Desde Vila-real ha salido hoy un camión con gran tonelaje con destino a Ucrania, cargado con 33 pallets que contienen cajas de alimentos, ropa, medicinas y material sanitario. Se trata de todo el material recogido durante estas semanas por varias parroquias, asociaciones y otras entidades de la Diócesis de Segorbe-Castellón.
Es una campaña que ha puesto en marcha la Iglesia, gracias a la Delegación diocesana para las Relaciones Interconfesionales y el Diálogo Interreligioso, por la comunidad greco-católica ucraniana y por Cáritas Diocesana de Segorbe-Castellón. Concretamente se va a destinar a Cáritas Ivano-Frankivsk, diócesis del P. Sergiy Znak, párroco para la Comunidad greco-católica Ucraniana en Segorbe-Castellón.
Con gran alegría os invito a la santa Misa Crismal con la que, a la vez, comenzaremos el Año Jubilar diocesano para conmemorar el 775º Aniversario de la creación de la sede episcopal en Segorbe y así el origen de nuestra Iglesia diocesana. Tendrá lugar el próximo 12 de abril, martes santo, a las 11:00 de la mañana en la S.I. Basílica Catedral de Segorbe.
La Misa Crismal tiene un significado muy especial. En ella es consagrado el santo Crisma y son bendecidos los óleos de los catecúmenos y de los enfermos. Con el santo Crisma, óleo perfumado que representa al mismo Espíritu Santo, serán ungidos quienes durante el próximo año reciban los sacramentos del bautismo, la confirmación y el orden sacerdotal; con el óleo de los catecúmenos quienes reciban el bautismo y con el de los enfermos quienes sufran grave enfermedad o las personas mayores. Además, en esta Misa, cercano ya el Jueves Santo, día en que Cristo instituyó el sacramento del Orden, los sacerdotes renovaremos las promesas de nuestra ordenación sacerdotal.
Esta Misa es la manifestación principal de nuestra Iglesia diocesana. Presidida por el Obispo, acompañado por los sacerdotes, los diáconos y el resto del Pueblo santo de Dios, nuestra Iglesia de Segorbe-Castellón se reúne en torno a la mesa la Palabra y de la Eucaristía, de las que se alimenta sin cesar, para la consagración del Crisma y la bendición de los óleos. Así se hace especialmente visible toda nuestra Iglesia diocesana en la variedad de vocaciones, carismas y ministerios: Obispo, sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas, otros consagrados, fieles laicos, matrimonios y familias.
Por este profundo significado de la Misa Crismal es providencial poder comenzar con ella nuestro Año Jubilar en la Catedral. Os invito de corazón a todos a la Misa Crismal en la que además recibiremos la Bendición Apostólica y, con las condiciones establecidas, podemos ganar la Indulgencia Plenaria. La invitación vale de manera especial para vosotros, los sacerdotes. Juntos queremos mostrar nuestra gratitud a Dios por nuestra Iglesia diocesana y refrescar nuestra alegría por el don del sacerdocio.
A quienes no puedan participar físicamente en la Catedral, especialmente las personas enfermas o impedidas, os invito a uniros a esta celebración a través de TreceTv o La OchoTv. También podéis ganar la Indulgencia Plenaria, en las condiciones establecidas, si seguís la Misa con atención y recibís devotamente la Bendición Apostólica.
A los sacerdotes os comunico que tendremos de nuevo la acostumbrada comida de fraternidad en el Seminario. Estáis todos invitados.
Organizada por la Cofradía Jesús Nazareno en l’Alcora
Tras dos años de pandemia y menos presencia de la manifestación popular de la religiosidad en nuestra Diócesis, tan característica de la Semana Santa, ayer domingo por la tarde se celebró la XXIX Procesión Diocesana que, retomando lo que estaba previsto en 2020, tuvo lugar en l’Alcora , organizada por la Cofradía de Jesús Nazareno con motivo de su 40 Aniversario.
Al menos 30 cofradías de nuestra Diócesis se sumaron a la procesión cuyo recorrido partía desde la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, donde también se ubicó el palco que estuvo presidido por el Obispo de Segorbe-Castellón, D. Casimiro López Llorente.
Desde allí procesionaron miembros de las diferentes cofradías, las imágenes titulares de las mismas, así como las bandas de tambores. La procesión que discurrió, tal como estaba previsto por la C/ Moliners, Av/ Constitució, Pl. Sant Roc y C/ Sant Francesc, finalizó en la Iglesia de San Francisco.
La manifestación de fe popular a través de la Semana Santa en la Diócesis de Segorbe-Castellón es muy reciente. Sin embargo, cuando la fe se encarna en la cultura popular surge una religiosidad que tiene una forma propia y unas expresiones impulsadas por el pueblo que la acoge y el contexto en que se viven, con un objetivo común: acercar al pueblo cristiano al conocimiento de Dios y a su adoración.
La religiosidad popular vincula directamente la expresión de la fe con los misterios centrales de la vida cristiana. La historia de las Cofradías y Hermandades de Semana Santa en Segorbe-Castellón tiene su origen en el tercer sábado de Cuaresma de 1989. La Cofradía del Santísimo Cristo del Calvario de l’Alcora, organizaba una exposición provincial de cofradías, coincidiendo con que el Cardenal Vicente Enrique y Tarancón pronunciaba el pregón de Semana Santa, en la parroquia de Ntra. Señora de la Asunción de l’Alcora.
Ya en la década de los 90 un grupo de presidentes y de representantes de cofradías de Semana Santa de nuestra Diócesis iniciaron conversaciones con la intención de crear una agrupación de cofradías que aglutinara a las poblaciones de la provincia de Castellón que acogía también poblaciones de la Diócesis de Tortosa. Dado que las Cofradías integrantes de la Junta pertenecían a diócesis distintas, este proyecto se diluyó pero la Diócesis de Segorbe-Castellón continuó con el proyecto y en 1993 se eligió la directiva y se elaboraron los estatutos que se aprobarían canónicamente. Así nacía la Junta diocesana de Cofradías y Hermandades de Segorbe-Castellón, que ha contribuido durante todo este tiempo a revitalizar la Semana Santa en nuestra Diócesis.
En la actualidad, la integran 59 Cofradías penitenciales y dos asociaciones pasionales a través de las cuales están representados 19 municipios de la Diócesis. El trabajo de la Junta no cesa en aras de mantener viva la expresión de la fe pero también preservando una vida cofrade que nace de su condición de ser miembros de la Iglesia diocesana cuya misión principal es proclamar la alegría del Evangelio.
Como Padre y Pastor de nuestra Iglesia Diocesana, con gestos y muestras de cariño, así como de un profundo respeto y admiración, han acogido este mediodía los fieles de Alcudia de Veo a nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente, que ha acudido este domingo a la Iglesia parroquial San Miguel Arcángel, en Alcudia de Veo.
Hoy, providencialmente, el Salmo nos anunciaba que «el Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres». Una alegría desbordante tras la reapertura de la Iglesia después de dos años cerrada debido a las obras que, «gracias a Dios» se han ejecutado en la cubierta, haciendo posible que las puertas de la Casa de Dios se vuelvan a abrir para todos y los feligreses puedan, de nuevo, acudir al templo.
La Iglesia de San Miguel Árcangel ha acogido la Eucaristía de «acción de gracias» que ha estado presidida por D. Casimiro y concelebrada por el sacerdote encargado D. Alipio Bibang, y el Secretario del Obispo, D. Ángel Cumbicos. Así, la Santa Misa dominical de este V Domingo de Cuaresma, ha supuesto el reencuentro del Señor con los fieles de este pequeño municipio de la Sierra de Espadán.
Tras la proclamación de la Palabra, el Obispo de Segorbe-Castellón ha elevado su agradecimiento a Dios «que siempre está dispuesto a acoger con alegría al Hijo» (recordando las lecturas del domingo anterior). Un Dios – ha dicho D. Casimiro- «que condena el mal pero que nunca abandona a aquel que se aleja y siempre está dispuesto al perdón». Una predicación que, unida a la reflexión de este domingo, previo a la celebración del «Domingo de Ramos», se ha centrado en la «Misericordia de Dios» que, a través del Sacramento de la Reconciliación nos anima a celebrar el «Misterio Pascual», que culminará con el «Aleluya» del «Domingo de Pascua».
El agradecimiento de D. Casimiro lo ha sido – ha insistido – «porque el Señor ha estado grande con nosotros» y lo está también «en nuestra debilidad y en nuestra fragilidad porque nos sigue acompañando y nos ofrece, este tiempo de Cuaresma, renovarnos en nuestra fe y en nuestra vida cristiana para que se avive nuestra esperanza y nuestra caridad». Ejemplo de ello es la reapertura, en palabras de nuestro Obispo, «de la casa de las hijas e hijos de Dios, en Alcudia de Veo, que a través de los Sacramentos, de la Eucaristía, y de su Palabra, nos invita a vivir este reencuentro con el Señor, que os hace misioneros suyos con vuestro testimonio de vida». Y en lo pequeño está siempre Dios porque «en esta comunidad, por pequeña que sea, no lo es a los ojos de Dios», ha concluido D. Casimiro.
«Pequeña» pero importante reforma
La iglesia parroquial de Alcudia de Veo ha sido recientemente intervenida. Su tejado se encontraba en un avanzado estado de deterioro con afección, tanto de vigas como de tableros de madera que conforman la techumbre, según ha informado el arquitecto diocesano, D. Ángel Albert. Este deterioro motivaba las filtraciones de agua en el interior, deteriorando los revestimientos interiores, que provovaban incluso, los desprendimientos de los mismos.
El proyecto de sustitución de cubierta, redactado desde el obispado, fue presentado a través del Ayuntamiento a la Conselleria de Cultura quien ha tenido a bien colaborar en la financiación parcial de la obra.
Las obras, consistentes en la renovación integral de la cubierta de la nave principal, ha sido llevada a cabo por la empresa Restore desde el pasado mes de septiembre hasta el pasado mes de enero en que se dieron por concluidas. Todo ello a fin de que los revestimientos del interior del templo no sigan deteriorándose.
D. Casimiro ha dejando patente su agradecimiento «de corazón» con las palabras, que ha escrito en el libro de honor, hacia todos aquellos que han colaborado a fin de que la obra se haya podido llevar a cabo, así como «a los feligreses, a los hijos del Pueblo de Dios, al Ayuntamiento y a los servicios del Obispado».
En una semana comienza la Semana Santa. Es la semana más grande e importante del año para la comunidad cristiana. La llamamos ‘santa’, porque es santificada por los acontecimientos que en estos días conmemoramos en la liturgia y representamos en las procesiones: la pasión, muerte y resurrección del Señor. Son la prueba suprema y definitiva del amor misericordioso de Dios por la humanidad. “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16). Por su muerte, Jesús nos redime del pecado y por su resurrección nos devuelve a la vida de comunión con Dios y con los hombres: muriendo destruye la muerte y resucitando restaura la Vida.
El Domingo de Ramos nos introduce en esta venerable semana. Es un día de gloria por la entrada humilde de Jesús en Jerusalén a lomos de un pollino y es aclamado con cantos por el pueblo sencillo; y, a la vez, es un día en que la liturgia nos anuncia ya su pasión y muerte. Los días siguientes nos irán llevando como de la mano hasta el Triduo Pascual, el corazón de la fe cristiana, que va desde la tarde del Jueves Santo al Domingo de Pascua.
El Jueves Santo recordamos la última Cena de Jesús con los Apóstoles; Jesús anticipa de un modo sacramental la entrega de su cuerpo hasta la muerte y el derramamiento de su sangre para el perdón de los pecados. El Viernes Santo se centra en la pasión y muerte de Jesús en la Cruz: es la expresión suprema de su entrega por amor hasta el final. El Sábado Santo es un día de silencio y oración a la espera de su resurrección. El Triduo Pascual culmina en la Vigilia Pascual, la cima a la que todo conduce. La pasión y la muerte de Jesús quedarían inconclusas sin el “Aleluya” de la resurrección. “Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe” (1 Cor 15, 17).
Para poder entrar de lleno en el misterio del amor misericordioso de Dios, el cristiano ha de vivir estos días con espíritu de fe y con recogimiento interior participando plenamente en los actos litúrgicos. El creyente no puede limitarse a participar en las procesiones. Contemplemos el misterio de amor que celebramos estos días santos. Al leer la Palabra de Dios, debe acrecentarse en nosotros la certeza de que Jesús lleva a pleno cumplimiento su misión para toda la humanidad y por cada uno de nosotros. Jesús ha sido enviado por el Padre para revelar el misterio de nuestra salvación. Acojamos el misterio de Dios que da la vida por todos nosotros; dejémonos amar por Él.
Dos actitudes deberían reinar en los cristianos estos días: la alabanza, como hicieron aquellos que acogieron a Jesús en Jerusalén con su ‘hosanna’; brota de la alegría de quien se sabe en Cristo amado para siempre por Dios. Y la gratitud, porque en esta Semana Santa Jesús renueva el don más grande que imaginar se pueda: entrega su vida, su cuerpo y su sangre, hasta la muerte por amor hacia cada uno de nosotros. A un don tan grande solo se puede responder con nuestra fe, nuestro tiempo, nuestra oración y nuestra comunión profunda de amor con Cristo que sufre, muere y resucita por nosotros.
Durante la Cuaresma nos estamos preparando para la celebración de la Pascua. La Semana Santa es la última etapa del camino y el Triduo Pascual, su meta. La pasión, muerte y resurrección del Señor son inseparables. Y no como algo que ocurrió en el pasado, sino como realidad que sucede en el presente. El Jesús, que padeció y murió, ha resucitado y vive para siempre. Y lo hace por cada uno de nosotros. Quienes creen en Él son liberados de sus pecados, del dolor y de la muerte, son reconciliados con Dios, con los hermanos, consigo mismos y con la creación. Quienes creen en Él tienen vida eterna y vivirán para siempre.
Celebrar cristianamente la Semana Santa es, pues, acompañar y contemplar a Jesús desde su entrada en Jerusalén hasta su resurrección. Vivir la semana Santa es acoger el perdón de Dios en el Sacramento de la Reconciliación para saber perdonar y ser instrumentos de reconciliación y constructores de su paz. Vivir la Semana Santa es acoger a Jesús presente en cada ser humano, que sufre enfermedad o padece los horrores de la guerra en Ucrania y en tantas partes del mundo, o en los desplazados y refugiados. Vivir la Semana Santa es seguir unidos a Jesús por la oración, los sacramentos y la caridad efectiva hacia los más pobres.
Semana Santa es la gran oportunidad para detenernos un poco. Para abrir nuestro corazón a Dios, que nos espera, y para abrir nuestro corazón a los hermanos. Semana Santa es la gran oportunidad para morir con Cristo y resucitar con Él, para morir a nuestro egoísmo y resucitar al amor.
Con este lema extraído de Colosenses (1, 13-14) el Papa Francisco volvía a invitarnos este año a celebrar las 24 horas para el Señor en el preludio del IV Domingo de Cuaresma que, en la ciudad de Castellón, debido a la celebración de las fiestas fundacionales de La Magdalena, se ha trasladado a este fin de semana. Así lo hizo constar nuestro Obispo, D. Casimiro, en la Carta remitida al Pueblo de Dios de Segorbe-Castellón, el pasado 20 de marzo, habiéndolo hecho el resto de nuestra Diócesis del viernes 25 al sábado 26 de marzo.
Estas 24 horas de recogimiento y oración ante el Señor, lo son también de invitación a la reconciliación y a confiar en la misericordia de Dios acogiendo con humildad y gratitud el perdón de Dios en el Sacramento de la Penitencia. Solo a través del perdón de Dios «brota la alegría y la paz del corazón que nos hace capaces de perdonar a otros», decía D. Casimiro en su Carta, exhortándonos a participar en esta jornada.
En Castellón, las 24 horas para el Señor daban comienzo a las 20 h de ayer tarde en la Capilla de La Sangre con una Eucaristía presidida por nuestro Obispo quien a partir de la Palabra proclamada nos invitó a «acoger el abrazo, el perdón y la Misericordia de Dios que sale a nuestro encuentro». Puso el acento en el Evangelio para centrar nuestra mirada en «Aquel que ocupa el centro de nuestra fe y que como entonces viene a nuestro encuentro», y lo hace «enviado por el que es verdadero» (Jn 7, 1-2. 10. 25-30).
Citando a Benedicto XVI, nuestro Obispo aseguró que «la realidad no es lo que vemos y tocamos, sino lo que sustenta cuanto somos y cuánto existe, y ese es Dios». Lo que define y lo sustenta todo es «el amor de Dios – dijo – y eso es lo que permanece que es don verdadero, es entrega y es buscar el bien del otro». Y Jesús nos lo muestra «entregado su vida hasta el final para vencer el pecado y la muerte, y darnos vida eterna».
En estos tiempos de dificultad que vivimos, dijo el Obispo refiriéndose a la situación provocada por la pandemia, pero también por la invasión de Ucrania, recordó el Salmo del día –«el Señor está cerca de los quebrantados de corazón», (Sal.34)– y dijo que lo está especialmente de los creyentes a quienes invita «a seguir caminando sin perder la confianza en Él» pues viene a «alentarnos para no dejar de confiar en la providencia amorosa que viene de Dios» y, recordando a san Pablo resaltó que «nada ni nadie nos podrá separar del amor de Dios».
Fieles a la fe que hemos recibido, continuó D. Casimiro, nos exhortó a «vivir centrados en el Señor para perseverar en nuestra condición de cristianos» enfatizando en el Libro de la Sabiduría (cf. 2,1a.12-22) y no actuar como los impíos «que señalan al justo que confía en Dios», animándonos a que la celebración de estas 24 horas para el Señor nos ayuden a que en ese reencuentro con Él, «se avive nuestra fe y seamos alentados en nuestra esperanza para ser más fuertes en nuestra caridad buscando el bien de aquel que está a nuestro lado y dando testimonio del amor de Dios».
Tras la Eucaristía quedó expuesto el Santísimo para su adoración por los fieles pues como había resaltado D. Casimiro durante la homilía «contemplar la Sagrada forma, es contemplar, con toda su humanidad y divinidad, a Cristo Jesús, especialmente su entrega y su amor a cada uno de nosotros». La ceremonia finalizó con la Oración de Consagración de Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María, tal como había anunciado en Obispo de la Diócesis en su Carta al Pueblo de Dios de Segorbe-Castellón el pasado 19 de marzo, sumándose así a la invitación del Santo Padre.
Durante la jornada de hoy, se mantendrá la exposición en la Capilla de La Sangre y se contará con la presencia de sacerdotes para facilitar la confesión. Además, el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización ha editado un subsidio litúrgico que ofrece algunas sugerencias para ayudar a las parroquias y comunidades cristianas a preparar la iniciativa 24 horas para el Señor. Laprimera partede este subsidio presenta algunos pensamientos que ayudan a reflexionar sobre la razón de ser del Sacramento de la Reconciliación. La segunda parte puede utilizarse durante el tiempo en que permanezca abierta la Iglesia, para que los que acudan a confesarse puedan ser ayudados en la oración y la meditación a través de un camino basado en la Palabra de Dios.
A las puertas de la celebración del Año Jubilar con motivo del 775 aniversario de la creación de la sede episcopal en Segorbe, el Obispo de la Diócesis, D. Casimiro López Llorente, ha presentado un nuevo espacio informativo, de carácter mensual, puesto en marcha por la Delegación de Medios de Comunicación Social.
La Diócesis de Segorbe-Castellón, fiel a la misión de hacer llegar a todos el anuncio del Evangelio, haciendo uso de todos los medios técnicos y de información, abre una nueva ventana de comunicación.
Con la puesta en marcha de este nuevo proyecto, añadiendo un canal de información a los ya existentes, pretende seguir uniendo el rigor informativo y la actualidad al servicio de nuestra Iglesia diocesana, pero también comunicar hacia la sociedad en general la vida de la Diócesis y, en definitiva, el mensaje de Jesús.
Así, este nuevo informativo mensual que lleva por nombre “Todos Somos Iglesia”, tiene como fin reflejar la vida y la actividad de todas las realidades diocesanas, en el fomento de la unidad, la fraternidad y la corresponsabilidad entre sacerdotes, religiosos y religiosas y laicos.
Reflejando las noticias más destacadas de cada mes, el primero de estos informativos recogerá un resumen de lo ocurrido durante el mes de marzo, y estará disponible en el canal diocesano en YouTube.
POR LA GRACIA DE DIOS Y DE LA SANTA SEDE APOSTÓLICA,
OBISPO DE SEGORBE CASTELLÓN
DECRETO
AÑO JUBILAR DIOCESANO CON OCASIÓN DEL 775º ANIVERSARIO DE LA CREACION DE LA SEDE EPISCOPAL EN SEGORBE
Para conmemorar debidamente el 775º Aniversario de la creación de la sede episcopal en Segorbe por el Papa Inocencio IV mediante la bula Pie Postulatio, de 12 de abril de 1274, solicitamos al Papa Francisco, a través de la Penitenciaria Apostólica, que nos concediera la gracia de celebrar un Año Jubilar diocesano con la posibilidad de ganar la Indulgencia Plenaria. La Penitenciaría nos ha concedido benignamente ambas peticiones así como el poder impartir la Bendición Apostólica con Indulgencia Plenaria el día que libremente determinemos, mediante sendos decretos de 21 de febrero de 2022.
A tenor de lo establecido en los decretos citados, por el presente
DISPONGO
1. El Año Jubilar comenzará el día 12 de abril de 2022, a las 11:00 horas con la Santa Misa Crismal en la S.I. Catedral-Basílica diocesana en Segorbe y concluirá con la Misa Estacional en la misma Catedral, a las 18:00 horas del día 16 de abril de 2023, Domingo de Divina Misericordia.
2. Podrán obtener el don de la indulgencia plenaria, aplicable también como sufragio por las almas de Purgatorio, los fieles cristianos que estén verdaderamente arrepentidos de sus pecados, cumplan debidamente las condiciones acostumbradas (confesión sacramental, comunión, eucarística y oración por las intenciones del Papa), y, dentro de las fechas citadas participen devotamente en la celebraciones jubilares en la S.I. Catedral como peregrinos, o aquellos que, al menos, peregrinen a la Catedral y dediquen allí un conveniente espacio de tiempo a la meditación piadosa, concluyendo con el Padrenuestro, el Símbolo de la Fe y la invocación a la Santísima Virgen María.
3. Podrán conseguir de igual modo la Indulgencia plenaria los ancianos, los enfermos y todos los que por una causa grave no pudieran salir de casa, si detestando todo pecado y con la intención de cumplir, cuanto antes le fuese posible, las tres condiciones acostumbradas (confesión sacramental, comunión, eucarística participación y oración por las intenciones del Papa), se unieran espiritualmente a las celebraciones jubilares, ofreciendo al Dios misericordioso sus oraciones, dolores o sufrimientos de su propia vida.
4. La Bendición Apostólica con Indulgencia Plenaria será impartida al final de la Misa de apertura del Año Jubilar, el día 12 de abril de 2022, para todos los presentes que cumplan las condiciones acostumbradas. También podrán ganar la Indulgencia Plenaria, si cumplen dichas condiciones, los fieles que devotamente reciban la Bendición papal, aunque no pudieran estar presentes físicamente en la Catedral por una circunstancia razonable, si siguen la santa Misa piadosamente a través de la retransmisión directa de medios televisivos o radiofónicos.
5. Siguiendo las indicaciones de la Penitenciaría Apostólica, pido encarecidamente a los sacerdotes que manifiesten su disponibilidad para favorecer la administración individual del sacramento de la Penitencia.
Pido a Dios por intercesión de los santos Patronos diocesanos, la Virgen de la Cueva Santa y san Pascual Baylón, que el Año Jubilar sea un verdadero año de gracia para toda nuestra Iglesia diocesana y nos ayude a todos en la conversión y renovación espiritual, pastoral y misionera.
Dado en Castellón de la Plana, a veinticinco de marzo de dos mil veintidós, Solemnidad de la Anunciación del Señor.
Esta nota doctrinal fue aprobada por los obispos miembros de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe en su reunión CCLVI de 1 de febrero de 2022 y la Comisión Permanente de la CEE autorizó su publicación en su CCLVIII reunión de los días 8-9 de marzo de 2022.
La Comisión Permanente aprobó en su reunión del 8 y 9 de marzo la publicación de una nota doctrinal sobre la objeción de conciencia de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe. Desde hace unas décadas estamos asistiendo a un proceso de aprobación de leyes en las que la vida humana queda gravemente desprotegida. Es un proceso que no ha terminado. A medida que estas leyes se radicalizan, porque los comportamientos que antes estaban despenalizados pasan ahora a considerarse derechos de los ciudadanos, se dificulta la objeción de conciencia de quienes se oponen a colaborar en estas prácticas.
La presente nota intenta ofrecer criterios y principios a tener en cuenta para afrontar esta problemática. Se trata de una nota doctrinal porque parte de principios de moral fundamental, como la dignidad de la conciencia, y de Doctrina Social de la Iglesia, como la libertad religiosa y de conciencia, la misión del Estado, la naturaleza de los derechos humanos, etc. El texto ofrece a los católicos el derecho y el deber que tienen de oponerse activamente a realizar aquellas acciones que atentan contra las exigencias de la fe cristiana o sus valores fundamentales.
En el marco de la antropología cristiana, el texto que se presenta parte de la doctrina sobre la libertad humana y cristiana, expresada en la encíclica Veritatis splendor. La libertad humana no se puede separar del respeto a los otros derechos humanos que son universales, inviolables y, por tanto, inseparables entre ellos; derechos que no dependen de la voluntad de los gobernantes, sino que derivan de la dignidad humana y del hecho de que el ser humano ha sido creado por Dios.
En la cultura actual, los derechos personales no son vistos límites que el Estado no puede traspasar en su relación con las personas, sino como expresión de los propios deseos subjetivos. Por ello, actualmente muchos católicos viven en conflicto entre entre lo que las leyes promueven y sus propias convicciones morales. El texto señala cómo el derecho a la libertad religiosa y de conciencia es un derecho fundamental que puede servir como indicador del verdadero respeto a todos los derechos humanos.
La dignidad de la conciencia humana exige que sus decisiones se inspiren siempre en unos principios básicos de moralidad que tienen un valor universal. Principios como la obligación que todo ser humano tiene de buscar la verdad y el bien; de hacer lo que sabe que es justo y recto; de tratar a los demás como le gustaría que lo tratasen a él; de no hacer a los otros lo que no le gustaría que no le hicieran; de hacer el bien y evitar el mal, etc.
Por su parte, la misión del Estado debe respetar la autonomía y la libertad de las personas, el principio de subsidiariedad y sus límites en el ejercicio del poder. Cuando los poderes públicos se erigen en difusores de una determinada ideología o en promotores de ciertos valores morales que son opinables, están traspasando el límite de su misión.
También la objeción de conciencia tiene sus limitaciones: no se puede objetar a cualquier ley, sino a aquellas que atentan contra elementos esenciales de la propia religión o las que minan los fundamentos de la dignidad humana y de la convivencia basada en la justicia. El deber del Estado de reconocer este derecho y no discriminar a quienes lo ejercen es paralelo a la obligación de los cristianos de evitar cualquier tipo de cooperación material o formal directa con aquellos actos que atentan contra el derecho a la vida, y cualquier acción que pueda ser interpretada como cooperación, aunque sea indirecta, o aprobación de estos actos.
El documento concluye con un apartado titulado “La libertad cristiana”. Lo que muchas veces humanamente parece imposible, por la gracia de Dios es posible para quien vive una existencia cristiana auténtica en la fe, la esperanza y la caridad, esto es en la libertad, porque quien está unido a Cristo no se deja vencer por el miedo ante la presión de una cultura que oscurece los valores que dignifican al ser humano.
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