Mª Dolores Montoliu, misionera en Colombia: “Doy gracias a Dios y le pido que pueda seguir entregando mi vida a los demás hasta que Él me quiera llamar”
En la fotografía aparece la primera por la derecha (inferior)
Continuamos con los testimonios misioneros, que nos preparan para celebrar el Domund 2021, el próximo domingo, 24 de octubre. Todos ellos nos cuentan lo que han visto y oído, lema de este año (“Cuenta lo que has visto y oído”).
Dña. Mª Dolores es natural de Burriana, tiene 83 años, y desde hace más de 50 años dedica su vida a la misión en la Compañía Misionera del Sagrado Corazón de Jesús en Colombia. Esta congregación religiosa femenina es única y exclusivamente misionera y se fundó en mayo de 1942.
La consagración de sus miembros lo es al servicio total de Jesucristo, y se expresa viviendo en fraternidad evangélica los votos de castidad, pobreza y obediencia, y la entrega a la acción misionera de la Iglesia.
Nos cuenta que siendo muy joven sintió la llamada del Señor al servicio, y desde entonces ha entregado su vida a los demás. La congregación a la que pertenece, don del Espíritu a la Iglesia, nace de la experiencia del amor de Dios que, en su Hijo, responde a este amor con la entrega incondicional al Corazón de Cristo y su Iglesia.
Su espiritualidad encuentra en el Corazón de Cristo el aspecto más profundo desde el que se puede penetrar en el conocimiento de Jesús y, por Él, en el conocimiento del amor de Dios a los hombres. La manera peculiar de vivir y expresar su consagración es, como asegura Dña. Mª Dolores, «evangelizar amando». De hecho, el conjunto de hermanas que colaboran con esta misión lo hacen viviendo en fraternidad evangélica y en la entrega a la acción misionera de la Iglesia. Se encuentran presentes en nueve países de Europa, América, Asia y África.
Asegura que sintió la llamada del Señor desde muy joven. «Sentí que me decía: ¡Sígueme! y me puse en camino». Describe esa llamada al servicio como una «necesidad de responder al amor incondicional de Dios que yo había recibido entregando mi vida a los más pobres y necesitados».
Ingresó en la congregación en 1968 y se desplazó hasta Perú, concretamente en la zona amazónica. Asegura que llegó «con mucho deseo de darme, entregarme pensando que yo era la portadora del Evangelio y con el contacto con los hermanos descubrí, a través de su cercanía y entrega, que en ellos también estaba el Señor».
Dando el amor de Dios a los demás, pero también recibiéndolo a través de ellos, fueron pasando los años. Actualmente sigue en misión y asegura dar gracias al Señor porque «ha sido una gracia de Dios el hecho de que yo haya podido realizar esta misión, y le pido que, con generosidad, siga entregando mi vida hasta que Él me quiera llamar».