El día 25 de marzo celebramos la fiesta de la Encarnación del Hijo de Dios en el seno virginal de María por obra del Espíritu Santo. Gracias al sí incondicional de María al amor de Dios hacia ella, Jesús, el Hijo de Dios, comenzó su vida humana. El sí de María para ser madre del Hijo de Dios fue un sí gozoso y agradecido: “Proclama mi alma la grandeza del Señor”, cantará en el Magníficat.
“El Hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido, en cierto modo, con todo hombre”, nos dice el Concilio Vaticano II (GS 22), mostrándonos así el bien incomparable de toda vida humana. Ya por la sola razón cualquier hombre o mujer, creyente o no creyente, abierto a la verdad y el bien, puede reconocer el valor de toda vida humana. Si además lo miramos desde la fe, la encarnación del Hijo de Dios nos revela no sólo el amor infinito de Dios que “tanto amó al mundo que dio a su Hijo único” (Jn 3, 16), sino también el valor incomparable de cada vida humana. Jesucristo nos revela, en efecto, el misterio del hombre y de la mujer: todo ser humano es creado por amor, para amar y ser amado; todo ser humano es llamado a la vida por Dios por amor y está destinado a la Vida plena y eterna en el amor y la gloria de Dios. La Iglesia ha de anunciar siempre y en todo lugar esta Buena Noticia, el Evangelio del amor y de la vida.
Por ello, el 25 de marzo celebramos la Jornada por la Vida. Los creyentes en Cristo estamos llamados a acoger, cuidar, defender y promover el don precioso de toda vida humana desde su concepción hasta su muerte natural, siempre e independientemente de cualquier circunstancia o condición. Es una jornada dedicada a orar para que toda vida humana sea acogida, protegida y respetada por todos; es una jornada para tomar conciencia del valor de toda vida humana e invitar a todos a acoger y cuidar cada vida humana en todas las fases de su existencia: desde su concepción hasta su muerte natural.
En el presente Año jubilar de la Esperanza, el papa Francisco nos exhorta a fijar nuestra mirada en Cristo, nuestra Esperanza, de modo que se reavive en nosotros la esperanza, que no defrauda, porqueestá fundada en la certeza de que nada ni nadie podrá separarnos nunca del amor de Dios, mostrado en Cristo. A la vez nos exhorta a poner signos de esperanza en un mundo en el que muchas personas miran el futuro con escepticismo y pesimismo, con falta de esperanza.
Con el papa Francisco hemos de constatar con tristeza que esta falta de esperanza ante el futuro se refleja, entre otras cosas, en la pérdida del deseo de transmitir la vida. En muchos países occidentales, entre ellos España, estamos sufriendo un descenso de la natalidad tan grande y grave que se habla de “invierno demográfico”. Son muchas las posibles causas de este fenómeno. El Papa, en la bula de convocación del Jubileo, señala que este descenso puede producirse “a causa de los ritmos frenéticos de la vida, de los temores ante el futuro, de la falta de garantías laborales y tutelas sociales adecuadas, de modelos sociales cuya agenda está dictada por la búsqueda de beneficios más que por el cuidado de las relaciones”. A la muy baja natalidad se une que con la aprobación de la ley del aborto en España desde 1985 hasta 2023 se practicaron más de 2,5 millones de abortos voluntarios; solo en 2023 se registraron 103.097 abortos.
Ante esta triste realidad es una luz y un signo de esperanza el matrimonio cristiano y los hombres y mujeres que siguen creyendo en el amor esperanzado, que sobrepasa el deseo y la comodidad inmediata, que están abiertos a la vida y donde los hijos son una esperanza para el futuro. Como nos recuerdan los Obispos españoles en el Mensaje para esta Jornada “el amor conyugal entre un hombre y una mujer constituye la expresión plena de la vocación al amor según el plan de Dios, quien creó al ser humano a su imagen y semejanza para vivir en comunión y entregarse mutuamente. Este amor es verdadero y auténtico cuando está abierto al don de la vida, reconociendo en cada hijo una bendición divina y un signo concreto de esperanza para la humanidad”.
Esta Jornada nos llama a todos los cristianos y personas de buena voluntad a implicarnos por crear una cultura de la vida en la que toda vida humana sea acogida y cuidada con amor, gratitud y alegría. Trabajemos para que se valore la maternidad, como el gran don de Dios a la mujer, que la dignifica, y como un servicio impagable e impagado a la sociedad. Ofrezcamos los medios que eviten que cualquier mujer embarazada vea en el aborto la solución rápida a sus problemas y sus angustias.
«La vida, buena noticia» es el lema que se propone para la Jornada por la Vida 2024. Una Jornada que la Iglesia celebra el 25 de marzo, solemnidad de la Anunciación del Señor, pero que este año, al coincidir con el Lunes Santo, se traslada al 8 de abril. La Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida ha sido la encargada de elaborar los materiales para su celebración y difusión.
¿Cuál es el mensaje de los obispos?
Plantean la vida como una buena noticia siempre. Y así, afirman, “debe ser recibida y valorada y cuidada, desde su concepción hasta su muerte natural”.
La vida no es “un derecho absoluto a la libre disposición del criterio humano” es “un don de Dios” y este es el motivo “más profundo” para que sea considerada “una buena noticia”. Los obispos distinguen entre el don que “es algo que acogemos porque se nos entrega” y el derecho que “es algo que nosotros podemos exigir, con sus límites en el caso de la vida”. También señalan la diferencia entre regalo y don. El primero, “es algo que se me da para que disponga de ello como quiera”, mientras que el don “implica una tarea, una responsabilidad”, con unas implicaciones al inicio, en el transcurso y al final de la vida.
Al inicio de la vida
El hecho de que la vida sea un don y una buena noticia “nos invita a acogerla siempre, incondicionalmente”. Por eso hay que ayudar a las madres a descubrir “que la vida que llevan en su seno realmente es una buena nueva”.
Los obispos defienden una valoración positiva de la maternidad y de la vida humana naciente que se visibilice con “ayudas efectivas integrales” para que las madres que afrontan un embarazo inesperado “puedan seguir gestando a su hijo sin apuros” y para que las familias “puedan plantearse libre y responsablemente la posibilidad de concebir un nuevo hijo”.
Que la vida sea un don también implica que “no hay un derecho absoluto a tener un hijo”. En este sentido, acogen “los avances médicos que ayuden a detectar las causas de la esterilidad, intentando remediarlas”, pero recuerdan que “no se deberá emplear la técnica para producir de manera artificial la fecundación”.
Consideran que es más grave cuando “para obtener un bebé, se acude a un vientre de alquiler”. Así, se unen a la petición del papa Francisco, en su discurso a los miembros del cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, para que la comunidad internacional se comprometa a prohibir universalmente la práctica de la maternidad subrogada. Una práctica “deplorable”, como señaló el Santo Padre que “ofende gravemente la dignidad de la mujer y del niño”, y que “se basa en la explotación de la situación de necesidad material de la madre”. Un hijo “es siempre un don y nunca el objeto de un contrato”.
En el transcurso de la vida
El hecho de que la vida sea un don y una buena noticia implica, durante el transcurso de la vida, “el cuidado de cada vida humana especialmente en las situaciones de fragilidad”.
Los obispos denuncian la trata de personas y la esclavitud moderna “porque son claras violaciones de la dignidad humana, ya que reducen a las personas a meros objetos de explotación económica y física”.
También piden paliar las situaciones de pobreza extrema, “porque son muchos los que no tienen acceso a recursos básicos como alimentos, agua potable, atención médica y vivienda digna”. Revisar “nuestras actitudes hacia las personas migrantes, evitando el desinterés y los prejuicios. Y evitar “que haya personas en condiciones de trabajo inhumanas, con salarios injustos y falta de derechos laborales básicos, lo que priva a los trabajadores de su dignidad al tratarlos como meros instrumentos de producción en lugar de seres humanos con necesidades y aspiraciones legítimas”. En definitiva, “es necesario fomentar la coherencia en nuestro planteamiento de concebir la vida como buena noticia, porque esto no se refiere solo a algunas realidades”.
Al final de la vida
También en la ancianidad y la enfermedad terminal la vida sigue siendo una buena noticia, lo que implica “tener cuidado para no actuar según el criterio de que en esos momentos la vida ya es una carga pesada que debe eliminarse”.
Los obispos entienden que este cuidado “debe darse principalmente en el contexto de la familia” y reclaman apoyo para que las familias “puedan atender a sus mayores”.
Los obispos concluyen su mensaje “invitando a levantar la mirada a la vida eterna porque nuestra existencia trasciende los límites temporales de este mundo”. A través de la encarnación de Jesucristo, “Dios se hizo hombre para redimirnos y abrirnos las puertas del cielo”. La encarnación “no solo nos revela el amor infinito de Dios por cada uno de nosotros, sino que también nos ofrece la esperanza y la promesa de la vida eterna, donde encontraremos plenitud y felicidad junto a él para siempre. Que santa María, Madre de la Vida, interceda para que seamos constructores de la cultura de la vida”.
Palabras de Mons. Casimiro López en la Jornada por la Vida
La Virgen Peregrina de los Desamparados acoge la oración por la vida de la Diócesis en la Basílica de Lledó
Ayer tarde, la ciudad de Castellón acogía a la Mare de Déu dels Desamparats coincidiendo con la Jornada Diocesana por la Vida. Además, la celebración de ayer coincidía, en el calendario litúrgico, con la Anunciación del Señor, día de la concepción de la Virgen María, a nueve meses de dar a luz al Unigénito, el Hijo de Dios, el Salvador.
No en vano, la Iglesia celebra en este día la Jornada en defensa de la Vida teniendo como modelo a María, concebida sin pecado original, pura y sin mancha, y elegida por Dios para ser la Madre de su hijo. Tal día como ayer, hace más de dos mil años, todo cambió gracias al «SÍ» de María.
Así lo hizo constar Mons. Casimiro López Llorente, durante la Eucaristía previa a la Vigilia de Oración poniendo a María como modelo en su lucha contra el pecado y la tentación. Ejemplo de santidad y pureza, que llevó a cabo la voluntad de Dios a pesar de las dificultades y desafíos que tuvo que enfrentar.
A las 20h de la tarde daba comienzo la Vigilia de Oración por la Vida que, organizada por la Delegación Diocesana para la Familia y la Defensa de la Vida, unió en torno al rezo del Santo Rosario a diferentes movimientos, asociaciones y fieles.
Cada uno de los Misterios del Rosario estuvo precedido de la correspondiente meditación por parte de representantes de los grupos participantes: Equipos de nuestra Señora , Comunidad de las Bienaventuranzas, grupos de matrimonios, las Hernanas de la S. F. de Nazaret, representantes de 40dias por la Vida, y también de Pro vida. En la Vigilia también participó la Pastoral de la Salud.
Primer Misterio: LA ENCARNACIÓN DEL HIJO DE DIOS.
“Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús” Lc. 1, 31
María se turbó con las palabras del Ángel, pero a su vez se fio, y se regocijó por cumplir la voluntad de Dios. Acogió en su seno al Salvador, como toda criatura, que desde el mismo instante de su concepción es una nueva vida creada por Dios, a su imagen y semejanza, creada por amor y para amar.
Eliminar una vida humana, un embrión o feto, es una grave equivocación, nunca es solución para un problema. Las leyes que promueven el aborto, son injustas, puesto que no amparan ningún bien, lo que hacen es legalizar la muerte de personas indefensas e inocentes. El hombre no puede decidir, por sí mismo, quién puede vivir y quién no, no podemos suplantar el acto amoroso de Dios que nos dice: “Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses te tenía consagrado” (Jr.1,5).
Se rezó, por intercesión de María, para que el Espíritu nos enseñe el valor sagrado de la vida humana desde el instante de su concepción; que las madres gestantes acojan con generosidad la vida naciente y encuentren los medios necesarios para superar aquellas dificultades que encuentren; que los sanitarios cuiden cada vida puesta a su cuidado y tengan la fortaleza de objetar en conciencia para no convertirse en cooperadores de la muerte; que los gobernantes dicten leyes que protejan la vida humana; y que la Iglesia, nuestra Madre, cumpla con libertad su misión de promover el evangelio de la vida.
2º Misterio: LA VISITACIÓN DE NUESTRA SEÑORA A SU PRIMA SANTA ISABEL
“María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludo a Isabel.” Lc. 1, 39-40
Muchas veces las personas tienes que salir de su tierra, por necesidad, por voluntad de conseguir unas mejores condiciones para su familia, para evitar poner en peligro sus vidas, porque son perseguidos. Los inmigrantes y refugiados, deben ser cuidados y acogidos, como hermanos, respetando la propia dignidad vital que nos hace iguales. Como dice el Papa Francisco: “La guerra es el suicidio de la humanidad, porque mata el corazón. La guerra viene del odio, de la envidia, del deseo de poder”, la guerra no soluciona ningún problema, sino que genera sufrimiento y miseria.
La oración, por intercesión de María, se elevó para que nos enseñe a acoger y acompañar a aquellos hermanos que huyen de sus tierras por las presiones políticas, jurídicas, económicas o bélicas; que buscan en una nueva tierra óptimas condiciones de desarrollo; que la prueba a la que se ven sometidos sea superada con la alegría de una buena acogida; que sus ansias de justicia y libertad se vean colmadas con la pronta reconciliación y la paz verdadera; que se ponga fin a todas las causas que obligan a estos traslados, que el Espíritu Santo conquiste los corazones de aquellos que tienen el poder para parar el terrorismo, las guerras, las persecuciones y sean capaces de dialogar y velar por el bien de quienes sufren.
Tercer Misterio: EL NACIMIENTO DEL HIJO DE DIOS EN BELÉN
“Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él” Lc. 2, 14
Ayer hace 28 años promulgaba, San Juan Pablo II, la Encíclica Evangelium Vitae, allí nos decía: “el suicidio es siempre moralmente inaceptable (…). La tradición de la Iglesia siempre lo ha rechazado como decisión gravemente mala.(…) el suicidio, bajo el punto de vista objetivo, es un acto gravemente inmoral, porque comporta el rechazo del amor a sí mismo y la renuncia a los deberes de justicia y de caridad. (…) constituye un rechazo de la soberanía absoluta de Dios sobre la vida y sobre la muerte”. ¡Cuánta desolación y tristeza debe pasar por las mentes de aquellos que no ven otra salida más allá de la muerte y deciden suicidarse!. Y ese dolor, se extiende a los familiares y seres queridos, que dejan huella de desolación difícil de borrar, por no haberse dado cuenta de la gravedad de la situación y por ello no haber sido capaces de evitar el desastre.
Se oró, por intercesión de María, por los familiares y amigos de las personas que se han suicidado para que contemplando a Cristo recién nacido, reciban el consuelo y la paz en medio de su dolor; que nuestros jóvenes no vean como salida a su situación, por difícil que sea, el suicidio, sino que nos encuentren abiertos a colaborar y encontrar soluciones a los problemas que les afectan y que no saben como superar; que aquellos que se encuentren en situaciones vitales que no saben como resolver, en la oscuridad, en la tribulación, que la misericordia de Dios les guié a una solución asumible y que encuentren la paz sin necesidad de morir.
4º Misterio: LA PRESENTACIÓN DEL NIÑO JESÚS EN EL TEMPLO.
“Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: ”Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido…” Lc. 2, 28-29
En nuestra sociedad se está empezando a desvirtuar el papel de las personas mayores, estos molestan, se reformula su papel y su importancia, son apartados en muchas ocasiones de los entornos familiares, separados de los suyos. Debemos poner en valor estas vidas, que nos han dado la nuestra, puesto que con su cooperación generosa y fiel en la obra divina nos han transmitido la vida que hemos recibido. Su contribución vital en los ámbitos social y eclesial es fundamental e insustituible, por lo que deben tener un papel protagonista, donde su voz sea escuchada y respetada. Simeón, anciano justo y piadoso, alcanzó su plenitud al tener en sus manos a Jesús, su vida cumplió su finalidad con ello, que nuestros mayores acojan con la misma gratitud el fin de sus días, y que sus familiares estén preparados para vivir esta mudanza de este mundo con la esperanza de un reencuentro en la eternidad.
Se elevó oración, por intercesión de María, para que acojamos a los mayores como tesoros de experiencia y sabiduría, para que ayuden a los jóvenes a mirar el futuro con esperanza y responsabilidad; que las familias tengan el suficiente apoyo, y en su caso, ayudas, para prestar un cuidado adecuado a los ancianos, para que sean atendidos cuidando su dignidad humana; que llegados al fin de sus días sus familiares lo vivan desde la esperanza y no desde la desesperación.
5º Misterio: EL NIÑO PERDIDO Y HALLADO EN EL TEMPLO.
“Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas” Lc. 2, 47-47.
El papa Benedicto XVI subrayó la necesidad de tener “valor para decir con claridad que la eutanasia es una falsa solución al drama del sufrimiento, una solución que no es digna del hombre. La verdadera respuesta no puede ser la de provocar la muerte, por dulce que sea, sino testimoniar el amor que ayuda a afrontar el dolor y la agonía de modo humano”. Es moralmente inaceptable, cualquiera que sean los motivos y los medios, la eutanasia directa poniendo fin a la vida de personas disminuidas, enfermas o moribundas.
Por intercesión de María, se rezó para obtener las fuerzas necesarias para ofrecer el sufrimiento de la enfermedad; que las leyes no impongan ni ofrezcan como derecho y solución la muerte que sólo Dios puede decidir; que valoremos nuestra vida como un don del que no podemos disponer; que los sanitarios no colaboren poniendo fin a la vida humana; que los cuidados paliativos no se conviertan en un ensañamiento terapéutico ni en una eutanasia encubierta; que obremos rectamente al dictar nuestro testamento vital para llegado el momento se actúe en consecuencia con nuestra voluntad.
“Rogamos a nuestros fieles, a la sociedad en general y a la comunidad política, que reflexionen una vez más y asuman el compromiso de cooperar y trabajar juntos para que toda vida humana sea protegida y custodiada como un don de Dios, dotado de la más alta dignidad”
Responsables de distintas confesiones religiosas presentes en el territorio diocesano, han firmado esta mañana una “Declaración Interconfesional e Interreligiosa sobre la Dignidad de la Vida Humana”. El acto estaba organizado por la Delegación diocesana para las Relaciones Interconfesionales y el Diálogo Interreligioso junto a la Delegación para la Familia y Defensa de la Vida.
Se trata de la exhortación que representantes pertenecientes a distintas confesiones religiosas, unidos en la defensa de la vida, de la dignidad humana y de los derechos humanos, especialmente de los más vulnerables, han dirigido a los fieles, a la sociedad en general y a la comunidad política por medio de una Declaración Interreligiosa sobre la dignidad de la vida humana.
En el texto, el representante del Centro Islámico de Castellón, de la Iglesia Ortodoxa del Patriarcado de Rumanía, de la Iglesia Ortodoxa del Patriarcado de Moscú, de la Iglesia Greco-Católica de Ucrania, de la Iglesia Evangélica y de la Iglesia Católica, observan con preocupación creciente cómo desde hace décadas, en España “se vienen promoviendo y aprobando leyes en las que, en algunos casos, la vida humana queda gravemente desprotegida, legislando no solo contra los principios del Creador, sino también contra el más esencial de los derechos humanos: el derecho a la vida”.
La inviolable dignidad de toda vida humana
Afirman asimismo que “la vida es un don de Dios para el conjunto de la creación y de la humanidad» y que la “dignidad humana no depende de sus circunstancias vitales ni del consenso social, sino que es una cualidad intrínseca de todo ser humano, cuyos derechos han de ser respetados siempre”. Por tanto, precisan, “toda vida humana, en su inviolable dignidad, debe ser protegida desde el principio hasta el fin”.
El respeto de la vida es signo de progreso de una sociedad
“El respeto a la dignidad de la vida de todo ser humano y sus derechos fundamentales, especialmente de los más débiles, son signos del progreso y la prosperidad de una sociedad y no puede considerarse que dicho respeto sea un retroceso o sea contrario a la libertad”, observan en otro de los puntos de la Declaración. Conscientes de que existen situaciones complejas y de aparentes “conflictos de derechos, que son difíciles de resolver”, señalan que “profundos dilemas éticos y morales no pueden resolverse de forma genérica con el sacrificio de uno de los derechos fundamentales afectados (en este caso, el derecho a la vida) haciendo prevalecer el otro”.
La Declaración lleva la firma de D. Hamed Ahmed, en representación del Imán D. Abdeslam el Ghzaoui, Centro Islámico de Castellón; del Reverendo Padre Aurelian Gheorghe Stoica, de la Iglesia Ortodoxa del Patriarcado de Rumanía; del Reverendo Padre Sergiy Prosandeev, Iglesia Ortodoxa del Patriarcado de Moscú; del Reverendo Padre Sergiy Znak, Iglesia Greco-Católica de Ucrania; del Pastor D. Francisco Hilario, Centro Cristiano de Castellón, Iglesia Evangélica; y Monseñor D. Casimiro López Llorente, Iglesia Católica, Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón.
“La vida humana no está lo suficientemente protegida”
“La defensa de la vida y de la dignidad humana es un buen signo de lo que nos une”, ha dicho el Obispo de la Diócesis, que ha lamentado el reciente aval, por parte del Tribunal Constitucional, de las leyes del aborto y de la eutanasia. También la entrada en vigor de la nueva ley del aborto, que amplía, todavía más, la desprotección de las vidas más indefensas.
“Todo ello pone de manifiesto que la vida humana no está lo suficientemente cuidada, acogida y protegida”, ha subrayado D. Casimiro, lo que también debería interrogarnos a todos, “desde la razón y desde la fe, sea cual sea, porque Dios Padre y Creador nos interpela”, y “debemos cuidar y proteger en todo momento la vida humana, como un gran don, desde su concepción hasta su muerte natural”.
Del mismo modo, ha mostrado su preocupación por la sostenibilidad del sistema de pensiones, para lo que ha planteado, como parte de la solución, la necesidad de implementar medidas para favorecer la natalidad. Por último, el Obispo ha exhortado a participar en la Jornada Diocesana por la Vida, que tendrá lugar mañana sábado día 25 de marzo en la Basílica de Nuestra Señora del Lledó, y en la que contaremos con la visita de la Virgen Peregrina de los Desamparados, Patrona de la Comunidad Valenciana.
El próximo sábado, 25 de marzo, celebramos la Solemnidad de la Encarnación del Hijo de Dios en el seno virginal de María, es decir, el inicio de su vida humana. El Verbo de Dios asumió nuestra naturaleza humana para sanarla y llevarla a su plenitud. Concebido en el seno virginal de la Virgen María por obra del Espíritu Santo, el Hijo de Dios se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado. “El Hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido, en cierto modo, con todo hombre”, nos dice el Concilio Vaticano II (GS 22), mostrándonos así el valor incomparable de cada vida humana.
Ya la sola razón es suficiente para que todo hombre y mujer, creyente o no creyente, abierto sinceramente a la verdad y el bien, pueda reconocer el valor sagrado e inviolable de cualquier vida humana. Si además lo miramos desde la fe, la encarnación revela a la humanidad no sólo el amor infinito de Dios que “tanto amó al mundo que dio a su Hijo único” (Jn 3, 16), sino también el valor incomparable de cada vida y persona humana. Por ello, de modo particular los creyentes en Cristo debemos acoger, cuidar, defender y promover el don precioso de toda vida humana desde su concepción hasta su muerte natural, siempre e independientemente de cualquier circunstancia o condición.
Esto es lo que nos recuerda la Jornada por la Vida que celebramos también el 25 de marzo. Es una jornada dedicada a orar por la vida, para que toda vida humana sea acogida, protegida y respetada por todos, para tomar conciencia del valor de toda vida humana y para invitar a todos a acompañar cada vida humana en todas las fases de su existencia, desde su concepción hasta su muerte natural, aumentando los cuidados cuando la vida es más vulnerable: en el seno de la madre, en la enfermedad, en la ancianidad o en la hora de la muerte.
Ya el Concilio Vaticano II, en una página de dramática actualidad, denunció los numerosos delitos y atentados contra la vida humana; entre otros, los homicidios, los genocidios, el aborto, la eutanasia y el mismo suicidio voluntario, o todo lo que viola la integridad y la dignidad de la persona humana (cf. GS 27). Por su actualidad nos fijaremos en el cuidado de la vida a su inicio.
Acaba de entrar en vigor la nueva ley del aborto, llamado eufemísticamente “de la interrupción voluntaria del embarazo”. Va en contra de la realidad hablar de interrupción, cuando en verdad ya no se puede continuar el embarazo pues se elimina el embrión o el feto. Los conocimientos sobre el ADN, las ecografías 3D, 4D y 5D permiten afirmar que existe una nueva vida en el seno de una mujer embarazada desde la concepción. El aborto sigue siendo “un crimen abominable” de un ser humano totalmente indefenso, como enseñó el Concilio Vaticano II (cf. GS 51).
No se puede hablar de un ‘derecho al aborto’, pues no es un bien lo que se persigue, sino un mal; habría que hablar de un “derecho a matar’, aunque lo revistamos con un lenguaje que oculte la realidad y anestesie las conciencias. En consecuencia las leyes que promueven y amplían este presunto “derecho al aborto” son absolutamente injustas e inicuas porque no solo no amparan ningún bien, sino que legalizan la muerte de personas inocentes e indefensas. Hablar de un supuesto “derecho a decidir sobre el propio cuerpo” es una falacia, pues los conocimientos citados indican que los embriones o fetos, aún estando en el seno de la mujer, son seres humanos distintos a ella. Eliminar una vida humana no puede ser solución para las madres que afrontan, muchas veces en soledad, un embarazo no deseado. Iniciativas a favor de la vida o de las mujeres embarazadas, propias o ajenas como las que ofrece la asociación civil ‘Provida’ o la acción internacional ‘40 días por la vida’, que rezan y no acosan a nadie, tendrán siempre nuestro apoyo.
Esta Jornada nos llama a todos los cristianos y a todas las personas de buena voluntad a implicarnos por crear una cultura de la vida en la que toda vida humana sea acogida con amor, gratitud y alegría frente a una mentalidad anticoncepcionista y antinatalista; una cultura de la vida en la que toda vida humana sea respetada desde su concepción hasta su muerte natural frente a una mentalidad abortista y eutanásica; y una cultura en la que la vida humana sea cuidada en todo momento, sobre todo cuando es más frágil e indefensa, cuidando al que sufre o está necesitado, al anciano o al moribundo.
Trabajemos para que se recupere entre nosotros el sentido de la maternidad y de la fecundidad como el gran don de Dios a la mujer, que la dignifica, y como un servicio impagable e impagado a la sociedad. Ofrezcamos los medios que eviten que cualquier mujer embarazada vea en el aborto la solución a sus problemas y a sus angustias.
Coincidiendo con la visita de la Virgen Peregrina de los Desamparados
La Diócesis de Segorbe-Castellón, a través de la Delegación Diocesana para la Familia y la Defensa de la Vida ha convocado la celebración de la Jornada por la Vida que tendrá lugar el sábado 25 de marzo en la Basílica de Nuestra Señora del Lledó.
La celebración coincide con la visita de la Virgen Peregrina de los Desamparados, Patrona de la Comunidad Valenciana, que está recorriendo diferentes puntos del territorio valenciano con motivo de la celebración del centenario de su coronación.
Así pues, el sábado 25 de marzo, a las 18.00 h, tendrá lugar la bienvenida de la Virgen a la Basílica de la Patrona de Castellón donde, a las 18.30 h, se celebrará una Eucaristía que estará presidida por el Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón, Mons. Casimiro López Llorente. La jornada concluirá con una Vigilia de oración cuya intención principal será la defensa de la vida desde su concepción hasta su fin natural.
Proteger y preservar la vida humana supone poner en valor la dignidad de la persona, otorgando la máxima importancia a que cada persona es única y valiosa y se nos es otorgado el derecho fundamental de la vida, tal como se reconoce en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Este derecho incluye la protección de la vida desde su inicio hasta su fin natural, sin discriminación alguna.
La defensa de la vida se deriva de su valor intrínseco y del derecho fundamental que tiene cada persona a la vida. Es por ello, que para reforzar la convocatoria, la Diócesis de Segorbe-Castellón ha promovido un vídeo que pone en valor el proceso de desarrollo que se inicia desde la concepción y que culmina con el nacimiento. El feto se desarrolla de manera constante y progresiva, adquiriendo características y funciones propias, pudiéndose reconocer como un ser humano en desarrollo que tiene los mismos derechos a la vida y a la protección que cualquier otro ser humano.
En el vídeo promocional de la Jornada por la Vida, se aprecia este desarrollo, mostrando también la realidad de los más de 90.000 abortos que supusieron en España, en 2022, la negación del derecho fundamental a la vida.
Nuestro Obispo, D. Casimiro, dirige hoy una carta a todos los sacerdotes de la Diócesis de Segorbe-Castellón con motivo de la próxima celebración de las “24 horas para el Señor”, durante el viernes y sábado que la tercera semana de Cuaresma, tal y como pide Francisco en Misericordiae Vultus, ocasión propicia para vivir el Sacramento de la Reconciliación en el contexto de la adoración eucarística.
Como todos los años, la Diócesis «acoge cordialmente esta hermosa iniciativa, que tanto bien hace a cuantos participan en ella y a nuestra Iglesia diocesana», indica el Obispo, pero teniendo en cuenta que la ciudad de Castellón celebra las Fiestas de la Magdalena, las fechas de la celebración de las “24 horas para el Señor” en la Diócesis serán las siguientes:
En la ciudad de Castellón: viernes 24 al sábado 25 de marzo en la iglesia de La Sangre.
En el resto de la Diócesis: del viernes 17 al sábado 18 de marzo.
D. Casimiro pide que, en esta ocasión, tengamos presente la paz y la vida humana en nuestra adoración al Santísimo. Sobre todo, ante la situación en Ucrania y en otras partes del mundo, conflictos y guerras que tantas muertes, sufrimiento y destrucción están causando; pero también teniendo presente la Jornada por la Vida que celebraremos el día 25 de marzo, con el fin de orar para que todos sepamos acoger y cuidar de toda vida humana.
Con el lema “Acoger y cuidar la vida, don de Dios”, la Iglesia celebra hoy, solemnidad de la Anunciación del Señor, la Jornada por la Vida, con la que se conmemora «el misterio más excelso de nuestra fe, la encarnación del Hijo de Dios», como recuerdan los obispos de la Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida en su mensaje para este día.
Celebramos el “Sí” de una mujer, de María, que cambió la historia de la humanidad, concibiendo desde aquel momento a Jesús y convirtiéndose en protectora del Niño que un día nacería y salvaría con amor al mundo. Desde aquel momento María tuvo en su vientre a Jesús, no a los tres meses o cuando el embrión tenía forma humana, sino desde el momento de la concepción. He aquí una razón más por la que la Iglesia defiende al bebé desde el primer instante de su vida.
Además, durante toda su vida, la Virgen fue capaz de afrontar con fortaleza todas las dificultades y sufrimientos que se le presentaron: dio a luz a Jesús en un establo, no dudó en afrontar un duro viaje y huir a Egipto para proteger a su hijo recién nacido, pero sobre todo estuvo siempre junto a Él, incluso cuando lo abandonaron los discípulos, y tuvo que ver como lo maltrataron y lo crucificaron. Supo acoger y cuidar la vida, don de Dios.
Los obispos de la Subcomisión explican que María es la puerta que nos ha abierto todos los tesoros de la redención. Y puntualizan, «en este sentido acoger la vida humana es el comienzo de la salvación, porque supone acoger el primer don de Dios, fundamento de todos los dones de la salvación; de ahí el empeño de la Iglesia en defender el don de la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural, puesto que cada vida es un don de Dios y está llamada a alcanzar la plenitud del amor».
Por eso, «acoger y cuidar cada vida, especialmente en los momentos en los que la persona es más vulnerable, se convierte así en signo de apertura a todos los dones de Dios y testimonio de humanidad; lo que implica también custodiar la dignidad de la vida humana, luchando por erradicar situaciones en las que es puesta en riesgo: esclavitud, trata, cárceles inhumanas, guerras, delincuencia, maltrato».
Es lamentable y doloroso que se permita jurídicamente y se promueva la eliminación de la vida por criterios económicos o utilitarios, alegando “humanidad” y desde el emotivismo. Sin embargo, «lo cierto es que acabar con una vida humana es lo más contrario a la verdadera humanidad». En esta situación, la Iglesia hace una llamada a acoger y cuidar la vida, principalmente la que se encuentra en una situación de mayor vulnerabilidad, como es el caso de los concebidos no nacidos o de los más enfermos o ancianos.
Se nos exhorta a los cristianos a ser centinelas del Evangelio de la vida, testigos de su belleza como don de Dios, y vigilar para salvaguardarla de cualquier atentado o manipulación. Ser «centinela» implica según los obispos, «tomar conciencia de la necesidad de formarnos y de formar a las generaciones más jóvenes para conocer y comprender la verdad del hombre, creado por Dios, llamado a amar y ser amado en plenitud. De ahí la importancia de una correcta formación de la afectividad y la sexualidad, como elementos constitutivos del ser humano que definen su identidad».
El Delegado diocesano para la Pastoral de la Familia y Defensa de la Vida, D. Luis Oliver, ha indicado que éste, a causa de la destrucción y la muerte que estamos viendo en Ucrania, es un momento especial para acoger y proteger toda vida humana, que es a lo que estamos llamados todos, más aún los cristianos. Y ante este drama, con la estremecedora destrucción de la vida, debemos cuidar toda vida, tanto la física como la interior, pues hay quien muere físicamente a causa de las bombas, pero también hay quien muere interiormente a causa de la indiferencia, del olvido y de la falta de amor y caridad.
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