Este Miércoles Santo, la Santa Iglesia Catedral Basílica de Segorbe será escenario, un año más, del tradicional Concierto de Música Sacra “Miserere”, una cita muy esperada por los amantes de la música religiosa. El concierto tendrá lugar a las 20 horas y será interpretado por la Capilla Musical de la Catedral.
Organizado por el Ilustrísimo Cabildo Catedralicio y la Capilla Musical de la Catedral, el concierto ofrecerá una experiencia única de recogimiento y belleza, con un repertorio de piezas sacras que invitan a la contemplación y al recogimiento interior. Esta cita se enmarca dentro de los actos litúrgicos de la Semana Santa segorbina.
Dada la limitación de aforo, se recomienda a los asistentes llegar con antelación para poder acceder al templo y disfrutar de esta propuesta musical que se ha convertido en un referente de la Semana Santa en Segorbe.
Catedral de Segorbe y Concatedral de Castellón – 13 de abril de 2025
****
(Is 50,4-7; Sal 21; Flp 2,6-11; Lc 22,14-23.56)
Comienza la Semana Santa
1. Con el Domingo de Ramos en la Pasión del Señor comenzamos la Semana Santa, en la que un año más celebramos los misterios santos de nuestra redención: la pasión, muerte y resurrección del Señor. Es la meta a la que nos venimos preparando durante la cuarentena cuaresmal. La alegría y la cruz sintetizan la celebración de este domingo.
Jesús entra en Jerusalén….
2. En la procesión hemos revivido lo que sucedió el día en que Jesús entró en Jerusalén montado en un pollino. Una multitud de discípulos lo acompaña con palmas y cantos, extiende mantos ante él y eleva un grito de alabanza: “¡Bendito el rey que viene en nombre del Señor!” (Lc 19,38). Jesús ha despertado en el corazón de los discípulos muchas esperanzas, sobre todo entre la gente humilde, sencilla, pobre y olvidada. Él ha sabido comprender las miserias humanas, ha mostrado el rostro misericordioso de Dios y se ha inclinado para curar en el cuerpo y en el alma. Así es el corazón de Jesús: atento a todos, entonces y hoy. Él ve nuestras debilidades, y conoce nuestros pecados. Su amor es grande. Y, así, con este amor, entra en Jerusalén. Es una escena llena de alegría y de esperanza.
Como entonces, también nosotros hemos acompañado al Señor con cantos, palmas y ramos; hemos expresado así la alegría de saber que el Señor está presente en medio de nosotros, que viene a nuestro encuentro como un hermano y amigo. Y también como rey, es decir, como faro luminoso de nuestra vida. Jesús es Dios, pero se ha abajado para caminar con nosotros. El nos ilumina en nuestro camino, nos cura y nos salva. Él es nuestra Salvación, Él es nuestra Esperanza. Este es el motivo de nuestros cantos y de nuestra alegría cristiana. La que brota de sabernos amados personalmente y para siempre por Dios en Cristo Jesús, su Hijo. Un cristiano nunca se puede dejar vencer por el desánimo. Nuestra alegría no nace de tener cosas, sino de haber encontrado a una persona, Jesús. Él está entre nosotros y con nosotros. Nunca estamos solos, incluso en los momentos difíciles, incluso cuando el camino de la vida tropieza con problemas y obstáculos que parecen insuperables, Cristo está con nosotros. Dejémonos encontrar y amar por Él. Sabemos que Jesús nos acompaña y nos carga sobre sus hombros: en esto reside nuestra alegría, la esperanza que hemos de llevar en este mundo nuestro.
… para morir en la Cruz…
3. Jesús entra en Jerusalén para morir en la Cruz. Tras la procesión de palmas nos hemos adentrado en la celebración de la Eucaristía, en la que hemos proclamado en el relato de la Pasión según san Lucas.
Jesús no entra en la Ciudad Santa para recibir los honores reservados a los reyes de la tierra, a los poderosos, a los gobernantes, a quien domina; entra para ser azotado, insultado y ultrajado, como anuncia Isaías en la Primera Lectura (cf. Is 50,6); entra para recibir una corona de espinas, una caña, un manto de púrpura: su realeza será objeto de burla; entra para subir al Calvario cargando un madero. Jesús entra en Jerusalén para morir en la cruz. Y es precisamente aquí donde resplandece su ser rey según Dios: su trono regio es el madero de la cruz.
… por amor a toda la humanidad
4. Jesús no va a la cruz obligado por fuerzas superiores a él. “Cristo se humilló, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Flp 2, 8). Buscando siempre la voluntad del Padre, Jesús comprende que ha llegado su hora. Y la acepta con la obediencia libre del Hijo al Padre y por un infinito amor a los hombres. Jesús va a la cruz por amor a nosotros; lleva nuestros pecados a la cruz, y nuestros pecados le llevan a Jesús a la cruz: fue triturado por nuestras culpas, nos dice Isaías (cf. Is 53, 5).
Jesús toma sobre sí el mal, la suciedad, el pecado del mundo, también el nuestro, el de todos nosotros, y lo lava. Lo lava con su sangre, con la misericordia, con el amor de Dios. Cuántas heridas inflige el mal a la humanidad hasta el día de hoy. Guerras y violencias de todo tipo, la sed de dinero y el afán de poder, la corrupción, las divisiones, los crímenes contra la vida humana como los abortos o la eutanasia, y contra la creación. Y también nuestros pecados personales: las faltas de amor y de respeto a Dios, a nosotros mismos, al prójimo y a toda la creación.
La pasión de Jesús continúa en el mundo actual. En su pasión están presentes los sufrimientos y los pecados de toda la humanidad. Cristo, aunque no tenía pecado, tomó sobre sí lo que el hombre no podía ni puede soportar: las injusticias, el mal, el pecado, el odio, el sufrimiento y, por último, la muerte. En Cristo, el Hijo del hombre humillado y sufriente, Dios ama, perdona y salva. En la cruz, el Hijo de Dios nos reconcilia con Dios y con los hermanos, y restablece la comunión de los hombres con Dios y de los hombres entre sí. La cruz es el abrazo definitivo de Dios a toda la humanidad. Desde ese abrazo de Cristo en la cruz, el mal, el pecado y la muerte no tienen la última palabra. La última palabra la tiene el amor y la vida de Dios. La cruz ha roto las cadenas de nuestra soledad y de nuestro pecado, y ha destruido el poderío de la muerte. Jesús, en la cruz, siente todo el peso del mal, y con la fuerza del amor de Dios lo vence, lo derrota en su resurrección. Este es el bien que Jesús nos hace a todos en el trono de la cruz. La cruz de Cristo, abrazada con amor, nunca conduce a la tristeza, sino a la alegría, a la alegría de ser salvados, para amar como Él nos ha amado.
La Semana Santa nos invita a acoger este mensaje de la cruz. Al contemplar a Jesús, el Padre quiere que aceptemos seguirlo en su pasión, para que, reconciliados con El en Cristo, compartamos con Él la resurrección.
La Semana Santa: expresión de nuestra fe cristiana
5. Como cada año, estos días santos nos conducen al centro de nuestra fe: a Cristo Jesús y su misterio Pascual. Este es el centro de todas las celebraciones de esta Semana Santa, en la liturgia y en las procesiones. Celebremos estos días con fe y recogimiento. En ellos se hace presente lo más grande y profundo que tenemos y creemos los cristianos. Que nuestra participación en las celebraciones renueven y acrecienten nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor. Así se lo pido a María que supo estar al lado de su Hijo Jesucristo. Que Ella, como buena Madre, nos ayude a ser fieles seguidores de su Hijo. Amén.
El campanario de la Catedral de Segorbe, desde bien antiguo, siempre ha suscitado y despertado la admiración de todos los viajeros que hasta la ciudad episcopal llegaban a lo largo de los siglos, así como estudios de referencia [Llorens Raga, 1965]. La panorámica de la ciudad, como en la actualidad, resulta imponente al asociar al núcleo urbano la trama de las poblaciones vecinas, Altura y Geldo, creando una sensación de gran urbe, de magnífica representación simbólica de ciudad ideal, a la manera de la Jerusalén celestial, coronado por sus dos colinas de San Blas y Sopeña y, en medio del paso, conformando la cima de la pirámide visual, la medieval impronta de la torre de la Seo. A sus costados, como buena ciudad episcopal, de clérigos y religiosos, se fueron organizando el resto de edificios con el paso de los años. Franciscanos, jesuitas, dominicos, agustinas, mercedarios, etc., testimonios pasados del monacato local y Tebaida. Grandes edificios por encima de un caserío ceñido por el corsé de las murallas que venían a sacralizar, cual ínsula, todo el espacio civil, también ducal, de la localidad.
Desde sus casi cuarenta metros de altura, fue punto defensivo y atalaya de vigilancia sobre el Camino Real de tiempos del Conquistador, orientando su planta irregular en esviaje, sobre el cercado defensivo, hacia el tránsito diario de trasiego de mercaderías y pasajeros, en tiempo de paz, o hacia los peligros que por ella transitaban, en tiempos de guerra.
Desde el principio de su existencia, dado el carácter inestable de la propia sede en sus primeros momentos, nuestra torre adquirió una apariencia de fortaleza. Su planta trapezoidal, sus bloques de sillería, el medieval aspecto de sus cuerpos más antiguos, con la presencia de aspilleras y troneras para la iluminación del caracol que subía desde el claustro y para, eventualmente y era el caso, defensa de la plaza. Además, con sus toques de campanas y repiques, como torre mayor, marcaba principio y final de volteos generales, de oración, de guerra, cierre de puertas de la muralla, entre otros.
Algunos autores han destacado la gran influencia que tuvo la figura de San Juan de Ribera y su Colegio, así como los prelados «riberistas», en el ámbito religioso valenciano y segorbino, influenciando en la introducción de elementos a la postre trascendentales, como las primeras capillas trasagrario, en la iglesia de San Martín (ca. 1620), la primera cúpula con teja vidriada de la diócesis, en la capilla de Comunión de la Catedral [Montolío-Olucha, 2002], o en la revitalización de las torres campanario con la incorporación de los grandes volteos pues, hasta el momento, las campanas bandeaban u oscilaban a la manera europea o romana; maneras que, en Segorbe, se comenzaron a implantar lenta y progresivamente, para imponerse a finales del siglo XVIII, en tiempos ilustrados [Llop].
El pequeño acceso original de dovelas ojivales, a los pies del primer torreón, se conserva en su ubicación original hacia el interior, mirando al este, en el rincón conformado con el antiguo paramento mural intramuros rico en marcas de cantería [Fababuj, 2006], aproximadamente a la altura y nivel del coro actual, a los pies del templo, por donde cruzaba un gran arco de la muralla hasta la renovación del edificio, a partir de 1791. Oculto por las obras posteriores, que cambiaron la entrada primitiva a unos metros más arriba, desde la calle, todavía puede observarse a los pies de la primitiva estructura descendiendo, no sin cierto peligro, por los antiguos fundamentos y pasadizos de la construcción.
La obra del antiguo campanar parece que se concluyó hacia mediados del siglo XV. Hacia 1439 se presume se colocaba un reloj de sol en su fachada y, hacia 1457, se realizaban obras para la protección de otro, posiblemente mecanizado, que había sido capitulado por la ciudad y el obispo, fue finalmente pagado por el prelado Bartolomé Martí, de la familia Borja, en 1486, con la cantidad de 15 libras [Corbalán, 2016], con la participación de los maestros de obras Bartolomé Tahuengo o «Castellar» y su yerno, un tal «Mestre Martí», acompañados de otros picapedreros de origen vasco, tal como refleja el «Llibre de Fàbrica de la Seu» [ACS, 364]. Según parece, dichas obras no fueron muy satisfactorias. Examinadas por el maestro Figueres, éste dictaminó que las pilastras de dicha edificación, asentadas sobre la bóveda de la torre, amenazaban ruina inminente, pudiendo dañar irremisiblemente el cuerpo de campanas. De esa manera, se le paga a un vizcaíno para derribar lo realizado. La capilla de Santa Bárbara, de gran devoción medieval en Segorbe, con su altar, beneficio y restos de policromía, emplazada en la parte superior del primer cuerpo, citada ya en el cuatrocientos, es buen testimonio de la antigüedad de este primer tramo del edificio; como anécdota, en 1669 se rehacía la campana de Santa Bárbara.
En el Libro de Fábrica de la Seo consta una gran cantidad de dinero de obra ejecutada, seiscientas libras, en la «sumidad» o extremo superior del campanar, en tiempos del obispo agustino Juan de Muñatones (1556-1571), que fue ejecutado en 1567 a cargo de doscientos sesenta y seis sueldos y ocho dineros de Artal de Alagón [ACS, 365. Montolío, 2014].
«Item responde a don Artal de Alagon docientos sesenta y seis sueldos y ocho dineros los quales vendieron y cargaron los administradores de fabrica por precio de seicientas libras que sirvieron para edificar la sumidad de la torre del campanario, consta por auto recibido por Pedro de la Canbra notario en 14 de abril de 1569.»
Es muy probable que todo este ingente gasto se destinase al acondicionamiento del cuerpo de campanas tardo medieval incorporando un posible «remate» o chapitel en su parte alta, quizá una conclusión en piedra piramidal u octogonal con tejado cónico y en su extremo superior sobre la terraza, a la manera de los campanarios realizados posteriormente en Albarracín, Puebla de Valverde o Viver. Una tipología desarrollada a lo largo de la antigua diócesis y territorios limítrofes entre los siglos XVI y XVII bajo la tutela de maestros cántabros y franceses [Montolío, 2024].
No obstante, poco después, constatamos la participación de la torre en diversas tradiciones, como su iluminación con la quema de candelas de pólvora en cazoletas de barro en la víspera o la «enfarolada» de la festividad de San Pedro en 1593 o 1605 [ACS, 365]. Unas luminarias que, con motivos especiales, también solían hacerse, como acontecería en la entrada de las reliquias de San Valeriano o el nacimiento de Luis, hijo del duque de Segorbe, en 1667 [ACS, 315]. La primera mitad del seiscientos vio una acusada intervención arquitectónica en la Seo, cambiándose la puerta de madera de acceso a la escalera de caracol del campanar en 1622, un constante y profuso gasto en el nuevo órgano, campanas y capilla de la Comunión del año 1634 [ACS, 365].
En cuanto al cuerpo superior, actual de campanas, éste se erigió sobre la terraza del anterior, derribando la estructura que en aquel lugar se habría realizado en tiempos del obispo Muñatones. De hecho, la presencia constante en la documentación del arquitecto barroco Mateo Bernia, autor de la portada principal de la Seo (1671) [Montolío-Simón-Albert, 2020], con la que comparte una gran afinidad técnica en el trabajo de cantería y acabados murales, hacen plausible pensar en una posible intervención del maestro en su construcción, hacia 1653-1660 [ACS, 371]. Una documentación de fábrica muy rica, donde son muy habituales los gastos y justificantes relativos al campanario y el mantenimiento de sus campanas desde el siglo XV hasta la actualidad. Es destacable que la campana gótica de las horas, declarada Bien Mueble de Interés Cultural de la Comunidad Valenciana en 2019, fue fundida en 1659, en este tramo cronológico, en el que también encontramos el pago «despertador» al relojero Gabriel Rovira.
Una obra de siglos que se remataría, de alguna manera, con la construcción del chapitel neoclásico, bajo la dirección de Mariano Llisterri, para la campana de las horas, realizado en tiempos del obispo Alonso Cano Nieto, en 1780 [ACS, 372. Montolío, 2021]. La importancia de la cita queda asentada con la redacción de una especie de ceremonial en 1783, donde se detallaba el jornal y las funciones del campanero, así como de la revisión del acceso al mismo [ACS, 597]; ya en 1681, una prefiguración de dichas condiciones las encontramos en la posesión de Esteban Campos del oficio de Campanero de la Catedral. En 1770, un acuerdo capitular venía a determinar cuando se debían realizar los toques en las fiestas de la ciudad [ACS, 595].
En 1913, se nombraba a Andrés Ibáñez Morón campanero, a petición de su progenitor y anterior responsable en el cargo. En 1918, se cambiaba de hora el reloj y se acordaba que los rezos de coro del Cabildo se realizaran según la hora de luz natural. También, poco más tarde, se decidió que los toques se efectuaran según la oficial. En 1921, el Cabildo decidía aislar el campanario del resto de la Catedral, abriendo una entrada aislada propia. Al año siguiente se hacían ensayos de telefonía en el mismo, con previa instalación de cables de cobre. En 1985, la Asociación Amigos de las Campanas, solicitaba al Cabildo poder restaurar los volteos tradicionales en la Catedral, lo cual se concedía, circunstancia que continúa en la actualidad, atendiendo a la conservación de la antigüedad sus toques como bien de interés cultural inmaterial, como fue declarado por Decreto 111/2013 de 1 de agosto, del Consell, junto a los realizados en la iglesia parroquial de Albaida, el campanar de la vila de Castellón de la Plana y la Catedral de Valencia.
Aunque no es este escrito pensado para hablar de las campanas de la Seo, cuya riqueza histórica intentaremos abordar en un futuro, estas son Santa Lucía (1749), Ave María (1918), San José (1790), Santo Ángel Custodio (1964), Virgen de la Esperanza (1941), Inmaculada Concepción (1964), el Señor y San Mauro (1941), Nuestro Señor (1941), campana de los cuartos (1968) y campana de las horas (1659). Ojalá el numero de ellas, gracias al Cabildo Catedral y a los Amigos de las Campanas, vaya aumentando en «peso», conforme a la gran importancia religiosa, histórico, artística y cultural, de un conjunto propio de catedral, bien inmaterial de la humanidad, que ha marcado la vida de la sede y su diócesis durante siglos. El faro de la Seo es el verdadero corazón de la ciudad, mensaje, aviso, plegaria, evocación y recuerdo. Su latido es dilatado, global, cordial, espiritual y acogedor.
Este lunes, el Obispo de Segorbe-Castellón, Mons. Casimiro López Llorente, presidió la solemne Eucaristía de la Epifanía del Señor en la Catedral de Segorbe.
A la luz de la Palabra proclamada, el Obispo, durante su homilía destacó el significado profundo de esta fiesta: la manifestación de Jesús como la luz de los pueblos y el amor encarnado de Dios para toda la humanidad.
En su mensaje, D.Casimiro recordó que la Epifanía no solo celebra la visita de los Magos de Oriente, sino que engloba diversos momentos en los que Dios se da a conocer: primero a María y José, después a los pastores en Belén, y finalmente a los pueblos de la tierra, representados por los sabios de Oriente. “Toda la Navidad es una manifestación del Hijo de Dios, del amor de Dios encarnado para la humanidad”, expresó.
El Obispo subrayó cómo la estrella que guió a los Magos simboliza la luz del amor de Dios, que atrae hacia Él a quienes están dispuestos a recibirlo con humildad. Comparó la actitud de los pastores y los Magos con la de quienes, cerrados al mensaje divino, se niegan a acoger el don de Dios. En este contexto, mencionó los desafíos actuales, como el materialismo, la búsqueda del poder y las tendencias que intentan silenciar el sentido trascendente de la Navidad.
Mons. Casimiro López Llorente invitó a los fieles a seguir el ejemplo de los Magos, quienes, tras encontrarse con el Niño Jesús, “regresaron a su tierra por otro camino”, simbolizando un cambio de vida transformado por el encuentro con Dios. “La Epifanía nos invita a ponernos en camino hacia el Señor, a dejarnos iluminar por su luz, a ser testigos de su amor y a vivir con esperanza el destino que nos ha preparado: ser hijos de Dios en su Hijo Jesús”, afirmó.
Al concluir, exhortó a todos a renovar su encuentro personal con Cristo como fundamento de la alegría y la esperanza cristiana. D. Casimiro pidió que, al igual que María, los fieles mediten en su corazón los misterios celebrados durante la Navidad y los traduzcan en un testimonio vivo de fe en su día a día.
La celebración contó la participación de la comunidad parroquial, que vivieron con recogimiento esta solemnidad que marca el fin del tiempo litúrgico de la Navidad.
La música como expresión de fe y comunión protagonizó anoche un evento único en la Catedral de Segorbe: el primer concierto de coros parroquiales de la Diócesis de Segorbe-Castellón, una iniciativa promovida por el Obispo, D. Casimiro López Llorente, para resaltar la riqueza musical de nuestra Diócesis, que surgió tras el éxito del Festival Ecuménico de Villancicos que se celebró en el mismo escenario en diciembre de 2022.
El concierto contó con la participación del Coro de la Capilla Musical de la Catedral, dirigido por D. David Montolio, y el Coro de Cáritas Diocesana, bajo la dirección de D. Pedro Quiralte. Ambos coros ofrecieron un repertorio que fusionó tradición y espiritualidad, destacando piezas de música sacra y una selección de villancicos que evocaron, como dijo nuestro Obispo, «el verdadero sentido de la Navidad: celebrar el nacimiento del Salvador y acoger la Buena Noticia».
La música como instrumento de evangelización En su intervención, D. Casimiro López Llorente expresó su gratitud por el esfuerzo y dedicación de los coros participantes, destacando que este evento no solo es un reconocimiento a la calidad artística de las formaciones musicales, sino también un medio para animar a otros coros parroquiales a sumarse en futuras ediciones.
El canto es una oración hecha música que eleva nuestras almas hacia Dios. En este sentido, el concierto fue una oportunidad única para poner en valor la riqueza musical de nuestra Diócesis y para inspirar a otros coros parroquiales a participar en esta iniciativa. En el contexto de la Navidad, los villancicos son una manifestación maravillosa de cómo la música «nos ayuda a vivir el verdadero sentido de esta celebración: la alegría del nacimiento de Jesús”, afirmó el Obispo.
Un encuentro de voces y corazones El Coro de la Capilla Musical de la Catedral interpretó obras clásicas del repertorio sacro que resaltaron la solemnidad de la Catedral, así como algunos villancicos populares. Muy emotiva fue la interpretación de Alba Gil, de Altura, y alumna de D. David Montolio, que interpretó un magnífico solo de un villancico irlandés. Por otra parte, el Coro de Cáritas Diocesana ofreció interpretaciones cargadas de emotividad y esperanza, recordando su misión de servicio a los más vulnerables. El momento más destacado llegó al final, cuando ambos coros interpretaron conjuntamente el Ave Verum de Mozart, dirigidos por D. David Montolio; y Adeste Fideles, dirigidos por D. Pedro Quiralte, que arrancaron la ovación del numeroso público asistente.
Una invitación para el futuro El éxito de este primer concierto ha sentado las bases para que esta iniciativa se consolide como una tradición diocesana. El Obispo hizo un llamamiento a los coros de las diferentes parroquias para que participen en futuras ediciones, subrayando que este tipo de encuentros no solo enriquecen la vida cultural y espiritual de la Diócesis, sino que también fortalecen los lazos de comunión entre las comunidades.
El evento concluyó en un ambiente de alegría y gratitud, demostrando que la música es una poderosa herramienta para transmitir el mensaje de fe y esperanza que nos trae la Navidad. Así, la Diócesis de Segorbe-Castellón reafirma su compromiso con la promoción de la música litúrgica como medio de evangelización y celebración comunitaria.
«Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá luz de vida» (Juan 8, 12).
Muy pocas veces, al entrar en un espacio sagrado, nos fijamos en la trascendencia artística e histórica, religiosa y comunicativa, que presentan esos espectaculares vidrios narrativos instalados en el interior de un edificio tan impresionante como el de una catedral. Unas ejecuciones que, por su ubicación delicada en el cierre de los edificios, ha estado siempre muy expuesta a las pérdidas, ataques y alteraciones de su conservación por la climatología, guerras, expolios, etc. La labor del vidriero, ante tales circunstancias, fue siempre la de creación artística, restauración y mantenimiento y conservar en lo posible su obra para el futuro, con el empleo de un lenguaje muy personal y propio. Siempre con una paleta de colores muy limitada a las propias materias naturales y una técnica de plasmación del boceto y cartón opaco a uno traslúcido.
Conocemos el desempeño de estos elementos en el templo, vidrio y fuego, desde tiempos medievales, afán de sus promotores de alcanzar la inmortalidad a través de una técnica y un material extremadamente frágil, que eran un soporte completamente diferente, en modo e intensidad, activando desde el exterior unas imágenes de esencia traslúcida que eran vislumbradas al interior en su mayor riqueza de luz y color, enriqueciendo el espacio litúrgico en diferentes tonalidades según la hora del día o de la noche. Una sensación que, al igual que en la actualidad, asombraba y cautivaba a los fieles, ilustrando su retina e introduciéndolo en la trascendencia. La hermosura del trabajo exquisito del artista en cristal teñido, la fascinación de los rayos solares dorados transfigurados en efectos cromáticos de su paleta de colores sin fin, añadían al repertorio de los relatos y ornamentaciones una impresión divina.
En ese ambiente de mirada encendida, la vinculación espiritual con Dios, los personajes sagrados, las Sagradas Escrituras y demás pasajes de la vida de los santos, la impresión velada de lo trascendente, a través de la mirada, directamente compungía el corazón de toda la comunidad.
Entendida la excitación y emociones que provocaba la contemplación de estos bellos paneles, podemos entender cómo la mayoría de los templos con recursos procurasen instalar estos divinos diseños en los ventanales abiertos en sus muros, en muchos casos sustituyendo la piedra de luz o alabastro, comprendemos la expansión de estos «admirandarum vitrearum operarios» y su arte, de tierras septentrionales a meridionales, por todo el continente europeo del siglo XII.
Si bien el tratado de Sebastiano Serlio (1537-1551), en su Tercero y Quarto Libro de Arquitectura, ya apostaba por el uso de vidrieras geométricas y no decorativas, el gusto clasicista de tiempos tardomedievales, renacentistas y barrocos se inclinaba por el de las vidrieras translúcidas, el impacto modernista de los albores del siglo XX inclinaba la balanza hacia las decorativistas o historicistas, tal y como hoy podemos contemplar en la seo segobricense. La principal diferencia entre ambas era, como es de suponer, el tratamiento de la luz.
«A este respecto, puede afirmarse que, en España, hasta las últimas décadas del siglo XVI, la iluminación coloreada y cambiante que proporcionaba un sentido oscurecido y trascendente a los interiores funcionó como una idea general de la arquitectura. En las catedrales españolas, frente a la iluminación diáfana propia de las iglesias del Renacimiento italiano, este sistema de iluminación medieval creado por las vidrieras permaneció con independencia del carácter gótico o renacentista del continente arquitectónico» [Nieto Alcaide, 2011].
León Battista Alberti, en su «De re aedificatoria»(1485), recomendaba el empleo de ventanales altos en los templos, para no reflejar el transitar diario de las gentes y evitar así, mirando a los cielos, cualquier tipo de distracción del fiel en medio de sus meditaciones. Además, en esta línea, el Concilio de Trento, en sus Instructiones Fabricae et Supellectilis Ecclesiaticae (1577) del cardenal San Carlos Borromeo, se propiciaba una iluminación conveniente e idónea de las iglesias, con ventanas selladas por cristales transparentes.
Por todo el mundo son conocidos los hermosos repertorios del siglo XV, en seos como la de León, y del XVI, en catedrales como Segovia, Salamanca, Pamplona, Sevilla o Granada, muchas veces fruto de la colaboración entre pintores que creaban y trazaban sus modelos y vidrieros que los ejecutan sobre el cristal, adaptando los diseños originales a las posibilidades físicas del material. Si bien, es cierto que el templo segorbino no tenía la presencia arquitectónica de aquellas, también son constatables las intervenciones de maestros vidrieros en la decoración de sus ventanales.
Desde tiempos medievales, la mayoría de vidrieros poseían su propio taller, con sus operarios y aprendices, realizando las obras en taller o estableciendo un obrador provisional a pie de obra durante los trabajos propios. Sin embargo, por la excepcionalidad de su labor y de la búsqueda incesante de faena, podríamos decir que la práctica mayoría de maestros solían ser itinerantes, como lo eran canteros o escultores. De ahí la presencia de artífices del norte en muchos de los proyectos, aportando todas las innovaciones en este campo que se iban produciendo e introduciendo, incluso, muchas de las corrientes estéticas que marcaron nuestra particular historia del arte. Los materiales que solían llevar consigo estos obradores solían ser vidrios blancos, grisalla, amarillo de plata y sanguina, empapados de colores o esmaltados, punzones, vidrios de ciba, hilo de conejo para las redes de protección, cartones preparatorios, etc.
Esta importante impronta de vidrieros extranjeros resulta, si cabe, más evidente aun al estudiar el particular y pequeño caso de la Catedral de Segorbe y de las pocas noticias que se pueden localizar. Es bien conocida la altiva presencia de los ventanales góticos de la nave, conservados muy fragmentariamente en el lado de la Epístola, visibles desde el claustro alto y reconstruidos en la maqueta de Carlos Martínez (2001).
Si bien encontramos en los libros de fábrica de la Seo [ACS, 365] pagos diversos a vidrieros para cristales del viril o lámparas para la Iglesia, como el de tres sueldos realizado en 11 de diciembre de 1578 a Juan de Ríos por unas «llantias y llantieros», por unas piedras para la realización de la vidriera de la capilla de San Miguel en 1604 [ACS, 376], a Joan Ramo por el mismo motivo, presente en las cuentas de fábrica de 1605-1606, pronto hallamos más entregas de dinero a maestros especializados del ramo, como al francés Pierriz o Pierre, en 1609 y 1610-1611, adobando, entre otras cosas, las lámparas del altar mayor [ACS, 371] o a Joan Maran, en las cuentas de 1619-1620, en tiempos de reformas del obispo Ginés de Casanova (1610-1635) en la Catedral, como la construcción de la Capilla de la Comunión [Montolío-Olucha, 2002].
No obstante, no dejan de ser más anecdóticas respecto a las noticias conservadas a partir de mediados del siglo XVII, coincidiendo con la barroquización del templo catedralicio, propiciado por el obispo mercedario José Sanchis (1679-1694) y Catalina de Aragón, duquesa de Segorbe [Montolío-Vañó, 2021], en manos de los arquitectos del equipo de Pérez Castiel, Francisco Lasierra y Mateo Bernia [Montolío-Simón-Esteve, 2020]. Ya en todas las cuentas citadas, a partir de 1659, resultaban muy evidentes los pagos de hierros para las vidrieras del templo, indicadores de la actividad ingente de la fábrica de vidrio tintado para el primer templo de la diócesis.
Un tiempo en el que encontramos citados a muy diversos artesanos del ramo, como a los franceses Paulo Garrigues o Jacobo Palmier, habitantes en Torres Torres y Santa Eulalia de Teruel respectivamente, o Joan Bovila y Antón Morana, ambos de Segorbe, en 1635 [ACS, 918]. También al galo Pedro Landich, vecino de la ciudad en 1669 [ACS, 1079] o José Las Escuras, también de la nación vecina y habitando en la localidad [ACS, 1111].
Durante la renovación ilustrada de la Catedral entre 1770 y 1816 [Montolío, 2021], podemos reconocer el trabajo del vidriero Isidro Robles, además de la importancia que se da a estos trabajos, habida cuenta que se pide que se guarden las vidrieras antiguas del tramo del lado del Evangelio de la catedral que da a Palacio Episcopal, sustituidas por alabastros: «Con motivo de quitar las bidrieras del lienzo de Yglesia que cae al Palacio, subrrogando en su lugar piedras de luz, se comisionó al Señor Tesorero, para que custodiadas bajo su direccion se les pueda dar el destino, que convenga en su caso» [ACS, 599]. Poco tiempo después, en 1820, Vicente Marzal componía las vidrieras del Palacio Episcopal [ACS, 373]. No obstante, de la época de la renovación, aun podemos encontrar bellísimos ejemplos conservados, unos, en la antesacristía, y otros resguardados en los almacenes del museo; vidrieras multicolores emplomadas de carácter geométrico modulares típicas de ese momento histórico.
Sin embargo, a lo largo del siglo XIX, se apreciará un progresivo aprecio por el arte de la vidriera y su recuperación, iniciado en los comentados encargos para la Seo. Un trabajo que aunaba el conocimiento de la ciencia, técnica e historia del arte en un contexto de restauración, -como el de la recuperación de la Catedral de León-, puesta en valor de la vidriera y realización de otras nuevas [Viollet-le-Duc, 1868], devolviendo al templo cristiano la imagen de un idílico sueño, recuperando el aspecto primitivo que tuvo o que tenía el propósito de tener y no alcanzó a realizar. Todavía se requería, bastante habitualmente y pese a todo y para pequeños encargos, a talleres franceses y alemanes, en un momento en que este arte funcionaba de una manera inseparable con la arquitectura.
Era tanto el celo que el Cabildo tenía por la conservación de las vidrieras de su Catedral, que el tres de enero de 1917 adoptaba la decisión de proteger con una estructura de madera y metal las vidrieras en el coro [ACS, 612]. Tras la guerra civil de 1936, el conjunto de las vidrieras del templo quedó muy dañado [Carot García, 1949]. Regiones Devastadas, ocupada en la rehabilitación del templo, del conjunto de las ubicadas en el citado coro, tuvo que restaurar la central de la Virgen de los Ángeles y construir de nuevo las laterales, con la imagen de Santa Cecilia y San David Rey y Profeta; desechándose otros bocetos magníficos del maestro interviniente Vicente García Simón, como el de la Epifanía del Señor, conservado en la colección Zafón-Garnes de Segorbe. La vidriera central de la Virgen, preciosa obra capital decimonónica del arte de la vidriera, debe ser atribuida a uno de los artistas catalanes más importantes de su tiempo, Enric Monserdá Vidal (1850-1926), que acabaría siendo el director artístico del taller de la Casa Amigó, activa para clientes como el arquitecto Joan Martorell i Montells (1833-1906) y en multitud de obras variadas durante su actividad profesional, cuyo papel fue básico para la evolución de la técnica de la cristalería artística durante el siglo XIX hasta el modernismo, hasta 1920. Sabemos que el artista hizo cartones para las catedrales de Lugo, Segorbe y Barcelona, monasterio de Montserrat, Santa María del Mar, San Agustín y los Jesuitas de la ciudad condal, la sala de sesiones de Santa Cruz de Tenerife y el Salón de Ciento del Ayuntamiento de Barcelona [Rodríguez Codolá, 1944]. De la impresionante serie de ventanales de la nave, construidas unos años antes, la Unión de Artistas Vidrieros de Irún restauraba las imágenes del Santo Ángel Custodio, San Francisco de Asís, San José, San Gregorio Magno, San Andrés, San Ambrosio y San Agustín y realizaba, ex novo, la de San Ramón Nonato y San Andrés.
Por desgracia, hoy en día, muy pocos se fijan en todas esas frágiles maravillas que tamizan la luz que viene de lo alto en la Catedral de Segorbe, escenario de la metáfora sagrada donde la vidriera ha estado presente durante siglos. A pesar de la introducción de nuevas técnicas y materiales en polvo de vidrio más baratas hacia el año 2000, no siempre muy estéticas ni apropiadas, inundando muchas iglesias valencianas y españolas, en nuestra diócesis, en las últimas décadas, su lenguaje único ha recuperado la importancia y la calidad que tuvo en el pasado con algunas obras grandiosas, como la gran vidriera horizontal de hormigón del Mater Dei de Castellón (1961-1966), proyectada por el arquitecto Luis Cubillo de Arteaga (1921-2000) y realizada por Arcadio Blasco (1928-2013) [Albert-Bonet-Montolío, 2014], las clásicas e imponentes de la Concatedral de Castellón, obras de Carlos Muñoz de Pablos, o la pequeña y magnífica de la Capilla de la Casa Sacerdotal de Castellón de los talleres catalanes Bonet, entre otras.
La Diócesis de Segorbe-Castellón ha dado inicio al Jubileo de la Esperanza este domingo, 29 de diciembre, día en que la Iglesia celebraba la fiesta de La Sagrada Familia, con dos solemnes Eucaristías que estuvieron presididas por el Obispo, Mons. Casimiro López Llorente. Este acontecimiento marca el inicio de un tiempo de gracia, reconciliación y renovación espiritual que se extenderá hasta el 28 de diciembre de 2025, en sintonía con el Jubileo Ordinario convocado por el Papa Francisco.
En ambas celebraciones, el Pueblo de Dios de Segorbe-Castellón estuvo representado por el conjunto de los fieles, pero también por los representantes de las principales instituciones políticas, así como por diferentes Cofradías, movimientos de la Iglesia, realidades eclesiales y apostolados parroquiales que hicieron visible la fe de Segorbe-Castellón.
La jornada comenzó en Castellón, con una ‘estación’ a las 11:30 h en la Iglesia de la Purísima Sangre. Desde allí, los fieles participaron en una peregrinación hacia la Concatedral de Santa María, donde se celebró la Eucaristía de apertura. Por la tarde, las celebraciones continuaron en Segorbe, con una ‘estación’ a las 18:00 h en el Seminario y una peregrinación hacia la la S.I. Catedral, culminando con otra solemne Eucaristía. La apertura del Jubileo supone el inicio de un Año Santo, acogido como un don de Dios.
Las celebraciones eucarísticas se configuraron, en ambos casos, como una Misa estacional que incluyó un signo especial: la peregrinación hacia la Concatedral (en Castellón) y hacia la Catedral (en Segorbe), expresando el camino de esperanza del pueblo peregrino tras la cruz de Cristo. Este rito se desarrolló en tres momentos:
La reunión de los fieles en la Iglesia de la Purísima Sangre de Castellón y en la Capilla del Seminario Diocesano de Segorbe desde donde partieron las peregrinaciones.
La propia peregrinación, que se celebró bajo la guía de la cruz y en oración, cantando las letanías de los santos.
La Entrada en el templo, que simboliza a Cristo como única entrada a la salvación.
Previo a la celebración de la Misa como punto culminante del rito de apertura del Jubileo y, una vez alzada la cruz en el umbral de la puerta de la Concatedral y de la Catedral, la comitiva hizo parada en la pila bautismal para celebrar la conmemoración del Bautismo que nos recuerda el momento en el que entramos a formar parte de la vida cristiana. Así, el Obispo de Segorbe-Castellón, roció con agua bendita a los fieles como recordatorio del Bautismo, que nos une a Cristo y nos llama a la santidad.
La celebración de la Eucaristía, centro de toda la vida cristiana para la Iglesia, universal y local, y para todos los fieles individualmente, comenzaba con la entrada solemne del Obispo y sacerdotes concelebrantes, precedidos por la cruz procesional, el evangeliario.
Ya la monición inicial invitaba a los fieles a contemplar el misterio de la Encarnación y a acoger este Jubileo como un tiempo de renovación espiritual y comunitaria. En Segorbe, Iglesia Madre de nuestra Diócesis, el Cristo de la Cofradía de La Santísima Trinidad, presidió la celebración.
Un Año Santo para todos
Tras la litrugia de la Palabra, Mons. Casimiro López Llorente, destacó en su homilía el profundo significado de este Año Santo, invitando a los fieles a un encuentro vivo y personal con Cristo, fuente de salvación, perdón y esperanza.
Siguiendo el deseo del Papa Francisco, el Jubileo será celebrado en todas las iglesias diocesanas, permitiendo que los fieles, incluso aquellos que no puedan peregrinar a Roma, accedan a las gracias jubilares. En este sentido, el Obispo subrayó que este tiempo especial está destinado a revitalizar la esperanza de los cristianos y fortalecer su compromiso con el mensaje del Evangelio.
Un Año Santo para todos
Contemplar, confesar y actuar
D. Casimiro exhortó a los fieles a adoptar tres actitudes fundamentales durante el Jubileo: contemplar a Cristo, confesar su esperanza y actuar con amor. Mons. Casimiro López Llorente recordó la importancia de la contemplación, especialmente durante el tiempo de Navidad, como una oportunidad para renovar la fe al contemplar al Niño Dios en Belén.
Coincidiendo con la Fiesta de la Sagrada Familia, el Obispo resaltó que el nacimiento de Jesús en una familia humana refleja el amor y la comunión divina. En este contexto, enfatizó que la familia, según el plan de Dios, es un icono del amor eterno. También subrayó que la dignidad de todo ser humano se proclama en Navidad, recordando que Dios se hace hombre en Jesús para redimir y dignificar a la humanidad.
Una esperanza activa y solidaria
El Obispo instó a los fieles a ser signos tangibles de esperanza a través de acciones concretas. Pidió especialmente a los fieles a trabajar por la paz, cuidar la vida desde la concepción hasta su fin natural, apoyar a los jóvenes, acompañar a los privados de libertad y a los más necesitados, y practicar las obras de misericordia. «No hay esperanza sin ejercicio concreto de la misericordia», afirmó.
María, Madre de la Esperanza
Mons. Casimiro López Llorente, concluyó su homilía recordando a la Virgen María como modelo de fe y esperanza. «María nos muestra que la fe es nuestra victoria porque todo es posible al que cree», señaló, invitando a los fieles a mirar a María como guía en el camino de conversión y esperanza que el Jubileo propone.
Con esta celebración, la diócesis de Segorbe-Castellón inicia un camino de gracia y renovación, alentando a sus fieles a profundizar en su fe y a ser testigos activos de la esperanza que Cristo trae al mundo.
Templos jubilares y eventos especiales
Durante el Año Santo, tal como dio a conocer nuestro Obispo a través del Decreto sobre las Disposiciones Diocesanas para el Jubileo 2025, publicado el pasado mes de noviembre, se han designado templos jubilares donde los fieles podrán ganar indulgencias: la Catedral de Segorbe, la Concatedral de Castellón, la Basílica del Lledó, la capilla del Centro Penitenciario Castellón I y la capilla del Centro de Acogida San Pascual en Vila-real. Además, se celebrarán eventos especiales, como el Jubileo de la Infancia el 22 de febrero, el de las Familias el 8 de marzo, y el de los Jóvenes el 5 de abril.
Un Tiempo de Esperanza
El Jubileo de la Esperanza es una invitación a reavivar la fe y la confianza en el amor misericordioso de Dios. En un mundo marcado por tensiones y retos, este año santo nos llama a vivir en reconciliación, paz y esperanza. Como dijo el Papa Francisco: “La esperanza no defrauda porque está fundada en el amor de Dios, misericordioso y fiel”. Con este Jubileo, la Diócesis de Segorbe-Castellón se une a la Iglesia universal en un camino de gracia y conversión hacia la Jerusalén celestial.
S.I. Catedral y S.I. Concatedral, 29 de diciembre de 2024
(1 Sam 1,20-22 24-28; Sal 83;1 Jn 3, 1-2, 21-24: Lc 2, 41, 52)
Amados hermanos y hermanas en el Señor!
1. Bienvenidos a esta Misa estacional en la fiesta de la Sagrada Familia con la que, por expreso deseo del papa Francisco, abrimos en nuestra diócesis el Jubileo ordinario 2025 “peregrinos de esperanza”. El Santo Padre quiere que el Jubileo sea celebrado en todas las Iglesias diocesanas para que todos los fieles podamos obtener las gracias jubilares, también aquellos que no puedan peregrinar a Roma. Que este Año santo “pueda ser para todos un momento de encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, puerta de salvación (cf. Jn 10,7.9); [un encuentro]con él, a quien la Iglesia tiene la misión de anunciar siempre, en todas partes y a todos como «nuestra esperanza» (1 Tim 1,1” (Bula, Spes non confundit, n.1). Este encuentro vivo y personal con el Señor reavivará y sostendrá nuestra esperanza.
El Año santo es un tiempo de gracia para a acercarnos a Dios en Cristo con un corazón contrito y renovado, buscando el perdón en el sacramento de la Reconciliación, la sanación en la Indulgencia plenaria y la paz con Dios y los hermanos. Es un tiempo propicio para la conversión y la renovación personal y comunitaria.
2. Hoy, recordando nuestra condición de Iglesia peregrina, hemos venido en procesión hasta la (Catedral y Concatedral) para encontrarnos con Cristo vivo, en su Palabra y en la Eucaristía. Hemos entrado por la puerta principal que representa a Cristo. Hemos recordado nuestro bautismo, que nos recuerda que “somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es” (1 Jn 3, 1-2). Somos peregrinos de esperanza hacia el encuentro definitivo en la vida eterna con el Señor Jesús, nuestra esperanza. Y finalmente nos hemos adentrado en la escucha de la Palabra, que nos lleva a la actualización del misterio pascual, fuente de vida, de salvación y de esperanza.
Para este Jubileo, la Iglesia nos propone, entre otras, tres cosas de nuestra vida cristiana que nos ayudarán a mantener siempre nuevo el encuentro con Jesús. Se resumen en tres palabras: contemplar, confesar y actuar. Se nos invita a contemplar a Cristo, a confesar que Él es nuestra esperanza y a actuar con el mismo amor del corazón de Cristo.
3. En primer lugar, contemplar a Cristo. La Navidad es una llamada a la contemplación del Niño-Dios. Recordemos las palabras del ángel a los pastores: “Os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor” (Lc 2,10-11). Esta buena noticia es la razón profunda de nuestra alegría navideña y el fundamento de nuestra esperanza; una alegría y una esperanza para todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
Los pastores acudieron a toda prisa a Belén y encontraron “a María y a José, y al niño acostado en el pesebre” (Lc 2, 16). Contemplaron a aquel Niño y creyeron; y “se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho” (Lc 2,20). Los primeros testigos del nacimiento de Cristo, los pastores, no sólo encontraron al Niño Jesús, sino también a una pequeña familia: madre, padre e hijo recién nacido. Dios quiso hacerse carne naciendo en una familia humana. Por eso, la familia humana se ha convertido en icono de Dios, de la Trinidad, que es comunión de amor. Con todas las distancias entre el Misterio de Dios y su criatura humana, la familia, según el plan de Dios, refleja el Misterio insondable del Dios amor.
Como los pastores, los creyentes acudimos prontos a Belén a contemplar con fe el misterio de nuestra salvación: el Hijo de Dios se ha hecho carne y ha acampado entre nosotros. Dios se ha hecho uno de los nuestros y ha asumido nuestra naturaleza para mostrarnos a Dios y descubrirnos quién es el hombre. Dios desciende a nosotros para elevarnos y llevarnos al abrazo del Padre, para darnos su amor, su perdón y su misma vida. Ese Niño es el Emmanuel, “Dios-con-nosotros”, que viene a llenar la tierra de la gracia y del amor de Dios, de luz, de verdad y de vida. Dios se hace hombre en Jesús para que, en él y por medio de él, todo ser humano pueda quedar sanado, redimido y salvado, pueda renovarse y alcanzar la plenitud y la felicidad que tanto anhela. A quien lo acoge con fe, le da el poder ser hijo de Dios (cf. Jn 1,12).
Con el nacimiento de Jesús, Dios mismo entra en la historia humana y la abraza. El mundo, la historia y la humanidad recobran su sentido. A pesar de las guerras, de las penurias, de las dificultades, de la enfermedad y de la muerte no estamos sometidos a las fuerzas de un ciego destino o a una evolución sin rumbo. El destino de la humanidad no es otro sino Dios, su amor y su vida para siempre. Es posible la esperanza. Con Jesús, Dios pone su tienda en medio de la humanidad y se solidariza con todos. Dios se hace nuestro prójimo y el prójimo deviene lugar de encuentro con Dios. Navidad es la proclamación de la dignidad de todo ser humano. El hombre y la mujer sólo son digno de Dios y de su amor.
Este amor de Dios por el ser humano llegará hasta el extremo de entregar a su Hijo hasta la muerte en la Cruz. El papa Francisco nos dice que “la esperanza nace del amor y se funda en el amor que brota del corazón de Jesús traspasado en la cruz” (Bula n. 3). El evangelista Juan refiere a propósito de la crucifixión de Jesús que los soldados “al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua” (cf. Jn 19, 33-34). Cuando se abrió el costado de Cristo brotó el torrente del amor de Dios nacido de su corazón, un torrente que perdona al que pone su mirada en él, se deja abrazar en oración de lágrimas y bebe para saciar su sed.
Los autores de la antigüedad cristiana han visto en el costado abierto de Cristo el nacimiento de la Iglesia. Para que la Iglesia no pierda su identidad debe mirar siempre al corazón traspasado de Cristo, de donde brota el amor que reúne y congrega a cuantos por el bautismo (agua) y la eucaristía (sangre) somos hechos partícipes de su misma vida e incorporados a la comunión con él, que es la comunión de la Trinidad santa.
La contemplación del Niño-Dios y del corazón de Cristo son caminos privilegiados para centrar la vida en el amor de Dios, responder a su amor, gozar la comunión de la Iglesia y fortalecer la esperanza. Dejémonos encontrar y amar por Dios.
4. La segunda palabra es confesar: confesar de palabra y por las obras que Jesucristo es nuestra esperanza. Nos recuerda el papa Francisco que “la Iglesia tiene la misión de anunciar siempre, en todas partes y a todos a Cristo como «nuestra esperanza» (1 Tim 1,1)” (Bula, n. 1). Ahora bien, en san Pablo descubrimos que la tribulación y el sufrimiento son las condiciones propias de los que anuncian el Evangelio en contextos de persecución (cf. 2 Cor 6,3-10). Es entonces cuando se aprende que la fuerza que sostiene la evangelización, brota de la cruz y de la resurrección de Cristo y de la fe en la presencia de Cristo resucitado en la vida y misión de su Iglesia. La vida entera de san Pablo es un testimonio preclaro de que “la esperanza no defrauda” (Rom 5,5) y se identifica con Cristo mismo. Su testimonio es el de un convertido y un misionero: a partir del encuentro con el Señor resucitado que cambió su vida, su único deseo es que todos conozcan a Jesucristo, nuestra esperanza.
Aprendamos de Pablo ante la dificultad de nuestra Iglesia en la tarea evangelizadora en un contexto de secularización e indiferencia religiosa, de laicismo militante y de alejamiento de la Iglesia de tantos bautizados. No dejemos que la debilidad de nuestras comunidades y la aparente falta de frutos nos roben la esperanza.
5. Y finalmente estamos llamados a actuar con el mismo amor del corazón de Cristo. “En el año jubilar estamos llamados a ser signos tangibles de esperanza” (Bula, n. 10). Para ser verdaderos portadores de esperanza, hemos de trabajar con acciones concretas para lograr la paz con Dios, con los hermanos, en las familias y entre los pueblos; para lograr la apertura a la vida, don de Dios, cuidada desde su concepción hasta su último aliento natural, ante el dramático descenso de la natalidad y el avance de la cultura de la muerte. Hemos de acompañar a los privados de libertad para que no pierdan la esperanza de que es posible su recuperación y su reinserción en la sociedad. No podemos olvidar el cuidado de los enfermos, de los que sufren y de los ancianos; o estar cercanos y acompañar a los jóvenes ante un futuro incierto; o de acoger a los migrantes, exiliados y refugiados; y, de manera apremiante, hemos de amar a los pobres y necesitados. Se trata, en realidad, de recordar que “las obras de misericordia son igualmente obras de esperanza” (Bula, n, 10).
El encuentro vivo y personal con Cristo, meta del año jubilar, requiere volver a recorrer con renovado entusiasmo el camino de las obras de misericordia. Para ver a Jesús hay que tocar su carne en el necesitado: dar de comer al hambriento, de beber al sediento, hospedar al forastero, vestir al desnudo, visitar al enfermo y encarcelado. No hay esperanza sin ejercicio concreto de la misericordia.
Para ser peregrinos de esperanza es necesario hacer experiencia concreta de la misericordia divina en la propia vida mediante la conversión que lleva a recibir el perdón y la reconciliación, y, a la vez, hacer experiencia de la misericordia en obras concretas con el prójimo. Dejarse amar por el Señor, para llegar a amar a los demás con su mismo amor.
6. Miremos a María, Madre de la Esperanza. Dichosa por haber creído, la Virgen nos muestra que la fe es nuestra dicha y nuestra victoria, porque “todo es posible al que cree” (Mc 9, 23). María es la madre de la esperanza, porque nos ha dado a Jesús, nuestra esperanza. En Maria, Dios, dador de vida, irrumpe en la historia humana. Dios no deja sola y abandonada a la humanidad. Dios ama a los hombres, nos llama a su amor y a vivirlo en el amor a los hermanos. Dios nos bendice y nos ofrece la salvación en su Hijo Jesús, nuestra esperanza. Amén.
El pasado martes, 24 de diciembre de 2024,el Papa Francisco abrió la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro, marcando el inicio del Jubileo Ordinario de 2025. Con el rito de la apertura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro en el Vaticano, ha comenzado este tiempo de gracia que se extenderá hasta el 6 de enero de 2026, según la disposición del Pontífice en la Bula de Indicción «Spes non confundit».
Este próximo domingo, 29 de diciembre, coincidiendo con la festividad de La Sagrada Familia, la Diócesis de Segorbe-Castellón, celebrará la apertura del Jubileo de la Esperanza, con dos solemnes ceremonias que tendrán lugar:
a las 11:30h, desde la Iglesia de la Purísima Sangre, en peregrinación hacia la Concatedral de Santa María, en Castellón
a las 18:00h, desde la Capilla del seminario Diocesano de Segorbe, en peregrinación hacia la S.I. Catedral
En ambos templos se celebrará la Misa Estacional que, presididas por Mons. Casimiro López Llorente, constituirán el punto culminante de la apertura del Jubileo de la esperanza en nuestra Diócesis.
El Obispo hizo extensiva la invitación a participar en las celebraciones, a través de una carta a todo el Pueblo de Dios de Segorbe-Castellón (puedes leerla AQUI).
Esta web utiliza 'cookies' propias y de terceros para ofrecerte una mejor experiencia y servicio. Pulsando en "aceptar" consientes el uso de todas las cookies, pero puedes cambiar la configuración de 'cookies' en cualquier momento.
Como la mayoría de los servicios en línea, nuestro sitio web utiliza cookies propias y de terceros para varios propósitos. Las cookies de origen son principalmente necesarias para que el sitio web funcione correctamente y no recopilan ninguno de sus datos de identificación personal.
Las cookies de terceros utilizadas en nuestros sitios web se utilizan principalmente para comprender cómo funciona el sitio web, cómo interactúa con nuestro sitio web, mantener nuestros servicios seguros, proporcionar anuncios que sean relevantes para usted y, en general, brindarle una mejor y mejor experiencia del usuario y ayudar a acelerar sus interacciones futuras con nuestro sitio web.
Cookies Necesarias
Algunas cookies son esenciales para que pueda experimentar la funcionalidad completa de nuestro sitio. Nos permiten mantener las sesiones de los usuarios y prevenir cualquier amenaza a la seguridad. No recopilan ni almacenan ninguna información personal. Por ejemplo, estas cookies le permiten iniciar sesión en su cuenta y agregar productos a su carrito y pagar de forma segura.
Respetamos completamente si desea rechazar las cookies, pero para evitar preguntarle una y otra vez, permítanos almacenar una cookie para eso. Puede optar por no participar en cualquier momento u optar por otras cookies para obtener una mejor experiencia. Si rechaza las cookies, eliminaremos todas las cookies establecidas en nuestro dominio.
Le proporcionamos una lista de las cookies almacenadas en su computadora en nuestro dominio para que pueda verificar lo que almacenamos. Por razones de seguridad, no podemos mostrar ni modificar cookies de otros dominios. Puede comprobarlos en la configuración de seguridad de su navegador.
Cookies para Google Analytics
Estas cookies almacenan información como el número de visitantes al sitio web, el número de visitantes únicos, qué páginas del sitio web se han visitado, la fuente de la visita, etc. Estos datos nos ayudan a comprender y analizar qué tan bien funciona el sitio web y donde necesita mejorar.
Si no desea que rastreemos su visita a nuestro sitio, puede deshabilitar el rastreo en su navegador aquí:
Otros servicios externos
También utilizamos diferentes servicios externos como Google Webfonts, Google Maps y proveedores de video externos. Dado que estos proveedores pueden recopilar datos personales como su dirección IP, le permitimos bloquearlos aquí. Tenga en cuenta que esto podría reducir considerablemente la funcionalidad y la apariencia de nuestro sitio. Los cambios entrarán en vigor una vez que vuelva a cargar la página.
Google Webfont:
Google Maps:
Google reCaptcha:
Vimeo and Youtube videosembeds:
Política de Privacidad
Puede leer sobre nuestras cookies y la configuración de privacidad en detalle en nuestra Página de Política de Privacidad.