El Obispo de Segorbe-Castellón, D. Casimiro, ha convocado a todos los sacerdotes, religiosos y diáconos permanentes a una Jornada de Formación sobre la Protección del Menor, programada para el próximo miércoles 4 de diciembre. Este evento se llevará a cabo en el Seminario Mater Dei a partir de las 10:30 h.
La Jornada, dirigida por el Rvdo. D. Jesús Rodríguez Torrente, Coordinador del Servicio de Coordinación y Asesoramiento de las Oficinas de Protección de Menores de la Conferencia Episcopal Española, es considerada de carácter obligatorio para quienes estén involucrados en actividades relacionadas con menores. Esto responde a la necesidad de fortalecer el compromiso de la Iglesia en la prevención y actuación frente a abusos sexuales.
El contenido incluirá una reflexión sobre el amor y la dignificación del ser humano, así como una presentación del programa de renovación pastoral AUTEM. La asistencia y colaboración de todos los convocados es fundamental para el éxito de esta jornada formativa.
Entrevista a D. Jesús Rodríguez
1.- ¿Nos podría desgranar los ejes principales de esta charla formativa?
Sí, me pidió D. Casimiro, a través del Vicario General si podía acompañar en esta jornada. Lo que voy a hacer fundamentalmente es abordar tres temas. Primero, cuál es la realidad de los abusos y por qué cuando nos hemos dado cuenta se han producido, porque muchas veces pasan como inadvertidos, y tenemos que ver primero esa realidad. En segundo lugar, cuáles son las características que pueden tener las personas que cometen los abusos; y, por último, cuál debería ser nuestra disposición para poder afrontarlos y enfrentarlos.
2.- ¿Cuáles son las medidas concretas que está tomando la Iglesia para garantizar que las víctimas sientan que se está haciendo justicia?
Las víctimas tienen que saber, primero, que se han creado en España 202 oficinas de atención a todas ellas, por lo que cada diócesis cuenta con un servicio de atención a las víctimas. Es decir, la primera acción que se ha tomado es ofrecer un espacio físico donde van a ser acogidas, donde no van a ser cuestionadas como víctimas y que vamos a acompañar su proceso.
Si la víctima realmente lo que quiere es presentar una denuncia, a partir de ahí tendría que pasar al tribunal eclesiástico o el propio Obispo ordenará que se investigue y se realice todo el proceso.
Aquí nos vamos a encontrar con las víctimas que son actuales, esas víctimas tienen doble proceso, el civil y el canónico, pero aquí el verdadero problema aparece con las víctimas, digamos que los sacerdotes o religiosos que cometieron los abusos ya han fallecido, por lo tanto, no puede haber ninguna acción civil sobre los mismos o los casos que ya están prescritos.
En este momento lo que la Iglesia ha hecho de una manera absolutamente voluntaria, y más por un deber moral, porque realmente obligación no tiene, ha sido crear una comisión asesora para que pueda orientar a todos los Obispos, a todos los superiores y mayores, en los casos que presenten reclamación o atención para ver de qué forma, bien terapéuticamente, o bien a través de un itinerario de acompañamiento, se puede reparar un daño que es irreparable. Creo que en este momento no hay ninguna Diócesis de España, ninguna congregación religiosa que no tenga ya la oficina y, desde luego, que no esté por una verdadera labor de poder intentar reparar y restaurar el dolor de muchas personas que fueron injustamente maltratadas.
3.- ¿Cuál está siendo la labor específica de estas oficinas?, ¿se está demostrando su utilidad?
Sí, por una razón, porque cada formación que se les ha ido dando ha sido un recorrido. Por ejemplo, en las primeras sesiones formativas lo que trabajamos profundamente es cómo hacer protocolos, cómo hacer códigos éticos y entornos seguros, y cómo se podían aplicar para que las oficinas empezaran a trabajar no solo en un protocolo diocesano, sino que las parroquias, los colegios, las actividades de tiempo libre tuvieran una formación en los monitores, una formación en los responsables y que todos elaboraran protocolos para que los padres conozcan qué tienen que hacer y cómo sus hijos van a ser salvaguardados.
Pero es que, además, después de acabar esos tres primeros temas, tanto jurídicos como de protocolo y entorno seguro, se trataron cuestiones que abordan cómo tratar con una persona que ha sido víctima, cómo reconocer las heridas, cómo ayudarles y cómo trabajar con victimarios que no reconocen el daño que han hecho.
Trabajamos también en otro aspecto una situación dolorosísima, como son los abusos que se están produciendo desgraciadamente ya con mucha frecuencia de menores, por la influencia de las redes sociales y por la pornografía, y les dimos claves para poder entender y formarse en ese sentido.
Se ha trabajado también el tema de la vulnerabilidad y el tiempo libre, y se está trabajando en ver cómo afecta en el seno de la familia cuando los abusos se producen allí y se reconocen en estas oficinas, no porque vengan a comunicar una situación de un religioso, un sacerdote, una religiosa, sino porque vienen a decir lo que les pasa en su familia o en su casa.
En definitiva, es todo un itinerario formativo que profundiza en la tarea más importante que tienen las oficinas, que no solo es acoger a la víctima, sino prevenir que esta lacra no vuelva a reproducirse.
4.- ¿Cómo evalúa la colaboración entre la Iglesia y las autoridades civiles en la lucha contra los abusos?
Sin duda, yo creo que se están dando muchos pasos. Hemos creado comisiones conjuntas de relación, por ejemplo, a nivel gubernativo y a nivel de comunidades autónomas, y ahora estamos también tratando de elaborar una vía de colaboración conjunta para poder ayudar a las víctimas y que en ningún caso se revictimice. Con todo, no es fácil, porque las posiciones no siempre están de acuerdo.
La Iglesia en España continúa mostrando su solidaridad con los afectados por la DANA, sumando nuevas iniciativas a las acciones realizadas en las últimas semanas. El próximo domingo, 24 de noviembre, solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, se llevará a cabo una colecta especial en todas las eucaristías de España, destinada a ayudar a los damnificados por esta catástrofe.
Los obispos españoles celebraron ayer una Eucaristía en la Catedral de Nuestra Señora de la Almudena en memoria de las víctimas y de todos los afectados por la DANA que ha asolado Valencia y el sudeste español. Entre todos los representantes civiles que acudieron se encontraban los senadores por Castellón, Jaime Llorens y Susana Marqués.
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La Eucaristía, preparada por el equipo de celebraciones litúrgicas de la Conferencia Episcopal Española (CEE), es lo más “radical que puede ofrecer la Iglesia, que es la esperanza en Jesucristo resucitado», como afirmó en su anuncio el presidente de la Conferencia Episcopal Española, Mons. Luis. J. Argüello.
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Esta Eucaristía, presidida por Mons. Enrique Benavent, arzobispo de Valencia, y concelebrada por 107 obispos españoles, entre ellos nuestro Obispo D. Casimiro, junto con el Nuncio de Su Santidad, Mons. Bernardito Cleopas Auza, se enmarca dentro de la 126ª Asamblea Plenaria, que se está celebrando del 18 al 22 de noviembre en Madrid.
Puedes leer AQUÍ la homilía de Mons. Benavent, arzobispo de Valencia
Otra de las acciones que también convocará la Iglesia será una colecta, el domingo 24 de noviembre, fiesta de Cristo Rey, en todas las eucaristías que se realicen en España en favor de los damnificados por esta catástrofe. Los obispos también dedicarán un tiempo durante la Plenaria a la situación generada por la DANA.
Nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente, junto a los demás obispos españoles, participa desde ayer en la 126ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española (CEE), que se celebrará hasta el próximo viernes en su sede. La sesión inaugural comenzó con el discurso de Mons. Luis Argüello, presidente de la CEE, y fue seguida por la intervención del nuncio apostólico en España, Mons. Bernardito Auza.
Además, como anunció Mons. Argüello, el domingo 24 de noviembre, fiesta de Cristo Rey, la Conferencia Episcopal convoca una colecta en todas las eucaristías que se realicen en España en favor de los damnificados por esta catástrofe. Los obispos también dedicarán un tiempo durante la Plenaria a la situación generada por la DANA.
Temas de la Plenaria
Estos son los temas que llevarán a la Plenaria las Comisiones Episcopales y otros organismos de la CEE:
Subcomisión Episcopal para las Migraciones y la Movilidad humana, proyecto de “hospitalidad atlántica”.
Subcomisión Episcopal para la Juventud y la Infancia, proyecto marco de Pastoral juvenil.
En la Asamblea los obispos van a dialogar sobre tres acontecimientos relevantes en la vida de la Iglesia en este curso:
El Sínodo de los obispos, cuya fase final se celebró en Roma el pasado mes de octubre.
El Jubileo 2025 y la participación de la CEE en las distintas convocatorias organizadas con el lema «Peregrinos de la esperanza».
El Congreso Nacional de Vocaciones, asamblea de llamados para la Misión, que se va a celebrar en Madrid del 7 al 9 de febrero.
También se ha previsto un tiempo para el diálogo sobre el documento final del plan de puesta en marcha de los criterios para la reforma de los seminarios en España y sobre la reestructuración de los institutos teológicos e institutos superiores de ciencias religiosas.
Otros asuntos del orden del día
Como es habitual en la Plenaria de noviembre, los obispos estudiarán, para su aprobación, el presupuesto del Fondo Común Interdiocesano y de la Conferencia Episcopal para 2025.
Los obispos recibirán información sobre el estado actual del grupo Ábside (TRECE Y COPE), del secretariado para el Sostenimiento de la Iglesia, del órgano de cumplimiento normativo y de Manos Unidas. Además, Ayuda a la Iglesia Necesitada presentará la iniciativa Redweek, con la que invita a abrir los ojos a la realidad de los cristianos perseguidos en el mundo a causa de su fe.
La Plenaria dedicará un tiempo para que los presidentes de las Comisiones Episcopales comuniquen sus actividades y proyectos. Además, se abordarán distintos asuntos de seguimiento. Se completa el orden del día con el capítulo dedicado a las asociaciones nacionales.
El presidente de la Conferencia Episcopal Española, Mons. Luis Argüello, anuncia que durante la semana de la Asamblea Plenaria del 18 al 22 de noviembre, tendrán lugar dos acciones en favor de los afectados por las terribles consecuencias de la Dana en Valencia, pero también en otras partes de España, como Albacete, Cuenca, Cataluña y Andalucía.
Por un lado, todos los obispos españoles celebrarán la Eucaristía «como apoyo espiritual» el martes 19 de noviembre en la catedral de la Almudena de Madrid «ofreciendo lo más radical que puede ofrecer la Iglesia, que es la esperanza en Jesucristo resucitado». Además, el domingo 24 de noviembre, fiesta de Cristo Rey, se convocará una colecta en todas las eucaristías que se realicen en España en favor de los damnificados por esta catástrofe.
Mons. Luis Argüello, que ha hecho este anuncio en Valladolid durante la rueda de prensa de presentación de la XLIV Semana Social, ha señalado que con la celebración de la Eucaristía «queremos ofrecer nuestro apoyo espiritual y nuestra invocación al Señor por el eterno descanso de las víctimas». También invita a sumarse a la colecta que será ofrecida «como una pequeña ayuda» porque «las necesidades económicas de reconstrucción son impresionantes» y hace falta «arrimar el hombro».
El portal «Dono a mi Iglesia» abre una campaña para donar a la diócesis de Valencia
Además, el portal «Dono a mi Iglesia» ha abierto una campaña que permite ayudar directamente a la diócesis de Valencia. Con el título «Reconstruye tu comunidad», este portal invita a donar para ayudar a las parroquias afectadas por la Dana.
El Día de la Iglesia Diocesana se suma a la Campaña de Cáritas
Por otro lado, la página «Por tantos», que estos días presenta la Campaña del Día de la Iglesia Diocesana, se suma a la recogida de fondos que lleva a cabo Cáritas. Así, pinchando en su web, aparece también una ventana emergente para hacer estos donativos.
Con el inicio del mes de octubre se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Santo Padre dirige su intención por los que han perdido un hijo: “Oremos para que todos los padres que lloran la muerte de un hijo o una hija encuentren apoyo en la comunidad y obtengan del Espíritu consolador la paz del corazón”.
«La muerte es una experiencia que toca a todas las familias, sin excepción. Forma parte de la vida; sin embargo, cuando toca los afectos familiares, la muerte nunca nos parece natural. Para los padres, vivir más tiempo que sus hijos es algo especialmente desgarrador, que contradice la naturaleza elemental de las relaciones que dan sentido a la familia misma. La pérdida de un hijo o de una hija es como si se detuviese el tiempo: se abre un abismo que traga el pasado y también el futuro. La muerte, que se lleva al hijo pequeño o joven, es una bofetada a las promesas, a los dones y sacrificios de amor gozosamente entregados a la vida que hemos traído al mundo. Muchas veces vienen a misa a Santa Marta padres con la foto de un hijo, de una hija, niño, joven, y me dicen: «Se marchó, se marchó». Y en la mirada se ve el dolor. La muerte afecta y cuando es un hijo afecta profundamente. Toda la familia queda como paralizada, enmudecida. Y algo similar sufre también el niño que queda solo, por la pérdida de uno de los padres, o de los dos. Esa pregunta: «¿Dónde está papá? ¿Dónde está mamá?». —«Está en el cielo». —«¿Por qué no la veo?». Esa pregunta expresa una angustia en el corazón del niño que queda solo. El vacío del abandono que se abre dentro de él es mucho más angustioso por el hecho de que no tiene ni siquiera la experiencia suficiente para «dar un nombre» a lo sucedido. «¿Cuándo regresa papá? ¿Cuándo regresa mamá?». ¿Qué se puede responder cuando el niño sufre? Así es la muerte en la familia.
En estos casos la muerte es como un agujero negro que se abre en la vida de las familias y al cual no sabemos dar explicación alguna. Y a veces se llega incluso a culpar a Dios. Cuánta gente —los comprendo— se enfada con Dios, blasfemia: «¿Por qué me quitó el hijo, la hija? ¡Dios no está, Dios no existe! ¿Por qué hizo esto?». Muchas veces hemos escuchado esto. Pero esa rabia es un poco lo que viene de un corazón con un dolor grande; la pérdida de un hijo o de una hija, del papá o de la mamá, es un gran dolor. Esto sucede continuamente en las familias. En estos casos, he dicho, la muerte es casi como un agujero. Pero la muerte física tiene «cómplices» que son incluso peores que ella, y que se llaman odio, envidia, soberbia, avaricia; en definitiva, el pecado del mundo que trabaja para la muerte y la hace aún más dolorosa e injusta. Los afectos familiares se presentan como las víctimas predestinadas e inermes de estos poderes auxiliares de la muerte, que acompañan la historia del hombre. Pensemos en la absurda «normalidad» con la cual, en ciertos momentos y en ciertos lugares, los hechos que añaden horror a la muerte son provocados por el odio y la indiferencia de otros seres humanos. Que el Señor nos libre de acostumbrarnos a esto.
En el pueblo de Dios, con la gracia de su compasión donada en Jesús, muchas familias demuestran con los hechos que la muerte no tiene la última palabra: esto es un auténtico acto de fe. Todas las veces que la familia en el luto —incluso terrible— encuentra la fuerza de custodiar la fe y el amor que nos unen a quienes amamos, la fe impide a la muerte, ya ahora, llevarse todo. La oscuridad de la muerte se debe afrontar con un trabajo de amor más intenso. «Dios mío, ilumina mi oscuridad», es la invocación de la liturgia de la tarde. En la luz de la Resurrección del Señor, que no abandona a ninguno de los que el Padre le ha confiado, nosotros podemos quitar a la muerte su «aguijón», como decía el apóstol Pablo (1 Cor 15, 55); podemos impedir que envenene nuestra vida, que haga vanos nuestros afectos, que nos haga caer en el vacío más oscuro.
En esta fe, podemos consolarnos unos a otros, sabiendo que el Señor venció la muerte una vez para siempre. Nuestros seres queridos no han desaparecido en la oscuridad de la nada: la esperanza nos asegura que ellos están en las manos buenas y fuertes de Dios. El amor es más fuerte que la muerte. Por eso el camino es hacer crecer el amor, hacerlo más sólido, y el amor nos custodiará hasta el día en que cada lágrima será enjugada, cuando «ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto, ni dolor» (Ap 21, 4). Si nos dejamos sostener por esta fe, la experiencia del luto puede generar una solidaridad de los vínculos familiares más fuerte, una nueva apertura al dolor de las demás familias, una nueva fraternidad con las familias que nacen y renacen en la esperanza. Nacer y renacer en la esperanza, esto nos da la fe. Pero quisiera destacar la última frase del Evangelio que hemos escuchado hoy (cf. Lc 7, 11-15). Después que Jesús vuelve a dar la vida a ese joven, hijo de la mamá viuda, dice el Evangelio: «Jesús se lo entregó a su madre». ¡Esta es nuestra esperanza! Todos nuestros seres queridos que ya se marcharon, el Señor nos los devolverá y nos encontraremos con ellos. Esta esperanza no defrauda. Recordemos bien este gesto de Jesús: «Jesús se lo entregó a su madre», así hará el Señor con todos nuestros seres queridos en la familia.
Esta fe nos protege de la visión nihilista de la muerte, como también de las falsas consolaciones del mundo, de tal modo que la verdad cristiana «no corra el peligro de mezclarse con mitologías de varios tipos», cediendo a los ritos de la superstición, antigua o moderna (cf. Benedicto xvi, Ángelus del 2 de noviembre de 2008). Hoy es necesario que los pastores y todos los cristianos expresen de modo más concreto el sentido de la fe respecto a la experiencia familiar del luto. No se debe negar el derecho al llanto —tenemos que llorar en el luto—, también Jesús «se echó a llorar» y se «conmovió en su espíritu» por el grave luto de una familia que amaba (Jn 11, 33-37). Podemos más bien recurrir al testimonio sencillo y fuerte de tantas familias que supieron percibir, en el durísimo paso de la muerte, también el seguro paso del Señor, crucificado y resucitado, con su irrevocable promesa de resurrección de los muertos. El trabajo del amor de Dios es más fuerte que el trabajo de la muerte. Es de ese amor, es precisamente de ese amor, de cual debemos hacernos «cómplices» activos, con nuestra fe. Y recordemos el gesto de Jesús: «Jesús se lo entregó a su madre», así hará con todos nuestros seres queridos y con nosotros cuando nos encontremos, cuando la muerte será definitivamente derrotada en nosotros. La cruz de Jesús derrota la muerte. Jesús nos devolverá a todos la familia.»
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española, por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por todos los que sufren por cualquier causa, por los pobres, migrantes, los enfermos, los cristianos perseguidos, para que hallen en nuestra caridad el consuelo y la cercanía que necesitan, así como una ayuda eficaz para aliviar las consecuencias de su situación”.
«Somos ungidos para ungir a nuestro Pueblo de Dios. Seamos siempre mediadores generosos de la gracia de Dios, siempre disponibles para ofrecer nuestro servicio pastoral a quien nos lo reclame. Acojamos en nuestro corazón el programa esbozado por Jesús en la sinagoga de Nazaret. Amemos a todos, pero especialmente a los más pobres, a los cautivos por tantas cadenas, a los enfermos y a los marginados por la soledad y el abandono, a los parados y a los que han pedido toda esperanza. Aceptemos también el sufrimiento pastoral, que significa, en palabras del Papa, “sufrir con y por las personas, como un padre y una madre sufren por sus hijos”. Oremos ante el Sagrario por nuestro pueblo, teniendo muy presentes la vida, problemas y sufrimientos de nuestros fieles.
Queridos hermanos sacerdotes: Redescubramos la alegría, la belleza y la grandeza de nuestra misión y renovemos nuestras promesas sacerdotales con la confianza puesta en el Señor.»
La Comisión Episcopal para los Laicos, Familia y Vida ha anunciado una nueva sesión de formación online titulada «La cultura vocacional y la vocación laical». Este evento se enmarca dentro de las Jornadas nacionales de delegados y responsables de Apostolado Seglar, así como de Movimientos y Asociaciones.
La conferencia contará con la participación de destacados ponentes, entre ellos Jorge Sierra, Hno. de La Salle y delegado vocacional de su institución en España y Portugal, y Estrella Moreno, directora del Instituto Teológico y Pastoral de Bilbao. La moderación estará a cargo de Sandra Várez, directora de Comunicación de la Fundación Pablo VI.
La cita formativa se llevará a cabo el sábado 26 de octubre, de 10:30 a 13:30 horas, y está dirigida a delegados de Apostolado Seglar de las diócesis, movimientos, asociaciones y vida consagrada, así como a laicos de cualquier edad, sacerdotes y religiosos interesados en el tema.
La participación es gratuita y exclusivamente online, y para inscribirse es imprescindible completar el formulario disponible AQUÍ
Con el inicio del mes de septiembre se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Santo Padre dirige su intención por el clamor de la tierra: “Oremos para que cada uno de nosotros escuche con el corazón el clamor de la Tierra y, de las víctimas de las catástrofes ambientales y de la crisis climática, comprometiéndonos personalmente a cuidar el mundo que habitamos”.
Desgraciadamente, asistimos a una crisis social y medioambiental sin precedentes. Si realmente queremos cuidar nuestra casa común y mejorar el planeta en el que vivimos, son imprescindibles cambios profundos en los estilos de vida, son imprescindibles modelos de producción y de consumo. Deberíamos escuchar más a los pueblos indígenas y aprender de su forma de vida para comprender adecuadamente que no podemos continuar devorando codiciosamente los recursos naturales, porque “la tierra se nos ha confiado para que pueda ser para nosotros madre, la madre tierra, capaz de dar lo necesario a cada uno para vivir” (cf. Videomensaje a la Conferencia de 500 representantes nacionales e internacionales: “Las Ideas de la Expo 2015 – Hacia la Carta de Milán”, 7 febrero 2015). Por tanto, la contribución de los pueblos indígenas es fundamental en la lucha contra el cambio climático. Y esto está comprobado científicamente.
Hoy más que nunca son muchos los que reclaman un proceso de reconversión de las estructuras de poder consolidadas que rigen en la sociedad, en la cultura occidental y, al mismo tiempo, transforman las relaciones históricas marcadas por el colonialismo, la exclusión y la discriminación, dando lugar a un diálogo renovado sobre la forma en la que estamos construyendo nuestro futuro en el planeta. Necesitamos con urgencia acciones mancomunadas, fruto de una leal y constante colaboración, porque el desafío ambiental que estamos viviendo y sus raíces humanas tienen un impacto en cada uno de nosotros. Un impacto no sólo físico, sino psicológico y cultural.
Por ello pido a los Gobiernos que reconozcan a los pueblos indígenas de todo el mundo, con sus culturas, lenguas, tradiciones, espiritualidades, y que se respete su dignidad y derechos, con la conciencia de que la riqueza de nuestra gran familia humana consiste precisamente en su diversidad. Sobre esto voy a volver después.
Ignorar a las comunidades originarias en la salvaguarda de la tierra es un grave error, es el funcionalismo extractivista, ¿no?, por no decir una gran injusticia. En cambio, valorar su patrimonio cultural y sus técnicas ancestrales ayudará a emprender caminos para una mejor gestión ambiental. En este sentido, es encomiable la labor del FIDA por asistir a las comunidades indígenas en un proceso de desarrollo autónomo, gracias sobre todo al Fondo de Apoyo a los Pueblos Indígenas, si bien estos esfuerzos se deben multiplicar todavía y acompañar con más decidida y clarividente toma de decisiones, en una transición justa.
Me quiero detener en dos palabras que son claves en esto: El buen vivir —o el vivir bien— y la armonía. El vivir bien, no es el “dolce far niente”, la “dolce vita” de la burguesía destilada. No, no. Es el vivir en armonía con la naturaleza, el saber buscar, no tanto el equilibrio, sino más bien la armonía, que es superior al equilibrio. El equilibrio puede ser funcional; la armonía nunca es funcional, es soberana en sí misma.
Saber moverse en la armonía, eso es lo que da la sabiduría que nosotros llamamos el bien vivir: La armonía entre una persona y su comunidad; la armonía entre una persona y el ambiente; la armonía entre una persona y toda la creación. Las heridas contra esta armonía son las que evidentemente estamos viendo que destruyen los pueblos. El extractivismo, en el caso de la Amazonía, por ejemplo; la desforestación o, en otros lugares, el extractivismo de la minería.
Entonces, siempre buscar la armonía. Cuando los pueblos no respetan el bien del suelo, el bien del ambiente, el bien del tiempo, el bien de la vegetación o el bien de la fauna, ese bien general, cuando no respetan esto, caen en posturas no humanas, porque pierden ese contacto con —voy a decir la palabra— la madre tierra. No en un sentido supersticioso, sino en un sentido de aquella que nos da la cultura y nos da esa armonía.
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española, por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por todas las actividades que comienzan en las parroquias y comunidades cristianas, especialmente las relacionadas con el ámbito de la catequesis, para que a todos se pueda ofrecer una formación sólida y un testimonio fiel de Cristo, el Señor, y vivir lo en la Iglesia”.
En el ámbito de la catequesis, en nuestra Iglesia diocesana vamos dando pasos en la dirección correcta. Pueden parecer pocos, pequeños o lentos, pero son innegables. Ahí está el mayor cuidado de la formación y el acompañamiento de catequistas en su ser y en su quehacer con el fin de que sean cada día más fieles a Cristo Jesús y a su misión evangelizadora, así como a su destinatario, el hombre actual en su contexto cultural concreto. Ahí están también los avances en la catequesis de iniciación cristiana, algunas experiencias en catequesis de adultos, la mayor sensibilidad por la catequesis de muchos -sacerdotes, laicos y consagrados-, y de comunidades cristianas.
Pero no podemos ocultar las dificultades. Vivimos en tiempos de profunda secularización y de globalización, de indiferencia religiosa y de alejamiento de la vida de fe y de la Iglesia de muchos bautizados. Vemos, por desgracia, que la catequesis sigue siendo entendida por muchos como un medio para recibir un sacramento y no como un proceso de crecimiento y maduración en la fe y vida cristiana, desde el encuentro personal con Jesús, la adhesión personal a Él, el cambio de vida, que lleve a un compromiso para ser discípulo misionero suyo, inserto en la comunidad eclesial. La experiencia nos dice que es escasa la acogida de la catequesis de iniciación cristiana como un proceso continuado; son muchos los niños que no que continúan después de la primera Comunión y la mayoría se alejan después de su Confirmación.
[…] En el momento actual no podemos dar por supuesto que nuestros niños, cuando piden la primera Comunión, y los adolescentes, jóvenes o adultos, cuando solicitan la Confirmación, hayan recibido el primer anuncio y hayan tenido una experiencia personal de fe. Esta situación pone de relieve la necesidad de una catequesis kerigmática, cuyo corazón sea hacer presente y anunciar la persona de Jesucristo. La catequesis, insiste el Directorio, “está llamada a ser ante todo un anuncio de la fe y no debe delegar en las demás acciones eclesiales la tarea de ayudar a descubrir la belleza del Evangelio. Es fundamental que sea, precisamente a través de la catequesis, que cada persona descubra que vale la pena creer. De este modo, ya no se reduce a ser un momento de crecimiento de la fe más armonioso, sino que ayuda a generar la propia fe y permite descubrir su grandeza y credibilidad. Por tanto, el anuncio no puede ser considerado solo como la primera etapa de la fe, previa a la catequesis, sino más bien la dimensión constitutiva de cada momento de la catequesis” (n. 57).
La finalidad primera de la catequesis es el encuentro vivo con el Señor que transforma la vida y genera, con la ayuda de la gracia, un cristiano, es decir, un creyente discípulo misionero del Señor en el seno de la comunidad de la Iglesia. No tengamos miedo. Dejémonos alentar por el Espíritu del Señor Resucitado, que está y actúa entre nosotros.
Con el inicio del mes de agosto se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Santo Padre dirige su intención por los líderes políticos: “Oremos para que los líderes políticos estén al servicio de su pueblo, trabajando por el desarrollo humano integral y el bien común, atendiendo a los que han perdido su empleo y dando prioridad a los más pobres”.
En un discurso a los jóvenes del “Proyecto Policoro” de la Conferencia Episcopal Italiana (marzo de 2023) Francisco decía lo siguiente:
Hoy la política no goza de buena fama, sobre todo entre los jóvenes, porque ven los escándalos, tantas cosas que todos conocemos. Las causas son múltiples, pero ¿cómo no pensar en la corrupción, en la ineficiencia, en la distancia de la vida de la gente? Precisamente por esto hay todavía más necesidad de buena política. Y la diferencia la marcan las personas. Lo vemos en las administraciones locales: una cosa es un alcalde o un asesor disponible, y otra es quien es inaccesible; una cosa es la política que escucha la realidad, que escucha a los pobres, y otra es la que está cerrada en los edificios, la política “destilada”.
Me viene a la mente el episodio bíblico del rey Acab y de la viña de Nabot. El rey quiere apropiarse de la viña de Nabot, para agrandar su jardín; pero Nabot no quiere y no puede venderla, porque esa viña es la herencia de sus padres. El rey está enfadado y “se enfurruña”, como un niño consentido. Entonces su mujer, la reina Jezabel —¡que es un diablillo!— resuelve el problema haciendo eliminar a Nabot con una falsa acusación. Así Nabot es asesinado y el rey toma su viña. Acab representa la peor política, la de ir adelante y hacer hueco echando a los otros, la que persigue no el bien común sino intereses particulares y usa cualquier medio para satisfacerlos. Acab no es padre, es patrón, y su gobierno es el dominio. San Ambrosio escribió un librito sobre esta historia bíblica, titulado La viña de Nabot. En un determinado momento, dirigiéndose a los poderosos, Ambrosio escribe: «¿Por qué expulsáis a quienes comparten los bienes de la naturaleza y reclamáis para vosotros la posesión de los bienes naturales? La tierra fue creada en comunión para todos, para ricos y para pobres. […] La naturaleza no sabe qué son los ricos, ella que genera todos igualmente pobres. Cuando nacemos no tenemos ropa, no venimos al mundo cargados de oro y plata. Esta tierra nos pone en el mundo desnudos, necesitados de comida, de ropa y de bebida. La naturaleza […] nos crea a todos iguales y a todos igualmente nos encierra en el vientre de un sepulcro» (1, 2). Esta pequeña pero preciosa obra de san Ambrosio será útil para vuestra formación. La política que ejerce el poder como dominio y no como servicio no es capaz de cuidar, pisa a los pobres, explota la tierra y afronta los conflictos con la guerra, no sabe dialogar.
Como ejemplo bíblico positivo podemos tomar la figura de José hijo de Jacob. Recordad que fue vendido como esclavo por sus hermanos, que tenían envidia de él, y fue llevado a Egipto. Allí, tras algunas vicisitudes, es liberado, entra al servicio del faraón y se vuelve una especia de virrey. José no se comporta como un patrón, sino como padre: cuida del país; cuando llega la carestía organiza las reservas de grano para el bien común, tanto que el faraón dice al pueblo: «Haced lo que él [José] os diga» (Gen 41,55) —la misma frase que María dirá a los siervos en la boda de Caná refiriéndose a Jesús—. José, que ha sufrido la injusticia personalmente, no busca el propio interés sino el del pueblo, paga en persona por el bien común, se hace artesano de paz, teje relaciones capaces de innovar la sociedad. Escribía don Lorenzo Milani: «El problema de los otros es igual al mío. Salir de él todos juntos es la política. Salir de él solos es avaricia» (Carta a una profesora, Florencia 1994, 14). Es así, es sencillo.
Estos dos ejemplos bíblicos, uno negativo, el otro positivo, nos ayudan a entender qué espiritualidad puede alimentar la política. Tomo solo dos aspectos: la ternura y la fecundidad. La ternura es «el amor que se hace cercano y concreto […]. Es el camino que han recorrido los hombres y las mujeres más valientes y fuertes. En medio de la actividad política, los más pequeños, los más débiles, los más pobres deben enternecernos: tienen “derecho” de llenarnos el alma y el corazón» (Enc. Fratelli tutti, 194). La fecundidad está hecha de compartir, de mirada a largo plazo, de diálogos, de confianza, de comprensión, de escucha, de tiempo gastado, de respuestas preparadas y no pospuestas. Significa mirar hacia el futuro e invertir sobre las generaciones futuras; iniciar procesos en vez de ocupar espacios. Esta es la regla de oro: ¿tu actividad es para ocupar un espacio para ti? No va bien. ¿Para tu grupo? No va bien. Ocupar espacios no va bien, iniciar procesos va bien. El tiempo es superior al espacio.
Queridos amigos, quisiera concluir proponiéndoos las preguntas que todo buen político debería hacerse: «¿Cuánto amor puse en mi trabajo, en qué hice avanzar al pueblo, qué marca dejé en la vida de la sociedad, qué lazos reales construí, qué fuerzas positivas desaté, cuánta paz social sembré, qué provoqué en el lugar que se me encomendó?» (ibid., 197). Que vuestra preocupación no sea el consenso electoral ni el éxito personal, sino involucrar a las personas, promover el espíritu emprendedor, hacer florecer sueños, hacer sentir la belleza de pertenecer a una comunidad. La participación es el bálsamo sobre las heridas de la democracia. Os invito a dar vuestra contribución, a participar y a invitar a vuestros coetáneos a hacerlo, siempre con el fin y el estilo del servicio. El político es un servidor; cuando el político no es un servidor es un mal político, no es un político.
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española, por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por todos los cristianos, para que con su testimonio de vida y con su palabra anuncien el Evangelio de Jesucristo en las actividades de cada día, y también en el tiempo del ocio vacacional”.
En nuestra Iglesia diocesana se nos envía a dar testimonio del Evangelio y a vivirlo día a día con nuestras obras de amor. Así es como la Iglesia lleva a cabo su misión de evangelizar. De este modo contribuye a construir una sociedad más humana y fraterna, justa y solidaria.
En la raíz de la actual crisis económica, moral, social, familiar e institucional está sin duda el abandono de Dios y de sus mandamientos, inscritos en la naturaleza humana. Como decía Juan Pablo II, cuando Dios desaparece del horizonte de los hombres, comienza el ocaso de su dignidad. Anunciando, celebrando y viviendo con fidelidad el Evangelio de Jesucristo, nuestra Iglesia contribuirá sin duda alguna a la superación de la crisis actual.
Nuestra Iglesia es un don del amor gratuito de Dios y una tarea encomendada a cuantos la formamos. Como don de Dios, la hemos de acoger con gratitud y la hemos de amar de corazón. Querida por Cristo y alentada por la fuerza del Espíritu Santo es el lugar de la presencia del Señor y de su obra salvadora entre nosotros. El mismo Cristo nos ha encomendado la hermosa tarea de anunciar el Evangelio, de celebrar los sacramentos, de vivir el amor para que la obra de su Salvación llegue a todos. Su vida y su misión dependen de todos y de cada uno de los que formamos parte de esta gran familia.
A los católicos nos urge redescubrir, valorar y vivir sin complejos y tibiezas nuestra identidad cristiana y eclesial. Ambas son inseparables. No se puede ser cristiano al margen de la Iglesia. Amar, sentir y vivir la Iglesia como algo propio no será posible si no existen un conocimiento objetivo y desde dentro de la Iglesia misma, así como una vivencia personal de la propia fe en el seno de la Iglesia. Ser cristiano no se reduce a recibir el bautismo y el resto de los sacramentos, o a practicar ocasionalmente. Cristiano es quien se ha encontrado con Cristo, cree y confía en Él, y se adhiere a Él con toda su mente y todo su corazón; es cristiano quien acoge y vive el don de la fe y la nueva vida del bautismo, formando parte de la Iglesia y participando en los sacramentos.
Es cristiano quien deja que Jesús y su Evangelio conformen su pensar, sentir y actuar, y quien da testimonio de su fe y se compromete en la transformación de la sociedad y del mundo. Cristiano es, quién unido a Cristo en el seno de la Iglesia, participa en su vida y misión.
La Conferencia Episcopal Española (CEE) celebró ayer una Asamblea Plenaria extraordinaria, convocada la semana pasada por su Comisión Permanente. En esta Asamblea Plenaria se han aprobado tres documentos: las Líneas de trabajo de las instituciones de la Iglesia Católica en España; el Plan de Reparación Integral a menores y personas equiparadas en derechos, víctimas de abusos sexuales; y los Criterios orientadores para la reparación integral.
Junto a los obispos de la Conferencia Episcopal y dada la cuestión que se abordaba participaron en la Asamblea Plenaria Fr. Jesús Díaz Sariego OP, presidente de la Conferencia Española de Religiosos (CONFER) y Jesús Miguel Zamora, Secretario General. El presidente de la CEE, Mons. Luis Argüello, y el presidente de la CONFER han informado, después, en rueda de prensa.
Asamblea plenaria extraordinaria
En la sesión, presidida por Mons. Luis Argüello, han participado 70 obispos, entre ellos el de la Diócesis de Segorbe-Castellón, Mons. Casimiro López Llorente. Una vez presentados los tres documentos a los obispos de la Plenaria ha comenzado un diálogo entre los asistentes con diversas aportaciones y propuestas. Al finalizar el diálogo, los tres documentos, las Líneas de trabajo, el Plan de Reparación Integral a las víctimas (PRIVA) y los Criterios orientadores, se han sometido a votación.Los tres documentos han sido aprobados.
1.- Líneas de trabajo de las instituciones de la Iglesia católica en España
Las cinco líneas de trabajo expresan lo que las instituciones eclesiales ya están realizando e indican los principios que orientan el trabajo de la Iglesia en adelante. Son las siguientes:
Reconocer y reparar. En esta línea se encuadra el reconocimiento y la reparación simbólica a través de la adhesión al acto público de reconocimiento a las víctimas; el reconocimiento y reparación de las víctimas de abusos sexuales prescritos o en los que el victimario ha fallecido; y el reconocimiento y reparación de aquellos casos en los que la acción penal no ha prescrito. Esta línea de trabajo incluye la elaboración del Plan de Reparación Integral a los menores y personas equiparadas en derechos, víctimas de abusos sexuales.
Atender a las víctimas y/o supervivientes. La propuesta trata de asegurar la atención integral de las víctimas y/o supervivientes en particular a través de las Oficinas de Atención a las Víctimas.
Prevenir. Continuar la difusión en los centros educativos de la Iglesia de la “Guía para la prevención y reparación de abusos sexuales a menores en centros educativos” publicada por Escuelas Católicas; y trabajar en la implantación en los centros de la figura del coordinador de bienestar y protección.
Formar y sensibilizar. En esta línea se busca la formación de los profesionales en contacto con personas menores de edad en materia de violencia sexual; y la sensibilización con la difusión de las medidas de prevención y protocolos de las instituciones educativas de la Iglesia.
Informar e investigar. Mediante la promoción de estudios sobre la prevalencia de violencia sexual en la infancia y la adolescencia.
2.- Plan de Reparación Integral a los menores y personas equiparadas en derechos, víctimas de Abusos sexuales (PRIVA)
La realización de un Plan de Reparación a las Víctimas de abusos sexuales en el ámbito de la Iglesia católica fue aprobada por la Asamblea Plenaria del pasado mes de noviembre en que se aprobó también la estructura de este trabajo. El Plan ha sido elaborado por el Servicio de Asesoramiento de las Oficinas, y en él han trabajado de manera conjunta la CEE y la CONFER, con diversas aportaciones del Secretariado para Asuntos Jurídicos de la CEE y del órgano de Compliance de la CEE.
El Plan ha sido definitivamente aprobado esta mañana junto con las líneas de trabajo de las instituciones de la Iglesia católica en España y los criterios orientadores para la Reparación integral a los menores de edad o personas equiparadas, víctimas de abusos sexuales en el seno de la Iglesia católica.
La Iglesia Católica en España promueve la denuncia de los abusos ante las autoridades correspondientes, confiando a la justicia ordinaria el establecimiento ordinario del marco de reparación oportuno. Pero cuando el cauce legal no es posible, por la prescripción legal del delito o por el fallecimiento del victimario, la Iglesia sostiene que toda víctima, también en estos casos, debe ser acogida, atendida y reparada de manera integral. Esto es lo que se atiende desde el Plan de Reparación Integral para las Víctimas de Abusos sexuales en el ámbito de la Iglesia.
Para su ejecución, el Plan recoge la creación de un órgano que coordinará la respuesta integral a las víctimas mediante un procedimiento no judicial. Este organismo tratará de verificar individualmente cada caso para ver la condición de los hechos y establecer el marco de reparación oportuno. La reparación parte de lo que la víctima solicita para su sanación, afecta al victimario y a la institución a la que este pertenecía y busca la reparación integral de la víctima en todos los aspectos.
La CEE y la CONFER respaldarán subsidiariamente la reparación establecida de modo que ninguna víctima pueda quedar sin la reparación correspondiente establecida por el órgano de coordinación.
Principios que informan los ejes del PRIVA
El Plan de atención y reparación a las víctimas tiene cinco ejes de los que se derivan las acciones que siguen, referidas al reconocimiento de la víctima, la reparación y la prevención.
La víctima en el centro de la reflexión y la acción de la Iglesia. La búsqueda de la verdad y la realización de la justicia requieren centrar la mirada en quienes han sido víctimas directas o indirectas de abusos. Se deben crear las condiciones para su acogida, escucha y atención. Se les debe ofrecer la tutela y la protección de la Iglesia, y una asistencia adecuada en todo lo que pudieran necesitar.
La búsqueda de la verdad y de la justicia, que se explicitan en la investigación y el esclarecimiento de los hechos, así como en el enjuiciamiento y determinación de las responsabilidades jurídicas.
Acción coordinada en lo que se refiere al tratamiento de los abusos sexuales en el seno de la Iglesia, de manera que las medidas adoptadas resulten similares y que la diversidad institucional no redunde en perjuicio de las víctimas.
Asumir los cauces de reparación, para que, tratando de dar una respuesta integral al fenómeno de los abusos, no olvidemos la reparación económica, espiritual o psicológica cuando esta sea necesaria.
Evitar toda revictimización, por lo que el trabajo partirá de la información que la víctima haya aportado ya, en las oficinas diocesanas, de congregaciones o del Defensor del Pueblo.
En el tratamiento jurídico de los casos de abusos, se seguirá lo establecido en la Instrucción de la CEE sobre abusos sexuales, de abril de 2023.
Propuesta de acción para la puesta en marcha del PRIVA
El Plan prevé tres campos de acción: la víctima, la reparación y la prevención.
En relación a la víctima, todas las diócesis e institutos de vida consagrada y otras instituciones eclesiales han creado oficinas de acogida, atención y acompañamiento a las víctimas de abusos en la Iglesia. En ellas se ha de procurar:
Acoger a las víctimas y ofrecer servicios específicos como parte de una asistencia integral.
Prestar orientación y asistencia legal y mejorar la información ofrecida en los tribunales eclesiásticos.
Dotar a las víctimas de recursos o personas que puedan acompañar y seguir los distintos procesos que quieran iniciar para poder sanar su situación.
Contribuir a crear entornos seguros favoreciendo que estos se desarrollen en todos los ámbitos de la Iglesia.
Promover una cultura de pleno rechazo hacia los abusos sexuales y crear mapas de riesgos y de daños que puedan servir de orientación a la hora de atender a las víctimas.
En relación a la reparación, el compromiso que se adquiere es:
La asistencia debe ser integral, según la necesidad de cada uno: pastoral y espiritual; médica, terapéutica, psicológica y social; y legal, jurídica y económica.
Los victimarios son los principales responsables de la reparación. Subsidiariamente, la Iglesia tiene una responsabilidad moral de reparar, cuando el agresor no pueda hacer frente a ello.
La reparación material puede ser: económica en forma de indemnización a partir de una sentencia; económica en especie, en forma de prestación de servicios médicos o terapéuticos; y económica en forma dineraria reconocida y asumida voluntariamente por la Iglesia al término del procedimiento establecido al efecto.
la Iglesia, por medio de la CEE y la CONFER, debe arbitrar los medios para que se pueda propiciar un resarcimiento de los daños ciertos y reales.
En ámbito canónico, la prescripción o el fallecimiento del victimario no impedirá buscar la convicción acerca de la certeza o, al menos, de un juicio de verosimilitud.
En relación a la prevención, se propone:
Proponer medidas y protocolos de actuación en las actividades con menores y personas equiparadas en derechos.
Ofrecer formación inicial sobre el tema de abusos a menores al inicio de cada curso pastoral en los diversos ámbitos de la pastoral.
Realizar desde la Iglesia un examen sobre las causas que desencadenan el abuso y pautas y orientaciones para la vida y misión de la Iglesia.
Procurar el tratamiento a los victimarios con los programas de intervención basados en la evidencia que se usan para otros abusadores por parte de profesionales de la Psicología.
Próximos pasos
Para la puesta en marcha del PRIVA se establecerá una Comisión Asesora que tendrá como objetivo evaluar cada caso de manera singular para analizar los daños causados a las víctimas y definir las vías de reparación a las entidades que deban llevarlas a cabo.
Esa Comisión estará formada por diez personas: cuatro expertos del ámbito médico forense, cuatro del ámbito jurídico y un representante de la CEE y otro de la CONFER. La Comisión podrá convocar a un representante de las víctimas o de las asociaciones que trabajan con víctimas.
La Comisión recogerá toda la información ya elaborada por las personas que han atendido a esa víctima, para no revictimizar. Con todos los datos, la Comisión ofrecerá un informe de los casos presentados, que se circunscriben a aquellos que no pueden ser juzgados por el fallecimiento del victimario o por la prescripción del delito.
La Comisión, con la ayuda de la Vicesecretaría para Asuntos Económicos, elaborará un posible baremo o sistema de valoración de los daños y perjuicios padecidos. Para ello se tendrán en cuenta los baremos propuestos por la ley civil y los criterios orientadores de otras Conferencias episcopales del entorno.
Palabras de clausura del presidente de la CEE, Mons. Luis Argüello
La Asamblea Plenaria extraordinaria finalizó con una sesión de clausura en la que el presidente de la CEE señaló que la aprobación de estos documentos “supone una llamada a la conversión, a la comunión, de lo que hemos recibido del señor de la cruz”.
Mons. Argüello recordó que en estos años se han puesto en marcha casi 300 oficinas en las diócesis y en las congregaciones religiosas. Muchas de ellas, precisó, han dado el paso de ser también oficinas que acompañan en la prevención, la formación y la reparación.
El presidente de la CEE precisó que el PRIVA que se ha aprobado esta mañana “no significa el comienzo de este trabajo» porque, “ya llevábamos tiempo trabajando”. Pero “creíamos conveniente dotarnos de criterios comunes». También precisó que este Plan es subsidiario para «cuando se han acabado las vías judiciales”.
La Iglesia, afirmó “mantiene la puerta abierta para escuchar a las víctimas”. Con este Plan, queremos escucharlas y acompañarlas. Además, pidió respeto a la sociedad y a las administraciones públicas porque la Iglesia en España “tiene sus reglas de funcionamiento”.
“No firmamos un decreto que obligue”, precisó, sino “unos criterios de comunión para que las personas que crean que deben ser reparadas puedan acudir a cada diócesis y cada congregación o también acudir a una comisión asesora para que les ayude”.
El presidente señaló que este compromiso “decidido de acompañar y reparar” brota de la responsabilidad moral y del dolor que “acogemos como propio”. Además, pidió perdón a las víctimas y respeto a su propio caminar. “Lo que hemos aprobado – concluyó- no ha supuesto el comienzo del trabajo de la Iglesia en España a la hora de abordar la problemática de las víctimas de abusos, pero tampoco es el final”. La Iglesia “tiene las puertas abiertas para acoger a quienes quieran venir a nuestra casa. La respuesta de la Iglesia quiere ir más allá de lo que la legalidad nos pide”.
Palabras del presidente de la CONFER, Jesús Díaz Sariego, OP
Tras unas palabras de agradecimiento del Nuncio, el presidente de la CONFER también señaló que la Iglesia viene trabajando, “por su solidaridad con el sufrimiento”, desde hace varios años en todo lo relativo a los abusos sexuales a menores. Pero hoy, la Iglesia en su conjunto “da un paso grande en España”. Una muestra “pública y visible”, de un discernimiento común. Sin perder el objetivo, que son las víctimas, “ellas son el centro de nuestro trabajo”.
También destacó que aún queda mucho trabajo por hacer, “pero ya partimos de una base muy desarrollada y vivida en comunión”.
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