La semana pasada, los fieles de Albocàsser recordaron a sus mártires, los beatos Modesto y Joaquín, capuchinos, con la celebración de una solemne Eucaristía presidida por el párroco, D. Gabriel Bettín. Estos mártires fueron misioneros en Colombia a comienzos del siglo XX, y en un viaje a España para visitar a sus familiares en el pueblo, fueron inmolados en el verano de 1936. Sus restos reposan en la Iglesia parroquial La Asunción de Nuestra Señora de Albocàsser, a la que acuden muchos fieles invocando su intercesión.
Ayer tarde se celebró la Vigilia de Oración en la Concatedral de Santa María
La Delegación Episcopal para las Causas de los Santos organizó ayer tarde, la segunda Vigilia de Oración por los mártires diocesanos en el contexto de celebración del 775º Aniversario de la creación de la Sede Episcopal en Segorbe. En esta ocasión el escenario de la celebración fue la Concatedral de Santa María, en Castellón.
Los fieles se sumaron a este segundo encuentro que puso en valor el testimonio de algunas de las más de 200 personas que integran la causa de la Diócesis de Segorbe-Castellón.
Ante el Santísimo Sacramento expuesto en el Altar, se siguió el testimonio de nuestros mártires a través de una proyección que facilitó la meditación y la reflexión sobre aquellos que nos precedieron como Pueblo de Dios de la Diócesis de Segorbe-Castellón.
La lectura del Evangelio de San Lucas (21, 9-19) y el de San Mateo (10, 28-33) sirvieron de hilo conductor para poner de relieve el amor y el perdón, en una vigilia que sirvió a los presentes para profundizar en la necesidad de perseverar en la fe con la mira puesta en la de aquellos que nos precedieron en tiempos pasados.
Algunos de los testimonios que se pudieron conocer durante la Vigilia:
SdD Miguel Serra Sucarrats, Obispo de Segorbe (1936)
Siendo Obispo de Canarias el Papa Pío XI lo nombró Obispo de Segorbe. Su amigo, el Cardenal de Tarragona, preocupado por lo que le pudiese ocurrir le aconsejó que retrasase su entrada en Segorbe, pues, según le dijo “pueden pasar cosas importantes”. Ante las palabras del Cardenal, D. Miguel, llevado por su celo de Buen Pastor, respondió: “Su Santidad el Papa me ha encomendado el cuidado pastoral de la Iglesia de Segorbe. Si como usted dice, pueden pasar cosas importantes en España, razón de más para que no retrase mi presencia en la Iglesia cuyo pastoreo Cristo me ha confiado”.
El 28 de junio de 1936 tomó posesión de la Diócesis, pero lo hizo de forma privada y sin solemnidad, puesto que las autoridades le pusieron muchos impedimentos. Pese a que le ofrecieron vivir en un lugar más seguro que el Palacio de Segorbe, pero él siempre respondía que debía permanecer en su sede. Un grupo de Guardias Civiles que se habían pasado de bando, le ofrecieron ir con ellos para salvar su vida, pero él les dijo: “No quiero dejar solos a mis sacerdotes y fieles, en unos momentos de persecución y de cruz”. El 22 de julio de 1936, 23 días después de su llegada a Segorbe, fue expulsado violentamente del Palacio Episcopal y tuvo que refugiarse en la primera planta de la casa de los hermanos Morro, canónigos de la Catedral de Segorbe. La vida del Prelado en esta casa acusó la misma serenidad que siempre había mostrado, sin quejarse de la condición a que se veía reducido y haciendo la vida normal que las circunstancias le permitían. El 27 de julio, a las 6 de la mañana hora en que solía celebrar la Eucaristía, el Sr. Obispo fue detenido junto con su hermano Carlos y trasladados a pie entre fusiles y escopetas, hasta la cárcel donde quedaron presos conservando, tanto D. Miguel como D. Carlos, las ropas talares.
Cuenta un testigo que los últimos días en la cárcel fueron horribles: “Después de cada sesión de interrogatorio, salía el Sr. Obispo derramando sangre por las piernas y su cuerpo estaba lleno de hematomas. Tanto el Sr. Obispo como el Sr. Vicario General salían extenuados de aquella habitación”. Así, tan solo 43 días después de su llegada a Segorbe y 58 días desde su salida del Puerto de La Luz de Canarias, la noche del 8 al 9 de agosto, y según declaraciones del carcelero fueron sacados de la cárcel camino del supremo testimonio, debido a que temían que se les muriera en la cárcel a consecuencia de las torturas. Fue conducido al término municipal de La Vall d’Uixó donde fue fusilado junto a su hermano Carlos, también sacerdote, el Vicario General D. Marcelino Blasco, el Hermano Carmelita Vicente Sauch Brusca y los Hermanos Franciscanos Domingo Ferrando Savall y José María Balaguer Juan. D. Miguel Serra, previamente perdonó a sus verdugos en el momento de su muerte y les bendijo. Algunos de los participantes en el traslado y muerte del Obispo de Segorbe, declararon en sus respectivos juicios sumarísimos que recordaban que antes de morir dijo: “Que Dios os perdone como yo os perdono” “Os perdonamos a todos Viva Cristo Rey.”
Durante este mes de noviembre, en el marco del Año Jubilar por el 775º aniversario de la creación de la Sede Episcopal en Segorbe, se van a celebrar dos Vigilias de oración a los mártires diocesanos: la primera tendrá lugar en la Catedral de Segorbe, el próximo viernes 18 de noviembre, a las 19:30h; y la segunda, en la Concatedral de Castellón, el viernes 25 de noviembre, a las 20:30 h.
La Causa diocesana la forman el SdD Miguel Serra Sucarrats, Obispo y 213 compañeros, y abarca a mártires de distintos lugares de nuestra Diócesis. Es la primera vez que se va a realizar una Vigilia de Oración a nuestros mártires diocesanos, y seguro que será una experiencia de fe importante en este Año Jubilar.
Cuando nos acercamos a los mártires, percibimos con abundancia el «buen olor de Cristo» del que habla San Pablo (2 Cor. 2,15). En efecto, los mártires nos ofrecen testimonios de fe auténticos, de vidas dadas con generosidad, de personas que han amado y han perdonado a quienes les quitaban la vida, de ejemplos de confianza y abandono ilimitados en las manos de Dios por encima de las circunstancias históricas y dramáticas que les tocaba vivir. Ellos prefirieron morir antes que renunciar a su fe, y murieron perdonando.
Documento de Voluntades Anticipadas, «Apuesta por la vida».
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Curso de Iniciación al Ecumenismo.
D. Casimiro nos exhorta a compartir «la alegría y el gozo de todos aquellos que supieron acoger la santidad de Dios en su vida» en el día de Todos los Santos.
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El Papa de cerca: La escasez de vocaciones exige renovación.
Esta mañana se ha reunido, en sesión ordinaria, el Consejo Presbiteral en el Seminario Mater Dei. La jornada ha comenzado con la oración, con la aprobación del acta de la sesión anterior, y con unas palabras de nuestro Obispo, D. Casimiro, que ha recordado la importancia del Proceso Sinodal y del discernimiento comunitario caminando juntos, todos los que formamos la Iglesia diocesana de Segorbe-Castellón.
A continuación, el Vicario de Pastoral, D. Miguel Abril, ha realizado una reflexión sobre los principios que propone el “Vademécum para el Sínodo sobre la Sinodalidad”, destacando que es “importante caminar juntos, pues todos tenemos algo que aprender, unos en escucha de los otros y todos en escucha del Espíritu Santo”.
D. Casimiro ha hablado de un Plan de Transparencia Diocesano y de los futuros protocolos de medidas de prevención de blanqueo de capitales, para el Obispado, para las parroquias y para otras entidades diocesanas.
Por su parte, el Delegado diocesano para las Causas de los Santos, D. Recaredo Salvador, ha informado del estado en el que se encuentra el proceso de las Causas de los Santos en la Diócesis, indicando que aún queda mucho trabajo por hacer.
También, el Delegado diocesano de Protección de Datos en la Diócesis, D. Ángel Cumbicos, junto a Beatriz Tomás Mallén, profesora titular de Derecho Constitucional en la Universitat Jaume I de Castellón, han explicado la forma de actuar, las parroquias y otras entidades diocesanas, ante la Ley de Protección de Datos Personales, recordando que “se reconocen los derechos personales vinculados a la intimidad de las personas”, y que “es necesario proteger cualquier información, tanto la informatizada como la no informatizada”.
El próximo 16 de octubre serán beatificados, en la Catedral de Córdoba, 127 mártires de la persecución religiosa en España entre 1936 y 1939. Uno de estos mártires es el Siervo de Dios Francisco Escura Foix, natural de Benicarló (22 de mayo de 1898).
Fue ordenado sacerdote, el 23 de mayo de 1923, en el Seminario Conciliar de Tortosa, Diócesis en la que desempeño varios cargos. El 1 de febrero de 1926 tomó posesión como coadjutor de la parroquia de Ntra. Sra. de la Asunción de l´Alcora, actual Diócesis de Segorbe-Castellón.
Mientras servía en esta parroquia, su Rector en el Seminario, el Beato Mártir José María Peris Polo, le informó de que la plaza de sochantre en la Catedral de Córdoba quedó vacante. Pasó a ser M.I. Canónigo Sochantre de Córdoba el 10 de febrero de 1928.
Siempre pasaba sus vacaciones en su tierra natal, en la que encontró el martirio el 6 de septiembre de 1936. Poco se sabe sobre su muerte y sepultura. Según D. Álvaro Año, “vino a refugiarse en su casa. Allí le escondían en una cisterna vacía que tenían, como a José. Y, también como José, fue vendido, pero no por sus hermanos, sino por una persona amiga suya que lo denunció (según dicen). Lo metieron en la cárcel (…) Posiblemente lo subieron a un coche y no se sabe dónde lo mataron. Dicen si lo echaron a un pozo en el término de San Jorge donde metieron a muchos. (Hay un monolito en la carretera). Era el 6 de septiembre de 1936”.
Su partida de defunción certifica que falleció el 6 de septiembre de 1936 a consecuencia de hemorragias; pero este dato aparece escrito sobre un texto borrado previamente y que resulta totalmente ilegible, y además aparece en blanco el lugar de la sepultura.
“Estoy seguro -escribe D. Tomás Sanz-, que el Señor ya le ha dado la gloria, se lo merecía por su ejemplaridad sacerdotal, confirmada con la sangre del martirio”.
Desde hoy, 30 de julio, hasta el 12 de septiembre, la Comunidad Parroquial de La Asunción de Nuestra Señora de Onda es convocada alrededor del altar para dar gracias al Señor por el modelo de vida e intercesión de unos hermanos nuestros que en medio de la persecución fueron constantes en la fe y en la caridad, llegando a dar sus vidas por amor a Jesucristo y a la Iglesia.
Se trata de los Beatos mártires, de los Siervos de Dios y sus compañeros, que murieron asesinados en la violenta persecución contra la Iglesia en España de 1936, en este caso en nuestra Diócesis, concretamente en Onda, donde, como hemos dicho, son celebrados de un modo muy especial durante estas semanas.
30 de julio, Fiesta del Beato Vicente de Paúl Canelles Vives y compañeros, mártires. Natural de Onda, era Hermano la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Martirizado en Calafell (Tarragona) el 30 de julio de 1936, a la edad de 42 años, junto a los 14 hermanos de la comunidad. Fue beatificado el 25 de octubre de 1992 por el Papa San Juan Pablo II.
7 de agosto, aniversario del Siervo de Dios Mn. José Martí Querol: sacerdote natural de Cinctorres, coadjutor de la parroquia de la Asunción de Onda, conocido como el “Vicariet”, fue martirizado el 7 de agosto de 1936. A los tres jóvenes que estaban junto con él encarcelados en Vila-real les dijo: “Hoy día de la Transfiguración del Señor, habrá fiesta en el cielo. Buen día para entregarle a Dios nuestra alma. Si nos llega la hora del sacrificio, hemos de entregar y ofrecer nuestras vidas por el triunfo de la Religión y la salvación del Estado Español. No hay mejor dicha que morir por Dios”.
17 de agosto, aniversario del Siervo de Dios Mn. Joaquín Castelló Manuel: sacerdote martirizado el 17 de agosto de 1936, no se sabe el lugar. Se despidió de sus compañeros sereno y contento, diciéndoles: “¿Qué gloria mayor que morir por nuestro maestro?”.
20 de agosto, aniversario del Siervo de Dios Mn. Vicente Canelles Gaya: sacerdote natural de Onda, donde fue martirizado el 20 de agosto de 1936. Era párroco de Tales. A sus verdugos les diría mientras agonizaba: “Muero por el honor de ser sacerdote; de estas piedras que riego con mi sangre hará surgir Dios nuevos sacerdotes”.
11 de septiembre, Fiesta del Beato José Mª Piquer (OD) y compañeros, mártires, y Siervos de Dios (Betxí) y compañeros. Mosén José Mª Piquer Arnau, natural de Onda, era sacerdote de la Hermandad de Sacerdotes Operarios del Sagrado Corazón de Jesús, formaba a futuros sacerdotes. Fue martirizado junto a trece sacerdotes y doce laicos en Betxí el 11 de septiembre de 1936. De ellos, doce presbíteros y un laico están en la causa de canonización. Mn. José María fue uno de los 522 mártires beatificados el 13 de octubre de 2013 en Tarragona.
12 de septiembre, aniversario de los Siervos de Dios Mn. Ángel García Muñoz, Mn. Juan y Mn. Joaquín Gaya Dualde y un compañero. Juan y Joaquín Gaya Dualde fueron dos hermanos sacerdotes de Onda que fueron capturados y martirizados junto al seglar Vicente Martí, en la carretera de Vila-real el 12 de septiembre. El sacerdote Mn. Ángel García fue martirizado el día siguiente, también en Onda.
Domingo José Galindo, párroco de La Asunción de Nuestra Señora de Onda, ha explicado que “son un grupo de 35-40 personas que fueron perseguidas por su fe y por su fidelidad a la Iglesia”. Muchos de ellos son presbíteros, otros laicos, y “en un tiempo de hostilidad hacia la Iglesia y de persecución fuerte y violenta dieron testimonio derramando su sangre”.
En total son seis celebraciones, indica el párroco. Las de los Beatos, el 30 de julio y el 11 de septiembre, son de carácter festivo. “Se celebra la Eucaristía propia del día, con los textos propios, con las reliquias”. Y las otras cuatro son aniversarios, en los que “recordamos el día exacto en el que sufrieron el martirio celebrando la Eucaristía, con una oración especial al inicio, y teniendo presente en las peticiones a la Iglesia perseguida, al proceso de canonización…, y cuando acaba la celebración vamos en procesión a orar a la Capilla de la Comunión, donde están los restos de los Beatos y de los Siervos de Dios”.
Domingo José Galindo está convencido de que la sangre derramada de estos mártires da frutos, ya sea a nivel individual o comunitario. “A mí me gusta llamarles `nuestros hermanos´, porque forman parte de la historia de nuestra familia, y nos han dejado el testimonio de una vida de amor a Jesús y a la Iglesia, y sin duda alguna eso es fecundo”. Por eso también es necesario recordarlos y tenerlos presentes.
“De hecho, creo que las comunidades de nuestra Diócesis han sido fecundadas por su testimonio”, continúa, ya que “después de lo que supuso el conflicto de la Guerra Civil y de la persecución, ha habido frutos vocacionales, y el mismo testimonio de perdón que ellos dieron invitó a las familias y a las propias comunidades a que se perdonaran y reconciliaran”. “No tenemos que tener prejuicios”, y debemos presentarles “ese testimonio cristiano y de fe a los niños de la catequesis, por ejemplo, o a las familias más jóvenes”.
Estos sacerdotes y laicos fueron asesinados por odio, pero murieron perdonando, y este puede ser el mejor ejemplo de perdón, de reconciliación y de paz en la sociedad actual, con un clima social tenso, con la política crispada y la sociedad enfrentada. Además, “que la Iglesia reconozca a los mártires no parte de un revanchismo, es buscar un testimonio de fe y de perdón, que nos lo podemos aplicar todos”.
Domingo recuerda las palabras del Papa Juan Pablo II solicitando que «no prevalga la espiral del odio y la violencia”, y esa espiral de la violencia “no se rompe si no hay alguien dispuesto a perdonar, y ellos lo fueron”. “Nuestro testimonio como cristianos y como Iglesia, y particularmente cada uno, es romper esa espiral de `tú me la haces, me la tienes que pagar´, pues el cristiano es aquel que está dispuesto a romper ese círculo vicioso”.
En la carretera que va de la Pobla Tornesa a Villafamés, fr. Joaquín de Albocácer, padre capuchino, dio testimonio de su fe entregando la vida el 30 de agosto de 1936. Ese mismo día había sido arrestado en Rafelbuñol, donde se había refugiado después de poner a salvo los seminaristas de Massamagrell, donde era rector. Conducido a su población natal, se despidió de su familia diciendo “si no nos vemos ya en la tierra, adiós hasta la gloria”.
Los seminaristas del Mater Dei han pasado uno días de convivencia durante los que han descubierto los mártires de Barbastro. Uno de los momentos más intensos fue la visita del museo de los claretianos dedicado a los 40 seminaristas que murieron por su fe durante la Guerra Civil. “Además de sus restos también se conservan documentos escritos durante su cautiverio en los que daban muestras de su amor a Dios y su ofrecimiento de perdón y oración por sus captores y asesinos”, explica el rector, D. Juan Carlos Vizoso.
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