Jose Edo, voluntario de prisiones: «Tu vida se transforma en pasión por los pobres»
Este lunes, 24 de septiembre, se celebra la Virgen de la Merced, patrona de los presos y de los que trabajan en los centros penitenciarios. Esta mañana el Obispo ha celebrado una Eucaristía en la Castellón, y se desarrollaran diversos actos en las prisiones de la Plana y de Albocácer.
La Pastoral Penitenciaria goza de un merecido reconocimiento por su labor tanto dentro como fuera de los centros. En ella intervienen numerosos voluntarios, como José Edo (Castellón 1972), que comenzó en 1993, con 20 años. Ahora cumple 25 años de fidelidad. Durante este tiempo se ha casado, ha tenido dos hijos, es un profesional, un hombre adulto… Pero cada domingo, ahí está, en el centro penitenciario, tocando la guitarra rodeado de personas a las que les encanta cantar, abren el corazón sin complejos y buscan un espacio de esperanza como el aire. El delito, es secundario.
- ¿Cómo decidiste comenzar a ser voluntario de la Pastoral Penitenciaria?
- Ya conocía la prisión porque había participado en actividades de jóvenes de la Parroquia de San José Obrero que realizábamos con los jóvenes encarcelados. Pero al volver del servicio militar, decidí participar en un encuentro en Burgos con enfermos de sida. Entonces era una enfermedad sin cura. Y allí compartiendo su realidad, muchos de ellos venían del mundo de la prisión fue despertando en mi la necesidad de dedicarme de verdad a estas personas.Desde entonces mi misión es acompañar en las Eucaristías todos los domingos de 9:30 a 13h.
- No siempre habrá sido fácil.
- Cuando eres joven, todos tus amigos están de marcha y tú tienes que ir a acostarte antes para madrugar el día siguiente. Pero cuando vas, te das cuenta que te están esperando y que ha valido la pena el esfuerzo de madrugar, te dicen que les aportas un poco de oxígeno, valores diferentes… Te preguntan e intentas responder como piensas que Jesús lo haría.
- ¿Cómo se vive la Eucaristía en la prisión?
- Es uno de los momentos en los que ellos tienen un espacio de silencio y recogimiento, donde alguien les habla de esperanza, que puede haber un cambio en sus vidas. Por eso se vive con mucho respeto y cariño.
- ¿Cómo has cambiado en estos 25 años?
- Lo primero que aprendo en prisión es ver los internos como personas. Intento nunca etiquetar ni preguntar el delito, y en mi vida me ha enseñado a valorar las personas con respeto, sin etiquetar.Con el tiempo también me he implicado en el acompañamiento de menores con los padres en prisión, o en el piso de la Pastoral para permisos penitenciarios. Al final tu vida acaba transformándose en una pasión por los pobres.
- ¿Cómo habéis transmitido con tu esposa esta pasión a vuestros hijos?
- Toda su vida han visto que nuestro hogar es una casa de acogida. Pobre, preso o necesitado siempre han estado en nuestro vocabulario. Han comido con ellos, les hemos explicado quienes son, saben que son personas normales, han visto cómo preparamos las actividades. Nos escuchan mucho hablar de la prisión y ahora que tienen 17 y 13 años nos preguntan directamente cómo es. El mayor tiene unas ganas locas de cumplir los 18 para poder comenzar como voluntario.
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