Carta de agradecimiento a la Diócesis de una religiosa de la Consolación en México
Carta de la Hermana María Rubio Royo, religiosa castellonense de Nuestra Señora de la Consolación, que vive en una comunidad internacional en Huixtla, en la frontera de México con Guatemala, en agradecimiento a la Delegación diocesana para las Misiones y a todos los donantes de la Diócesis de Segorbe-Castellón que contribuyen en la realización de su misión y su labor.
Evangelizando en Chiapas y Guatemala
En la frontera de Chiapas y Guatemala una comunidad internacional de hermanas de la Consolación, toca el desconsuelo: encarna el dolor, la frustración, se torna en un instrumento de consolación casi mágico. Algunas veces, moldea niños desde dentro hacia fuera con la palabra, el gesto, el cariño, la corrección, la escucha, la comprensión; otras ordenan el desorden de la violencia, el maltrato, la carencia, la enfermedad, la pobreza y otras construye peldaños de éxito: un libro, una lección, una libreta, una oportunidad… Y siempre encuentra el aquí y ahora para consolar…
Desde dentro de este entorno, al levantar la mirada buscando un signo de esperanza o de vida, vemos tristeza y abandono en los ojos de los muchos niños y adolescentes cuyos padres han volado a otros espacios en busca de mejor calidad de vida para un día venir por ellos o en el mejor de los casos “enviarles a través de sus cuidadores algo para comer o vestir”. Son muchas las heridas abiertas que inocente e inconscientemente llevan en sus puros corazones, es un monstro el miedo a lo que les pueda pasar con personas sospechosas dentro de la misma familia, vecinos, conocidos… Se han desprendido de sus troncos, con la piel rasgada y un grito silenciado en el pecho ruegan con sus expresiones que los miren que les hablen, que los escuchen.
Hay más monstruos cuyas sombras como el acoso escolar, el trabajo infantil, el abuso sexual, el secuestro, la pornografía, el tráfico de personas y de órganos les acechan…
En este contexto las hermanas, con una experiencia de consolación vivida en primera persona, de la misma mano de Dios, reconstruidas, enviadas a hablar al corazón de estos hijos de Dios, viven el compromiso de ayudarles a recuperar su dignidad. Los preferidos son estos, y no por una asistencia social ni una caridad mal entendida. Sus entrañas maternas, abren el corazón, se compadecen y extienden la mano para tocar las llagas, limpiarlas y sanarlas.
Y las hermanas están acompañadas, unas manos colaboradoras, unos discípulos de la consolación de Dios unen sus impresiones, con una mirada que traspasa el dolor para reconocer a Jesucristo en ellos al estilo de María Rosa Molas. Con pies de ciervas, salen al encuentro del dolor, de la desolación, del silencio, de la impotencia para abrir nuevas ventanas de esperanza, hacer brillar la mirada y sacar una sonrisa que derrite los corazones hasta sentir una profunda y gozosa satisfacción en el alma por haber hecho lo que Dios quiere.
Nuestra Huixtla está rota… Encontramos pedazos que intentamos recoger proyectándonos desde la parroquia, hasta llegar a comunidades más distantes. Acompañando al Párroco Julio Blanco, es una verdadera aventura misionera y espiritual que las personas la viven desde su orilla…
Nuestra escuela, el Instituto Huixtla se expande y puede ser al mismo tiempo escuela, hospital, sala de recuperación espiritual y emocional, hospital del alma, comedor… así traspasamos la línea de la frontera haciendo una sola comunidad cuando llega la ocasión. Los límites están en las leyes, decretos, decisiones que pretenden arrancar una y otra vez el alma de nuestros hermanos, aquellos que menciona San Mateo, en el capítulo 25 de su evangelio.
Lo que hacemos con ellos lo estamos haciendo a Jesús mismo…gracias por los que en la distancia y sin haber visto evangelizan con nosotros.
¡Gracias!
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.