Carta al Pueblo de Dios en Segorbe-Castellón
Queridos diocesanos todos: sacerdotes, diáconos, consagrados y laicos
Como ya se ha anunciado, el sábado, 16 de noviembre, celebraremos el 24º Encuentro diocesano del Apostolado de la Oración, bajo el lema “Acompañados por el corazón de Jesucristo”; será en la iglesia parroquial de la Sagrada Familia de Castellón por la mañana a partir de las 10:00. En el Encuentro renovaremos la Consagración de nuestra Diócesis al Corazón de Jesús, al cumplirse el V Aniversario de la misma, en noviembre de 2019, con motivo del Centenario de la Consagración de España al Corazón de Jesús por el Rey Alfonso XIII.
Ha sido providencial, que hace unos días el papa Francisco nos haya regalado su cuarta Encíclica con el título Dilexit nos (Nos amó), dedicada al amor divino y humano de Cristo, representado por su corazón. Con este bello y profundo escrito, nacido en el contexto de la conmemoración de los 350 años de la primera manifestación del Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita María Alacoque, el Papa nos invita a recuperar y renovar la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. En nuestra diócesis, en concreto, está ciertamente muy extendida esta devoción, como lo muestra la existencia en muchas parroquias de la Cofradía del Sagrado Corazón de Jesús. Pero no es menos cierto que la mayoría de sus miembros son mayores, que no hay renuevo y que muchas de ellas llevan una vida un tanto lánguida, de modo que esta devoción no llega a otras personas Invito a las Cofradías, acompañadas por su Director, el Párroco, a que acojan de corazón la llamada a renovar y recuperar la devoción al Corazón de Jesús.
A quienes puedan considerar que esta devoción es anacrónica, el mismo Santo Padre, les responde en la Encíclica: “Algunos se preguntan si hoy tiene un significado válido. Pero cuando nos asalta la tentación de navegar por la superficie, de vivir corriendo sin saber finalmente para qué, de convertimos en consumistas insaciables y esclavizados por los engranajes de un mercado al cual no le interesa el sentido de nuestra existencia, necesitamos recuperar la importancia del corazón” (n. 2). Ante la creciente desconexión espiritual y la pérdida de la relación personal con Dios, Francisco nos propone a los cristianos redescubrir el amor de Dios en Cristo, mediante la devoción al Sagrado Corazón; así no olvidaremos la ternura de la fe, la alegría de la entrega al servicio, el fervor de la misión de persona a persona. Es más; después de su Encíclica Fratelli tutti sobre la urgencia de la fraternidad y la amistad social en un mundo fragmentado, el Papa invita a toda la sociedad mundial, marcada por las guerras, los conflictos, las desigualdades y el consumismo, a volver al amor de Cristo simbolizado en su Corazón. “Sólo su amor hará posible una humanidad nueva”, nos dice.
Os ofrezco algunas claves que el papa Francisco nos da en Dilexit nos sobre la devoción al Sagrado Corazón de Jesús así como para su recuperación y renovación, que nos ayuden también a preparar el Encuentro diocesano y nos muevan a participar en él.
“La devoción al Corazón de Cristo — dice el Papa- es esencial a nuestra vida cristiana, en cuanto significa la plena apertura de la fe y de la adoración al misterio del amor divino y humano del Señor, hasta el punto de que podemos afirmar una vez más que el Sagrado Corazón es una síntesis del Evangelio” (n. 83).
En la Sagrada Escritura, la palabra ‘corazón’ designa no sólo el órgano fisiológico, sino sobre todo el centro de la persona: el punto donde confluyen los pensamientos, los sentimientos, los afectos y las motivaciones más profundas de una persona. Y el corazón es símbolo del amor. Cuando hablamos del Corazón de Jesús nos referimos a lo más íntimo de su ser, a lo que le mueve en todo momento, a sus sentimientos y sobre todo a su amor, que es divino y humano al mismo tiempo. En ese Corazón habita el Amor infinito de la Trinidad Santa. Y este Corazón se ha dejado traspasar para que experimentemos cómo “sus heridas nos han curado” (1 Pe 2, 24), y nos curan.
En el Corazón de Jesús se nos revela la intimidad más profunda de Dios, que es Amor misericordioso. En él “resplandece el amor del Padre; ahí me siento seguro de ser acogido y comprendido como soy; ahí, con todas mis limitaciones y mis pecados, saboreo la certeza de ser elegido y amado. Al mirar a ese corazón, renuevo el primer amor: el recuerdo de cuando el Señor tocó mi alma y me llamó a seguirlo”, nos dijo el Papa Francisco en otra ocasión (Homilía 03.06.2016). El Corazón de Jesús nos muestra que su amor no tiene límites, no se cansa y nunca se da por vencido. En él vemos su continua entrega sin límites; en él encontramos la fuente del amor dulce y fiel, que nos cura, sana y hace libres; en él volvemos cada vez a descubrir que Jesús nos ama “hasta el extremo” (Jn 13,1); está inclinado hacia nosotros, en especial hacía el alejado de este amor por la indiferencia o el pecado; es un amor que desea llegar a todos y no perder a nadie.
Todo el ser de Jesús, Dios y hombre, arde de amor hacia el ser humano. Dios se ha hecho hombre por amor a todos los hombres, se ha abajado hasta nosotros para que podamos contemplar y experimentar su amor. Toda la persona y vida de Jesús, sus gestos, sus miradas, sus palabras y sus sentimientos muestran el amor misericordioso de Dios, como resalta el Papa en el segundo capítulo de la Encíclica. Al Corazón traspasado de Jesús debemos mirar y recurrir para alcanzar el verdadero conocimiento de Dios y experimentar a fondo su amor y su misericordia. Ahí podemos comprender mejor lo que significa conocer en Jesús el amor de Dios, experimentarlo teniendo puesta nuestra mirada en Él, hasta vivir completamente desde la experiencia de su amor, para dejarnos transformar por Él y para poder llevarlo a los demás.
En palabras de san Juan Pablo II, a quien recuerda Francisco (n. 8), “junto al Corazón de Cristo, el corazón del hombre aprende a conocer el sentido verdadero y único de su vida y de su destino, a comprender el valor de una vida auténticamente cristiana, a evitar ciertas perversiones del corazón humano, a unir el amor filial hacia
Dios con el amor al prójimo” (Carta de san Juan Pablo II de 5.10.1986). La principal necesidad de todo hombre es encontrar un amor que dé un sentido pleno a su existencia: el ser humano, el hombre y la mujer, están hechos para amar y para ser amados. El amor de Dios nos enseña el valor de cada hombre y mujer. El Corazón de Jesús se nos ofrece como fuente del amor misericordioso, donde podemos curar nuestra afectividad, enderezar nuestra voluntad y encontrar el estímulo para amar a nuestro prójimo. Además nuestra tarea evangelizadora se resume en llevar a todos al Corazón de Cristo, revelación y fuente del Amor de Dios, y motor de transformación de nuestro mundo.
Por ello, en los dos últimos capítulos de la Encíclica Dilexit nos, el Papa Francisco destaca los dos aspectos que “la devoción al Sagrado Corazón debe mantener unidos para seguir alimentándonos y acercándonos al Evangelio: la experiencia espiritual personal y el compromiso comunitario y misionero” (n. 91).
Toda auténtica devoción al Corazón de Cristo, al “llevarnos al Padre, nos envía a los hermanos” (n. 163). De hecho, el amor a los hermanos es el “mayor gesto que podemos ofrecerle a Él a cambio de amor” (n. 167). Y este es el verdadero sentido de la ‘reparación”, que se ofrece al Corazón de Jesús. Siguiendo la enseñanza de san Juan Pablo II, Francisco afirma: “Esta es la verdadera reparación pedida por el Corazón del Salvador. Junto con Cristo, sobre las ruinas que nosotros dejamos en este mundo con nuestro pecado, se nos llama a construir una nueva civilización del amor. Eso es reparar como lo espera de nosotros el Corazón de Cristo. En medio del desastre que ha dejado el mal, el Corazón de Cristo ha querido necesitar nuestra colaboración para reconstruir el bien y la belleza” (n.182).
Por todo ello, Francisco invita a renovar la devoción al Corazón de Jesús, también para contrarrestar “las nuevas manifestaciones de una “espiritualidad sin carne” que se multiplican en la sociedad” (n. 87). Es necesario volver a la “síntesis encarnada del Evangelio” (n. 90) frente a “comunidades y pastores centrados sólo en actividades externas, reformas estructurales desprovistas de Evangelio, organizaciones obsesivas, proyectos mundanos, pensamiento secularizado, en diversas propuestas presentadas como exigencias que a veces se pretende imponer a todos” (n. 88).
La Encíclica recuerda, siguiendo a san Juan Pablo II, el auténtico sentido de la consagración al Corazón de Cristo. Nos indica que “debe asimilarse a la acción misionera de la Iglesia misma, porque responde al deseo del Corazón de Jesús de propagar en el mundo, a través de los miembros de su Cuerpo, su entrega total al Reino”. En consecuencia, a través de los cristianos, “se derramará el amor en el corazón de los hombres, para que se edifique el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia y se construya también una sociedad de justicia, paz y fraternidad” (n. 206).
Como os decía con motivo de la Consagración de la Diócesis al Sagrado Corazón de Jesús en 2019, con la “Consagración no se trata de reivindicar con nostalgia una situación sociopolítica del pasado, sino de confiar a toda nuestra Diócesis —a sus miembros, familias, comunidades e instituciones- al Corazón del Hijo de Dios, hecho hombre, pues queremos que a todos llegue el amor de Dios que se nos ha revelado en el Corazón de Jesús. En el amor de Dios está la fuente indispensable para nuestra
renovación personal. comunitaria. pastoral y misionera y para dar respuesta a las exigencias evangelizadoras del presente”.
Finalmente pido a los sacerdotes. especialmente a los párrocos, que animen y motiven a las Cofradías del Sagrado Corazón de Jesús de sus parroquias a participar en el Encuentro diocesano del Apostolado de la Oración y que ellos mismos les acompañen, si sus tareas pastorales se lo permiten. Muchas gracias.
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón