Queridos diocesanos:
El tiempo de la cuaresma en el Año de la fe es una buena oportunidad para intensificar en nuestra vida de caridad, enraizada en la fe en Dios que es Amor. A ello nos invita el Papa Benedicto XVI en su Mensaje de Cuaresma de este año, que lleva por título: “Creer en la caridad suscita caridad. ‘Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él’ (1 Jn 4,16)”.
En efecto, la fe es una respuesta al amor de Dios, que sale a nuestro encuentro y nos busca en su Hijo, Jesucristo, para hacernos partícipes de su misma vida de comunión y de amor. La fe es un acto de adhesión personal al amor gratuito que Dios tiene por nosotros, y que implica nuestro entendimiento y también nuestro corazón. Al encontrarnos con el Señor, al adherirnos de corazón a él y al confesarlo como único Señor y Salvador, somos conquistados, transformados y movidos por el amor de Dios para ser instrumentos de ese mismo amor.
“Toda la vida cristiana consiste en responder al amor de Dios”. La primera respuesta al amor de Dios es la fe, que inicia un camino de amistad con el Señor que llena y da sentido a toda la vida, y que nos empuja a amar como él ama. Así la fe puede obrar conforme a la caridad. Si la fe es conocer la verdad y adherirse a ella, y la caridad es caminar en la verdad, mediante la fe se entra en la vida de amor con el Señor y con la caridad se vive y cultiva esa misma fe, porque él murió por todos, a fin de que los que viven no vivan más para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos (2 Cor 5,15). Es claro entonces que la fe es inseparable de la caridad, que la existencia cristiana parte del encuentro con Jesús, amor crucificado, encuentro de ojos abiertos y corazón palpitante para una vida nueva, que lleva a amar a los hermanos.
La fe y el amor al Señor nos han de llevar y ayudar a ser cercanos a las necesidades de los hombres y de la sociedad. Debemos llevar, con creatividad y pasión, el amor de Jesucristo a los hermanos, comenzando por su anuncio, que es la primera obra de caridad. Comenzamos en el amor para llegar al amor, porque una fe sin obras es como un árbol que no da frutos.
Fe y caridad en el cristiano se reclaman mutuamente, de modo que la una lleva y sostiene a la otra. La fe sin caridad será puro fideísmo y la caridad sin fe será mera filantropía o un sentimiento pasajero y a merced de la duda. La caridad es el termómetro de nuestra fe, la fe es la fuente de la caridad.
Hay que destacar entre nosotros el valor testimonial de muchos cristianos, que dedican su tiempo y su vida con amor a quien está solo, marginado o excluido, porque precisamente en esas personas se refleja el rostro mismo de Cristo. Gracias a la fe podemos reconocer en cuantos nos piden amor el rostro del Señor Resucitado: “En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 40). Es la fe la que permite reconocer a Cristo; y es su mismo amor el que estimula a socorrerlo cada vez que se hace nuestro prójimo en el camino de la vida. La caridad es el lenguaje que en la nueva evangelización, más que con palabras, se expresa en la obras de fraternidad, de cercanía y de ayuda a las personas y de la sociedad en sus necesidades materiales y espirituales
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón