El próximo 12 de abril comienza el Año Jubilar diocesano, «Un regalo del amor de Dios».
Carta del Obispo, D. Casimiro: “Comienza el Año Jubilar Diocesano”.
La Procesión Diocesana de Semana Santa recorre las calles de l’Alcora.
D. Casimiro nos exhorta a «acoger el abrazo, el perdón y la Misericordia de Dios que sale a nuestro encuentro» durante la celebración de las «24 horas para el Señor».
Entrevista a David Montolío, Miembro de la Delegación Diocesana de Patrimonio, con motivo de la Exposición «Germen y diseño» en el Año Jubilar.
Jesucristo, leyendo al profeta Isaías, dice que Él ha venido a proclamar el Año de Gracia del Señor: de abundancia y regalo de sus bienes. El Jubileo cristiano es un tiempo destinado a promover la santidad, animar a los creyentes para que vivan de acuerdo con el Evangelio, invitar a seguir a Jesucristo con mayor entusiasmo. Es tiempo de perdón, de reconciliación. Es tiempo de mirar la vida a Ia luz de la Palabra de Dios, que ilumina el pasado con sus luces (buenas obras) y sus sombras (pecados) y abre caminos de arrepentimiento hacia un futuro de santidad.
Durante el Jubileo la Iglesia concede la Indulgencia plenaria con el ánimo de fortalecer la fe de todos sus hijos, también de los que se encuentran alejados y quieren volver al camino del Señor.
Existen dos clases de Jubileos: los ordinarios, que se celebran en plazos de años preestablecidos, como el de Santiago de Compostela; y los extraordinarios, que conmemoran un acontecimiento puntual, como el que el Papa Francisco ha concedido a nuestra diócesis para celebrar el 775 aniversario de la sede episcopal en Segorbe.
El 12 de Abril nuestro Obispo abrirá solemnemente la Puerta Santa en nuestra Santa Iglesia Catedral Basílica en Segorbe. Por eso nuestra Catedral estará directamente comprometida a vivir este Año Santo como un momento extraordinario de gracia y de renovación espiritual. Por la puerta Santa, cualquiera que entre, podrá experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y ofrece esperanza.
¿Qué es la Indulgencia Jubilar?
Como nos recordaba el Papa Francisco en la Carta Misericordiae vultus, la indulgencia, en el Año Santo, adquiere una relevancia particular. El perdón de Dios por nuestros pecados no conoce límites. En el sacramento de la Reconciliación Dios perdona los pecados que realmente quedan cancelados; y sin embargo, la huella negativa que los pecados dejan en nuestros comportamientos y en nuestros pensamientos permanece. La misericordia de Dios es incluso más fuerte que esto. Ella se transforma en indulgencia del Padre que a través de la Esposa de Cristo alcanza al pecador perdonado y lo libera de todo residuo, consecuencia del pecado, habilitándolo a obrar con caridad, a crecer en el amor más bien que a recaer en el pecado.
La indulgencia, en efecto, nos libera de todo residuo o consecuencia del pecado y nos habilita a obrar con caridad y a crecer en el amor. Vivir entonces la indulgencia en el Año Jubilar significa acercarse a la plenitud de la misericordia del Padre con la certeza de que nos ofrece, a través de la Iglesia, por los méritos de Cristo y por los bienes espirituales de la comunión de los santos, no sólo el alivio de las penas que merecen nuestros pecados sino que también repara el desequilibrio interior y la desordenada relación con las criaturas que nos dejaron nuestros pecados.
Es, por eso, que la indulgencia ha de ser para nosotros una gracia preciosa que desearemos alcanzar, si de verdad queremos ir por el camino adecuado de nuestra vida cristiana, por el de la santidad. En realidad, la indulgencia nos encauza por el camino de la perfección.
¿Cómo alcanzar la indulgencia plenaria?
1. Para lucrar la indulgencia plenaria de este Jubileo hace falta que los fieles, movidos por un verdadero espíritu de penitencia y caridad, visiten la propia iglesia Catedral como peregrinos y participen allí devotamente en los ritos jubilares, o, al menos, dediquen un conveniente espacio de tiempo a piadosas consideraciones, concluyendo con la Oración Dominical, el Símbolo de la Fe y la invocación a la Santísima Virgen María.
2. Para conseguirla, además de la exclusión de todo afecto a cualquier pecado, incluso venial, es necesario cumplir tres condiciones:
– confesión sacramental;
– comunión eucarística;
– oración por las intenciones del Papa.
3. La indulgencia plenaria sólo se puede obtener una vez al día y se puede aplicar por tu alma o por la de los difuntos.
4. Los fieles que por edad o enfermedad no puedan salir de casa pueden alcanzar la Indulgencia plenaria en su propia casa si cumplen todo lo que sigue:
-están arrepentidos de los pecados cometidos y tienen sincero deseo de no pecar más
-tienen verdadera intención de cumplir las 3 condiciones generales (confesarse, comulgar y rezar por las intenciones del Papa) tan pronto como les sea posible;
-se unen espiritualmente a las celebraciones o peregrinaciones jubilares, ofreciendo a Dios sus oraciones y sufrimientos.
5. Todo esto entra en vigor desde el 12 de Abril de 2022 hasta el 16 de Abril 2023, ambos inclusive.
El pasado fin de semana se celebró el XII Pregón Musical Ciudad de Vila-real, en el que las cornetas y tambores anunciaban la Semana Santa vila-realense, una de las más antiguas de la provincia de Castellón, declarada Fiesta de Interés Turístico Provincial y Autonómico.
Los actos estuvieron organizados por la Agrupación Musical Virgen de la Gracia de Vila-real, en colaboración con la Junta Central de Semana Santa y con el Ayuntamiento de la ciudad, participando cuatro bandas procedentes de Alicante y de Valencia, además de la agrupación de Vila-real. Debido a las condiciones meteorológicas el Pregón se celebró en el interior de la Basílica de San Pascual.
Después de dos años sin poder hacerlo a causa de la pandemia, nuestras Cofradías y Hermandades de Semana Santa volverán a celebrar la tradicional procesión anual de Semana Santa. Será el domingo, 3 de abril, V de Cuaresma, en l’Alcora. Cercanos los días santos, la procesión diocesana es una expresión pública de nuestra fe común en Cristo Jesús, muerto y resucitado para la Vida del mundo, y de nuestra pertenencia a la gran familia de la Iglesia diocesana.
Las procesiones, las Cofradías y Hermandades de Semana Santa son ante todo una realidad cristiana y eclesial. En su centro y raíz está Jesucristo, Redentor único de todos los hombres, que vive y está presente en su Iglesia. Él es la única roca firme sobre la que se ha de edificar cualquier expresión o realidad eclesial. Sin la fe viva en Jesucristo, muerto y resucitado, y sin la Iglesia, presencia suya en la historia y en el presente, no tendrían razón de ser; se quedarían en lo superficial, en lo estético y costumbrista, en los tambores y las cornetas, pero les faltaría lo fundamental, su razón de ser y su fuente.
La procesión diocesana es expresión de la rica piedad popular de nuestro pueblo cristiano en torno a los misterios de la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor. Es cierto que la piedad popular puede derivar hacia lo irracional y quizás también quedarse en lo externo. Sin embargo, excluirla es completamente erróneo. A través de ella, la fe ha entrado en el corazón de los hombres y mujeres, formando parte de sus sentimientos, costumbres, sentir y vivir común. Por eso, la piedad popular es un gran patrimonio de nuestra Iglesia y de nuestro pueblo. La fe se ha hecho carne y sangre, se ha encarnado y hecho cultura. Ciertamente que la piedad popular tiene siempre que purificarse y apuntar al centro; pero merece todo nuestro aprecio y hace que todos nosotros nos integremos plenamente en el “Pueblo de Dios”. La piedad popular ha aportado y ha de seguir aportando mucho a la vida y misión evangelizadora de la Iglesia en nuestros pueblos y ciudades. Pero, si no se cuida con esmero su identidad cristiana y eclesial, se pueden producir desviaciones que oscurecen su razón de ser y su auténtica contribución a la vida espiritual de la comunidad eclesial, de forma particular de los fieles más sencillos.
Las procesiones de Semana Santa no son en modo alguno un mero hecho cultural, ni un medio para promover el llamado ‘turismo religioso’. Aunque algunos lo vean así y traten de conducirlas de manera sutil hacia esa visión, está sería su propia muerte por más ayudas económicas que pudieran recibir. Tampoco faltan personas, incluso cofrades, sin duda bien intencionados, que han vaciado su contenido y sentido más genuino, y lo han sustituido por sentimientos estéticos, por valores culturales o por otros aspectos ajenos a la fe cristiana, a su experiencia o a su proclamación de fe genuina y eclesial.
No podemos olvidar que una Cofradía o Hermandad de Semana Santa es una asociación pública de fieles cristianos, que se unen para promover en nombre de la Iglesia el culto en torno a un misterio de la pasión, muerte y resurrección del Señor. Los cofrades son, antes de nada, fieles cristianos. De todo cristiano se pide que sea creyente en Cristo Jesús, que sea su discípulo y testigo en el seno de la comunión eclesial y que participe de modo activo en la vida y misión de la Iglesia. El ser cofrade no prescinde de su condición cristiana ni la anula, sino que la presupone y debe favorecer.
Sin duda que hay muchos cofrades que se esfuerzan por vivir esta doble condición de cristiano y de cofrade en su vida privada, familiar y profesional así como en la vida y misión de la comunidad eclesial. En otros casos, sin embargo, no hay conciencia de esta realidad. Es tarea de las directivas de las propias Cofradías, con el acompañamiento de su consiliario, formar y acompañar espiritualmente a los cofrades.
La procesión diocesana nos ofrece la ocasión para reencontrarnos con Jesús, el Nazareno, y nos preparan para la celebración litúrgica y procesional de la Semana Santa en nuestros pueblos. Los oficios litúrgicos y las procesiones de la Semana Santa son las dos caras de una misma moneda, cuya estrecha relación hemos de vivir. Por ello, las Cofradías deben favorecer la participación de sus miembros en los actos litúrgicos de estos días. Las procesiones nacieron como prolongación popular de la celebración litúrgica. A través de las imágenes y del silencio orante o de la música, los cofrades y cuantos contemplen el desfile podremos adentrarnos en lo que sucedió aquellos días y se actualiza en la liturgia. Nos entrará por los sentidos hasta donde llega el amor de Dios y la entrega de su Hijo por nosotros.
En la Virgen María contemplaremos el valor del dolor cuando está empapado de la esperanza de la Resurrección.
Los salones parroquiales de la Concatedral de Santa María, Castellón, acogieron ayer el primer Pregón de Semana Santa de la Junta Local de Semana Santa de Castellón. Fue impartido por D. Henri Bouché que, con su maestría y buen hacer, emocionó a los asistentes.
Junto a varios miembros de la corporación municipal, entre los presentes se encontraban los presidentes y cofrades de las Cofradías Penitenciales de Castellón. Al finalizar el Pregón, el Presidente de la Junta Local de Semana Santa, D. Joaquín Borrás, hizo entrega al Pregonero de la Medalla de la Junta como máxima muestra de agradecimiento. Seguidamente se presentó el cartel de Semana Santa 2022 de la Junta de Cofradías de Castellón. El autor, D. Miguel Barreda, explicó la obra.
El Pregón Diocesano de Semana Santa, organizado por la Muy Ilustre Cofradía de la Purísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo y Virgen de la Soledad junto a la Junta Diocesana de Cofradías y Hermandades de Semana Santa, se celebró ayer tarde en la Arciprestal San Jaime de Vila-real.
El Pregonero Diocesano de esta XXXII edición fue D. Antonio Díaz Tortajada, Consiliario de la Junta Diocesana de Hermandades y Cofradías de Valencia y Delegado Episcopal de Religiosidad Popular.
Fue presidido por nuestro Obispo, D. Casimiro, contándose también con la presencia del párroco de la Arciprestal, D. Javier Aparici, del Delegado Diocesano para la Junta Diocesana de Cofradías y Hermandades de Semana Santa, D. Pascual Luis Segura, y del Consiliario Diocesano para la Junta, D. Federico Caudé. También de los Hermanos Mayores, Dña. Amalia López y D. Felipe Monfort.
Pregón Diocesano
En su intervención, D. Antonio ha comenzado anunciando la celebración de la Semana Santa, “que culmina con la fiesta de las fiestas, el Misterio Pascual de la muerte, sepultura, resurrección y ascensión de Jesús a los cielos, triunfante de la muerte que abre camino a una vida nueva que Él, Jesucristo, quiere hacer participe a cuantos quieran seguirlo”.
Un acontecimiento de gracia
La Semana Santa de este año, continuó, “debe constituir un acontecimiento de gracia para las personas que participan habitualmente en las celebraciones litúrgicas, y viven las procesiones en vuestras calles en clave de conversión, como discípulos misioneros”, pero también “para aquellos cuya adhesión de fe está más desdibujada dejar en el compromiso, e incluso para los que no conocen a Jesucristo o lo rechazan”.
Para participar en ella, indicó, es necesario “una espiritualidad que transforme el corazón” gracias a la oración, y las procesiones “deben llevarnos hasta Dios”, si no fuera así “corremos el riesgo de dejar de ser peregrinos y convertirnos en errantes que giran siempre entorno a sí mismos sin llegar a ninguna parte”.
Exhortó a “entrar en la experiencia cristiana de vivir con Cristo y en la comunidad parroquial, su entrega, su muerte y su resurrección, fijándonos en su contenido, siempre antiguo y siempre nuevo”. El hombre de hoy, indicó, siente dentro de sí una división, “ahí están las causas de tantas y tantas graves discordias que se provocan en la sociedad”, ante ello la respuesta es, hoy siempre, Jesucristo.
Es la más grande historia de amor
“El Pregón de la Semana Santa es proclamación de la más grande historia de amor”, y también “anuncio de unas celebraciones festivas que devuelven a los profesan la fe en Cristo y a los que son conocedores de su historia a los hechos que hacen de ella historia de salvación”. Dichas celebraciones se concentran de modo singular en el Triduo Pascual, recordó, que “concentra las acciones sacramentales por las cuales fuimos devueltos a la amistad con Dios y fue regenerada la humanidad”.
Historia de salvación
Los apóstoles y sus discípulos fueron testigos de todo ello, eran “mujeres y hombres que le amaron y conocieron, y que también amaron y acompañaron a la Madre en aquella hora suprema”. Y con la resurrección de Jesucristo se enciende en los corazones “la esperanza de una vida eterna y de una dicha sin fin”. Todos estos hechos ocurridos “son historia de salvación”, ha resaltado el Pregonero, “cuyos efectos llegan por la celebración del Triduo Pascual” a todos cuantos creen que Jesús es el Salvador.
Se pretende vivir una vida sin Dios
Las ideologías muertas invitan a la vida sin Dios, explicó, “expulsar a Dios de la vida pública, silenciar su nombre se presenta hoy como garantía de libertad y respeto a los derechos de la conciencia”, se pretende vivir una vida sin culpa y una vida sin Dios, “sin culpa no hay redención, sin libertad no hay pecado, más, si Jesús es el redentor del hombre es porque en verdad cargó con los crímenes de todos”. “La luz de Cristo, que resucitó glorioso, disipe las tinieblas del corazón y del espíritu”, decía el Pregonero, “hoy ha resucitado Cristo para ti y tus pecados han sido perdonados”.
Todos somos Pregoneros
“Ahora os corresponde a vosotros convertiros en Pregoneros”, decía al final, “el Pregonero calla para que se abran vuestras gargantas, narrar, proclamar, celebrar y vivir, decir a cuantos os encontréis quien es este hombre, quien es Jesús de Nazareth, contad lo que habéis visto y oído, y después de contemplar la historia de dolor y de amor de este hombre uníos a esta confesión de fe: verdaderamente este hombre es el Hijo de Dios”.
Año Jubilar Diocesano
D. Antonio concluyó el Pregón Diocesano de Semana Santa de este año deseando que las próximas celebraciones de Semana Santa “sean el pórtico del próximo Año Jubilar Diocesano por el 775º Aniversario de la creación de la sede episcopal en Segorbe, que sea un Año de gracia de Dios para toda la Iglesia que camina en la Diócesis de Segorbe-Castellón, y que la Virgen de la Cueva Santa, nuestra Madre, y de San Pascual Baylón, nos acompañen a todos”.
Durante el transcurso del acto de este Pregón Diocesano ha intervenido el Coro Tutte Voci, un coro de la provincia de Castellón que comenzó su historia en octubre de 2018, basado en el amor y dedicación hacia la música coral bajo la dirección de la letona Ieva Lavrinoviča.
Palabras de nuestro Obispo, D. Casimiro
Tiempo de conversión
El Obispo, tras agradecer las palabras de D. Antonio en el Pregón, recordó las palabras pronunciadas por el sacerdote en la imposición de la ceniza: “Conviértete y cree en el Evangelio”. Este es el camino señalado en esta Cuaresma, para la celebración de la Pascua y para vivir el Jubileo Diocesano, indicaba D. Casimiro, “lo primero que debemos hacer es volver nuestra mirada y nuestro corazón a Dios, para que Él reine entre nosotros”.
“No nos cansemos de hacer el bien”
Citando a San Juan Pablo II, “cuando Dios desaparece de la existencia de los hombres se inicia el ocaso de la dignidad humana”, cuando no reconocemos a Dios brotan otros dioses, tal y como “estamos viendo estos días de una forma dolorosa”, en relación a la invasión de Ucrania, que solo aporta muerte y sufrimiento. Pero ocurre lo mismo “también en nuestras relaciones más cercanas, cuando no dejamos a Dios ser Dios nos erigimos en diosecillos, e intentamos dominar a los demás”, advirtió.
Eso, el pecado y la muerte, ha quedado vencido “gracias al Misterio que acabamos de escuchar”, gracias a “la muerte y resurrección del Señor”, y esa es nuestra esperanza, que debemos anunciar a los demás siendo “constructores de paz, de justicia y de amor”.
“No nos cansemos de hacer el bien”, dijo recordando el mensaje del Papa para esta Cuaresma, “no nos cansemos de orar”, “no nos cansemos de luchar contra el mal”, “no nos cansemos de pedir perdón”, “no nos cansemos de luchar contra concupiscencia”, y sobre todo “no nos cansemos de la caridad efectiva”.
Comisión Diocesana para atender las necesidades de los que sufren en Ucrania
D. Casimiro exhortó a orar por la paz y quiso recordar a los refugiados de Ucrania. “He encargado a una comisión diocesana para que coordine las peticiones en favor de los que sufren en Ucrania los horrores de la destrucción y de la invasión”, una Comisión que estará coordinada por el Vicario General, D. Javier Aparici, y que estará gestionada por Cáritas Diocesana. “Lo pide la caridad cristiana”, “no nos cansemos de hacer el bien”.
Asimismo, pidió que “aquellos que tengan viviendas para ofrecer tengan la generosidad de actuar”, y también a colaborar con las familias que vengan y “a las familias que ya han venido a nosotros”.
El XXXII Pregón Diocesano de Semana Santa, organizado por la Junta Diocesana de Cofradías y Hermandades de Semana Santa junto a la Muy Ilustre Cofradía de la Purísima Sangre de Vila-real, se celebrará el próximo sábado, día 5 de marzo, a las 18 h. en la parroquia Arciprestal San Jaime de Vila-real.
El acto estará presidido por nuestro Obispo, D. Casimiro, y en esta ocasión el Pregonero será el sacerdote D. Antonio Díaz Tortajada, Consiliario de la Junta Diocesana de Hermandades y Cofradías de Valencia, y Delegado Episcopal de religiosidad popular.
Esta mañana se ha celebrado una reunión entre nuestro Obispo, D. Casimiro, y todos los consiliarios de las Hermandades y Cofradías de Semana Santa de la Diócesis de Segorbe-Castellón. Al encuentro también ha acudido D. Pascual Luis Segura, Delegado Diocesano para la Junta Diocesana de Semana Santa, y D. Federico Caudé, Consiliario diocesano para la Junta.
El fin era realizar una toma de contacto con ellos de cara a la Cuaresma y a la Semana Santa para analizar la situación actual de las Hermandades y Cofradías. El Obispo les ha animado a llevar a cabo la misión que tienen, como comunidades y grupos cristianos, de evangelizar, de salir a la calle para dar testimonio del Señor, de transmitirlo y anunciarlo a los demás.
Hasta esta localidad se han trasladado los representantes de todas las Cofradías y Hermandades de la Archidiócesis de Valencia y de la Diócesis de Orihuela-Alicante, que se han sumado a las 60 que hay en nuestra Diócesis de Segorbe-Castellón.
Entre ellos D. Pascual Luis Segura, Delegado de la Junta de Cofradías y Hermandades de Semana Santa de Segorbe-Castellón, Dña. María Beatriz Gandulla, Presidenta de la Junta de Orihuela-Alicante, y D. Antonio Alejandro Atienza, Presidente de la Junta de Valencia. También D. Federico Caudé, Consiliario para la Junta de nuestra Diócesis, D. Francisco Javier Rodríguez, Consiliario de Orihuela-Alicante, y D. Antonio Díaz, Delegado Episcopal de la Junta en Valencia.
Tras la proclamación de las lecturas del día, el Obispo ha recordado en la homilía que el momento central del Encuentro es la Eucaristía, y ha destacado tres palabras: subir, escuchar y bajar.
«En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos»
“Subir al monte significa subir al encuentro con Dios”, ha indicado D. Casimiro, “y también nosotros, como cristianos y como cofrades, hemos de ir al encuentro con Dios, que está en la escucha de la Palabra”.
«Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: “Este es mi Hijo amado; escuchadlo”».
“La escucha de la Palabra de Dios cambia el corazón y lo transforma”, ha continuado, “hemos de dejarnos purificar por la Palabra para que nuestras palabras sean solo de bendición y nunca de maldición”. También ha exhortado a ser coherentes con nuestra fe y con nuestra condición de bautizados, “cuantas veces nuestros hechos contradicen la fe y la Palabra que proclamamos”.
«Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: “No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos”».
Bajaron de la montaña “para ser testigos de la transfiguración que habían contemplado, como bien nosotros no vivimos para nosotros mismos, sino que, fortalecidos por la Palabra de Dios, salimos a la misión”, siendo testigos de Jesús en el mundo, “del Misterio Pascual, de su muerte y resurrección, para que todo el que crea en Él tenga vida, y vida eterna”.
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