La ceremonia ha estado presidida por Mons. Casimiro López Llorente y se ha celebrado esta mañana en la Iglesia del Convento de las Hermanas del Santísimo Sacramento y de la Inmaculada de Castellón. La Santa Misa ha estado concelebrada por el visitador para la Vida Contemplativa, D. Joaquín Guillamón y por el Secretario, D. Ángel Cumbicos.
La hermana Irma Yolanda ha estado acompañada por las hermanas de la Congregación de Castellón, así como por la Madre General y la superiora de la comunidad.
Tras la liturgia de la Palabra, que precisamente hoy nos recordaba la Visitación de la Virgen María a su prima Isabel, D. Casimiro ha dado gracias a Dios proclamando «la grandeza del Señor hacia tu persona -ha dicho dirigiéndose a la Hermana – y a través de tu persona, hacia nuestra Iglesia y a vuestra congregación, porque Dios está grande en tu persona para todos nosotros».
D. Casimiro ha repasado la llamada a la vocación de la hermana a la vida consagrada y contemplativa según el carisma de la Congregación de las Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Inmaculada y recordando el Magníficat ha expresado «la alegría del Espíritu en Dios mi salvador porque ha mirado la humildad de su esclava». Una alegría que brota, ha dicho aludiendo al Papa Francisco, «de sentirse y saberse siempre amados y que sin Dios nada somos, tal como expresó la Virgen».
Ella, ha dicho el Obispo, «es la esclava del Señor por excelencia y sabe que sin Dios nada es, todo es fruto de su gracia y de su amor». Por ello ha dado gracias a Dios por la Hermana Irma Yolanda que «es motivo de esperanza para nuestra Iglesia que ve cómo una joven como tú, está dispuesta a acoger la vocación de Dios y consagrarse de por vida para vivir, consagrada a Él y, en Él al servicio de toda la Iglesia, al servicio de la comunidad y de tu congregación».
«Alégrate llena de gracia»
D. Casimiro ha puesto el acento en el pasaje evangélico de La Anunciación para enfatizar en el amor de Dios que se ha hecho presente en la celebración. Así ha explicado que la vocación nace del amor de Dios y que Él es signo y presencia en nuestras vidas.
«Tu vocación y la bendición que hoy vas a recibir son muestra del amor de Dios». Se ha referido a la vocación temprana de la hermana Irma Yolanda que, con apenas 17 años sintió la llamada y ya con 18 ingresó en el Convento en su Guatemala natal hasta su traslado a España donde ha madurado la vocación con la formación y, pasando por el aspirantado, el noviciado y los votos simples «hoy consagras de por vida tu existencia al Señor para desposarte con Él y vivir como verdadera esposa suya todos los días de tu vida».
«Me sedujiste Señor»
Dios nos ha creado por amor y a través de la iniciativa amorosa de Dios, ha dicho el Obispo, «te ha concedido la gracia de responder a su llamada y te concederá la gracia para que vivas siempre tu consagración con una eternidad gozosa, libre y total de ti misma para entregarte al Señor».
Le ha exhortado a tener siempre presente la historia de Dios para con ella y a recordar a todas las personas que Él ha ido poniendo en su camino para dar una respuesta afirmativa y hacerlo con generosidad, con gratuidad y humildad: «vive unida a Cristo, tu Esposo y Señor, a un Cristo que se hace especialmente presente en la Eucaristía, donde está el manantial de nuestra respuesta al amor de Dios».
Con el inicio del mes de febrero se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Santo Padre dirige su intención por los enfermos terminales: “Oremos para que los enfermos terminales y sus familias reciban siempre los cuidados y el acompañamiento necesarios, tanto desde el punto de vista médico como humano”.
Cuando la enfermedad llama a la puerta de nuestra vida, aflora siempre en nosotros la necesidad de tener cerca a alguien que nos mire a los ojos, que nos tome de la mano, que manifieste su ternura y nos cuide, como el Buen Samaritano de la parábola evangélica. (cf. Mensaje para la XXVIII Jornada Mundial del Enfermo, 11 de febrero de 2020).
El tema del cuidado de los enfermos, en las fases críticas y terminales de la vida, invoca la tarea de la Iglesia de reescribir la “gramática” de hacerse cargo y de cuidar de la persona que sufre. El ejemplo del Buen Samaritano enseña que es necesario convertir la mirada del corazón, porque muchas veces los que miran no ven. ¿Por qué? Porque falta compasión. Se me ocurre que, muchas veces, el Evangelio, al hablar de Jesús frente a una persona que sufre, dice: “se compadeció”, “se compadeció”… Un estribillo de la persona de Jesús. Sin compasión, el que mira no se involucra en lo que observa y pasa de largo; en cambio, el que tiene un corazón compasivo se conmueve y se involucra, se detiene y se ocupa de lo que sucede.
Alrededor de la persona enferma es necesario crear una verdadera plataforma humana de relaciones que, al tiempo que fomentan la atención médica, se abran a la esperanza, especialmente en aquellas situaciones límite en las que el dolor físico va acompañado de desamparo emotivo y angustia espiritual.
El enfoque relacional ―y no meramente clínico― con el enfermo, considerado en la singularidad e integridad de su persona, impone el deber de no abandonar nunca a nadie en presencia de males incurables. La vida humana, por su destino eterno, conserva todo su valor y dignidad en cualquier condición, incluso de precariedad y fragilidad, y como tal es siempre digna de la más alta consideración.
Santa Teresa de Calcuta, que vivió el estilo de la cercanía y del compartir, preservando hasta el final el reconocimiento y el respeto de la dignidad humana, y haciendo más humano el morir, decía: «Quien en el camino de la vida ha encendido incluso solo una luz en la hora oscura de alguien no ha vivido en vano».
A este respecto, pienso en lo bien que funcionan los hospices para los cuidados paliativos, en los que los enfermos terminales son acompañados con un apoyo médico, psicológico y espiritual cualificado, para que puedan vivir con dignidad, confortados por la cercanía de sus seres queridos, la fase final de su vida terrenal. Espero que estos centros continúen siendo lugares donde se practique con compromiso la “terapia de la dignidad”, alimentando así el amor y el respeto por la vida. […]
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española, por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por los religiosos y religiosas de vida contemplativa, para que el Señor los enriquezca con nuevas vocaciones que puedan sostener la misión de la Iglesia siguiendo el ideal de la oración constante y la vivencia de los consejos evangélicos.”
Nuestro Obispo D. Casimiro, en su carta del 3 de junio del 2007 en el que hablaba del “valor de la vida contemplativa”, nos decía lo siguiente:
Los monasterios son ‘faros luminosos’ en medio de un mundo que ha perdido la luz de Dios; nos hacen presente a Aquel que siempre nos acompaña, y, a su vez, acompañan con amor a Quien se ha hecho nuestra mejor compañía.
Los monjes y monjas nos recuerdan que hay una Palabra por antonomasia –la de Dios- que es preciso escuchar, y que hay una presencia por excelencia –la de Dios-con-nosotros, sobre todo en la Eucaristía-, que debemos siempre acoger, contemplar y adorar. Esa Palabra ha llenado su silencio con una voz inconfundible, y esa Presencia ha colmado su soledad con una plenitud inmerecida.
Los monjes y monjas no se desentienden ni de la Iglesia ni del mundo. Aunque separados de todo están unidos a todo porque nada humano ni eclesial les es ajeno. En nuestras evasiones nos dan el más precioso testimonio de su encuentro con Dios en Cristo Jesús, para que nos sea devuelta la luz a los ojos y nos vuelva a latir el corazón con el fuego de Dios. Nada hace ensanchar el corazón humano tanto como considerar que Dios es el único bien. Porque la vida tiene sentido cuando Dios es reconocido como Bien supremo.
Con el lema “Generar esperanza”, la Iglesia celebra mañana, día 4 de junio, la solemnidad de la Santísima Trinidad, la Jornada Pro Orantibus, dedicada a todas las mujeres y hombres que un día decidieron entregarle su vida al Señor, sirviendo a la Iglesia en la dimensión contemplativa de la vida religiosa.
Para celebrar esta fiesta, esta mañana se han reunido las monjas contemplativas de las ocho comunidades de la Diócesis de Segorbe-Castellón junto a nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente. Lo han hecho en la Basílica de Nuestra Señora del Lledó, en Castellón, para celebrar juntas la Eucaristía, y ha concelebrado D. Joaquín Guillamón, Delegado diocesano para la Vida Consagrada y prior.
En la Diócesis de Segorbe-Castellón hay ocho comunidades:
– Las Agustinas de Benicàssim.
– Las Esclavas del Santísimo y de la Inmaculada de Castellón.
– Las Carmelitas Descalzas de Alquerías del Niño Perdido, de Castellón y de Caudiel.
– Las Clarisas de La Vall d´Uixó y de Vila-real.
– Y la Fraternidad Monástica de la Paz de Castellón.
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Celebración de la Eucaristía
En el inicio de la homilía, D. Casimiro ha recordado que estamos celebrando el Año Jubilar del Lledó para prepararnos al Centenario de su Coronación pontificia, “que tiene como objetivo crecer en amor a la Virgen para que, de sus manos, podamos encontrarnos con el Señor”, dejando que “Él avive en nosotros, en la vocación o carisma concreto, que por puro don y gracia hemos recibido, porque solo así se podrá general esperanza”. La única esperanza que no defrauda, decía, “es Dios manifestado en su Hijo, Cristo Jesús”.
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El Obispo ha destaco cuatro palabras de la Virgen que nos pueden ayudar: escuchar, creer, acoger y actuar. En primer lugar, “María es la mujer de la escucha”, ha explicado, porque “escucha la Palabra, escucha a Dios”. Ella “es la mujer que cree y se fía plenamente de Dios, acoge su voluntad y, fruto de ello, sale a la misión”, ha explicado, “saliendo a servir a Isabel, llevando al Señor en su seno”.
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Ha exhortado también a estar atentos a la voluntad de Dios, que “nos habla a través de los acontecimientos, incluso de los acontecimientos duros”, como pueden ser “la falta de vocaciones o el cierre de los monasterios”. También a través “de las personas con las que nos encontramos en el día a día”, o de la Palabra, “que nos interpela y siempre tiene algo que decirnos”.
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Sois “la lámpara encendida que presenta ante el Señor todas las necesidades de nuestra Iglesia, de nuestro mundo y de la sociedad”, les decía a las hermanas, “fiémonos de Dios, Él nunca nos abandona, sabe lo que quiere para cada uno de nosotros y para vuestros conventos”, ha exhortado, “acojamos su voluntad para llevarle a Él a los demás, con la forma de vida, siendo faros luminosos en este mundo necesitado de Dios y de esperanza”. “Sois indispensables para la Iglesia y para la sociedad”.
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Felicita a las monjas contemplativas de la Diócesis por la Jornada Pro Orantibus
Desde la Delegación diocesana para la Vida Consagrada, junto a la Vicaria de Pastoral, se ha animado a los fieles a agradecer la labor de las monjas contemplativas de la Diócesis, enviándoles un mensaje de agradecimiento por sus continuas oraciones en nuestro beneficio, porque, como dice Francisco, «con el silencio orante y el sacrificio escondido, sostienen maternalmente la vida de la Iglesia».
Muchos han sido los mensajes que han enviado los fieles, y no solo de agradecimiento, sino también de ánimo y de oración ante la escasez de vocaciones.
Los obispos de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada resaltan que en el “luminoso horizonte” de la vida contemplativa “está «generar esperanza». Un lema que pone el foco en la esperanza ante una realidad en la que “no es difícil encontrar motivos para la tristeza y la desazón: amanecemos cada día con noticias de violencia, injusticia, egoísmo, exclusión, pobreza y sinsentido”. También, a una escala más personal, “al mirar con sinceridad nuestro interior y el conjunto de nuestras relaciones, nos topamos con heridas y sinsabores que pueden ir sumiéndonos poco a poco en un desaliento paralizante”.
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Además, lamentan que “esta percepción amarga” parece haber contagiado incluso a los más jóvenes, “entre quienes también se detectan altas dosis de desmoralización y abatimiento, e incluso un preocupante aumento de suicidios”. A ellos, recuerdan, se dirige con frecuencia el papa Francisco para “instarlos vivamente a la esperanza”.
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Así lo hizo en su mensaje a los jóvenes cubanos en 2015: Invito a la esperanza, que «nos habla de una realidad que está enraizada en lo profundo del ser humano, independientemente de las circunstancias concretas y los condicionamientos históricos en que vive. Nos habla de una sed, de una aspiración, de un anhelo de plenitud, de vida lograda, de un querer tocar lo grande, lo que llena el corazón y eleva el espíritu hacia cosas grandes, como la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor”. […] La esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna».
La vida contemplativa alienta nuestra esperanza
Estas palabras -recogidas años después en la encíclica Fratelli tutti– “pueden ayudarnos a reconocer, celebrar y orar por aquellos hermanos y hermanas que, abrazando la vida contemplativa, alientan nuestra esperanza y la requieren”. Ellos y ellas, matizan los obispos en su mensaje, “al renunciar al espíritu mundano y entregar radicalmente la vida «a querer tocar lo grande […], la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor», se convierten en parábola de la esperanza última para la Iglesia y para toda la humanidad”.
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En cada convento y monasterio “la esperanza que brota de la fe en la realidad última de Dios se hace carne cotidiana” al cultivar la oración y la celebración; la fraternidad y la reconciliación; la hospitalidad y la caridad; el trabajo y el descanso. Así, “cuantos caminamos tratando de dar respuesta a la sed de una vida lograda en medio de tantas desdichas agradecemos el testimonio de la vocación contemplativa, que se goza en buscar y esperar cada día al Señor que viene para que todos tengamos vida, y vida en abundancia; para que tengamos esperanza”.
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Los contemplativos “también lanzan su mirada al resto del pueblo de Dios, deseando recibir los dolores y las alegrías de este mundo para poder esperar por todos y con todos”. Por eso, en esta Jornada Pro Orantibus “no dejemos de acercarnos, si tenemos ocasión, a nuestros hermanos y hermanas contemplativos, con el fin de compartir entre todos los consuelos y las fatigas de los hombres y mujeres de esta tierra. Comprometámonos juntos en la misión de generar esperanza donde haga más falta, donde más urgente sea el anuncio del Señor resucitado. Y recemos también por ellos, para que puedan recibir el sostén de nuestra plegaria sincera ante Dios y se vean apoyados en su deseo de peregrinar sin desfallecer a la luz del rostro del Señor”.
Este domingo, 4 de junio, Fiesta de la Santísima Trinidad, celebramos también la Jornada ‘Pro orantibus’, es decir, por lo que oran. Es un día dedicado a los monjes y monjas de vida contemplativa. Nuestra Diócesis cuenta aún con ocho monasterios de monjas de vida contemplativa, que oran por nosotros todos los días del año. En esta Jornada les mostramos nuestra gratitud por lo que representan para la Iglesia y para la sociedad. Oremos por ellos y por las vocaciones a la vida contemplativa. Nos urge hacerlo. Varios conventos o monasterios de clausura han tenido que ser suprimidos en nuestra Diócesis en los últimos años ante la edad avanzada de las monjas y la falta de vocaciones.
Para muchos, las monjas y los monjes de clausura son los grandes desconocidos. Además no se reconoce su necesidad para la vida de la Iglesia y de la sociedad. Llevados por el secularismo ambiental y por los criterios de la eficiencia y la utilidad, muchos piensan que no tiene sentido que haya personas –y más aún si son jóvenes- que se retiren del mundo para dedicarse de por vida a Dios y a la oración contemplativa, cuando hay tantas urgencias y necesidades en el mundo y en la Iglesia. Se expresa de este modo un escaso aprecio del valor y de la necesidad de vida contemplativa en la vida de la Iglesia y de la sociedad.
Sin embargo, las monjas y los monjes son ‘faros luminosos’ en medio de un mundo que ha perdido la luz de Dios y, en consecuencia, la verdadera esperanza. Es un hecho que a los hombres y mujeres ‘liberados y acomodados’ de nuestro tiempo, les falta la verdadera esperanza. Es la esperanza, que despierta en nosotros cuando somos capaces de mirar la realidad más allá de la hojarasca de la historia, en su raíz primera y su horizonte último, que son los de Dios.
Los hermanos y hermanas que abrazan la vida contemplativa nos alientan a descubrir esta esperanza. En su luminoso horizonte está ‘generar esperanza’, como reza el lema de la Jornada de este año. A ellos solo los impulsa haber comprendido, como enseña el evangelio, que el reino de los cielos es ‘un tesoro’ por el cual vale de verdad la pena abandonarlo todo (cf. Mt 13,44). En efecto, estos hermanos y hermanas nuestros testimonian silenciosamente que, en medio de los acontecimientos diarios, y a veces turbulentos, el único apoyo que no vacila jamás es Dios, roca inquebrantable de fidelidad y de amor.
“Desde su vocación particular, los contemplativos encarnan y dan a conocer esa esperanza que, más allá de optimismos y pesimismos, asienta nuestra historia en lo más profundo de la realidad, en el corazón de Dios Trinidad que ha creado este mundo por pura liberalidad, lo acompaña con suave providencia, lo salva a través de la entrega amorosa de Jesucristo, lo ilumina y alimenta por medio de la Iglesia y lo recreará al final de los tiempos en la gloria de los santos” (Mensaje de los Obispos españoles).
En nuestro desierto y en nuestras evasiones, los monjes y monjas nos dan el más precioso testimonio de su encuentro con Dios en Cristo Jesús, nuestra única esperanza para que nos sea devuelta la luz a los ojos y vuelva a latir el corazón con el fuego del amor de Dios. El verdadero contemplativo no se desentiende de nadie ni es ajeno a nada de cuanto el mundo vive; siempre está abierto a Dios y a cada hijo de Dios. Mediante su vida orante, retirada y oculta recibe el amor divino y lo transforma en ofrenda permanente por nuestro mundo y por cada ser humano. Los contemplativos, monjes y monjas, viven la comunión con Dios para comulgar también con los padecimientos de cada hombre. Con su donación y su oración continua, los contemplativos hablan a Dios de los hombres y habla a los hombres del mucho amor que Dios les tiene.
Por tanto, los monasterios de vida contemplativa, aparentemente inútiles, son en realidad indispensables, como los ‘pulmones’ verdes de una ciudad: hacen bien a todos, incluso a quienes no los frecuentan y tal vez ignoran su existencia. Demos gracias al Señor, que en su providencia ha querido las comunidades de clausura. No les privemos de nuestro apoyo espiritual y también material, para que puedan cumplir su misión de mantener viva en la Iglesia y en el mundo la llama de la esperanza.
Con el lema “Generar esperanza”, la Iglesia celebra el 4 de junio, solemnidad de la Santísima Trinidad, la Jornada Pro Orantibus, dedicada a la vida contemplativa.
Por ello, te proponemos enviar un mensaje de agradecimiento y tu felicitación a las comunidades contemplativas que, como dice Francisco, «con el silencio orante y el sacrificio escondido, sostienen maternalmente la vida de la Iglesia».
Las ocho comunidades contemplativas de la Diócesis de Segorbe-Castellón son:
– Agustinas de Benicàssim.
– Esclavas del Stmo. y de la Inmaculada de Castellón.
– Carmelitas Descalzas de Alquerías del Niño Perdido.
Mensaje de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada
Los Obispos resaltan que en el “luminoso horizonte” de la vida contemplativa está “generar esperanza”, un lema que pone el foco en la esperanza ante una realidad en la que “no es difícil encontrar motivos para la tristeza y la desazón: amanecemos cada día con noticias de violencia, injusticia, egoísmo, exclusión, pobreza y sinsentido”. También, a una escala más personal, “al mirar con sinceridad nuestro interior y el conjunto de nuestras relaciones, nos topamos con heridas y sinsabores que pueden ir sumiéndonos poco a poco en un desaliento paralizante”.
Lamentan que “esta percepción amarga” parece haber contagiado incluso a los más jóvenes, “entre quienes también se detectan altas dosis de desmoralización y abatimiento, e incluso un preocupante aumento de suicidios”. A ellos, recuerdan, se dirige con frecuencia el Papa Francisco para “instarlos vivamente a la esperanza”.
Así lo hizo en su mensaje a los jóvenes cubanos en 2015: Invito a la esperanza, que «nos habla de una realidad que está enraizada en lo profundo del ser humano, independientemente de las circunstancias concretas y los condicionamientos históricos en que vive. Nos habla de una sed, de una aspiración, de un anhelo de plenitud, de vida lograda, de un querer tocar lo grande, lo que llena el corazón y eleva el espíritu hacia cosas grandes, como la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor. […] La esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna».
La vida contemplativa alienta nuestra esperanza
Estas palabras -recogidas años después en la encíclica Fratelli tutti– “pueden ayudarnos a reconocer, celebrar y orar por aquellos hermanos y hermanas que, abrazando la vida contemplativa, alientan nuestra esperanza y la requieren”. Ellos y ellas, matizan los obispos en su mensaje, “al renunciar al espíritu mundano y entregar radicalmente la vida «a querer tocar lo grande […], la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor», se convierten en parábola de la esperanza última para la Iglesia y para toda la humanidad”.
En cada convento y monasterio “la esperanza que brota de la fe en la realidad última de Dios se hace carne cotidiana” al cultivar la oración y la celebración; la fraternidad y la reconciliación; la hospitalidad y la caridad; el trabajo y el descanso. Así, “cuantos caminamos tratando de dar respuesta a la sed de una vida lograda en medio de tantas desdichas agradecemos el testimonio de la vocación contemplativa, que se goza en buscar y esperar cada día al Señor que viene para que todos tengamos vida, y vida en abundancia; para que tengamos esperanza”.
Los contemplativos “también lanzan su mirada al resto del pueblo de Dios, deseando recibir los dolores y las alegrías de este mundo para poder esperar por todos y con todos”. Por eso, en esta Jornada Pro Orantibus “no dejemos de acercarnos, si tenemos ocasión, a nuestros hermanos y hermanas contemplativos, con el fin de compartir entre todos los consuelos y las fatigas de los hombres y mujeres de esta tierra. Comprometámonos juntos en la misión de generar esperanza donde haga más falta, donde más urgente sea el anuncio del Señor resucitado. Y recemos también por ellos, para que puedan recibir el sostén de nuestra plegaria sincera ante Dios y se vean apoyados en su deseo de peregrinar sin desfallecer a la luz del rostro del Señor”.
En el contexto de la celebración del Año Jubilar Diocesano con motivo del 775º Aniversario de la Creación de la Sede episcopal en Segorbe, las monjas contemplativas de la Diócesis de Segorbe-Castellón celebraron ayer un encuentro con el Obispo, D. Casimiro en el que se tuvo muy presente la Jornada Pro Orantibus que la Iglesia Católica celebra este domingo.
Así, una representación de las congregaciones de las Clarisas, Agustinas, Carmelitas y de la Fraternidad de la Paz, vivieron una jornada en la que obtuvieron la indulgencia plenaria y ganaron el Jubileo.
Dentro del programa que se organizó, en el que estuvieron acompañadas por el Delegado diocesano para la Vida Consagrada, D. Joaquín Guillamón, mantuvieron una reunión con D. Casimiro en la que pudieron departir animadamente sobre aspectos que les son comunes. Se les entregó la «Carta Pastoral» de nuestro Obispo así como el «Libro del Peregrino» que la Diócesis ha editado con motivo del Año Jubilar Diocesano.
La misma Catedral fue el escenario donde D. David Montolio, Dr. en Arte y miembro de la Delegación diocesana de Patrimonio, impartió la Conferencia Histórica que bajo el título «Segobricensis 775º Aniversario en el contexto del devenir histórico del Pueblo de Dios en la Diócesis de Segorbe-Castellón» se presentó como una oportunidad para hacer memoria agradecida del pasado favoreciendo la conversión personal y comunitaria, y asumir el compromiso misionero.
A partir de toda la documentación mostrada, referenciada y explicada, las monjas contemplativas de nuestra Diócesis pudieron comprobar el ser, el hacer y la misión de la Iglesia diocesana a lo largo de estos casi ocho siglos de historia. También, previo al peregrinaje hacia la Puerta Santa, visitaron el Museo Catedralicio y contemplaron, a través de las obras de arte, la esencia propia que conforma la Santa Iglesia Catedral Basílica como conjunto de un espacio de culto neoclásico.
La Eucaristía estuvo presidida por el Obispo, D. Casimiro, quien durante la homilía hizo referencia al objetivo de la peregrinación de las hermanas, que no es otro que «dejarnos purificarnos por el Señor para ser lo que estamos llamados a ser: signo e instrumento visible de la presencia de Dios en nuestro mundo», siendo ésta la razón de la Iglesia diocesana.
En este Año Jubilar, dijo D. Casimiro, «queremos dar gracias a Dios por esta historia de fe y de acción de Dios en nosotros porque nuestra Iglesia es, ante todo, un don de Dios». En este sentido, exhortó a vivir y sentir a nuestra Iglesia, «más allá del territorio, de la historia y de los cambios» que se han venido produciendo a lo largo de estos siglos, «somos el pueblo elegido de Dios para hacerle presente a Él, a su Misericordia y a su amor».
Este Año Jubilar, prosiguió, «nos llama a dejarnos convertir y evitar todo aquello que nos impide vivir la comunión con Dios y la comunión con ,los hermanos». Dejándonos renovar por el Espíritu del Señor, resaltó el Obispo, para que siendo dóciles a sus interpelaciones, nos vayamos dejando purificar alegrando los corazones».
En su predicación no fue ajeno a las dificultades que, en algunas circunstancias , como la falta de vocaciones «nos apagan y nos agobian, pero hay que vivir nuestra vocación de consagradas contemplativas, de sacerdotes y de cristianos para recuperar así la vida de nuestra Iglesia».
La fuente es «Cristo Jesús – dijo el Obispo – que nos une y nos reúne en torno a la mesa de la Eucaristía que nos lanza a la misión», haciendo así hincapié en el lema de este año jubilar «creciendo en la comunión para salir a la misión».
Esa misma es la encomienda que el mismo Jesús hizo a los Apóstoles y que ayer se recordó a través de la proclamación de la Palabra, en la que D. Casimiro puso el acento de su predicación y que no es ajena a la vida en los conventos pues la comunión lo es primero «con Dios, vuestro esposo, porque así es como se mantendrá viva la llama de la fe y de la gracia que el Señor insertó en cada uno de nosotros el día de nuestro Bautismo» y eso, prosiguió, «será la fuente de comunión entre las hermanas».
En este sentido, hizo alusión también a la dificultad que, en algunas ocasiones, supone la comunión fraterna día a día pero esa es la llamada del Señor para ser signos visibles de su presencia porque de lo contrario nos quedaríamos a medio camino. A partir de la intimidad con Dios desde la oración y la contemplación, las exhortó a «vivir la comunión desde la fraternidad con los demás porque la comunión es la expresión sincera de que estamos unidos a Cristo».
Nos debemos dejar purificar, convertir y renovar en nuestra vida y también en la tarea pastoral que cada uno tenemos porque como Iglesia, resaltó D. Casimiro, «no vivimos para nosotros mismos sabiendo que somos mediación, en colaboración con Jesucristo, para que la salvación y la renovación llegue a toda la humanidad».
La Eucaristía sirvió también para elevar petición por las vocación y «orar por los que oran» recordando así la Jornada Pro Orantibus que la Iglesia celebra mañana domingo.
Al finalizar también pudieron contemplar la Exposición Histórica «Germen y Diseño» que está ublicada en el interior de la Catedral Basílica de Segorbe y que incluye diversos elementos que han ido construyendo nuestra Diócesis. De esta forma pudieron ver y conocer la narración y el sentido de cómo la Palabra ha sido acogida, difundida y realizada a lo largo de la comunión diocesana durante siglos.
Del 11 al 13 de febreroen el Desierto de las Palmas
Organizada por las Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret con el objetivo de contribuir al discernimiento vocacional de chicas mayores de 16 años. El título o lema de esta convocatoria: «Jesús está vivo y te te quiere viva», evidencia que no andamos solos en el camino de la vida. Dios nos acompaña, con paciencia y a la espera de que nos encontremos con Él.
La convocatoria afirma además que «Dios nos quiere felices» y, para cumplir su plan de amor con cada uno de nosotros, nos llama. Esta convivencia ayudará a las jóvenes y mujeres participantes a reconocer la voz íntima del Dios, abriéndonos a la ‘gracia’ que quiere derramar en nuestros corazones.
La ‘vocación» es precisamente responder a la llamada que Dios, con nombre propio, nos hace a cada uno de nosotros en un momento determinado de la vida para ser lo que estamos llamados a ser.
Lo decía recientemente nuestro Obispo con motivo de la celebración de hoy de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada: «a Dios sólo se le puede encontrar en la escucha atenta y orante de su Palabra, siendo dóciles a la acción del Espíritu Santo». La vocación, en la mayoría de los casos puede ser formar una familia, pero también se puede dar la circunstancia de sentir algo más profundo. En esta convivencia, a través de charlas, meditaciones y la reflexión orante de la Palabra de Dios, las participantes podrán descubrir a qué están llamadas.
Las mujeres y hombres del apostolado parroquial «Emaús», adscrito a la Parroquia de la Santísima Trinidad de Castellón, han iniciado las actividades de verano preparatorias para los retiros que se celebrarán en septiembre y octubre. De esta forma, el pasado sábado vivieron una jornada de convivencia en el Convento de Santa Ana de Sant Mateu, junto a las Hermanas Agustinas Contemplativas, con quienes les une una fraternal amistad desde que, en los inicios de Emaús en nuestra Diócesis, se unieran en oración por las vocaciones religiosas y por las conversiones.
En la jornada del pasado sábado se unieron, una vez más, en oración y adoración al Santísimo, «pues Él es el centro, quien nos une en amor fraternal siendo ejemplo y guía en el camino del crecimiento espiritual y de perseverancia en la fe». En el transcurso de la misma, asistidos por el párroco, Rafael Manzaneque, se administró el Sacramento de la Penitencia y, posteriormente, se celebró una Eucaristía en la Iglesia del convento de la Diócesis vecina, donde se elevó oración «por la vida y por las familias» al coincidir la convivencia con la «Jornada de Oración por la vida que cada 17 de mes se celebra en la Diócesis de Segorbe-Castellón y encontrándonos celebrando el Año de la Familia Amoris Laetitia«.
El encuentro supuso para todos los miembros de Emaús, un acercamiento a la vida y obra de San Agustín por ser, las Hermanas Agustinas, «un fiel ejemplo de entrega a la vida contemplativa y de clausura unidas en el amor a Cristo que, perseverantes, buscan a Dios constantemente, pero sobre todo – aseguran desde Emaús – por ayudarnos a comprender el concepto de comunidad desde la perspectiva y la filosofía de la Orden de San Agustín y la búsqueda de Dios en nuestro interior a través del silencio, la oración y la contemplación».
Tras la Eucaristía, se vivió uno de los momentos más especiales de la jornada a través del testimonio vocacional de una de las hermanas del convento que «nos ayudó a todos a comprender la llamada vocacional de la entrega total a Cristo, y un ejemplo sin duda de renuncia total a muchos placeres y falsos dioses del mundo que en tantas ocasiones nos apartan de la fe».
«La voz de Dios es dulzura y suavidad. Pero no puede ser oída a no ser que el hombre silencie en su corazón el ruido y la confusión de este mundo» (San Agustín)»
El próximo encuentro de Emaús será este próximo fin de semana en el Seminario Mater Dei donde, además de la celebración de la Eucaristía y la Adoración al Santísimo, recibirán una charla formativa sobre «San José» coincidiendo este año con el Año Jubilar de San José.
Con el inicio del mes de julio se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Papa dirige su intención universal de oración por la amistad social: “Recemos para que, en situaciones sociales, económicas y políticas conflictivas, seamos arquitectos de diálogo y de amistad, valientes y apasionados”.
En la exhortación apostólica postsinodal Christus Vivit, Francisco realiza la propuesta a los jóvenes de “ir más allá de los grupos de amigos y construir la «amistad social, buscar el bien común. La enemistad social destruye. Y una familia se destruye por la enemistad. Un país se destruye por la enemistad. El mundo se destruye por la enemistad. Y la enemistad más grande es la guerra. Y hoy día vemos que el mundo se está destruyendo por la guerra. Porque son incapaces de sentarse y hablar […]. Sean capaces de crear la amistad social». No es fácil, siempre hay que renunciar a algo, hay que negociar, pero si lo hacemos pensando en el bien de todos podremos alcanzar la magnífica experiencia de dejar de lado las diferencias para luchar juntos por algo común. Si logramos buscar puntos de coincidencia en medio de muchas disidencias, en ese empeño artesanal y a veces costoso de tender puentes, de construir una paz que sea buena para todos, ese es el milagro de la cultura del encuentro que los jóvenes pueden atreverse a vivir con pasión”.
El Santo Padre también les pide que no “usen su juventud para fomentar una vida superficial, que confunde la belleza con la apariencia […]. Hay hermosura, más allá de la apariencia o de la estética de moda, en cada hombre y en cada mujer que viven con amor su vocación personal, en el servicio desinteresado por la comunidad, por la patria, en el trabajo generoso por la felicidad de la familia, comprometidos en el arduo trabajo anónimo y gratuito de restaurar la amistad social. Descubrir, mostrar y resaltar esta belleza, que se parece a la de Cristo en la cruz, es poner los cimientos de la verdadera solidaridad social y de la cultura del encuentro”.
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española (CEE), por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por los monjes y monjas contemplativos para que, siguiendo el consejo de Cristo se consagren a orar sin desfallecer, tengan siempre sus ojos fijos en el Señor y con su oración sostengan la misión de la Iglesia”.
Nuestro Obispo, D. Casimiro, en la carta dominical del pasado 29 de mayo con motivo de la Jornada ‘Pro orantibus’, nos explicaba que “los monasterios y los conventos de vida contemplativa son escuelas de fe en el corazón de nuestra Iglesia y de nuestro mundo; son ‘faros luminosos’ en medio de un mundo que ha perdido la luz de Dios y tantas veces la esperanza. Nos hacen presente a Cristo Jesús que siempre nos acompaña y nunca nos abandona: Él es la esperanza que nunca defrauda”.
Además, “las monjas y los monjes nos recuerdan que hay una Palabra por antonomasia -la de Dios- que es preciso escuchar, y que hay una presencia por excelencia -la de Dios-con-nosotros-, que siempre debemos acoger”.
Bajo el lema «Recuerdo orante y agradecido», la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada de la Conferencia Episcopal Española ha pedido que nos unamos todos en oración, el próximo sábado 21 de noviembre, por las personas consagradas que han fallecido víctimas de la Covid-19.
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