Como todos los años, durante estos días los segorbinos celebran con devoción y fervor sus fiestas patronales en honor a la Virgen de la Cueva Santa, la Virgen del Loreto y la Virgen de la Esperanza con un amplio programa de actos religiosos, culturales, lúdicos y tradicionales, seguidas por la Entrada de Toros y Caballo, declaradas de Interés Turístico Internacional.
Uno de ellos ha sido la Eucaristía que ha presidido esta mañana nuestro Obispo D. Casimiro en la iglesia parroquial de Santa María para honrar y celebrar a la Virgen de la Esperanza, a la que han acudido diferentes autoridades locales encabezadas por la alcaldesa, Dña. Mª Carmen Climent, y las reinas mayor e infantil con sus cortes de honor.
“Todos esperamos. En el corazón de cada ser humano, de cada uno de nosotros anida el deseo de bien, de felicidad y de plenitud”, ha señalado D. Casimiro. Aunque “tantas veces dudamos y desconfiamos”, hasta el punto de anidarse en la sociedad actual “la desesperanza y el desaliento ante las guerras, las necesidades y las decepciones, ante la enfermedad y ante un futuro incierto”.
Pero “es bueno pasar de esta esperanza, humana y noble en cosas terrenas, a otra esperanza que nos dé sustento y aliento – ha continuado – que es la esperanza que nos ofrece la Virgen en su Hijo, la esperanza cristiana”.
“Esa esperanza asume y purifica todos los buenos deseos, esas esperanzas humanas, para encaminarlas hacia el bien definitivo, que es la esperanza que no defrauda”, ha indicado el Obispo. Ella “nos alienta también cuando nos sentimos abandonados”, sabiendo “que hay alguien que nunca fallará, que es el Amor de Dios manifestado en Cristo de Jesús”.
Como cada 17 de mayo, cientos de personas han participado esta mañana en la Solemne Eucaristía que se ha celebrado en la Basílica de San Pascual Bailón, Patrono de la Diócesis de Segorbe-Castellón y de Vila-real, presidida por nuestro Obispo D. Casimiro. En un año que además se conmemora el 750 aniversario de la fundación de la ciudad.
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Han concelebrado numerosos sacerdotes llegados de todos los puntos de la Diócesis, congregando en la Santa Misa a las principales autoridades locales, las Reinas de las fiestas, así como a una importante representación del tejido social de la ciudad que ha querido honrar al santo. La parte musical ha corrido a cargo de la Coral Sant Jaume, Veus de Cambra, Supramúsica y la Unión Musical La Lira; Dª María Isabel Casalta al órgano y las guitarras del Conservatorio Mestre Goterris; todo bajo la dirección del maestro D. Alfredo Sanz Corma.
San Pascual, fraile franciscano del siglo XVI que destacó por su inmenso amor a Jesús Eucaristía y profunda devoción a la Virgen. Fue tan grande ese amor que el Papa León XIII, el 28 de noviembre de 1897 lo declaró «Patrono de los Congresos Eucarísticos y de las Asociaciones Eucarísticas».
Tras la liturgia de la Palabra, la homilía del Obispo se ha centrado en tres rasgos del santo: el amor, la oración y la esperanza. De él “se ha destacado siempre su amor al prójimo, pero en especial a los pobres. Servía a todos con alegría”, ha señalado D. Casimiro, y ello lo alimentaba “en su gran devoción a la Eucaristía, el sacramento del amor, porque sabía que Dios es amor”.
Por ello, ha animado a imitar el amor cristiano que vivió nuestro Patrono, que es, ante todo, “servicio entregado que busca siempre el bien del otro”, siendo ésta la receta contra la soledad y el egoísmo de nuestro mundo. “Este amor es el sello distintivo del verdadero discípulo de Jesús”, y debemos cuidarlo “día a día, en la oración, en los sacramentos del perdón y de la Eucaristía”, ha indicado.
En relación a la oración, el Obispo ha explicado que ésta “es un segundo rasgo que brilla en la personalidad de Pascual”, que cobra un especial protagonismo en este año dedicado a la oración para prepararnos para el Jubileo ordinario de la esperanza que celebraremos el próximo año 2025.
“El verdadero cristiano – ha continuado – cuida y practica la oración, pase lo que pase, cueste lo que le cueste”, y la necesitamos hoy más que nunca ante un “clima adverso que impide a tanta gente vivir con alegría y esperanza” provocado por “un escenario mundial preocupante” cuyo origen está en una crisis ecológica, económica y social, agravada por la reciente pandemia y las múltiples guerras en todo el mundo, así como por la cultura de la indiferencia y del descarte, por lo que se tiende “a marginar a Dios de la vida personal y social”.
Por último ha exhortado a poner, del mismo modo que hizo San Pascual, nuestra confianza en Jesucristo. “El Señor resucitado sale hoy de nuevo a nuestro encuentro para despertar y avivar nuestra fe pascual, fundamento de la esperanza cristiana”, porque “en la muerte y resurrección de Cristo Jesús hemos sido salvados, rescatados, sanados y abrazados para siempre” para “llegar a la vida eterna en el Cielo”.
Tras la Comunión y los ritos de despedida se han cantado los Gozos en honor al glorioso san Pascual Bailón, y se ha visitado la Real Capilla. El Obispo ha incensado el sepulcro en el que reposan los restos del santo. Inmediatamente ha tenido lugar un emotivo acto en el que el Obispo, ha petición del alcalde José Benlloch ha hecho entrega del prestigioso Pasqualí de Honor 2024 a la Fundación José Soriano Ramos. Este reconocimiento se ha otorgado en la persona de la señora Asunción Manzanet Costa, viuda del ilustre hijo predilecto de la ciudad y fundador de Porcelanosa, José Soriano.
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Solemne Procesión
Esta tarde, bajo el repique de campanas de la Torre Campanario de la Basílica, ha tenido lugar la Solemne Procesión en honor a San Pascual recorriendo las principales calles de la ciudad. En la misma han participado numerosas cofradías y entidades religiosas de la ciudad de Vila-real. La procesión ha concluido en el interior de la Basílica con la «Dansa dels pastorets i pastoretes» ante el altar de la Basílica dedicada al Patrono de los Congresos Eucarísticos.
Ayer por la tarde, durante las segundas Vísperas de la solemnidad de la Ascensión, el Santo Padre presidió en el atrio de la Basílica de San Pedro la entrega y lectura de la Bula de convocatoria del Jubileo 2025 “Spes non confundit”, «la esperanza no defrauda» (Rm. 5,5).
Incluye las fechas de inicio y fin del Año Santo junto a los temas primordiales de la convocatoria, cuyo tema central es «Peregrinos de Esperanza». Se trata de un documentofundamental para conocer el espíritu con el que cada pontífice convoca los jubileos junto con las intenciones y los frutos esperados, en este caso por el Papa Francisco.
El Año Santo Jubilar ordinario es un período especial de gracia y perdón dentro de la Iglesia Católica que se celebra cada 25 años. El próximo Jubileo comenzará el 24 de diciembre de 2024 con la apertura de la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro y culminará el 24 de diciembre de 2025 con su clausura. Con este motivo viajarán a Roma millones de peregrinos para ganar la Indulgencia Plenaria siguiendo las normas establecidas.
Eucaristía en todas las catedrales y concatedrales el 29 de diciembre
Además, el Pontífice ha anunciado que el próximo domingo 29 de diciembre, todas las catedrales y concatedrales “los obispos diocesanos celebren la Eucaristía como apertura solemne del Año jubilar, según el Ritual que se preparará para la ocasión”.
Como ha señalado durante la presentación de la Bula, en el corazón de cada persona “anida la esperanza como deseo y expectativa del bien”, aunque sin conocer realmente lo que deparará el futuro. Es esa incertidumbre en el mañana lo que, apunta el Obispo de Roma, genera sentimientos de temor, desaliento o dudas: “Encontramos con frecuencia personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad”. Frente a ello, Francisco se muestra confiado en que el Jubileo de Roma reavive dicha esperanza.
Asegura que esa esperanza “nace del amor que brota del corazón de Jesús traspasado en la cruz”. Una esperanza que “no engaña ni defrauda”, al estar fundada en la certeza “de que nada ni nadie podrá separarnos nunca del amor divino” pese a “las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez o los peligros”.
Además, ese amor se pone a prueba en el momento de las dificultades o el sufrimiento, que “son las condiciones propias de los que anuncian el Evangelio en contextos de incomprensión y de persecución”. No obstante, el Papa recalca que en esa oscuridad los cristianos “perciben una luz”, esa fuerza que “brota de la cruz y de la resurrección de Cristo”, y que a su juicio nos permite desarrollar la virtud de la paciencia.
En este sentido, Francisco exhorta en el documento a cultivar la paciencia frente a “lo inmediato” para avivar la esperanza; invita a las martirizadas Iglesias Orientales a peregrinar a Roma; señala la necesaria paz como primer signo de esperanza; reclama apoyo de los estados a la maternidad y al aumento de la natalidad; que se tomen medidas que devuelvan la esperanza, concretadas en la condonación de penas y la abolición de la pena de muerte; solicita la creación de un fondo mundial para acabar con el hambre; y tiene un especial recuerdo para los enfermos, jóvenes, ancianos y migrantes.
Con el inicio del mes de diciembre se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Santo Padre dirige su intención por las personas con discapacidad: “Oremos para que las personas con discapacidad estén en el centro de atención de la sociedad, y que las instituciones promuevan programas de inclusión que potencien su participación activa”.
En primer lugar, la «lluvia», los «ríos» y los «vientos» que amenazan la casa pueden ser identificados con la cultura del descarte, difundida en nuestro tiempo (Evangelii gaudium). Para dicha cultura, «partes de la humanidad parecen sacrificables en beneficio de una selección que favorece a un sector humano digno de vivir sin límites. En el fondo no se considera ya a las personas como un valor primario que hay que respetar y amparar, especialmente si son pobres o discapacitadas» (Fratelli tutti).
Esa cultura afecta principalmente a los sectores más frágiles, entre los que se encuentran las personas con discapacidad. En los últimos cincuenta años se han dado pasos importantes, tanto en el ámbito de las instituciones civiles como de las realidades eclesiales. La conciencia de la dignidad de cada persona ha aumentado, lo que ha llevado a tomar decisiones valientes para la inclusión de cuantos padecen una limitación física y/o psíquica.
Sin embargo, todavía subsisten en el sustrato cultural demasiadas expresiones que contradicen de hecho este enfoque. Debido también a una mentalidad narcisista y utilitarista, se constatan actitudes de rechazo que conducen a la marginación, sin considerar que, inevitablemente, la fragilidad pertenece a todos. En realidad, hay personas con discapacidades incluso graves que, aun con gran esfuerzo, han encontrado el camino hacia una vida buena y rica de significado, como hay muchas otras “normalmente dotadas” que sin embargo están insatisfechas, o a veces desesperadas.
Por lo tanto, es importante, especialmente en este Día, promover una cultura de la vida, que afirme continuamente la dignidad de cada persona, en particular en defensa de los hombres y mujeres con discapacidad, de cualquier edad y condición social.
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española, por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por todos los fieles cristianos, para que la venida del Hijo de Dios en la carne aumente la esperanza de la venida gloriosa del Señor y fortalezca nuestra caridad para con los más necesitados.”
Para preparar el camino al Señor o allanar sus senderos hemos abrir nuestro corazón a Dios y al hermano y cultivar las virtudes y las actitudes de la humildad y la rectitud de vida, del amor a la verdad y la justicia, de la honradez y la solidaridad, de la caridad y de la fraternidad, y de la fe y la esperanza en la salvación que sólo puede llegarnos de Dios. Esta es la buena Noticia del Adviento: Dios nos ama, nos busca y viene a nosotros como Salvador. Si le dejamos entrar en nuestra vida, entonces todo cambiará en nosotros: la tristeza se convertirá en alegría, la desesperanza en fe confiada, el miedo en fortaleza, la esclavitud en libertad y el egoísmo en amor.
Los sacerdotes de la Diócesis de Segorbe-Castellón, junto a nuestro Obispo, D. Casimiro, han participado esta mañana en el retiro de Adviento, organizado por la Vicaría para el Clero. Celebrado en el Centro Sagrada Familia de Castellnovo, en esta ocasión ha predicado Mons. José Vilaplana Blasco, obispo emérito de la Diócesis de Huelva, que ha realizado dos meditaciones centradas en la esperanza y en la motivación pastoral.
D. José ha advertido a los sacerdotes presentes sobre la crisis de la esperanza, la acedia espiritual y sobre la superficialidad al no ir al fondo de las cuestiones. Ante ello, ha exhortado a meditar sobre el lugar en el que ubicamos el cimiento de nuestra esperanza, indicado que éste no debe ser uno mismo, sino Dios, pues Él es el protagonista y fundamento de nuestra esperanza. “El Señor no defrauda a quienes ponen en Él su esperanza”, ha dicho recordando lo que nos dice el Señor en Ez. 37, «Infundiré mi espíritu en vosotros y viviréis». “El auténtico creyente sabe que Dios siempre lleva adelante su historia de salvación”, ha recordado, y debemos estar agradecidos al Señor “porque nos ha elegido en nuestra debilidad para hacerle presente a Él en medio de este mundo”.
También ha animado a dejarse sorprender por el Señor. “No sé si nosotros esperamos mucho o poco del Señor – ha dicho –, pero Él si que espera de nosotros”, porque “se fía de ti y te hace capaz”. Ha puesto como ejemplo a Zaqueo, que al conocer a Jesús se deja sorprender por su persona y decide cambiar de vida, y a San Pedro, “que mete la pata hasta el fondo, pero se deja sorprender por la mirada del Señor”.
En este Adviento, D. José ha exhortado a los sacerdotes a preparar el corazón para acoger al Señor, que “debe estar limpio, ordenado y habitado por el Señor, el más fuerte”, pues “el que tiene la casa defendida por el más fuerte es el que gana”. Para ello ha citado una homilía de San Macario: «¡Ay del alma por la que no transita el Señor ni ahuyenta de ella con su voz a las bestias espirituales de la maldad! ¡Ay de la casa en la que no habita su dueño! ¡Ay del alma en la que no habita Cristo, su Señor!».
En la segunda meditación ha tratado el tema de la falta de motivación pastoral, consecuencia de la falta de esperanza. Ha citado como ayuda a la Primera Carta de San Pedro: «Apacentad el rebaño que Dios os ha confiado y cuidad de él no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por una vil ganancia, sino con generosidad; no como dictadores, sino como modelos para el rebaño.»
Ha destacado también tres puntos como apoyo a la reflexión sobre la motivación pastoral. En primer lugar, ha indicado la necesidad de “tomar conciencia siempre de quien nos envía”, sabiendo “que somos enviados”. Para ello es necesario huir de la tentación de encerrarse, de centrarse en la propia debilidad y en la complejidad de la situación, pues a pesar de ello el Señor sigue sosteniendo, se hace presente y sigue enviando a la misión, enviando su Espíritu Santo, que capacita.
En segundo lugar, una motivación muy importante es la necesidad de las personas, ya que “el mundo está tan necesitado porque le falta el fundamento”, y “aunque el hombre no lo sepa nos está pidiendo ver a Jesús”. Como ha explicado, existen dos anhelos fundamentales en el corazón de todo hombre: “el amor infinito, que es el que puede curar un sufrimiento infinito”, y “la comunión fraterna, de sentirnos acogidos, acompañados y queridos por los hermanos”.
Y la tercera motivación es la comunión con los hermanos y con la Iglesia, pues “no hay misión sin comunión”. “Debemos tener pasión por la unidad, reconociendo los diferentes carismas”, no como elementos destrucción, sino de construcción y de complementariedad, que nos enriquezcan mutuamente. En este sentido ha recordado el Proceso Sinodal que estamos viviendo en la Iglesia, como “una oportunidad más que el Señor nos da, un camino que nos abre para caminar juntos”, porque “estamos llamados a ser guías en una sociedad desorientada, desvinculada y dispersa”, a ser “generadores de comunión”, y a ser “testigos de misericordia en una sociedad herida, necesitada de iconos de la misericordia del Padre”, y para ello “tenemos un mensaje precioso que ofrecer”.
Una buena parte de los sacerdotes de la Diócesis acudieron ayer a Castellnovo para participar en el retiro de Adviento, organizado por la Vicaría para el Clero, y que tuvo como predicador al Obispo, D. Casimiro, que realizó dos ponencias centradas en la esperanza.
En su reflexión, D. Casimiro explicó que la esperanza sobrenatural es un don poco estimado, y que quien no tiene a Cristo vive sin esperanza. En este sentido, exhortó a vivir y a contagiar la esperanza de los cristianos, manifestándola en la vida, tanto los sacerdotes como los fieles.
Se centró en la tarea evangelizadora de los sacerdotes, predicando “aquello que es realmente genuino, que es la vida eterna”, y a mantener la esperanza como fuerza interior de la vida sacerdotal, no cayendo en el desánimo.
Para mantener ese ánimo apostólico al que son llamados los sacerdotes en su ministerio, el Obispo invitó a “mantener el amor ardiente a Jesucristo”, con los pies en el suelo y el corazón en el cielo, para evitar que el desánimo afecte a la misión evangelizadora y a la predicación, manteniendo siempre la esperanza en la vida eterna: “Por la esperanza deseamos y esperamos de Dios con una firme confianza la vida eterna y las gracias para merecerla” (Catecismo, 1843).
Este domingo comienza el Adviento. En este tiempo, la liturgia nos asegura que Dios “viene”. Adviento no sólo mira al pasado, recordando la primera venida de Dios en la historia que celebramos en la Navidad; y no sólo mira al futuro, cuando Jesús venga como Juez al final de la historia. Adviento nos recuerda ante todo que Dios “viene”. Ya al comienzo de este tiempo rezamos: “Anunciad a todos los pueblos y decidles: Mirad, Dios viene, nuestro Salvador”. Se trata de un presente continuo, es decir, de una acción que se realiza siempre: está ocurriendo, ocurre ahora y ocurrirá también en el futuro. En todo momento Dios viene: Cristo vive porque ha resucitado, Jesús es el Enmanuel, Dios-con-nosotros.
En Jesús, Dios mismo viene a estar y quedarse con nosotros en todas nuestras situaciones; viene a habitar en medio de nosotros, a vivir con nosotros y en nosotros; viene a colmar las distancias que nos dividen y nos separan; viene a reconciliarnos con Dios y entre nosotros; viene a salvar y sanar. Viene a la historia de la humanidad, llama a la puerta de cada hombre y de cada mujer de buena voluntad, para traer a las personas, a las familias y a los pueblos el don de la fraternidad, de la concordia y de la paz.
La celebración de la Virgen de la Esperanza, que abre las fiestas de la ciudad de Segorbe, se trasladó ayer, miércoles 2 de septiembre, a la Catedral. La procesión, Misa y bendición del agua en la ermita se tuvieron que suspender por razones de prudencia sanitaria. Sin embargo, «la Virgen está aquí. Como estaba en Caná y a los pies de la Cruz, también hoy está aquí con nosotros», aseguraba el Obispo en la homilía de la Eucaristía. D. Casimiro López Llorente anunció que aprovechará las tres celebraciones de estas fiestas dedicadas a las advocaciones de la Esperanza, Loreto y la Cueva Santa, para presentar las virtudes de la esperanza, la fe y la caridad.
En la misma tónica que el resto de fiestas patronales, la ciudad de Segorbe reduce los actos de sus fiestas de la Virgen bajo la triple advocación de La Esperanza, Loreto y la Cueva Santa, a la celebración de la Misa. Los oficios religiosos estarán presididos por el Obispo, D. Casimiro López Llorente, en la Catedral. La primera cita es mañana, miércoles 2 de septiembre, a las 12:30. El Deán, Federico Caudé, pide a la Patrona que «vaya desapareciendo esta pandemia que sufre el mundo entero, ella que es Salud de los enfermos y Auxilio de los cristianos, y que así el año siguiente lo podamos celebrar con mayor esplendor».
Seguramente nunca la Basílica del patrono de la Diócesis estuvo tan vacía en la fiesta de San Pascual Baylón. Pero seguramente que pocas veces la intensidad de la celebración ha sido tan profunda como este año. La razón, la daba el Obispo en su homilía: “Esta celebración está marcada esta vez por la pandemia del Covid-19, que tanto sufrimiento está causando. En un momento tan doloroso resuenan las palabras de Jesús en el evangelio de hoy: Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré (Mt 11,28)”. La Eucaristía, en la que estaban presentes el capellán-prior, Joaquín Guillamón, el Vicario General, Javier Aparici, un padre franciscano y una representación del Ayuntamiento, se ha retransmitido por varias televisiones locales para que los fieles la pudieran seguir.
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