Ayer, martes 4, Mons. Casimiro López Llorente declaró abierto el curso académico del Centro de Estudios Teológicos Mater Dei (CET) y del Instituto Diocesano de Ciencias Religiosas (IDCCRR). Los dos centros superiores forman a 57 alumnos en diversas disciplinas de teología, pastoral y filosofía con un claustro de 17 profesores de los que seis son doctores. Estos son los activos de unos estudios que, en palabras del Obispo, tienen como núcleo fundamental a Jesucristo, “a quien queremos conocer, para creer en Él y enseñarlo por nuestra palabra y testimonio de vida”.
Los 20 seminaristas de los Seminarios Diocesanos Mater Dei y Redemptoris Mater, y los siete candidatos al diaconado permanente estudian en el CET. El IDCCRR cuenta con treinta seglares, y desde su creación en el 2001, ha formado a un millar de personas. El curso pasado, ocho alumnos concluyeron el ciclo formativo de tres años. Leer más
Esta mañana han comenzado las clases del Centro Superior de Estudios Teológicos (CET) Mater Dei, donde se forman los futuros sacerdotes de la Diócesis. El viernes pasado, mons. Casimiro López Llorente había presidido el claustro de profesores, compuesto de unos 15 profesores de los que tres son seglares. Este curso, los alumnos son unos 20 estudiantes de filosofía y teología, más los candidatos al diaconado permanente. Leer más
Con la mirada puesta en la ordenación diaconal el próximo 11 de junio en Onda, el seminarista David Escoín hizo profesión de fe y promesa de celibato el 12 de mayo ante el Obispo y el rector del Seminario Mater Dei. En abril mons. López Llorente firmó el decreto de convocatoria de órdenes, por el que ya se podía presentar el candidato e iniciar las consultar pertinentes.
Escoín ha cursado y superado los estudios eclesiásticos y ha recibido la formación humana, comunitaria, espiritual y pastoral bajo la orientación de sus formadores y la autoridad del Obispo para recibir la ordenación diaconal y avanzar así hacia la sacerdotal.
Esta mañana la diócesis ha celebrado el 50 aniversario del Seminario Mater Dei. Tras los numerosos actos que se han ido sucediendo durante todo este curso en toda la diócesis, hoy se ha puesto punto final a los festejos con la eucaristía, que ha tenido lugar a las 11h. en la capilla del Seminario y que ha estado presidida por Mons. Casimiro López y concelebrada por unos 40 sacerdotes. También han participado unas 150 personas.
En su homilía, el obispo ha confesado que este 50 aniversario es, por un lado, motivo de “gozo, de alegría por los frutos y el trabajo para que la llama de la llamada no se apague”, y por otro lado, motivo también de “preocupación por la distancia del seminario de las comunidades cristianas y la escasez de vocaciones. Que el corazón de la diócesis, que es el seminario, no deje de latir”, ha insistido el obispo. “El seminario no es sólo cosa del obispo o de los rectores, es cosa de todos. Aquí se forman los futuros pastores de la diócesis y la diócesis dejaría de existir si no hay sacerdotes”. Ante esta gran preocupación, mons. López Llorente ha pedido intensificar el cariño y la cercanía al Seminario, y seguir rezando por los sacerdotes con confianza.
El prelado ha dado a gracias a Dios por los 140 sacerdotes que se han formado en el Mater Dei y no se ha olvidado de rectores, formadores y profesores que han formado parte de este seminario y han puesto en él “su empeño y su cariño”. Mención especial ha hecho mons. Casimiro López a su predecesor, mons. José Pont i Gol, quien erigió canónicamente el Seminario en 1966 tras la nueva conformación de la diócesis: “él sabía que aquí estaba la esperanza y el futuro de la diócesis”, ha reconocido López Llorente.
Tras la celebración eucarística, se ha presentado el libro “Apuntes para la historia del seminario Mater Dei”, del sacerdote don Pere Saborit Badenes y el arquitecto Ángel Albert Esteve.
Durante el presente curso hemos celebrado el 50º Aniversario de la inauguración de las instalaciones de nuestro Seminario Diocesano Mater Dei en Castellón, que concluye el próximo día 7 mayo con una Misa solemne de acción de gracias en la capilla mayor del Seminario. Ese mismo día del año 1966 era bendecido por Mons. Pont i Gol el complejo actual del Mater Dei destinado a albergar los Seminarios Diocesanos Mayor y Menor. El Seminario, la institución en que se forman los futuros sacerdotes, es una comunidad de tal importancia, que bien la podemos llamar, como han dicho los Papas, “el corazón de la Diócesis”.
La celebración de esta efeméride ha suscitado en nosotros un doble sentimiento: por un lado, el gozo y la acción de gracias por esos 50 años dando buen fruto; y, por otro, la preocupación ante la escasez actual de nuevas vocaciones sacerdotales. La situación de hace cincuenta años, caracterizada por un «considerable aumento de alumnos, provocado por el cambio de límites» de la Diócesis (Pont i Gol), era bien distinta a la actual sequía vocacional; pero esto no nos debe llevar a la tristeza o al pesimismo paralizante y estéril, sino al compromiso cargado de esperanza. A ello nos exhortaba el papa Francisco a los Obispos españoles en la visita ad limina de 2014: el trabajo en la pastoral vocacional -nos dijo el Papa- es una deber y la responsabilidad de toda la Iglesia diocesana; y, en especial, del obispo, que lo «debe poner en su corazón como absolutamente prioritario».
Si nuestro seminario es el corazón de la Diócesis, cuantos la formamos hemos cuidarlo con sumo esmero y con cariño, porque de su estado de salud depende también el estado de salud de todo el cuerpo, de nuestra Iglesia diocesana. El momento actual nos urge a implicarnos todos en la promoción de nuevas vocaciones al sacerdocio para que no se seque el corazón de la diócesis. Esto significa ponernos al servicio del nacimiento y discernimiento de las vocaciones sacerdotales así como del crecimiento y formación de los seminaristas.
¿Cómo hacerlo? Hemos de poner especial hincapié en la oración de nuestros niños y jóvenes, porque en la oración se da el encuentro con Cristo, que es quien llama a su corazón para hacerlos participes de la vocación sacerdotal al servicio de la Iglesia y de toda la humanidad. Además toda nuestra Iglesia debe acoger cada día la invitación persuasiva de Jesús de orar por las vocaciones; Él nos pide que roguemos «al dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Mt. 9, 3 8). Obedeciendo al mandato de Cristo, la Iglesia hace, antes que nada, una humilde profesión de fe, pues al rogar por las vocaciones, reconoce que son un don de Dios y, como tal, hay que pedirlo con súplica incesante y confiada.
Es necesaria una predicación directa sobre el misterio de la vocación en la Iglesia, sobre el valor del sacerdocio y sobre su urgente necesidad para el pueblo de Dios. Una catequesis orgánica y difundida a todos los niveles en la Iglesia, además de disipar dudas sobre la vocación sacerdotal, abre los corazones de los creyentes a la espera del don y crea condiciones favorables para el nacimiento de nuevas vocaciones.
Ha llegado el tiempo de hablar y trabajar valientemente de las vocaciones al sacerdocio, como de un valor inestimable y una forma espléndida y privilegiada de vida cristiana. Conscientes de que cada uno tiene una vocación en la Iglesia, hemos de proponer a cada niño y joven que se plantee personalmente cuál es su vocación y si Jesús le llama al sacerdocio, ofreciéndoles formar parte de grupos vocacionales a crear en las parroquias, a participar en las actividades que organiza el Seminario para monaguillos o en el Seminario en familia, o a ingresar en nuestro Seminario Menor o Mayor, si han descubierto que Jesús les llama al sacerdocio.
Pongamos bajo la intercesión y la protección de la Virgen Marí toda nuestra pastoral vocacional y nuestro Seminario Mater Dei.
Desde que en octubre comenzó el recorrido de la exposición itinerante sobre los 50 años del Seminario Mater Dei, muchos fieles, y entre ellos numerosos grupos de jóvenes, han vuelto los ojos a esta institución que es como el pulmón de la Diócesis. Conocer, compartir experiencias y orar han sido los ejes fundamentales. El 7 de mayo mons. López Llorente concluirá las celebraciones con una eucaristía.
El viernes 6 de mayo, habrá un nuevo encuentro con ellos para un encuentro de oración por la vocaciones a las 20h30 en el Mater Dei. Dos horas después, tomará el relevo la Adoración Nocturna con una Vigilia.
Al día siguiente, coincidiendo con los 50 años de la inauguración oficial del complejo del Mater Dei, el Obispo presidirá una eucaristía a las 11h. En esta celebración también se recordará la consagración del templo, que se realizó en octubre de 1966 y de la que se ha encontrado documentación gráfica inédita gracias al archivo de D. José Aguilella
Entrevista D. Miguel Abril, rector Seminario Mayor Mater Dei
«No se puede entender una diócesis sin seminario»
Don Miguel Abril, rector del Seminario Mayor Mater Dei
– ¿Qué balance hace de estos 50 años del Seminario?
Va a la par del balance de la vida de la Iglesia diocesana, en el sentido de que el Seminario es reflejo de lo que se vive en la diócesis. La cercanía del seminario a las parroquias y las familias es algo que se ha ido trabajando.
No se puede entender una diócesis sin seminario y a la par, el Seminario es reflejo de la diócesis.
– Usted en su día también fue seminarista del Mater Dei y ahora de nuevo aquí, aunque de rector…
Ves que Dios es el Señor de la historia y que va conduciéndolo providencialmente todo y lo ves como un servicio. La Iglesia a través del señor obispo te pide esto como antes te ha pedido otras cosas.
Cuando se celebró el 25 aniversario yo estaba entonces de seminarista aquí.
– ¿Cómo vivió sus años de seminario?
Entonces éramos 12 ó 13. Teníamos un ambiente majo, como también ahora lo hay. Yo recuerdo que una de las cosas que vivíamos con bastante normalidad era el buen humor, las bromas.
– Cada uno con su carisma, con su manera de ser… ¿Cuáles tienen que ser las características del sacerdote de hoy?
Ya nos lo dice el papa Francisco: sacerdotes cercanos, pastores con olor a oveja, hombres de Dios, enamorados de Jesucristo por supuesto, accesibles, que formen comunidades vivas, que genere comunión, que cuiden la fraternidad sacerdotal, capaces de corregir fraternalmente y con una devoción fuerte a la Virgen María.
– ¿Qué pueden hacer las familias, los laicos por las vocaciones?
Las vocaciones no salen por arte de magia, salen de las familias cristianas. En primer lugar con la apertura a la vida, con una iglesia doméstica. Y luego, sabiendo valorar a los sacerdotes, viéndolos como servidores de la Palabra de Dios, de los sacramentos…
– ¿Qué es Amigos del Seminario?
Una asociación para todas las personas que quieren tener una colaboración con el Seminario, estar informadas y vivir esa cercanía. Alentar y animar a que se incremente el número de socios. Es una manera de apoyar y animar una iglesia viva e ir acompañando a los seminaristas hacia el sacerdocio.
– ¿A qué retos se enfrenta el Seminario?
El reto más grande que tenemos es la apertura del Seminario Menor, cuyas obras ya están a punto de terminarse; la consolidación del Seminario mayor y la necesidad de nuevas vocaciones.
Nos disponemos a celebrar el Día del Seminario, el día 19, Festividad de San José. Durante estos días, las vocaciones al sacerdocio estarán de un modo más intenso en el centro de nuestra reflexión, oración y acción pastoral. Toda nuestra Iglesia diocesana, -sacerdotes, religiosos y seglares, familias y comunidades cristianas- hemos de implicarnos en el cuidado y la promoción de las vocaciones sacerdotales. Nuestros seminaristas serán los pastores de nuestras comunidades. Contando siempre con la presencia permanente del Señor Resucitado y con la fuerza vivificadora de su Espíritu en nuestra Iglesia, del número y de la calidad de nuestros futuros sacerdotes dependen en gran medida el vigor y la vialidad de nuestras comunidades. Por ello hemos de cuidar con mucho esmero los seminarios y las vocaciones al sacerdocio ordenado. Nuestra Iglesia y nuestro mundo necesitan sacerdotes que sean todo de Dios para los hombres.
El lema para el Día del Seminario de este año gira en torno a las palabras de San Pablo a Timoteo: “Sé de quién me he fiado” (2 Tim 1, 12). Como en Pablo en el camino de Damasco, la vocación sacerdotal nace de la fe; es decir, de la experiencia del encuentro personal con Cristo, del diálogo sincero y confiado con él, para amarle y dejarse amar por Él, para entrar en su voluntad hasta poner totalmente la confianza en Él, fiarse a pié juntillas de Él, dejarse modelar por Él, entregarle la propia persona y ponerse al servicio de Cristo y del anuncio del Evangelio. Para descubrir y acoger la vocación sacerdotal es necesario, pues, creer, abrir y entregar el corazón a Cristo, crecer en la experiencia de fe, entendida como encuentro personal y relación profunda con Jesús, como escucha interior de su voz, que resuena dentro de cada uno de nosotros.
Este itinerario, que ayuda a escuchar y acoger la llamada de Cristo, tiene lugar dentro de las familias y comunidades cristianas que viven un intenso clima de fe, un generoso testimonio de adhesión al Evangelio y una pasión misionera, alimentados por la escucha de la Palabra, por la participación en los sacramentos, en particular la Eucaristía, y por una fervorosa vida de oración. La oración constante y profunda hace crecer la fe de la comunidad cristiana, en la certeza de que Dios nunca abandona a su pueblo y lo sostiene suscitando vocaciones al sacerdocio, para que sean hombres de Dios, servidores de Cristo y de su Iglesia, y signos de esperanza para el mundo. Las vocaciones sacerdotales son uno de los frutos más maduros de la comunidad cristiana y un termómetro de la vitalidad de su fe, que mira con esperanza al futuro de la Iglesia y de la evangelización.
Los sacerdotes, por su parte, están llamados a darse de modo incondicional al Pueblo de Dios, en un servicio de amor al Evangelio y a la Iglesia; con su testimonio de su fe, con su fervor apostólico y con su alegría cristiana, pueden transmitir a niños y jóvenes el vivo deseo de responder generosamente y sin demora a Cristo que les llama a seguirlo más de cerca.
Jesús sigue llamando a muchachos y a jóvenes al sacerdocio ordenado. Quien experimenta el amor de Cristo en la llamada al sacerdocio ordenado, la acoge con gratitud, se fía de él y entrega su propia vida por amor al servicio del Evangelio y de los hombres.
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