Queridos diocesanos:
Este domingo, 20 de octubre, celebramos con toda la Iglesia la Jornada Mundial de las Misiones, el Domund. Cada año, este día es una ocasión privilegiada para recordar, orar y ayudar con nuestra generosa aportación económica a todos los misioneros en los llamados ‘países de misión’. Pero este día nos llama a todos los cristianos a tomar conciencia de que el Señor nos llama a todos a ser sus discípulos misioneros, en todas partes, allá donde nos encontremos, también entre nosotros.
Como Iglesia hemos sido convocados por Jesús para ser enviados a la misión. Al despedirse de sus Apóstoles, Jesús les dijo: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16,15). Estas palabras de Jesús, este envío y este mandato, valen para todos los bautizados de todos los tiempos. La misión atañe a todos los cristianos, dejó escrito san Juan Pablo II (RM, 2). Aún son muchos los que no conocen a Jesucristo.
El mandato y el compromiso misioneros valen para todos los bautizados; la misión atañe a todos y cada uno de los cristianos, a nuestra Iglesia, a todas las parroquias y comunidades, a todos los movimientos y asociaciones eclesiales. Todos los miembros de la Iglesia estamos llamados a participar en la misión que el Señor nos ha confiado. La Iglesia es misionera por naturaleza; “si no lo fuera, no sería la Iglesia de Cristo, sino que sería sólo una asociación entre muchas otras, que terminaría rápidamente agotando su propósito y desapareciendo” nos dice el Papa Francisco.
Para el Domund de este año, el Papa ha elegido la parábola evangélica del banquete de bodas (cf. Mt 22,1-14). Después de que los invitados rechazaron la invitación al banquete de bodas de su hijo, el rey, protagonista del relato, dice a sus siervos: “Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, llamadlos a la boda” (v. 9). La misión implica salir a todos los caminos, una y otra vez, e invitar a todos a la fiesta del Señor, al encuentro y a la comunión con Dios. Dios, grande en el amor y rico en misericordia, está siempre en salida al encuentro de todo hombre para llamarlo a la felicidad de su Reino, a pesar de la indiferencia o el rechazo.
Ante un mundo confundido por tantas ilusiones, herido por grandes frustraciones y desgarrado por numerosas guerras fratricidas, hemos de seguir anunciando el Evangelio de Jesús. Nuestra misión como cristianos y como Iglesia se funda en la fuerza transformadora del Evangelio. Nuestra misión no es anunciar ni propagar una ideología religiosa ni tampoco proponer una ética sublime. La misión de la Iglesia es anunciar y ofrecer, ante todo, a Cristo vivo y su Evangelio, llevar al encuentro personal con él. Cristo vivo es la buena Noticia que contiene y ofrece una vida nueva: la vida de Cristo resucitado.
Cuando se acoge esta vida nueva, comunicada por el Espíritu Santo, Cristo Jesús se convierte en Camino, Verdad y Vida de las personas; en Camino que invita a seguirlo con confianza para experimentar así la Verdad y recibir su Vida, que es la plena comunión con Dios y germen de comunión con todos los hombres y la creación. Una comunión que nos libera de toda forma de egoísmo y pecado. La vida nueva de Cristo resucitado transforma el corazón de la personas, condición siempre indispensable para la transformación de las relaciones personales y sociales, y de las estructuras injustas y de pecado. De este modo, el anuncio del Evangelio se convierte en palabra viva y eficaz que realiza lo que proclama.
En esta Jornada del Domund recordamos con gratitud y oramos por tantos misioneros y misioneras, que, siguiendo la llamada del Señor, lo han dejado todo y entregan su vida para que la buena Noticia resuene en todos los continentes. A los misioneros les queremos mostrar también nuestra solidaridad fraterna con nuestra generosa aportación económica en la colecta de este día. Son muchas y, en algunos casos, extremas las carencias y necesidades materiales de los misioneros en el cumplimiento de su tarea evangelizadora y social que promueve el desarrollo integral de las personas y de los pueblos, en especial de los más pobres. Con la colecta de este día les ayudamos a cubrir o paliar esas carencias mediante proyectos pastorales, sociales y educativos.
Seamos generosos. Redoblemos, pues, nuestro compromiso con la misión y las misiones. El Señor nos llama a compartir nuestros bienes y a hacerlo de modo especial con los más pobres y desfavorecidos. Muchísimas gracias en su nombre.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón