Este fin de semana se han celebrado, en formato virtual, las XXI Jornadas del Área Social de la Pastoral Penitenciaria, en esta ocasión con el título ‘Mujeres en prisión’. Participaron 81 personas, 6 de ellas de la Diócesis de Segorbe-Castellón.
Coordinó Florencio Roselló, capellán de prisión en nuestra Diócesis y Director del departamento de Pastoral Penitenciaria de la Conferencia Episcopal Española, e inauguró el Obispo responsable de la Pastoral, D. José Cobo Cano, recordando en la apertura las palabras del Papa Francisco en la encíclica Fratelli tutti, invitando a «amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite».
En la primera ponencia, Gonzalo Martín Escobar, Trabajador Social del Centro Penitenciario Madrid I, habló del triple confinamiento que las mujeres internas han tenido que vivir, pues “la mujer no entra sola a prisión, entra con diversas cargas de las que responde, como sacar adelante la casa, a los hijos, a los padres, y ante la situación precaria en la que viven, lamentablemente es ella la que delinque para intentar mejorarla”.
Esta ponencia fue refrendada por varios testimonios de internos que se escucharon en la mesa de comunicaciones, contando en primera persona como habían vivido y están viviendo el confinamiento y la pandemia. Todos coincidían en que el confinamiento ha sido un tiempo de dolor desesperanzado.
Nosotros, pese al desconcierto y el temor estábamos conectados, pero los presos no, y la incertidumbre de lo que pasaba en la calle se multiplicaba. La falta de comunicación y visitas en los primeros momentos fue dolorosa. Por ello, la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias vio la necesidad de realizar videoconferencias con sus familiares, distanciadas en el tiempo, pues estamos hablando de un colectivo numeroso que ha vivido muchos momentos de angustia, de ansiedad, de miedo, tanto ellos como sus familiares.
En la segunda ponencia, Sandra Chiclana de la Fuente, Jefa de Servicio del área de Programas de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, explicó «la invisibilidad» de la mujer en prisión, que solo representa el 7% de la población penitenciaria.
Realizó un análisis de las necesidades terapéuticas que tienen, siendo éstas diferentes a las de los hombres, y también del modo en el que se estructuran los centros penitenciarios, pensados sobre todo para hombres. De hecho, las variables que influyen en la mala conducta de la mujer también son distintas, y pasan por más presencia de enfermedad mental, mayor sentimiento de culpa, consumo de drogas, necesidad de crianza de los hijos, cuidado familiar, baja autoestima a causa de los maltratos, falta de control emocional…
Para tratar todo esto se están llevando a cabo diferentes programas, como «Ser Mujer», en el que se pone en valor a la persona, haciéndole recuperar su independencia, dignidad y participación en todos los aspectos de la vida.