Jubileo y envío de catequistas y profesores de religión
Queridos diocesanos:
Al inicio del curso pastoral, todos los años convoco como Obispo diocesano a los catequistas y profesores de religión para enviarlos a catequizar en las parroquias o comunidades eclesiales o a enseñar la religión y la moral católica en la escuela de iniciativa pública o social, concertada o no concertada. Este envío tiene lugar en una celebración de la Eucaristía, que es la fuente y cima de la vida y de la misión de toda la Iglesia. De este modo, catequistas y profesores de religión adquieren una conciencia más viva de que es Jesús mismo quien los envía a través de su Iglesia a catequizar y a enseñar en su nombre. En esta ocasión lo haremos con la celebración del Año Jubilar diocesano.
El Jubileo es un tiempo de gracia de Dios para la conversión y la renovación personal y comunitaria, pastoral y misionera de toda nuestra Iglesia; es un tiempo “para crecer en comunión y salir a la misión”. Todos los cristianos, por el bautismo y la confirmación, estamos llamados por el mismo Jesus a ser discípulos misioneros suyos; es decir a creer en Él y a vivir unidos a Él, como el sarmiento a la Vid, a seguir sus huellas y sus palabras, y a anunciar el Evangelio de palabra y por el testimonio de vida, allá donde nos encontremos, como nos recuerda el Papa Francisco. Si todos los diocesanos estamos invitados a acoger la gracia jubilar, más si cabe, lo estamos quienes tenemos una vocación y misión especial en la Iglesia: los pastores para el ministerio pastoral, los catequistas para acompañar el proceso de la iniciación cristiana de niños, jóvenes o adultos o en el neocatecumenado de adultos ya bautizados; los profesores de religión y moral católica para la transmisión de la fe y moral de la Iglesia; y los profesores cristianos para ser discípulos misioneros del Señor y del Evangelio por la palabra y el testimonio de vida en el ejercicio de su tarea educativa.
Los catequistas y profesores de religión participan de un modo especial del ministerio de la Palabra que Jesús confía a sus Apóstoles. Y unos y otros desempeñan su tarea en ámbitos distintos, pero complementarios y necesarios en el proceso unitario de la iniciación cristiana y de la trasmisión de la fe a niños, adolescentes y jóvenes.
El gesto del envío nos conecta y une con el mismo Jesús. Los Apóstoles recibieron un día de Cristo Jesús la misión de proclamar con su autoridad el Evangelio: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16,15), les dijo. Esta misión específica se continúa en la Iglesia en el ministerio apostólico de los Obispos. Y los catequistas y profesores de religión son enviados para cooperar en este ministerio y misión apostólicos y hacerlo en nombre de la Iglesia.
Por ello, como en el caso de los Apóstoles, quien es enviado a la misión ha de ser, antes de nada, un discípulo incondicional del Señor Jesús, para dar testimonio de lo que ha visto, oído y vivido; es decir, ha de creer, amar y seguir a Jesucristo, a quien ha de anunciar y de quien procede toda misión en la Iglesia. Como a los Apóstoles en su momento, Jesús invita a catequistas y profesores de religión a estar con Él, a intimar con Él, a conocerlo, a amarlo para ser enviados a catequizar y enseñar. Este es fundamento y la fuente toda acción catequética y toda de la clase de religión. Aquí radica la necesidad de la formación inicial y permanente de catequistas y profesores de religión. Este debe ser el alimento de su tarea diaria, de sus preocupaciones, de sus anhelos y de sus esperanzas. Esta es la fuerza para su dedicación y entrega a catequizandos y alumnos.
Todos necesitamos crecer en la comunión con el Señor y entre nosotros para sabernos y sentirnos Iglesia diocesana, para fortalecer nuestra vinculación afectiva y efectiva con nuestra Iglesia diocesana y para salir a la misión. El encuentro con el Señor con quienes compartimos la misma fe y misión nos ayuda a recuperar la alegria en la tarea y nos alienta en la misión. Celebrar juntos el Jubileo reavivará nuestra fe en la presencia del Señor Resucitado en medio de nosotros y abrirá nuestros corazones a la acción del Espíritu Santo para acometer con esperanza la tarea que Jesús a través de su Iglesia nos encomienda.
Vivimos tiempos recios, como diría Santa Teresa. Los catequistas y los profesores de religión no lo tienen fácil en su tarea ante la increencia y la indiferencia religiosa ambiental, la despreocupación de muchos padres, la falta de interés de catequizandos y alumnos o las trabas legislativas y administrativas. Ante ello puede que surja la tentación del desaliento. Pero no tengamos miedo. Jesús nos dice: “Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 21). No estamos solos: el Señor resucitado nos acompaña, conforta y alienta por la fuerza del Espíritu Santo, la protección de la Virgen de la Cueva Santa y la cercanía de la comunidad de nuestra Iglesia diocesana.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
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