Con el inicio del mes de julio se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Papa dirige su intención universal de oración por la amistad social: “Recemos para que, en situaciones sociales, económicas y políticas conflictivas, seamos arquitectos de diálogo y de amistad, valientes y apasionados”.
En la exhortación apostólica postsinodal Christus Vivit, Francisco realiza la propuesta a los jóvenes de “ir más allá de los grupos de amigos y construir la «amistad social, buscar el bien común. La enemistad social destruye. Y una familia se destruye por la enemistad. Un país se destruye por la enemistad. El mundo se destruye por la enemistad. Y la enemistad más grande es la guerra. Y hoy día vemos que el mundo se está destruyendo por la guerra. Porque son incapaces de sentarse y hablar […]. Sean capaces de crear la amistad social». No es fácil, siempre hay que renunciar a algo, hay que negociar, pero si lo hacemos pensando en el bien de todos podremos alcanzar la magnífica experiencia de dejar de lado las diferencias para luchar juntos por algo común. Si logramos buscar puntos de coincidencia en medio de muchas disidencias, en ese empeño artesanal y a veces costoso de tender puentes, de construir una paz que sea buena para todos, ese es el milagro de la cultura del encuentro que los jóvenes pueden atreverse a vivir con pasión”.
El Santo Padre también les pide que no “usen su juventud para fomentar una vida superficial, que confunde la belleza con la apariencia […]. Hay hermosura, más allá de la apariencia o de la estética de moda, en cada hombre y en cada mujer que viven con amor su vocación personal, en el servicio desinteresado por la comunidad, por la patria, en el trabajo generoso por la felicidad de la familia, comprometidos en el arduo trabajo anónimo y gratuito de restaurar la amistad social. Descubrir, mostrar y resaltar esta belleza, que se parece a la de Cristo en la cruz, es poner los cimientos de la verdadera solidaridad social y de la cultura del encuentro”.
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española (CEE), por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por los monjes y monjas contemplativos para que, siguiendo el consejo de Cristo se consagren a orar sin desfallecer, tengan siempre sus ojos fijos en el Señor y con su oración sostengan la misión de la Iglesia”.
Nuestro Obispo, D. Casimiro, en la carta dominical del pasado 29 de mayo con motivo de la Jornada ‘Pro orantibus’, nos explicaba que “los monasterios y los conventos de vida contemplativa son escuelas de fe en el corazón de nuestra Iglesia y de nuestro mundo; son ‘faros luminosos’ en medio de un mundo que ha perdido la luz de Dios y tantas veces la esperanza. Nos hacen presente a Cristo Jesús que siempre nos acompaña y nunca nos abandona: Él es la esperanza que nunca defrauda”.
Además, “las monjas y los monjes nos recuerdan que hay una Palabra por antonomasia -la de Dios- que es preciso escuchar, y que hay una presencia por excelencia -la de Dios-con-nosotros-, que siempre debemos acoger”.
En la Fiesta de la Santísima Trinidad, este Domingo 30 de mayo, celebramos la Jornada ‘Pro orantibus’, es decir, por los que oran: los monjes y las monjas de vida contemplativa. Nuestra Diócesis de Segorbe-Castellón cuenta en este momento con diez monasterios de monjas de vida contemplativa. Apartadas en sus conventos o monasterios se dedican a la oración y a la contemplación y cada día del año rezan por todos nosotros y por nuestras necesidades.
En esta Jornada tenemos un especial recuerdo para todas ellas y les queremos mostrar nuestro cariño y reconocimiento, nuestra gratitud y nuestra alta estima por lo que representan para nuestra Iglesia y nuestra sociedad. Son un rico patrimonio espiritual para todos nosotros, que con frecuencia no es conocido ni valorado suficientemente en un mundo dominado por el dinero y lo útil, por las prisas y la superficialidad.
Nuestras monjas no se desentienden de nada de lo que ocurre en nuestra Iglesia ni de lo que pasa en nuestro mundo. Aunque separadas de todo, viviendo en el silencio, en la oración y en la contemplación de Dios, están unidas a todos nosotros porque nada humano ni eclesial les es ajeno. También en esos momentos de dolor por la crisis sanitaria de la pandemia y sus duras consecuencias familiares, laborales, económicas y sociales están “cerca de Dios y del dolor humano”, como reza el lema para la Jornada de este año. Ya desde el primer momento de la pandemia no sólo rezaron por los contagiados, sus familias, los sanitarios y por el fin de la pandemia; también confeccionaron mascarillas para los internos de nuestros centros penitenciarios y ofrecieron sus donativos a pesar de su pobreza.
Las monjas y los monjes sufren cuando el mundo sufre, porque su apartarse del mundo para buscar a Dios es una de las formas más bellas de acercarse al mundo del dolor a través de Dios. Su vida diaria está entretejida por su cercanía con Cristo y con el dolor humano en la que uno y otro -el Señor que salva y el ser humano sediento de salvación- se requieren y se encuentran cada día a través de la búsqueda y la contemplación del rostro de Dios, que es compasivo y misericordioso. Porque están cerca de Dios, lo contemplan y glorifican; y por esta misma razón no pueden por menos de estar cerca del dolor de mundo, orando por los hermanos y hermanas que sufren. En su oración diaria están presentes los fallecidos a causa del coronavirus y sus familias, muchas de ellas desoladas; están presentes los contagiados y los enfermos, así como los sanitarios y capellanes que los cuidan; y también los que sufren el paro y la pobreza, el miedo ante el contagio y la incertidumbre ante el futuro, o las personas vulnerables o que sufren soledad. Ningún necesitado es ajeno a su oración y a su caridad solidaria.
Los monasterios y los conventos de vida contemplativa son escuelas de fe en el corazón de nuestra Iglesia y de nuestro mundo; son ‘faros luminosos’ en medio de un mundo que ha perdido la luz de Dios y tantas veces la esperanza. Nos hacen presente a Cristo Jesús que siempre nos acompaña y nunca nos abandona: Él es la esperanza que nunca defrauda.
Las monjas y los monjes nos recuerdan que hay una Palabra por antonomasia -la de Dios- que es preciso escuchar, y que hay una presencia por excelencia -la de Dios-con-nosotros-, que siempre debemos acoger. Con su estilo de vida, viviendo en fraternidad y con austeridad, sin perder nunca la alegria por saberse amados y nunca abandonados por Dios, nos marcan el camino en esta situación de crisis global. Este camino no es otro sino volver nuestra mirada a Dios para escuchar qué nos quiere decir Dios en estos momentos. Esta situación nos urge a repensar y cambiar nuestros modelos vida, personales, familiares, económicos, sociales y políticos, tantas veces marcados por el egoísmo y la insolidaridad. La crisis actual nos ofrece la oportunidad de construir entre todos un mundo más solidario, más fraterno y más justo para todos, en especial para los más desfavorecidos y necesitados en todo el mundo.
Recordemos en esta Jornada a todos los monjes y monjas con gratitud y esperanza. Pidamos al Señor que los custodie en su amor y los bendiga con nuevas vocaciones, que los aliente en la fidelidad cotidiana y los mantenga en la alegría de la fe. Como ellos sigamos orando a Dios por las necesidades y los padecimientos en todo el mundo: y, como ellos, estemos, cerca de Dios y cerca del dolor de cada ser humano.
Esta mañana, las 13 hermanas que forman la comunidad de Carmelitas Descalzas del Monasterio del Sagrado Corazón, en Alquerías del Niño Perdido, han procedido a la elección de la nueva priora en cumplimiento de la Constitución de la Orden, que establece un periodo de tres años para dicho cargo.
Ha sido tras la celebración de la Eucaristía que ha presidido el Obispo, D. Casimiro López Llorente, concelebrando Joaquín Guillamón, Visitador Episcopal de las monjas de clausura en la Diócesis, y Ángel Cumbicos, Secretario Particular.
Las hermanas, con la ayuda del Espíritu Santo, han vuelto a elegir a la actual priora, María Rosa de la Eucaristía, que continuará realizando este servicio durante tres años más. Ella ha explicado que su función consiste en “estar al servicio de toda la comunidad, a nivel espiritual y material, animando y escuchando siempre que lo necesite alguna hermana”. Será un nuevo trienio, “así lo ha querido el Señor, ha sido su voluntad”, ha indicado, y servirá para “rectificar cosas y seguir aprendiendo”.
Las cuatro Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret han recibido la visita del Consejo General de la congregación. Se trata de la Asistenta General, la Hna. Alina Furczyk, y la Ecónoma General, la Hna. Lucyna Fraczek, que por primera vez se han trasladado desde Roma hasta el convento de Benicàssim, en el que estarán una semana para conocer a la comunidad.
Las dos religiosas están realizando una serie de visitas a las diferentes comunidades de la congregación, que desarrolla su actividad apostólica en quince países, en las ocho provincias religiosas.
El carisma de la congregación, fundada en el año 1875 en Roma por la beata Franciszka Siedliska, es imitar a la Sagrada Familia, siento testigos y difundiendo el amor de Dios mediante una entrega total al servicio de la Iglesia, especialmente a la misión por la familia.
Ayer domingo, tuvo lugar en el Monasterio del Sagrado Corazón de Jesús, de Alquerías del Niño Perdido, la celebración de las Bodas de Oro de vida consagrada de la Hna. Juana María de la Cruz, y de las Bodas de Plata de la Hna. Francisca del Sagrado Corazón, Carmelitas Descalzas, en una ceremonia presidida por el Obispo, D. Casimiro.
Con la asistencia de la comunidad de carmelitas del Desierto de las Palmas, en la emotiva Eucaristía de acción de gracias, las dos religiosas renovaron sus promesas a la vida consagrada en este domingo dedicado a la Misericordia Divina.
El Obispo comenzó la homilía con palabras de agradecimiento a Dios, “dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia” (Sal. 117), una misericordia que se nos manifiesta en la encarnación de su Hijo Jesucristo. “A Él le damos gracias por el don Pascual”.
También “por vosotras dos”, les decía a las Hermanas, pues “habéis sido destinatarias preferidas de la misericordia de Dios, de su don, de la vida cristiana y de la vida consagrada, que habéis podido vivir en fidelidad gracias a su misericordia”.
D. Casimiro realizó especial hincapié en tres palabras: encuentro, comunidad y amor. El encuentro de los discípulos con el Señor resucitado es “un encuentro tan fuerte que cambia su corazón”, pasando del miedo a la alegría, por lo que pudieron salir “a proclamar que Cristo Jesús había resucitado”.
Como le pasó a Tomás, con su incredulidad, “cuando uno se aleja de la comunidad, su fe en el Señor resucitado decae”, advirtió. “Es fundamental creer que Jesús no solo ha muerto, sino que también ha resucitado, es el fundamento de nuestra fe”, una fe “que se mantiene viva en un encuentro constante con el Señor, personal y en comunidad”.
El Señor resucitado “debe estar siempre en el centro de la vida de todo cristiano, de toda familia cristiana, de toda comunidad cristiana y de nuestra Iglesia”, recalcó. En la comunidad cristiana experimentamos su misericordia, lo que nos ayuda a “ser misericordioso con los demás, sabiendo comprender, sabiendo perdonar, sobrellevándoos”. “¡Mirad cómo se aman!”, dijo citando a Tertuliano, es el “signo de una comunidad centrada en el Señor”, que es el mejor testimonio de la resurrección del Señor.
Quien ama a Dios ama al prójimo, continuó el Obispo, “con el corazón misericordioso de Dios, que es fiel, está siempre dispuesto al perdón, que se compadece de las miserias humanas”. “Dios es amor, y cada uno de nosotros somos fruto de su amor”, creados por amor y para el amor, “esa es la vocación originaria”, “amar como Cristo nos ha amado”.
Hoy se cumplen 100 años del nacimiento de la VenerableMaría Teresa González Justo. ¿Quién fue esta mujer?. Fue religiosa de las Hnas. de Nuestra Señora de la Consolación, nació en Quintanar de la Orden, (Toledo) el 11 de febrero de 1921, festividad de Ntra. Sra. de Lourdes. Sus padres, Martiniano González Chacón e Isabel Justo Torres, la bautizaron en la Iglesia Parroquial de Quintanar, con el nombre de Francisca, y la llamarán Paquita entre la familia y conocidos.
Fue la mayor de tres hermanas, creció feliz en un ambiente de amor sereno, católico y bueno; aprendió de sus padres a preocuparse por los demás y a tener sensibilidad y caridad con los más necesitados de su ambiente, a los que visitaba y ayudaba siempre con lo que estaba a su alcance. Fue alumna del Colegio de la Consolación de Quintanar, creció como una niña normal de su tiempo, alegre, buena, piadosa, siempre sonriente y en salida para hacer el bien.
A la edad de 15 años quedó huérfana de padre, el cual murió mártir por la fe, víctima de la Guerra Civil Española en 1936. Durante 7 meses, Paquita, cada día, visitó en la cárcel al asesino de su padre, allí le llevaba la comida y el perdón de Dios, como un gesto de caridad y de amor misericordioso.
Cuando tenía 20 años, Paquita, que siempre buscó hacer en su vida la voluntad de Dios, descubre la llamada, la vocación de entrega total al Señor y a los hermanos y se despide de su casa para ser Hermana de la Consolación. Ingresó en el Noviciado de Jesús-Tortosa el 15 de marzo de 1941. En septiembre del mismo año viste el hábito religioso y cambia de nombre, desde ahora Paquita se llamará Sor María Teresa.
Hace su primera profesión en 1943 y es enviada a trabajar apostólicamente en tierras valencianas unos meses en el Colegio de la Consolación en Burriana y en seguida la destinan al campo sanitario al que se sentía llamada, a servir a los enfermos tuberculosos en el Sanatorio de Vila Real, donde permanecerá hasta 1953, momento en que el Sanatorio con todos los enfermos y trabajadores y Hermanas es trasladado a Castellón de la Plana, al Sanatorio antituberculoso, “La Magdalena”.
En este campo apostólico María Teresa desplegará todo su amor a Dios, que fortalece en la oración y lo entregará sin descanso, a los enfermos, en un amor que se hace servicio total, para todos, procurándoles atenciones humanas, espirituales y materiales; siempre al lado del más necesitado, en una caridad que no conoce fronteras, elevando la dignidad de cada uno de ellos, tratándoles con un amor sin límites, viendo en ellos al mismo Dios y así exclamaba: “Dios mío, ¡cuánto amo a mis hermanos, es que en ellos estás Tú!”
El día 12 de octubre de 1967, festividad de la Virgen del Pilar, moría María Teresa a causa de un cáncer en el Sanatorio de la Magdalena de Castellón de la Plana. Tenía 46 años. Vivió y entregó su vida al cuidado de los enfermos tuberculosos durante 24 años, pasó como un ángel de paz, siempre con una sonrisa en los labios, olvidada de sí y no buscando otra cosa que ”la gloria de Dios y el bien de los hermanos”, como su Madre Fundadora, Santa María Rosa Molas.
En septiembre de 1981 se introdujo la Causa de Beatificación y Canonización de Sor María Teresa González Justo en la Diócesis de Segorbe-Castellón. El 13 de junio de 1992, el Papa San Juan Pablo II, ratificaba el Decreto de reconocimiento de las Virtudes Heroicas de la Sierva de Dios como Venerable. Sus restos mortales descansan en la Capilla del Colegio de Ntra. Sra. de la Consolación de Castellón, donde pueden ser visitados.
La Causa sigue abierta a la espera del milagro necesario para su beatificación.
La Iglesia española celebra hoy la Jornada Mundial de la Vida Consagrada de la que se cumplen hoy 25 años desde que en 1995 quedara así instituida por el Papa Juan Pablo II. Hoy se recuerda con especial gratitud y aprecio a las mujeres y hombres que a lo largo de los siglos, «dóciles a la llamada del Padre y a la moción del Espíritu, han elegido este camino de especial seguimiento de Cristo, para dedicarse a Él con corazón «indiviso» (cf. 1 Co. 7, 34),
En palabras de Juan Pablo II, esta celebración «quiere ayudar a toda la Iglesia a valorar cada vez más el testimonio de quienes han elegido seguir a Cristo de cerca mediante la práctica de los consejos evangélicos y, al mismo tiempo, quiere ser para las personas consagradas una ocasión propicia para renovar los propósitos y reavivar los sentimientos que deben inspirar su entrega al Señor».
Esta XXV Jornada lleva por lema: «La vida consagrada, parábola de fraternidad en un mundo herido», haciéndose eco, por un lado «de la condición llagada del ser humano y de la creación entera, en la que todos nos sentimos reconocidos y espoleados; y por otro, evocar la vocación y misión de las personas consagradas en la Iglesia y en la sociedad, como signo visible de la verdad última del Evangelio, de la llamada perenne de Jesucristo y de la cercanía del Padre para con cada ser humano».
La vida consagrada constituye una fuente de riqueza para la comunidad eclesial, en todos sus carismas e instituciones porque, tal como dijo San Juan Pablo II, «anima y acompaña el desarrollo de la evangelización en las diversas regiones del mundo, donde no sólo se acogen con gratitud los Institutos procedentes del exterior, sino que se constituyen otros nuevos, con gran variedad de formas y de expresiones». Los consagrados han desempeñado siempre un papel de ayuda y apoyo a la Iglesia que también es necesario en el presente del Pueblo de Dios porque pertenece íntimamente a su vida, a su santidad y a su misión.
El Subsidio Litúrgico de la Conferencia Espiscopal Española, tal como afirma nuestro Obispo en su carta semanal, advierte respecto a las heridas del mundo actual. Unas heridas que «supuran sin descanso más allá de los vaivenes de la política, la economía o la vida social». Los consagrados por el Señor, se afirma desde la Conferencia Episcopal Española, «conocen las luchas y los dolores de la existencia en carne propia y ajena; aprenden en la escuela de Cristo cómo acoger con profundidad y generosidad la fragilidad del día a día y el cáliz de angustia de las horas más amargas: las suyas y las de todos». La invitación a «la fraternidad» de esta Jornada, tal como advierte el Papa Francisco en «Fratelli tutti», es comprender «que hay algo que nos une a todos, por encima de diferencias y de muros; es aspirar a una lógica que ayude a sanar las heridas, y es también la consecuencia de sentirnos hijos de un mismo Dios.» La fraternidad, como reza el lema de la Jornada, es una apuesta por bajar las barreras y abrirnos las puertas. Por conjugar el «nosotros» por encima del «yo», por compartir más que acaparar. En este contexto de pérdida del sentido trascendente de la existencia, la vida consagrada se presenta como un modelo de ayudar a sanar algunas de esas heridas y a poner los propios talentos al servicio del Reino, sabiendo que ninguno de nosotros vale para todo, pero todos valemos para algo.
Vida consagrada en nuestra Diócesis
La Diócesis cuenta con más de una trentena de institutos de Vida Consagrada y casi 300 religiosas y religiosos «tocados por el amor de Dios», como asegura nuestro Obispo, y que viven entregados a la salud, a la educación, a prestar atención a los pobres, a la vida contemplativa y a la oración, dándose y entregándose a los demás siguiendo el ejemplo de Jesús como auténticos discípulos, por quienes damos gracias a Dios por el don que suponen para la Iglesia Diocesana de Segorbe-Castellón.
Con motivo de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, que celebramos mañana, martes 2 de febrero, entrevistamos a Miguel Mateu (Miguel María del Corazón de Jesús), Novicio en la Comunidad de Carmelitas Descalzos del Desierto de las Palmas.
Miguel tiene 20 años, es de Castellón y pertenece a la parroquia de Ntra. Sra. del Carmen. Desde bien pequeño quería estudiar Medicina, concretamente le atraía la Traumatología, hasta que descubrió que el Señor le llamaba a consagrarse y a formar parte de esta comunidad.
Háblanos un poco de ti, ¿cómo descubriste tu vocación?
Fue aquí, en el Convento del Desierto de las Palmas, yo iba a 1º de Bachiller y tenía 16 años. A través de mi profesor de Religión, que nos invitó a una Pascua Joven, en 2016. Yo no iba buscando a Dios, era metalero, tocaba la guitarra eléctrica, tenía un piercing, solo me importaba salir con mis amigos…
Al año siguiente estaba muy agobiado por los estudios y por las cosas de esa edad, y ya venía buscando paz en un sitio especial como este. Nada más llegar vi a un Novicio, que no sabía ni lo que era, de rodillas rezando en la iglesia, y esa imagen me llamó mucho la atención, y me pregunté: “¿y ese que estará haciendo ahí, y por qué irá vestido así?”. Ese fue el primer toque que me dio el Señor.
Al día siguiente, un chico trajo agua del Jordán y nos hicieron la señal de la cruz con ella, y nos impusieron las manos, y en ese momento arranqué a llorar porque algo estaba pasando dentro de mí, y yo no sabía que era. Luego con los amigos volví a la misma vida de siempre, pero me acerqué a un fraile a explicarle lo que había experimentado, me dijo: “bueno, ya vamos hablando, vamos a dejar que el Señor haga”.
Llegó otra vez la Vigilia de Pascua y le dije que sí a Jesús, que quería entregarle mi vida y perderla por Él, y que además quería hacerlo siendo Carmelita Descalzo, sin saber bien que era, porque el Señor puso esa certeza en mí desde el principio. Estuve toda la celebración llorando.
¿En qué consiste el noviciado?
Es una etapa de más recogimiento, donde lo que se pretende es probar al Novicio para ver si esta es su verdadera vocación, de profundizar en tu vida interior, intentando reducir al mínimo todos los estímulos de fuera para conocerte mejor y escuchar la voz del Señor.
Yo diría que es la etapa más importante, en el sentido de que se forma al religioso en su propio carisma. La mitad de la mañana trabajamos, o barremos, que es nuestro hobby favorito, y por la tarde tenemos dos horas de clase.
Ser joven y optar por la vida consagrada hoy en día ¿no es un poco raro?
A ojos del mundo, seguir a Cristo es muy raro. Por desgracia, hoy en día vemos que los valores cristianos se han convertido en contravalores de la sociedad, incluso a veces dentro de la misma Iglesia, algunos valores, como la castidad, no se entienden.
Ser consagrado de Dios significa ser “de uso exclusivo para Él”, y hoy en día el compromiso es algo que da terror y que no está bien visto, además, lanzarse a un compromiso con alguien que no se ve con los ojos físicos desde luego que en el mundo no se entiende, y a veces incluso nosotros no lo entendemos. Seguimos a Cristo porque Él se ha enamorado de nosotros. Uno no decide de quien se enamora, es algo que acontece, y el amor como tal, por esencia es eterno. Otra cosa son los sentimientos, pero el amor es eterno, y el consagrado responde a ese amor que ha recibido de Dios.
¿Qué estudiáis los novicios?
Básicamente como ser un seguidor de Cristo, un buen religioso y un buen Carmelita Descalzo. Con el estudio y la lectura de nuestros santos, de la regla y las normas por las que nos regimos, y nos preparamos para la consagración religiosa a la que nos llama Cristo mediante la Iglesia. También hacemos cursos de los votos (obediencia, pobreza y castidad), de vida religiosa, de liturgia….
¿Qué es lo que te atrae de este modo de vida?, ¿crees que puedes encontrar la felicidad en la vida consagrada?
Muchas veces pensamos que Jesús nos llama aquí para ser felices, y la felicidad conforme se entiende y se nos vende, de estar bien, de no estar nunca triste, que no te pase nada, sin problemas… yo no he venido a buscar eso, porque Jesús me propone mucho más que todo eso.
Si Cristo murió por nosotros en la cruz, expresándonos el mayor amor que puede haber, no he venido a preocuparme por si soy feliz o no lo soy, he venido a seguirle. Si estoy aquí no ha sido por una decisión mía, ha sido porque Jesús me mostró en un momento que estaba enamorado de mí, y yo, sin poder prácticamente resistirme a su amor le dije que sí, y eso es lo que mueve mi vocación.
¿Qué papel juega la oración en la vida de un novicio?
Doy gracias a Dios porque tenemos dos horas de oración personal comunitaria, donde nos reunimos todos los hermanos de la comunidad en la capilla y estamos en silencio, buscando a ese Dios escondido y que se encuentra dentro de nosotros, buscando el conocimiento propio, que no es otra cosa que saber nuestra propia miseria y que no somos nada, y ¿qué miseria es esa?, pues que somos limitados, que las cosas y lo que hacemos no es como a nosotros nos gustaría, esa es nuestra verdad, y es una miseria que nos ayuda a amar a Dios. La verdad de uno mismo, aunque así nos lo vendan, no se puede encontrar sin Dios. Solo ante los ojos de Dios podemos saber quiénes somos realmente. Y eso es lo que se pretende en la oración. Dice Santa Teresa de Jesús que “el alma es de cristal, castillo luminoso, perla oriental”, en el alma mora Él, y con la oración pretendemos unirnos a Jesús y ser completamente de Él. Sin oración yo no entiendo mi vida, ni mi vocación, y nada tendría sentido. Si hay algún eje transversal en mi vida es la continua búsqueda de Dios, y sin la oración no hay búsqueda de Dios.
La vida interior es un aspecto fundamental y esencial de la vida cristiana, ¿crees que la cuidamos lo suficiente?
A veces arrasamos con nuestra vida interior, y vivimos como si Él no existiera, y es normal, porque profundizar en nuestra vida interior es una de las cosas más desgarradora que hay. A nadie le gusta reconocer su miseria, o ser sabedor de que todo no depende de sí mismo, de que necesita ayuda.
La vida interior hace que seas consciente de tus propios sentimientos y eso es mortal, porque te preguntas porqué estas triste, porqué sufres, es la expresión de la autocrítica, de cuestionarse, y este mundo vende todo lo contrario, vende la aparente superficialidad, donde todo es plano y no hay movimiento, y se busca el no sufrir, el no cuestionarse las cosas, el acallar la voz interior.
Los cristianos, que estamos en esta sociedad corremos el riesgo de beber de esta forma de pensar y de caer en la superficialidad que destroza nuestra vida interior e impide la comunicación con Dios, porque si el hombre tiene un anhelo de Dios, mucho más es el amor y el anhelo que tiene Dios de nosotros, siempre Él nos busca primero a nosotros, y sin vida interior no hay vida de fe, no hay vida de oración, no hay vida con Dios.
¿Quién es Dios para ti?
El Dios que se me muestra siempre ha sido un Dios muy amoroso, pero incluso en un sentido muy humano, con mucha pasión, muy parecido a una relación amorosa entre dos personas, Él es el amado, el esposo del alma, quien por las mañanas me levanta de la cama diciéndome: “es hora de amar, es hora de amarme”. Mi relación con Dios es como una canción de amor de estas muy empalagosas.
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