La Comisión del Fondo Covid-19 ha revisado nuevos casos presentados por los equipos de las Caritas Parroquiales en la reunión semanal. También se ha analizado la dificultad presentada por cada uno de ellos.
Las Cáritas parroquiales e inter-parroquiales que han presentado casos en esta ocasión han sido las de La Asunción de Vall d’Uixó, a través de la Interparroquial, La Parroquial de San Bartolomé de Onda y la Parroquial de San Francisco de Castellón.
Como es el caso en las últimas semanas, los conceptos aprobados han sido para pagos de alquiler, pagos de suministros (agua y gas) y para cubrir varios gastos de gafas.
“Nada ni nadie, ni tan siquiera la muerte, nos podrá separar del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús”
Esta mañana, la S. I. Catedral de Segorbe ha acogido el emotivo funeral por los dos sacerdotes diocesanos fallecidos durante este tiempo de pandemia, D. José Blasco Aguilar y D. Roque Herrero Marzo. Misa funeral que ha presidido nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente, acompañado de una veintena de sacerdotes, y que también se ha aplicado por todos los fieles fallecidos.
Han asistido varios familiares, que no pudieron participar en el funeral general celebrado el pasado 27 de junio en la Concatedral de Santa María de Castellón, y han estado acompañados por un gran número de fieles, dentro del aforo permitido, así como de la alcaldesa del municipio, Mª Carmen Climent, y de varios miembros de la corporación.
Casimiro ha comenzando con las palabras de San Pablo, indicando que “nada ni nadie, ni tan siquiera la muerte `nos podrá separar de amor de Dios manifestado en Cristo Jesús´ (Rom. 8, 39), muerto y resucitado para que todo el que crea en Él tenga vida eterna”. “Como dice el Segundo Libro de los Macabeos – ha continuado – es justo, es piadoso, orar por nuestros difuntos, y esta mañana lo hacemos por los dos sacerdotes fallecidos durante este tiempo, D. José Blasco Aguilar y D. Roque Herrero Marzo, pero también por todos los fallecidos durante este tiempo de pandemia, especialmente por aquellos que han sufrido la muerte a causa del coronavirus”.
El Obispo ha recordado a los dos presbíteros, D. José, canónigo emérito del Cabildo Catedral de Segorbe, y D. Roque, párroco emérito de Benassal, ambos fallecidos con cuatro días de diferencia, el 18 de abril el primero, y el 22 de abril el segundo, “nuestra oración agradecida a Dios Padre por el don de estos sacerdotes, pero también para que el Señor les conceda la paz y la vida eterna, junto a aquellos que han fallecido durante este tiempo”.
A continuación se ha dirigido a los familiares de los fallecidos, “un saludo a los familiares presentes que han perdido a sus seres queridos en este tiempo tan duro que tanto nos ha hecho sufrir a todos, ¿quién no sufre con aquellos que están sufriendo?, queridos familiares, recibid nuestra condolencia como Iglesia diocesana, nuestra cercanía, nuestra comunión en el dolor y también nuestra oración común al Padre Dios para que os consuele y os fortalezca en la esperanza”.
Los últimos momentos de Jesús en la cruz son “momentos que están transidos por tres palabras: angustia, confianza y resurrección”. Según Marcos, “Jesús, antes de morir clama al Padre: `Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?´” (Mc. 15, 34). “La angustia ante la muerte, a Él también, al Hijo de Dios, le encoge el corazón – ha continuado – y Lucas nos dirá que inmediatamente exclamó: `Padre en tus manos encomiendo mi espíritu´» (Lc. 23, 46). Así, “de la angustia pasa a la confianza filial con el Padre, porque sabe que no le abandonará, y poco después expiró, el cielo se oscureció, la tierra retembló y el velo del templo se rasgó”.
“Estos momentos de angustia quién más quién menos los ha vivido durante este tiempo”, ha recordado el Obispo, “estábamos sorprendidos, angustiados ante la magnitud que iba tomando la pandemia, tantos muertos, tantos contagiados, los hospitales desbordados, los médicos no daban abasto, había falta de medios, estábamos acongojados también por la incertidumbre de cómo iba a evolucionar, y también con el temor, que no miedo, porque el cristiano no tiene que tener miedo, de si nos podía afectar también a nosotros”.
Ante esta dura situación debemos actuar “sabiendo que Dios nunca nos abandona, como no abandonó a su Hijo en la cruz, si no que acogió esa ofrenda filial por el perdón de los pecados y lo resucitó”. “Mirando a Cristo ha de aflorar en el corazón de cada uno de nosotros la confianza en el Dios que nunca nos abandona, porque Dios es amor, nada ni nadie nos podrá separar del amor Dios manifestado en Cristo”.
D. Casimiro ha encomendado “a nuestros sacerdotes difuntos y a todos los que han muerto en este tiempo, y están muriendo todavía víctimas de la pandemia, para que el Buen Pastos les acoja y lleve hasta el banquete celestial, a Él le pedimos por los familiares que están sufriendo, para que les conceda el don del consuelo”.
“A todos ellos los ponemos en manos de la Virgen de la Cueva Santa, nuestra Patrona, para que como buena madre que supo estar al pie de la cruz sufriendo con el Hijo, también acompañe y lleve a los fieles difuntos al encuentro con el Padre Dios, Padre de la misericordia”, ha terminado.
Con la finalización del estado de alarma, el domingo 21 de junio de 2020 se procedió al cierre del albergue provisional Castalia. Las personas que aún residían en estas instalaciones se han re-ubicado en otros recursos sociales, sobre todo de la propia Cáritas Diocesana: Centro Mare de Déu de Lledó y las viviendas residenciales de Cáritas.
Como testimonio de los momentos vividos en el Centro Castalia, los residentes quisieron plasmar sus vivencias en un emotivo vídeo. Desde Cáritas se ha manifestado el agradecimiento «a todas las personas que han contribuido a que este espacio físico se convirtiera en lugar de esperanza y puerta de nuevas oportunidades».
Desde que a mediados de abril se creó el Fondo Diocesano ante el Covid-19 por iniciativa del Obispo, D. Casimiro López Lorente, la comisión de seguimiento ha podido constatar una evolución en los efectos de la pandemia. Si durante las primeras semanas la principal petición era de alimentos para poder comer, a medida que se va recuperando una cierta normalidad afloran otras necesidades. La dificultad para poder adquirir productos de primera necesidad es la punta de un iceberg que puede llevar a una situación dramática para muchas familias: la crisis sanitaria pone de manifiesto la precariedad relacionada con la vivienda, el pago de suministros y el acceso a ayudas.
Como cada año, el Departamento de Pastoral Penitenciaria ha hecho pública la memoria sobre su trabajo en las cárceles españolas. Un informe que se presenta como un homenaje y recuerdo a los 162capellanes deprisiones y a los2.560 voluntarios y voluntariasde Pastoral Penitenciaria que colaboran “para hacer de la cárcel un lugar más justo y humano, un espacio donde se encarne el Evangelio de Jesús”, señala el sacerdote mercedario Florencio Roselló, capellán de prisión en la diócesis y Director del Departamento de Pastoral Penitenciaria de la Conferencia Episcopal Española.
En esta memoria está recogida toda la realidad penitenciaria en España, incluidas las 2 de nuestra diócesis de Segorbe-Castellón, Castellón I y Castellón II (Albocàsser), y refleja toda la solidaridad, el compromiso, la inversión de tiempo y dinero de la Iglesia, que hacen que las personas que están en prisión sean más personas y crean en un futuro con mucha esperanza. Tal y como se indica en su introducción, «detrás de cada dato hay una hombre preso, una mujer presa, que ha participado en una actividad, que ha rezado, que ha salido de permiso, que ha recibido un paquete de ropa, que ha recibido un dinero en peculio». «Como proyecto de Dios, la Pastoral Penitenciaria cree – que estos hombres y mujeres – tienen futuro, que merecen una oportunidad».
Entre los programas que se desarrollan dentro de las prisiones de la diócesis se encuentran los del área religiosa, como las catequesis, la celebración de la Eucaristía, un taller de Biblia, así como de valores o de parábolas. Otros programas desarrollados son los del área social, como un taller de resolución de conflictos, de asesoría laboral, de costura, o un programa de seguimiento y preparación para la salida a los Pisos de Acogida. En relación al área jurídica se realizan recursos de permiso y clasificaciones, que posteriormente se llevan a los juzgados.
Una vez los presos salen de la cárcel, los capellanes y voluntarios siguen trabajando con ellos en los Pisos de Acogida, tanto en el de hombres como en el de mujeres, pero también realizan una importantísima labor visitando a los presos enfermos en el hospital, o llevando a cabo una coordinación con los abogados en temas de asesoramiento y orientación, entre muchas otras acciones.
Cabe recordar que desde el inicio del confinamiento a causa del Covid-19, los capellanes y voluntarios realizaron la “operación mascarillas”, elaborando más 1.700 unidades para que los internos pudieran estar más protegidos.
Será el sábado, 4 de julio, a las 11:00h. en la S.I. Catedral de Segorbe
El Obispo, D. Casimiro López Llorente, presidirá el funeral por los dos sacerdotes diocesanos fallecidos durante este tiempo de pandemia, D. José Blasco Aguilar, canónigo emérito del Cabildo Catedral de Segorbe, y D. Roque Herrero Marzo, párroco emérito de Benasal.
Esta Misa funeral también se aplicará por todos los fieles fallecidos, y a la que están invitados los familiares que no pudieron participar en el funeral general, celebrado en la Concatedral de Santa María de Castellón el pasado sábado, 27 de junio.
S.I. Concatedral de Sta. María de Castellón 27 de junio de 2020
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(2 Mac 12, 43.46, Rom 8,31b-35,37-39; Salmo 22,1-6; Mc 15,33-39;16,1-6)
Hermanas y hermanos en el Señor!
Os saludo a todos en el Señor resucitado. Un saludo muy especial para vosotros queridos familiares, esposos, esposas, hijos, padres y hermanos de todos fallecidos en nuestra diócesis a causa de la epidemia: recibid la condolencia más sincera de nuestra Iglesia de Segorbe-Castellón. Contad con nuestra cercanía y solidaridad, con la comunión con vuestro dolor y, sobre todo, con nuestra oración que mitigue vuestro sufrimiento y que alcance del Señor para vuestros seres queridos el descanso eterno. Saludo a los sacerdotes concelebrantes, de modo particular a los capellanes de los hospitales, y al diácono asistente. Mi saludo respetuoso y agradecido a las autoridades civiles, militares, policiales y sanitarias, a los representantes del personal médico y sanitario y de las residencias de ancianos.
Nada ni nadie, ni tan siquiera la muerte, “nos podrá separar del amor de Dios manifestado en Cristo” (Rom 8,39), muerto y resucitado para la vida del mundo. Con esta fe y confianza en el amor de Dios nos hemos reunido esta mañana como Iglesia diocesana para orar por los fallecidos a causa de la pandemia. Es una idea piadosa y santa rezar por nuestros hermanos difuntos (cf. 2 Mac 12, 44-45)
176 es el número oficial de fallecidos por la pandemia del coronavirus en la poblaciones de la Diócesis de Segorbe-Castellón. 176 son las familias que han perdido a un ser querido. Por todos ellos este sábado, 27 de junio, D. Casimiro López Llorente ha querido oficiar una Misa funeral en la Concatedral de Santa María: «Siguen viviendo en sus almas inmortales, y un día nos podremos reencontrar con ellos si sabemos acoger la vida de Dios ya en nuestra vida mortal. A partir de esta certeza, los encomendamos a la piedad infinita de Dios, seguros que nuestra plegaria por ellos es el mejor homenaje a su memoria«, afirmaba el Obispo durante la homilía.
“me mantiene saber que Ismael está en el cielo velando por nosotros, porque creo en la vida eterna”
Ismael Romero, de 69 años de edad, nació en Serradilla (Cáceres). Desde bien pequeño se fue a vivir a Salamanca, donde conoció a Amparo, su mujer. Por motivos laborales se vinieron a vivir a Castellón hace 36 años. Tienen dos hijos, Myriam, casada con David, e Ismael, casado con Sandra; y 5 nietos. Juntos, Ismael y Amparo han vivido su fe en la parroquia de la Santísima Trinidad de Castellón, en la segunda comunidad del Camino Neocatecumenal, y también han estado comprometidos con la parroquia de San Vicente Ferrer de Castellón.
Ismael estuvo 49 días en la UCI y 4 días en planta. Falleció el 16 de mayo en el Hospital General de Castellón.
¿Cómo estás ante este acontecimiento, del fallecimiento de Ismael?
Me he sentido mal, por el dolor que tenía tan grande, pero a la vez me he sentido muy apoyada por la oración, porque he tenido mucho tiempo para orar, y me he sentido muy apoyada por todos los hermanos y por tanta gente que ha estado rezando por nosotros. La comunión de los santos se nota, yo lo he notado, y gracias a esas oraciones me he podido mantener firme y esperando en el Señor. He estado dos meses y medio completamente sola en casa porque no podía entrar nadie, pero gracias al Señor, dentro de este sufrimiento he podido vivir la soledad en paz. Por eso digo que la oración de los hermanos es lo que más me ha acompañado.
¿Qué es lo que te está sosteniendo durante todo este tiempo?
Pues al principio yo tenía la esperanza de que Ismael se iba a curar y que iba a salir, pero cuando ves la gravedad… empecé a pensar que nos dejaba y se iba con el Señor. Ahora me mantiene el saber que Ismael está en el cielo, y que está velando por todos nosotros, porque creo en la vida eterna.
¿Te está ayudando la fe en Cristo resucitado?
Por supuesto que me está ayudando, y mucho. El Señor nos ha regalado que Ismael no muriera solo, pues los 4 días que estuvo en planta pudo estar acompañado por nuestra hija Myriam, ya que había pasado el coronavirus y tenía anticuerpos. Y ella le hablaba continuamente, rezaba mucho con él hasta el día que falleció. El ratito antes de fallecer, Myriam no dejo de rezar ni un minuto, para que sucediera lo mejor para su padre y que fuera lo que Dios quisiera. Ismael ha muerto con el Rosario en la mano y con mi hija acompañándole, y para mí eso es un don del Señor.
Otra cosa muy importante para nosotros fue el entierro, poderle dar sepultura y que no fuera incinerado. También, que por un día, gracias al cambio de fase, pudimos asistir quince personas en lugar de tres. Éramos pocos, pero se le hizo un entierro muy digno, con las oraciones, con cantos y salmos, y no le faltó de nada, y para mí eso es un don del Señor.
También, después del cementerio yo me fui a hacer la prueba del Covid y di positivo, después de tanto tiempo encerrada en casa, y fue duro, porque yo ya pensaba que me podía juntar con mis hijos y mis nietos después de tanta soledad. No lo entendí, pero cuando llegué a mi casa reflexioné. Estuve sola a ratos, pues mi hija venía algún momento, y eso me ha ayudado muchísimo, y rezar juntas, lo que para mí ha sido otro don del Señor. Ahora sigo en casa, ya he dado negativo y no tengo el virus, pero no tengo muchas ganas de salir. Recuerdo muchísimo a Ismael, pero de todo esto que hemos pasado me quedo con lo bueno, con todas las bendiciones que nos ha regalado el Señor, por tantas cosas que le quiero dar las gracias y decir “Amén”.
¿Ha podido Ismael recibir la unción de enfermos?
Pues sí, Ismael recibió la unción de enfermos cuando estaba en la UCI muy grave, y la verdad que para mí eso fue otro don del Señor.
También me gustaría recordar y dar las gracias a todos los trabajadores del Hospital General de Castellón por el trabajo que han realizado y que están realizando con todos los enfermos. Ismael ha estado muy bien cuidado y muy bien atendido, y espero que Dios les ayude a todos a seguir adelante lo mejor posible.
Durante estos meses de pandemia estamos viviendo momentos muy amargos, llenos de dolor, de sufrimiento y de obscuridad. Hemos sufrido muy de cerca la muerte de familiares, amigos y conocidos. El número tan elevado de fallecidos nos ha hecho caer en la cuenta de que somos frágiles, vulnerables y mortales. La muerte de tantas personas ha sido como un mazazo muy fuerte para todos y, en especial, para sus familias. Y así lo ha vivido nuestra sociedad y nuestra Iglesia, y así lo estamos viviendo.
Creo que es un deber de caridad cristiana y de justicia orar por nuestros fallecidos y por sus familiares, que, en muchos casos, han quedado desolados. Lo hemos venido haciendo desde un primer momento. A los fallecidos y a sus familias nunca les ha faltado nuestra oración personal, la de las familias y la de las comunidades religiosas y parroquiales. Ahora que ha amainado la pandemia y las circunstancias lo permiten, queremos orar como Iglesia diocesana por todos los fallecidos a causa del Covid-19, junto con sus familiares tan necesitados de consuelo. Y lo haremos con la celebración de la Eucaristía, en la que actualizamos la Pascua de Jesucristo, su muerte y resurrección para la Vida del mundo, fuente de esperanza y de consuelo.
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