El pasado 21 de octubre, nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente, nombró a Francisco Javier Vicente Soler como nuevo Delegado Diocesano de Apostolado Seglar.
Tiene 53 años, y comparte su vida con Marisa, su mujer desde hace 29 años. Tienen dos regalos, Natalia y Clara, de 22 y 18 años. “Cuando digo que comparto mi vida con Marisa, lo digo en todos los sentidos de la palabra, porque desde pequeños hemos estado ligados a la parroquia, a los movimientos de Acción Católica y durante un periodo importante de nuestra vida a Cáritas”. En la actualidad forman parte de la comunidad de la parroquia de San Francisco de Castellón, están en un equipo de vida de la Acción Católica General (su hija pequeña está en un equipo de jóvenes), y participa en varios grupos de la parroquia (nueva evangelización, Cáritas…).
El pasado 21 de octubre, D. Casimiro te nombró Delegado Diocesano de Apostolado Seglar. Personalmente ¿qué supone para ti esta nueva misión y en este momento concreto?
En primer lugar, una sorpresa enorme e inesperada. Pero el Padre, en este caso por medio de D. Casimiro, siempre nos sorprende.
La verdad, es que asumo la tarea con mucha alegría. La Delegación de Apostolado Seglar, inserta en la Vicaria de Pastoral, tiene ahora mismo el encargo de la diócesis de impulsar y hacer realidad el Postcongreso de Laicos. En febrero, en Madrid tuvo lugar el Congreso Nacional de laicos, justo 1 mes antes de que nos confinaran. Fue una experiencia de Iglesia increíble. Allí pudimos vivir lo que hemos llamado “un renovado Pentecostés”, la acción del Espíritu empujando hacia la Iglesia y la sociedad que Dios nos pide que construyamos, ahora, en el 2020, y los próximos años. Fue un espacio de gracia, totalmente sinodal, dialogando juntos obispos, sacerdotes, religiosos y muchos laicos (la mayoría) representantes de todas las realidades de la Iglesia en España. Y juntos, hicimos un discernimiento cristiano, proponiendo actitudes, procesos y proyectos que nos ayuden a ser una Iglesia en Salida, una Iglesia de discípulos misioneros.
Y ahora, como Delegación tenemos por delante el reto de acercar toda esta riqueza a cada rincón de la diócesis, allí donde haya una comunidad y un laicado. Este no es un acontecimiento más, no es un congreso más. Es la apuesta de la Iglesia en España para cumplir el sueño de Dios en nuestra sociedad, para aportar, en definitiva, para evangelizar.
El 24 de octubre se celebró en Madrid la Jornada Nacional de Apostolado Seglar, convocada por la Conferencia Episcopal y que, bajo el título ‘Hacia un renovado Pentecostés’, cumplía su 41ª edición. ¿Cuáles eran los objetivos y que frutos ha tenido esta Jornada?
Justamente, el objetivo principal de la Jornada era presentarnos la Guía con las conclusiones del Congreso. El equipo de contenidos, ha seguido trabajando durante toda la pandemia, y ha elaborado esta guía en la que por un lado aparece una síntesis de las propuestas de los congresistas, tomando los elementos comunes de todas las aportaciones. Pero también se ha incluido un capítulo en el que aparecen una a una, todas las aportaciones de cada uno de los itinerarios y grupos de trabajo. Son centenares de propuestas y de experiencias reales que constituyen un verdadero baúl de recursos del que sacar ideas para nuestras comunidades. Pero no hemos de olvidar que es una guía. No es un manual a seguir para convertirnos en la parroquia perfecta. Es más bien una propuesta, un método de trabajo para ayudar a crecer a nuestras comunidades, desde la diversidad, pero favoreciendo la unidad, marcando una senda en la que todos podemos encontrarnos y caminar juntos en la misma dirección. Cada parroquia, cada grupo, debe decidir los pasos que necesita dar en ese camino.
¿Es el laicado una realidad fecunda en la Diócesis?
Yo puedo tener mucha gente que me sigue en las redes sociales, y no hablar de nada realmente importante en ellas. Pero puedo tener una comunidad pequeña en la que vivo y comparto todo lo que soy con ellos, mi vida y mi fe. Quiero decir con esto que el número no lo es todo. Claro que me gustaría que mucha de la gente que conozco pudiera descubrir la alegría de la buena noticia, que hubiese más gente en las parroquias. Pero,por el contrario, tenemos laicos y laicas muy preparados, muchos más que hace años, con capacidad de empujar y de llevar adelante nuestras comunidades. También seguimos teniendo muchas carencias, pero tenemos también puntos fuertes desde los que construir.
¿Cuáles son los objetivos de este curso pastoral en el ámbito del apostolado seglar?, ¿Qué retos se plantea hoy nuestra Iglesia diocesana en este ámbito concreto de los laicos?
Pues según la programación pastoral nuestra tarea como he dicho antes, se centra en concretar en la diócesis el Postcongreso de laicos a partir de la publicación de la Guía del Congreso. Pero no se trata de informar a la gente sin más. La programación pastoral habla de estudiar, asimilar, recoger las aportaciones, iniciativas y propuestas de nuestra diócesis. Todo un Plan que por supuesto no se va a agotar en un solo curso. Además, nos pide que avivemos el sentido de responsabilidad de los laicos en la misión de la Iglesia y su compromiso cristiano en el mundo. Por último, nos pide que organicemos el Encuentro de Acción Católica y Apostolado Seglar que se celebra en Pentecostés, que se debe centrar en los trabajos del Postcongreso y “trazar las líneas de actuación en la Diócesis” Como veis retos muy importantes.
¿Es el momento de los laicos?
Si. Claro que sí. Pero porque responde a una Iglesia cuyas comunidades tienen un alto grado de madurez. Porque los retos que tiene la iglesia así lo requieren, y porque la nueva evangelización necesitadel protagonismo y del compromiso de los laicos. O es así o no será. Pero este papel de los laicos se debe entender en positivo. No es una solución a las pocas vocaciones sacerdotes, o una lucha por el “poder” en la Iglesia. Es simplemente ocupar el espacio que como bautizados nos corresponde, responder a nuestra vocación laical. Un espacio en comunión, en corresponsabilidad con nuestros sacerdotes y Obispo diocesano. Es algo que he vivido desde pequeño en la Acción Católica y cuando todos asumimos nuestro papel de “servicio”, cada uno desde la tarea que le corresponde, los frutos se multiplican. Es la sinodalidad.
¿Crees que hace falta una conversión pastoral y misionera de los laicos, para ser una Iglesia “en salida”?
Esto es más que evidente. Siempre necesitamos convertirnos, pero ahora es muy necesario. Tenemos unas actitudes, unas actividades y unas estructuras que se corresponden a una sociedad y una Iglesia que ya no existen. Nos han cambiado las preguntas, pero seguimos dando las mismas respuestas. Vale, estoy generalizando y no es justo, pero creo que se me entiende. Seguimos dedicando demasiados esfuerzos a apuntalar lo que nos queda, y sin embargo dedicamos poco tiempo a saber que les pasa a nuestros hermanos y hermanas de puertas afuera, a descubrir que necesidades tienen, que buscan, que preguntan. Y encima nos comunicamos fatal. Tenemos el mejor regalo para esta sociedad, más ahora con el sufrimiento de la pandemia y no sabemos explicarlo, no nos entienden, e incluso a veces no les decimos casi nada. Esto es muy palpable con los jóvenes. Estamos muy lejos de ellos. Hablamos en idiomas diferentes. Es cierto que la sociedad, los medios de comunicación no nos lo ponen nada fácil, bien al contrario. Pero, y cada uno de nosotros, cada cristiano laico, ¿qué estamos haciendo?
De todo esto hemos de dialogar en el postcongreso en la diócesis, y aprovechar lo que otros están haciendo, sus experiencias. Igual que digo que hemos de hacer un cambio importante, también sabemos que no partimos de cero. Hay muchas experiencias de la Iglesia en España que son increíbles, y que vale la pena conocer y adaptar a nuestra realidad. Y hemos de confiar en el Padre, porque El ya va delante de nosotros.
¿Cómo participamos, o cómo podemos participar, los fieles laicos en la misión evangelizadora de todo el pueblo de Dios?
Celebrando la Eucaristía en comunidad, en la parroquia. Nos une en comunión con el Padre y con los hermanos y nos impulsa a la misión. Es el núcleo básico del que partir.
Uniendo mi fe a mi vida. No dejando que sean compartimentos estancos, cuidando la oración que me lleva a la vida y viviendo de forma contemplativa la obra de Dios. Y sobre todo viviendo la alegría del evangelio, con rostros de resurrección, no de Semana de Pasión.
Viviendo la fe en comunidad. En equipos de vida, en parroquias, en la diócesis, donde podamos compartir la vida y la fe, donde apoyarnos, escucharnos y pedirnos perdón, donde caminar juntos, ver qué pasa a nuestro alrededor, con los que tenemos en la puerta de al lado, en el trabajo, en el estudio, en los amigos. Conociendo, interpretando a la luz del evangelio la realidad de nuestro entorno y eligiendo que podemos hacer cada uno y como comunidad para construir el Reino de Dios aquí y ahora.
Formándonos sistemática y permanentemente, pero no para ser los mejores teólogos (cosa que es importante también) sino para aplicar a mi vida lo que vamos descubriendo. Para crecer como personas y como cristianos.