Esta mañana, el santuario de la Virgen de la Cueva Santa en Altura, ha acogido la celebración eucarística en honor a la Patrona de la Diócesis de Segorbe-Castellón.
La Solemne Eucaristía ha estado presidida por Mons. Casimiro López Llorente, Obispo de Segorbe-Castellón, y concelebrada por el Vicario General, Javier Aparici y el Rector del Santuario, Juan Manuel Gallent, así como el Vicario de Pastoral, Miguel Abril, el Vicario del Clero, Marc Estela y un buen grupo de sacerdotes de la Diócesis. La celebración ha estado marcada por la devoción y el culto a la Blanca Paloma, Patrona de nuestra Iglesia diocesana, en la que han participado también los seminaristas de los Seminarios de Segorbe-Castellón.
Pese a que la celebración ha tenido lugar en jornada laboral, fieles de diferentes puntos de la diócesis se han desplazado hasta el Santuario de la Virgen de la Cueva Santa para participar en la celebración.
Tras la proclamación de la Palabra, el Obispo ha exhortado a seguir siendo «signo presente de la presencia amorosa de Dios en este mundo». D. Casimiro ha concedido gran parte del protagonismo de la homilía a la Madre de Dios, cuyo ejemplo de humildad, nos lleva al encuentro con el Señor.
Así ha recordado el trabajo pastoral del curso pasado que, estando centrado en el Primer Anuncio, nos llevó » al encuentro con Cristo Jesús «ama, sana, cura, alienta y salva». En este sentido se ha referido también al objetivo pastoral del presente curso, que arrancará oficialmente el próximo 21 de septiembre que se celebra la Jornada Diocesana de Inicio de Curso Pastoral, que tendrá como denominador común el acompañamiento «para avivar nuestra fe y seguir creciendo a nivel personal y comunitario, acogiendo la palabra y la gracias a través de los Sacramentos».
El acompañamiento, ha resaltado D. Casimiro, lo es «para crecer como cristianos, para ir percibiendo cuál es el sueño de Dios para cada uno de nosotros y cuál es el camino para cumplir ese sueño». Ha exhortado a cumplir la voluntad del señor siguiendo el ejemplo de la Virgen y «siendo humildes como Ella, podamos decir: hágase en mi según tu Palabra».
S.I. Catedral-Basílica de Segorbe – 8 de septiembre de 2024
(Judit 13, 17-20; Romanos 5, 12.17-19; Lucas 1, 39-47)
Amados hermanos y hermanas en el Señor!
1. Os saludo de corazón a todos cuantos habéis acudido a esta celebración para honrar y venerar a nuestra Madre y Patrona, la Virgen de la Cueva Santa. Saludo cordialmente a los Ilmos. Cabildo-Catedral y Cabildo-Concatedral, a los párrocos y vicario parroquial de la Ciudad y a los sacerdotes concelebrantes. Saludo con respeto y agradecimiento a la Sra. Alcaldesa y a los miembros de la Corporación Municipal, a las autoridades que nos acompañan, a las Reinas Mayor e Infantil de las Fiestas, a sus damas y corte, a las Doncellas segorbinas, a la Comisiones de Toros y de Fiestas, y a las representaciones de Asociaciones y Cofradías.
Nuestra ciudad de Segorbe celebra hoy con gratitud y alegría la fiesta de su “patrona”, la Virgen de la Cueva Santa; a ella la hemos cantado con las palabras de libro de Judit: “Tú eres el orgullo de nuestro pueblo” y la hemos saludado con las palabras de Arcángel Gabriel: “Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor está contigo…” (Lc 1,28). En esta festividad, recordamos y agradecemos su visitación y cercanía maternal; con Ella cantamos su “magnificat” y le confiamos la vida de nuestro pueblo y de sus habitantes, de nuestros niños y jóvenes, de nuestras familias, de nuestros mayores y enfermos, de nuestras parroquias y de nuestra Iglesia diocesana.
2. Con la emotiva ofrenda de flores de ayer tarde, mostrabais una vez más el cariño, la gratitud y la devoción de los segorbinos a la Virgen de la Cueva Santa. Hoy, en esta Eucaristía damos gracias a Dios por la Virgen de la Cueva Santa, por su patrocinio y por su protección; agradecemos a Dios todos los dones que, generación tras generación, nos ha dispensado a través de su intercesión maternal. Esta tarde, miramos, honramos y rezamos a María; ella nos acoge con amor de Madre; ella cuida de muestras personas y de nuestras vidas; ella camina con nosotros en nuestro peregrinaje por esta vida. ¡Qué sería de nosotros, de nuestras familias y de Segorbe sin la protección maternal de la Virgen de la Cueva Santa en el pasado y en el presente!
Hoy sentimos de un modo especial su cercanía maternal y su presencia amorosa. Con gozo espiritual contemplamos a la Virgen María, la más humilde y a la vez la más grande de todas las criaturas. En ella resplandece la eterna bondad de Dios-Creador que, en su plan de salvación, la escogió de antemano para ser Madre de su Hijo unigénito y, en él, nuestra Madre.
3. En el evangelio hemos escuchado, una vez más, la escena de la visitación de la Virgen a su prima Isabel, y el “Magníficat”. Es la respuesta de María a las palabras de su prima Isabel: “¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá” (Lc 1, 42-45)”. En las palabras de Maria queda reflejada su alma, porque en el canto de Magníficat brota de su corazón.
“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador” (Lc 1,47) La Virgen proclama que el Señor es grande, y que ha hecho obras grandes por ella. Maria es una mujer humilde; por ello sabe muy bien que cuanto es y cuanto de ella se dice, se lo debe enteramente al amor de Dios. Por ello, la Virgen canta la grandeza de Dios. Y así, ante los elogios de su prima, dirige su mirada y nuestra mirada a Dios. María sabe que Dios ha sido grande en su vida y quiere que Dios sea grande en el mundo, que Dios sea grande en todos nosotros.
“No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios”, le dijo el ángel en la anunciación (Lc 1, 30). María no tiene miedo a dejarse amar por Dios. No tiene miedo de que Dios con su grandeza pueda quitarle algo de su libertad, o quitarnos algo de la nuestra. Ella sabe que, si Dios es grande y porque Dios es grande, también ella y nosotros somos grandes. Dios no oprime la vida del ser humano; todo lo contrario: la eleva y la hace grande: precisamente entonces, el ser humano se hace grande con el esplendor de Dios.
El libro del Génesis (cf. 3,1-7) narra, sin embargo, que nuestros primeros padres, Adán y Eva, pensaron lo contrario. Se dejaron llevar por la serpiente y temieron que, si dejaban a Dios ser Dios, eso quitaría algo a su vida. Quisieron ser como dioses al margen de Dios. Y lo desobedecieron a fin de tener espacio para ellos mismos. Esto es el núcleo del pecado original. Y así “por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte se propagó a todos los hombres, porque todos pecaron” (Rom 5,12), como nos ha recordado hoy san Pablo:
Como en el origen, lo mismo sucede en la época moderna y en la actualidad. Vivimos tiempos de secularización, agnosticismo y cancelación de todo lo cristiano. Se piensa, se cree y se difunde que el ser humano llegará a ser realmente libre si prescinde de Dios y si es totalmente autónomo frente a Dios. Pero cuando Dios desaparece, el hombre no llega a ser más grande ni más libre; al contrario, pierde su dignidad divina, pierde el esplendor de Dios en su rostro. Al final se convierte en el producto de un progreso sin rumbo, en alguien del que se puede usar y abusar, en esclavo de sus deseos. Eso es precisamente lo que está confirmando la experiencia de nuestra época.
Ahí está el verdadero drama de nuestro tiempo: la quiebra de humanidad por la falta de una visión verdadera del hombre. El error fundamental del hombre actual es querer prescindir de Dios en su vida, erigirse a sí mismo en señor y centro de la existencia. El hombre quiere suplantar a Dios, quiere ser dios sin Dios, y quiere poder cambiar incluso su propia naturaleza de ser hombre o mujer y erigirse en señor y dueño de la vida humana, especialmente al principio y al final.
4. La Virgen nos muestra, por el contrario, que el hombre es grande, sólo si Dios es grande. Con María debemos comenzar a comprender que es así. La Virgen nos invita a dejar que Dios esté presente, a dejar que Dios sea grande en nuestra vida. Así también todo ser humano, todos nosotros tendremos todo el esplendor de la dignidad divina.
María canta y nos muestra la grandeza del Dios único, en el que todo hombre encuentra la luz y el sentido de la vida, la libertad, la salvación y la felicidad. La humanidad está necesitada de la luz y de la verdad de Dios. Esta necesidad es un verdadero clamor en nuestros días. María, la Virgen de la Cueva Santa, es faro en la oscuridad de nuestra noche, faro que nos conduce hacia la Luz, que es Dios: ella es bendita porque acoge y cumple la Palabra de Dios, fuente de gracia y de salvación; ella es bienaventurada porque ha creído en Dios y se ha fiado de Él; ella es la más grande porque ha dejado a Dios ser grande en su vida.
La Virgen María nos enseña confiar enteramente en Dios. Nos muestra que reconocer a Dios como Dios, reclama que seamos humildes, que estemos dispuestos plenamente a dejarnos amar por Dios y abiertos a su voluntad. Y esto es fuente de la dicha, la vida y la libertad, y raíz de la esperanza.
5. En el Magníficat, María nos canta la verdad de Dios, que no es otra sino su misericordia infinita. Dios ama, engrandece, levanta, sana, libera y salva a cada ser humano. Esta es la verdad de Dios, que ha hecho obras grandes en María.
Y ésta es también la verdad del hombre. Esta es la grandeza de todo ser humano: ser de Dios, ser criatura suya, amada por Él, creada a su imagen y semejanza. Ser de Dios y vivir para Dios, mostrar a Dios y dejar que aparezca su grandeza en el hombre, vivir la obediencia a Dios y cumplir su voluntad: ésta es la más genuina verdad del ser humano.
No nos dejemos llevas por las voces empeñadas en hacer desaparecer a Dios de nuestra vida, de nuestras familias, de la educación de niños, adolescentes y jóvenes, de la cultura y de la vida pública. La historia, incluso la historia muy reciente, demuestra que no puede haber una sociedad libre, ni verdadero progreso humano al margen de Dios. El olvido o rechazo de Dios quiebra interiormente el verdadero sentido de las profundas aspiraciones del hombre, debilita y deforma los valores éticos de convivencia, socava las bases para el respeto de la dignidad inviolable de toda persona humana y priva del fundamento más sólido para el amor, la justicia, el bien, la libertad y la paz. Quien no conoce a Dios, no conoce al hombre, y quien olvida a Dios acaba ignorando la verdadera grandeza y dignidad de todo hombre.
6. En este día de fiesta damos gracias al Señor por el don de esta Madre y pedimos a María que nos ayude a encontrar el buen camino cada día. Ella acoge el amor de Dios con gratitud y gozo: “Proclama mi alma la grandeza del Señor”. María acoge a Dios con fe y confianza plenas. Que de manos de María sepamos acoger en nuestras vidas al Dios que nos ama hasta el extremo en Cristo Jesús, hoy y todos los días de nuestra vida. Amén.
El Santuario de la Virgen de la Cueva Santa, en Altura, acogerá mañana a las 11:00 h. la solemne Eucaristía en honor a la Patrona de la Diócesis de Segorbe-Castellón. Sacerdotes, seminaristas y fieles devotos de la Virgen acompañarán a nuestro Obispo D. Casimiro en la celebración.
La devoción hacia la Virgen de la Cueva Santa se remonta al hallazgo milagroso de la imagen de la Virgen en una cueva natural, lo que la dotó de un carácter místico y sagrado. A lo largo del tiempo, se le ha atribuido la intercesión en múltiples milagros y favores divinos, lo que ha incrementado la fe popular en su protección y amparo.
Cada año, miles de peregrinos acuden al santuario para rendir homenaje a la Virgen, particularmente en las festividades de su advocación. Nuestra Diócesis celebra todos los años, en la fiesta litúrgica, esta Eucaristía en su honor, consolidando su papel como fuente de unión y de fe, así como de consuelo y esperanza, que nos lleva siempre al encuentro con su Hijo Jesucristo.
Los feligreses de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción en Albocàsser conmemoraron la fiesta de la Virgen de la Cueva Santa, Patrona de la Diócesis de Segorbe-Castellón, con una romería hasta su capilla, ubicada a pocos kilómetros del pueblo.
Durante el recorrido rezaron el Santo Rosario y entonaron cánticos dedicados a la Virgen. Al término de la jornada, el párroco, D. Gabriel Bettín, convocó a los asistentes a rezar la Salve, en un ambiente festivo y fraternal, y se ofreció un refrigerio para concluir la celebración.
La fiesta en honor a la Virgen de la Cueva Santa, Patrona de Segorbe y de la Diócesis, supuso anoche el broche de oro, a una semana de celebraciones que han tenido como protagonista a la Virgen en sus advocaciones de La Esperanza, Loreto y la Cueva Santa.
La celebración tuvo lugar, con toda solemnidad, en la S.I.Catedral de Segorbe y estuvo presidida por Mons. Casimiro López Llorente, acompañado por una nutrida representación de sacerdotes y concelebrada por el Deán Catedral, D. Federico Caudé y D. Jose Manuel Beltrán, párroco de Santa María.
Tal como ha sucedido en todas las celebraciones religiosas de la semana pasada en honor a la Virgen, la Alcaldesa de Segorbe, Mª Carmen Climent García y demás concejales del equipo de gobierno, así como la Guardia Civil y otras autoridades locales, participaron en la Solemne Eucaristía. Junto a ellos, las Reinas y Corte de Honor, las Doncellas de Segorbe, la Comisión de Fiestas y otros representantes de entidades festivas de la localidad, y las niñas y niños de Primera Comunión, a quien D. Casimiro saludó afectuosamente.
La parte musical de la Eucaristía corrió a cargo de la Capilla Catedral, que interpretó, bajo la dirección de D. David Montoliu, la Misa de Marco Frisina.
Tras la proclamación de la Palabra, el Obispo agradeció al pueblo de Segorbe «el cariño, la gratitud y la devoción» a la Virgen de la Cueva Santa y recordó con emoción «la emotiva ofrenda de flores» que tuvo lugar la tarde del sábado y que fue particularmente participativa.
La reflexión del D. Casimiro durante la homilía tuvo como protagonista a la Virgen a quien confiamos, dijo el Obispo, «la vida de nuestro pueblo y de sus habitantes, de nuestros niños y de nuestros jóvenes, de nuestras familias, de nuestros mayores y de nuestros enfermos, de nuestras parroquias y también de nuestra Diócesis».
Proclama la grandeza del Señor
El pasaje Evangélico de la Visitación y el Canto del Magníficat fueron el eje narrativo de la homilía en la que nuestro Obispo describió a la Virgen como «la más humilde y más grande de todas las criaturas, en quien resplandece la eterna bondad y amor de Dios, que nos ha creado por amor y para el amor».
La respuesta de María a las palabras de su prima Isabel, dijo D. Casimiro en referencia al Magníficat, «es como una biografía espiritual de la Virgen». Ella proclama que el Señor es grande «porque es humilde y sabe que cuánto es y cuánto de bueno se dice de ella, se lo debe enteramente al amor de Dios para con ella». María sabe «que Dios es grande con Ella y quiere que Dios sea grande para toda la humanidad», puntualizó el Obispo.
El hombre es grande si deja a Dios ser grande en su vida
Así exhortó a «abrir nuestro corazón a Dios». En el contexto actual, de secularización, de agnosticismo, de cancelación de todo lo cristiano, se cree y se difunde que el ser humano llegará a ser realmente libre si vive de espaldas a Dios», y ese, puntualizó, «es el verdadero drama de nuestro tiempo: querer erigirse a sí mismo en Señor y centro de la existencia, en querer suplantar a Dios, en querer ser Dios sin Dios».
La Virgen, continuó D. Casimiro, «nos muestra, por el contrario, que el hombre es grande y llegará a su plenitud sólo si deja a Dios ser grande en su vida, y Ella es la más grande porque ha dejado a Dios ser grande en su vida».
El ejemplo de María es vital porque «nos enseña a confiar enteramente en Dios». Sin Él «nada somos», dijo el Obispo animando a los fieles a «no tener miedo y dejarse amar por Dios, a abrir su corazón a Él, para dejarnos amar, para abrirnos a su voluntad, el camino que nos lleva para llegar a la plenitud. Ahí está la fuente de la dicha, la vida y la libertad, y está la raíz de la esperanza».
Finalmente exhortó a dejar que Dios «sea grande en nuestras vidas» y que, como hizo María «sepamos acoger a Dios en nuestro corazón».
Tras la Eucaristía, ya avanzada la noche, las principales calles de Segorbe se engalanaron para honrar a su Patrona, la Virgen de la Cueva Santa, que procesionó ante la mirada devota de los fieles que abarrotaron las calles como muestra de cariño y agradecimiento a la Virgen de la Cueva Santa.
El próximo miércoles, 11 de Septiembre, el Santuario de la Virgen, en Altura, acogerá también la Solemne Eucaristía que presidirá el Obispo de Segorbe Castellón a las 11h de la mañana.
Domingo Canubio y una estampa de la Cueva Santa, impresa en Londres, para ayudar a restaurar el enlosado de la Catedral (1856)
Sin lugar a dudas, la advocación de la Virgen de la Cueva Santa, desde sus inicios históricos, ha despertado una enorme devoción popular, plasmada en esos pequeños detalles de la imaginaria popular que han hecho difundir su fervor por el antiguo reino de Valencia, tierras peninsulares y allende los mares, por la América hispana. Patrona de la diócesis de Segorbe-Castellón desde 1960, su imagen reconocible, sencilla y humilde, esta plasmada en innumerables medallas personales, pinturas, esculturas, objetos y, cómo no, dibujos, grabados y estampas, casi a la altura de advocaciones marianas de gran presencia en el mundo cristiano hispano, como la Virgen del Pilar, de los Desamparados, etc.
De todos es conocida la gran importancia de deliciosas realizaciones de dicha temática realizadas por el taller del maestro Nicolás Camarón [Montolío-Simón, 2017], responsables de fantásticos paneles de estuco modelados, dorados y policromados, muy difundidos en las décadas centrales del siglo XVIII, especialmente desde tiempos de Francisco de Cepeda Guerrero (1731-1748) y Pedro Fernández de Velarde (1751-1757), con algunas hermosísimas muestras conservadas, en su mayoría, en colecciones particulares. Un aumento del fervor público de la Cueva Santa que también favoreció la edición de monografías sobre la advocación mariana y su legitimidad, tanto por parte de la Cartuja de Valldecrist (en 1753 encargan la realización de un retablo para alojar decorosamente en el cenobio la Virgen Primitiva de la Cueva Santa), como por la villa de Altura y la propia diócesis.
Durante el pontificado de Gil Ruiz de Liori (1579-1582) comenzó a alcanzar mayor fama la Virgen de la Cueva Santa, sobre todo por su intervención en rogativas por la lluvia. Dicha circunstancia llevó al conocido canónigo alturano Jerónimo Decho y su familia, propietarios del recinto de la cueva e impulsores reales de su culto, a erigir un altar protegido por una reja de cerramiento y propiciando el culto en aquel lugar.
Tras la desmembración de la antigua diócesis de Albarracín y Segorbe y la sustitución del obispo Martín de Salvatierra, la llegada al episcopado segobricense del canónigo de Toledo e intelectual Juan Bautista Pérez (1591-1597), presentado por Felipe II, pretendía superar todos los apuros y temas pendientes de los conflictivos años pasados. Entre otras cuestiones, estaba muy preocupado por el control de las devociones populares, dictaminando que los cartujos de Valldecrist renunciasen a la Cueva Santa, comenzando un litigio de muchos años, del cual salió victorioso el prelado y la diócesis. Una situación muy delicada que vino a afectar al santuario y, consecuentemente, al culto, que quedó muy mermado.
Por otro lado, la antigua cofradía de la Virgen de la Cueva Santa, aprobada por el breve pontificio de 1642 y asentada en su santuario, fue estimulada por la adhesión del rey Felipe IV, así como familiares reales, además de otros personajes de la esfera religiosa y civil de su momento, siendo el germen de múltiples instituciones seglares vinculadas a su imagen y devoción, dentro y fuera del obispado, propiciándose romerías, rogativas y peregrinaciones.
No obstante, pese a que el propio obispado pasó a regentar el ermitorio desde mediados del siglo XVII, dicha advocación quedó, en un primer momento, ceñida a su marco festivo y al ámbito personal. Pensemos que, desde 1679 y por iniciativa real, capitular y episcopal, la patrona diocesana era la Virgen del Rosario [Cebrián-Montolío, 2024]. Dicha circunstancia propició que la cofradía no tuviera eco fuera del recinto de su oratorio de Altura pese a que la imagen, amada por el pueblo fiel, fuera constantemente trasladada a la Catedral para pedir por las lluvias en periodo de sequías [Simón-Montolío-Zafón, 2022]. Un auge devocional que, a pesar de la contención de los prelados ilustrados reformadores de tradiciones y de las costumbres populares del siglo XVIII, se globalizaría desde el mundo popular de los fieles, irrumpiendo con fuerza en la ciudad episcopal y en el territorio diocesano, sobrepasando sus límites, sustituyendo el gran culto que, desde tiempos medievales, tuvieron advocaciones como la Virgen del Tremedal, que desde 1577 radicaba en un extremo de otra diócesis, la de Albarracín, que separaba sus caminos después de siglos de unión, o el de la Virgen de Vallada de Pina de Montalgrao, gran plasmación de la religiosidad mariana medieval del Palancia desde el siglo XIII.
Desde el principio, la devoción a la Santa Cueva quedaba, por todas estas circunstancias, un tanto ajustada al entorno festivo y a la devoción particular. Más tarde, ya en el siglo XVIII, se plasmaría sobre el papel la cofradía de los Mozos de la Cueva Santa, que no tardaría en tener encontronazos con el Ordinario llegando, incluso, a su desaparición.
Domingo Canubio y Alberto
Es bien sabido que el siglo XIX fue sustancialmente complicado para la Iglesia española. Tras los desastres de la Guerra de la Independencia en la Diócesis [Montolío, 2024], las sucesivas desamortizaciones, así como las Guerras Carlistas, supusieron un golpe directo en la línea de flotación de su financiación. Una circunstancia que exigió un replanteamiento firme de los recursos, sobre todo a partir del Concordato de 1851, muy mermados desde las décadas anteriores, para asumir los gastos, especialmente el de la fábrica de los templos que, desde este tiempo, no podían realizarse, encontrando algunos templos destruidos y urgiendo la intervención en otros muchos.
Además, el concordato proveía el traslado de la Sede Episcopal a la ciudad de Castellón, así como la modificación de los límites diocesanos para ajustarlos a los provinciales. Aunque esta circunstancia se logró evitar por la oposición de la ciudad, a la larga supuso una disminución de la influencia del obispado a nivel político. También cambió la manera de cubrir las vacantes parroquiales, nuevamente clasificadas en el nuevo concordato.
La nueva situación supuso, a corto plazo, que la Catedral dejara de ser parroquia y dependiera del Cabildo. No obstante, la citada parroquia siguió emplazada dentro del espacio de la Seo, reservada a la antigua capilla del Salvador del claustro, sin depender del Cabildo, por lo cual, la problemática entre los capitulares y el párroco fueron constantes. También se realizó una reestructuración parroquial, con la aparición de los conceptos de parroquias de entrada, ascenso y término, y de los arciprestazgos (Las parroquias fueron divididas en los arciprestazgos de Ademuz, Alpuente, Chelva, Jérica y Montán), organizados a imagen de los distritos judiciales. En aquel momento en Segorbe, con una parroquia de Santa María en la Catedral y con otra en una iglesia de San Pedro recuperada para el culto, todas las demás se dividían en urbanas y rurales, de primera y de segunda, manteniéndose en lo mínimo con sus rentas establecidas, su huertecito y los aranceles.
Las antiguas terceras órdenes y cofradías fueron pasando, paulatinamente, a ser asistidas por los sacerdotes y no por el clero regular que las había inspirado. Las nuevas fundaciones, sin embargo, se encaminaban a la asistencia social y la docencia, en el contexto de los nuevos tiempos pudiendo, de esta manera, ser consideradas útiles por el Estado y permanecer en activo.
Domingo Canubio y Alberto (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1804-1864), antiguo dominico exclaustrado a la fuerza, capellán y profesor en la Archidiócesis de Sevilla, al ser elevado al episcopado era muy consciente de las problemáticas diocesanas. Como obispo en Segorbe (1848-1864), Siendo el primer obispo español en pregonar el dogma de la Inmaculada Concepción (1854) y reconocido por su carácter caritativo, acogiendo a cuantos se acercaban al palacio, durante la epidemia de cólera ayudó personalmente a los afectados, se encontró con un seminario y seis Iglesias al culto. Enseguida se preocuparía por la conservación de los edificios, empezando por la sede, todavía con muchas carencias tras un proceso reformador iniciado a finales del siglo XVIII y constantemente interrumpido por todos los acontecimientos, bélicos y no, citados.
Una de las últimas actuaciones en el templo, cuya renovación neoclásica duraba casi setenta y cinco años [Montolío-Cercós, 2021], era el de su enlosado en mármol. Hasta el momento, éste estaba compuesto de un piso de baldosas de barro cocido, colocado de una manera provisional en un principio de las obras pero que, después de tantos años de servicio, no resultaba digno, funcional ni adecuado para el lugar que ocupaba.
En el Libro de Actas Capitulares (1855-1867) del Archivo Catedralicio de Segorbe [ACS, 605, fol. 36v-37], en la reunión del catorce de abril de 1856, el obispo Canubio daba noticia al Cabildo de la impresión de una estampa de la Cueva Santa en Londres, cuyos beneficios por su venta serían destinados a la reparación y nuevo enlosado de la Seo.
«En el Aula Capitular de la Santa Yglesia catedral de Segorbe, dia catorce abril de mil, ochocientos, cincuenta y seis, reunidos el Ylustrisimo Señor Obispo y los Señores Don Rafael Martínez Dean, Don Juan Bautista Torres Arcipreste, Don Fulgencio Septien maestrescuela, Don Jose Todolí Penitenciario, Don Jose Prendergart, Don Manuel Martinez, Don Vicente Perez, Don Juan Sixto Cavera Doctoral, D. Miguel Moragues Magistral, Don Francisco García Monco y D. Andres Vicente canonigos de esta Santa Yglesia, mayor parte de los que en ella residen y podian asistir a este Cabildo extraordinario, el señor Obispo puso de manifiesto la plancha de la estampa grande de Nuestra Señora de la Cueva Santa que mando gravar en Londres; y dijo, que si bien era su voluntad que fuera propiedad de los señores Obispos sus sucesores, y de los señores vicarios capitulares, sede vacante, para que al producto de las estampas den la inversion que mas bien estimen; tambien lo era que por ahora, y hasta que se llene completamente su objeto, el producto de las que tiene tiradas y mande tirar en lo sucesivo se destine para un nuevo pavimento de marmol de esta Santa Yglesia, su presbiterio, capillas, sacristia mayor y de las reliquias; para cuyo efecto proponia el Cabildo una comision compuesta del señor García Marco que tendrá en su poder la plancha todo el tiempo para lo dicho necesario, del señor Sales que se encargará del despacho de las estampas, y del señor Vicente que se encautará y conservará el pavimento de ellas. El Cabildo aceptó el pensamiento de Su Señoría Ylustrisima, le dio las mas expresivas gracias y aprobó el nombramiento de la comisión propuesta por Su Señoría Ylustrisima. Y se levantó la sesion, de que certifico.
Doctor Juan Sixto Cavero [rubricado]
Canónigo Doctoral Secretario».
No sabemos, hasta el momento, cual fue la estampa impresa en la capital inglesa, aunque no debió de tener mucho éxito la campaña de recaudación pues, poco después, se tuvo que ajustar, probablemente en un alto porcentaje, a una subvención gubernamental para la confección del nuevo solado: «La obra principal fue alcanzar del gobierno la cantidad de 140.000 reales para embaldosar con mármoles la catedral, que lo estaba con ladrillos, muchos rotos, y formando molestos baches dentro del Santuario; pero adelantados los trabajos y traídos los mármoles a esta ciudad, Dios llamó al señor Obispo a vida mejor, sin que pudiese ver concluido su grandioso proyecto» [Aguilar, 1890, p. 754].
De cualquier manera, para glosar el presente artículo y a la feliz espera de poder localizar la estampa original, hemos confeccionado un dibujo inspirado en la imagen de la Cueva Santa, con su hermoso relicario de estilo imperio, conservado y venerado en la iglesia parroquial de Santa María de Segorbe, seguramente procedente del momento en que ésta radicaba en la capilla del Salvador del claustro de la Seo.
El Santuario de la Virgen de la Cueva Santa, en Altura, ha acogido esta mañana la solemne Eucaristía en honor a la Patrona de la Diócesis de Segorbe-Castellón. Sacerdotes, seminaristas y fieles devotos de la Virgen han acompañado a nuestro Obispo en la celebración.
.
.
El Santuario se ha convertido en el centro neurálgico para venerar y honrar a la Virgen, cuya advocación de la Cueva Santa, ha dicho D. Casimiro, es «lo que nos une como Iglesia diocesana, y sentirla como nuestra es sentir a la Iglesia a la que pertenecemos».
.
.
El Obispo ha invitado a los fieles a dejar ante la Virgen «las inquietudes, anhelos y necesidades que llevamos en nuestro corazón, pues ella está pendiente de nosotros y nos lleva al encuentro con su Hijo».
.
.
Ha puesto a los pies de la Patrona el nuevo Curso Pastoral, que se inicia este próximo sábado con una Jornada Diocesana que se va a celebrar, a partir de la 09.30h de la mañana, en el Seminario Mater Dei. Un curso, ha resaltado el Obispo, «en el que iniciamos una nueva etapa como Iglesia diocesana para que, unidos en Cristo acojamos la misión evangelizadora».
.
.
En este sentido, se ha referido a María como primera discípula de su Hijo quien, en referencia al Evangelio de la Visitación que se ha proclamado, acudió presta a servir a su prima llevando en su vientre al Hijo de Dios. Como Ella, ha exhortado el Obispo a los presentes en este momento de la Iglesia, a «levantarnos, salir de nuestra comodidad y ser testimonio de Jesucristo, vivo y resucitado, ante tantos».
.
.
También ha abogado por la fraternidad y la comunión para ser auténtica Iglesia misionera que, en este curso pastoral, tiene como objetivo el Primer Anuncio para promover el encuentro personal con Cristo.
Para concluir, a la Virgen de la Cueva Santa ha elevado petición «para acoger a Cristo en nuestra vida, y dejarnos transformar por Él y llevarlo a otros a la misión.
La fiesta en honor a la Virgen de la Cueva Santa, Patrona de Segorbe y de la Diócesis, supuso el broche de oro, a varios días de celebraciones que han tenido como protagonista a la Virgen en sus advocaciones de Esperanza, Loreto y la Cueva Santa.
Han sido varios días de preparación para, como dijo ayer tarde el Obispo, «para sentir la presencia cercana de nuestra patrona la Virgen de la Cueva Santa».
Con estas palabras, Mons. Casimiro López, veneró a la Patrona de Segorbe y también de la Diócesis exhortando a los fieles a «anunciar, como hizo María, al Hijo de Dios». Fue durante la homilía de la Solemne Eucaristía que se celebró en la S. I. Catedral de Segorbe.
La Virgen se vio arropada, un día más, por la corporación municipal, demás autoridades, comisión de fiestas, reinas y damas de las fiestas, así como por las diferentes asociaciones y cofradías y numerosos fieles que, desde el pasado miércoles, han participado en cada una de las celebraciones religiosas, que ayer culminaban cantando a la Virgen «tu eres el orgullo de nuestro pueblo».
Levantarse, salir sin demora y servir
Tras la proclamación de la Palabra, D. Casimiro puso el acento en «la actitud de la Virgen María» que ha de alentarnos a que «nuestra devoción sea sincera y no quede reducida a unos días», sino que como hizo María tras el anuncio del ángel, sintamos la necesidad de levantarnos, salir sin demora y servir.
El Obispo puso el acento en esta actitud de servicio «para salir a llevar a otros, al Hijo de Dios, y el amor de Dios». Y es que, durante estos días, cada una de las celebraciones religiosas han servido para, de la mano de la Virgen, «ir al encuentro con el Señor».
En la Encarnación tiene lugar el momento central de la historia de la humanidad, recordó D. Casimiro. «Dios mismo, desde su pobreza, se hace hombre para enriquecernos con su divinidad y hacernos hijos de Dios». Y es en Jesús, Hijo de María, donde se revela quienes somos, de dónde venimos, hacia dónde caminamos y cómo hacerlo: «acogiendo el amor de Dios y trasladándolo a los demás como nos muestra María».
La gran lección de María en la celebración de ayer, tal como destacó nuestro Obispo, es precisamente en «no detenerse ante las dificultades, sino que con la fuerza del Espíritu, «salir a los caminos para anunciar lo más grande que tenemos y que es el Hijo de Dios».
D. Casimiro, fiel a la misión como Pastor de nuestra Iglesia diocesana, insistió en la necesidad de «salir de la rutina, de la tibieza, del miedo para no quedarnos recluidos en los templos y no avergonzarnos de ser cristianos y manifestarlo».
Por último el Obispo reparó en la Virgen tal como ella misma se define: esclava del Señor: «fiel servidora de Dios y de todos los hombres», matizó D. Casimiro. El don de la fe y el don de la vida nueva de Dios, «no es para que nos lo reservemos para nosotros, sino para ofrecerlo, sirviendo a todos aquellos que están necesitados de Dios».
Para concluir, Mons. Casimiro López manifestó su deseo de «encontrarnos con el Señor de manos de María, de levantarnos de nuestra dejadez y nuestro alejamiento, para habiendo acogido al Señor dentro de nosotros, salir a prisa, para anunciar a otros la maravilla, la alegría que da al saberse amados por Dios». Como en los días previos, la parte musical de la Eucaristía corrió a cargo de la Capilla Catedral bajo la dirección de D. David Montolio.
Tras la Eucaristía, la celebración culminó con la procesión de la Virgen de la Cueva Santa ante el fervor y devoción de los fieles que salieron a las calles para manifestar su veneración a la Patrona.
Esta web utiliza 'cookies' propias y de terceros para ofrecerte una mejor experiencia y servicio. Pulsando en "aceptar" consientes el uso de todas las cookies, pero puedes cambiar la configuración de 'cookies' en cualquier momento.
Como la mayoría de los servicios en línea, nuestro sitio web utiliza cookies propias y de terceros para varios propósitos. Las cookies de origen son principalmente necesarias para que el sitio web funcione correctamente y no recopilan ninguno de sus datos de identificación personal.
Las cookies de terceros utilizadas en nuestros sitios web se utilizan principalmente para comprender cómo funciona el sitio web, cómo interactúa con nuestro sitio web, mantener nuestros servicios seguros, proporcionar anuncios que sean relevantes para usted y, en general, brindarle una mejor y mejor experiencia del usuario y ayudar a acelerar sus interacciones futuras con nuestro sitio web.
Cookies Necesarias
Algunas cookies son esenciales para que pueda experimentar la funcionalidad completa de nuestro sitio. Nos permiten mantener las sesiones de los usuarios y prevenir cualquier amenaza a la seguridad. No recopilan ni almacenan ninguna información personal. Por ejemplo, estas cookies le permiten iniciar sesión en su cuenta y agregar productos a su carrito y pagar de forma segura.
Respetamos completamente si desea rechazar las cookies, pero para evitar preguntarle una y otra vez, permítanos almacenar una cookie para eso. Puede optar por no participar en cualquier momento u optar por otras cookies para obtener una mejor experiencia. Si rechaza las cookies, eliminaremos todas las cookies establecidas en nuestro dominio.
Le proporcionamos una lista de las cookies almacenadas en su computadora en nuestro dominio para que pueda verificar lo que almacenamos. Por razones de seguridad, no podemos mostrar ni modificar cookies de otros dominios. Puede comprobarlos en la configuración de seguridad de su navegador.
Cookies para Google Analytics
Estas cookies almacenan información como el número de visitantes al sitio web, el número de visitantes únicos, qué páginas del sitio web se han visitado, la fuente de la visita, etc. Estos datos nos ayudan a comprender y analizar qué tan bien funciona el sitio web y donde necesita mejorar.
Si no desea que rastreemos su visita a nuestro sitio, puede deshabilitar el rastreo en su navegador aquí:
Otros servicios externos
También utilizamos diferentes servicios externos como Google Webfonts, Google Maps y proveedores de video externos. Dado que estos proveedores pueden recopilar datos personales como su dirección IP, le permitimos bloquearlos aquí. Tenga en cuenta que esto podría reducir considerablemente la funcionalidad y la apariencia de nuestro sitio. Los cambios entrarán en vigor una vez que vuelva a cargar la página.
Google Webfont:
Google Maps:
Google reCaptcha:
Vimeo and Youtube videosembeds:
Política de Privacidad
Puede leer sobre nuestras cookies y la configuración de privacidad en detalle en nuestra Página de Política de Privacidad.