Queridos diocesanos:
Después de dos años sin poder hacerlo a causa de la pandemia, nuestras Cofradías y Hermandades de Semana Santa volverán a celebrar la tradicional procesión anual de Semana Santa. Será el domingo, 3 de abril, V de Cuaresma, en l’Alcora. Cercanos los días santos, la procesión diocesana es una expresión pública de nuestra fe común en Cristo Jesús, muerto y resucitado para la Vida del mundo, y de nuestra pertenencia a la gran familia de la Iglesia diocesana.
Las procesiones, las Cofradías y Hermandades de Semana Santa son ante todo una realidad cristiana y eclesial. En su centro y raíz está Jesucristo, Redentor único de todos los hombres, que vive y está presente en su Iglesia. Él es la única roca firme sobre la que se ha de edificar cualquier expresión o realidad eclesial. Sin la fe viva en Jesucristo, muerto y resucitado, y sin la Iglesia, presencia suya en la historia y en el presente, no tendrían razón de ser; se quedarían en lo superficial, en lo estético y costumbrista, en los tambores y las cornetas, pero les faltaría lo fundamental, su razón de ser y su fuente.
La procesión diocesana es expresión de la rica piedad popular de nuestro pueblo cristiano en torno a los misterios de la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor. Es cierto que la piedad popular puede derivar hacia lo irracional y quizás también quedarse en lo externo. Sin embargo, excluirla es completamente erróneo. A través de ella, la fe ha entrado en el corazón de los hombres y mujeres, formando parte de sus sentimientos, costumbres, sentir y vivir común. Por eso, la piedad popular es un gran patrimonio de nuestra Iglesia y de nuestro pueblo. La fe se ha hecho carne y sangre, se ha encarnado y hecho cultura. Ciertamente que la piedad popular tiene siempre que purificarse y apuntar al centro; pero merece todo nuestro aprecio y hace que todos nosotros nos integremos plenamente en el “Pueblo de Dios”. La piedad popular ha aportado y ha de seguir aportando mucho a la vida y misión evangelizadora de la Iglesia en nuestros pueblos y ciudades. Pero, si no se cuida con esmero su identidad cristiana y eclesial, se pueden producir desviaciones que oscurecen su razón de ser y su auténtica contribución a la vida espiritual de la comunidad eclesial, de forma particular de los fieles más sencillos.
Las procesiones de Semana Santa no son en modo alguno un mero hecho cultural, ni un medio para promover el llamado ‘turismo religioso’. Aunque algunos lo vean así y traten de conducirlas de manera sutil hacia esa visión, está sería su propia muerte por más ayudas económicas que pudieran recibir. Tampoco faltan personas, incluso cofrades, sin duda bien intencionados, que han vaciado su contenido y sentido más genuino, y lo han sustituido por sentimientos estéticos, por valores culturales o por otros aspectos ajenos a la fe cristiana, a su experiencia o a su proclamación de fe genuina y eclesial.
No podemos olvidar que una Cofradía o Hermandad de Semana Santa es una asociación pública de fieles cristianos, que se unen para promover en nombre de la Iglesia el culto en torno a un misterio de la pasión, muerte y resurrección del Señor. Los cofrades son, antes de nada, fieles cristianos. De todo cristiano se pide que sea creyente en Cristo Jesús, que sea su discípulo y testigo en el seno de la comunión eclesial y que participe de modo activo en la vida y misión de la Iglesia. El ser cofrade no prescinde de su condición cristiana ni la anula, sino que la presupone y debe favorecer.
Sin duda que hay muchos cofrades que se esfuerzan por vivir esta doble condición de cristiano y de cofrade en su vida privada, familiar y profesional así como en la vida y misión de la comunidad eclesial. En otros casos, sin embargo, no hay conciencia de esta realidad. Es tarea de las directivas de las propias Cofradías, con el acompañamiento de su consiliario, formar y acompañar espiritualmente a los cofrades.
La procesión diocesana nos ofrece la ocasión para reencontrarnos con Jesús, el Nazareno, y nos preparan para la celebración litúrgica y procesional de la Semana Santa en nuestros pueblos. Los oficios litúrgicos y las procesiones de la Semana Santa son las dos caras de una misma moneda, cuya estrecha relación hemos de vivir. Por ello, las Cofradías deben favorecer la participación de sus miembros en los actos litúrgicos de estos días. Las procesiones nacieron como prolongación popular de la celebración litúrgica. A través de las imágenes y del silencio orante o de la música, los cofrades y cuantos contemplen el desfile podremos adentrarnos en lo que sucedió aquellos días y se actualiza en la liturgia. Nos entrará por los sentidos hasta donde llega el amor de Dios y la entrega de su Hijo por nosotros.
En la Virgen María contemplaremos el valor del dolor cuando está empapado de la esperanza de la Resurrección.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón