Solemne Liturgia de la Pasión del Señor y Adoración de la Cruz
A las 17.00h, de este Viernes Santo, los fieles de la Iglesia de Segorbe-Castellón, han revivido el momento culmen de la Pasión del Señor en el que, según se relata en el Evangelio de san Marcos (15:33-34) siendo la hora novena, Jesús clamó: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».
La S.I. Catedral de Segorbe ha acogido así la Solemne Liturgia de la Pasión del Señor y la Adoración de la Cruz que ha presidido el Obispo de Segorbe-Castellón, Mons. Casimiro López Llorente, siendo el único día de todo el calendario litúrgico en que no se celebra la Eucaristía. Durante la ceremonia se conmemora la Pasión y Muerte de Jesucristo y se invita a los fieles a la reflexión a través de la lectura de las Sagradas Escrituras, contemplando así el misterio del amor redentor de Dios.
La celebración comenzaba con el Obispo postrado en el suelo del altar para adorar en silencio la Muerte del Señor, dando paso a la liturgia de la Palabra ante un altar carente de los elementos que habitualmente lo visten y ornamentan.
Isaías(52, 13-53,12); Carta a los Hebreos(4, 14-16; 5, 7-9); san Juan(18,1-19,42)
Tras las lecturas, la homilía de D. Casimiro ha exaltado la cruz. No en vano, a través del «Canto del siervo sufriente» la liturgia nos ha introducido en la aflicción padecida y la visión reveladora del plan redentor de Dios para la humanidad a través del sufrimiento y la muerte de su Siervo. «Este es un mensaje difícil e comprender en nuestro tiempo» ha dicho el Obispo, sin embargo para los creyentes «la cruz es el sentido más grande, el amor más grande, el amor con el que el Señor quiere abrazar nuestra vida», se ha referido recordando las palabras del papa Francisco.
A pesar de que muchos de nuestros contemporáneos quisieran silenciar la cruz, «nada es más elocuente que la cruz silenciada» ha afirmado el Obispo recordando a San Juan Pablo II, pues «el verdadero mensaje del dolor es una lección de amor. El amor hace fecundo al dolor y el dolor hace profundo al amor». Así, ha exhortado a los presentes a «»poner la mirada en la cruz para descubrir el amor de Dios por cada uno de nosotros» pues su sacrificio es un acto supremo de amor y redención, que abre el camino para la salvación y la vida eterna para todos los que creen en Él.
D.Casimiro ha recordado el relato del Evangelio según san Juan que, a nivel espiritual, trasciende los eventos históricos relatados y ofrece enseñanzas esenciales sobre la fe cristiana, pues se nos revela el cumplimiento de la voluntad divina a través del sacrificio de Jesucristo, sometido voluntariamente a la pasión y muerte en la cruz para redimir a la humanidad del pecado y restaurar la relación rota entre Dios y el hombre. «La cruz nos manifiesta el verdadero rostro de Dios que sufre en su Hijo Jesús».
Tal como ha afirmado el Obispo, el rostro de Jesús en la cruz, manifiesta «dolor provocado por el pecado, por el desprecio de su amor. Jesús no sufre por su pecado personal, pues es absolutamente inocente, sino por la tragedia de mentiras y envidias, traiciones y maldades que se echaron sobre él para condenarlo a una muerte injusta y horrible».
La cruz, ha proseguido D. Casimiro, muestra «la grandeza del amor y y la grandeza del ser humano porque así Dios nos quiere liberar de cualquier pecado». La salvación «es fruto del amor infinito y eterno de Dios, porque solo el amor infinito de Dios hacia los hombres pecadores es lo que salva». El Obispo ha interpelado a los presentes a renovar nuestra fe en su poder salvador y a comprometernos a seguir sus enseñanzas de amor, perdón y servicio a los demás, porque «el amor del amante espera de la respuesta del amado para entregarse y darse totalmente a sí mismo en todo cuanto tiene» y ha recordado que las últimas palabras de Jesús «son la expresión de su última y única voluntad, hacer la voluntad de Dios Padre, esto es amar hasta el extremo, hasta el extremo de morir en la cruz para rescatar a los hombres de los poderes del mal».
Respeto, gratitud y devoción en la Adoración a la Cruz
La solemnidad de la liturgia de hoy ha continuado con la adoración a la Cruz expresando respeto, gratitud y devoción. Para los fieles este gesto tiene especial trascendencia pues contribuye a sumergirse verdaderamente en el misterio del amor de Dios manifestado en el sacrificio de Jesucristo.
Mirando a Jesucristo en la cruz, tal como ha dicho D. Casimiro «contemplamos su sufrimiento causado por la crueldad e injusticia humana, y también a los que hoy están crucificados, a todas las víctimas de la maldad humana, a los que sufren y tienen que cargar con su cruz».
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La celebración ha concluido con la administración de la Sagrada Comunión.
A las 17 h. ha comenzado la celebración de la Pasión del Señor de este Viernes Santo, que ha presidido nuestro Obispo, D. Casimiro, en la S.I. Catedral de Segorbe. En este día recordamos la Pasión del Señor y adoramos su Cruz. La Iglesia conmemora su propio nacimiento y, siguiendo una antiquísima tradición, no se celebra la Eucaristía. Cristo crucificado es el centro de la liturgia de hoy y, además, es un día de penitencia obligatorio por medio de la abstinencia y el ayuno.
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Al comenzar, el Obispo, junto a los sacerdotes, se ha dirigido en silencio al altar y se ha postrado rostro en tierra; esta postración, que es un rito propio de este día, significa la humillación “del hombre terreno” y la tristeza y el dolor de la Iglesia.
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El altar luce sin mantel, sin cruz, sin velas ni adornos; pero se conmemora con solemne sobriedad la Pasión y muerte del Señor, que se desarrolla con la liturgia de la Palabra, la adoración de la Cruz y la sagrada Comunión. Antes de la adoración de la Cruz, la oración universal, que expresa el valor universal de la Pasión de Cristo, clavado en la Cruz para la salvación de todo el mundo.
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«Te adoramos, Cristo, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo». Esta invocación expresa el sentido de este día: “en la Cruz, Cristo Jesús nos ha arrancado del pecado y de la muerte, nos ha redimido y nos ha abierto de nuevo la puerta para la vida eterna”, ha explicado el Obispo al inicio de la homilía.
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La Cruz “es misterio de redención y de salvación – ha continuado – es ante todo misterio de amor”. D. Casimiro ha exhortado a contemplar a Cristo, “humillado y ultrajado por su pueblo”, pero que “obediente a la voluntad amorosa del Padre entrega su vida por amor hasta la muerte, y una muerte en Cruz”. Y lo hace “por nosotros”, cargando “con nuestros pecados”, haciéndose “cargo de todo sufrimiento e injusticia humanas”.
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“En la oscuridad de la Cruz rompe la luz de la esperanza”, ha dicho, en ella “se encuentran la miseria humana y la misericordia divina”, y “nos muestra el verdadero rostro de Dios”: el del amor “que se entrega a la muerte para darnos Vida en plenitud”.
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“Contemplemos y adoremos con fe la Cruz de Cristo, al que atravesaron y al que atravesamos”. Miremos a Cristo y “contemplemos en la Cruz a los que hoy están crucificados, a todas la víctimas de la maldad humana, a los que sufren y tienen que cargar con su cruz. Miremos el pecado del mundo, reconozcamos nuestros propios pecados, con los que Cristo tiene hoy que cargar”.
Esta mañana, trabajadores de la empresa adjudicataria responsable del traslado de la Cruz del Ribalta a la Parroquia de Santo Tomás en Castellón, han procedido a retirar los refuerzos y protección de maderas, una vez se ha asentado en su ubicación actual.
Para los cristianos, como ha recordado hoy D. Casimiro, «la Cruz de Cristo luce como signo de perdón y reconciliación». Han sido diversas las ocasiones que nuestro Obispo se ha referido, en sus homilías, cartas y predicaciones, al significado de la Cruz. Pese a ser para muchos, asegura D. Casimiro en una de sus cartas, «un signo de sufrimiento que tiene su máxima expresión en la misma época de Jesús por ser la más vil de todas las condenas a muerte», en ella muere «el mismo Hijo de Dios y lo hace por nuestros pecados y por nuestra salvación». Es por ello que para todos los cristianos,»la Cruz representa también el triunfo definitivo del amor de Dios sobre todos los males del mundo».
A las cinco de la tarde, los fieles de Segorbe-Castellón se han vuelto a reunir a través de las televisiones locales y redes sociales para participar en el Oficio de la Pasión del Señor. El Obispo ha presidido la liturgia de este Viernes Santo en la Concatedral acompañado por los presbíteros de Santa María, Miguel Simón, Ángel Cumbicos y David Barrios. Ante la pregunta sobre dónde está Dios ante tanto dolor en el mundo, D. Casimiro López Llorente daba esta respuesta: “Está ahí, en la cruz, crucificado porque siempre está unido a los padecimiento de los hombres y mujeres y porque nunca huye del dolor, sufrimiento y muerte humana”.
Mons. López Llorente: La Cruz, signo supremo del amor.
Fiesta de la Virgen Cueva Santa, patrona de Segorbe. Nuevas estatuas en el templo parroquial de Villahermosa del Río.
Entrevista con Vicente Botella, dominico ponente en la Jornada Diocesana de Inicio del curso pastoral: «La caridad es lo que mejor define a Dios y al hombre».
La Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, el 14 de septiembre, nos invita a reflexionar sobre el sentido de la Cruz. Muchos quizá se preguntarán por qué los cristianos celebramos la Cruz, que es un instrumento de tortura, un signo de sufrimiento, de fracaso y derrota. Es verdad que la cruz tiene todos estos significados. Es más: en tiempos de Jesús, la cruz era la más vil de todas las condenas a muerte.
Sin embargo, a causa de que quien muere en la cruz es el mismo Hijo de Dios y lo hace por nuestros pecados y por nuestra salvación, la Cruz representa también el triunfo definitivo del amor de Dios sobre todos los males del mundo. Desde entonces, la Cruz ya no es sinónimo de maldición sino de bendición. Porque “Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16).
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