Ayer se clausuró, en el Seminario Diocesano Mater Dei, el primer retiro para novios que organiza en la Diócesis de Segorbe-Castellón, Proyecto Amor Conyugal.
El retiro, apadrinado por la Parroquia Santa Isabel de Vila-real, contribuye a vivir el noviazgo desde la perspectiva de la teología del cuerpo de San Juan Pablo II. En esta primera convocatoria han sido un total de 39 parejas de novios las que han participado en esta experiencia única, acompañados de 20 matrimonios con el objetivo de descubrir el matrimonio tal como Dios lo pensó. Durante el fin de semana se enfatizó en la Alegría del Amor a partir de la Encíclica del Papa Francisco Amoris Laetitia.
Para los organizadores «ha sido una bendición poder acompañar a casi 80 jóvenes a discernir respecto a la vocación cristiana del matrimonio, para poder vivir un matrimonio cristiano, completo y feliz». En esta ocasión han estado acompañados por las reliquias de San Juan Pablo II y del Padre Pío.
Proyecto Amor Conyugal, es una realidad que está presente en nuestra Diócesis desde febrero de 2022. Para este mismo mes de octubre han convocado la Jornada de la Alegría, que se celebrará, D.M. en el Seminario Diocesano Mater Dei de 10.30 a 17.30 y contará con la presencia de los iniciadores, José Luis Gadea y Magüi Galvez.
Proyecto Amor Conyugal ofrece formación y acompañamiento a los matrimonios y gestionan varios grupos de catequesis en Vila-real, Castellón, Burriana y La Vall d’Uixó. El próximo retiro PAC para matrimonios en nuestra Diócesis será del 14 al 16 de febrero, organizado por la Parroquia de la Santísima Trinidad.
Ayer fue un día significativo para los segorbinos, que como cada primer sábado de octubre, participaron en la tradicional Romería al Santuario de la Virgen de la Cueva Santa, Patrona de la ciudad y de la Diócesis de Segorbe-Castellón. Los peregrinos realizaron el trayecto a pie, en coche o a caballo, en un ambiente de fervor y devoción.
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Por la tarde, el Obispo de la Diócesis, D. Casimiro López Llorente, presidió la Santa Misa en el Santuario, seguida de la procesión de antorchas durante la cual se rezó el Santo Rosario. La celebración fue solemnizada por el Coro de la Catedral y contó con la participación de numerosos romeros, además de la presencia de las Reinas y Corte de Honor y los miembros de la corporación municipal, encabezados por la alcaldesa, Mª Carmen Climent.
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En su homilía, y a la luz de la Palabra de Dios, el Obispo subrayó la importancia del matrimonio como un don divino y destacó su carácter sagrado según la enseñanza cristiana. Reconoció los retos actuales que enfrenta el matrimonio, debido a la creciente tendencia a desvalorizarlo, pero insistió en que, según el plan de Dios, la unión entre un hombre y una mujer debe ser para siempre, reflejando así el amor divino.
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Remarcó que el matrimonio es mucho más que una simple unión física; es una comunidad de vida y amor que recibe la gracia de Dios para superar los desafíos. Animó a las familias cristianas a ser un testimonio vivo de la presencia divina, y a acompañar a las parejas jóvenes en su camino hacia una vida matrimonial plena y fiel. También recordó que el perdón mutuo y la misericordia son claves en la vida matrimonial.
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D. Casimiro también abordó los desafíos sociales y culturales actuales que afectan a la institución matrimonial, como la cultura del «usar y tirar» y el individualismo, que debilitan el compromiso y las relaciones familiares. Sin embargo, hizo un llamado a la esperanza, recordando que con la fe y el acompañamiento de la Iglesia, las parejas pueden encontrar la fuerza para vivir plenamente su vocación matrimonial.
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Finalmente, alentó a las comunidades cristianas a apoyar a las familias, especialmente aquellas que atraviesan momentos de crisis o sufrimiento. Subrayó que la pastoral familiar debe ser una prioridad en la acción evangelizadora de la Iglesia, ofreciendo espacios de escucha y acompañamiento. Concluyó su homilía pidiendo oraciones por las familias y matrimonios, para que permanezcan fieles a su vocación y sean testigos del amor de Dios en el mundo.
Con el inicio del mes de julio se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Santo Padre dirige su intención por el cuidado pastoral de los enfermos: “Oremos para que el sacramento de la Unción de los Enfermos dé a las personas que lo reciben y a sus seres queridos la fuerza del Señor, y se convierta cada vez más para todos en un signo visible de compasión y esperanza.”
Hoy quisiera hablaros del sacramento de la Unción de los enfermos, que nos permite tocar con la mano la compasión de Dios por el hombre. Antiguamente se le llamaba «Extrema unción», porque se entendía como un consuelo espiritual en la inminencia de la muerte. Hablar, en cambio, de «Unción de los enfermos» nos ayuda a ampliar la mirada a la experiencia de la enfermedad y del sufrimiento, en el horizonte de la misericordia de Dios.
Hay una imagen bíblica que expresa en toda su profundidad el misterio que trasluce en la Unción de los enfermos: es la parábola del «buen samaritano», en el Evangelio de Lucas (10, 30-35). Cada vez que celebramos ese sacramento, el Señor Jesús, en la persona del sacerdote, se hace cercano a quien sufre y está gravemente enfermo, o es anciano. Dice la parábola que el buen samaritano se hace cargo del hombre que sufre, derramando sobre sus heridas aceite y vino. El aceite nos hace pensar en el que bendice el obispo cada año, en la misa crismal del Jueves Santo, precisamente en vista de la Unción de los enfermos. El vino, en cambio, es signo del amor y de la gracia de Cristo que brotan del don de su vida por nosotros y se expresan en toda su riqueza en la vida sacramental de la Iglesia. Por último, se confía a la persona que sufre a un hotelero, a fin de que pueda seguir cuidando de ella, sin preocuparse por los gastos. Bien, ¿quién es este hotelero? Es la Iglesia, la comunidad cristiana, somos nosotros, a quienes el Señor Jesús, cada día, confía a quienes tienen aflicciones, en el cuerpo y en el espíritu, para que podamos seguir derramando sobre ellos, sin medida, toda su misericordia y la salvación.
Este mandato se recalca de manera explícita y precisa en la Carta de Santiago, donde se dice: «¿Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que recen por él y lo unjan con el óleo en el nombre del Señor. La oración hecha con fe salvará al enfermo y el Señor lo restablecerá; y si hubiera cometido algún pecado, le será perdonado» (5, 14-15). Se trata, por lo tanto, de una praxis ya en uso en el tiempo de los Apóstoles. Jesús, en efecto, enseñó a sus discípulos a tener su misma predilección por los enfermos y por quienes sufren y les transmitió la capacidad y la tarea de seguir dispensando en su nombre y según su corazón alivio y paz, a través de la gracia especial de ese sacramento. Esto, sin embargo, no nos debe hacer caer en la búsqueda obsesiva del milagro o en la presunción de poder obtener siempre y de todos modos la curación. Sino que es la seguridad de la cercanía de Jesús al enfermo y también al anciano, porque cada anciano, cada persona de más de 65 años, puede recibir este sacramento, mediante el cual es Jesús mismo quien se acerca a nosotros.
Pero cuando hay un enfermo muchas veces se piensa: «llamemos al sacerdote para que venga». «No, después trae mala suerte, no le llamemos», o bien «luego se asusta el enfermo». ¿Por qué se piensa esto? Porque existe un poco la idea de que después del sacerdote llega el servicio fúnebre. Y esto no es verdad. El sacerdote viene para ayudar al enfermo o al anciano; por ello es tan importante la visita de los sacerdotes a los enfermos. Es necesario llamar al sacerdote junto al enfermo y decir: «vaya, le dé la unción, bendígale». Es Jesús mismo quien llega para aliviar al enfermo, para darle fuerza, para darle esperanza, para ayudarle; también para perdonarle los pecados. Y esto es hermoso. No hay que pensar que esto es un tabú, porque es siempre hermoso saber que en el momento del dolor y de la enfermedad no estamos solos: el sacerdote y quienes están presentes durante la Unción de los enfermos representan, en efecto, a toda la comunidad cristiana que, como un único cuerpo nos reúne alrededor de quien sufre y de los familiares, alimentando en ellos la fe y la esperanza, y sosteniéndolos con la oración y el calor fraterno. Pero el consuelo más grande deriva del hecho de que quien se hace presente en el sacramento es el Señor Jesús mismo, que nos toma de la mano, nos acaricia como hacía con los enfermos y nos recuerda que le pertenecemos y que nada —ni siquiera el mal y la muerte—podrá jamás separarnos de Él. ¿Tenemos esta costumbre de llamar al sacerdote para que venga a nuestros enfermos —no digo enfermos de gripe, de tres-cuatro días, sino cuando es una enfermedad seria— y también a nuestros ancianos, y les dé este sacramento, este consuelo, esta fuerza de Jesús para seguir adelante? ¡Hagámoslo!
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española, por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por las familias y matrimonios en crisis por diversos motivos, para que encuentren en el amor de Cristo la fuerza y la gracia que necesitan para seguir viviendo fieles a lo que prometieron el día de su matrimonio”.
El matrimonio y la familia están afectados hoy por un contexto cultural poco favorable, cuando no contrario, al verdadero matrimonio y a la familia. Las familias tienen, entre otras cosas, difícil en muchos casos encontrar una vivienda digna o adecuada, conciliar la vida laboral y la familiar, o disponer de tiempo para escucharse y dialogar los esposos y los hijos. Falta aprecio social por la fidelidad esponsal, por la estabilidad matrimonial o por la natalidad. Estos desafíos, lejos de constituir obstáculos insalvables, se convierten para la familia cristiana y para la Iglesia en una oportunidad nueva; la propia familia puede encontrar en ellos un estímulo para fortalecerse y crecer como comunidad de vida y amor que engendra vida y esperanza en la sociedad.[…]
Los matrimonios y las familias necesitáis atención pastoral, necesitáis dedicación y acompañamiento. En muchas de nuestras parroquias es una asignatura pendiente el acompañamiento pastoral específico de los matrimonios y las familias. Pensemos además en el acompañamiento de parejas y familias en crisis, en el apoyo a los que se quedan solos, a las familias pobres, a las familias desestructuradas. Muchas familias necesitan que se les ayude a descubrir en los sufrimientos de la vida el lugar de la presencia de Cristo y de su amor misericordioso. Este Año es una oportunidad para acercarse a las familias, para que no se sientan solas ante las dificultades, para caminar con ellas, escucharlas y emprender iniciativas pastorales que las ayuden a cultivar su amor cotidiano, como su camino hacia la santidad, a la perfección en el amor
Necesitamos además un cambio de mentalidad. Los matrimonios y las familias no son sólo destinatarios de la pastoral sino que estáis llamados a ser sujetos activos de la pastoral familiar. Las familias podéis aportar mucho a toda la sociedad y a la Iglesia, por lo que debéis ser reconocidas e involucradas activamente en la pastoral ordinaria de las parroquias y de la diócesis. Un aspecto importante de este protagonismo de las familias es vuestro ejemplo de vida. Hay muchas familias, de hecho, que viven su fe y su vocación al matrimonio y a la familia de manera ejemplar. Y es muy edificante ver cómo no se rinden y afrontan las dificultades de la vida con profunda alegría, esa alegría que se encuentra en el “corazón” del sacramento del matrimonio y que alimenta toda la existencia de los cónyuges y de sus hijos y padres. Es necesario, por tanto, dar mayor espacio a las familias en la pastoral familiar. Su misma vida es un mensaje de esperanza para todo el mundo y, en especial, para los jóvenes. Como muestran numerosas encuestas realizadas en todo el mundo, el deseo de tener una familia propia sigue siendo hoy en día uno de los mayores sueños que desean realizar los jóvenes. ¡Jóvenes, no tengáis miedo al matrimonio!
Entre todos estamos llamados a generar una cultura de la familia, que recree un verdadero ambiente familiar. Es la misión de la Iglesia hoy. Es vuestra misión, queridas familias: Anunciar la alegría del amor y la belleza del matrimonio y de la familia; generar espacios y un ambiente favorable para que la familia pueda crecer y vivir en plenitud su vocación al amor. La alegría del Evangelio se refleja en la alegría del amor que se vive y se aprende eminentemente en la familia. La fuerza para amar nace, crece y se fortalece en la familia y es fuente de alegría y de esperanza para el ser humano y para la sociedad.
Ayer tarde-noche, confluyendo la conclusión de los cursillos prematrimoniales y el aniversario del centenario de la Coronación de la Mare de Déu del Lledó, las parejas de novios que contraerán matrimonio en los próximos meses, fueron convocados a una Vigilia de Oración.
Organizada por la Delegación Diocesana para la Familia y la Defensa de la Vida, se celebró en la Basílica de Nuestra Señora del Lledó y estuvo presidida por el Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón, Mons. Casimiro López Llorente.
Los novios se unieron en oración a través de la Liturgia de la Palabra (Ef 4, 1-6; Mt 7, 21.24-27) y, así, se puso de manifiesto la llamada a la vocación matrimonial y, sobre todo, el amor de Dios.
«Así, pues, yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor, esforzándoos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos.»
Así lo hizo constar D. Casimiro durante la predicación, poniendo el énfasis en las palabras de San Pablo para «vivir, según la vocación a la que habéis sido llamados» y haciendo constar que al igual que el sacerdocio o la vida consagrada, «también el matrimonio responde a una llamada de Dios por puro amor gratuito», y así, «viviendo el amor por el camino al que cada uno hemos sido llamados según su voluntad, lleguemos a la plenitud del amor».
D. Casimiro, resaltó que el noviazgo, como preparación al matrimonio, «es una llamada del Señor y es Él quien os ha llevado el uno al otro para que, viviendo del amor mutuo, seáis signo del amor de Dios en vuestro matrimonio, en vuestra familia y para los demás».
El amor cristiano
El Obispo también catequizó respecto al amor cristiano poniendo el énfasis en «la presencia de Dios en el matrimonio para, con la gracia de Dios, superar las dificultades y caminar hacia la plenitud del amor». Se refirió a acoger «con un corazón dispuesto, agradecido y humilde a Dios para no perder de vista que Dios está presente en la existencia de cada uno de nosotros y lo estará también en vuestro matrimonio».
Definió el amor cristiano como «una donación de sí mismo al cónyuge, de forma desinteresada y buscando siempre el bien del otro, ayudándonos a respetarnos, amarnos y disculpar ante la dificultad, siendo signo del amor de Dios y estando siempre abiertos a la gracia».
Acoger, escuchar y vivir la voluntad de Dios
A los pies de la Mare de Déu del Lledó, D. Casimiro se refirió también a la Virgen como ejemplo para «acoger, escuchar y vivir la voluntad de Dios». Como María, quien ante el anuncio del Ángel, María entró en diálogo con Dios, exhortó a los novios «a practicar la oración como fuente que os ayudará a caminar juntos siguiendo el plan de Dios para cada uno de vosotros». La Palabra de Dios, dijo el Obispo, «es la roca firme, sobre la que se ha de construir la existencia personal de todo cristiano y también de todo matrimonio porque si está construido sobre Cristo ya pueden venir los vientos, las dificultades, las tormentas, que el matrimonio quedará firme».
La Vocación del amor
La Vigilia continuó con una breve charla de la Hna. Catalina Nowak sobre la vocación al amor, porque como dijo, «por amor nos creó Dios y espera de nosotros una libre respuesta de amor».
El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo como un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente.
A través de esta cita de San Juan Pablo II, interpeló a los novios motivándolos a la reflexión respecto a la vocación del matrimonio para «alcanzar la salvación y la vida eterna» pues es, a través de la entrega al cónyuge total e incondicionalmente como nos entregamos a Dios a través del matrimonio, una donación, puntualizó, que «se comprende como una promesa de una comunión perfecta en la que Dios Trino ha puesto una específica imagen y semejanza de la comunión de Amor y Vida que son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo».
La unión de amor conyugal, y la familia que engendra, continuó, «es un camino querido por Dios y una llamada divina a vivir la fe cristiana y buscar la santidad de un modo específico». Tal como explicó la Hna.Catalina, «dos cristianos que se casan han reconocido en su historia de amor la llamada del Señor, la vocación a formar de dos, hombre y mujer, una sola carne, una sola vida, y el Sacramento del matrimonio envuelve este amor con la gracia de Dios, lo enraíza en Dios mismo».
Del mismo modo advirtió que «la boda no es la meta, sino el comienzo de algo nuevo» y los animó a buscar la voluntad de Dios para ellos a través del matrimonio.
Dios en el centro
Los novios también pudieron conocer la historia de Marta y Benet, un matrimonio que antepuso, tal como ellos mismos explicaron, la voluntad de Dios a unirse a Él en matrimonio, alejándose de la boda que habían soñado. Se casaron, tal como explicó Marta, el día de San José en una ceremonia íntima oficiada por su hermano sacerdote, a escasos días de que se decretara el confinamiento por la pandemia del COVID.
La Vigilia de Oración finalizó con la bendición de unos rosarios que entregó personalmente D. Casimiro a cada una de las parejas.
La Asociación Persona y Familia ha organizado en Castellón la iniciativa de formación “La promesa, forma del amor”. Está insertada dentro del programa del Diploma de Especialización en Pastoral Familiar, inspirado en la Teología del Cuerpo de San Juan Pablo II, y está destinado a matrimonios, novios, sacerdotes, consagrados, seminaristas y todas aquellas personas que adviertan la importancia de la pastoral familiar y quieran profundizar en el misterio, en la verdad y en la belleza del matrimonio y la familia.
Tendrá lugar en el Seminario Diocesano Mater Dei, del 19 al 21 de enero de 2024, y por el enriquecimiento que supone, la logística está diseñada para que asista toda la familia, con especial atención a los niños y jóvenes mientras sus padres asisten a clase.
Para inscribirse se ha habilitado un formulario online AQUÍ. Para más información en la web www.personayfamilia.es o dirigiéndose a los coordinadores generales, María Blasco y Lucas Monferrer: 693 520 350; apyf.castellon@gmail.com.
Persona y Familia es una asociación creada en el año 2000, dedicada a la promoción social, la investigación y la formación sobre el matrimonio y la familia.
El matrimonio cristiano es una vocación, una llamada de Dios, que concreta la llamada universal a la santidad –a la perfección del amor-, recibida en el bautismo. No sólo existe la vocación al sacerdocio y a la vida consagrada; también el matrimonio es una vocación, y, como aquellas, necesita de un tiempo largo de preparación. El matrimonio es una bendición divina, un gran don que implica una tarea para la que se requiere una buena preparación. Su omisión aboca a la esterilidad; mientras que la acogida activa lleva a dar muchos frutos de amor para la Iglesia y la sociedad, y, después, al premio del cielo para toda la eternidad.
Una preparación rápida de los novios, poco antes de la celebración del matrimonio, no es suficiente -y menos hoy- para ayudar a los que el Señor llama a casarse y a construir una familia cristiana. La preparación, que ofrecemos habitualmente a nuestros novios, se orienta a una celebración consciente del sacramento del matrimonio con las mejores disposiciones posibles. El esfuerzo de las últimas décadas en nuestras parroquias y en la Diócesis ha sido grande; se han generalizado los cursillos de preparación al matrimonio; pero resultan excesivamente breves.
La experiencia nos dice que los novios habitualmente quedan satisfechos de los cursillos, al recibir una visión que no conocían del amor, del matrimonio, de la familia, de la Iglesia y del mismo Cristo. Pero esta última fase de preparación se encuentra habitualmente con las graves carencias de las etapas anteriores. Es como si se quisiera rematar una casa sin cimientos, o de querer que madure una planta de inmediato, sin contar con el tiempo y con el cultivo adecuado. Resulta una tarea casi imposible, porque las tareas que se han dejado de realizar en el proceso de la Iniciación cristiana para generar un cristiano no se pueden improvisar precipitadamente o dar por supuestas sino que se han de acometer de modo paciente y completo.
Por ello, el Papa Francisco se ha referido reiteradamente a la necesidad de un catecumenado de preparación al sacramento del matrimonio como un antídoto para evitar la proliferación de celebraciones matrimoniales nulas o inconsistentes. Con una preparación demasiado rápida y superficial, las parejas corren el riesgo real de celebrar un matrimonio nulo o con unos cimientos tan débiles que se “desmorone” en poco tiempo y que no pueda resistir ni siquiera las primeras crisis inevitables. Estos fracasos traen consigo un gran sufrimiento y dejan profundas heridas en las personas. Se desilusionan, se amargan y, en los casos más dolorosos, acaban incluso por dejar de creer en la vocación al amor, inscrita por Dios mismo en el corazón del ser humano. Como Iglesia, los pastores y toda la comunidad cristiana, tenemos el deber de acompañar con responsabilidad a quienes expresan la intención de unirse en matrimonio, para que puedan vivir con alegría, entrega y fidelidad el don de la vocación conyugal y familiar, y para que no pierdan nunca la fe en el amor.
Atendiendo a la petición del Santo Padre, hace poco más de un año, el Dicasterio para los laicos, la familia y la vida presentó el documento titulado “Itinerarios catecumenales para la vida matrimonial. Orientaciones pastorales para las Iglesias particulares”. Este documento ofrece a los sacerdotes, a los esposos y a todos los que trabajan en la pastoral familiar, una visión y una metodología renovadas acerca de la preparación al sacramento del matrimonio y a toda la vida matrimonial. Se trata de unos itinerarios y unas orientaciones a las Iglesias diocesanas para acompañar las diversas etapas del camino sacramental: los tiempos de preparación, el momento de la celebración, los años sucesivos y las situaciones de crisis.
En relación con la preparación de los novios, el catecumenado que se propone no es una mera catequesis o una transmisión de doctrina. Es necesario superar el estilo de una formación sólo intelectual, teórica y general. Es preciso recorrer con los novios el camino que los lleve a tener un encuentro con Cristo, o a profundizar en esta relación, y a hacer un auténtico discernimiento de la propia vocación conyugal, tanto a nivel personal como de pareja. Es un itinerario relativamente amplio, inspirado en el catecumenado bautismal, que les permita vivir más conscientemente el sacramento del matrimonio, a partir de una experiencia de fe y de un encuentro con Cristo vivo.
Tal vez, en la diócesis, no podamos poner en marcha de un modo inmediato este itinerario completo, pero sí debemos comenzar a dar los pasos que nos permitan hacerlo en un futuro no lejano. Pongamos manos a la obra. Muchas gracias.
Comienzan muy pronto los Cursillos Prematrimoniales del curso 2023-24, organizados por la Delegación Diocesana para la Familia y Defensa de la Vida, y que tendrán lugar en los salones parroquiales de Santa María de Castellón (C/ Pescadores, 19).
Serán en dos tandas los siguientes viernes a las 20.00 h. La primera los días 20 y 27 octubre, y 3, 10, 17 y 24 de noviembre. La segunda los días 19 y 26 de enero, y 2, 9, 16 y 23 de febrero. Más información en pastoralfamiliar@obsegorbecastellon.org, en el 964220066, o en tu parroquia.
Tras las vacaciones y al recuperar el ritmo del curso, es bueno que los cónyuges se den un tiempo para encontrarse entre ellos, y mejor aún invitan a Dios a la cita. Esta es la propuesta del 23 al 25 de septiembre en el Seminario Mater Dei con el retiro dirigido por el P. Michel Martin-Prével, de la Comunidad de las Bienaventuranzas y fundador de los encuentros Tobías y Sara que en varios países está reavivando el amor entre los esposos.
El P. Martin-Prével inició su vocación sacerdotal después de 32 años de matrimonio y enviudar. Después de su ordenación, su ministerio pastoral está centrado esencialmente en el acompañamiento conyugal y familiar, al que aporta su experiencia personal. Para el retiro de septiembre, invita a que los matrimonios “recorran juntos un camino para reencontrar la frescura del amor y descubrir la verdad entre los dos”. El método consistirá en charlas, dinámicas conjuntas, tiempos de oración y la eucaristía. El P. Martin-Prével dirigió el año pasado un fin de semana para padres de familia. Para información e inscripciones, se puede escribir a bienaventuranzasesp@gmail.com o llamar al teléfono 647 854 915
Durante esta semana la Conferencia Episcopal Española ha invitado a celebrar la «Semana del Matrimonio» con diversas propuestas que, tal como ha confirmado D. Luis Oliver, Delegado diocesano de Familia y Vida, «tiene como objetivo ser una oportunidad para que los matrimonios católicos renueven su compromiso, así como mostrar a la sociedad la belleza del matrimonio. La iniciativa de esta celebración se enmarca en el contexto del «Año de la Familia Amoris Laetitia».
Entre los materiales destaca una aplicación para móviles: «MatrimONio» que está disponible desde este 14 de febrero, en la que se incluyen diferentes actividades para crecer en la vida matrimonial, desde un retiro para matrimonios, una meditación diaria, diálogos conyugales de cine, vídeos con testimonios o la agenda con las iniciativas en las diócesis. Hay más recursos disponibles en la web de esta semana: matrimonioesmas.org.
Desde la Delegación diocesana para la Pastoral de la Familia y la Vida se nos invita a vivir esta «Semana del Matrimonio» haciendo nuestras las palabras del Papa Francisco en las que nos recuerda que «casarse y compartir la vida es algo hermoso. Es un viaje comprometido, a veces difícil, a veces complicado, pero vale la pena animarse. Y en este viaje de toda la vida, la esposa y el esposo no están solos; los acompaña Jesús«.
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