Iglesia Parroquial de Chilches, 18 de enero de 2025
(Nm 21, 4b-9; Sal 77; Flp 2,6-11; Jn 3, 13-17)
Amados hermanos y hermanas en el Señor:
1. Permitidme que, antes de nada, salude con especial afecto y agradecimiento a Mn. Antonio Sanfélix Forner, párroco de esta de la Asunción de Ntra. Señora de Chilches, por su dedicación y entrega; saludo codialmente a los Sres. Vicarios, al Cabildo Catedral de Segorbe y a todos los sacerdotes concelebrantes y a los diáconos que nos asisten.
Mi saludo respetuoso y agradecido al Molt honorable Sr. President de la Generalitat Valenciana, a la Honorable Sra. Presidenta de les Corts Valencianes, a los Honorables Sres. Consellers de Infraestructures y de Agricultura, a la Sra. Subdelegada del Gobierno de España en la Provincia de Castellón, al Sr. Coronel de la Guardia Civil de la Comandancia de Castellón, al Sr. Alcalde y Corporación Municipal de Chilches así como a la Reina de las fiestas y sus damas, a los Sres. Alcaldes de Moncofa, La Llosa y de poblaciones cercanas, a los Sres. Diputados nacionales, autonómicos y provinciales. Y -¡cómo no!- a los integrantes de la Comisión del IV Centenario, que con tanta dedicación y desvelo habéis preparado y acompañado la celebración de este aniversario. Un saludo muy especial a cuantos estáis unidos a nosotros a través de la TV 8 Mediterráneo, especialmente a las personas mayores y los enfermos.
2. Hoy en Chilches es fiesta mayor al celebrar con gran alegría el IV Centenario del hallazgo de su Santísimo Cristo de la Junquera. Nuestra Iglesia diocesana os felicita y se une de corazón a vuestro gozo y con vosotros damos gracias a Dios. Porque “el Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres” (Salmo 125). Siguiendo la exhortación del salmista, no podemos olvidar las acciones del Señor (cf. Salmo 77) en el pasado y en el presente a través del Cristo de la Junquera para con vuestro pueblo de Chilches.
Hace un año iniciábamos un Año Extraordinario dedicado al Santísimo Cristo para prepararnos debidamente a la celebración de este aniversario. Lo hacíamos con el deseo de que esta efeméride, tan importante y significativa para vuestra parroquia y vuestro pueblo, no quedara reducida a un recuerdo del pasado y pasara sin incidencia alguna para el presente y el futuro. Deseábamos por ello que este año fuera vivido, ante todo, como un tiempo de gracia para revitalizar vuestra fe y vida cristiana personal y como la vida y la misión de vuestra comunidad parroquial, para avivar las raíces cristianas de vuestro pueblo y para anunciar la alegría del Evangelio en el seno de las familias. Además, deseábamos que fuera una oportunidad para legar a las generaciones futuras el gran tesoro de nuestra fe cristiana que se ha nutrido por generaciones a las fuentes de la devoción al Santísimo Cristo de la Junquera.
No lo olvidemos. En el centro del Centenario y de esta solemne celebración de la Santa Misa está Jesucristo, muerto y resucitado para que todo el que crea en él tenga vida eterna (cf. Jn 3, 15). Cristo Jesús es el centro y la fuente permanente de nuestra fe cristiana y vida cristiana. El Cristo de Junquera es la piedra angular sobre la que se construye vuestra comunidad parroquial. El es la esperanza que no defrauda. La revitalización de la fe cristiana y de la vida y misión de vuestra parroquia pasa necesariamente por el encuentro personal con Cristo vivo (Benedicto XVI).
3. En el hallazgo de la imagen del Cristo en la junquera por Pedro y Juan Margallo aquel 18 de enero de 1625, Chilches entendió que Cristo mismo venía a su encuentro. Uno de los hermanos fue a avisar del hallazgo a los párrocos de Chilches y Moncófar así como al Alcalde de Chilches y demás concejales. Pronto se organizó una nutrida procesión para recoger la imagen y traerla a la iglesia del pueblo, donde desde entonces es venerada con profunda devoción.
Como entonces, Cristo viene hoy una vez más a nuestro encuentro en esta bella imagen y quiere que nos dejemos encontrar por él. La imagen de María Magdalena de Moncofa, traída para esta ocasión a nuestra iglesia, nos recuerda su encuentro con Jesús resucitado y nos indica cómo ha de ser este encuentro. La Magdalena fue la primera que se encontró con Cristo resucitado y corrió a contárselo a los apóstoles, que más tarde tuvieron también la experiencia del encuentro con el Resucitado. Este encuentro fue un encuentro real con una persona viva, y no una fantasía. Fue un encuentro que tocó lo más profundo de su ser; ypasaron de la tristeza a la alegría, de la decepción a la esperanza, del miedo a los judíos a mostrarse ante ellos como los discípulos de Jesús. Toda su vida quedó transformada; todas las dimensiones de su existencia cambiaron de raíz; su pensar, su sentir y su actuar serán las propias de un discípulo del Señor. Este encuentro los movilizó e impulsó a contar lo que habían visto y experimentado; y lo hicieron con valentía, sin miedo a las amenazas, a la cárcel e incluso a la muerte. Este encuentro con el Señor resucitado fue tan fuerte que hizo de ellos la comunidad de discípulos misioneros del Señor, y puso en marcha un movimiento que nada ni nadie podrá ya parar.
El hallazgo de Cristo en la junquera resuena hoy en medio de nosotros. Esta historia no pertenece al pasado sino que es tremendamente actual. El Cristo de la Junquera vive. Y sigue viniendo a nuestro encuentro y nos ofrece la posibilidad de dejarnos encontrar o reencontrar por Él. De cada uno de nosotros se puede decir: Jesucristo -El Cristo de la Junquera- vive y te ama, Él dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte y para salvarte (cf. Francisco, EG 164). Cada uno ha sentirse interpelado por estas palabras, escucharlas e interiorizarlas hasta saberse y sentirse amado para siempre por Cristo vivo y creer en Él.
Nos dice el Papa Francisco que todos los bautizados estamos invitados y llamados en cualquier lugar y situación en que nos encontremos, “a renovar ahora mismo su [nuestro] encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque «nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor». Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos. ¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido!” (EG 3).
Como en el caso de María Magdalena y de los apóstoles, este encuentro ha de ser personal y transformador de toda nuestra vida personal y comunitaria. Un encuentro que nos lleve de nuevo a la comunidad de los discípulos de Jesús, a su Iglesia, como ocurrió a los discípulos de Emaús, cuando reconocieron a Jesús resucitado en la fracción del pan. Y un encuentro que nos movilice a anunciar a todos la buena Noticia que nos trae el Cristo de la Junquera.
Este encuentro con Cristo es posible también hoy: Cristo vive; él está entre nosotros, y nos espera en su Palabra, especialmente en la Eucaristía y en el sacramento de la Penitencia, en la oración, en la comunidad de sus discípulos, y en los pobres, en los hambrientos y sedientos, en los enfermos y necesitados, con los que Él se identifica. A él nos llevan la Mare de Déu dels Desamparats y los santos, como san Felipe Neri, patrono de La Llosa.
En el encuentro o reencuentro con Jesucristo siempre nace y renace la alegría (Francisco). Es la alegría que brota de saberse amado personalmente y siempre por Dios en su Hijo Jesucristo. Los apóstoles recobraron la alegría y el ánimo cuando se encontraron con el Señor resucitado. Ninguna tristeza, ningún dolor, ninguna contrariedad pueden quitarnos esta certeza: Cristo vive y con Él todo puede ser nuevo en mí, en nuestra Iglesia y en el mundo.
Recordemos hoy con gratitud nuestro bautismo. Es el mayor don que hemos recibido de Dios y que pide ser acogido y vivido personalmente en el encuentro diario con el Señor para ser de verdad cristianos discípulos misioneros del Señor. San Pablo nos recuerda que ser bautizados significa ser incorporados a la Pascua del Señor, pasar con Cristo de la muerte del pecado a la vida de Dios y en Dios. En el bautismo, Dios nos ha hechos sus hijos e hijas y nos ha dado la gracia inicial de nuestra futura resurrección. Por ello el mismo Pablo, nos recuerda: “Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios…” (Col 3,1).
4. Al creer en Cristo resucitado y seguir sus caminos, nuestro corazón se ensancha y comprende mejor todo lo que puede esperar: la vida eterna, la felicidad plena. Toda nuestra existencia cobra una nueva densidad. Buscando los bienes de allá arriba, aprendemos a tratar mejor la creación y a poner amor en nuestra relación con Dios y con los demás.
Como dice el Apóstol Pablo, nuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cristo es nuestra Esperanza. Ya no nos amenaza la muerte, ya no necesitamos buscar falsas seguridades por el temor a morir. Sabemos que la muerte ya no tiene la última palabra. Porque Cristo ha resucitado podemos vivir de una manera nueva, porque nuestra existencia está liberada de la esclavitud de la mentira, de la avaricia, del odio, del rencor, de la indiferencia, del desprecio y del abuso de los demás. Jesús nos ha liberado y, resucitado, camina junto a nosotros haciendo que sea posible vivir de un modo distinto, para que, como Él, pasemos haciendo el bien. Jesús victorioso nos comunica su vida para que podamos seguir su camino. El nos hace posible la entrega desinteresada al prójimo y su acogida generosa, el verdadero amor en el matrimonio y en la familia, la amistad desinteresada, el perdón y el trabajo justo, porque el pecado y la muerte ya no tienen la última palabra.
En Cristo muerto y resucitado tienen respuesta todas las inquietudes de nuestro corazón. Porque Cristo ha resucitado, el mundo no es un absurdo. Ni la persecución de los cristianos, ni las mofas blasfemas contra Dios y su Cristo, ni las injusticias, ni la corrupción de los poderosos de este mundo, ni el pecado, ni el mal, ni la muerte tendrán la última palabra, porque el Señor ha resucitado. Él está vivo y nos podemos dejar encontrar y alentar por Él. Ahí está el sentido de nuestra vida y la posibilidad de llevarla a su plenitud en el amor. Alegrémonos en este día que hace crecer en nosotros la esperanza.
5. Puede, sin embargo, que nos dejemos arrastrar por una mentalidad caracterizada por la pérdida de Dios en el horizonte de la vida de los hombres. Puede que estemos satisfechos con nuestro bienestar y pensemos que no tenemos necesidad de Dios ni de su salvación. Puede incluso que vivamos como si Dios no existiera. Puede que nos hayamos alejado de él y que reduzcamos nuestra fe cristiana a momentos puntuales de culto, sin ninguna incidencia en nuestra vida personal o ciudadana, matrimonial y familiar, cultural, social y política o en la educación de los niños, de los adolescentes y de los jóvenes.
Como ocurriera al Pueblo de Israel en el desierto, puede que también nosotros, extenuados por el camino, estemos cansados de la ‘comida’ que Dios nos ofrece para caminar hacia tierra prometida: su Hijo, Jesucristo, su Palabra, sus Sacramentos, sus mandamientos, la comunidad de los creyentes, su Iglesia. Si somos sinceros confesaremos que también nosotros con frecuencia damos la espalda a Dios. Si somos sinceros reconocemos que también nosotros intentamos saciar nuestra sed de verdad y de vida en fuentes contaminadas, incapaces de saciar nuestra sed de felicidad y de salvación.
Hoy el Cristo de la Junquera sale una vez más a nuestro encuentro, porque nos ama, dio su vida para salvarnos, y ahora está vivo cada día al lado de cada uno, para iluminarnos, para sanarnos y liberarnos, para perdonarnos y salvarnos. Cristo Jesús es la respuesta de Dios a nuestra sed de verdad, de vida, de amor, de libertad y de felicidad. No hay otra respuesta a esta sed. Cristo no nos quita nada, Cristo nos da hasta su propia vida, para que tengamos Vida. Cristo quiere saciar nuestra sed de vida, de felicidad, de libertad. Él es el Agua verdadera, no la superficial e inmediata de los valores fáciles de este mundo. Jesucristo nos ofrece el don de Dios que llega al corazón del hombre, el agua para nuestro peregrinar por el desierto de esta vida hacia la Pascua definitiva. No tengamos miedo. Abramos nuestro corazón a Cristo. El es nuestra Esperanza, la esperanza que no defrauda. Nos lo recuera en Año Jubilar recién comenzado.
6. Acudamos al Santísimo Cristo de la Junquera al estilo del pueblo de Israel, que después de haberse visto acosado por las mordeduras venenosas de las serpientes clavan su mirada ante la serpiente de bronce para verse liberados de la enfermedad. Sin este Cristo, al que amáis, vuestra vida estaría falta de sentido y falto de esperanza. Al Cristo de la Junquera encomiendo a vuestra parroquia y a todo el pueblo de Chilches: a los niños y a los jóvenes, a los matrimonios y las familias, a los mayores, a los enfermos y a los necesitados.
Que María, la Mare de Déu dels Desamparats, nos ampare en los momentos de dificultad y que Ella nos lleve a Cristo, la esperanza que no defrauda. Amén.
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón