Tal y como ha informado el arquitecto diocesano, D. Ángel Albert, avanzan los trabajos de rehabilitación del Santuario de Sant Joan de Penyagolosa, que comenzaron en diciembre del 2021.
El ritmo de las obras está siendo algo menor al previsto, por motivos principalmente climatológicos, como son los diferentes episodios de lluvias, así como el calor extremo de este verano, que ha imposibilitado -al existir riesgo de incendios de alarma tipo 3- trabajar en el exterior durante 19 días. También se ha visto ligeramente afectada por la crisis de suministros de determinados materiales.
Pese a ello, actualmente se está trabajando a fin de concluir con la ejecución de la rehabilitación de la cubierta, antes de que la dureza del invierno dificulte más las operaciones de intervención.
Cabe indicar también, que estas obras de rehabilitación no están afectando al desarrollo normal de las romerías y de las celebraciones religiosas en el Santuario.
La recuperación y rehabilitación de este conjunto patrimonial, declarado Bien de Interés Cultural y monumento histórico-artístico, está siendo posible gracias al convenio marco de colaboración firmado entre la Conselleria d’Educació, Cultura i Esport, la Diputació Provincial de Castelló y la Diócesis de Segorbe-Castellón en junio del 2021. El objetivo es dar solución a la necesidad de restaurar y dinamizar todo el conjunto arquitectónico, recuperando y poniendo en valor esta joya patrimonial, religiosa y cultural.
El primitivo palacio episcopal de Segorbe, desde tiempos bajomedievales, se ubicaba adosado a la muralla de la población, recayente su fachada a la calle San Cristóbal, justo enfrente de la portada principal de la Catedral, con la que se encontraban los transeúntes, al atravesar el Portal de Altura a intramuros (también denominado del Mercado o de la Fruta), uno de los accesos más importantes al recinto urbano, que unía ambos edificios por un pasadizo elevado por encima de su gran arco de luz y flanqueado entonces por dos torres, una de ellas aun visible en el dibujo que adjuntamos recreando la subida a la Seo, antes de atravesar el muro, junto al campanario.
Quedaba oculto al viajero su bello patio interior barroco porticado donde, en la actualidad, se encuentra el acceso al nuevo edificio proyectado y ejecutado a partir de 1956 por el arquitecto Luis Gay -más acorde con las necesidades de la curia, con una infraestructura básica de despachos y oficinas-, correspondiendo a un tramo cerrado en origen por el muro defensivo de la ciudad. Un emplazamiento urbano junto al cual se ubica la actual plazuela del Obispo Gómez de Haedo, donde en la edad media se alzaba el Hospital Mayor de la Seo de Segorbe o de San Miguel, por recoger la capilla del mismo nombre en su interior. El recinto, en su pequeño templo medieval dedicado a este santo arcángel, donde estaba la sede de la cofradía dedicada al mismo, instituida por privilegio del 28 de agosto de 1529, por el duque de Segorbe, Alfonso de Aragón donde, además, existía un altarcillo bajo la advocación a la Santísima Trinidad y una antigua Virgen de los Desamparados que, en 1805, fue llevada a la nueva construcción hospitalaria. Fue este obispo ilustrado el que consumó la pretensión de sus predecesores de clausurar, por insalubre, este antiguo sanatorio de las proximidades del palacio, asumiendo su gestión directa el 5 de noviembre de 1800 y trasladado a un nuevo edificio a las afueras del caserío el 8 de agosto de 1804, junto al convento de los Capuchinos, dotado de todos los avances sanitarios que, de aquel momento histórico, se podía esperar.
El recinto residencial episcopal, tradicional lugar de alojamiento de los grandes personajes en sus estancias en Segorbe, en esencia, resultaba ser más un caserón que un palacio como tal, un lugar bastante humilde en sus inicios, sin grandes elementos constructivos destacables hasta épocas más avanzadas. Sabemos que los obispos Gilabert Martí (1500-1530) y Jofré de Borja (1531-1556), de la conocida familia valenciana de los Borgia, en su derrama personal de actuaciones en sus catedrales, mejoró su habitabilidad en una época en que los ordinarios no solían habitar estos recintos. De este momento, proceden diversos restos de cerámica de Manises con los emblemas episcopales, repartidos hoy en día por museos y múltiples colecciones.
En 1558, en tiempos del obispo agustino Juan de Muñatones (1556-1571), gracias a una permuta de un huerto del obispo junto a la casa de los duques en el Agua Limpia por dos casas junto al Palacio del Prelado, se pudo ampliar el recinto tras el derribo de éstas, sirviendo la reestructuración para convocar diversos sínodos diocesanos, como el de 12 de noviembre de 1611, del obispo Pedro Ginés de Casanova, o el de 18 de mayo de 1644, en tiempos de Diego Serrano (1639-1652).
El obispo Gavaldá lo reparó y amplió a mediados del siglo XVII, llegando incluso a fortificarlo. En su tiempo, haciéndose eco de las pragmáticas del Concilio de Trento, allí trabajaban dos ministros permanentes para la administración de la curia, uno de los cuales ejercía el oficio de Vicario General, tratando los asuntos sacramentales, los casos civiles y penales, así como resolviendo las disputas surgidas en cualquier lugar del obispado en nombre del prelado. Mientras, el otro se ocupaba de las causas testamentarias y de cumplir las voluntades piadosas. Además, según testimonio del propio obispo en la visita «ad limina» de 1656, en el mismo palacio había un archivo para guardar los escritos de la corte y varias celdas para cárcel, para mantener a los acusados de diferentes delitos. También trabajaban allí, periódicamente, otros cinco jueces para las causas eclesiásticas y para examinar a todos los que querían acceder a las órdenes sagradas, administración de sacramentos u obtención de beneficios, con el apoyo de siete capitulares.
Sin embargo, fue el obispo Diego Muñoz Baquerizo (1714-1730), el que fraguó una gran reforma de todo el edificio, gastando grandes cantidades en la reparación y reconstrucción de sus vetustos muros, muy dañados durante los años de la Guerra de Sucesión (1701-1713), reconstruyendo y barroquizando, entre otras actuaciones, el patio interior.
No obstante, sería en tiempos del gran Alonso Cano Nieto (1770-1780) cuando el caserón pasó a poseer, también, una función destacadamente social, al instalarse una Biblioteca Pública en su interior. Un proceso de renovación que debió correr parejo a la reforma de la misma Catedral pues, tras la guerra del francés, en 1820, se pagó al maestro Vicente Marzal, autor del planchado de las puertas de la Seo y de muchos otros edificios religiosos del momento en la zona, por la realización de las nuevas vidrieras del Palacio.
El recordado obispo dominico Domingo Canubio y Alberto(1848-1864), primero en pregonar desde Palacio, en 1854, el dogma de la Inmaculada Concepción en España, allí recogía y acogía personalmente a los enfermos de cólera durante una de las epidemias que, por esos años, azotaban, sin piedad, todos los pueblos de la comarca. También abrió las puertas al recogimiento y atención de los peregrinos, además de abrir una escuela para la enseñanza de niños.
También construyó un nuevo oratorio mayor, bendecido el 22 de diciembre de 1861, donde antes había una amplia galería para transitar de la escalera principal a las estancias del obispo. Entrando por la sala de los Apóstoles, decoró la espaciosa sala, colocando diversas obras procedentes de varios retablos de la Cartuja de Valldecrist y de la propia Catedral, presididos por la santa Cena, obras del pintor Joan Reixach (ca. 1450-1480). En el perímetro colocó bancos fijos y encargó dos grandes lienzos, además de otros pequeños, a José Laffaya, representando a “Jesús bendiciendo a Ios niños” y “Jesús predicando a las turbas”.
Siendo obispo José Luis Montagut (1868-1875), en agosto de 1873, durante los episodios de la tercera Guerra Carlista, el palacio fue uno de los lugares elegidos como por los liberales para atrincherarse, convirtiéndose en un auténtico “fuerte”, resistiendo ante las fuerzas carlistas. En 1885, la epidemia de cólera-morbo puso a prueba la caridad pastoral tanto del obispo diocesano como de sus sacerdotes, y el mismo Palacio Episcopal se convirtió en Hospital a la vez que en el boletín se publicaron las normas para evitar el contagio. El mismo obispo dio ejemplo del modelo de sacerdote que quería para su diócesis, ayudando y visitando en persona a los enfermos e infectados. Renovado en tiempos del obispo Francisco de Asís Aguilar (1880-1899), fue en 1924, con la llegada del obispo fray Luis Amigó (1913-1934) cuando pasó a albergar, en una de sus galerías, el Museo Diocesano.
Un edificio que, pese a la solera de cientos de años de vida, en paralelo con la actividad pastoral de sus obispos, fue derruido junto al arco de la muralla y sustituido por la nueva construcción citada. Reflejo de múltiples reformas y estilos arquitectónicos y decorativos diversos, su estructura fue dañada irremediablemente en sus estructuras y cimientos, física y moralmente, en la guerra civil española. Saqueado y expoliado, fue el último testigo de la detención, martirio y partida hacia la muerte de su obispo Miguel Sucarrats y Serrat (1936-1936), tras sólo dos meses al frente de sus fieles. Pocos años después, aquel anciano faro, referente de la antigua diócesis y testigo de sus siglos de historia tras más de setecientos años, fue abatido definitivamente para la historia, sustituido por un recinto de moderno y funcional diseño, cerrando centurias de vivencias de fe y abriendo, inevitablemente, nuevos episodios del último capítulo de nuestro presente y futuro, de gran esperanza en la Comunión y en la Misión.
Ya han comenzado las obras previstas en el edificio de la Basílica de El Salvador de Burriana, que está catalogado como Bien de Interés Cultural (BIC) con categoría de Monumento, aunque los trabajos no afectarán a su relación con el entorno, es decir, no alterarán la imagen exterior de la torre ni afectará en ninguna medida al uso del edificio.
La actuación consiste en una reparación de la cubierta, afectada por un estado de conservación deficiente. En concreto, el elemento dañado que conforma la cubierta es una losa de hormigón armado que data de la reconstrucción de la torre que se hizo el siglo pasado, la cual se ha deteriorado a consecuencia de la oxidación de las armaduras por presencia de humedad.
La deficiencia fue detectada hace varios meses, y desde entonces se ha estado trabajando en la redacción del proyecto técnico para poder abordar la intervención, así como en la tramitación de la correspondiente licencia municipal y de autorización en materia de cultura, por tratarse de un bien protegido.
En concreto, la intervención, que ha sido prescrita por los Servicios Técnicos de la Delegación diocesana para el Patrimonio Cultural, consiste en “rehacer la cubierta mediante arcos y pequeñas bóvedas tabicadas de mayor compatibilidad con la naturaleza patrimonial del inmueble”, tal y como declara el arquitecto diocesano y responsable de las obras, D. Ángel Albert.
La actuación cuenta con la autorización autonómica de la Dirección General de Cultura y Patrimonio, desde que el pasado mes de abril emitieran el pertinente informe favorable a la actuación.
Una de las dificultades de la obra radica en la elevación de los materiales por lo que, durante los próximos días, si las condiciones climatológicas lo permiten, se va a trabajar en el izado de los mismos.
La parroquia de la Asunción de Nuestra Señora de Vistabella acogió, los días 13 y 21 de agosto, un taller de canto de la antigua rogativa medieval “O vere deus”, impartido por el profesor D. David Montolío, y en el que ha participado más de un centenar de personas.
El objetivo de dicho taller es evitar la pérdida del canto de la rogativa medieval de Vistabella a Sant Joan de Penyagolosa, un patrimonio inmaterial de enorme valor que plasma a la perfección la fe y la devoción popular de esta población, y que consiste en un canto repetitivo que pide salud, paz y agua del cielo mediante un sencillo y majestuoso texto latino cantado.
Además de ésta, hay otras cuatro rogativas que no se han perdido, las de: les Useres, Puertomingalvo, Xodos y Culla.
Se presentó el pasado sábado, día 20 de agosto, en el teatro Serrano de Segorbe
En su número de agosto de 2022, la revista cultural Yuste publica un artículo sobre los campanarios del Salvador y Santa Bárbara de Zucaina, firmado por D. David Montolío, Doctor en Historia del Arte y miembro de la Delegación diocesana para el Patrimonio Cultural, por D. Ángel Albert, Arquitecto Diocesano, y por Dña. Lucía Perete, Restauradora de Patrimonio.
Concretamente, resaltan las actuaciones llevadas a cabo en ambos monumentos del S. XVII, lo que ha permitido recobrar elementos ornamentales fundamentales de su apariencia que, debido a las circunstancias y dificultades de algunos momentos históricos, no fueron tenidas en cuenta, recuperando el sentido estético y el criterio artístico de unas obras tan importantes.
En el artículo manifiestan que toda intervención en patrimonio histórico realizada desde la Diócesis lleva siempre consigo el «estudio exhaustivo de sus técnicos y el cumplimiento estricto de las leyes de patrimonio valenciano e histórico español, ya que a todas estas supervisiones y estipulaciones debemos someternos como titulares de todos estos antiguos edificios, fruto de la fe del pueblo de Dios de Zucaina durante siglos, cuyo aspecto original documentado por las intervenciones previas a los trabajos, estaba a punto de perderse para siempre y cuya intervención resulta la adecuada para estos casos».
Del antiguo conjunto arquitectónico del convento y colegio de San Pablo y Santo Tomás de Aquino de los Padres Dominicos de Segorbe, extramuros, pero bajo aún bajo la sombra de la muralla de la población y no más lejos del Camino Real que un par de metros, sólo resta lo que fue su templo y diversas dependencias anejas, testimonio de la historia desventurada, del pequeño cenobio, desde sus mismos inicios y transcurrir histórico.
En los primeros años del siglo XVII, tras la traumática expulsión de los moriscos de 1609, el Cabildo de la Catedral se oponía a nuevas fundaciones religiosas en la ciudad. Pese a ello, fue en la noche del 26 al 27 de diciembre de 1612 cuando dos grandes nombres dominicos, el historiador Francisco Diago y Jerónimo N. Cucalón, entraron ocultamente en Segorbe y se instalaron en una casa enfrente del Mercado facilitada por el Concejo, erigiendo el caserón en cenobio, bajo el patronazgo de las advocaciones citadas. Como consecuencia, un pleito con los capitulares de aquel momento, del que salieron airosos de algún modo, gracias al apoyo del duque y el prelado.
Un recinto erigido en Convento en Roma, oficialmente, en 1644, que no iniciaría su construcción como tal hasta la década de 1670-1680, coincidiendo con la presencia en Segorbe de los arquitectos diocesanos del obrador de Juan Pérez Castiel, que erigieron el actual templo y el desaparecido claustro y demás dependencias.
Siendo siempre un convento de pequeña proporción y limitadas rentas, ya fue convertido en cuartel, en 1811, durante la invasión francesa. Se iniciaban insoportables veintiún meses de invasión napoleónica en la ciudad, hasta la evacuación de la ciudad en julio de 1813, en los que perdió, de una manera u otra, todo el patrimonio artístico y documental que poseía. A la vuelta de los religiosos, en mayo de 1814, se encontraron con un expolio completo del edificio y la iglesia, compartimentada en pesebres.
Además, la sillería de coro, órgano, altares y púlpito habían desaparecido. Tras la desamortización de 1836, que afectó al convento y fincas urbanas y rústicas, gracias al obispo Sanz de Palanco (1825-1837), el templo quedó, temporalmente, como iglesia castrense, siendo finalmente adquirido, lo que restaba, por el político Pedro Sánchez Ocaña y convirtiéndose en el séptimo hostal de la ciudad.
En 1922, tras una idea de recuperación del edificio documentado desde el obispo Joaquín Hernández (1866-1868) en su «Proyecto de parroquias en la ciudad de Segorbe», habiendo perdido su fachada original con la ampliación de la carretera general a su paso por Segorbe (cuyas piezas se encuentran dispersas por los dos museos de la ciudad), el recordado prelado capuchino, Luis Amigó Ferrer (1913-1934), compró la rasurada iglesia conventual, restaurando y trasladando allí la parroquia de Santa María de la Catedral que, desde 1876, se emplazaba en la Capilla del Salvador del claustro de la Catedral.
Al todavía hermoso edificio, le dedicamos este humilde espacio de texto y dibujo, como uno de los emblemas espirituales y patrimoniales, a veces poco apreciados, de nuestra ciudad episcopal de Segorbe. Siempre asomado, como un fanal encendido, a la orilla transitada del camino secular y fondo fotográfico inconsciente de muchas instantáneas.
La Academia de Bellas Artes concreta su actividad en la investigación, docencia y divulgación, y es reconocida como una Entidad Consultiva de la Generalitat Valenciana en materia de patrimonio cultural, colaborando en la defensa, conservación y restauración de monumentos y bienes artísticos de la Comunidad Valenciana. Asimismo, facilita informes, dictámenes y asesoramiento a las autoridades, corporaciones públicas y órganos de la Administración Pública.
Tras visitar la Catedral asistieron también a Geldo, donde pudieron contemplar el Castillo Palacio de los Duques de Medinaceli; así como la Iglesia parroquial de Sot de Ferrer, uno de los templos más importantes del patrimonio diocesano, y el Palacio del Señor.
La parroquia de El Salvador de La Llosa está celebrando, del 19 al 26 de junio, unas fiestas especiales con motivo de la restauración y de la Dedicación del templo parroquial.
En el proceso integral de restauración de la Iglesia, en el que ha intervenido la Delegación diocesana para el Patrimonio Cultural, se han podido recuperar importantes pinturas murales en las bóvedas y en las capillas laterales, datadas en el siglo XVII (entre 1670 y 1690), con detalles en esgrafiado y partes intervenidas a principios del XIX, en estilo imperio, tratándose de trampantojos con motivos arquitectónicos, florales y ornamentales. También en la cúpula y en las pechinas de la Capilla de la Comunión, datadas en el siglo XVIII, con motivos eucarísticos.
El próximo viernes, día 24 de junio a las 11:30 h., se celebrará la Solemne Dedicación y Consagración de la Iglesia parroquial, que presidirá nuestro Obispo, D. Casimiro. La Misa será cantada por el Coro Parroquial del Santo Ángel de La Vall d´Uixó, por el Coro Parroquial de La Llosa y por la Orquesta.
El pasado sábado, Vistabella recuperó una de sus tradiciones más arraigadas y tradicionales, la rogativa medieval del pueblo al Santuario de San Juan de Peñagolosa. A las 9 de la mañana, un solemne volteo manual de campanas, recientemente restauradas, anunciaba el inicio de los actos en el interior del templo parroquial, con el canto del “Exsurge Domine” y las letanías gregorianas desde el presbiterio, para iniciar el camino, saliendo por la puerta principal de la parroquia, precedidos de la bandera, cruz y ciriales, del rescatado “O vere Deus”, que iba a ser interpretado por los cantores durante todo el camino hasta el ermitorio, salvo en la parada ante el cementerio de la población, a las 9,30 horas, con el canto del “Liberame Domine”, seguido por el responso a todos los difuntos.
A las 11 horas, la comitiva paraba en la Fuente del Espino, para el almuerzo y refresco, siendo recibidos en el Peiró del Sant, y a las 12,30 horas donde se encontraron las banderas para iniciar todos el ingreso en el templo y celebrar la Santa Misa. Tras la comida, la rogativa retornaba a Vistabella haciendo una parada breve en la fuente del Alforí, y llegando al templo parroquial a las 20,30h.
En esta ocasión, los romeros han disfrutado de la costumbre y este gran patrimonio inmaterial de los cantos, recuperado el pasado verano en el taller del‘O Vere Deus’, con el apoyo del Centre d´Estudis de Penyagolosa, coordinado por Elvira Safont y el profesor David Montolío, y por fin en este día, a lo largo del camino tras la pandemia, con la colaboración de los cantores del pueblo y la presencia de la Capilla Musical de la Catedral de Segorbe que, conmemorando el Jubileo de los 775 años de la Sede Episcopal de la Diócesis de Segorbe-Castellón, ha reforzado con sus voces todas las estaciones de la jornada, pidiendo lluvias para las cosechas y ayuda a Dios para conseguir salud y paz.
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