La Iglesia Diocesana de Segorbe-Castellón ha acogido, con júbilo e inmensa alegría, a un nuevo feligrés en la Parroquia de La Asunción de Nuestra Señora en l’Alcora. Jean Marc ha recibido este mediodía los Sacramentos de Iniciación Cristiana de manos del Obispo de nuestra Diócesis, D. Casimiro López Llorente, en una celebración que ha tenido lugar en la misma parroquia.
Ha sido una celebración de profunda emoción, tanto para Jean Marc, como para su esposa e hija, así como para la comunidad parroquial de l’Alcora que lo ha acogido como un hermano y lo ha acompañado en la celebración de hoy. La ceremonia ha estado presidida por nuestro Obispo y concelebrada por el párroco, D. José Aparici, y el Secretario D. Ángel Cumbicos. El joven, de 29 años y natural de Camerún, lleva en España desde hace 13 años. «Sentía la necesidad de ir a la Iglesia» y, animado por su esposa, de la mano del párroco, así como de su padrino, Luis Fer, y de la comunidad parroquial que le ha acompañado durante el proceso, hoy finalmente le han sido administrados los Sacramentos del Bautismo y la Confirmación de manos del Obispo de la Diócesis, D. Casimiro López Llorente.
Coincidiendo con la Fiesta de la Divina Misericordia y a la luz de la Palabra proclamada, el Obispo de la Diócesis, ha puesto el énfasis en las palabras del salmista que, en esta octava de Pascua y hoy especialmente, suenan con mayor fuerza: «dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia». Un día de alegría en el que D. Casimiro ha resaltado que «el amor de Dios es compasivo y misericordioso, que siempre está dispuesto al perdón». Así nuestro Obispo ha acogido en la Iglesia de Segorbe-Castellón, a un miembro más, pues en la Iglesia «no hay esclavo ni libre (…) porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gálatas 3,28)
El Señor ha actuado hoy de una forma especial a través de las manos de nuestro Obispo en favor de Jean Marc que, en su camino de conversión ha estado acompañado por el párroco, Rvdo. D. José Aparici; y por su padrino en la celebración. También por su esposa y madre de su hija que ha sido un apoyo muy importante, como ha reconocido el propio Jean Marc, «porque es un paso muy importante y siento que mi corazón late con mucha fuerza». De hecho, en breve recibirán el Sacramento del Matrimonio, pues «queremos seguir creciendo juntos en la vida cristiana y ser ejemplo para nuestra hija», ha confirmado Jean Marc.
A través de su Bautismo, hoy Jean Marc ha renacido a la vida de los hijos e hijas de Dios pues, a través del Sacramento, Él nos limpia de toda mancha que se haya producido para hacernos su hijos amados y nos entronca en el Misterio de Jesucristo haciéndonos discípulos suyos. Con el Bautismo de hoy, Jean Marc, ya forma parte de la comunidad parroquial de l’Alcora y de la Iglesia diocesana de Segorbe-Castellón. Del mismo modo, con la Confirmación el Espíritu Santo le ha llenado de su amor para siempre. Gracias al Don del Espíritu Santo recibido a través de la imposición de las manos de nuestro Obispo, Jean Marc cuenta con Dios como padre, con Jesús como hermano, y con la Iglesia como familia. A través del Don del Espíritu Santo recibimos el ánimo y fuerza para afrontar las dificultades y nos sirve de guía en el crecimiento espiritual de nuestra fe. Durante la liturgia Eucarística, Jean Marc ha recibido también su Primera Comunión como cristiano católico.
La celebración de la Eucaristía de hoy también ha sido muy especial para l’Alcora que, estos días de Pascua peregrina por las diferentes ermitas del término. Un grupo de mujeres que han finalizado su peregrinación han participado en la Eucaristía en acción de gracias a Dios que las sigue guiando en su crecimiento espiritual, perseverando en la fe y siendo miembros de la comunidad parroquial de l’Alcora.
Concebida como la gran fiesta de las familias, ha tenido lugar hoy en el Seminario diocesano Mater Dei y ha estado presidida por el Obispo de la Diócesis, Mons. D. Casimiro López Lloente, que ha estado acompañado por el Vicario General, D. Javier Aparici; el Vicario de Pastoral, D. Miguel Abril; y el Delegado Diocesano para la Pastoral Familiar y de la Vida, D. Luis Oliver.
La Diócesis de Segorbe-Castellón ha querido este año impulsar una celebración conjunta en el contexto de la celebración de la Pascua de Resurrección, donde las familias han sido las verdaderas protagonistas habiendo participado diferentes generaciones de miembros de una misma familia, siendo la propia Diócesis «la familia de todas las familias diocesanas», como ha asegurado nuestro Obispo en las palabras de bienvenida.
Una Iglesia viva y evangelizadora
Un día de «alegría y de gozo» ha dicho D. Casimiro, «en el que manifestamos la verdad de nuestra fe puesto que Él vive y está en medio de nosotros y gracias a Él nos podemos unir como Iglesia Diocesana, como familia de las familias». La jornada de hoy, ha dicho nuestro Obispo, lo es para manifestar «la alegría del amor, en el matrimonio y en la familia, para que nuestra Iglesia sea una Iglesia viva desde el Señor, y evangelizadora».
Esta es la fuerza que pone en pie la Iglesia
Tras la Oración inicial ha tenido lugar una charla del director de cine Juan Manuel Cotelo, que ha puesto en valor la unidad familiar haciendo alusión a la oración previa que han rezado todos juntos por ser «la fuerza que pone en pie la Iglesia en medio de las plazas (las familias), y levanta testigos en el pueblo (los hogares), para hablar con palabras como espadas delante de los jueces (todos)». Y es que «las familias somos una pancarta abierta a la sociedad y nuestra condición familiar, nuestra educación, y los hábitos que hemos adquirido en casa salen a la calle con nosotros».
Así, ha hecho hincapié en el amor, el servicio y el perdón en la familia para exportarlo al resto de la sociedad siendo ejemplo de familia cristiana, porque, «si eso es lo que hemos aprendido en casa nos será muy fácil amar, servir y perdonar a los demás en la sociedad». La familia no es una institución teórica, ha resaltado, «es el lugar de formación natural de cualquier persona».
En los pequeños actos de servicio del día a día en la familia, está también nuestra aportación a la sociedad. En este sentido se ha referido al «goteo pequeñito, permanente, constante, silencioso, que va regando el mundo con cada uno de nosotros cuando salimos a la calle porque es super eficaz y tiene su efecto».
Juan Manuel Cotelo ha compartido con las familias su propia experiencia con la suya reconociendo que la principal fuente de aprendizaje «han sido los errores cometidos» y su mayor descubrimiento fue, a través de sus hijas, darse cuenta que «cada hijo que viene al mundo no lo has creado tu eres testigo por lo que tu misión no es formar-le, crear-le, ni juzgar-le, sino descubrir-le, contemplar-le y acompañar-le» para potenciar aquello que tiene, dándonos a ellos».
Acompañar, contemplar, escuchar, observar, servir, perdonar, darse a los demás y sacrificarse, entre otras, han sido las palabras que ha exprimido el director de cine para, siguiendo el ejemplo de Jesucristo afirmar que «quien quiera ganar la vida la perderá y quien quiera perderla la ganará», reconociendo que, «el secreto y el éxito es dar la vida por los demás y generar cultura del servicio».
La conferencia de Juan Manuel Cotelo está diponible, íntegramente, en el canal diocesano de Youtube:
La Iglesia que acompaña, cuida y protege
También se han vivido y sentido diferentes experiencias familiares con nombre propio que han encontrado, en su unión a Jesucristo y la Iglesia, el camino y la guía donde sentirse acompañados, y cuyo testimonio ha sido una invitación a la esperanza. Dos jóvenes madres solteras acogidas en Hogar de Nazareth han conmovido a los asistentes compartiendo su experiencia personal y sabiéndose acompañadas por la familia de la Iglesia, que las acogió cuando se sentían perdidas, solas y sin saber hacia donde dirigir su vida.
También un matrimonio que, a través del acompañamiento de Equipos de Nuestra Señora, han pasado a formar parte de este movimiento han descubierto la riqueza del «sacramento del matrimonio a través del diálogo, la oración y la formación».
Por último, también ha compartido su experiencia un matrimonio que tras el enlace se fueron alejando poco a poco hasta darse cuenta del vacío que les causaba ese alejamiento. Se han unido de nuevo a la Iglesia dejándose acompañar y participando en los Encuentros Matrimoniales organizados por la Delegación Diocesana para la Pastoral Familiar y de la vida que se celebran mensualmente en el Seminario Mater Dei en los que, a partir del análisis de diferentes parejas bíblicas, se propicia un encuentro de los matrimonios participantes con Cristo y construir de manera más fuerte su matrimonio.
Exposición del Santísimo, Santo Rosario y Consagración de las Familias
El encuentro ha finalizado en la Iglesia del Seminario donde se han rezado los Misterios Gloriosos del Santo Rosario, pidiendo el don de una fe viva y fuerte para todas las familias, y que puedan vivir su vocación con alegría según la voluntad de Dios.
Cada Misterio del Rosario se ha ofrecido por una intención y, ante el Santísimo Sacramento del Altar se ha encendido una vela, al tiempo que se recitaban mensajes del Papa Francisco y se rezaba un Padre Nuestro y diez Ave María.
La resurreción de Jesús: “El matrimonio es un camino juntos de un hombre y una mujer, en el que el hombre tiene la misión de ayudar a la mujer a ser mejor mujer, y la mujer tiene la misión de ayudar a su marido a ser más hombre. Esta es la misión que tienen entre ustedes. Es la reciprocidad de la diferencia”. El misterio se ha ofrecido por los esposos. La vela, llevada al altar por un matrimonio, simboliza la unidad entre los esposos y de estos con Jesús. El matrimonio es una realidad entre los tres: ella, él y Dios.
La ascensión de Jesús a los cielos: «Cuando se trata de los niños que vienen al mundo, ningún sacrificio de los adultos será juzgado demasiado costoso o demasiado grande.” El misterio se ha ofrecido por los niños. La vela, llevada, en esta ocasión por un grupo de niños, simboliza la santidad de toda vida humana, desde su concepción, hasta la muerte natural.
La venida de Espíritu Santo: “Queridos jóvenes, no es posible recomenzar sin vosotros. Para volver a levantarse, el mundo necesita la fuerza, el entusiasmo y la pasión que tenéis.» El misterio se ha ofrecido por los jóvenes. La vela, levada al altar por los jóvenes, simboliza la vitalidad, el amor y el entusiasmo, con el cual los jóvenes pueden llegar a realizar su misión en la Iglesia y en el mundo entero.
La asunción de Nuestra Señora a los cielos: “Así como los ancianos necesitan a los jóvenes, los jóvenes necesitan a los ancianos, especialmente en esta cultura del descarte. Los abuelos tienen la savia de la historia, que sube y fortalece al árbol para que crezca.” El misterio se ha ofrecido por todos los ancianos y por nuestros abuelos y abuelas. La vela, llevada al altar por una paraja de abuelos, simboliza la fidelidad y sabiduría que estas personas mayores aportan generosamente a nuestras familias y la sociedad.
La coronación de la Santísima Virgen como Reina de los cielos y de la tierra: “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. ¿Qué es la vida eterna? Es el amor desmedido y gratuito del Padre que Jesús ha donado en la cruz, ofreciendo su vida por nuestra salvación”. El misterio se ha ofrecido por los difuntos. La vela, llevada por una Hermana de la Sagrada Familia de Nazaret, simboliza la vida que cambia, pero no acaba, porque nosotros no somos inmortales pero si eternos.
Tras el rezo del Santo Rosario, las familias se han Consagrado al Inmaculado Corazón de María.
Durante la charla y los testimonios los más pequeños han podido disfrutar de su especial jornada en familia compartiendo juegos y dinámicas con las Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret.
San Juan Pablo II dispuso que el segundo Domingo de Pascua fuera llamado ‘Domingo de la Misericordia divina’. En efecto: Dios es amor. Dios nos crea por amor y para el amor pleno, para ser y vivir eternamente felices participando de su vida y de su gloria. Dios es eternamente fiel. Dios nos sigue amando, incluso cuando rechazamos su amor y nos alejamos de Él por el pecado. Como en el caso del hijo pródigo del Evangelio, Dios espera nuestro regreso al hogar para darnos el abrazo del perdón. Dios nunca se cansa de perdonar. Su amor es compasivo y misericordioso, entrañable y tierno como el de una madre, que sufre cuando un hijo abandona el hogar, un amor que siempre está dispuesto al perdón. Así se va manifestando Dios en la Historia del Pueblo de Israel y lo hace de modo definitivo en su Hijo, Jesús.
Jesucristo, su persona, sus palabras, gestos y obras, todo en Él nos habla de la misericordia de Dios. Jesús es la misericordia encarnada de Dios, es y muestra el rostro misericordioso del Padre. Jesús habla con palabras de misericordia, observa con ojos de misericordia, actúa y cura movido por la compasión hacia los necesitados, desheredados y pecadores. El misterio pascual, la muerte y resurrección de Jesús, es la manifestación suprema del amor misericordioso de Dios. Por amor, el Padre envía al Hijo para salvar al mundo. Por amor al Padre y al ser humano, Cristo se ofrece en la Cruz al Padre para la redención de nuestros pecados; por amor, el Padre acoge y acepta la ofrenda de su Hijo y lo resucita; por amor, Cristo resucitado envía el Espíritu Santo.
“Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia” (Sal 118, 1). Así cantamos en la octava de Pascua. Con estas palabras del salmo acogemos de labios de Cristo Resucitado el gran anuncio de la misericordia divina que Él confía a los Apóstoles: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. (…) Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos” (Jn 20, 21-23). Antes de pronunciar estas palabras, Jesús muestra sus manos y su costado, las heridas de la pasión, sobre todo la herida de su corazón, fuente de la que brota la gran ola de misericordia que se derrama sobre la humanidad para curar y sanar las heridas de nuestro corazón, para perdonar nuestros pecados.
El perdón renovador llega a los hombres de todos los tiempos y hoy a través de su Iglesia. Jesús resucitado derrama el Espíritu Santo sobre sus apóstoles y, en ellos, sobre sus sucesores, los obispos, y los sacerdotes. Sólo el Señor Resucitado puede confiar a otros el poder de perdonar los pecados en su nombre con el poder recibido de Dios. En el sacramento de la Penitencia experimentamos de un modo pleno y eficaz la misericordia divina. Confesando contritos, personal e íntegramente, los pecados, por la absolución del ministro de la Iglesia -del obispo o de los presbíteros- recibimos el abrazo de reconciliación de la Iglesia y, con él, el del mismo Dios.
El Año Jubilar diocesano nos invita a la conversión y renovación personal y comunitaria. Es un tiempo de gracia para abrirnos a la misericordia de Dios, para reconocer nuestros pecados, para confesarnos y dejarnos reconciliar con Dios y con los hermanos. Como en el caso del hijo pródigo, Dios mismo sale a nuestro encuentro y nos ofrece la gracia del perdón amoroso mediante la Iglesia en el sacramento del perdón.
El Jubileo nos ofrece la gracia de experimentar personalmente la misericordia de Dios. Él nos espera para perdonar nuestros pecados. Su misericordia va incluso más allá del perdón. Nos ofrece además la indulgencia plenaria que, a través de la Iglesia, alcanza al pecador ya perdonado de sus pecados y lo libera de todo residuo del pecado, capacitándolo para obrar con caridad, para crecer en el amor y no recaer en el pecado. Dios cura nuestras heridas. Dios sana las huellas negativas que los pecados dejan en nuestros comportamientos y pensamientos, y que nos empujan al mal; la misericordia de Dios transforma nuestros corazones para poder ser misericordiosos como el Padre, para caminar hacia la santidad.
El Jubileo es nos invita, pues, a acercarnos al sacramento de la Confesión, que será ofrecido con mayor tiempo y disponibilidad por los sacerdotes. Es un tiempo para acoger la indulgencia jubilar peregrinando a la Catedral, confesando y comulgando en la Misa, haciendo la profesión del Credo y orando por el Papa y sus intenciones.
Acojamos el don pascual de la misericordia que la Iglesia recibe de Cristo resucitado y nos ofrece con abundancia en nuestro Año Jubilar.
«¡No más muertes en el trabajo! Y esforcémonos por lograrlo». Con esta exclamación durante la Misa del Gallo de 2021 en la Basílica de San Pedro ante cientos de fieles, el Papa Francisco hacía un llamamiento atender a los más desfavorecidos y dar dignidad a los hombres y mujeres del mundo del trabajo.
El trabajo nos quita la vida
La pérdida de la salud en el trabajo, y en excesivas ocasiones de la vida, es un grave problema que necesita ser abordado en profundidad. La Ley de Prevención de Accidentes Laborales, la Inspección de Trabajo, la formación en prevención que reciben los trabajadores y los esfuerzos que despliegan los agentes sociales están siendo manifiestamente insuficientes para atajar este grave problema.
Las últimas estimaciones conjuntas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) indican que cada año se producen en el mundo 745.000 muertes por enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares por las largas jornadas de trabajo (55 o más horas a la semana) o la exposición a materias, gases y humos. Esto supone que las enfermedades relacionadas con el trabajo son cuatro veces más letales que los accidentes laborales.
En el marco de la Unión Europea, desde 1994 a 2018, los accidentes mortales en el trabajo se redujeron aproximadamente un 70%, pero queda mucho por hacer. A pesar de los avances, en 2018 se produjeron en la Europa de los veintisiete más de 3.300 accidentes mortales y 3,1 millones de accidentes no mortales. Cada año mueren más de 200.000 trabajadores por enfermedades relacionadas con el trabajo.
Las enfermedades laborales son otra de las causas que convierten el trabajo en un lugar peligroso. Durante el pasado año se registraron en España 20.510 partes por enfermedades profesionales, de los cuales 8.314 partes fueron con baja laboral, siendo la duración media de algo más de 110 días.
Ante esta realidad es preciso recordar que el Magisterio Social de la Iglesia enuncia entre los derechos de los trabajadores el derecho «a ambientes de trabajo y a procesos productivos que no comporten perjuicio a la salud física de los trabajadores y no dañen su integridad moral» (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 301).
Proteger la vida de las personas trabajadoras
Cómo cada 28 de abril, Día Mundial por la Seguridad y la Salud en el Trabajo, la sociedad recuerda la perdida de salud y vidas que se dan en el mundo del trabajo. Como Iglesia nos sumamos a este recuerdo y nos sentimos solidarios de todos aquellos que se empeñan en mejorar las condiciones de vida y de trabajo para erradicar esta lacra. Especialmente nos queremos hacer cercanos a las personas trabajadoras que ven mermada su salud o que pierden su vida en el desempeño de su trabajo.
«Las personas son la verdadera riqueza: sin ellas no hay comunidad de trabajo, ni empresa, ni economía. La seguridad en el trabajo significa salvaguardar los recursos humanos, que tienen un valor inestimable a los ojos de Dios y también a los del verdadero empresario.
Por ello, la legalidad debe entenderse como la protección del máximo patrimonio, que son las personas. Trabajar con seguridad permite a todos expresar lo mejor de sí mismos mientras se ganan el pan de cada día. Cuanto más cuidemos la dignidad del trabajo, más seguros estaremos de que la calidad y la belleza del trabajo realizado aumenten» (Discurso del Papa Francisco a los miembros de la Asociación Nacional de Constructores de Edificios).
En el camino sinodal que recorre la Iglesia, queremos estar junto a los trabajadores y trabajadoras que se empeñan en la dignificación del trabajo, del que el cuidado de la salud y la vida forman una parte muy importante. En este caminar juntos es necesario apoyar sus luchas, visibilizando los accidentes y la pérdida de salud que se dan en los lugares de trabajo, a la vez que acompañamos a las víctimas de los accidentes laborales y a aquellos que ven mermada su salud por causas profesionales.
Madrid, 20 de abril de 2022
+ Abilio Martínez Varea
Obispo de Osma-Soria y responsable de la Pastoral del Trabajo
Dentro del Plan de Formación de Cáritas Diocesana 2021-2022 se encuentra el Ciclo de Conferencias cuyo lema es “El cuidado de la creación y el compromiso cristiano con la Doctrina Social de la Iglesia”.
En este marco, la tercera conferencia de este curso será «El cuidado de la fragilidad social», el día 26 de abril de 2022 de 12:00h a 13:30h. en los salones de la Universidad CEU-Cardenal Herrera de Castellón, y estará a cargo de D. Sebastián Mora, profesor de la Universidad Pontificia de Comillas.
Las personas que quieran seguir la conferencia on-line pueden enviar un correo a formacion@caritas-sc.org
La S.I. Catedral de Segorbe acoge, desde el próximo 24 de abril, la Exposición Histórica “Germen y Diseño” con motivo del Año Jubilar Diocesano por el 775º Aniversario de la creación de la sede Episcopal en Segorbe. Así, el acto de inauguración tendrá lugar el próximo domingo, día 24 de abril, a las 18 h., al que asistirá nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente.
Según ha explicado D. David Montolío, de la Delegación Diocesana de Patrimonio Cultural, la exposición tiene como objetivo “exponer y dar a conocer a todos los visitantes y peregrinos, a través de las piezas artísticas y documentales más destacadas del importante patrimonio religioso diocesano, la efeméride del Año Jubilar, de los 775 años de la Sede Episcopal en Segorbe y de su Catedral”. Es este “un acontecimiento al que nos acercamos con un marcado carácter y sentido pastoral, descubriendo los diferentes elementos que han ido construyendo nuestra diócesis”, añade.
En relación al contenido de la muestra, “trata de acercar el ser, el hacer y la misión de la Iglesia que camina en Segorbe-Castellón”, y “podremos ver y conocer, a través de paneles y la mejor colección de arte sacro de la Catedral y nuestra Diócesis, la narración y el sentido de cómo la Palabra ha sido acogida, difundida y realizada a lo largo de la comunión diocesana durante siglos”.
Está dividida en cinco capítulos, con una introducción y un epílogo, y se podrá visitar en el Museo Catedral, con la entrada del Museo, hasta la finalización del Año Jubilar, en horario de mañana, de 11 h. a 13:30 h., y con entrada libre en horarios de culto. Permanecerá cerrada los lunes, y para concertar visitas se puede escribir al correo electrónico: visitacultural@catedraldesegorbe.com
Ante la alta cobertura vacunal y la mejora de la evolución epidemiológica de la Covid-19, el Boletín Oficial del Estado (BOE) publica hoy, día 20 de abril, el real decreto por el que el uso de mascarilla deja de ser obligatorio también en interiores, con la excepción de una serie de lugares, como es el caso de los hospitales o el trasporte público. Así, su uso ya no es obligatorio en los templos.
Con todo, el Vicario General, D. Javier Aparici, ha enviado un comunicado a todas las parroquias de la Diócesis realizando «una llamada a la prudencia y a la responsabilidad de cada sacerdote en la aplicación conveniente» del real decreto, para lo que se debe tener en cuenta «el tamaño y la ventilación de los espacios, y la edad y características de las personas que se reúnan».
Cabe indicar que en el real decreto se recomienda que se siga usando mascarilla “en cualquier situación en la que se tenga contacto prolongado con personas a distancia menor de 1,5 metros”, “en los espacios cerrados de uso público en los que las personas transitan o permanecen un tiempo prolongado”, y “en celebraciones privadas, se recomienda un uso responsable en función de la vulnerabilidad de los participantes”.
Además, el Vicario General indica que «este comunicado afecta únicamente al uso de las mascarillas», por lo que «las demás disposiciones que afectan a la liturgia permanecen en vigor mientras no se dicte lo contrario».
Después de unos días de descanso, el Grupo de Jóvenes de la parroquia de San Francisco de Vila-real ha hecho balance de una intensa y completa Pascua Joven que se llevó a cabo desde el Jueves Santo al Domingo de Resurrección, bajo el lema de la Pastoral Juvenil Franciscana: ¡Levántate!.
Después de dos años complicados por no poder llevar a cabo esta actividad con los jóvenes de la parroquia durante la Semana Santa, en este 2022 la iniciativa ha vuelto a desarrollarse con normalidad.
La celebración de la Santa Cena el Jueves Santo reunió a todos los participantes, que después compartieron una cena judía en los salones parroquiales. Tras ésta, la velada continuó en una Hora Santa organizada y dirigida por la Juventud Antoniana.
La jornada del Viernes Santo comenzó por la mañana con un particular Vía Crucis, seguido de la celebración de la adoración a la Cruz. Por la tarde, los jóvenes se reunieron de nuevo en la celebración de los Santos Oficios.
La última e intensa jornada tuvo lugar el Sábado Santo. A primera hora de la mañana, y después de una oración inicial, los chicos y chicas de la parroquia emprendieron camino en silencio y escuchando distintas reflexiones que les acompañaban durante el trayecto por la desembocadura del río Mijares.
Tras la ruta llegó el momento de compartir las reflexiones y sentimientos, pero también disfrutar de una agradable comida en plena naturaleza. Por la noche, la Vigilia Pascual reunió de nuevo al grupo, que participó activamente de la misma y celebró la resurrección de Cristo, un motivo de alegría y un nuevo impulso para un grupo, más enérgico y unido si cabe, después de esta Pascua Joven tan intensa y participativa.
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