El segundo Domingo de Pascua se llama también “de la Misericordia divina’´ desde el año 2000. Así lo dispuso san Juan Pablo II en la canonización de Sor Faustina Kowalska, Apóstol de la divina Misericordia. Este domingo debía ser “una invitación perenne para el mundo cristiano a afrontar, con confianza en la benevolencia divina, las dificultades y las pruebas que esperan al género humano en los años venideros”. Sor Faustina había dejado escrito que “la humanidad no conseguirá la paz hasta que no se dirija con confianza a la misericordia divina” (Diario, 300). Vista desde la actual pandemia y del resto de los graves problemas que siguen afectando a la humanidad, el deseo del Papa se revela como realmente profético. La humanidad necesita abrir su corazón a la Misericordia de Dios especialmente en este tiempo de incertidumbre.
Misericordia significa el corazón (cordia, del latín cor, corazón) que se abaja ante cualquier miseria humana (miseri). Como dice el papa Francisco “el nombre de Dios es misericordia”. Es la palabra que mejor revela su ser más íntimo: Dios es amor y comunión de personas en el amor. La misericordia es el amor divino en su aspecto más profundo hacia la humanidad; manifiesta su disposición a aliviar cualquier necesidad humana y su infinita capacidad de perdonar.
Dios es amor y crea al ser humano por amor y para la vida plena en su amor. Es un amor fiel, que sigue amando a su criatura incluso cuando se aleja de Él, y que sale a su encuentro y la espera pacientemente. Es un amor compasivo, entrañable y tierno como el de una madre, que sufre y se compadece ante cualquier necesidad y sufrimiento humano; es un amor que está siempre dispuesto al perdón. Así lo revela Dios a lo largo de la Historia del Pueblo de Israel y lo hace de modo definitivo en su Hijo, Jesús.
Jesús es la Misericordia de Dios hecha carne: su persona, sus palabras, gestos y obras, todo en Él nos habla de la misericordia de Dios. Jesús habla con palabras de misericordia; mira con ojos misericordiosos; actúa y cura movido por la compasión y la misericordia hacia los necesitados, desheredados y enfermos en el alma y en el cuerpo. El misterio pascual, la muerte y resurrección de Jesús, es la manifestación suprema de la misericordia divina. Por su amor misericordioso, el Padre envía al Hijo al mundo; por amor a Dios y al ser humano, Cristo se ofrece en la Cruz al Padre para el perdón de los pecados; por amor, el Padre acoge y acepta el sacrificio de su Hijo y lo resucita; por amor, Cristo resucitado envía el Espíritu Santo.
En la tarde del primer día de la semana, Jesús Resucitado se presenta ante los Apóstoles y les dice: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. (…) Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos” (Jn 20, 21-23). Antes de pronunciar estas palabras, Jesús les muestra sus manos y su costado, es decir, señala las heridas de la pasión, sobre todo la herida de su corazón, fuente de la que brota la gran ola de misericordia que se derrama sobre la humanidad.
La misericordia divina llega a la humanidad a través del corazón de Cristo crucificado mediante el envío del Espíritu para el perdón de los pecados. Este don pascual de la Misericordia divina continua en su Iglesia a través de los sucesores de los Apóstoles; una misericordia que reconstruye la relación de cada uno con Dios, de los hombres entre sí y con la creación entera; una misericordia que suscita entre los hombres nuevas relaciones de solidaridad fraterna.
Cristo nos enseñó que quien acoge y experimenta la misericordia de Dios está llamado a “usar misericordia” con los demás: “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,36). La misericordia sale al encuentro de todas las necesidades de los hombres, como Jesús que se inclinó sobre todas las miserias humanas, tanto materiales como espirituales.
Sintonizando con el corazón de Cristo, crucificado y resucitado, llegaremos a ser capaces de mirar a nuestros hermanos con ojos nuevos: con ternura entrañable, con compasión comprometida y con disposición al perdón: en una palabra, miraremos nuestro mundo con ojos de misericordia. Así será posible establecer un estilo nuevo de relaciones entre las personas y entre los pueblos. Desde este amor podremos afrontar la crisis de sentido y los desafíos más diversos, superar los odios y las guerras, perdonar de corazón, salvaguardar la dignidad de toda persona humana. Acojamos y vivamos el don pascual de la misericordia divina y ofrezcámosla a la humanidad.
Ante la situación generada en el pueblo de Artana por las obras de rehabilitación de la fachada lateral de la Parroquia de San Juan Bautista, este Obispado con fecha 21 de julio de 2020 realizó un comunicado dando a conocer la situación de las obras.
En la actualidad, ante las sesgadas informaciones vertidas estos días, detallamos de manera objetiva los hechos acontecidos desde el último comunicado.
Las obras quedaron paralizadas a la espera de respuesta de los informes que tanto la Dirección General de Cultura y Patrimonio de la Generalitat Valenciana, organismo competente en esta materia patrimonial, como la Associació Cultural Amics d’Artana, solicitaron a diversos órganos consultivos, sin carácterpreceptivo:
El Consell Valencià de Cultura emite informe, solicitado por parte de la Associació Cultural Amics d’Artana.
La Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, emite informe solicitado por parte de la Dirección General de Cultura y Patrimonio.
La Universidad Jaume I de Castellón, emite informe solicitado por parte de la Dirección General de Cultura y Patrimonio.
El Director en Castellón de la Dirección Territorial de Educación, Cultura y Deporte, a la vista de lo considerado en los citados informes, comunica a este Obispado que estima “REITERAR la autorización FAVORABLE al proyecto de rehabilitación inicial al no haberse dado circunstancias sobrevenidas que pudieran hacer variar su sentido”, avalando así como buenos los planteamientos de la intervención desarrollada en el proyecto original. La autorización y licencia que avalan las obras constituye un acto administrativo firme no susceptible de impugnación alguna.
Así mismo, la Dirección Territorial de Castellón del Servicio Territorial de Educación, Cultura y Deporte autoriza a este Obispado de Segorbe-Castellón a seguir el proceso de enlucido original según su criterio o, con carácter facultativo, modificar “el enlucido previsto y sustituirlo por un revoco de mortero enrasado, de coloración terrosa, que cubre en mayor o menor medida el muro de mampostería dejando en algunos casos vistos los mampuestos más sobresalientes, los sillares de los contrafuertes, de la puerta del arco de medio punto, de la esquina, la ventana con aspilleras, las esquinas de ladrillo macizo de los contrafuertes superiores y de las ventanas, todo ello del lado de la epístola”.
El Obispado de Segorbe-Castellón tiene en marcha la rehabilitación de varios edificios por lo que, ante la paralización que han sufrido las obras de la fachada de la parroquia de Artana, se retomarán cuando sea posible.
El cura de la parroquia San Juan Bautista de Artana y el Consejo de Pastoral de la misma, han estado informados de todos los trámites y pasos dados.
En este año dedicado a la Familia, cuya apertura se celebró el pasado 19 de marzo, día de San José, con una solemne ceremonia que presidió nuestro Obispo en la Concatedral de Santa María, en Castellón, la Iglesia inicia un recorrido para caminar junto a las familias de la mano de la Exhortación Apostólica «Amoris Laetitia« y de un conjunto de herramientas para alimentar la reflexión, el diálogo y la práctica pastoral y, al mismo tiempo dar valor, estímulo y ayuda a las familias en su vida espiritual y concreta de cada día (AL 4).
El Santo Padre nos invita a caminar juntos durante 10 meses a través de unos videos a los que acompaña un subsidio, que nos van a ayudar a todas las familias a profundizar en el amor familiar como vocación y camino a la santidad.
En el primer vídeo publicado, junto con su correspondiente subsidio, nos presenta a la familia de Michael y Hun Ching, quienes a partir de una reflexión del Papa Francisco nos ayudan a reconocer los dones del matrimonio y de la familia; ver en la familia un signo de misericordia; y cuidar con amor la vida de las familias. El Santo Padre asegura que «en la Iglesia y en la pastoral familiar es necesario iniciar una “conversión misionera” para caminar junto a las familias y ayudarlas a afrontar con confianza y serenidad los retos que con demasiada frecuencia afrontan solas». Por su parte, Michael y Hun Ching dan testimonio de cómo ha ido creciendo su amor «cuidando el don de la familia» y formando parte «de una comunidad de familias que piensan del mismo modo recordándonos constantemente que debemos ser un signo del amor de Dios, el uno por el otro».
Cada subsidio puede ser utilizado de manera flexible tanto por las familias como por las distintas realidades eclesiales (diócesis, parroquias, comunidades). Además, está subdividido en 4 partes, cada una de las cuales puede ser utilizada para profundizar en la familia o la comunidad, incluso en momentos diferentes. Esta herramienta pretende ser una ayuda para la pastoral familiar, con propuestas y sugerencias que pueden adaptarse al contexto local. El objetivo es alimentar la reflexión, el diálogo y la práctica pastoral y, al mismo tiempo, dar valor, estímulo y ayuda a las familias en su vida espiritual y concreta de cada día
El Obispo de la Diócesis, D. Casimiro López Llorente, ha presidido hoy la Santa Misa del Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor, que se ha celebrado en la S.I. Catedral, en Segorbe, donde ha proclamado el amor de Dios y el triunfo de la vida sobre la muerte en Cristo, exhortando a ser testigos del Resucitado.
Secuencia
Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza a gloria de la Víctima propicia de la Pascua. Cordero sin pecado que a las ovejas salva, a Dios y a los culpables unió con nueva alianza. Lucharon vida y muerte en singular batalla, y, muerto el que es la Vida, triunfante se levanta.«¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?». «A mi Señor glorioso, la tumba abandonada, los ángeles testigos, sudarios y mortaja. ¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!. Venid a Galilea, allí el Señor aguarda; allí veréis los suyos la gloria de la Pascua.» Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia que estás resucitado; la muerte en ti no manda. Rey vencedor, apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa.
¡Cristo ha resucitado!
El Obispo ha comenzado la homilía proclamando la alegría de la resurrección de Jesús. “!Cristo, nuestra Pascua, ha resucitado! Aleluya, es la Pascua, el día en que actuó el Señor; sea nuestra alegría y nuestro gozo”, animando a “superar nuestro miedo e incertidumbre en estos tiempos de pandemia”, pues “Cristo ha Resucitado, y nos invita a confiar en Dios, porque es eterna su misericordia”.
Ante el Evangelio proclamado (Mc. 16, 1-7), D. Casimiro ha exhortado “a dejarnos guiar por la luz de la fe, y creer que Cristo ha resucitado, como lo hicieron aquellas mujeres y los Apóstoles”, pues la resurrección de Jesús no es fruto de la invención, de la credulidad o del fracaso de sus discípulos, “es la manifestación suprema del amor de Dios, es su respuesta a la entrega amorosa y obediente de su Hijo hasta la Cruz”, revelándose “el rostro de Dios, de su amor, de su bondad, de su poder y de su fidelidad, porque Él nunca abandona a quienes confían en Él”.
Los bautizados en Cristo
“Por nuestro Bautismo participamos ya del Misterio Pascual de la muerte y resurrección del Señor”, ha dicho, por él “renacimos un día a la nueva vida de los Hijos de Dios, fuimos lavados de todo vínculo de pecado, signo y causa de muerte y de alejamiento de Dios”, quedando “unidos a Cristo, y por ello debemos vivir las realidades de arriba, donde Cristo está sentado a la derecha del Padre”, porque como cristianos “somos ciudadanos del cielo”.
Testigos del Resucitado
Nuestro Obispo ha exhortado a ser testigos del Resucitado, lo que “pide vivir como Jesús vivió”, cuidando de los enfermos y de los necesitados, de los contagiados y de los sufren las consecuencias de la pandemia, de los que han perdido el sentido de su vida, de la familia y de la sociedad, y de la creación.
“No tengamos miedo, no nos avergoncemos de ser testigos de Cristo Resucitado”, nos dice el Obispo ante “los intentos de recluir la fe cristiana al ámbito de la conciencia, ni los insultos, ni las amenazas o los castigos de las autoridades, ni la increencia, la indiferencia o el desprecio ambiental hacia Cristo Jesús y hacia el cristianismo”.
La Pascua “es el triunfo de la vida sobre la muerte, del amor sobre el pecado, de la paz sobre el odio”, y Cristo “es luz para el mundo, simbolizado en el Cirio Pascual”, que “nos dice que nuestro destino no es la tumba, no es la nada, sino que estamos creados por amor, para la vida en el amor definitivo y pleno con Dios”.
“Demos testimonio de la Resurrección de Cristo”, ha recalcado, “promoviendo la dignidad de toda vida humana, también la de los enfermos incurables, que no incuidables, mostrémosles con todo nuestro cuidado que Dios los ama, que Dios quiere que vivan con la dignidad de hijos e hijas de Dios”.
A las 20.00h de esta tarde, en la Santa Iglesia Catedral, en Segorbe, el Obispo de la Diócesis ha presidido la Solemne conmemoración litúrgica de la Resurrección del Señor. Tras una noche en vela en honor del Señor, en esta antiquísima tradición se celebra la noche santa en la que el Señor resucitó, considerándose la madre de todas las santas liturgias.
La celebración ha comenzado con las luces del templo apagadas, mientras que la bendición del fuego, los ritos de preparación y el encendido del cirio pascual que representa la «Luz de Cristo» se ha realizado fuera del templo al que han accedido el Obispo y los Ministros por el pasillo central, proveyendo de luz a los feligreses que, sin moverse de sus bancos ya habían sido provistos previamente de sus cirios. Así, tras el inicio de la Vigilia o lucernario, se ha cantado el Pregón Pascual y tal como ha anunciado nuestro Obispo «hemos entrado en la Noche Santa de la Resurrección del Señor» y ha dado inicio, en silencio meditativo a la lectura de la Palabra de Dios.
Liturgia de la Palabra
La liturgia de la Palabra se ha celebrado con las lecturas del Libro del Génesis (1 y 2), y del Libro del Éxodo 14, intercaladas por el Salmo 103, precioso poema que se convierte en un verdadero himno a Dios, creador y conservador del universo y de todo lo que en él hay, todas las maravillas y esplendores de la creación, en su diversa y rica manifestación; así como el salmo 15 y el del Éxodo, dando paso a la Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos y a la Proclamación del santo Evangelio según San Mateo (28:1-10). Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento hablan de Cristo e iluminan la Historia de la Salvación y el sentido de los sacramentos pascuales produciéndose un diálogo entre Dios que habla a su Pueblo a través de las lecturas y el Pueblo que responde a través de los Salmos.
La homilía del Obispo se ha centrado en esta buena noticia, «antigua y siempre nueva» ha remarcado D. Casimiro, que resuena de nuevo en esta Vigilia Pascual: ¡Cristo vive. Ha resucitado!, «este es el centro de nuestra fe cristiana». En esta Noche Santa se cumplen las Escrituras proclamadas durante la liturgia como «manifestación del amor de Dios y de su voluntad salvífica universal» ha dicho el Obispo, recuperándose así todo el sentido de la creación pues el hombre, «creado por Dios a su imagen y semejanza, en comunión con Dios, con sus semejantes y la creación, está llamado a esa comunión en Cristo».
El mensaje de esta noche está cargado de esperanza pues, como ha resaltado D. Casimiro, «la muerte ha sido vencida, el pecado ha sido borrado, la humanidad ha quedado reconciliada». A través de la Resurrección de Jesucristo «todo está revestido de una nueva vida, y, en Cristo la humanidad es rescatada por Dios, y recobra la esperanza».
Renovación del Bautismo
En esta noche también renace el pueblo de Dios, la Iglesia, «con quien Dios ha sellado una alianza eterna y toda la tierra exulta y glorifica al Señor». En el transcurso de la Vigilia Pascual se renuevan las promesas del Bautismo, «renunciando a Satanás para creer firmemente en Dios y en sus planes de salvación». Y es modo nuevo de vida, ha dicho el Obispo, «no es temporal, sino inmortal y eterna, supone una vida en libertad de la esclavitud del pecado para ser libres y vivir en servicio constante del Dios vivo».
A través del bautismo, recibimos el don inicial de «ser cristianos y participar de la misma vida de Cristo», y esta noche a través de la renovación bautismal renovamos nuestra participación en la misma vida de Dios, creciendo y madurando a través del resto de sacramentos, de la oración y del compromiso de caridad en la Iglesia. En este sentido, el Obispo ha resaltado que vivir esta vida divina, supone «no vivir para sí mismo, porque egoísmo y Dios se excluyen; quien vive la vida divina vive para los demás ya que en los ellos descubre la presencia del Resucitado». Quien vive para Dios, ha enfatizado D. Casimiro, «transpira amor y perdón, alegría y paz, felicidad y esperanza; se convierte así en verdadero apóstol, testigo de la resurrección, despertando en cuantos encuentra a su paso el deseo de Dios».
Para terminar, ha invocado a María como testigo gozosa de la Resurrección para que «nos ayude a todos a caminar en una vida nueva» saliendo de ese hombre viejo que cada uno de nosotros hemos dejado crucificado con Cristo y «comportarnos como hombres nuevos que viven para Dios en Jesucristo». Tras la homilía D. Casimiro ha procedido de la bendición del agua bautismal dando paso al rito de la renovación del bautismo, la renuncia a Satanás y la profesión de la fe en el que han participado fervorosamente los feligreses segorbinos que han seguido la celebración de forma presencial.
En la celebración de esta tarde-noche la liturgia Eucaristíca cobra un especial sentido pues es la culminación de la noche Pascual pues Cristo, el Señor Resucitado, nos hace participar de su Cuerpo y de su Sangre, como memorial de su Pascua. La ceremonia ha concluido con la Bendición Papal con «Indulgencia Plenaria a todos los presentes que estén verdaderamente arrepentidos, se hayan confesado y hayan recibido la comunión».
Al igual que el resto de celebraciones litúrgicas del Triduo Pascual, la Vigilia ha sido retransmitida en directo por televisión de Castellón, así como otras televisiones locales y también por el canal diocesano de YouTube.
Cada año, en la mañana de Pascua resuena el anuncio antiguo y siempre nuevo: “¡Cristo ha resucitado! ¡Aleluya!”. Es la Pascua de la Resurrección del Señor. Cristo Jesús ya no está en la tumba, en el lugar de los muertos. Su cuerpo roto, enterrado con premura el Viernes Santo ya “no está aquí”, en el sepulcro frío y oscuro, donde las mujeres lo buscan al despuntar el primer día de la semana. ¡Cristo ha resucitado! (cf. Mc 16,6). El Ungido ya perfuma el universo y lo ilumina con nueva luz.
El cuerpo de Jesús ya no está en la tumba no porque haya sido robado, sino porque ha resucitado. Aquel Jesús, a quien habían seguido, vive. En Él ha triunfado la Vida de Dios sobre el pecado y la muerte. El Señor resucitado une de nuevo la tierra al cielo y restablece la comunión de los hombres con Dios y de los hombres entre sí; y se convierte así en principio de la fraternidad universal. Jesús, entregándose en obediencia al Padre por amor a los hombres, destruyó el pecado de Adán y la muerte. La resurrección es el signo de su victoria, es el día de nuestra redención.
¡Cristo ha resucitado! Esta es la gran verdad de nuestra fe cristiana. Aquel, al “que mataron colgándolo de un madero” (Hech 10, 39) ha resucitado verdaderamente. Ante quienes lo niegan o lo ponen en duda hay que afirmar con fuerza que la resurrección de Cristo es un acontecimiento real e histórico que ha sucedido una sola vez y una vez por todas: El que murió bajo Poncio Pilato, éste y no otro, es el Señor resucitado de entre los muertos: Jesús vive ya glorioso y para siempre. La resurrección de Jesús no es fruto de una experiencia mística, ni una historia piadosa; es un acontecimiento que sobrepasa la historia, pero que sucede en un momento preciso de la historia dejando en ella una huella indeleble. La luz que deslumbró a los guardias encargados de vigilar el sepulcro de Jesús ha atravesado el tiempo y el espacio. Es una luz diferente, divina, que ha roto las tinieblas del pecado y de la muerte, que ha traído al mundo el esplendor de Dios, el esplendor de la Verdad, del Bien y de la Belleza.
En la Pascua de Cristo está la salvación de la humanidad. Si Cristo no hubiera derramado su sangre por nosotros y por nuestros pecados, y si no hubiera resucitado, no tendríamos ninguna esperanza: la muerte sería inevitablemente nuestro destino y el pecado, la división, el odio, el egoísmo, la mentira, la avaricia y el poder del más fuerte tendrían sin remedio la última palabra en la vida de los hombres. Pero la Pascua ha invertido la tendencia: muriendo destruyó el pecado y resucitando restauró la Vida. La resurrección de Cristo es una nueva creación: es la nueva savia, capaz de regenerar toda la humanidad. Y por esto mismo, la resurrección de Cristo da fuerza y significado a toda esperanza humana, a toda expectativa, a todo deseo y proyecto de cambio y progreso verdaderamente humanos. La última palabra no la tienen ya la muerte, el pecado, el mal o la mentira, sino la Vida, la Verdad, el Bien y la Belleza de Dios.
Cristo ha muerto y resucitado, y lo ha hecho por todos los hombres, por cada uno de nosotros. Él es la primicia y la plenitud de una humanidad reconciliada y renovada. En Él todo adquiere un sentido nuevo. Cristo ha entrado en la historia humana cambiando su curso. Nuestra historia personal, la historia de la humanidad y del mundo no están abocadas a un final fatal, a la nada o al caos. Él es nuestra Esperanza, la esperanza que no defrauda. La vida gloriosa del Señor resucitado es un inagotable tesoro, destinado a todos; todos estamos invitados a acogerla con fe para participar de ella ya desde ahora. La alegría pascual será verdadera si nos dejamos encontrar en verdad por el Resucitado, si nos dejamos llenar de la Vida y la Paz, que vienen de Dios y generan vida y paz entre los hombres. El encuentro personal con el Resucitado teñirá toda nuestra vida, nuestra relación con los demás y con toda la creación.
Todo bautizado participa ya por el Bautismo de la Vida nueva del Resucitado. Todo bautizado está llamado a vivir esta nueva Vida y a dar testimonio de la salvación en Cristo, a llevar a todos el fruto de la Pascua: una vida nueva, liberada del pecado y restaurada en su verdad, bondad y belleza originaria. Vivamos con alegría nuestra condición de bautizados. Será el mejor testimonio de nuestra fe; será también nuestra mejor contribución a la tan necesaria regeneración espiritual y moral de nuestro mundo.
Cristo ha resucitado, está vivo y camina con nosotros. Caminemos con la mirada puesta en el Cielo, fieles a nuestro compromiso en este mundo.
Presidida por el Obispo en la S.I. Catedral Basílica de Segorbe
A la hora aproximada en que ocurrió el acontecimiento que trajo la salvación al mundo, desde la Santa Iglesia Catedral Basílica en Segorbe, siendo las 17,00h de la tarde, se ha conmemorado, presidida por el Obispo de la Diócesis, «la hora del combate supremo y de la victoria definitiva, de la humillación y de la glorificación, la hora de pasar de este mundo al Padre». En la contemplación de esta tarde de Pasión, todos los cristianos han puesto sus ojos ante la Pasión del Señor. Desde la Catedral de Segorbe, con ayuda de las lecturas, los fieles han podido contemplar los pasos de Jesucristo y la salvación de la cruz que se adora hoy. La celebración ha sido retransmitida por Televisión de Castellón, seguida también por otras televisiones y por el canal diocesano de YouTube.
La Liturgia ha comenzado con el Obispo de la Diócesis postrado en el suelo del altar para adorar en silencio la Muerte del Señor. Los fieles que han seguido presencialmente la celebración lo han hecho de rodillas. Tras la lectura del Profeta Isaías (52, 13-53,12), los cristianos hemos podido acompañar a Jesús en su maltrato siendo «voluntariamente humillado y no abría la boca, como un cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron». También, antes de la proclamación del Evangelio, a través de la Carta a los Hebreos (4, 14-16; 5-7-9), se nos invitaba a «mantenernos firmes en la fe que profesamos» pues Cristo, dice la Carta, «con lo que padeció experimentó la obediencia; y llegado a la perfección se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen».
Tras las lecturas se ha dado paso al relato de la Pasión de Jesucristo según San Juan (Ju 18,1-19,42) que constituye uno de los elementos centrales la celebración de este Viernes Santo. A lo largo de este relato, desde la oración en el huerto de los Olivos hasta la crucifixión, Jesucristo no deja indiferente a nadie, se muestra como rey en todo momento y obediente a la voluntad de Dios Padre. Cristo cumple así las profecías antiguas sobre el Mesías prometido y exclama desde la cruz: “Todo está cumplido”. Obediente al Padre cumple con el plan que Él tenía preparado: salvar a la humanidad a través de la entrega voluntaria de su vida.
El verdadero sentido del Viernes Santo
En la homilía el Obispo ha recordado que el verdadero sentido del Viernes Santo «es el Misterio de nuestra salvación porque en la cruz, Cristo Jesús nos ha arrancado del pecado y de la muerte; con su cruz nos ha redimido y nos ha abierto las puertas de la dicha eterna». En la conmemoración de la Pasión y Muerte de Cristo, «contemplamos con fe el Misterio de amor, contemplamos a Dios que ha entregado a su Hijo por la salvación del mundo, contemplamos a Cristo, que obediente a la voluntad del Padre, entrega su vida por amor».
Retomando la lectura del profeta Isaías, D. Casimiro ha remarcado que Jesús «no es un héroe glorioso ni triunfante como había sido aclamado el Domingo de Ramos, sino el siervo desfigurado que no parece un Dios, no responde a los insultos, ni a las torturas ni a los desprecios, no abre la boca, sino para orar y perdonar». Lo que más impresiona, ha resaltado el Obispo, «es la profundidad de la entrega de Cristo, de su sacrificio en la cruz, pues, aún inocente y libre de todo pecado carga con los sufrimientos de todos los hombres».
«No ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate»
Con esta cita de Mateo, la meditación del Obispo de la Diócesis, ha recordado que Jesús, en la cruz, «carga con la tragedia de nuestros egoísmos, mentiras, envidias, traiciones y maldades que se echaron sobre él para condenarlo por una muerte injusta». Carga con todo pecado e injusticia humana, «los de entonces y los de ahora», ha enfatizado D. Casimiro, pues el pecado «no es otra cosa que el rechazo al amor de Dios fruto de nuestra soberbia y ese sueño imposible de suplantar a Dios y ser dioses al margen de Dios».
«Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
En la contemplación del Misterio de la Pasión y Muerte de Jesús en la cruz, el Obispo también ha reflexionado sobre el mayor dolor de Jesús que fue «sufrir la experiencia espantosa de la soledad que produce el pecado», porque, ha dicho, «si el sufrimiento es proporcional al mal sufrido podemos entender el grado y la medida de este mal que Cristo cargó sobre sí». Y esa experiencia de abandono se convierte en oblación amorosa al encomendar al Padre su espíritu, solidarizándose con todos aquellos que por su culpa padecen el exilio de la patria del amor. Cristo, ha remarcado D. Casimiro en su meditación, «aniquila el mal en el ámbito espiritual de las relaciones entre Dios y la humanidad y llena ese espacio con el bien inmenso de un amor entregado hasta el extremo».
«Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen»
En la cruz se encuentran la miseria del hombre y la misericordia de Dios para siempre, ha dicho el Obispo. «La cruz muestra el verdadero rostro de Dios pues nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos». Dios, como espectador del mundo, «no se regodea del sufrimiento de los hombres, en su hijo asume el dolor del sufrimiento humano y lo redime viviéndolo como don y ofrenda de los que brota la vida nueva para el mundo».
En este momento de dolor y de sufrimiento por la pandemia, D. Casimiro ha querido resaltar que la historia del sufrimiento humano «es también la historia de Dios con nosotros, pues en este momento de incertidumbre y de angustia, Dios está presente en el dolor humano y sufre con nosotros para contagiarnos del valor inmenso del sufrimiento ofrecido por amor a Dios». Acogiendo su amor, su misericordia y su presencia, «Dios no nos abandona, porque ha hecho suya la muerte para que el mundo hiciese suya la vida que brota del árbol de la cruz».
Unidos a Cristo en su Cruz como María
Antes de finalizar, el Obispo nos ha invitado a contemplar y a adorar la cruz de Cristo, junto a María, su Madre, «contemplando a todos cuantos hoy están crucificados, a los que sufren, a las víctimas de leyes injustas y que tienen que cargar con su cruz; contemplemos el pecado del mundo, nuestros propios pecados con los que Cristo hoy carga y unámonos a Cristo con su cruz, para dar nosotros también la vida por amor, al pie de la cruz como María, que unida a su Hijo, compartió su dolor y el amor de su entrega».
Tras la liturgia de la Palabra, se ha celebrado, tal como estaba previsto en las disposiciones especiales decretadas por el Obispo para esta Semana Santa de pandemia, la contemplación y adoración de la cruz a través de la genuflexión o de una inclinación con la cabeza al estar prohibido besarla como es tradición. Al mismo tiempo se ha recogido también la colecta para los Santos Lugares, para lo que D. Casimiro ha solicitado generosidad «con aquellos que mantienen viva la presencia de la fe cristiana a través de la conservación de templos y lugares santos que ayudan a mantener viva la fe de quienes los visitan, más en estos tiempos de pandemia que el turismo religioso, como el resto, están sufriendo ante las restricciones por la pandemia.
Vía Crucis meditado por el Obispo en la Concatedral de Santa María, en Castellón
A las 11 de esta mañana se ha celebrado, en la Concatedral de Santa María, en Castellón, el Vía Crucis de nuestro Señor Jesucristo recorriendo espiritualmente las calles de Jerusalén hasta el Santo Sepulcro. En la Monición inicial, Miguel Simón, párroco de Santa María ha recordado que el Vía Crucis está históricamente vinculado a los sitios que Jesús recorrió, sin embargo, ha dicho «hoy día ha sido trasladado también a muchos otros lugares, donde los fieles del Divino Maestro quieren seguirle en espíritu por las calles de Jerusalén». Habitualmente en nuestras iglesias las estaciones son catorce, como en Jerusalén entre el pretorio y la Basílica del Santo Sepulcro y, en este recorrido hoy, ha pedido, «tengamos presentes de modo especial a cuantos cayeron bajo la cruz del dolor, de la marginación y de esta pandemia que sufrimos».
En el Vía Crucis han participado también los vicarios parroquiales, Ángel Cumbicos y David Barrios, así como el Diácono, Daniel Cortesi y el acólito Raúl Engonga, además de los numerosos fieles que, desde sus bancos (tal como decretó el Obispo en las disposiciones generales para las celebraciones de esta Semana Santa) han meditado y rezado junto a D. Casimiro. Al órgano, entre estación y estación, Augusto Belau, organista titular de la Concatedral de Santa María.
1ª. Estación: Jesús es condenado a muerte – Evangelio según san Mateo. Mt 27, 22-23
La meditación del Obispo ha resaltado la condena a muerte de Jesús «porque el miedo al qué dirán ha sofocado la voz de la conciencia». Sucede así a lo largo de la historia donde los inocentes son maltratados, condenados y asesinados. D. Casimiro ha interpelado a las veces que «hemos preferido también nosotros el éxito a la verdad, nuestra reputación a la justicia» y ha pedido «fuerza en nuestra vida a la sutil voz de la conciencia, a tu voz, para que tu mirada penetre en nuestras almas y nos indique el camino en nuestra vida».
En esta primera estación se ha pedido por los médicos y los sanitarios que también entregan su vida al servicio de los enfermos.
2ª Estación: Jesús carga con la cruz a cuestas – Evangelio según san Mateo. Mt 27, 27-31
Habiéndose dejado escarnecer y ultrajar, el Obispo ha instado a «no unirnos a los que se burlan de quienes sufren o son débiles y a reconocer el rostro de Jesús en los humillados y marginados; a no desanimarnos ante las burlas del mundo cuando se ridiculiza la obediencia a la voluntad de Dios». «Danos fuerza para aceptar la cruz, sin rechazarla – ha enfatizado D. Casimiro- ante las dificultades de la vida y anímanos a recorrer el camino del amor y, aceptando sus exigencias, alcanzar la verdadera alegría».
En esta segunda estación se ha pedido por los niños y los jóvenes, para que les sepamos acompañar en estos días y sepan vivir en esta situación de emergencia sanitaria.
3ª. Estación: Jesús cae por primera vez – Del libro del profeta Isaías. Is 53, 4-6
Ante el peso de la cruz que hizo caer a Jesús, está «nuestro pecado y nuestra soberbia que no hace más que mancillar cada vez más profundamente la dignidad humana pensando que podemos transformar al hombre en una especie de mercancía, que puede ser comprada y vendida, una reserva de material para nuestros experimentos, con los cuales esperamos superar por nosotros mismos la muerte». «Ayúdanos Señor a renunciar a nuestra soberbia destructiva y, aprendiendo de tu humildad, a levantarnos de nuevo».
En esta tercera estación, Jesús carga con nuestros sufrimientos, nuestro dolor y nuestro pecado, por ello el Obispo ha pedido «perdón por nuestra maldad» y que nos ayude «a levantarnos».
4ª. Estación: Jesús se encuentra con su madre – Del Evangelio según san Lucas. Lc 2, 34-35. 51b
D. Casimiro ha reflexionado sobre la fidelidad de Santa María, Madre del Señor que habiendo creído ante el anuncio del Ángel aquello que parecía increíble – ser la madre del Altísimo – «también has creído en el momento de su mayor humillación» convirtiéndose en la Madre de los creyentes, Madre de la Iglesia.
En esta estación se ha pedido la protección de María, como madre, de todos aquellos a los que en su trabajo se arriesgan por estar al servicio de los demás.
5ª. Estación: El Cireneo ayuda a Jesús a llevar la cruz – Del Evangelio según san Mateo. Mt 27, 32; 16, 24
Habiendo abierto los ojos y el corazón al Cirineo, y la gracia de la fe al compartir la cruz, «ayúdanos a socorrer a nuestro prójimo que sufre y danos la gracia de reconocer como un don el poder compartir la cruz de los otros y experimentar que así caminamos contigo».
En esta quinta estación, el Obispo ha pedido «por las religiosas y religiosos que, fieles a su vocación, están al servicio de los demás, especialmente en estos momentos».
6ª. Estación: La Verónica enjuga el rostro de Jesús – Del libro del profeta Isaías. Is 53, 2b-3 y del libro de los Salmos. Sal 26, 8-9
El Obispo ha pedido «la inquietud del corazón que busca tu rostro» y la protección «ante la oscuridad del corazón que ve solamente la superficie de las cosas» para obtener «la sencillez y la pureza que nos permiten ver tu presencia en el mundo».
D. Casimiro ha pedido «que la iglesia sea imagen pura» de Jesús, «en medio del mundo estando al lado de los pobres y los que sufren».
7ª. Estación: Jesús cae por segunda vez – Del libro de las Lamentaciones. Lam 3, 1-2. 9
Jesús cae por nuestro peso y continúa llevándolo. «En lugar de un corazón de piedra danos de nuevo un corazón de carne, un corazón capaz de ver, no permitas que el muro del materialismo llegue a ser insuperable. Haz que te reconozcamos de nuevo. Haznos sobrios y vigilantes para poder resistir a las fuerzas del mal y ayúdanos a reconocer las necesidades interiores y exteriores de los demás», ha meditado el Obispo, que en esta estación ha pedido fortaleza ante la pandemia, la enfermedad y las dificultades económicas, laborales y sociales.
8ª. Estación: Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén – Del Evangelio según san Lucas. Lc 23, 28-31
Jesús nos llama a superar una concepción del mal como algo banal, con la cual nos tranquilizamos para poder continuar nuestra vida de siempre. «Haz que caminemos junto a ti sin limitarnos a ofrecerte solo palabras de compasión. Conviértenos y danos una vida nueva; no permitas que, al final, nos quedemos como el leño seco, sino que lleguemos a ser sarmientos vivos en ti, la vid verdadera, y que produzcamos frutos para la vida eterna» (cf. Jn 15, 1-10). A Jesús, que al ver a la gente como ovejas sin pastor, sintió pena y salió a su encuentro, «te pedimos por los que en estos días están alejados de sus familias».
9ª. Estación: Jesús cae por tercera vez – Del libro de las Lamentaciones. Lam 3, 27-32
D. Casimiro ha meditado respecto a la Iglesia que, «frecuentemente nos parece una barca a punto de hundirse, que hace aguas por todas partes, ten piedad de tu Iglesia». Al caer, ha dicho el Obispo, «quedamos en tierra y Satanás se alegra, porque espera que ya nunca podamos levantarnos; espera que tú, siendo arrastrado en la caída de tu Iglesia, quedes abatido para siempre. Pero tú te levantarás. Has resucitado y puedes levantarnos. Salva y santifica a tu Iglesia».
Habiéndose quedado siempre entre nosotros, en esta estación se ha pedido que el Señor fortalezca a los que cuidan de nuestros mayores en las residencias.
10ª. Estación: Jesús es despojado de sus vestiduras – Del Evangelio según san Mateo. Mt 27, 33-36
Habiendo sido despojado de sus vestiduras, expuesto a la deshonra y expulsado de la sociedad Jesús carga con los sufrimientos y necesidades de los pobres, aquellos que están excluidos del mundo, pero así «como nos haces reconocer que tu Padre te tiene en sus manos, a ti, a nosotros y al mundo. Concédenos un profundo respeto hacia el hombre en todas las fases de su existencia y en todas las situaciones en las cuales lo encontramos. Danos el traje de la luz de tu gracia».
Siendo Jesús modelo de servicio a la humanidad, en esta estación se ha pedido al Señor que «ilumine a los gobernantes para que estén siempre al servicio de los demás y tomen las decisiones más adecuadas en cada momento. Protege a los miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad y del ejército en su servicio en estos días de pandemia».
11ª. Estación: Jesús es clavado en la cruz – Del Evangelio según san Mateo. Mt 27, 37-42
Al dejarse clavar en la cruz, aceptó la crueldad de ese dolor, la destrucción de su cuerpo y de su dignidad, «ayúdanos a no desertar ante lo que debemos hacer, a unirnos estrechamente a ti, a desenmascarar la falsa libertad que nos quiere alejar de ti».
Se ha pedido «por nuestras comunidades parroquiales que estos días no pueden reunirse para los actos litúrgicos. Que cada hogar sea espacio donde se viva y celebre la fe en comunión los unos con los otros».
12ª. Estación: Jesús muere en la cruz – Del Evangelio según san Mateo. Mt 27, 45-50. 54
Con la muerte de Jesús «se oscureció el sol», ha dicho el Obispo. Jesús «es clavado en la cruz constantemente, también en este momento histórico vivimos en la oscuridad de Dios». Aunque por el sufrimiento y por la maldad de los hombres el rostro de Dios aparece difuminado e irreconocible, «en la cruz te has hecho reconocer, porque eres el que sufre y el que ama, eres el que ha sido ensalzado, precisamente desde allí has triunfado».
«Al contemplarte muerto en la cruz – ha dicho D. Casimiro – te encomendamos a nuestros hermanos difuntos, a los moribundos y a los que en estos días no pueden acompañar en la muerte a sus seres queridos».
13ª. Estación: Jesús es bajado de la cruz y entregado a su Madre – Del Evangelio según san Mateo. Mt 27, 54-56
El cuerpo de Jesús es recibido por unas manos piadosas y envuelto en una sábana limpia (cf. Mt 27, 59). «Qué fácil es que nosotros, los hombres, nos alejemos y nos digamos a nosotros mismos: Dios ha muerto. Haz que en la hora de la oscuridad reconozcamos que tú estás presente. No nos dejes solos cuando nos aceche el desánimo. Y ayúdanos a no dejarte solo. Danos una fidelidad que resista en el extravío y un amor que te acoja en el momento de tu necesidad más extrema, como tu Madre, que te arropa de nuevo en su seno».
Con la misma ternura que Jesús fue acogido por su Madre, «enséñanos a estar al lado de nuestro prójimo, de nuestros familiares y de nuestros amigos, sobre todo cuando nos envuelven situaciones de tensión, violencia o de exclusión», ha pedido D. Casimiro.
14ª. Estación: Jesús es colocado en el sepulcro – Del Evangelio según san Mateo. Mt 27, 59-61
Desde el sepulcro Jesús «ilumina para siempre la promesa del grano de trigo del que procede el verdadero maná, el pan de vida en el cual te ofreces a ti mismo. La Palabra eterna, a través de la encarnación y la muerte, se ha hecho Palabra cercana; te pones en nuestras manos y entras en nuestros corazones para que tu Palabra crezca en nosotros y produzca fruto. Ayúdanos a amar cada vez más tu misterio eucarístico y a venerarlo, a vivir verdaderamente de ti, Pan del cielo».
«Te pedimos – ha concluido el Obispo – por intercesión de tu madre, esperanza nuestra, fortalécenos en este tiempo de prueba y ayúdanos a ser fieles a lo que nos pides en cada momento».
Al finalizar D. Casimiro ha resaltado que en el centro de esta contemplación y de nuestra meditación del Vía Crucis está la cruz, «que es fuente de vida y de salvación», pero para llegar a ella «hemos de purificarnos de todo aquello que causa dolor a Dios y a los demás». En la cruz, ha recordado el Obispo, «Jesús nos muestra su misericordia y que muere por cada uno de nosotros, acogiendo y soportando sobre sus hombros toda la maldad y el rechazo del amor de Dios, convirtiéndose en vida y salvación». También ha invitado a los fieles a mantenerse, durante el día de hoy, en contemplación y recogimiento, «que nos lleve a la Gloria de la Resurrección».
D. Casimiro ha agradecido a las catequistas y feligresas de la parroquia que han participado como lectoras durante la celebración.
A las siete de la tarde, en la S.I. Catedral de Segorbe, ha comenzado la celebración de la Cena del Señor de este Jueves Santo, que ha presidido nuestro Obispo, D. Casimiro, y que ha concelebrado el Deán, Federico Caudé, el canónigo, José Manuel Beltrán, y el Secretario Particular, Ángel Cumbicos, asistiendo Manuel Zarzo, Diácono Permanente.
Con ella, hoy cerramos el ciclo cuaresmal y abrimos el Triduo Pascual, conmemorando el día en que Jesús, durante la Última Cena, instituyó el don de la Eucaristía, el sacerdocio, y el mandamiento sobre la caridad fraterna.
La Última Cena
En la homilía, el Obispo ha invitado a los asistentes a trasladarse “en espíritu al Cenáculo, en Jerusalén”, en aquella noche en que Jesús se reunió con sus apóstoles para celebrar con ellos la Pascua, “que conmemora el paso del Señor para liberar a su pueblo de la esclavitud de Egipto, y establecer la Alianza de Dios con su pueblo”.
Una celebración en la que Jesús establece “la nueva y definitiva Alianza de Dios con los hombres, para liberarnos de la esclavitud del pecado y para darnos la misma vida de Dios” mediante su paso de la muerte a la vida, “Él es nuestra Pascua”, ha dicho.
“Jesús los amó hasta el extremo”, ha indicado D. Casimiro, siendo la Última Cena el testimonio de este amor, que “significa que los amó hasta el cumplimiento de lo que sucederá al día siguiente, en el Viernes Santo». El amor de Dios a la humanidad es un amor que lleva al límite extremo de dar a su Hijo mediante la muerte en la Cruz, “mostrando que no hay amor más grande que el que da su vida por los amigos”.
«Esto es mi cuerpo; ésta es mi sangre»
Jesús ama más allá del último aliento en la Cruz, “porque su amor va más allá de la muerte, y esto es lo que significa la institución de la Eucaristía que tiene lugar en la Última Cena”. Su cuerpo y su sangre son ofrecidos “como anuncio y anticipo de la muerte del Señor en la Cruz”.
La Eucaristía es un manantial de vida y de amor, ha explicado, siendo “el fruto de esta muerte por amor a la humanidad”, que se recuerda y se renueva constantemente, pues en cada Eucaristía, la Iglesia y cada cristiano actualiza “el misterio Pascual, de la entrega, de la muerte y de la resurrección de Jesucristo para el perdón de los pecados y para la reconciliación de Dios con los hombres y de los hombres entre sí”.
“Haced esto en conmemoración mía”
Ha continuado hablando de la institución del sacerdocio, pidiendo oración por los sacerdotes. “A los apóstoles, y a quienes participan de este ministerio, les confía el poder hacer en su nombre lo que Él acaba de realizar, transformar el pan en su cuerpo y el vino en su sangre”.
También ha manifestado su dolor ante “la extrema escasez de vocaciones al sacerdocio que padecemos”, siendo hoy “un día para avivar en nosotros la preocupación por las vocaciones al ministerio, porque sin sacerdotes no tendremos Eucaristía ni presencia del misterio Pascual de la Última Cena entre nosotros”.
“Os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros”
En esta ocasión no ha sido posible realizar el rito del lavatorio de pies a causa de la pandemia, pero tal y como recordado el Obispo, Jesús se arrodilló ante los apóstoles para lavarles los pies, “una exigencia particular de la grandeza de aquel momento, era necesario para poder participar en la comunión del cuerpo y la sangre del Señor”.
“Jesús nos invita a imitarle”, ha proseguido, “el Señor nos invita a abajarnos, a aprender la humildad en nuestra vida, y hacer de ella un servicio a los demás”, y “lavarnos los pies unos a otros significa sobre todo perdonarnos continuamente unos a otros, volver a comenzar juntos siempre de nuevo, aunque pueda parecer difícil”.
En esta ocasión tampoco ha habido procesión con el Santísimo, que se ha reservado en el sagrario.
Aunque para aquellos fieles que no puedan “por razón de edad, enfermedad o de prudencia sanitaria” sigan las celebraciones a través de los medios de comunicación.
Triduo Pascual por televisión
De esta forma, El Triduo Pascual se retransmitirá en directo por televisión y por el canal diocesano en YouTube, desde la Catedral de Segorbe, presidido por D. Casimiro:
– Jueves santo: Misa de la Cena del Señor, 19 h.
– Viernes santo: Celebración de la Pasión del Señor, 17 h.
– Sábado: Vigilia Pascual, 20 h.
– Domingo de Resurrección: Misa de Pascua, 10:30 h.
Esta web utiliza 'cookies' propias y de terceros para ofrecerte una mejor experiencia y servicio. Pulsando en "aceptar" consientes el uso de todas las cookies, pero puedes cambiar la configuración de 'cookies' en cualquier momento.
Como la mayoría de los servicios en línea, nuestro sitio web utiliza cookies propias y de terceros para varios propósitos. Las cookies de origen son principalmente necesarias para que el sitio web funcione correctamente y no recopilan ninguno de sus datos de identificación personal.
Las cookies de terceros utilizadas en nuestros sitios web se utilizan principalmente para comprender cómo funciona el sitio web, cómo interactúa con nuestro sitio web, mantener nuestros servicios seguros, proporcionar anuncios que sean relevantes para usted y, en general, brindarle una mejor y mejor experiencia del usuario y ayudar a acelerar sus interacciones futuras con nuestro sitio web.
Cookies Necesarias
Algunas cookies son esenciales para que pueda experimentar la funcionalidad completa de nuestro sitio. Nos permiten mantener las sesiones de los usuarios y prevenir cualquier amenaza a la seguridad. No recopilan ni almacenan ninguna información personal. Por ejemplo, estas cookies le permiten iniciar sesión en su cuenta y agregar productos a su carrito y pagar de forma segura.
Respetamos completamente si desea rechazar las cookies, pero para evitar preguntarle una y otra vez, permítanos almacenar una cookie para eso. Puede optar por no participar en cualquier momento u optar por otras cookies para obtener una mejor experiencia. Si rechaza las cookies, eliminaremos todas las cookies establecidas en nuestro dominio.
Le proporcionamos una lista de las cookies almacenadas en su computadora en nuestro dominio para que pueda verificar lo que almacenamos. Por razones de seguridad, no podemos mostrar ni modificar cookies de otros dominios. Puede comprobarlos en la configuración de seguridad de su navegador.
Cookies para Google Analytics
Estas cookies almacenan información como el número de visitantes al sitio web, el número de visitantes únicos, qué páginas del sitio web se han visitado, la fuente de la visita, etc. Estos datos nos ayudan a comprender y analizar qué tan bien funciona el sitio web y donde necesita mejorar.
Si no desea que rastreemos su visita a nuestro sitio, puede deshabilitar el rastreo en su navegador aquí:
Otros servicios externos
También utilizamos diferentes servicios externos como Google Webfonts, Google Maps y proveedores de video externos. Dado que estos proveedores pueden recopilar datos personales como su dirección IP, le permitimos bloquearlos aquí. Tenga en cuenta que esto podría reducir considerablemente la funcionalidad y la apariencia de nuestro sitio. Los cambios entrarán en vigor una vez que vuelva a cargar la página.
Google Webfont:
Google Maps:
Google reCaptcha:
Vimeo and Youtube videosembeds:
Política de Privacidad
Puede leer sobre nuestras cookies y la configuración de privacidad en detalle en nuestra Página de Política de Privacidad.