El pasado viernes día 24 de junio, fiesta de la Natividad de San Juan Bautista, falleció en Valencia el Rvdo. D. Rafael Torres Carot a la edad de 88 años. Estos últimos años residía en la Residencia Sacerdotal Betania de Quart de Poblet.
La Misa exequial tuvo lugar ayer, día 26, en la Parroquia San Esteban Protomártir de Valencia, presidida por el Cardenal D. Antonio Cañizares.
D. Rafael recibió el presbiterado en la Concatedral de Santa María, Castellón, el 9 de julio de 1961. Desde entonces desempeñó numerosos cargos en la Diócesis, estando en las parroquias de Montán, Pavías, Higueras y La Pobla Tornesa.
También fue párroco “in solidum” de la Arciprestal San Jaime de Vila-real, párroco en Puebla de Arenoso, en Fuente la Reina y en Geldo.
De las diócesis de Orihuela-Alicante, Segorbe-Castellón y Valencia
El viernes pasado, día 24 de junio, fiesta de la Natividad de San Juan Bautista, los delegados de catequesis de las diócesis de Orihuela-Alicante, Valencia y Segorbe-Castellón, se reunieron en el Palacio Arzobispal de Valencia con el Obispo, D. Javier Salinas, para compartir la marcha de la catequesis en las diferentes diócesis, los proyectos en marcha en cada una de ellas y ver las posibilidades de caminar juntos, sinodalmente, en los principales temas que reclama la catequesis hoy en la Iglesia.
Tras una oración para poner bajo la protección de la Virgen el trabajo, reflexionaron sobre el papel y la importancia de la catequesis en la Iglesia y en las respectivas diócesis, sobre el nuevo modelo de catequesis como proceso de carácter catecumenal al que nos invita el Papa Francisco, y el nuevo Directorio para la Catequesis publicado en el 2020.
Según explica el Delegado diocesano para la Catequesis y el Catecumenado, D. Carlos Asensi, “pudimos compartir la realidad de los ministerios ordenados y laicales en nuestras diócesis, deteniéndonos especialmente en el ministerio del catequista establecido por el Papa Francisco con el Motu Proprio Antiquum ministerium, y que el Santo Padre confirió por primera vez a algunos fieles laicos, mujeres y hombres el pasado 10 de mayo de 2021”. También se habló “de las necesidades de la catequesis y de los catequistas de nuestras diócesis, de cómo se puede implantar el ministerio, de las funciones que podrían realizar y de la formación necesaria”, indica.
“Vemos necesario un cambio de mentalidad, una conversión pastoral de toda la comunidad cristiana ante este reto de la catequesis, – señala el Delegado diocesano – tanto de los laicos como de los sacerdotes”, por lo que “hemos esbozado unas propuestas de actuación conjunta entre las diócesis, que D. Javier presentará en la próxima reunión de los obispos de la Provincia Eclesiástica Valentina”, que se celebrará en julio, como es la “realización de campañas de información para poner en valor el proceso catequético y su importancia, así como una escuela de catequistas interdiocesana que se podría articular en tres planos: online, presencial en cada diócesis y convivencia final interdiocesana, entre otras actuaciones”. Con una comida fraterna y el compromiso de intensificar estos encuentros, con alegría por la ilusionante tarea que se presenta en esta nueva catequesis, los delegados de catequesis han quedado en volver a verse a comienzos del próximo curso pastoral.
Presidida por Monseñor Casimiro López Llorente, Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón
Este mediodía, la Concatedral de Santa María, en Castellón, ha acogido, la Eucaristía de clausura del «Año de la Familia» coincidiendo con la clausura del X Encuentro Mundial de las Familias que se ha celebrado en Roma desde el pasado 22 de junio. La celebración ha estado presidida por el Obispo de nuestra Diócesis, Mons. Casimiro López Llorente y han tenido especial protagonismo las familias que han estado presentes a quienes el Obispo ha saludado cariñosamente, agradeciendo también a los sacerdotes concelebrantes que le han acompañado durante la Eucaristía.
Durante la homilía D. Casimiro ha puesto en valor la enconmienda del Papa Francisco de trasladar a todas las Diócesis «la alegría del amor» en este domingo que también se ha clausurado el X Encuentro Mundial de las Familias en Roma, que se ha extendido hoy hasta la Diócesis de Segorbe-Castellón .
A la luz de la Palabra proclamada hoy, la primera lectura (1 Re. 19, 16b. 19-21) ya nos advertía que como el labrador que adapta sus pasos a los bueyes, nosotros hemos de caminar en la senda del Señor. Así lo ha puesto de manifiesto nuestro Obispo durante la homilía que ha versado sobre las palabras de la Exhortación del Papa Francisco sobre la belleza y la alegría del matrimonio y de la familia. Una homilía en el día de la Eucaristía, ha dicho D. Casimiro, «día de la Acción de Gracias a Dios por excelencia» y que, por tanto, damos gracias por el Ministerio Pascual en el que actualizamos la muerte del Señor para liberarnos del pecado, y a la vez su resurrección, fuente de vida y de esperanza».
Es por ello que la acción de gracias de hoy lo ha sido por todos los dones que a lo largo del año han recibido tantos matrimonios y familias, ha resaltado nuestro Obispo, «para seguir caminando según la vocación que Dios os ha dado en el matrimonio, el signo donde se realiza el amor de Cristo por su Iglesia».
En comunión con el Santo Padre, D. Casimiro ha resaltado todas aquellas acciones que a lo largo de este año se han llevado a cabo en nuestra Diócesis, siguiendo el lema de la clausura del Congreso Pastoral que se ha celebrado estos días atrás en Roma. Así se ha referido a las actividades de pastoral matrimonial y familiar que se han desarrollado y que están dando tantos frutos: COF, Equipos de Nuestra señora, Proyecto Amor Conyugal, los Encuentros Matrimoniales, o los cursos de educación en la afectividad y en la sexualidad que lleva a cabo el Teen Star, así como, a nivel parroquial, el trabajo desarrollado por otros movimientos y grupos de matrimonios parroquiales. Todo ello, ha dicho nuestro Obispo, junto a la reflexión diocesana y nuestra participación en el Sínodo de los Obispos y a la celebración de este Año de Gracia en que conmemoramos el 775º Aniversario de la creación de la Sede Episcopal en Segorbe.
En sus palabras nos ha exhortado a seguir fieles en la tarea de la vocación matrimonial para caminar hacia la santidad. En este sentido ha puesto en valor «el amor de Dios» y ha recordado que todo ser humano está creado «por amor y para amar», estando todos llamados a participar plenamente de Él, pues en el Bautismo fuimos hechos sus hijos».
Cada cual, ha dicho D. Casimiro, recibe una llamada y un camino por donde vivir «la vocación fundamental del amor». En el caso de los matrimonios y las familias, ha resaltado haciendo mención a la segunda lectura del día (Gal. 5,1, 13-18), «hay que vivirla desde Cristo, desde esa libertad de la que hoy nos habla San Pablo». Una libertad, ha insistido, «que es don de Dios que nos ha hecho libres para amar y no para autorrealizarnos». El Señor nos ha librado «de buscar nuestros propios intereses en la relación con los demás, nos ha librado de nuestras pasiones para, en el caso del matrimonio y la familia, solo busquéis el bien del otro o el bien de los hijos».
En su predicación, a partir de la lectura del Evangelio (Lc. 9,51-62), nos ha exhortado a poner toda nuestra confianza en el Señor y en el seguimiento a Cristo a través de las tres figuras que se nos han presentado. Porque el Hijo del hombre «ha puesto su confianza en el Señor y no busca falsas seguridades, sino que está abierto siempre a la voluntad de Dios y a la acogida». Seguir a Cristo es también practicar el «don de la paciencia y no encender fuego, siguiendo el ejemplo de Jesús cuando fue rechazado». En segundo lugar, «aquel a quien le dice que no rompa lazos familiares sino que anuncie el Reino de los Cielos». Y por último, «aquel a quien le dice que ha de romper con el pasado para mirar hacia el futuro».
No ha sido ajeno a los tiempos desfavorables en que nos encontramos por ello ha hecho hincapié en la formación de los jóvenes hacia la vocación del matrimonio y de la familia, «ofreciendo el tesoro que el Señor ha puesto en nuestras manos». En este sentido se ha referido a los itinerarios catequmenales que ha ofrecido el Papa Francisco a través del Dicasterio para los Laicos, la familia y la Vida con el objetivo de renovar la preparación al matrimonio de las próximas generaciones y acompañar a nuestros hijos en su vocación. Estos itinerarios proponen un camino que no termina el día de la boda, sino el comienzo de una vida conyugal, en la que marido y mujer adquirirán una identidad cristiana renovada, como ocurre con los sacerdotes y los religiosos, y durante esta vida tendrán necesidad de ser acompañados. Este es un camino propuesto por el Santo Padre que no estará exento de dificultades pero que se presenta como una alentadora misión que también requiere la necesaria formación de los acompañantes.
Para concluir, D. Casimiro nos ha invitado a seguir el ejemplo de María, Virgen y Madre, «ella nos indica el camino al acoger la vocación de ser la Madre de Dios, no exenta de dificultades, pero siempre con la vocación de servir cumpliendo la voluntad de Dios».
La Solemne Eucaristía ha estado interpetada en la parte musical por la Coral Barreros. Al al órgano, Augusto Belau, y como solista, la joven Isabel Hernández a quien hace unas semanas nuestro Obispo le administró el sacramento de la Confirmación en la Parroquia de Santa María, en Castellón.
Más de un centenar de personas se han concentrado este mediodía en la Plaza Mª Agustina de Castellón sumándose así a la manifestación que se estaba celebrando a esa misma hora en Madrid en defensa de la Vida y la dignidad.
La sociedad civil y el movimiento provida, a través de las entidades Asamblea de Asociaciones por la Vida, la Dignidad y la Libertad (integrada por 150 asociaciones), Asociación Católica de Propagandistas, Asociación Cristianos en Democracia, e-Cristians, Federación Española de Asociaciones Provida, Foro Español de la Familia, Fundación Villacisneros, NEOS, One of us y Plataforma Cada Vida Importa, se unieron en Madrid, el pasado 26 de junio a las para defender la vida y su dignidad.
En Castellón la concentración, cuyo objetivo era manifestar el rechazo a la nueva Ley del aborto, se ha celebrado este mediodía. Según los organizadores, el Gobierno ha abandonado la senda de la constitucionalidad y la legitimidad y exigen una rectificación de un proyecto que vulnera los derechos fundamentales.
Tuvo lugar anoche en Segorbe organizada por la Adoración Nocturna de la Diócesis de Segorbe-Castellón
La tarde-noche de ayer sábado se celebró en la Catedral Basílica de Segorbe la Vigilia Diocesana de Espigas en el contexto del año Jubilar Diocesano que estamos celebrando con motivo del 775 Aniversario de la creación de la sede episcopal en Segorbe. Estuvo presidida por el obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón, Mons. Casimiro López Llorente.
Cientos de participantes se congregaron a las 21.30 horas en la Capilla del Seminario Diocesano donde tuvo lugar el rezo del Santo Rosario, a lo que prosiguió la procesión de las banderas hasta la Santa Iglesia Catedral Basílica, entrando por la Puerta Santa, donde se rezaron las vísperas, celebrándose posteriormente la Eucaristía. Durante la homilía el Obispo centró su predicación en la «Eucaristía como fuente permanente de la comunión y de la misión». En la Eucaristía, dijo D. Casimiro «Cristo Jesús se queda con nosotros, para que sintamos su presencia y vayamos a beber a la fuente de la comunión para salir a la misión».
La Vigilia de las Espigas, «nos ofrece una oportunidad para afianzar nuestra fe», que es a lo que exhortó ayer noche nuestro Obispo, «para contribuir a nuestra Iglesia todos quienes la integramos». Tuvo palabras especiales para el conjunto de adoradoras y adoradores, a quienes pidió que sigan contribuyendo «a que nuestra Iglesia diocesana sea signo e instrumento de comunión». Una comunión que se realiza, dijo D. Casimiro, «cada vez que celebramos la Santa Misa, que es la fuente permanente de comunión».
En la comunión Eucarística nos unimos al Señor para unirnos con Dios Padre y Dios Espíritu, y «a través de Él entramos en comunión con Dios porque todos comemos del mismo pan y bebemos de un mismo cáliz». En su exhortación nos invitó a la fraternidad y a la comunión con los hermanos pues «la Eucaristía nos interpela constantemente a dejarnos amar por Dios para darnos a los demás alejándonos de las rencillas, los rencores, las envidias, y de todo aquello que no deje traslucir el amor que Dios tiene por cada uno de nosotros».
En este sentido, se refirió a la necesidad de renovarnos y avivar nuestra fe para «ser fermento de comunión en el mundo, de fraternidad, de paz, de concordia, de humanidad, y de caridad a los demás». Recordó las últimas palabras de Jesús, asegurando que no se despedía de sus discípulos sino que les estaba «enviado a la misión y a ser testigos de de lo que habéis escuchado, celebrado y compartido», dijo D. Casimiro refiriéndose a la Última Cena. Y así, en cada Eucaristía «cada uno de nosotros somos convocados para ser enviados a la misión». Nos exhortó a no vivir para nosotros mismos, sino como el mismo Señor que se hizo hombre, y «llevar el Evangelio a todos, llevar la cercanía a la misericordia de Dios a todos».
Fue una Eucaristía renovadora en la que, «en este año de Gracia del Señor» en el que tenemos la oportunidad de ganar la Indulgencia Plenaria, nuestro Obispo insistió en la necesidad de acudir a cada Eucaristía «limpios, pero también a curar y sanar las heridas para que todo residuo de pecado sea purificado y nos unamos cada vez más a Dios». Porque, destacó, «cuando ponemos a Dios en el centro de nuestra vida no nos quita nada, nos lo da todo». Con Dios en nosotros «no hay que tener miedo porque nos envía su espíritu para que salgamos a la misión y a anunciar a Cristo Jesús».
Tras la Eucaristía tuvo lugar la Procesión del Santísimo por las calles del casco antiguo de Segorbe con la bendición de los campos en la Plaza del Santo Ángel Custodio. A continuación se celebró la Vigilia de Espigas con un único turno de vela. La celebración finalizó con el rezo de las completas, la bendición y la reserva del Santísimo y el canto de la Salve a la Santísima Virgen.
Hoy a las 12h, en la Concatedral de Santa María (Castellón) D. Casimiro presidirá la Misa de Clausura del Año de la Familia
Bajo el lema «El amor familiar: vocación y camino de santidad» se ha celebrado el X Encuentro Mundial de las Familias, en Roma, desde el pasado miércoles. Ayer tarde, la Plaza de San Pedro acogía la Misa que, presidida por el Papa Francisco, ponía punto final al «Año de la Familia». Han sido días de «escucha y encuentro» en los que en el Aula Pablo VI se ha convertido en el escenario donde se ha celebrado el Congreso pastoral con la participación de 2000 delegados de todo el mundo y que nuestra Diócesis ha estado representada por el Delegado diocesano para la Pastoral Familiar y de defensa de la Vida, D. Luis Oliver. Este mediodía, a las 12h en la Concatedral de Santa María, en Castellón, nuestro Obispo presidirá la Eucaristía de clausura en nuestra Diócesis, cumpliendo así con el deseo del Papa Francisco de que en todas las Diócesis del mundo se celebraran actos haciendo que el Encuentro lo sea multicéntrico y extendido.
Tal como se había anunciado, el Congreso pastoral ha abordado los temas que fueron surgiendo en los encuentros de los responsables del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida con los obispos de todo el mundo en las recientes visitas ad limina a Roma, en la que participó también el Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón, Mons. Casimiro López Llorente.
Cuestiones como la corresponsabilidad de los cónyuges y de los sacerdotes en la pastoral de las Iglesias particulares; algunas dificultades concretas de las familias en las sociedades actuales; la preparación de las parejas para la vida conyugal; algunas situaciones de «periferia existencial» en el seno de las familias; la formación de los formadores en una pastoral familiar llena de retos. Temas, todos ellos, actuales y complejas, que se han tratado teniendo como brújula la constante invitación del Papa Francisco a la renovación y a la conversión pastoral, haciendo posible que las familias sean conscientes de que lo suyo es una vocación, que en su vida cotidiana pueden descubrir increíbles caminos de santidad y que pueden transformar su entorno de vida eclesial y social.
El Congreso ha abordado las realidades concretas de las familias a través de los paneles y las conferencias, propiciando vivencias testimoniales que han profundizado respecto a la vocación matrimonial, cómo prepararse a partir de itinerarios de preparación al matrimonio pensados en clave catecumenal con el objetivo de renovar la preparación al matrimonio de las próximas generaciones y acompañar a nuestros hijos en su vocación. Estos itinerarios proponen un camino que no termina el día de la boda, sino el comienzo de una vida conyugal, en la que marido y mujer adquirirán una identidad cristiana renovada, como ocurre con los sacerdotes y los religiosos, y durante esta vida tendrán necesidad de ser acompañados. Este es un camino propuesto por el Santo Padre que no estará exento de dificultades pero que se presenta como una alentadora misión que también requiere la necesaria formación de los acompañantes. En este sentido se presentó la plataforma Goodlove que pone al alcance de todos los padres los mejores programas de educación afectivo-sexual inspirados en la antropología cristiana.
También, con el objetivo de ofrecer a la pastoral familiar un camino para dar a conocer la belleza de la vocación al matrimonio y a la familia como camino de santidad, se ha presentado un subsidio que bajo el título “La santidad en las familias del mundo” nos anima a buscar el camino original y único de la santidad que el Señor quiere dar a nuestra familia, recordándonos, como se dijo durante la presentación, que «la medida de la santidad no depende de nuestra grandeza, sino de la estatura que Cristo alcanza en nosotros». El objetivo es ofrecer, a la pastoral familiar, un camino práctico pero profundo para dar a conocer la belleza de la vocación al matrimonio y a la familia como camino de santidad.
La parroquia de El Salvador de La Llosa está celebrando, desde el pasado 19 de junio y hasta este domingo, unas fiestas especiales con motivo de la restauración y de la Dedicación del templo parroquial.
En el proceso integral de restauración de la Iglesia, en el que ha intervenido la Delegación diocesana para el Patrimonio Cultural, se han podido recuperar importantes pinturas murales en las bóvedas y en las capillas laterales, datadas en el siglo XVII (entre 1670 y 1690), con detalles en esgrafiado y partes intervenidas a principios del XIX, en estilo imperio, tratándose de trampantojos con motivos arquitectónicos, florales y ornamentales. También en la cúpula y en las pechinas de la Capilla de la Comunión, datadas en el siglo XVIII, con motivos eucarísticos.
Por todo ello, ayer se celebró la solemne Dedicación y Consagración de la Iglesia parroquial, presidida por nuestro Obispo, D.Casimiro, en una jornada que fue muy especial y emotiva para toda la comunidad parroquial de El Salvador y en general para el municipio de La Llosa. Así lo hizo constar nuestro Obispo, dando gracias a Dios por su Misericordia y por todos aquellos que han colaborado en la restauración. Citó expresamente al Ayuntamiento del municipio, a la Diócesis y al conjunto de los fieles, así como al párroco, D. Antonio Sanfélix, «por su anhelo en hacer del templo un lugar digno para Dios y para toda la comunidad Parroquial».
Por el hecho de que el memorial del Señor se celebra en el altar y allí se entrega a los fieles su cuerpo y su sangre, el altar es un signo del mismo Cristo y honor de los mártires, colocando debajo de él las reliquias (de San Felipe Neri, Patrono de La Llosa, San Isidro labrador, San Félix Mártir, San Vicente Mártir, San Pascual Bailón, San Vicente Ferrer y el Beato Recaredo Centelles) tal como hizo ayer nuestro Obispo durante el Rito de la Dedicación y la Consagración del Altar.
Mediante la Unción del Altar con el crisma, el altar se convierte en símbolo de Cristo, que es llamado y es, por excelencia, el «Ungido», puesto que el Padre lo ungió con el Espíritu Santo y lo constituyó sumo Sacerdote para que, en el altar de su cuerpo, ofreciera el sacrificio de su vida por la salvación de todos.
La incensación sobre el altar lo es para significar que el sacrificio de Cristo, que se perpetúa allí sacramentalmente, sube hasta Dios como suave aroma y también para expresar que las oraciones de los fieles llegan agradables y propiciatorias hasta el trono de Dios.
Posteriormente se produjo el revestimiento y la iluminación que significa, por un lado, que el altar cristiano es ara del sacrificio eucarístico y al mismo tiempo la mesa del Señor, alrededor de la cual los sacerdotes y los fieles, en una misma acción pero con funciones diversas, celebran el memorial de la muerte y resurrección de Cristo y comen la Cena del Señor. Por otro, nos advierte que Cristo es la luz para alumbrar a las naciones, con cuya claridad brilla la Iglesia.
Así lo señaló D. Casimiro durante la homilía de la celebración en el día de la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús cuya devoción se practica con fervor por parte de los fieles de la comunidad parroquial de La Llosa.
La Dedicación de esta casa a Dios, dijo el Obispo, es el signo de que el templo «es la morada de Dios entre los hombres, signo visible de su presencia en medio de todos nosotros para seguir bendiciéndonos, amándonos y caminar con nosotros». Lugar donde la comunidad parroquial «sois convocados para escuchar la Palabra de Dios, para celebrar los sacramentos que brotan del corazón de Jesús y salir a la misión».
En este sentido, advirtió, recordando a san Juan Pablo II, que el templo físico «es la imagen de la comunidad parroquial para que a través de todos los fieles se sienta la presencia de Dios ante todos». En su exhortación, nos invitó a renovar nuestra vida personal, familiar, comunitaria y pastoral, siendo, el templo, fruto de la fe de una comunidad que debe seguir siéndolo».
La dedicación del templo de El Salvador es una interpelación a todos, dijo D. Casimiro, «a la renovación espiritual uniéndonos al deseo de la Iglesia Diocesana en este Jubileo». Nos interpela, continuó, «a expresar el amor de Cristo y a ser ejemplo ante los demás».
Nuestro Obispo nos exhortó a avivar nuestra fe «ante un contexto de indiferencia a la fe cristiana -dijo- a veces hostil a la fe que hemos recibido y donde se intenta imponer una antropología de entender las relaciones al margen de Dios». Por ello insistió en que cada uno, desde nuestra vocación, «recuperemos a Dios en nuestra vida y lo ofrezcamos a los demás en este momento de laicismo y de exclusión de la fe imponiendo una imagen del ser humano al margen de Dios creador».
En consecuencia nos exhortó a «vivir con profundidad nuestra fe para mostrar la alegría y la belleza que supone creer en Cristo Jesús y en el amor de Dios».
Este fin de semana se clausura en Roma y en todas la diócesis del mundo el Año especial de la familia Amoris laetitia. Nosotros lo haremos con una solemne Eucaristía en la Concatedral de Santa María en Castellón, este domingo, 26 de junio, a las 12:00 de la mañana. Todos estáis invitados a esta celebración para dar gracias a Dios por los dones recibidos durante este tiempo y para dejarnos alentar por el Señor en la misión del anuncio y la vivencia del Evangelio del matrimonio y de la familia.
Recordemos que el Papa Francisco convocaba este Año al cumplirse el 5º Aniversario de su Exhortación “Amoris Laetitia” sobre la alegría y belleza del amor matrimonial y familiar. El Papa nos propuso dedicar este año al estudio y reflexión de la Exhortación. Con este fin se han ofrecido -también entre nosotros a nivel diocesano, parroquial y de movimientos- una serie de iniciativas espirituales y pastorales para conocer y difundir el Evangelio del matrimonio y la familia, y para acompañar a los novios, a los matrimonios y a las familias ante los desafíos de nuestro tiempo. Es probable que el Año de la familia haya podido quedar en un segundo lugar al haber coincidido con nuestra reflexión diocesana, la fase diocesana del sínodo de los Obispos y la preparación y apertura del Año Jubilar. Pero ha habido iniciativas en nuestra diócesis que están dando sus frutos como por ejemplo los “Encuentros Matrimoniales”, los retiros del “Proyecto Amor Conyugal”, “Los grupos matrimoniales parroquiales”, el trabajo de los “Equipos de Ntra. Señora”, el grupo de Teen Star.
Concluido este Año especial hemos de seguir en nuestra misión de conocer, anunciar y proponer el Evangelio del matrimonio y de la familia a niños, adolescentes, jóvenes, novios, esposos y familias. Esto es tanto más urgente ante el contexto social, cultural, mediático y legislativo tan poco favorable para el matrimonio como comunidad de vida y amor entre un hombre y una mujer, basada en la donación recíproca, exclusiva e indisoluble, y abierta a la vida. Y ante un contexto tan poco favorable para la familia como comunidad que acoge, defiende y protege la vida y educa a los hijos.
Uno de los frutos de este Año de familia son los “Itinerarios Catecumenales para la vida matrimonial”, que el Papa nos acaba de ofrecer a todas las diócesis a través del Dicasterio para los laicos, la familia y la vida. Este documento cuestiona seriamente nuestra actual pastoral de preparación al matrimonio. No nos podemos conformar con unas charlas o cursillos de prematrimoniales. Con una preparación rápida y a veces superficial, las parejas corren el riesgo real de celebrar un matrimonio nulo o con unos cimientos tan débiles que se “desmorone” en poco tiempo.
Es necesario ofrecer un “nuevo catecumenado”. Así como para el bautismo de los adultos se pide un catecumenado para prepararse a recibir los sacramentos del bautismo, confirmación y eucaristía, también la preparación para el matrimonio necesita un catecumenado, que debe convertirse en una parte integral para el matrimonio sacramental. Este “nuevo catecumenado” ha de incluir todas las etapas del camino sacramental: los tiempos de la preparación al matrimonio, de su celebración y de los años inmediatamente sucesivos. Esto es lo que propone este Documento. Se estructura según las tres etapas: la preparación al matrimonio (remota, próxima e inmediata), la celebración de la boda y el acompañamiento de los primeros años de vida conyugal. Se trata de recorrer un tramo importante del camino junto a las parejas en su trayectoria vital, incluso después de la boda, especialmente cuando pueden pasar por crisis y momentos de desánimo.
Es importante recordar y subrayar que el matrimonio cristiano es una también vocación específica, una llamada de Dios. Dios es amor y todos estamos creados a su imagen y semejanza; nuestra identidad más profunda es la vocación al amor. El hombre y la mujer estamos hechos para amar; nuestra vida se realiza plenamente sólo si se vive en el amor. Esta vocación al amor toma formas diferentes según los estados de vida de un bautizado. En el seguimiento de Jesús, los sacerdotes dan la vida para que los fieles puedan vivir del amor de Cristo. Las personas consagradas, llamadas por Dios para entregarse enteramente a Él, con corazón íntegro, son también un signo elocuente del amor de Dios para el mundo y de la vocación a amar a Dios por encima de todo. También el matrimonio es una vocación, una llamada específica a vivir el amor conyugal siendo signo y lugar del amor entre Cristo y la Iglesia. Por esto hemos de que ayudar y animar a todos, y en especial a los jóvenes a buscar y descubrir su vocación al amor, a la donación de sí, como personas y como bautizados, en el camino por el que Dios les llama. Esta es la clave de toda la existencia humana y cristiana.
“Comencé a sentir por dentro una necesidad muy fuerte de dar a conocer a otros todo lo que yo sabía de Jesús, era como una obligación”
La Hna. Montserrat, de la Compañía Misionera del Sagrado Corazón de Jesús, ha dedicado su vida y su vocación a evangelizar al pueblo awajún, aborígenes que habitan parte de la Selva Amazónica peruana.
Esta congregación religiosa femenina es única y exclusivamente misionera, y se fundó en mayo de 1942. La consagración de las hermanas lo es al servicio total de Jesucristo, y se expresa viviendo en fraternidad evangélica los votos de castidad, pobreza y obediencia, y la entrega a la acción misionera de la Iglesia.
Además de la Hna. Montserrat, a esta Compañía pertenece también Mª Dolores Montoliu, de Nules, que lleva más de 50 años en Colombia; la castellonense Marta Iturralde, también en Perú y Colombia; Mª Concepción Nabás, de La Vall d´Uixó, fallecida recientemente; la castellonense Josefina Garcés, tía de Marta, destinada muchos años en Perú; y Carmen Fortea, destinada en el Congo. Las dos últimas viven ahora en la Casa de Madrid.
Montserrat Ripollés nace en Cambrils (Tarragona) hace 90 años, pero cuenta que a causa de la Guerra Civil Española tuvo que venir a Castellón cuando tenía 5 años, y “aquí es donde he crecido, donde me he formado, donde he estudiado y donde ha brotado mi vocación misionera”.
Sintió la llamada del Señor al servicio, y desde entonces ha entregado su vida a los demás. Explica que el origen de su vocación está en su familia, pues “desde pequeña me llevaban a la Iglesia, y me formé en la Acción Católica en Castellón”.
Cuenta que “aunque no tenía padre pude realizar mis estudios de Magisterio con el esfuerzo de mis hermanos”, y fue a los 18 años cuando “comencé a sentir por dentro una necesidad muy fuerte de dar a conocer a otros todo lo que yo sabía de Jesús, era como una obligación”. A partir de ahí “brotó en mí el deseo de ser religiosa en una congregación que fuese a la misión, para llegar a aquellas personas que aún no habían oído hablar de Jesús”.
Ingresó en la congregación en 1952, y en 1956 le destinaron a Perú, con 23 años y la carrera terminada, “cuando todavía no había realizado mi primera renovación de votos”. Llegó a la desembocadura del río Nieva en un hidroavión vestida con su hábito blanco, al encuentro de este pueblo de Dios, dedicándose a la educación de los niños y a las catequesis en la parroquia. También a “formar agentes de pastoral indígenas, aprendiendo de los otros su vida, para que yo partiera de su mundo cultural y poderles dar a conocer todo lo que yo sabía y conocía de Jesucristo, siendo al final estos agentes los que lleven el mensaje a sus comunidades”, explica la hermana.
Desde entonces ha estado allí, menos dos periodos de 6 años en los que se le requirió en Madrid, dedicando su vida a compartir la alegría del Evangelio de Jesús en esta región de la selva amazónica. “Lo que he aprendido durante todos estos años es que tenía que cambiar la idea que tenía de dar lo que tengo, por ponerme del lado de este pueblo y aprender de ellos, partiendo de su mundo para yo poder dar el mío, sin imponer”, a lo que le ayudó en gran medida “el cambio que el Concilio Vaticano II nos trajo, al insistir en la necesidad de inculturarse en el lugar de misión”.
La presencia de la Compañía entre el pueblo awajún, en un lugar muy aislado, ha dado sus frutos, pues “ahora hay comunidades cristianas, muchos animadores de comunidades, poco a poco se ha introducido la fe en pueblos que no habían oído hablar de Jesucristo”, concluye.
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