D. Casimiro invita a acoger la llamada de Cristo, reavivar la esperanza y dar testimonio con la vida, en la fiesta de San Pascual

La ciudad de Vila-real ha honrado hoy a su hijo predilecto y patrón, San Pascual Bailón, también patrono de la Diócesis de Segorbe-Castellón, en una Solemne Eucaristía celebrada en su Basílica y presidida por el Obispo Mons. Casimiro López Llorente. Cientos de fieles, representantes del tejido social y empresarial, representantes de diferentes movimientos y realidades eclesiales de Vila-real, así como el alcalde de la ciudad y la corporación municipal, la reina de las fiestas y su corte de honor, han participado en esta tradicional y sentida celebración, que une fe, cultura y devoción popular.


Junto a D. Casimiro, han conclebrado el Abad de Poblet, D. Rafael Barrué; el Vicario General y párroco de la Arciprestal San Jaime de Vila-real, D. Javier Aparici; y una destacada representación de los sacerdotes de la Diócesis de Segorbe-Castellon.



La Basílica ha acogido una liturgia cuidadosamente preparada, con una ambientación musical de gran altura. La Coral Sant Jaume, bajo la dirección de Alfredo Sanz Corma, ha interpretado la obra compuesta por Rafael Beltrán Moner, también hijo predilecto de Vila-real. Esta obra solemne fue compuesta especialmente para la Misa Pontifical del Día de San Pascual, con motivo del 700 aniversario de la fundación de Vila-real por el rey Jaume I en 1974, y desde entonces forma parte esencial del alma litúrgica de esta celebración.





«Llamada, esperanza y testimonio»: claves del mensaje episcopal de nuestro Obispo

Durante la homilía, el Obispo ha dirigido un mensaje profundamente esperanzador y pastoral, en el marco del Jubileo de la Esperanza convocado por el Papa Francisco para este 2025. Mons. Casimiro López Llorente ha basado su reflexión en torno a tres palabras que, según ha afirmado, “deben quedar grabadas en nuestra mente y ayudarnos a caminar como peregrinos de esperanza”: llamada, esperanza y testimonio.

Llamada: «Venid a mi todos los que estáis cansados…»

D. Casimiro ha comenzado su meditación con la llamada de Cristo, que resuena con fuerza en los corazones abatidos de nuestro tiempo: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”. Jesús —ha afirmado el Obispo— «no invita desde el poder, sino desde la ternura, desde el corazón manso y humilde, para ofrecer descanso y alivio en medio de la desesperanza moderna». “Esta llamada —ha recordado D. Casimiro— solo puede ser acogida por los sencillos, los humildes, los pobres de espíritu, como lo fue San Pascual”.

Ha invitado a los fieles a no vivir como si Dios no existiera, recordando cómo el santo, incluso cuando no podía asistir a misa, se arrodillaba en oración al oír la campana que anunciaba la consagración. “La Eucaristía era su vida. Y esa vida unida a Cristo le sostenía en todo momento”.

La esperanza: el antídoto contra el vacío del mundo

En un mundo marcado por guerras, incertidumbre, deshumanización, crisis ecológicas y sociales, el Obispo ha advertido que “la esperanza parece escurrirse de nuestras manos”. En contraste, Cristo resucitado, «es la única esperanza que no defrauda».
“Vivimos un agotamiento de una civilización que confía solo en el progreso técnico, olvidando que sin Dios no hay futuro”, ha insistido D. Casimiro. Frente a ese escenario, ha exhortado a mirar al Resucitado y a reavivar la fe pascual: “El encuentro con Cristo vivo nos da pistas para el camino y certeza en medio de la confusión”.

También ha citadio a Benedicto XVI para reforzar la idea de una esperanza firme y confiable, que hace posible vivir el presente, aunque sea fatigoso, si se camina hacia una meta digna y eterna.
Testimonio: hacer visible el amor de Dios
En tercer lugar, a imagen de San Pascual, ha animado a los fieles a ser signos vivos de esperanza en un mundo herido, y así ha la carta del apóstol San Pedro, exhortando a “estar siempre dispuestos a dar razón de vuestra esperanza”.

Pero más allá de las palabras, ha insistido en acciones concretas, porque “ser testigos de esperanza – ha puntualizado – exige trabajar por la paz, cuidar la vida desde su concepción hasta su fin natural, defender la dignidad de los pobres, acompañar a los jóvenes sin futuro, a los enfermos, a los migrantes y a los encarcelados”.

“No hay esperanza sin ejercicio concreto de la misericordia”. El camino hacia un mundo más fraterno, ha subrayado, pasa por una conversión profunda que nos lleve a vivir el amor de Dios en cada gesto diario, en especial con los más necesitados.

San Pascual: un modelo de amor eucarístico y caridad humilde
En el transcurso de la homilía, el Obispo ha definido a San Pascual como un “testigo silencioso pero firme del amor de Dios”, profundamente enraizado en la Eucaristía y en el servicio a los pobres. “Portero y limosnero de su convento, supo ver a Cristo en cada necesitado”, ha afirmado.

Ha invitando a los fieles a seguir el ejemplo de su patrono con un corazón generoso, enamorado de Jesús y capaz de transformar la sociedad con el testimonio de la caridad vivida. “Que San Pascual nos ayude a ser esperanza para nuestro mundo, y que la Virgen María, Madre de la Esperanza, nos acompañe en nuestro caminar”, ha concluido.

La Eucaristía ha concluido con un ambiente de alegría, devoción y gratitud, confirmando que, también hoy, la figura de San Pascual sigue iluminando a su pueblo con la luz serena del Evangelio hecho vida.




