D. Casimiro en la Misa del Miércoles de Ceniza: “Volvamos la mirada y el corazón a Dios para que Él ocupe el centro de nuestra vida”
El Miércoles de Ceniza da comienzo al tiempo litúrgico de la Cuaresma: son los 40 días que llevan hasta la Pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Por ello, nuestro Obispo D. Casimiro ha presidido esta mañana la Misa de imposición de la Ceniza en la Catedral, y que ha reunido a las comunidades educativas de los colegios diocesanos de Segorbe, La Milagrosa y el Seminario.
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La ceniza simboliza a la vez nuestro pecado y nuestra fragilidad. Al recibirla realizamos en forma tangible un reconocimiento público, por el cual nos declaramos frágiles, incapaces, pecadores, en busca de la misericordia de Dios, por lo que iniciamos un camino de conversión, de arrepentimiento y de humildad.
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Una llamada a la conversión
“La ceniza es símbolo de que somos limitados en el tiempo, que somos caducos, que nuestro tiempo en esta tierra es limitado, somos mortales, y somos también limitados en nuestro amor a Dios y a los hermanos” ha señalado el Obispo en la homilía, “por eso la Iglesia nos llama, Jesús nos llama a convertirnos”.
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«Conviértete y cree en el Evangelio»
Ha recordado también las dos fórmulas que se pueden usar en el rito de imposición de la ceniza: «Polvo eres y en polvo te convertirás» (de Génesis 3,19), o bien «Conviértete y cree en el Evangelio» (de Marcos 1,15). Ese es el objetivo de la Cuaresma, ha recodado D. Casimiro, convertir la mirada y el corazón a Dios “para que Él ocupe el centro de nuestra vida”. También “el de toda familia cristiana, de nuestros colegios diocesanos, y de nuestra vida y misión como Iglesia”.
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40 días que nos llevan a la Pascua
La Cuaresma dura 40 días, “lo que nos recuerda los 40 años que el pueblo de Israel, una vez liberado de la esclavitud del faraón en Egipto, caminó, peregrinó hacia la tierra prometida”, ha explicado. También fueron los días “que estuvo Moisés en el Sinaí en diálogo con el Señor para recibir las tablas de la ley y hacer la antigua alianza”. Pero, sobre todo, fueron los días que “estuvo Jesús en el desierto para prepararse para su misión. 40 días de soledad y también de tentación, donde el diablo le quería apartar de los caminos que su Padre Dios le había puesto para llevar a cabo la reconciliación de todos nosotros, de toda la humanidad, con Dios y con los hermanos”.
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Del mismo modo, durante estos próximos 40 días la Iglesia nos invita a prepararnos para la celebración de la Pascua. “Esa es nuestra tierra prometida en este momento, celebrar la Pascua con gozo, con alegría. Una Pascua que es a la vez figura de la Pascua futura, porque somos peregrinos en esta vida hacia el encuentro con el Señor.
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Oración, ayuno y limosna
Para ello, la Iglesia en este tiempo nos ofrece tres caminos: la oración, el ayuno y la limosna. “La oración para encontrarnos con Jesús vivo, el camino que nos lleva al Padre”. El ayuno, “no sólo de comida, sino de tantas cosas que nos impiden que Dios, que Jesús, ocupe el centro de nuestra vida”. Y la limosna, “que no es solo dar esos céntimos que nos sobran y nos molestan, es pensar en el que lo necesita, qué puede ser el enfermo, la persona que está sola, el que pasa hambre…”.
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