locales, y unos dos mil fieles de toda la diócesis que llenaron las espaciosas naves de la iglesia. En la contigua Plaza Mayor una pantalla gigante permitió ver lo que acontecía en el interior del templo, gracias a la retransmisión televisiva que ofreció Canal 9 para toda la Comunidad Valenciana. Actuaron la Coral y Orquesta de la Generalitat Valenciana y la Coral “Vicent Ripollés”.
1999. La Concatedral el día de la Consagración
La celebración fue oficiada por el cardenal Darío Castrillón Hoyos, Legado Pontificio Ad Casum, quien definió la Iglesia de Santa María como una Catedral mártir, señalando que murió por decreto, por ser símbolo de la fidelidad de la fe de Castellón a Cristo. Posteriormente, se enterraron bajo el Altar Mayor reliquias de san Pascual Baylón, patrono de la diócesis, san Vicente Ferrer, patrono de la Comunidad Valenciana, san Blas, segundo patrono de la ciudad, san Enrique de Ossó y santa María Rosa Molás. Y se hizo lo mismo con las de los beatos Manuel Domingo y Sol, Recaredo Centelles y Genoveva Torres, nacida en Almenara y desde 2003 primera santa de nuestra diócesis. Todos ellos, excepto san Blas que vivió en el siglo IV, visitaron el templo anterior o celebraron misa en él. Actualmente, dos grandes lápidas a los pies de ambas naves laterales de la iglesia recuerdan el acontecimiento con el que veinticinco años atrás Castellón culminó felizmente la recuperación de su templo más importante.
1999. El cardenal oficiante vierte el crisma sobre el Altar
Y así, la Concatedral de Santa María pasó a ser la heredera de una historia de más de siete siglos cuyos azares no han impedido que, hoy como ayer, la Iglesia Mayor de Castellón siga ocupando en el corazón de la ciudad el mismo suelo sagrado que desde la ya lejana fundación de la villa fue siempre su lugar.
Castellón ha dado la bienvenida a la Navidad con la inauguración del tradicional Belén Monumental, instalado en la Calle Pintor Goya, 15. Un espacio, de aproximadamente 80 m² y organizado en tres niveles, que recrea las principales escenas de los evangelios sobre la infancia de Jesús, ofreciendo una catequesis plástica que invita a la reflexión y la contemplación.
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La inauguración tuvo lugar el pasado 8 de diciembre con la bendición de D. Juan Manuel Enrich. El Belén estará abierto al público hasta el 2 de febrero de 2025. Aquellos interesados en realizar visitas grupales, catequesis o actividades escolares pueden obtener más información y concertar citas llamando al 660 366 827.
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El Papa Francisco, en su carta apostólica Admirabile Signum, resalta el profundo significado del belén como herramienta de transmisión de la fe: “Comenzando desde la infancia y luego en cada etapa de la vida, nos educa a contemplar a Jesús, a sentir el amor de Dios por nosotros y a creer que Dios está con nosotros. Somos todos hijos y hermanos gracias a aquel Niño, Hijo de Dios y de la Virgen María”.
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No pierdas la oportunidad de sumergirte en el verdadero espíritu navideño con esta maravillosa tradición que actualiza el misterio de la Encarnación y celebra la presencia de Dios entre nosotros.
El Coro Gaudete llenará de música y espíritu navideño la ciudad de Castellón con una serie de conciertos de villancicos durante este mes de diciembre, invitando a toda la comunidad a participar en esta tradición festiva.
El primer concierto se realizará el domingo 15 de diciembre en la parroquia El Salvador, tras la Misa de las 11 de la mañana. Una oportunidad perfecta para disfrutar en un ambiente familiar y comunitario de un repertorio navideño cuidadosamente preparado.
El sábado 21 de diciembre, el Coro Gaudete llevará su música al corazón de la ciudad. Desde las 16:00 hasta las 21:00 horas, actuarán en la entrada de El Corte Inglés, en la Plaza España, ofreciendo una celebración animada.
Finalmente, el domingo 22 de diciembre, el coro cerrará esta serie de conciertos en el Edificio Quatre Cantons, conocido como las 4 Esquinas. Durante todo el día, desde las 10:00 hasta las 13:30 y de 16:00 a 21:00 horas, los asistentes podrán disfrutar de los villancicos que evocan el verdadero espíritu de la Navidad.
El Coro invita a todos a unirse a sus conciertos, en los que la música y la alegría se combinan para conmemorar el nacimiento de Jesús.
La Real Cofradía de Nuestra Señora del Lledó ha presentado el cartel anunciador del III Año Mariano de Lledó, una obra que combina tradición y arte contemporáneo. El acto tuvo lugar el sábado 30 de noviembre en el salón de recepciones de la Diputación Provincial, en un ambiente cargado de emoción y fervor.
El diseño, a cargo de la castellonense Isabel García, se inspira en los colores marianos, azul purísima y blanco, resaltando la imagen de la Mare de Déu que habita en el corazón de los fieles de Castelló. Además, la obra incorpora referencias a la Salve Bressolera, destacando su importancia como emblema de la tradición cultural y la devoción popular de la ciudad.
Un detalle significativo del cartel es su base conceptual, el boceto original del escultor Julio Pascual Fuster de 1951, que dio forma al actual pie de la imagen en el camarín de la Basílica. Este boceto, recientemente recuperado por la Cofradía, refuerza el vínculo entre pasado y presente en el marco de las celebraciones marianas.
Durante la presentación, Laura Molina, responsable de comunicación de la Junta de Gobierno de la Cofradía, evocó los momentos inolvidables vividos durante el centenario de la Coronación. Por su parte, el Prior de la Cofradía, el Rvdo. D. Miguel Abril, subrayó la relevancia del III Año Mariano de Lledó como preparación espiritual para el Año Jubilar 2025, consolidando a la Mare de Déu del Lledó como referente de fe y unidad en Castelló.
El Obispo de Segorbe-Castellón, D. Casimiro López Llorente, emitió la semana pasada un decreto en el que proclamaba el año 2025 como Año Mariano de Lledóen la ciudad de Castellón de la Plana. Esta celebración coincide con el 4 de mayo, fecha en que se conmemora la solemne coronación canónica de la imagen de Santa María de Lledó, Patrona de la Ciudad, y que en el próximo año recaerá en domingo.
Eva Fernández Mateo, coordinadora del Foro Internacional de Acción Católica, compartirá su experiencia en el Sínodo en un encuentro titulado «Testigo de un sínodo para la esperanza». El evento se llevará a cabo el 10 de diciembre a las 19:00 horas en la Sala de Reuniones de la Concatedral de Santa María, Castellón.
Eva destaca la riqueza del proceso sinodal, enfatizando la importancia de la corresponsabilidad entre laicos, consagrados, obispos y sacerdotes para anunciar el amor y la misericordia de Jesucristo en el mundo. Ha observado que, en el último año, ya se han visto los primeros frutos de esta colaboración en las parroquias.
La parroquia de San Vicente Ferrer de Castellón culminó ayer la celebración de su 60 aniversario con una solemne Eucaristía presidida por el Obispo de Segorbe-Castellón, D. Casimiro López Llorente, y concelebrada entre otros sacerdotes por el párroco, D. Jesús Vilar. La ceremonia, cantada por La Capilla Musical de la Catedral de Segorbe junto al coro parroquial, reunió a numerosos fieles en un emotiva Misa que marcó el cierre de una semana de actividades religiosas y culturales.
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En su homilía, D. Casimiro expresó su alegría al conmemorar “sesenta años de vida comunitaria, rica en fe, esperanza y caridad”. Recordó que la parroquia ha sido, desde su fundación en 1964, “una presencia visible del amor de Dios en el barrio” y un espacio donde los fieles han recibido los sacramentos, encontrado consuelo en sus momentos de dificultad y descubierto su vocación cristiana.
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El Obispo invitó a los presentes a mirar al futuro con confianza, construyendo una parroquia viva y evangelizadora. “Vuestra comunidad parroquial está llamada a ser ámbito de comunión, participación y misión; un lugar donde la fe se transmita, la caridad se practique y todos sean corresponsables de su vida y misión”. Además, enfatizó la importancia de que la parroquia sea una “comunidad en salida”, comprometida con los pobres, los enfermos y los marginados, subrayando que estos hermanos “os evangelizarán y os ayudarán a descubrir a Cristo”.
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También destacó los pilares fundamentales que deben sostener la vida parroquial: la Palabra de Dios, los sacramentos y la caridad. “La Eucaristía es el centro y el corazón de toda la vida de la comunidad parroquial. Quien desea vivir como cristiano necesita el alimento de la Eucaristía”, afirmó. Asimismo, animó a una participación frecuente y sincera en el sacramento de la reconciliación, como fuente de fuerza espiritual y reconciliación con Dios y con los hermanos.
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En sus palabras finales, exhortó a los fieles a seguir creciendo como discípulos misioneros de Cristo, inspirados por el ejemplo de San Vicente Ferrer y bajo la protección de la Mare de Déu del Lledó: “Hagamos de Cristo el centro de nuestra vida, y seamos instrumentos de unidad, artífices de la paz y fermento de esperanza”.
Tras la Misa, la celebración continuó con el solemne traslado procesional de la imagen del Santísimo Cristo del Santo Sepulcro, acompañado por las Cofradías de la Ciudad y numerosos feligreses. El recorrido, que comenzó con un castillo de fuegos artificiales, discurrió por la Calle Mayor hasta su capilla, poniendo el broche final a una jornada cargada de emoción, gratitud a Dios y esperanza cristiana.
(Jer 33,14-16; Sal 24; 1 Tes 3,12-4,2.; Luc 21,25-28.34-36)
Hermanas y hermanos en el Señor!
1. Hoy, I Domingo del Adviento, celebramos el 60º Aniversario de la creación de vuestra parroquia de San Vicente Ferrer. Desde que el año del Señor de 1964 comenzara su andadura, vuestra parroquia ha sido presencia visible del amor de Dios para los hombres y mujeres de este barrio, la Iglesia de Dios que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas (cf. ChL 26). Alentada por la fuerza del Espíritu Santo, en estos años ha ido creciendo y madurando como comunidad de fe, de esperanza y de caridad. Vuestra comunidad parroquial está de enhorabuena; y nuestra Iglesia diocesana, de la que ella es una célula viva, se alegra con vosotros al celebrar con gozo estos sesenta años de existencia.
2. Nuestro gozo se hace en esta mañana oración de alabanza y de acción de gracias a Dios “porque eterna es su misericordia”. De manos de María, Ntra. Sra. la Mare de Déu del Lledó, alzamos nuestra mirada a Dios. Y con las palabras de María le cantamos: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, … porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí” (Lc 1, 46-47, 49). Sin El, sin su permanente presencia amorosa, nada hubiera sido posible. Al Dios, Uno y Trino, fuente y origen de todo bien, alabamos y damos gracias.
En efecto. En vuestra parroquia y a través de ella, muchos han sido quienes han recibido la fe cristiana, han sido engendrados a la vida de los hijos Dios, incorporados a Cristo y a la comunidad de la Iglesia por el Bautismo; en vuestra aparroquia muchos han sido confirmados en la fe, o han contraído su matrimonio ante el Señor o han sido despedidos con las exequias cristianas. Muchos han sido también quienes en ella y por medio de ella han conocido a Jesús y su Evangelio, se han encontrado personalmente con Él y han madurado en la fe mediante la escucha y la acogida de la Palabra de Dios y han alimentado su vida cristiana en la oración y en los sacramentos; otros han descubierto aquí el camino de su vocación cristiana al sacerdocio, a la vida consagrada, al matrimonio o al laicado, o han encontrado en ella fuerza para la misión y el testimonio de fe, personal o asociado; en vuestra comunidad, otros muchos han encontrado motivo para la esperanza, consuelo en la aflicción y ayuda en la necesidad.
Damos gracias a Dios por todos los dones recibidos a lo largo de estos años. Gracias le damos por vuestra comunidad parroquial y por cuantos la han formado en el pasado y la integráis en el presente; por la entrega generosa de todos los sacerdotes que la han pastoreado y servido. Con corazón agradecido recordamos especialmente a sus párrocos. Y ¿cómo no dar gracias al Señor por todos los que han colaborado y colaboráis activa y generosamente en la vida litúrgica, en la catequesis, en el trabajo pastoral con los niños y los adolescentes, con lo novios, matrimonios y familias, con los pobres, los marginados y los enfermos? Gracias, Señor, también por todos aquellos que de un modo callado, han contribuido a la vida de esta comunidad mediante su oración fervorosa, su vida y obras de santidad, el ofrecimiento de su dolor o su contribución económica.
3. Sí; el trabajo realizado ha sido mucho; pero en la evangelización siempre queda mucho por hacer. Sé de vuestro empeño por hacer de la parroquia una comunidad viva y evangelizadora, una familia de familias, una comunidad de discípulos misioneros. ¿Cómo afrontar el futuro, queridos hermanos? Como Iglesia hemos de caminar siempre juntos, unidos en el Señor, Nos lo recuerda la presencia del Cristo Yacente y el tiempo litúrgico del Adviento. Cristo Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios, muerto y resucitado para la vida del mundo es el centro de nuestra fe y de la vida y misión de vuestra parroquias. El Señor Jesús por su Espíritu está siempre en medio de nosotros, viene a nuestro encuentro y nos alienta en la misión evangelizadora hacia adentro –en sus miembros, muchos de ellos alejados- y en el barrio.
Vuestra comunidad parroquial de San Vicente Ferrer está llamada a ser ámbito de comunión, de participación y de misión: de comunión con Dios y con los hermanos; de participación, donde todos sean y se sientan corresponsables de su vida y de misión para que Cristo y su Evangelio salvador llegue a todos. Formada por piedras vivas, cuya piedra angular es Cristo, vuestra comunidad parroquial es en el barrio signo de la presencia misericordiosa de Dios, ámbito donde Dios sale al encuentro de los hombres y mujeres, para comunicarles su vida de amor que crea lazos de fraternidad. Es Dios Padre quien, habitando entre los suyos y en su corazón, hace de ellos su santuario vivo por la acción del Espíritu Santo.
“Esto supone que realmente esté en contacto con los hogares y con la vida del barrio y no se convierta en una prolija estructura separada de la gente o en un grupo de selectos que se miran a sí mismos. La parroquia es presencia eclesial en el territorio, ámbito de la escucha de la Palabra, del crecimiento de la vida cristiana, del diálogo, del anuncio, de la caridad generosa, de la adoración y la celebración. A través de todas sus actividades, la parroquia alienta y forma a sus miembros para que sean agentes de evangelización. Es comunidad de comunidades, santuario donde los sedientos van a beber para seguir caminando, y centro de constante envío misionero” (EG 28).
Vuestra parroquia será viva en la medida en que todos vosotros, sus miembros, viváis fundamentados y ensamblados en Cristo, piedra angular; vuestra comunidad parroquial será iglesia viva si por vosotros corre la savia de la Vid que es Cristo, que genera comunión de amor y de vida con Dios y comunión fraterna con los hermanos. Vuestra comunidad parroquial será iglesia viva si no olvida nunca que es convocada para ser enviada a la misión, si es una comunidad ‘en salida’ misionera, como nos dice el papa Francisco.
4. En vuestra parroquia, el Espíritu Santo actúa especialmente a través de los signos de la nueva alianza, que ella ofrece a todos: la Palabra de Dios, los sacramentos y la caridad. Estos tres elementos son los fundamentos de vuestra comunidad, que nunca pueden faltan en ella.
La Palabra de Dios, proclamada y explicada con fidelidad a la fe de la Iglesia y acogida con fe y con corazón bien dispuesto, os llevará al encuentro gozoso con el Señor, que viene constantemente a nuestro encuentro. La Palabra de Dios es luz, que os iluminará en el camino de vuestra existencia, que os fortalecerá, os consolará y os unirá. La proclamación y explicación de la Palabra en la fe de la Iglesia, la catequesis y la formación no sólo deben conduciros a conocer más y mejor a Cristo y su Evangelio así como las verdades de la fe y de la moral cristianas; os han de llevar y ayudar a todos y a cada uno a la adhesión personal a Cristo y a su seguimiento gozoso en el seno de la comunidad eclesial. Así nos muestra la Virgen unida en oración a los Apóstoles.
En la comunidad parroquial,Dios se nos da también a través de los Sacramentos; al celebrar y recibir los sacramentos participamos de la vida de Dios; por los Sacramentos se alimenta y reaviva nuestra existencia cristiana, personal y comunitaria; por los Sacramentos se crea, se acrecienta o se fortalece la comunión con la parroquia, con la Iglesia diocesana y con la Iglesia Universal. Entre los sacramentos hemos de destacar la Eucaristía. Es preciso recordar una y otra vez que la Eucaristía es el centro de la vida de todo cristiano, el centro y el corazón de toda la vida de la comunidad parroquial. Sin la participación en la Eucaristía es muy difícil, es imposible permanecer fiel en la vida cristiana. Quien desea vivir como cristiano necesita el alimento de la Eucaristía. El domingo es el momento más hermoso para venir, en familia, a celebrar la Eucaristía unidos en el Señor con la comunidad parroquial. Los frutos serán muy abundantes: de paz y de unión familiar, de alegría y de fortaleza en la fe, de comunidad viva y evangelizadora.
La participación sincera, activa y fructuosa en la Eucaristía os llevará necesariamente a vivir la fraternidad, os llevará a practicar la caridad, os remitirá a la misión, os impulsará a la transformación del mundo. Los pobres y los enfermos, los marginados y los desfavorecidos han de tener un lugar privilegiado en la Parroquia. Ellos han de ser atendidos con gestos que demuestren, por parte de la comunidad parroquial, la fe y el amor en Cristo. Ellos, su vez, os evangelizarán, os ayudarán a descubrir a Cristo Jesús. Con san Pablo os digo: «Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos» ( 1 Tes 3, 2).
La celebración frecuente del Sacramento de la Penitencia será aliento y esperanza en vuestra experiencia cristiana. La humildad y la fe van muy unidas. Sólo cuando sabemos ponernos de rodillas ante Dios por el sacramento de la confesión y reconocemos nuestras debilidades y pecados podemos decir que estamos en sintonía con el Padre Dios “ricoen misericordia” (Ef 2,4). En el sacramento de la Penitencia se recupera y se fortalece nuestra comunión con Dios y con la comunidad eclesial; la experiencia del perdón de Dios, fruto de su amor misericordioso, os dará fuerza para la misión, os empujará a ser testigos de su misericordia, testigos del perdón y de la reconciliación.
La vida cristiana, personal y comunitaria, se debilita cuando estos dos sacramentos decaen. Y en nuestra época, si queréis vivir como cristianos, si queréis superar los miedos a serlo y confesarlo ante un mundo secularizado y secularizante, si queréis ser evangelizadores auténticos no podréis hacerlo sin la experiencia profunda de estos dos sacramentos.
5. Al celebrar hoy el 60º Aniversario de vuestra parroquia acojamos al Hijo que viene a nuestro encuentro; despertemos de nuestras tibiezas para dejaros encontrar por Él y manteneos en pie ante el Hijo del hombre (cf. Lc 25, 34-36); hagamos de Cristo el centro de nuestra fe y de nuestra vida, personal, comunitaria y familiar.
Por intercesión de Mare de Déu del Lledó pidamos hoy una vez más por todos nosotros, por nuestras familias, por vuestra comunidad parroquial. De manos de María acojamos a Cristo Jesús. ¡Que unidos a El en la comunión seamos como San Vicente Ferrer discípulos misioneros suyos en el mundo, instrumentos de unidad, artífices de la paz y fermento de esperanza!
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