Ayer tuvo lugar, en la Concatedral de Santa María de Castellón, la celebración en la que los grupos scout católicos de la Diócesis recibieron la Luz que llega a todo el mundo desde la Basílica de la Natividad de Belén. «Erase la LUZ» es el lema para este año 2022.
Estuvo presidida por nuestro Obispo, D. Casimiro, y participaron los grupos Antares, Belcaire, Espadà, Sant Vicent, Sant Pere, El Millars y Tramuntana. Estos últimos han sido los que, en esta ocasión, la han traído desde la Diócesis de Santander.
La distribución de la Luz de la Paz a todos los países participantes se realiza desde Viena. Allí, unas semanas antes de Navidad, se reparte la Luz a todas las delegaciones asistentes para que la hagan llegar a sus respectivos países con un mensaje de Paz, Amor y Esperanza.
Posteriormente, los Scouts y las Guías la distribuyen por parroquias, hogares particulares, hospitales, residencias de ancianos, prisiones y otras asociaciones de sus respectivos pueblos y ciudades.
“Jesús es la luz – indicó el Obispo – porque el resplandor de su amor es lo que ilumina nuestras vidas”, pero también, “los cristianos somos la luz que ha de iluminar a otros, no porque sea nuestra luz, sino porque acogiendo a la luz de Jesús la llevamos a los demás”.
“El mundo camina tantas veces en tinieblas”, dijo mencionando las guerras que hay en todo el mundo, las tensiones entre personas, especialmente entre los políticos, “que lleva a ver al otro, no como un hermano, sino como un adversario y enemigo”.
Pero nosotros, los cristianos, “estamos llamados a vivir la fraternidad de los hijos de Dios”, que es lo que celebramos de un modo especial en Navidad, porque “nace y viene Jesús para todos”.
Ayer tarde se celebró la Vigilia de Oración en la Concatedral de Santa María
La Delegación Episcopal para las Causas de los Santos organizó ayer tarde, la segunda Vigilia de Oración por los mártires diocesanos en el contexto de celebración del 775º Aniversario de la creación de la Sede Episcopal en Segorbe. En esta ocasión el escenario de la celebración fue la Concatedral de Santa María, en Castellón.
Los fieles se sumaron a este segundo encuentro que puso en valor el testimonio de algunas de las más de 200 personas que integran la causa de la Diócesis de Segorbe-Castellón.
Ante el Santísimo Sacramento expuesto en el Altar, se siguió el testimonio de nuestros mártires a través de una proyección que facilitó la meditación y la reflexión sobre aquellos que nos precedieron como Pueblo de Dios de la Diócesis de Segorbe-Castellón.
La lectura del Evangelio de San Lucas (21, 9-19) y el de San Mateo (10, 28-33) sirvieron de hilo conductor para poner de relieve el amor y el perdón, en una vigilia que sirvió a los presentes para profundizar en la necesidad de perseverar en la fe con la mira puesta en la de aquellos que nos precedieron en tiempos pasados.
Algunos de los testimonios que se pudieron conocer durante la Vigilia:
SdD Miguel Serra Sucarrats, Obispo de Segorbe (1936)
Siendo Obispo de Canarias el Papa Pío XI lo nombró Obispo de Segorbe. Su amigo, el Cardenal de Tarragona, preocupado por lo que le pudiese ocurrir le aconsejó que retrasase su entrada en Segorbe, pues, según le dijo “pueden pasar cosas importantes”. Ante las palabras del Cardenal, D. Miguel, llevado por su celo de Buen Pastor, respondió: “Su Santidad el Papa me ha encomendado el cuidado pastoral de la Iglesia de Segorbe. Si como usted dice, pueden pasar cosas importantes en España, razón de más para que no retrase mi presencia en la Iglesia cuyo pastoreo Cristo me ha confiado”.
El 28 de junio de 1936 tomó posesión de la Diócesis, pero lo hizo de forma privada y sin solemnidad, puesto que las autoridades le pusieron muchos impedimentos. Pese a que le ofrecieron vivir en un lugar más seguro que el Palacio de Segorbe, pero él siempre respondía que debía permanecer en su sede. Un grupo de Guardias Civiles que se habían pasado de bando, le ofrecieron ir con ellos para salvar su vida, pero él les dijo: “No quiero dejar solos a mis sacerdotes y fieles, en unos momentos de persecución y de cruz”. El 22 de julio de 1936, 23 días después de su llegada a Segorbe, fue expulsado violentamente del Palacio Episcopal y tuvo que refugiarse en la primera planta de la casa de los hermanos Morro, canónigos de la Catedral de Segorbe. La vida del Prelado en esta casa acusó la misma serenidad que siempre había mostrado, sin quejarse de la condición a que se veía reducido y haciendo la vida normal que las circunstancias le permitían. El 27 de julio, a las 6 de la mañana hora en que solía celebrar la Eucaristía, el Sr. Obispo fue detenido junto con su hermano Carlos y trasladados a pie entre fusiles y escopetas, hasta la cárcel donde quedaron presos conservando, tanto D. Miguel como D. Carlos, las ropas talares.
Cuenta un testigo que los últimos días en la cárcel fueron horribles: “Después de cada sesión de interrogatorio, salía el Sr. Obispo derramando sangre por las piernas y su cuerpo estaba lleno de hematomas. Tanto el Sr. Obispo como el Sr. Vicario General salían extenuados de aquella habitación”. Así, tan solo 43 días después de su llegada a Segorbe y 58 días desde su salida del Puerto de La Luz de Canarias, la noche del 8 al 9 de agosto, y según declaraciones del carcelero fueron sacados de la cárcel camino del supremo testimonio, debido a que temían que se les muriera en la cárcel a consecuencia de las torturas. Fue conducido al término municipal de La Vall d’Uixó donde fue fusilado junto a su hermano Carlos, también sacerdote, el Vicario General D. Marcelino Blasco, el Hermano Carmelita Vicente Sauch Brusca y los Hermanos Franciscanos Domingo Ferrando Savall y José María Balaguer Juan. D. Miguel Serra, previamente perdonó a sus verdugos en el momento de su muerte y les bendijo. Algunos de los participantes en el traslado y muerte del Obispo de Segorbe, declararon en sus respectivos juicios sumarísimos que recordaban que antes de morir dijo: “Que Dios os perdone como yo os perdono” “Os perdonamos a todos Viva Cristo Rey.”
Mañana a las 12h, en la Concatedral de Santa María, se celebrará el centenario del Patronazgo
Durante este fin de semana han dado comienzo los actos conmemorativos del centenario del Patronazgo de la Mare de Déu del Lledó. Así el sábado se celebró por las principales calles del centro de la ciudad el «pregonet anunciador», con gran participación de fieles.
Ya por la tarde se inauguró, en el Menador Espai Cultural, una exposición conmemorativa que, tal como explicó el Presidente de la Real Cofradía, Elías Vilaroig, «va a poder ser visitada durante toda esta semana y recoge una muestra de gran valor en la que destacan los diferentes mantos de la Patrona de Castellón».
Ayer domingo, tras la celebración de la Eucaristía en la Basílica, centenares de fieles acudieron con fervor y devoción al paso por el Manto de la Virgen.
Mañana martes, a las 12h del mediodía, coincidiendo con el Ángelus, la plaza Mayor acogerá la recepción a la Virgen que, habiendo salido de la Basílica portada sobre carruaje a brazos del Perot, recorrerá, desde la capilla de La Sangre, los últimos metros hasta la Concatedral de Santa María donde será recibida con volteo general de campanas. Entrará en el templo con el disparo de 100 carcasas conmemorativas y se celebrará el Magnificat.
El Obispo nos exhorta a «construir un futuro juntos» en alusión al lema de la Jornada
Como cada último domingo de septiembre, ayer tarde la Diócesis se unía para celebrar la jornada Mundial del Migrante y del Refugiado en una Eucaristía, que estuvo presidida por Mons. Casimiro López Llorente, en la Concatedral de Santa María.
Fue concelebrada por el párroco de Santa María, D. Miguel Simón, y el Director del Secretariado diocesano para las Migraciones, D. D. Juan Crisóstomo. Junto a ellos, el Vicario de Pastoral, D. Miguel Abril, el Delegado diocesano para las Migraciones y la Movilidad humana, D. Albert Arrufat, el Vicario de Pastoral, D. Miguel Abril, los vicarios parroquiales de Santa María, y el Padre Nicolai, párroco de la Comunidad Ortodoxa de Castellón.
En clara alusión al lema de este año, el papa Francisco, en su mensaje para esta Jornada Mundial, destaca que «su trabajo, su capacidad de sacrificio, su juventud y su entusiasmo enriquecen a las comunidades que los acogen» y su inclusión en la sociedad «es una condición necesaria para el Reino de Dios». Y para que reine esta «maravillosa armonía» a la que se refiere el Santo Padre en su mensaje, nuestro Obispo nos exhortó a «revisar nuestras actitudes y nuestros comportamientos ante los emigrantes, los refugiados y sus familias para ser fieles al Evangelio».
Durante la homilía, D. Casimiro, a partir de las lecturas del día (Amós 6,1a.4-7; carta del apóstol san Pablo a Timoteo 6,11-16) y al Evangelio de San Lucas proclamado(16,19-31), nos invitó a la reflexión haciendo alusión a «la injusticia que produce la diferencia entre ricos y pobres» y que, tal como se relató ayer tarde, «llevó a la destrucción del reino de Israel».
El Obispo, a través de su predicación, reflejó la actualidad de las lecturas trasladándonos al momento presente para referirse a «las desigualdades, las injusticias y la indiferencia» contra las que hemos de luchar «mostrando una actitud de acogida con aquellos que tienen la necesidad y con quien hemos de construir un futuro juntos».
La Jornada Mundial que se celebró ayer, dijo D. Casimiro, «nos llama a la escucha de la Palabra de Dios superando la indiferencia». En este sentido se refirió a toda la comunidad cristiana de la Diócesis de Segorbe-Castellón para «acoger a todos cuantos han tenido que salir de sus países por buscar un mundo mejor, huyendo de la guerra, o aquellos otros que por razones políticas buscan aquí refugio».
Todos ellos, enfatizó el Obispo, «no son números, sino personas, criaturas de Dios con la misma dignidad que el resto, y como tales hay que mirarlos y acogerlos». En la Jornada de este año «se nos invita a dar un paso más allá de la acogida sincera y cordial, construyendo un futuro juntos hacia el Reino de Dios». Un Reino, dijo D. Casimiro, «de paz y justicia que es universal y para todos, porque a todos está destinado».
Para ello, nos exhortó a sumar «los dones, la riqueza cultural y espiritual pues, como recuerda el papa Francisco, la comunidad cristiana se enriquece compartiendo la fe desde las diferentes confesiones».
La celebración de la Eucaristía prosiguió con la profesión de fe y la oración universal en la que participaron activamente fieles de diferentes orígenes, quienes elevaron súplica en diferentes lenguas. A continuación, dio paso la liturgia Eucarística con el ofertorio en el que se hizo patente «la riqueza cultural y espiritual» de la Iglesia acogedora de Segorbe-Castellón a la que se había referido D. Casimiro durante su homilía.
A la Eucaristía celebrada ayer tarde, se ha sumado también este año la Vigilia de Oración que se celebró el pasado jueves por la tarde en la Parroquia de Santa Joaquina Vedruna.
Las obras, del pintor burrianense, Traver Calzada, han sido presentadas hoy
El Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón, Mons. Casimiro López Llorente ha presidido hoy, junto al Presidente de la Diputación Provincial, D. José Pascual Martí, la presentación de los dos cuadros del pintor burrianense, Traver Calzada. En el acto también han estado presentes la diputada de cultura, Dª. Ruth Sanz, y el ecónomo diocesano, D. Vicente Gómez.
Con estas dos obras, se culmina la decoración del Altar Mayor de la Concatedral de Santa María, en Castellón. Se trata de lienzos, de tres por dos metros, que representan a la Sagrada Familia, y Pentecostés. Al igual que en el resto de obras, están pintados en temple y óleo y están elaboradas con una técnica específica que evita los reflejos para que se pueda contemplar bien desde cualquier punto de la Concatedral.
El Obispo de la Diócesis ha mostrado su agradecimiento al pintor, que ha donado uno de los cuadros, así como a la participación de la Excma. Diputación Provincial pues con ello, ha manifestado, se han cumplido dos objetivos. «Por un lado, terminar de vestir el Altar Mayor de la Concatedral que por ser un lugar de culto precisa cierto calor», y por otro, «contribuir a generar patrimonio cultural religioso contemporáneo».
En el caso de «esta humilde Diócesis» ha añadido D. Casimiro, «aún nos quedan aspectos por mejorar como la Capilla de la Comunión», para lo que, según ha advertido, ya se ha solicitado presupuesto. El Obispo se ha referido también al conjunto de aportaciones que «poco a poco vamos haciendo, tanto en el exterior como en el interior» y que lo son «para el disfrute de los presentes, así como también para las futuras generaciones».
La procesión del Corpus regresa a las calles de Castellón
Nuestro Obispo, D. Casimiro, presidió ayer por la tarde la Eucaristía del Corpus Christi en la Concatedral de Santa María, en Castellón, que se encontraba abarrotada de fieles que no querían perderse la celebración. También la procesión por las calles del centro de la ciudad tras dos años sin poder celebrarse a causa de la pandemia.
Además de los sacerdotes concelebrantes participaron los niños y niñas de Primera Comunión de la ciudad junto a sus catequistas y familiares, los miembros de numerosas cofradías, movimientos y asociaciones, así como una representación de autoridades. La parte musical corrió a cargo de la Coral de Barreros, con Augusto Belau en el órgano.
Celebramos “la presencia real de Jesús en la Eucaristía”, decía el Obispo en la homilía. Se dirigió especialmente a los niños para hablarles del significado y de la importancia de la Misa y de la Eucaristía: “es memorial, es banquete y es presencia”. Es memorial porque “es un recuerdo que actualiza el sacrificio y la entrega de Jesús hasta el final para darnos el amor de Dios, perdonándonos los pecados, dándonos la amistad con Dios y con los hombres, y darnos la vida”.
Es banquete porque Jesús se nos da y nos dice: «Tomad y comed, porque esto es mi cuerpo. Tomad y bebed, porque esta es mi sangre». “Él mismo se nos da en la Eucaristía”, explicó D. Casimiro. Y suele ocurrir “que no valoramos el gran regalo que recibimos cada vez que nos acercamos a comulgar, es Jesús el que se nos da”, “ese es el mayor regaló – recalcó – porque el mayor tesoro que tenemos los cristianos es Jesús en la Eucaristía, que se une a nosotros”.
“Hoy es el Día de la Caridad”, recordó, “porque la Eucaristía vivida nos cambia y nos lleva a ver a los demás con los mismos ojos de Jesús, que se compadece y se entrega por todos, nos lleva a tener sus mismos sentimientos de compasión con el necesitado, nos lleva necesariamente a vivir la caridad”, porque “un culto sin caridad es un culto vacío”, y lo mismo ocurre en la caridad sin culto, si no va a beber de la fuente de la Caridad. Por ello, indicó el Obispo, “quien vive la Eucaristía hace el bien a todo aquel que está a su lado, tratándolo como a Jesús mismo: a los pobres, a los necesitados, a los ancianos, a los enfermos, a los que sufren la soledad, la gran pobreza de hoy”.
Y, por último, es presencia, “porque Él se queda entre nosotros para siempre, es presencia real y permanente de Cristo resucitado entre nosotros”, les decía hablándoles del sagrario, “donde el sacerdote deposita las formas consagradas, al Señor en la Sagrada Forma, para que vayamos a estar con Él, a la fuente para vivir la caridad, para que nos dejemos acompañar y alentar por Él”, decía exhortando a visitar el sagrario de vez en cuando.
Como consecuencia de todo ello, “hoy tenemos la procesión – indicó – y salimos a la calle con el Señor en la Eucaristía porque Él se ha quedado y camina entre nosotros, y nosotros vamos a caminar con Él, para sentir su presencia”. Pero también porque “es el tesoro más grande que tenemos y queremos llevarlo a los demás, para que los demás conozcan el amor de Dios”.
La Concatedral de Santa María, en Castellón, ha acogido la Eucaristía, presidida por el Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón y concelebrada por el Deán de la Concatedral, D. Miguel Simón, y por el Vicario General, D. Javier Aparici, y en la que también han participado, los Vicarios de pastoral, D. Miguel Abril, el Vicario para el Clero, D. Marc Estela, y el Secretario, D. Ángel Cumbicos, así como una nutrida representación de los sacerdotes mayores de nuestra Diócesis.
En este jueves posterior a Pentecostés, el calendario litúrgico de la Iglesia española aporta, como fiesta propia, la de «Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote». Una fiesta que celebra el contenido de la obra sacerdotal de Cristo y su Misterio Pascual en favor de los hombres. De hecho, la teología bíblica nos muestra pedagógica y magistralmente que «tenemos un sumo sacerdote que está sentado a la derecha del trono de la Majestad en los cielos» (Heb 8,1).
Así se ha mostrado hoy en la Liturgia de la Palabra (Heb 2, 10-18) (Jn 17, 1-2. 9. 14-26) de esta fiesta de nuestro Señor Jesucristo, según el rito de Melquisedec, «en quien el Padre se ha complacido desde toda la eternidad, mediador entre Dios y los hombres que, para cumplir la voluntad del Padre, se ofreció a sí mismo en el altar de la cruz de una vez para siempre como víctima de la salvación en favor de todo el mundo» (elog. del Martiriólogo Romano).
Durante la homilía, D. Casimiro se ha referido al origen y sentido de esta fiesta, que en España impulsó el Obispo D. José María García la Higuera, expandiéndose después por Hispanoamérica y finalmente en la Iglesia Universal. Una fiesta con el objetivo, ha dicho nuestro Obispo, «de fijarnos no tanto en lo que Jesucristo nos ha dado, sino en quién es Él, el ser de Jesús como Sumo y Eterno Sacerdote» refiriéndose al Rito de Melquisedec por el cual Jesucristo «fue elegido y amado para, encarnándose, viviendo entregado a la voluntad del Padre, muriendo y resucitando restablecer la amistad entre Dios y los hombres servir de puente como sacerdote». A través de la muerte y resurrección, ha resaltado el Obispo, «vuelve a unir a Dios con los hombres y establece así la nueva alianza».
La fiesta de hoy, ha de centrar nuestra mirada «en Cristo Jesús, en el Misterio Pascual, en su sacrificio redentor en la cruz, en su entrega total a la voluntad de Padre entregando su vida hasta el final para vencer el pecado y la muerte y darnos la vida que viene de Dios». En este sentido, dirigiéndose a los sacerdotes mayores de 75, se ha referido al Ministerio Sacerdotal a través de la institución de la Eucaristía durante la Última Cena siendo, la celebración de la Santa Misa, ha dicho nuestro Obispo, «lo más grande que tenemos los sacerdotes porque repetimos sus mismas palabras en primera persona lo que nos lleva a la entrega total para bien de la salvación del mundo».
La Eucaristía, a la que se ha referido D. Casimiro desde el inicio de la celebración, «es fuente de la vida y de la misión de la Iglesia y donde actualizamos el sacrificio redentor de un modo incruento». La homilía ha concluido dando gracia a Dios por Jesucristo, por su Misterio Pascual, por el Sacrificio en la Cruz, por su Salvación y por el Ministerio Pascual. No ha faltado el recuerdo hacia «todos los hermanos sacerdotes para que vivan desde la entrega en Jesucristo el Ministerio que han recibido» y la petición por «todo el Pueblo Santo de Dios, para que sea consciente de esa condición sacerdotal que es propia de todo bautizado».
Todo ello ha sido puesto a los pies del Señor por nuestro Obispo, «de manos de María la Virgen, la Esclava del Señor y le pedimos que también en nosotros se haga su voluntad», ha concluido.
La celebración de la Eucaristía ha concluido con el Rito de la Comunión y, al finalizar se ha entonado el «Salve Regina». Para continuar la jornada festiva se ha celebrado una comida fraterna en la Casa Sacerdotal.
«Cumple, Señor, en nosotros tu promesa: derrama tu Espíritu Santo para que nos haga ante el mundo testigos valientes del Evangelio de Jesucristo».
Mediante la imposición de las manos de nuestro Obispo, D. Casimiro, y con la unción del crisma, 10 jóvenes y 48 adultos pertenecientes a 16 parroquias de la Diócesis de Segorbe-Castellón han recibido esta tarde el sacramento de la Confirmación.
La celebración, organizada por la Delegación diocesana para la Catequesis y el Catecumenado, ha dado comienzo a las 19 h. en la Concatedral de Santa María, Castellón, acompañando a estas 58 personas sus párrocos, padrinos y madrinas, catequistas y familiares. Con la recepción del sacramento, enriquecidos estos jóvenes y adultos con la efusión del Espíritu Santo, han completado su Iniciación Cristiana, para lo que han estado preparándose durante un tiempo en sus respectivas parroquias.
Concretamente, son de San Juan Bautista de Cabanes (1); de San Mateo de Figueroles (2); de la Asunción de Nuestra Señora de l´Alcora (6); de San Bartolomé de Alfondeguilla (1); de Virgen del Carmen de Onda (3); de Nuestra Señora de la Asunción de Lucena del Cid (3); de San Jaime Apóstol de Oropesa (4); de San Miguel Arcángel de Altura (3); de San Vicente Ferrer (3) y de la Natividad de Nuestra Señora (3) de Almassora; de la Arciprestal San Jaime de Vila-real (5); de la Sagrada Familia (3), del Seminario Mater Dei (6), de San Vicente Ferrer (2), de San Miguel Arcángel (4), de Santa María (3), de San Pedro del Grao (1), y de San Francisco (5) de Castellón.
El Obispo ha recordado en la homilía las palabras pronunciadas en la oración colecta. «Cumple, Señor, en nosotros tu promesa: derrama tu Espíritu Santo para que nos haga ante el mundo testigos valientes del Evangelio de Jesucristo».
El Señor es quien hoy “viene a nuestro encuentro para iluminar nuestra vida, para alimentarnos en nuestro peregrinaje, para donaros la plenitud del Espíritu Santo”, “si Cristo Jesús no hubiera resucitado nuestra celebración no tendría sentido, nuestra condición de cristianos tampoco, y seríamos los más desgraciados del mundo”, ha dicho.
El Señor resucitado “nos va a llenar hoy de su Espíritu, del amor de Dios, de la fuerza de Dios”, y para ello es importante “creer personalmente que ha resucitado por ti y por mí, porque de lo contrario recibiréis el Espíritu Santo, pero no calará en vuestro corazón, no quedaréis transformados, iluminados, fortalecidos…”, ha señalado.
«Se llenaron todos de Espíritu Santo»
Cercanos a la solemnidad de Pentecostés, el Obispo ha indicado como hoy se hace presente lo que vivieron los apóstoles, que estando encerrados en el cenáculo por miedo a los judíos reciben la paz del Señor, la alegría y el Espíritu Santo, desvaneciéndose las preocupaciones, los miedos y creyendo de verdad que Jesús había resucitado. El Obispo, sucesor de los apóstoles, es el eslabón que une un acontecimiento y otro.
El Señor cumple su promesa de enviarnos el Espíritu Santo, ha recordado D. Casimiro, y lo recibimos “para que nos haga a todos testigos valientes del Evangelio de Jesucristo, para que quedéis fortalecidos en vuestra condición de cristianos y no os avergoncéis nunca de decir que creéis en Cristo Jesús, que sois miembros de la Iglesia”, y “para que donde os encontréis, con vuestras palabras y con vuestras obras, deis testimonio de la gran noticia de Dios para toda la humanidad, que no es otra que Cristo Jesús”.
Organizada por la Delegación Diocesana para la Infancia y la Juventud
Tuvo lugar anoche en la concatedral de Santa María, en Castellón, y estuvo presidida por el Obispo de Segorbe-Castellón, D. Casimiro López Llorente. La Vigilia comenzaba a las 21.00h con el saludo del Obispo a los jóvenes a quienes agradeció su participación en este encuentro tan especial con el Señor. Se trata de la última vigilia de este curso, tal como confirmó el Delegado diocesano para la Infancia y la Juventud, D. José Miguel Sala, por cuanto a partir de estos días, «los jóvenes y adolescentes están el trayecto final de sus respectivos cursos académicos». En la Vigilia, también acompañaron a los jóvenes el Subdelegado diocesano, D. Manuel Díaz, y el Vicario Parroquial de Santa María y Secretario del Obispo, D. Ángel Cumbicos.
La proclamación del Evangelio fue el eje central de la celebración tratando de interpelar a los jóvenes respecto a tres virtudes principales de la Virgen María: la acogida, la intercesión y la compasión. En este sentido, la predicación de D. Casimiro, siempre dispuesto a acompañar a los jóvenes para que se sientan escuchados, acogidos y acompañados en su crecimiento espiritual, puso en valor estas virtudes de María. «Ella – dijo el Obispo – nos ha de servir de modelo y guía en nuestro caminar, a veces dificultoso, porque es intercesora y sabe acoger como la Madre entrañable que se compadece de nosotros».
D. Casimiro repasó algunas citas evangélicas para poner de relieve el ejemplo de María, que tras el anuncio del Ángel, (Lc 1, 26-38) lo es como «Madre que acoge, cuida y acompaña a su Hijo para que creciera en sabiduría, estatura y en gracia de Dios ante los hombres». También hizo alusión a su papel de intercesora en las Bodas de Caná (Jn 2, 1-11) «que media, al observar las necesidades, ante quienes se habían quedado sin vino». Al final de su vida, Jesús nos la da como Madre (Jn 19, 25-27) «para que nos podamos dirigir a ella en todo momento y la tomemos como ejemplo de acogida de Dios, como intercesora ante los momentos de dificultad en la vida, y ante el dolor porque es compasiva y sufre y vela con nosotros».
María, concluyó el Obispo, «nos enseña a seguir a su Hijo como ella: acogiendo, intercediendo y acompañando en el sufrimiento a los demás» exhortando a los jóvenes a «acoger a María como nuestra Madre teniéndola presente en nuestra vida porque nos enseña a acoger a Dios y a los demás, intercede por nosotros y se compadece de nosotros ante el dolor».
A continuación se les invitó a participar en la dinámica organizada para reflexionar, durante la Adoración al Santísimo, respecto a las virtudes de María como Madre de Jesús y Madre nuestra.
La actividad, motivó a los jóvenes para meditar respecto a estas tres virtudes de la Madre de Jesús que se ponen de manifiesto en las Sagradas Escrituras, interpelándolos al respecto para responderse así mismos, ante el Señor, sobre los aspectos que han de trabajar en su corazón «para ser acogedores, intercesores y compasivos con los demás».
En oración y Adoración, ante el Santísimo Sacramento expuesto en el Altar, los jóvenes dejaron escrita su respuesta dentro de una tinaja que se dispuso a los pies del Altar y que se llevará a la Capilla del Convento de las Hermanas de Nazaret (en Benicàssim) que rezarán por todas esas intenciones.
Programación de verano
La Delegación diocesana para la Infancia y la Juventud ha organizado, como cada verano, un calendario de actividades estivales con el objetivo de que los jóvenes, una vez finalizado el curso académico, puedan seguir creciendo en la fe a partir de experiencias con un carácter más lúdico, aunque firmes en el compromiso de anunciar el Evangelio. Así lo constató el Delegado diocesano, D. José Miguel Sala, durante la entrevista que concedió en El Espejo de la Iglesia (Cope Castellón) el pasado viernes.
La programación incluye el II Campeonato Diocesano de Fútbol “Copa del Obispo” que tendrá lugar del 10 al 25 de junio, cuya inscripción finaliza el próximo 1 de junio y en el que participarán grupos de jóvenes de entre 14 y 35 años y de diferentes realidades diocesanas formando equipos, de manera que puedan conocerse entre sí, siendo también una forma de acercarse al Señor.
Por otra parte, durante el mes de agosto se han organizado dos actividades. La primera coincidirá con la Peregrinación Europea de Jóvenes a Santiago de Compostela del 3 al 7 de agosto. A partir de 9 de agosto y hasta el 31 la programación incluye «Misión Calcuta» que consiste en un voluntariado a la India con el objetivo de que los jóvenes participantes formen parte del voluntariado con la Misioneras de la Caridad en Calcuta.
A tal efecto se ha iniciado una campaña que, bajo la denominación «Apadrina a un joven» trata de recoger donativos para contribuir a sufragar el viaje y poder becar a aquellos que queriendo participar tienen dificultades económicas para asumir el coste.
La Concatedral de Santa María, en Castellón, acogerá la última Vigilia Diocesana de Jóvenes de este curso, organizada por la Delegación diocesana para la Infancia y la Juventud. Será el próximo viernes, día 27 de mayo, a las 21 h.
Bajo el lema, “María, Madre de Jesús y Madre nuestra”, los jóvenes de parroquias, movimientos y asociaciones de la Diócesis de Segorbe-Castellón se reunirán en esta Vigilia con nuestro Obispo, D. Casimiro, para orar ante el Santísimo, escuchar y meditar la Palabra de Dios, y tener la oportunidad de confesarse.
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