El primer jueves siguiente a la celebración de la Solemnidad de Pentecostés se celebra en España la fiesta litúrgica de “Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote”, gracias al trabajo y al empeño de Mons. José María García Lahiguera, fundador de la Congregación de Hermanas Oblatas de Cristo Sacerdote.
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Por ello, como anteriores ocasiones, nuestro Obispo D. Casimiro se ha reunido esta mañana con los sacerdotes mayores de la Diócesis de Segorbe-Castellón en la Casa Sacerdotal “Familia de Nazaret”, con quienes ha celebrado la Eucaristía.
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En este día le pedimos a Jesucristo que envíe más vocaciones al sacerdocio, acoja a los que han fallecido y proteja a quienes ejercen hoy el Ministerio Ordenado, para que entreguen su vida totalmente al Señor y a los hermanos, dando testimonio constante de amor y fidelidad.
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En la homilía, el Obispo ha señalado que esta es una fiesta “que centra nuestra mirada en Cristo Jesús, como el único Sumo y Eterno Sacerdote”, que se ofrece a sí mismo al Padre “para el perdón de los pecados y para instituir una Nueva Alianza que restableciera la comunión definitiva entre la humanidad y Dios”.
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Jesucristo es sacerdote, víctima y altar, ha explicado D. Casimiro. “Sacerdote que intercede por nosotros, porque una vez muerto y resucitado está junto al Padre, y es el mediador permanente para todos y cada uno de nosotros”.
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“Es la víctima en favor nuestro, que se ofrece a sí mismo en obediencia al Padre para hacer su voluntad, por amor al género humano”, ha continuado. Pero además “es en el altar donde se ofrece, en la Cruz, como el momento culmen en el que ofrece su vida al Padre para la redención del hombre”. Además, con la institución de la Eucaristía y del sacramento del Orden, “posibilita que los seres humanos podamos actualizar ese sacrificio único y definitivo, donde se establece la eterna Alianza de Dios con los hombres”.
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Es una celebración, por tanto, para la acción de gracias, ha indicado el Obispo, porque a pesar de “nuestra fragilidad, de nuestra debilidad y de nuestros pecados, nos ha capacitado, posibilitado y encomendado poder celebrar lo más importante de nuestro ministerio, que es la Eucaristía”, independientemente de si se está en activo o no.
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“Es una jornada dedicada especialmente para orar por la santificación de todos los sacerdotes”, ha recodado, pero también “para pedir que el Señor nos siga enviando vocaciones al Ministerio Ordenado, para que el Pueblo de Dios nunca esté privado del misterio central de nuestra fe, la Eucaristía”.
Los sacerdotes mayores residentes en la Casa Sacerdotal Familia de Nazaret, han participado hoy en el Retiro de Cuaresma que, organizado por la Vicaría para el Clero, ha tenido como objetivo contribuir a vivir el tiempo de Cuaresma como un periodo de conversión personal, pero también comunitaria y fraternal. Lo han hecho acompañados por el Obispo de Segorbe-Castellón, Mons. Casimiro López Llorente.
Bajo el título «El sacerdote, amigo de Dios», Mons. Rutilio del Riego, Obispo Emérito de San Bernardino (EE.UU), ha realizado una meditación basada en varios ejemplos del Antiguo y del Nuevo Testamento para profundizar en la amistad de Dios con el sacerdote. Moisés, Jeremías y los propios discípulos han sido los protagonistas que han contribuido a la reflexión que ha tenido una interpelación directa respecto al ejercicio del ministerio sacerdotal.
Mons. Rutilio del riego ha puesto el acento en que el sacerdote es representante de Cristo, por ello «ejercemos el ministerio de Cristo y no el nuestro; y nuestra obra es la Cristo en el mundo, porque esa es la misión que nos ha encargado el Señor».
En este sentido, ha puesto el ejemplo de la humildad de Moisés, que siendo elegido por Dios se siente incapaz de liberar al pueblo israelita. Del relato de las Sagradas Escrituras ha destacado el diálogo que mantiene Dios con Moisés, considerado por el pueblo «como un intercesor de Dios, un verdadero amigo suyo, lo que nos ha de servir a nosotros también, porque la relación de Moisés llega a tal punto que Dios hablaba con Moisés como un hombre habla con un amigo» y ese detalle, ha matizado, es el que muestra «esa intimidad con Dios, sin olvidarse de que su misión era la de atender y guiar al pueblo».
Las mismas dudas respecto a sí mismo tuvo Jeremías, sintiéndose incapaz de cumplir con su misión y, aún así confió pese haberse sentido abandonado por Dios. «Este mismo sentimiento nos puede acechar también muchas veces a nosotros y a los sacerdotes», ha puntualizado Mons. Rutilio del Riego.
A partir del Evangelio de Juan (15) ha reflexionado sobre el amor que siente Dios por los discípulos, elegidos por Él, y no al revés. Tanto es así que» no son siervos, sino amigos», invitándoles a amarse unos a otros. Así les ha exhortado a proyectar el amor recibido de Dios, en el prójimo, y con los demás sacerdotes en fraternidad sacerdotal.
Tras la meditación, han compartido un rato de oración ante el Santísimo Sacramento en la Capilla de la Casa Sacerdotal. El retiro ha finalizado con una comida fraterna.
El Obispo se ha reunido esta mañana con los sacerdotes mayores de la Diócesis.
Con ellos ha celebrado una Eucaristía, y ha mantenido un encuentro en la Casa Sacerdotal
Los sacerdotes mayores de la Diócesis han celebrado esta mañana una Eucaristía en la Basílica de la Mare de Déu del Lledó para celebrar juntos una Eucaristía con motivo de la ya cercana Navidad, que ha presidido nuestro Obispo. Ha sido en el templo dedicado a la Patrona de la ciudad de Castellón con motivo de la celebración del Año Jubilar Mariano por el centenario de su coronación.
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D. Casimiro ha exhortado a la verdadera alegría de la Navidad, “porque el Señor está cerca, está a las puertas y viene a cada uno de nosotros, a toda la humanidad, para mostrarnos y darnos el amor de Dios. Dios nos ama a cada uno en su Hijo Jesús. Y tanto nos ama que, si le acogemos con fe, nos da el poder de ser hijos de Dios y partícipes de su vida, de su amor y de su gloria”.
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“Dios nace para vencer la esterilidad, la de nuestra Iglesia y la cada uno de nosotros, para que creyendo en Él no dudemos de que el Señor puede hacer cosas nuevas”, ha dicho en relación a las lecturas del día. “Puede que nosotros, y vosotros ya mayores, os sintáis algunas veces estériles en vuestro sacerdocio, sin embargo, Dios hoy nos dice que nuestra oración será siempre escuchada. Y gracias a nuestra oración, nuestro sacerdocio será capaz de ser fecundo a pesar de la ancianidad, porque para Dios nada hay imposible”.
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“Este año queremos, sobre todo, anunciar el primer amor, el primer anuncio, es decir, que Dios nos ama sin medida, y ha muerto y ha resucitado para que viviendo en Él tengamos su vida”, ha recordado mencionando el tema en el que nos estamos centrando en este curso pastoral.
Este mediodía se ha celebrado, en la Casa Sacerdotal «Familia de Nazaret», en Castellón, donde residen los sacerdotes jubilados, el X aniversario desde su remodelación, con una Eucaristía que ha estado presidida por Mons. Casimiro López Llorente, Obispo de la Diócesis.
Ha sido una celebración de acción de gracias por todos los que están llamados a formar la casa como hogar, ha dicho el Obispo, así como por el personal que los atiende. Gracias a Dios, ha insistido D. Casimiro, «por concedernos el don de tener una residencia para propiciar un hogar» que ha permitido durante estos diez años caminar juntos en las dificultades y tribulaciones, recordando especialmente a todos cuantos han formado parte de ese hogar y que hoy gozan de mejor vida junto al Padre.
Una casa, cuyo fin, cuando se inauguró y se bendijo, ha recordado hoy D. Casimiro, «era convertirse en una casa de referencia para nuestro presbiterado diocesano y que había que construir entre todos porque a todos está destinada para ser atendidos y cuidados humanamente, pero también espirirual, psicológica y sanitariamente».
Les ha exhortado a «la alegría, la generosidad y la caridad» recordando la Carta de San Pablo a los Corintios que se ha leído en la primera lectura. Les ha animado crecer en la alegría cristiana que da saberse amados por Dios «pese a las pruebas y tribulaciones, incluso ante los achaques, porque Dios sigue obrando en cada uno de vosotros». Y es que la alegría cristiana, ha dicho D. Casimiro, se basa «en la confianza y la fe en Cristo de Jesús y a través de Dios Padre, que nunca nos abandona». Pese a todo, ha reconocido que no siempre es fácil, sobre todo en la enfermedad, reconocer la voluntad de Dios que, en ocasiones, «permite achaque para fortalecernos desde la prueba».
También se ha referido a la generosidad de la que habla San Pablo para ayudar a la Iglesia más pobre. En este sentido ha reconocido «la necesidad de ayudar, entre todos, a que la Casa tenga los medios suficientes para poder ofrecer los servicios y la atención» que los sacerdotes residentes necesitan. Pero también, ha matizado, «la generosidad, no es solo dar, sino darse y estar pendiente del otro», practicando la caridad con el hermano.
La celebración, en la que han concelebrado los Vicarios general, D. Javier Aparici; de Pastoral, D. Miguel Abril; y para el Clero, D. Marc Estela; junto al Director de la Casa Sacerdotal, D. Alberto Sanahuja; y el Secretario D. Ángel Cumbicos, ha finalizado con una comida fraterna.
El jueves siguiente a Pentecostés, a tan pocos días de concluir la Pascua y retomar el ritmo del Tiempo Ordinario, la Iglesia celebra la festividad litúrgica de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, una fiesta por la que trabajó con empeño Mons. José María García Lahiguera, que fundó la Congregación de Hermanas Oblatas de Cristo Sacerdote durante la guerra civil, que participó el Concilio Vaticano II, y que fue Obispo de Madrid–Alcalá primero, de Huelva, y finalmente de Arzobispo de Valencia.
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Para celebrar esta fiesta, nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente, se ha reunido esta mañana con los sacerdotes mayores de la Diócesis en la Casa Sacerdotal “Familia de Nazaret” de Castellón.
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La celebración de esta fiesta tiene dos objetivos fundamentales, ha indicado el Obispo en la homilía. El primero es “fijar nuestra mirada en Cristo Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, para contemplar quien es Él”, y también vivir esta jornada “en oración por la santificación de los sacerdotes y de las vocaciones al sacerdocio”.
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Tenemos en el Señor “a un intercesor ante el Padre”, que “sigue orando por su Iglesia, por toda la humanidad”, y muestra “como aquellos que participamos de su sacerdocio debemos vivir esta condición que el Padre nos da, a través de la ordenación, de mediadores suyos para los hombres”.
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D. Casimiro les ha exhortado a vivir la condición sacerdotal y la existencia del mismo modo que Cristo, “desde la entrega a la voluntad del Padre: «He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad»”. “Incluso en los momentos de debilidad: «Padre, si es posible, que pase de mí este cáliz»”. Pero “poniendo su confianza en Dios Padre dice: «Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya»”.
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“Nuestra tarea es llevar a las personas al encuentro con Cristo Jesús”, les ha recordado, “entregando la propia vida, como Jesús, para que los hombres se encuentren con Dios”, y ello debe cultivarse desde la oración.
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Juntos han recordado a todos los sacerdotes fallecidos, por quienes han rezado y a quienes han pedido su intercesión. Del mismo modo, han orado también por las vocaciones sacerdotales.
Los sacerdotes mayores de la Diócesis se han reunido esta mañana en la Casa Sacerdotal Diocesana «Familia de Nazaret» para celebrar juntos una Eucaristía con motivo de la ya cercana Navidad, que ha presidido el Obispo, D. Casimiro. También ha participado el Vicario General, D. Javier Aparici, el Vicario para el Clero, D. Marc Estela, y el Secretario Particular, D. Ángel Cumbicos.
En la homilía, D. Casimiro les ha invitado a acoger a Jesús que nace en Navidad de una manera sencilla y humilde. Celebramos el misterio del amor de Dios para con nosotros, que se hace hombre para salvarnos. También les ha exhortado a la alegría que llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús, que libera del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento.
Por último, el Obispo ha pedido al Señor por la paz en todo el mundo, en todas aquellas naciones que están en guerra o sufren algún tipo de conflicto, pero de un modo especial por Ucrania y Rusia.
D. Elías Sanz ha explicado, tras la celebración de la Misa, que “la Navidad hay que celebrarla con toda la intensidad hasta el último momento de la vida, porque es fuente de fe, de esperanza, y, sobre todo, fuente de paz que tanto necesitamos a nivel personal y social”.
También ha indicado que “estos encuentros son importantes y necesarios, y sería ideal que se celebraran con más frecuencia para poder compartir la realidad vital de cada uno de los que estamos aquí, porque muchas veces uno lo va pasando en silencio y en soledad, y creo que eso no es bueno, lo bueno es compartirlo todo, también los problemas”.
La Concatedral de Santa María, en Castellón, ha acogido la Eucaristía, presidida por el Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón y concelebrada por el Deán de la Concatedral, D. Miguel Simón, y por el Vicario General, D. Javier Aparici, y en la que también han participado, los Vicarios de pastoral, D. Miguel Abril, el Vicario para el Clero, D. Marc Estela, y el Secretario, D. Ángel Cumbicos, así como una nutrida representación de los sacerdotes mayores de nuestra Diócesis.
En este jueves posterior a Pentecostés, el calendario litúrgico de la Iglesia española aporta, como fiesta propia, la de «Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote». Una fiesta que celebra el contenido de la obra sacerdotal de Cristo y su Misterio Pascual en favor de los hombres. De hecho, la teología bíblica nos muestra pedagógica y magistralmente que «tenemos un sumo sacerdote que está sentado a la derecha del trono de la Majestad en los cielos» (Heb 8,1).
Así se ha mostrado hoy en la Liturgia de la Palabra (Heb 2, 10-18) (Jn 17, 1-2. 9. 14-26) de esta fiesta de nuestro Señor Jesucristo, según el rito de Melquisedec, «en quien el Padre se ha complacido desde toda la eternidad, mediador entre Dios y los hombres que, para cumplir la voluntad del Padre, se ofreció a sí mismo en el altar de la cruz de una vez para siempre como víctima de la salvación en favor de todo el mundo» (elog. del Martiriólogo Romano).
Durante la homilía, D. Casimiro se ha referido al origen y sentido de esta fiesta, que en España impulsó el Obispo D. José María García la Higuera, expandiéndose después por Hispanoamérica y finalmente en la Iglesia Universal. Una fiesta con el objetivo, ha dicho nuestro Obispo, «de fijarnos no tanto en lo que Jesucristo nos ha dado, sino en quién es Él, el ser de Jesús como Sumo y Eterno Sacerdote» refiriéndose al Rito de Melquisedec por el cual Jesucristo «fue elegido y amado para, encarnándose, viviendo entregado a la voluntad del Padre, muriendo y resucitando restablecer la amistad entre Dios y los hombres servir de puente como sacerdote». A través de la muerte y resurrección, ha resaltado el Obispo, «vuelve a unir a Dios con los hombres y establece así la nueva alianza».
La fiesta de hoy, ha de centrar nuestra mirada «en Cristo Jesús, en el Misterio Pascual, en su sacrificio redentor en la cruz, en su entrega total a la voluntad de Padre entregando su vida hasta el final para vencer el pecado y la muerte y darnos la vida que viene de Dios». En este sentido, dirigiéndose a los sacerdotes mayores de 75, se ha referido al Ministerio Sacerdotal a través de la institución de la Eucaristía durante la Última Cena siendo, la celebración de la Santa Misa, ha dicho nuestro Obispo, «lo más grande que tenemos los sacerdotes porque repetimos sus mismas palabras en primera persona lo que nos lleva a la entrega total para bien de la salvación del mundo».
La Eucaristía, a la que se ha referido D. Casimiro desde el inicio de la celebración, «es fuente de la vida y de la misión de la Iglesia y donde actualizamos el sacrificio redentor de un modo incruento». La homilía ha concluido dando gracia a Dios por Jesucristo, por su Misterio Pascual, por el Sacrificio en la Cruz, por su Salvación y por el Ministerio Pascual. No ha faltado el recuerdo hacia «todos los hermanos sacerdotes para que vivan desde la entrega en Jesucristo el Ministerio que han recibido» y la petición por «todo el Pueblo Santo de Dios, para que sea consciente de esa condición sacerdotal que es propia de todo bautizado».
Todo ello ha sido puesto a los pies del Señor por nuestro Obispo, «de manos de María la Virgen, la Esclava del Señor y le pedimos que también en nosotros se haga su voluntad», ha concluido.
La celebración de la Eucaristía ha concluido con el Rito de la Comunión y, al finalizar se ha entonado el «Salve Regina». Para continuar la jornada festiva se ha celebrado una comida fraterna en la Casa Sacerdotal.
“Yo estoy contigo todos los días” (Mt. 28, 20) es el tema elegido por el Papa Francisco para la celebración de la primera Jornada Mundial de los Abuelos y los Mayores, que festejamos mañana, 25 de julio.
Ellos son, sin duda, quienes más han sufrido en esta pandemia. En muchos casos, a la soledad se le ha añadido la enfermedad y la muerte. María Jesús Molina es compañera, cocinera, cuidadora y hasta confidente de unos mayores muy especiales en nuestra Diócesis, los sacerdotes mayores que viven en la Casa Sacerdotal Diocesena «Familia de Nazaret».
Ella es la gobernanta de esta Casa, en la que trabaja desde hace 8 años, y es un auténtico testimonio de servicio, de atención, de amor y de entrega al cuidado de los sacerdotes jubilados de la Diócesis. Como ella misma explica, “son 8 años, no de trabajo, sino de servicio a esta familia”. Y es que realmente son una familia. “Sufro con ellos, me alegro con ellos, rezo con ellos y hasta discuto con ellos”, indica.
Generalmente, en la Casa Sacerdotal viven los sacerdotes cuando se jubilan, personas que han entregado lo mejor de su vida al ministerio sacerdotal, “y es una casa familiar en la que cada uno tiene su propia habitación, en la que entran y salen cuando quieren”. El equipo que les atiende, formado por 4 chicas, se encarga de cocinar, de lavar la ropa, de hacer las habitaciones, de la medicación…, “pero más que eso, lo que necesitan es una atención familiar”, recalca María Jesús.
En estos momentos atienden a 14 sacerdotes, de los que 4 son jóvenes. “Hay que escucharles, en sus problemas, en sus necesidades”, indica. Pero en realidad, “la única necesidad que tienen es la atención y el cariño, que estés pendiente de ellos”, y “gracias a Dios, eso es lo que nos nace al equipo, y les queremos”, continua.
María Jesús vive allí con su marido, por lo que los sacerdotes nunca están solos, y así les puede atender a cualquier hora del día, o de la noche. Explica que esta etapa de pandemia ha “sido muy dura, sobre todo el tiempo de confinamiento”, en el que tuvo que confinarse ella sola, con la dificultad de llevar puesto un EPI durante todo el día, para que nuestros sacerdotes mayores no quedaran desatendidos“.
Además, en este último año han fallecido 4 sacerdotes en la Casa- D. José Porcar, D. Manuel López (de Madrid), D. Vicente Mestre y D. Joaquín Esteve-, y “ha sido un golpe muy duro para todos nosotros”. Pero “os digo de verdad que lo que nos ha sostenido ha sido la fe, el cariño mutuo, la oración…, se ha notado que ha habido mucha oración, que ha sido la que ha sostenido esta Casa”. Además, cuenta con emoción que ese tiempo nunca se sintió sola, ya que “tanto el Obispo, D. Casimiro, como los Vicarios y otros sacerdotes, siempre estuvieron muy pendientes, y pude desahogarme y hablar con ellos cuando lo necesitaba”.
Esta mañana, con motivo de la fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, los sacerdotes mayores de la Diócesis han celebrado una Eucaristía en la parroquia de San Cristóbal, en Castellón, que ha sido presidida por nuestro Obispo, D. Casimiro.
Este es un día para dar gracias por Jesucristo, indicaba el Obispo en la homilía, pero también “por nuestro ministerio sacerdotal”, “por vosotros, que en todos estos años habéis podido disfrutar de este don del Señor”, y “por todos los sacerdotes”, en este día en el que la Iglesia “nos pide orar por la santificación de los sacerdotes, para que sean presencia y sacramento visible de Cristo».
D. Casimiro ha tenido una memoria agradecida por quien trabajó con empeño por la generalización de esta fiesta en toda la Iglesia, Mons. José María García Lahiguera. En este jueves siguiente a la solemnidad de Pentecostés, celebramos “los dones que Él nos hizo en la Última Cena, el don de la Eucaristía, sacramento del amor, y el don del sacerdocio”, decía.
También ha explicado que “la condición sacerdotal pertenece a todo bautizado”, pues el Bautismo nos hace miembros del Cuerpo de Cristo y del Pueblo de Dios, “todos somos santificados y llamados a vivir, según la vocación propia que cada cual, la santidad y la perfección en el amor”, porque “descubrir la voluntad de Dios es lo más grande que nos puede pasar”.
A pesar de la edad o de la enfermedad, “nuestra vida debe ser una oblación como la de Cristo, hasta entregar su vida por la salvación del mundo siguiendo la voluntad del Padre”, ha continuado diciendo D. Casimiro, “la vida de todo sacerdote debe ser una ofrenda para que el mundo tenga vida y tenga la salvación”. En la Eucaristía “está la fuente de nuestra alegría, de nuestro consuelo, de nuestra espiritualidad y de nuestra santificación”, ha recordado.
Al final de la Eucaristía han recordado a todos los sacerdotes fallecidos, por quienes han rezado y a quienes han pedido su intercesión.
Lo sabemos, a causa de la pandemia este ha sido un año muy difícil para nuestros mayores, han sido las personas más afectadas. Mn. Elías Sanz ha expresado su alegría por esta celebración, pues “hacía muchos meses que no tenía un encuentro con sacerdotes y con el Obispo, algo que agradezco de todo corazón”. Ha sido un reencuentro “con los compañeros, con los que he compartido durante tantos años mis tareas pastorales en la Diócesis”, y por ello “es un día de gozo, de alegría y de esperanza”.
También ha explicado que ha vivido todo este tiempo “en casa, con cierta preocupación pero dedicado a la oración, y pensando mucho en todos los sacerdotes del presbiterio”, con quienes ha estado hablando por teléfono “para animarnos mutuamente”. “Ha sido una etapa muy dura, para los sacerdotes y para toda la sociedad – ha continuado – para las familias, los enfermos, los sanitarios…”, pero “con la esperanza de que juntos podríamos vencer esta situación, y salir de ella con la ayuda del Señor”.
Posteriormente han tenido ocasión de compartir una comida de fraternidad en la Casa Sacerdotal.
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