Un centenar de sacerdotes celebran con su obispo la fiesta de San Juan de Ávila
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Más de un centenar de sacerdotes han celebrado hoy a su patrón, San Juan de Ávila. Han comenzado la jornada con la eucaristía en la Concatedral de Santa María, presidida por Mons. Casimiro López, quien ha felicitado a todos los presbíteros por el don de su ministerio: “vosotros sabéis desgastar la vida y además con una alegría evangélica”, ha dicho. En la misa también han participado algo más de un centenar de fieles que han querido acompañar a los sacerdotes en el día de su fiesta.
El prelado ha destacado algunos atributos que no pueden faltar en la vida y la persona del sacerdote: la docilidad a Jesucristo como base de su ministerio, la confianza en Cristo Jesús, ser hombres de oración que acostumbren a leer con frecuencia las Escrituras, con el corazón pegado a la eucaristía y con especial atención a la confesión. “Sed humildes, sencillos de corazón, dóciles al Espíritu Santo”, les ha pedido el obispo a sus sacerdotes.
En este sentido el prelado también les ha pedido examinar su caridad pastoral al servicio de todas y cada una de las personas que Dios les ha confiado: “Es preciso ayudarnos entre nosotros y ayudar a los hombres y mujeres que Él nos ha encomendado. Pero cuidado, no podemos utilizarlos a nuestro arbitrio, no son cosa nuestra, sino del Señor”, ha apuntado Mons. Casimiro López. Quien además ha advertido del “especial cuidado en el anuncio fiel del evangelio y no hecho a nuestra medida”.
Tras la misa, los sacerdotes y seminaristas han participado en la conferencia a cargo del vicario general de Orihuela-Alicante, don José Luís Úbeda sobre “El sacramento de la reconciliación en el ministerio sacerdotal”
A la hora de comer se han desplazado al Mater Dei, donde han seguido compartiendo este día juntos y celebrando también las bodas de platino de D. Vicente Bengoechea Meyer, D. Félix Gómez Muñoz y D. Ernesto Montoliu Moliner; bodas de oro de D. José-Luis García Suller, D. Joan Llidó Herrero, D. José Pallarés Alcón, D. Pedro Saborit Badenes, D. Ramón Seguer Allepuz, D. José Burgos Casares y D. Antonio Esteban Esteban; y bodas de plata de D. Miguel Abril Agost, D. Jordi Mas Pastor, D. José Navarro García, D. Albert Ventura Rius yD. Juan-Alfonso Martínez Pérez (Prelatura Opus Dei’)).
La Mesa Diocesana por la Enseñanza defiende a la Consolación de Benicarló
/0 Comentarios/en De Enseñanza, Noticias destacadas/por obsegorbecastellonLa Mesa Diocesana por la Enseñanza ha acordado esta mañana apoyar al Colegio de la Consolación de Benicarló para reclamar que se mantenga la unidad de infantil eliminada por la Conselleria de Educación. El centro concertado ha recurrido la decisión, está recogiendo firmas en la plataforma change.org y espera que, como se consiguió con El Bisbe Pont de Vila-real la semana pasada, se pueda salvar la situación. La concentración está convocada para el sábado 14 de mayo a las 12h en la Plaza del Ayuntamiento de la población.
Con este gesto, la Mesa Diocesana por la Enseñanza pretende seguir defendiendo la libertad de elección de centro por parte de los padres que, en la actual campaña de matriculación, se está viendo “conculcada por la falta de transparencia y las medidas arbitrarias de la Consellería”, en palabras del Delegado Diocesano, Mauro Soliva.
El domingo 22 de mayo habrá una nueva concentración en la Plaza de la Virgen de Valencia con el lema «Un concierto por los conciertos» y promovida por las Escuelas Católicas de la Comunidad Valenciana y la Fundación de Colegios Diocesanos San Vicente Mártir, a la que igualmente se anima que padres, alumnos, profesores y personal de los colegios concertados presentes en la diócesis participen.
Esta ha sido la primera reunión de trabajo de la Mesa que se presentó la semana pasada y en la que participan directores de centros concertados católicos, asociaciones de padres, los sindicatos mayoritarios de la concertada, el delegado de Enseñanza de la diócesis y el vicario episcopal de Pastoral, D. Javier Aparici.
Fiesta de San Juan de Ávila
/0 Comentarios/en Homilías, Homilías 2016/por obsegorbecastellonHOMILÍA EN LA FIESTA DE SAN JUAN DE AVILA
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Castellón de la Plana, S.I.Concatedral, 10 de Mayo de 2016
(Act 20, 17-18. 28-32-36; Sal 88; Lc 5, 1-11)
Hermanas y hermanos todos en el Señor.
Queridos sacerdotes, diáconos permanentes, seminaristas, familias, miembros de vida consagrada y fieles laicos.
El Señor Jesús nos reúne en torno a la mesa de su Palabra y del Sacrificio de la Eucaristía para celebrar la fiesta de San Juan de Ávila, Patrono del clero secular español. Él, queridos sacerdotes, es nuestro “maestro ejemplar por la santidad de su vida y por su celo apostólico”, como hemos rezado en la oración colecta.
Cada vez que celebramos una jornada sacerdotal, que nos convoca a todos los sacerdotes, como esta de San Juan de Ávila, siento un especial sentimiento de comunión. Aquí está representada la diócesis entera, aquí estamos los obreros elegidos para trabajar en esta parcela de la viña del Señor, nuestra amada Diócesis de Segorbe-Castellón. Por encima de nuestras limitaciones y hasta de nuestras debilidades y pecados, esta es la Iglesia que, con palabras del Concilio Vaticano II, “encierra en su propio seno a pecadores y, siendo al mismo tiempo santa y necesitada de purificación, avanza continuamente por la ruta de la penitencia y de la renovación” (LG, n. 8). Por eso, en este Año Santo de la Misericordia os invito a perdonarnos y olvidar cualquier fricción o desencuentro que haya habido entre nosotros para dirigirnos todos unidos a Dios nuestro Padre y agradecerle las bendiciones que nos envía para que día tras día vayamos construyendo la comunión fraterna que nos promete y nos exige.
Y una de estas bendiciones sois vosotros, queridos sacerdotes jubilares. Por vosotros damos gracias a Dios en este día en que celebramos vuestros 25, 50 o 60 años de ordenación sacerdotal. Para vosotros el día de vuestra ordenación es una fecha inolvidable porque supuso la gracia especial de ser incorporados al sacerdocio de Cristo y de recibir la hermosa tarea de ser pastores en la Iglesia en nombre del único Buen Pastor. Felicidades a todo el presbiterio que quiere compartir con vosotros el gozo del ministerio y la acción de gracias por vuestra fidelidad. Vuestra presencia aquí nos dice lo que significa entregar la vida con caridad pastoral, confianza en Dios y alegría apostólica.
Muchas felicidades a todos en vuestras bodas sacerdotales; en sus bodas de diamante a D. Vicente Bengoechea Meyer, D. Félix Gómez Muñoz y D. Ernesto Montoliu Moliner; en las de oro a D. José-Luis García Suller, D. Joan Llidó Herrero, D. José Pallarés Alcón, D. Pedro Saborit Badenes, D. Ramón Seguer Allepuz, D. José Burgos Casares y D. Antonio Esteban Esteban; y en las de plata a D. Miguel Abril Agost, D. Jordi Mas Pastor, D. José Navarro García, D. Albert Ventura Rius y D. Juan-Alfonso Martínez Pérez (de la Prelatura dle’Opus Dei’)). Han sido años intensos, durante los cuales en la Iglesia y en la sociedad hemos vivido grandes cambios que nos han obligado a renovar nuestra formación, a modificar nuestras costumbres y a actualizar los contenidos y las formas de vivir nuestro ministerio. Nada de todo esto ha sido fácil, y en más de una ocasión estas circunstancias históricas nos han causado conflictos, sufrimientos y cruces, pero también alegrías y esperanzas. Porque sabemos bien de Quién nos hemos fiado.
El evangelio, que hemos proclamado, nos presenta la vocación de Pedro como paradigma de la vocación de los que somos llamados a ser pastores del Pueblo de Dios. San Lucas señala muy bien el contexto en el que tiene lugar esta vocación: la gente se agolpa en torno a Jesús para escuchar la Palabra de Dios. Jesús se sube a la barca de Simón; entra en el contexto vital de Pedro, el de un pescador, para predicar la Buena noticia. Después le pide que reme mar adentro y eche las redes al mar. Pedro reconoce que su tarea ha sido estéril durante toda la noche, pero afirma: «por tu palabra, echaré las redes». El evangelista no dice expresamente que sucediera un milagro, sino que «puestos a la obra, hicieron una redada tan grande, que reventaba la red».
Aparecen aquí dos notas que conviene interiorizar en nuestro propio ministerio: de un lado, echar las redes una o otra vez por la palabra de Cristo, confiados en él, entregados a su voluntad, sin quedar condicionados por nuestro trabajo tantas veces estéril; y de otro lado, ponernos a la obra que el Señor nos pide. Cada uno de nosotros podría comentar este pasaje evangélico desde su propia experiencia. ¡La docilidad a Cristo es el presupuesto de nuestra tarea! Las experiencias negativas, la aparente esterilidad e ineficacia de nuestra vida nunca justifica desconfiar del poder de la palabra de Cristo. «Por tu palabra echaré las redes». Si nos ponemos a la obra, Dios actuará, a su tiempo y a su medida; no sabemos cuándo y en qué medida, pero actuará. La vida y el ministerio de san Juan de Ávila son un claro testimonio del poder de Dios en un hombre que se fió de él y se sometió a su voluntad sin reserva alguna.
La reacción de Pedro en el Evangelio, como la de Santiago y Juan, es el asombro ante el poder de Cristo, que arranca la confesión humilde de Simón: «Apártate de mí, que soy un pecador». ¡Cuántas veces habremos dicho lo mismo ante los gestos del Señor en nuestro ministerio! ¡Somos y seremos siempre pecadores! Debemos contar con ello. Caeremos a los pies de Cristo, asombrados de la confianza que ha depositado en nosotros y ante la gracia que ha depositado en nuestras manos, ungidas y consagradas para la tarea. Cristo es fiel y nos confirma en la vocación de salvar a los hombres, de llevarlos a Él y congregarlos en torno a Él, como aquellas gentes que se agolpaban junto a Jesús buscando la Vida. Esta es nuestra preciosa tarea, que no se puede comparar con nada de lo que hemos dejado por seguir a Jesús. Nuestro tiempo no es fácil —ningún tiempo lo es— para evangelizar; no lo fue al inicio de la Iglesia no lo fue en la época de san Juan de Ávila. Pero Cristo ha subido a tu barca y a la mía, y ha comenzado a predicar desde nuestras condiciones concretas de vida. El nos ha introducido en el mar abierto, confiados en su palabra echamos las redes y le ofrecemos nuestras pobres personas para la faena. Afiancemos nuestra confianza en él y colaboremos en su obra, en la que Él tiene la iniciativa.
Para esto es preciso, como dice Pablo a los presbíteros de Éfeso, cuidar de nosotros y del rebaño que el Espíritu Santo nos ha encargado guardar, como pastores de la Iglesia de Dios que él adquirió con la sangre de su Hijo (cf. Act 20, 17). No se puede definir con mayor concreción la grave responsabilidad de nuestro ministerio. La Iglesia que el Señor ha puesto en nuestras manos, los hombres y mujeres de nuestro querido pueblo, ha sido adquirida por la sangre de Cristo. No son propiedad nuestra; no podemos disponer de ellos a nuestro arbitrio. Pertenecen al Señor y han sido sellados con su Espíritu. Nuestro ministerio es espiritual en su sentido más pleno, porque es el mismo Espíritu quien lo ha puesto en nuestras manos con un encargo especial: cuidar de la propiedad de Cristo. Nadie es propietario, ni señor del pueblo que pastorea, que tiene todo el derecho a ser pastoreado por el mismo Espíritu que nos ungió el día de nuestra ordenación
¿Cómo hacerlo? Con entrañas de misericordia, como Jesús mismo. A este respecto dice nuestro Santo Patrono en una carta escrita a Fray Luis de Granada: «Por tanto, quien quisiere ser padre conviénele tener un corazón tierno y muy de carne para haber compasión de los hijos, lo cual es muy gran martirio (…). De arte que, si son buenos los hijos, dan un muy cuidadoso cuidado, y si salen malos, dan una tristeza muy triste. Y así, no es el corazón del padre sino un recelo continuo y una continua oración, encomendando al verdadero Padre la salud de sus hijos, teniendo colgada la vida de la vida de ellos, como san Pablo decía: Yo vivo si vosotros estáis en el Señor» (1 Tes 3,8) (Epistolario, epíst. 1ª).
Y, Fray Luis de Granada, comenta así estas palabras del maestro Ávila: «Y lo que de esto puedo, en suma, decir es que no sabré determinar con qué ganó más ánimas para Cristo, si con las palabras de su doctrina, o con la grandeza de la caridad y amor, acompañado de buenas obras, que a todos mostraba. Porque así los amaba y así se acomodaba a las necesidades de todos, como si fuese padre de todos, haciéndose, como el Apóstol dice, todas las cosas a todos para ayudar a todos. Consolaba a los tristes, esforzaba a los flacos, animaba los fuertes, socorría a los tentados, enseñaba a los ignorantes, despertaba a los perezosos, procuraba levantar a los caídos, más nunca con palabras ásperas, sino amorosas; no con ira, sino con espíritu de mansedumbre, como aconseja el Apóstol. Todas las necesidades de los prójimos tenía por suyas, y así las sentía y les procuraba el remedio que podía. Con esto se juntaba una singular humildad y mansedumbre, que son las dos virtudes que hacen a los hombres más amables; y, sobre todo, era tan señor de ira, que no pienso, por cosas que acaeciesen, que jamás le viese nadie airado; afligido, sí, por los males ajenos, gozándose con los que se gozan y llorando con los que lloran» (Vida del Padre Maestro Juan de Ávila, Madrid (Edibesa) 2000, p.50-51).
Reconocer que Cristo ha adquirido a su Iglesia con su sangre, la sangre de la Eucaristía que celebramos cada día, es aceptar también que cada uno de nosotros está llamado a dar su sangre, a gastar y descastar su vida entera, por ese mismo pueblo que Cristo se adquirió para sí. Por eso, en su exhortación a los presbíteros de Éfeso el apóstol Pablo alude a la imagen del Buen Pastor, utilizada por Cristo; y les recuerda que «se meterán entre vosotros lobos feroces que no tendrán piedad del rebaño». El Buen Pastor no huye, dijo Jesús, cuando ve venir al lobo, aún a costa de su vida. San Pablo añade todavía una advertencia: «Incluso algunos de vosotros deformarán la doctrina y arrastrarán a los discípulos. Por eso, estad alerta». Con temor y temblor debemos vivir este aviso del apóstol, que nos pone en guardia frente a todo intento de predicar un evangelio distinto del que hemos recibido en la Tradición viva de la Iglesia. La fidelidad del discípulo al Maestro es fidelidad a su Verdad, que no queda al arbitrio de nuestras interpretaciones personales, porque pertenece a Cristo y a su Pueblo santo. Sí, hermanos, nuestro pueblo debe recibir la verdad íntegra de Cristo, quien ha venido precisamente para eso, para dar testimonio de la Verdad. Y todo el que es de la Verdad escucha su voz.
San Pablo nos exhorta también a cuidar de nosotros mismos para cuidar al rebaño. El Papa Francisco nos ha recordado que todos somos, en primer lugar, discípulos. Nunca dejamos de serlo. Nadie es maestro si abandona su condición de discípulo. Por eso, como presbíteros, debemos ser los primeros en ponernos a la escucha de la Verdad. No hay predicación verdadera sin acoger antes el Evangelio; no hay enseñanza sin haber abierto el alma, con el arado del Espíritu, a la siembra de la Verdad, que se realiza en la oración diaria, en el estudio asiduo, en la celebración de la Eucaristía y en el reconocimiento de nuestros pecados a los pies de Cristo. En su bula para el Año de la Misericordia, el Papa Francisco nos recuerda que «ser confesores no se improvisa. Se llega a serlo cuando, ante todo, nos hacemos penitentes en busca de perdón». Dado que nuestro ministerio consiste en cuidar del rebaño, debemos cuidar, como dice el apóstol, en primer lugar, de nosotros mismos. Un cuidado que nos sitúa en el seguimiento de Cristo con humildad, con sencillez de corazón y en obediencia al Espíritu que nos ha ungido. Sólo así estaremos en disposición de dar la vida por el rebaño cuando se ve amenazado por lobos feroces.
San Pablo, y san Juan de Ávila, en su constante trato con los sacerdotes, podían decir que de día y de noche no habían cesado de aconsejar con lágrimas en los ojos a cada uno en particular. Sólo lloramos por nuestro pueblo cuando lo amamos de verdad y vislumbramos que puede perderse. Si dejamos de amar, si no es indiferente, nuestro corazón se endurece y se hace incapaz de llorar por quien corre el riesgo de abandonar el camino o se ha alejado de él. Examinemos nuestra caridad pastoral y, en este empeño por ser pastores del pueblo de Dios, pidamos a Cristo que nos duelan los males y los peligros de nuestras gentes, de manera que la salvación de cada persona que nos ha sido confiada sea un acicate para dar la vida por ella.
Quiero terminar con las palabras de san Pablo llenas de esperanza y de consuelo: «Os dejo en manos de Dios y de su palabra, que es gracia y tiene poder para edificaros y daros parte en la herencia de los santos» (Act 20, 32). Hermanos, nunca estamos solos, Dios nos cubre y protege con sus manos, como dice el salmo, y la palabra que nos dirige cada día es gracia que nos edifica como Iglesia diocesana y como presbiterio. Como miembros de un único presbiterio, os animo a edificarnos mutuamente con el testimonio de la caridad, con la comprensión mutua, con el afecto fraterno y sincero de quienes estamos unidos por el mismo sacramento. Amémonos de verdad y miremos a los que van por delante de nosotros, sirviendo al Señor con humildad; por ellos damos gracias a Dios hoy con alegría, porque, a pesar de las dificultades, no dejan de mirar a quien los llamó con infinita misericordia y los hizo pescadores de hombres.
Que la Madre de Cristo y Madre nuestra, madre de los sacerdotes, a quien san Juan de Ávila mostró una piedad tierna y filial, nos permita servir a Cristo con su misma actitud de esclava del Señor. Amén.
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
Lunes de la 7ª Semana de Pascua
/0 Comentarios/en Lecturas del día/por obsegorbecastellonPRIMERA LECTURA
Hch 19, 1-8
Mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo atravesó la meseta y llegó a Éfeso. Allí encontró unos discípulos y les preguntó: – «¿Recibisteis el Espíritu Santo al aceptar la fe?». Contestaron: – «Ni siquiera hemos oído hablar de un Espíritu Santo». Él les dijo: – «Entonces, ¿qué bautismo habéis recibido?». Respondieron: – «El bautismo de Juan». Pablo les dijo: – « Juan bautizó con un bautismo de conversión, y diciendo al pueblo que creyesen en el que iba a venir después de él, es decir, en Jesús». Al oír esto, se bautizaron en el nombre del Señor Jesús; cuando Pablo les impuso las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo, y se pusieron a hablar en lenguas extrañas y a profetizar. Eran en total unos doce hombres. Pablo fue a la sinagoga y durante tres meses hablaba con toda libertad del reino de Dios,dialogando con ellos y tratando de persuadirlos.
SALMO
Sal 67, 2-3. 4-5ac. 6-7ab
R. Reyes de la tierra, cantad a Dios.
Se levanta Dios, y se dispersan sus enemigos, huyen de su presencia los que lo odian;
como el humo se disipa, se disipan ellos; como se derrite la cera ante el fuego,
así perecen los impíos ante Dios.
En cambio, los justos se alegran, gozan en la presencia de Dios, rebosando de alegría.
Cantad a Dios, tocad a su nombre; su nombre es el Señor.
Padre de huérfanos, protector de viudas, Dios vive en su santa morada.
Dios prepara casa a los desvalidos, libera a los cautivos y los enriquece.
EVANGELIO
Jn 16,29-33
En aquel tiempo, dijeron los discípulos a Jesús: – «Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que saliste de Dios». Les contestó Jesús: – ¿Ahora creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo».
Se clausuran las celebraciones por el 50 aniversario del Seminario Mater Dei
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Esta mañana la diócesis ha celebrado el 50 aniversario del Seminario Mater Dei. Tras los numerosos actos que se han ido sucediendo durante todo este curso en toda la diócesis, hoy se ha puesto punto final a los festejos con la eucaristía, que ha tenido lugar a las 11h. en la capilla del Seminario y que ha estado presidida por Mons. Casimiro López y concelebrada por unos 40 sacerdotes. También han participado unas 150 personas.
En su homilía, el obispo ha confesado que este 50 aniversario es, por un lado, motivo de “gozo, de alegría por los frutos y el trabajo para que la llama de la llamada no se apague”, y por otro lado, motivo también de “preocupación por la distancia del seminario de las comunidades cristianas y la escasez de vocaciones. Que el corazón de la diócesis, que es el seminario, no deje de latir”, ha insistido el obispo. “El seminario no es sólo cosa del obispo o de los rectores, es cosa de todos. Aquí se forman los futuros pastores de la diócesis y la diócesis dejaría de existir si no hay sacerdotes”. Ante esta gran preocupación, mons. López Llorente ha pedido intensificar el cariño y la cercanía al Seminario, y seguir rezando por los sacerdotes con confianza.
El prelado ha dado a gracias a Dios por los 140 sacerdotes que se han formado en el Mater Dei y no se ha olvidado de rectores, formadores y profesores que han formado parte de este seminario y han puesto en él “su empeño y su cariño”. Mención especial ha hecho mons. Casimiro López a su predecesor, mons. José Pont i Gol, quien erigió canónicamente el Seminario en 1966 tras la nueva conformación de la diócesis: “él sabía que aquí estaba la esperanza y el futuro de la diócesis”, ha reconocido López Llorente.
Tras la celebración eucarística, se ha presentado el libro “Apuntes para la historia del seminario Mater Dei”, del sacerdote don Pere Saborit Badenes y el arquitecto Ángel Albert Esteve.
50 aniversario del Seminario Mater Dei
/0 Comentarios/en Homilías, Homilías 2016/por obsegorbecastellonHOMILÍA EN EL 50º ANIVERSARIO DEL SEMINARIO DIOCESANO
MATER DEI
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Capilla del Seminario Diocesano ‘Mater Dei’’ – 7 de mayo de 2016
(Is 7, 10-14; 8, 10; Sal 39; Heb 10, 4-10; Lc 1, 26-38)
Amados todos en el Señor!
Hace 50 años exactamente, el 7 día de mayo de 1966, era inaugurado y bendecido por mi preclaro predecesor, Mons. José Pont i Gol, este complejo destinado a albergar el nuevo Seminario Diocesano Mater Dei. Creado el 2 de septiembre de 1961 y con actividad formativa desde el curso 1961-62 en la Casa de Huérfanos del Obispo Climent en Castellón, nuestro nuevo Seminario diocesano tenía por fin su casa propia. Celebrar esta efemérides suscita en un servidor un doble sentimiento. Por un lado es un sentimiento de gozo y de acción de gracias por estos 50 años dando buen fruto. Y por otro, la preocupación por la lejanía que creo detectar entre el Seminario y la Iglesia diocesana y, sobre todo, ante la escasez actual de nuevas vocaciones sacerdotales; ésta no nos debe llevar a la tristeza o al pesimismo paralizante y estéril, sino al compromiso cargado de esperanza, para que «el corazón» de nuestra Iglesia diocesana, el Seminario Diocesano siga latiendo con fuerza.
Nuestra primera mirada es de agradecimiento y se dirige a Dios Uno y Trino: el Padre de misericordia, por medio de su Hijo Jesucristo, en el amor desbordante del Espíritu Santo, ha derramado con generosidad sus dones en la historia de nuestro Seminario. Gracias sean dadas a Dios Padre, que con amorosa providencia ha cuidado la vida de esta casa con todas las personas que la han ido configurando. Gracias al Espíritu Santo, que ha repartido el carisma de la vocación sacerdotal en tantos jóvenes a lo largo de estos años y ha mantenido en sus corazones la llama viva del amor en una entrega generosa e incondicional. Gracias a nuestro Señor Jesucristo, centro de la vida de la Iglesia, del Seminario y de todo seminarista y sacerdote: siguiéndole a Él y tratando de prepararse para ser signo y transparencia suya en medio de la Iglesia y del mundo, se han ordenado en este Seminario 140 sacerdotes. Gracias a Dios por tanta generosidad. Gracias, hermanos sacerdotes, por vuestra entrega constante y desinteresada al servicio del Evangelio.
La figura de María, la Mater Dei y la Madre de la Iglesia, ha puesto a lo largo de estos años su belleza, su ternura, su protección y su ejemplo de docilidad y generosidad en esta casa; ella ha sido y es la vigilante cuidadora de sus hijos en las tareas formativas y apostólicas, la referencia constante de fidelidad y de firmeza esperanzada parta todos. En sus manos queremos poner también la acción de gracias que elevamos a Dios por todas las familias que confiaron al Seminario la educación de sus hijos. Unos llegaron a ser sacerdotes; otros, en el proceso de discernimiento vocacional, vieron que no era ése el camino por donde Dios les llamaba, pero aprendieron aquí a ser buenos cristianos y honrados ciudadanos.
Recogiendo las palabras de la Virgen María, queremos que nuestra alma proclame las grandezas de Dios, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en nosotros (cf. Lc 1,46), a través de los diversos equipos de Rectores, formadores y profesores, que han entregado lo mejor de su vida a la educación de los seminaristas, con el desprendimiento y la esperanza del sembrador. No olvidamos a todas las demás personas, que han contribuido, cada cual con su trabajo, a llevar adelante la tarea formativa del Seminario, haciendo que tantos jóvenes crecieran sanos de cuerpo y de espíritu.
Nuestro agradecimiento a Dios es de un modo muy especial por el Obispo fundador del Seminario, Mons. José Pont i Gol. Este Seminario es la obra cumbre de su largo y fecundo ministerio pastoral en la Diócesis. A él entregó su inteligencia, su corazón y sus desvelos. Tanto en la construcción como en la dotación de formadores y profesorado. El supo también motivar a numerosos y generosos bienhechores que con sus bienes hicieron posible construir el Seminario y mantenerlo, además de prestar ayuda económica imprescindible a muchos seminaristas. Para ellos nuestro recuerdo agradecido y nuestra oración. Por el Seminario apostó todo Mons. Pont i Gol, sabiendo que en él estaba la clave de la fecundidad pastoral de la Diócesis. A la par que agradecemos al Señor esta obra de Mons. Pont i Gol, lo encomendamos a Dios para que lo haya admitido en su gozo, como servidor bueno y fiel. Y junto a Mons. Pont i Gol hemos de agradecer también el afecto y el apoyo al Seminario de los Obispos que le han seguido en el gobierno de la Diócesis: D. José María Cases Deordal y a D. Juan Antonio Reig Plá..
Toda la comunidad diocesana se alegra en este 50º Aniversario, porque el Seminario es algo muy suyo y le pertenece. Por eso mismo, este día nos llama a asumir todos el compromiso a favor del Seminario diocesano Mater Dei y las vocaciones sacerdotales.
Hay un primer compromiso, por parte de la Diócesis, de conservar este edificio ya histórico y adecuarlo para que cumpla su misión prioritaria y además darle la mayor rentabilidad pastoral posible. En ello está comprometida la Diócesis: el año pasado se restauró esta Capilla; este año se está haciendo lo mismo con el pabellón destinado a Seminario menor; y poco iremos haciendo lo mismo con el resto de pabellones.
Pero no podemos olvidar que todo este complejo fue construido para acoger la institución educativa y formativa de los seminarios diocesanos, mayor y menor. Y, a este fin principal y prioritario deberá destinarse; a él han de subordinarse el resto de usos: el colegio diocesano Mater Dei -que celebra este año 25 años de existencia-, los encuentros pastorales, las convivencias y otras actividades a los que pueda dar cabida. Lo que preocupaba y motivó a Mons. Pont i Gol para tomar la decisión de la construcción de esta casa fue el «considerable aumento de alumnos, provocado por el cambio de límites» de la Diócesis. Y lo que movió a la generosa colaboración económica de parroquias, fieles y otras instituciones para la financiación de las costosas obras fue el llamamiento episcopal a colaborar para que la recién erigida Diócesis de Segorbe-Castellón dispusiera de un lugar capaz, digno y adecuado para el recién erigido Seminario Diocesano y para la formación de los seminaristas.
Esta finalidad del edificio es la que también hoy nos debe seguir interpelando y preocupando prioritariamente; a saber: nuestro Seminario diocesano Mater Dei como comunidad educativa, que acompaña en su discernimiento vocacional a los niños y adolescentes que sienten la llamada del Señor al sacerdocio -Seminario Menor-, y como comunidad formativa de los futuros sacerdotes de nuestra Iglesia diocesana -Seminario Mayor-.
Nuestro Seminario debería ser una preocupación de todos, debería estar siempre presente en la vida de nuestra Diócesis, de nuestras parroquias y comunidades, de nuestro presbiterio. Nos urge –y mucho- recuperar o intensificar nuestro cariño, preocupación y compromiso con nuestro Seminario diocesano Mater Dei. En él se forman los futuros pastores, que necesitan nuestras comunidades. Ellos serán testigos del amor y de la misericordia de Dios en nombre y en representación del Buen Pastor. Nuestros antepasados respondieron siempre con cercanía y generosidad. Ahora nos toca a nosotros hacer lo propio. No olvidemos que nuestro Seminario es el corazón de nuestra Diócesis; es, pues, cosa de todos.
Y, junto con ello, una cuestión previa debe centrar nuestra atención: la promoción de las vocaciones al sacerdocio mediante la oración por las vocaciones y la predicación sobre la vocación, mediante la propuesta vocacional a niños, adolescentes y jóvenes, mediante la acogida cordial y el acompañamiento delicado de quienes sientan y escuchen la llamada del Señor al sacerdocio. Hace cincuenta años había un aumento considerable de alumnos; por desgracia, desde hace años hasta hoy sufrimos un fuerte invierno vocacional que nos ha de interpelar a todos y nos ha de llevar a la implicación personal, familiar y comunitaria en la promoción de las vocaciones al sacerdocio ministerial.
Hoy no es fácil hablar de vocación. El contexto cultural actual propugna un modelo de ‘hombre sin vocación’ y ‘sin Dios’. Interesa lo inmediato, lo útil, el tener; falta una perspectiva de la persona como proyecto de vida. El futuro de niños y jóvenes se plantea, en la mayoría de los casos, reducido a la elección de una profesión o a tener una buena situación económica, pero sin apertura a Dios. Y, sin embargo, una mirada creyente de la propia existencia descubre que Dios tiene una vocación para cada uno. Es su proyecto, su pensamiento amoroso para cada uno. En ella encuentra cada uno su nombre y su identidad, que garantiza su libertad y su felicidad. No es antinatural proponer a un niño o adolescente que se plantee ante el Señor y ayudarle a discernir, si Jesús le llama al sacerdocio: es una concreción de la vocación cristiana.
Dios sigue llamando al sacerdocio a niños, adolescentes y jóvenes, también en nuestra Iglesia diocesana. !Que no nos ocurra como al rey Acaz, que dudaba de la presencia de Dios en medio de su pueblo y buscaba alianzas terrenas! (cf. Is 7, 10-14). Hay signos claros de que Dios sigue llamando al sacerdocio y que son motivo para nuestra esperanza y acicate para el trabajo vocacional; lo son estos pequeños que participan en el Seminario en Familia, algunos de los cuales están ya en el Seminario menor, que hemos la reabierto el presente curso escolar.
La celebración de este 50º Aniversario debería llevarnos, como Diócesis, a empeñarnos en ser altavoces de Dios en la llamada vocacional y mediadores suyos para crear el clima propicio para que pueda ser acogida con generosidad. El fomento de nuevas vocaciones en nuestra Iglesia diocesana y de manera especial en el presbiterio diocesano, debe ser un tema mayor en nuestras preocupaciones pastorales, porque de él depende en gran medida el futuro de nuestra Diócesis. En efecto, el sacerdote es imprescindible para construir la Iglesia como misterio de comunión y misión. La vocación sacerdotal es un misterio que hunde sus raíces en el sacerdocio de Cristo Buen Pastor, de quien son signo y transparencia, y en la Eucaristía que edifica a la Iglesia.
La vocación sacerdotal nace del encuentro personal de un chico o un joven con Cristo vivo; un encuentro en que el chico o joven descubre una llamada personal, única e irrepetible, a la que está invitado a responder con alegría, entrega y generosidad, como la Virgen María. Para ello es imprescindible hacer de las familias y de las comunidades cristianas ámbitos de oración, donde la presencia de Cristo sea más viva y real, cercana y concreta, donde su voz pueda ser escuchada y acogida.
Necesitamos orar con insistencia a Dios para pedirle el don de nuevas vocaciones al sacerdocio ordenado. La oración nos ayuda, a la vez, a tomar conciencia de la necesidad urgente que tiene nuestra Diócesis de nuevas vocaciones. Ayudemos todos a nuestros niños, adolescentes y jóvenes a hacerse sin miedo esta pregunta: “Señor, ¿qué quieres que haga en mi vida”. Si sienten la llamada al sacerdocio, ayudémosles a responder con alegría y generosidad. Será nuestro mejor servicio a su felicidad, y el mejor fruto de este 50º Aniversario de nuestro Seminario diocesano mater Dei.
Una vez más pongo bajo la protección de la Virgen, la Mater Dei, a nuestro Seminario. Y que por su intercesión el Señor nos conceda el don de nuevas y santas vocaciones al sacerdocio. Amén.
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
Colabora económicamente con tu Iglesia
/0 Comentarios/en Cartas 2016, Noticias destacadas/por obsegorbecastellonQueridos diocesanos:
Antes de ascender a los cielos, Jesús encomendó a sus discípulos la misión de ir al mundo entero y anunciar el Evangelio a toda creatura. La evangelización descansa en último término en Dios, que la sostiene por la fuerza del Espíritu Santo; pero Jesús la ha puesto en manos de todos sus discípulos, de la comunidad de la Iglesia, que formamos todos los cristianos. La misión corresponde, pues, a todos los bautizados y pide la colaboración activa y responsable de todos. Esta colaboración va desde la vivencia personal y coherente de la propia fe, pasa por la implicación personal en la vida y en las tareas de la Iglesia y pide también nuestra colaboración económica.
Es obvio que nuestra Iglesia necesita de medios humanos y materiales, así como de recursos económicos para poder llevar a cabo su misión. Sin estos medios no se puede llevar a cabo el anuncio del Evangelio, la atención a todo el que se le acerca, la catequesis, la formación de cristianos adultos, la remuneración de los sacerdotes y otras personas al servicio de la Iglesia, el culto, la atención de las parroquias, de los enfermos, pobres y necesitados –aquí y en países más pobres-, la conservación del patrimonio y templos, la evangelización en tierras misión o la ayuda al Tercer Mundo. Muchas son las necesidades, pero pocos los recursos económicos de que disponemos.
En mi visita pastoral, por ejemplo, rara es la parroquia que no me ha planteado sus necesidades económicas; en muchos casos, me habéis pedido ayuda para arreglar vuestras iglesias o para otras tareas. Siempre quedan peticiones que no puedo atender. Sabéis bien, porque así os lo he explicado, que nuestros medios económicos son escasos. Sólo con la implicación generosa de todos los fieles, la intercomunicación de bienes, la austeridad y el reparto equitativo es posible atender en algo a las necesidades de todos. Siempre ha sido así; desde la primera comunidad cristiana hasta nuestros días, la Iglesia se ha financiado fundamentalmente de la generosidad de sus fieles y de la intercomunicación de bienes entre las comunidades eclesiales.
En este momento, la financiación de la nuestra Iglesia diocesana se consigue gracias al Fondo Común Interdiocesano y a las aportaciones directas y voluntarias de los fieles en colectas, donativos y herencias. Desde el Fondo Común Interdiocesano se reparte solidariamente entre las Diócesis el dinero de la casilla de la Iglesia en la Declaración de la Renta; en nuestro caso supone casi el 70% de los ingresos anuales de la Diócesis, que es bastante más de lo que se recauda entre nosotros por la asignación tributaria. Es decir: recibimos del fondo común bastante más de lo que aportamos; ello se debe gracias a la solidaridad de otras diócesis, incluso más pobres que la nuestra.
Esto nos debería hacer pensar. Por ello apelo una vez más a vuestra responsabilidad. Estamos en el periodo de la Declaración de la Renta: una forma sencilla, pero necesaria, de colaborar y de cumplir con nuestra responsabilidad y nuestro deber de ayudar a la Iglesia en sus necesidades, es poner la X en el impreso de la Declaración de la Renta en la casilla correspondiente a la Iglesia católica. No cuesta nada hacerlo. Al poner la X no se paga más. También hay que poner la X si sale a devolver, porque tampoco nos van a devolver menos. Nos hemos de preocupar personalmente de poner la X y animar a otros a hacerlo. Debemos revisar el borrador que recibamos; si la opción del borrador no coincide con nuestro deseo, podemos cambiarla por internet, por teléfono o en la oficina de la Agencia Tributaria.
Nos urge además recuperar el sentido de la gratuidad para valorar y agradecer los bienes recibidos de Dios por medio de nuestra Iglesia. Es preciso sentir a nuestra Iglesia como nuestra familia, que la necesitamos y queremos vivir comprometidos con su vida y su misión para que el Evangelio llegue a todos, en especial a los más pobres. Ello despertará también nuestra generosidad para ayudar a nuestra Iglesia en sus necesidades espirituales y también en las económicas, siendo generosos en las colectas, legados y herencias, así como con las suscripciones periódicas. .
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
Se pone en marcha la Mesa Diocesana por la Enseñanza
/0 Comentarios/en De Enseñanza, Noticias destacadas/por obsegorbecastellonEsta mañana se ha puesto en marcha la mesa diocesana por la enseñanza. En la reunión han estado presentes los directores de la escuela concertada católica, asociaciones de padres, los sindicatos mayoritarios de la concertada, el delegado de Enseñanza de la diócesis, el vicario episcopal de Pastoral y el Obispo, Mons. Casimiro López. Los presentes han designado como miembros de la mesa de trabajo a tres directores de centro, a los que se unirán la CONCAPA representando a los padres, los sindicatos, el delegado de Enseñanza y el vicario de Pastoral. Además, se invitará a participar, cuando el tema lo requiera, a asesores técnicos (jurístas, pedagogos, expertos en comunicación, etc).
Los diferentes entes han analizado cómo están afectando los cambios de Consellería a cada uno de los centros y como esto está menoscabando la libertad de los padres a decidir la educación de sus hijos, la libertad de enseñanza y creación de centros. Y han manifestación su desacuerdo ante los recortes sufridos, por ejemplo en aulas de atención a la diversidad pedagógica, así como el rechazo a la eliminación de unidades que planteaba el arreglo escolar y frente a las que se han interpuesto las correspondientes alegaciones.
En vistas a la publicación en las próximas horas de la resolución de las alegaciones presentadas contra el arreglo escolar, se ha convocado para el próximo martes, día 10, la primera mesa de trabajo para analizar cómo queda definitivamente la oferta educativa y las consecuencias en los derechos de los padres a la hora de elegir con libertad el centro donde estudiarán sus hijos.
También se ha animado a padres, alumnos, profesores y personal de los colegios concertados presentes en la diócesis a sumarse a la concentración en defensa de la libertad de enseñanza, que el domingo 22 de mayo se realizará en la Plaza de la Virgen de Valencia, bajo el lema «Un concierto por los conciertos», promovida por las Escuelas Católicas de la Comunidad Valenciana y la Fundación de Colegios Diocesanos San Vicente Mártir de Valencia.
Además del carácter reivindicativo, la mesa tiene entre sus objetivos elaborar un Plan de Sensibilización sobre la Educación Católica que ponga en valor todo lo positivo que ésta aporta al conjunto de la sociedad.
El Obispo pide acompañar a los sacerdotes en el día de su fiesta
/0 Comentarios/en Noticias destacadas/por obsegorbecastellonEl próxima 10 de mayo la Iglesia conmemora a san Juan de Ávila, patrón de los sacerdotes. Por eso esa misma mañana, la diócesis celebrará esta fiesta con una misa en la Concatedral de Santa María a las 11h, presidida por Mons. Casimiro López y concelebrada por multitud de presbíteros.
El Obispo anima a todo el mundo a participar y a acompañar a los sacerdotes en la celebración: «Os pido a todos que hagáis un esfuerzo y os unáis a esta celebración de toda nuestra Iglesia diocesana y, en especial, de nuestro presbiterio diocesano. Nuestro Patrono, nuestros sacerdotes jubilares y la necesidad de fortalecer la alegría y la fraternidad sacerdotal bien se merecen nuestra presencia». El prelado explica que «en esta Eucaristía daremos gracias a Dios por el gran regalo de nuestro Santo Patrono y Doctor de la Iglesia Universal, S. Juan de Ávila, por el don del sacerdocio ordenado y por los años de servicio fiel y entregado a Dios en su Iglesia de todos y cada uno de los sacerdotes que celebran sus bodas de platino, oro y plata».
Este año celebran sus bodas de platino: D. Vicente Bengoechea Meyer, D. Félix Gómez Muñoz y D. Ernesto Montoliu Moliner; sus bodas de oro: D. José-Luis García Suller, D. Joan Llidó Herrero, D. José Pallarés Alcón, D. Pedro Saborit Badenes, D. Ramón Seguer Allepuz, D. José Burgos Casares y D. Antonio Esteban Esteban; y sus bodas de plata: D. Miguel Abril Agost, D. Jordi Mas Pastor, D. José Navarro García, D. Albert Ventura Rius yD. Juan-Alfonso Martínez Pérez (Prelatura Opus Dei’)).
Después de la misa, a las 12:30h. tendrá lugar una conferencia para sacerdotes, diáconos y seminaristas en los Salones de Santa María sobre “El sacramento de la reconciliación en el ministerio sacerdotal” a cargo del Ilmo. Rvdo. D. José Luis Úbeda Sierras, Vicario General de la Diócesis de Orihuela-Alicante. Al concluir la conferencia los presbíteros comerán juntos en Seminario Diocesano Mater Dei donde también se homenajeará a los sacerdotes jubilares.
#JornadaMundialdelasComunicacionesSociales
📄✍️ Hoy se celebra la 58º Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. «#InteligenciaArtificial y sabiduría del corazón: para una comunicación plenamente humana» es el tema que propone @Pontifex_es 💻❤️
#CartaDelObispo #MayoMesDeMaria
💐🙏 El Obispo nos exhorta, en su carta semanal, a contemplar a la Virgen e imitarla en su fe, esperanza y caridad, porque ella dirige siempre nuestra mirada hacia Jesús; y nos ofrece y nos lleva a Cristo ✝️