Cáritas Interparroquial de Vila-real celebra una oración de Adviento
El pasado viernes 13 de diciembre se celebró en la capilla de Cáritas Interparroquial de Vila-real una oración de Adviento que llevaba por lema: “Sal, que estoy llegando”, en la que participaron los voluntarios de los diferentes Cáritas parroquiales y de la Interparroquial.
Durante el Adviento nos preparamos para salir al encuentro del Señor, que vino, que viene y que vendrá al fin de los tiempos. Este tiempo es una invitación a salir al encuentro de la Esperanza que se inicia en la Natividad del Señor, para que, con la transformación de nuestra vida y de nuestro mundo, entremos cada vez más plenamente en la salvación que nos trajo Jesús. Durante la oración se invitó a atravesar una senda de fe, esperanza y amor para entrar en Belén. Un camino que fue recorrido con la ayuda de dos compañeros de camino: el profeta Isaías y la Virgen María.
Isaías anunció que esa Esperanza sería traída por un niño. Por eso, durante el Adviento se nos invita a dejarnos sacar de la oscuridad por el Señor y caminar hacia Belén guiados por la luz de Dios. Como gesto se encendió un pequeño faro, una luz que brilla en la noche y que nos recuerda que somos luz de Dios para los demás. En ese momento de la oración se pidió la luz de la Salvación de Dios, haciendo memoria de los sufrimientos y situaciones actuales de nuestro mundo y de nuestra vida que aún caminan en tinieblas y necesitan ser salvadas.
María es la mujer que, con una fe que mira hacia adelante, trae la esperanza de la Salvación, y nos ofrece el amor de Dios con el nacimiento de su hijo Jesús, amando como Dios ama y rebajándose como una sirvienta para cuidar a su prima Isabel. Salir como María significa también que el Adviento es un tiempo para intensificar nuestro servicio a los demás, como forma de caminar hacia Belén. Por eso, durante la oración se confió al Señor la decisión de todos los voluntarios de Cáritas de aprender a servir, porque sólo sirviendo se puede conocer y amar a Cristo, y darlo a conocer y lograr que otros más lo amen.
La oración finalizó con un segundo gesto. Se ofreció a todos los participantes un pez dibujado en un papel. El pez fue un símbolo cristiano en los primeros siglos de la Iglesia. Se exhortó a multiplicar los gestos de amor con el símbolo del pez, invitando a regalárselo a quien necesita afecto o como motivo de agradecimiento.