En la víspera de Navidad, el papa Francisco abría la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro en el Vaticano. Comenzaba así el Jubileo ordinario 2025, que durará hasta la Epifanía de 2026. Para que los fieles que no puedan peregrinar a Roma, tengan también la posibilidad de celebrar el Jubileo, el mismo Papa ha dispuesto que en todas las diócesis tengamos una apertura del Año Jubilar con la celebración de una solemne Eucaristía este domingo, 29 de diciembre. Nosotros lo haremos por la mañana en la Concatedral de Santa María en Castellón de la Plana, y por la tarde en la Catedral de Segorbe. Estáis todos invitados.
Este Año Jubilar estará centrado en la esperanza, bajo el lema “Peregrinos de esperanza”. Necesitamos reavivar la esperanza y poner signos de esperanza para tantas personas, que miran el presente y el futuro con escepticismo y pesimismo.
Pero, ¿de qué esperanza se trata? Al hablar de esperanza debemos distinguir entre esperanzas, en plural, y esperanza, en singular. Las esperanzas expresan la tendencia humana a conseguir algo que se desea como un bien. Estas esperanzas. A veces no se cumplen y crean desaliento y desasosiego, Y aun cuando se cumplan, no colmarán totalmente nuestros anhelos; y volveremos a programar nuevos proyectos y a aspirar a nuevas cosas. En cambio, la esperanza, en singular, indica el deseo de conseguir no esto o lo otro, sino el bien total, la plena realización de sí mismo.
A esta esperanza se refiere San Pablo cuando escribe que “la esperanza no defrauda, porque al darnos el Espíritu Santo, Dios ha derramado su amor en nuestros corazones” (Rom 5,5). Es la esperanza cristiana. No defrauda porque no se basa en la debilidad humana ni en la incertidumbre de los acontecimientos, sino que está garantizada por el amor de Dios, que es eternamente fiel. Por eso no puede fallar. Colma plenamente los anhelos del corazón humano y es tan segura como Dios mismo. Es una virtud teologal porque tiene como origen, motivo y meta a Dios. Por ella “aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo” (Catecismo 1817). Esta virtud “corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos; protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna” (Catecismo 1818).
La esperanza cristiana está fundada en la certeza de que nada ni nadie podrá separarnos nunca del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús (cf. Rm 8, 39). He aquí porqué esta esperanza no cede ante las dificultades: se fundamenta en la fe y se nutre de la caridad, y de este modo hace posible que sigamos adelante en la vida, también en la obscuridad, en la adversidad, en la enfermedad e incluso ante la muerte.
Los creyentes en Cristo viven “en paz con Dios” y han recibido la gracia de la salvación, nos dice san Pablo (Rom 5,1-2). Sin embargo no estamos libres de situaciones difíciles y oscuras. No obstante, el cristiano permanece firme, ya que pone toda su confianza en Dios, sabiendo que el mal e incluso la muerte no tienen nunca la última palabra. En tales situaciones se percibe la luz y la fuerza que brotan de la cruz y de la resurrección de Cristo. Esto le lleva a desarrollar la virtud de la paciencia, estrechamente relacionada con la esperanza. Persevera y confía en aquello que Dios nos ha prometido. Aprendamos a pedir con frecuencia la gracia de la paciencia, que es hija de la esperanza y al mismo tiempo la sostiene.
El mundo, tal como existe en el presente, no responde al proyecto de Dios. El mundo nuevo que se ha iniciado con la resurrección de Cristo, un mundo nuevo, liberado y glorioso, está todavía por llegar en plenitud. Vivir con esperanza es tener confianza en Dios y perseverar con fidelidad en la fe. Esperar es tener capacidad para ver, aun cuando nuestros ojos no vean. Es recuperar nuestra capacidad de soñar un mundo mejor para todos, es colaborar activamente para que nazca ese mundo nuevo, el mundo querido por Dios. Esperar es descubrir y acoger cada día la fuerza de vida de Cristo Resucitado, que hace nuevo este mundo con la fuerza de su Espíritu Santo.
Que el Jubileo sea para todos un momento de encuentro vivo y personal con Cristo en la oración y en el sacramento de la Reconciliación. Acojamos la Indulgencia que nos limpia de las huellas que dejan nuestros pecados. Dejemos que se avive nuestra esperanza, que permite vislumbrar la meta: el encuentro definitivo con el Señor Jesús.
Hoy se cumplen 775 años de la creación de la Sede Episcopal en Segorbe, concedida por medio de la Bula Pie Postulatio de Inocencio IV. Así, desde primera hora de esta mañana, en los alrededores del templo, empezaban a acudir fieles procedentes de diferentes arciprestazgos, así como una importante representación política, militar, empresarial y social de nuestra Diócesis.
A las 11.00 h., Segorbe ha acogido la celebración del Rito de apertura de la Puerta Santa de la S.I. Catedral y la Santa Misa Crismal, uniendo ambas celebraciones por el profundo significado que tiene esta Misa para la Iglesia diocesana. Tal como avanzó nuestro Obispo en su carta semanal, publicada del pasado Domingo de Ramos, la Misa Crismal supone la reunión de la comunidad diocesana en la Catedral, como Iglesia Madre, haciéndolo en torno a la mesa de la Palabra y de la Eucaristía, para consagrar el santo Crisma y bendecir los óleos de los catecúmenos y de los enfermos, que se usarán en los sacramentos del bautismo, de la confirmación y del orden sacerdotal.
La Catedral de Segorbe, como sede de la cátedra del Obispo y signo de su sucesión apostólica, es la casa de toda la familia diocesana formada por todos los bautizados. En la Santa Misa Crismal, presidida por D. Casimiro, se han hecho presentes las distintas vocaciones que conformamos la Iglesia del Señor de Segorbe-Castellón: sacerdotes, diáconos, consagrados, laicos, matrimonios y las familias, estando todos llamados a «crecer en la comunión para salir a la misión«, tal como reza el lema de este Año Jubilar.
Poco antes de las 11 h. daban comienzo los prolegómenos en la Iglesia del Seminario Menor Diocesano de Segorbe. Nuestro Obispo se ha dirigido a la asamblea en el inicio – ha dicho – «de esta peregrinación a la Santa Iglesia Catedral, como lo harán a lo largo de este año los fieles de nuestras comunidades, guiados por la Palabra de Dios e invocando la intercesión de los santos». Tras la oración inicial en la que D. Casimiro ha invocado a Dios Padre que conceda a su Pueblo «la alegría del Espíritu y acoja con esperanza renovada la proclamación de este año de gracia». Se ponían así, «en camino en el nombre de Cristo», dando inicio a la solemne procesión hacia la Catedral, precedida por el turiferario, la cruz y los ciriales, fieles laicos, seminaristas, el diácono con el Evangeliario, los presbíteros y, finalmente el Obispo, mientras se cantaban las letanías de los santos hasta llegar ante la Puerta Santa.
Apertura de la Puerta Santa
Al llegar a la Puerta Santa D. Casimiro se ha dirigido al Pueblo para anunciar la inauguración del Año Jubilar Diocesano que será, para toda la Iglesia diocesana, «una experiencia particularmente profunda de gracia y de misericordia divina que se prolongará hasta su clausura el 16 de Abril de 2023».
Abridme las puertas de la salvación.
Y entraré para dar gracias al Señor.
Este es el día en que actuó el Señor.
Sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Esta es la puerta del Señor.
Los vencedores entrarán por ella.
Antes de cruzar la Puerta Santa, mientras el júbilo de la celebración se hacía patente con el repicado de las campanas, el Obispo de Segorbe-Castellón, ha orado de rodillas unos minutos para, a continuación elevar el Evangeliario, tras lo que ha dado comienzo la procesión hacia el Altar mientras se interpretaba el Himno del Año Jubilar: He aquí la morada de Dios» de la mano de la Capilla Musical de la Catedral y el Coro del Santo Ángel de La Vall d´Uixó, acompañados por una orquesta creada «ad casum» y el organista de la Catedral.
Liturgia de la Palabra
El Señor me ha ungido y me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres, y darles un perfume de fiesta.
Tras la antífona de entrada se daba paso a la primera lectura. A través del profeta Isaías (61, 1-3a. 6a. 8b-9), los participantes en la celebración advertían la importancia de la celebración para los sacerdotes, a quienes el Señor «ha ungido», siendo enviados «para dar la buena noticia (…), para proclamar un año de gracia del Señor», siendo llamados «Sacerdotes del Señor», tras lo que se ha entonado el Salmo (88, 21-22. 25 y 27): «Cantaré eternamente tus misericordias, Señor».
Nos ha hecho reino y sacerdotes para Dios Padre
El Libro del Apocalipsis (1,5-8) concedía «la gracia y paz de parte de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra» (…) y ha precedido la Proclamación de la Palabra según san Lucas (4,16-21), que anticipaba la renovación de las promesas de los sacerdotes que se iba a producir a continuación en el diálogo que ha establecido nuestro Obispo con los presbíteros, uniéndose así más fuertemente a Cristo, renunciando a sí mismos y reafirmando la promesa de cumplir los sagrados deberes que, por amor a Cristo, aceptaron el día de su ordenación sacerdotal para el servicio de la Iglesia.
Convocados por Jesucristo
Con estas palabras ha dado comienzo la homilía de nuestro Obispo en este día de especial alegría para toda la Iglesia diocesana, en que reunidos «en torno a la mesa de la Palabra y la Eucaristía», acudimos a la casa de Dios, «nuestra Catedral diocesana en Segorbe, madre de todas las demás iglesias de la Diócesis» que es «presencia transparente de su amor, de su misericordia y de su Salvación para todos», ha resaltado D. Casimiro. Y hemos sido convocados para «para consagrar el santo Crisma y bendecir los óleos de los catecúmenos y de los enfermos (…) e inaugurar el Año Jubilar diocesano».
Las palabras del Obispo lo han sido para expresar el sentimiento de «profunda alegría» que se ha hecho patente al cantar «eternamente las misericordias del Señor» junto al salmista. Palabras de agradecimiento «a Dios porque nos ha elegido para ser su Iglesia diocesana», poniendo especialmente en valor, «los dones recibidos a lo largo de estos casi ocho siglos de historia». Igualmente se ha referido a «las obras de evangelización, de santificación y de caridad hacia los más pobres y necesitados».
En respuesta a todo ello, el Jubileo, ha resaltado D. Casimiro, «es un Año de gracia de Dios» y un tiempo en el que el Señor «derramará gracias especiales y abundantes sobre toda nuestra Iglesia diocesana, en especial el perdón de nuestros pecados y la Indulgencia plenaria». Un tiempo de gracia, ha dicho, «para impulsar nuestra conversión y purificación personal y de nuestras comunidades».
Vivir el Jubileo
El Obispo de Segorbe-Castellón nos ha exhortado a vivir el Año Jubilar desde «a Palabra de Dios y desde el profundo significado de esta Misa Crismal», enfatizando las palabras del Evangelio proclamado que «hoy es permanente y siempre actual: porque todos nosotros, los bautizados, hemos sido también ungidos y enviados; somos partícipes de la unción y misión de Cristo».
Tres han sido las palabras que han resonado con fuerza en la homilía de D. Casimiro: «Espíritu Santo, unción y envío». El mismo «Espíritu Santo» que ha ungido a Jesús de Nazaret, «desciende hoy de nuevo sobre el óleo perfumado para hacerlo sacramento de la plenitud de vida cristiana para los que serán bautizados y confirmados y también sobre toda nuestra Iglesia diocesana», ha dicho el Obispo. Es el Espíritu Santo, ha proseguido, «quien nos incorpora a esta Iglesia diocesana y nos hace sentirla como propia, como nuestra familia (…) y distribuye ministerios y carismas distintos para el bien de todo el pueblo de Dios (…) nos alienta y nos muestra los caminos en nuestra misión de evangelizar y de santificar». Así nos ha exhortado a «ser dóciles a la acción del Espíritu Santo» que con su poder «nos alienta a mostrar el amor y la misericordia de Dios a todos».
La «unción» del Espíritu Santo, se extiende sobre los bautizados, ha resaltado nuestro Obispo, y «consagrados como templos del Espíritu Santo que habita en nosotros» estando llamados «a dejar que la fe y la nueva vida de Dios, recibidas en el Bautismo, exhalen el perfume de un vida santa por el buen olor de las buenas obras». Porque todos los cristianos «estamos llamados a la santidad, la plenitud de la vida cristiana y a la perfección del amor». De esta forma nos ha invitado a ser «humildes y sinceros» reconociendo nuestra falta de correspondencia a la llamada de Dios y así aprovechar el Jubileo «para recuperar la frescura de nuestra unción bautismal para ser piedras vivas de su templo (…) dejándonos encontrar o reencontrar por el Señor Jesús y renovar por el Espíritu Santo para vivir con alegría nuestra condición de cristianos y nuestra pertenencia a esta Iglesia de Jesús de Segorbe-Castellón».
Retomando las palabras del profeta Isaías, como Padre y pastor, nuestro Obispo nos ha recordado que la Iglesia diocesana ha sido convocada para ser enviada a la «misión». De esta forma, «con el Crisma con el que somos ungidos en el bautismo participamos de la unción del Señor y todos estamos enviados como él a evangelizar, a llevar al mundo el amor y la misericordia de Dios», invitándonos a ser «discípulos misioneros del Señor caminando juntos como Iglesia».
No ha sido ajeno a «los desafíos y dificultades» a las que nos enfrentamos en el tiempo actual en que los destinatarios de la evangelización se multiplican dentro y fuera de nuestra Iglesia. Y siendo «la mies cada vez mayor», nos ha interpelado sobre «cómo evangelizar y transmitir la fe hoy», invitándonos a hacerlo «juntos y con sinceridad» siendo capaces «de salir de nosotros mismos y conectar con el mundo con nuevas actitudes, con un estilo nuevo y con un renovado ardor (…) estando convencidos de que anunciar a Jesucristo y el Evangelio es el mejor regalo que podemos hacer a los demás».
También ha tenido palabras para los sacerdotes llamados «a ser servidores del Pueblo de Dios que peregrina en Segorbe-Castellón» y que, tras la homilía, han renovado sus promesas sacerdotales, estando «llamados a servir para que nuestros bautizados sean discípulos misioneros del Señor, para que toda nuestra Iglesia diocesana, en sus miembros y comunidades sea misionera», les ha anticipado D. Casimiro. También les ha exhortado a «dar un testimonio coherente de vida, de fraternidad sacerdotal y de comunión en la fe y la misión con toda nuestra Iglesia diocesana» evitando «caer en la rutina, la mediocridad o la tibieza, que matan toda clase de amor» y estando «atentos a las necesidades de la comunidad cristiana y fieles a la misión de anunciar a todos el Evangelio».
Las palabras finales de nuestro Obispo lo han sido de invitación al conjunto de los presentes y a aquellos que han seguido la ceremonia a través de los canales de televisión que la han retransmitido (Trece Tv, La 8 Mediterráneo y Medi Tv) para acoger y vivir «con gratitud este Año de gracia que Dios nos concede para nuestra renovación personal y comunitaria» pidiendo a Dios «la gracia de crecer en comunión para salir a la misión».
Liturgia Eucarística
Tras la renovación de las promesas sacerdotales se ha dado paso a la procesión de ofrendas de las vasijas del óleo de los catecúmenos, el óleo de los enfermos y el óleo del crisma, a lo que seguía el pan y el vino para la celebración de la Eucaristía, que han sido recibidos y bendecidos por el obispo para que «aquellos, cuyos cuerpos van a ser ungidos con él, sientan interiormente la unción de la bondad divina y sean dignos de los frutos de la redención».
La celebración ha continuado como de costumbre hasta los ritos finales en los que se ha rezado la Oración del Año Jubilar:
Señor, Padre de misericordia, te damos gracias
por el don de pertenecer a la Iglesia de Jesucristo, nuestro Dios y Señor,
en nuestra diócesis de Segorbe-Castellón.
Y por todas las gracias recibidas en estos siglos de fe cristiana,
de manera singular, por tantos testimonios heroicos de santidad
y de fidelidad a la fe hasta el derramamiento de la sangre.
Te pedimos perdón
por no haber sabido responder siempre a tu Palabra
en el seguimiento de tu Hijo Jesucristo
y en el servicio a nuestros hermanos.
Envía tu Santo Espíritu sobre esta Iglesia,
para que este Año Jubilar
sea un tiempo de gracia,
de memoria agradecida del pasado,
de purificación y renovación personal y pastoral,
y de crecimiento en la comunión,
que nos anime en la esperanza
y nos aliente a salir juntos a la misión
de llevar a todos la alegría del Evangelio.
Te lo pedimos por intercesión de María,
la Virgen de la Cueva Santa, nuestra madre piadosa
y de san Pascual Bailón, nuestro patrono,
testigo vivo de amor a la Eucaristía,
fuente y cima de la vida de la Iglesia.
Que por tu misericordia lleguemos un día
a contemplarte eternamente en tu Reino. Amén.
Bendición Apostólicacon indulgencia plenaria
La ceremonia ha finalizado con la Bendición Apostólica de manos de D. Casimiro quien, por la gracia de Dios y de la Sede Apostólica, como Obispo de la Santa Iglesia de Segorbe-Castellón, en nombre del Romano Pontífice ha impartido la bendición con indulgencia plenaria a todos los presentes que hayan manifestado verdadero arrepentimiento, se hayan confesado y hayan recibido la Sagrada Comunión.
La ceremonia ha sido retransmitida en directo por Trece Tv, La 8 Tv y Mediterráneo Tv, así como por el canal de YouTube de la Diócesis. De esta forma, tal y como está establecido los fieles, que por edad o enfermedad, no hayan podido acudir a la celebración, podrán haber alcanzado la indulgencia plenaria en su propia casa habiendo cumplido los requisitos:
están arrepentidos de los pecados cometidos y tienen sincero deseo de no pecar más;
han cumplido con las 3 condiciones generales (confesarse, comulgar y rezar por las intenciones del Papa) ;
se han unido espiritualmente a la celebración y peregrinación jubilar, ofreciendo a Dios sus oraciones y sufrimientos.
Programación del Año Jubilar Diocesano
Arranca hoy un año de júbilo y celebración. Un año de agradecimiento al importante legado histórico de fe, pero también para mirar al presente, como ha dicho nuestro Obispo, y dejarse renovar y purificar, a nivel personal, comunitario y pastoral «que nos aliente a salir a la misión, con la fuerza del Espíritu Santo, para llevar a todos la alegría del Evangelio”. Por todo ello se ha organizado una amplia programación de actividades cuya próxima cita será el próximo domingo, 24 de abril, coincidiendo con el Domingo de la Misericordia, con la inauguración oficial de la Exposición Histórica «Germen y Diseño» que se ubicará en el Museo de la misma Catedral y se podrá visitar desde el día de su inauguración hasta la finalización del Año jubilar.
El Año Santo de la Misericordia va tocando a su fin. El Papa Francisco cerrará la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro en el Vaticano el día 20 de este mes, Fiesta de Jesucristo, Rey del Universo; y así quedará clausurado el Jubileo Extraordinario de la Misericordia. En este momento recordamos al Papa con afecto y reconocimiento por este gran don para la Iglesia y para el mundo que ha supuesto este Año Santo.
Nuestra Iglesia diocesana lo ha vivido de manera muy intensa. Aún están vivas en nuestra memoria y en nuestro corazón las hermosas celebraciones del Jubileo en la Catedral de Segorbe por zonas, la de los sacerdotes en la Misa Crismal, o la de los catequistas y profesores de religión; también recordamos con alegría la multitudinaria celebración del Jubileo de los niños en el Seminario Mater Dei, o la más íntima de los enfermos y mayores en la Basílica de Lledó, y, de modo especial, las celebraciones en las cárceles de Castellón y Albocasser, por citar sólo algunas de las muchas celebraciones en nuestra Diócesis. No menos intensas han sido las celebraciones más locales del Jubileo en la Basílica de El Salvador de Burriana, en Sta. Isabel y en San Jaime en Villarreal, en San Juan de Peñagolosa con motivo de la peregrinación de Culla.
Es la hora para la acción de gracias: Gracias damos, sobre todo, a Dios por tantos dones recibidos a lo largo del Jubileo. Ha sido un tiempo en el que hemos podido ver y experimentar, casi palpar en muchos casos, la misericordia infinita de Dios en muchas personas, que se han sentido la cercanía, el consuelo, la compasión, el perdón y la sanación de Dios; todo aquel que ha abierto su corazón al amor misericordioso de Dios, que se ha dejado conmover por la mirada misericordiosa de Dios en su Hijo Jesus, su misericordia encarnada, ha experimentado que Dios le ama personalmente y nunca le abandona. A través de las personas ha quedado agraciada y fortalecida toda nuestra Iglesia diocesana en sus comunidades, grupos, movimientos y asociaciones. Ha sido un verdadero año de gracia del Señor.
En este Año Santo hemos tenido la gran oportunidad de redescubrir y contemplar de un modo especial que Dios es misericordia, que misericordia es su nombre, su esencia, la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad; y que Jesucristo es la misericordia de Dios hecha carne: todo en Él nos habla de Dios «compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en piedad»: su persona, su encarnación, sus palabras y gestos, su pasión, muerte y resurrección, todo nos habla de la misericordia de Dios que perdona y salva, que se compadece de nuestros males, que ama a cada uno y que no quiere que nada ni nadie se pierda, y que nos espera siempre con una paciencia infinita. En Cristo Jesús, Dios misericordioso sale a nuestro encuentro, y nos invita a acoger su misericordia en su Iglesia, para que nos dejemos transformar por ella, porque sólo así podremos ser misericordiosos como el Padre, personalmente y como Iglesia. Redescubrir todo esto significa para cada bautizado volver a abrirse a la gracia y a la misericordia de Dios, y dejarse abrazar y perdonar por Dios para que su fe y su vida cristiana se aviven, fortalezcan y purifiquen; redescubrirlo implica confirmar, confesar, vivir y anunciar esa fe que hemos recibido por pura misericordia de Dios.
Por todo ello, este Año Santo ha sido un tiempo de gracia; nos ha ofrecido una gran oportunidad para una sincera y autentica conversión a Dios, a Jesucristo y a los hermanos, para la renovación de nuestra fe y vida cristianas, y, finalmente, para la renovación pastoral y misionera de nuestra Iglesia y de nuestras comunidades.
Este era el deseo del Papa para este Jubileo: que fuera un «tiempo propicio para la Iglesia, para que haga más fuerte y eficaz el testimonio de los creyentes» (MV 3) en un momento en que cristianos y comunidades estamos llamados a ser discípulos misioneros. Y la misericordia de Dios, acogida y vivida en el día a día, es el camino para salir con nuevo ardor a la misión siempre nueva de anunciar a Jesucristo.
Los catequistas y profesores de religión de la Diócesis han celebrado su Jubileo de la Misericordia con una consigna clara de Mons. Casimiro López Llorente: “Vamos a necesitar mucho caminar juntos”. La vinculación eclesial ha sido un elemento esencial subrayado por el Obispo en el día en que recibían el envío y la missio canonica para este curso. La jornada comenzaba en el Seminario celebrando el sacramento de la confesión y con una peregrinación hasta la Catedral para pasar por la Puerta Santa. Leer más
Unos 25 jóvenes de las parroquias de Ntra. Sra. de los Ángeles de Bechí y de la Sagrada Familia de La Vilavella han peregrinado a Segorbe en una actividad conjunta de final de curso y de vivencia del Jubileo de la Misericordia. La idea surgió al ver una película antigua en la que pueblos cercanos a Roma que fueron a pie a la Sede de Pedro con motivo de un jubileo en los años 50. Con el mismo espíritu se pensó ir hasta la Puerta Santa de la diócesis en tres días de convivencia, especialmente dedicados a la oración, explica D. Ignasi del Villar. Leer más
La Puerta Santa abierta en la Diócesis para el Jubileo de la Misericordia fue paso obligado en el Corpus celebrado en Segorbe. Al final de la eucaristía, en la que participaron numerosos fieles y niños que habían hecho la primera comunión, la Custodia procesional atravesó los dinteles jubilares para una procesión vivida por los vecinos de la ciudad con fervor y devoción.
Sacerdotes, religiosas y seglares en representación de fieles de la toda la Diócesis han acompañado a Mons. Casimiro López Llorente en la apertura de la Puerta Santa en la catedral de Segorbe. Queda abierto así el Jubileo en la Diócesis desde este sábado 12. Al final de la celebración, el Obispo ha explicado que, además de la catedral, habrá otras iglesias en momentos puntales para que todos puedan experimentar la Misericordia de Dios.
Mons. López Llorente ha descrito el Jubileo como un año de alegría, de descubrir la profundidad del amor del Padre y de convicción para crecer en el misterio insondable de la Misericordia: «No es un concepto abstracto y frío, sino la manifestación divina en la historia de salvación y su amor como un padre o una madre que se conmueve desde las entrañas por su hijo».
El Obispo ha mencionado tres dimensiones que ayudan a vivir el Jubileo: Contemplar la misericordia en Cristo y en la Palabra de Dios, experimentarla especialmente por el perdón y la gracia de la indulgencia que sana de la herida del pecado, y vivirla por las obras espirituales y corporales de la misericordia: «Dondequiera que haya un cristiano, cualquiera debería encontrar un oasis de Misericordia».
El Obispo ha deseado «que cada vez que atravesemos la puerta santa nos sintamos partícipes del Amor de Dios», y ha invitado a peregrinar a la Iglesia Madre como una experiencia de conversión. Al mismo tiempo, para facilitar que todos los fieles puedan recibir la gracia del Jubileo, habrá lugares santos durante el año coincidiendo con determinadas celebraciones en lugares con una advocación específica de la misericordia, como la basílica del Salvador en Burriana o la parroquia de El Salvador de Castellón donde se venera un Cristo de la Misericordia: «Ahí donde se celebre, ese día será jubilar para que nadie se encuentre privado de la misericordia del Señor».
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