Un curso pastoral bajo el signo del Año Jubilar
Queridos diocesanos.
Este sábado iniciamos un nuevo curso pastoral con la Jornada diocesana en el Seminario Mater Dei. Un nuevo curso es un tiempo de gracia de Dios para crecer en santidad y comunión como Iglesia peregrina del Señor al servicio de la misión. Jesús nos dice a todos: “Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado” (Mt 28,19-20).
Puede que estemos cansados y desalentados, pero el Señor nos envía de nuevo. Hemos de salir a los caminos y a las periferias con una finalidad bien precisa: Hacer discípulos del Señor mediante el anuncio de Jesucristo vivo, que lleve al encuentro con personal con Él, a la conversión y adhesión a su Persona y a su Evangelio, al bautismo y a una vida conforme con lo que Jesús nos ha enseñado.
La misión de nuestra Iglesia corresponde a cuantos la formamos: a cada uno de los bautizados conforme a su vocación, carisma y estado –laicos, religiosos, diáconos y sacerdotes- y a cada una de las comunidades cristianas. Nuestra Iglesia entera –miembros y comunidades- estamos llamados a ponernos en estado de misión y a comprometernos en el anuncio del Evangelio, que lleve al encuentro personal y transformador con Jesucristo, que “da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Benedicto XVI, Deus caritas est, 1).
Este curso nos vamos a centrar en tres cosas: la celebración del Año Jubilar, la reflexión sobre nuestra Iglesia Diocesana y la preparación de un nuevo Plan diocesano de Pastoral. Me detengo brevemente en la celebración del Jubileo que comenzábamos el pasado día 12 de abril.
Algunos de los actos jubilares ya se han llevado a cabo, pero la mayoría tendrán lugar en este nuevo curso, hasta la clausura del Jubileo el 16 de abril de 2023. De los actos pendientes quiero resaltar las peregrinaciones por Arciprestazgos a la Catedral en Segorbe. Hemos de prepararlas con esmero pues de ello dependerán en gran medida los frutos espirituales, personales y comunitarios del Jubileo.
Recordemos que el objetivo del Año Jubilar es Crecer en comunión para salir a la misión. Se trata de la comunión con Dios y con los hermanos para salir a la misión siempre nueva de anunciar a Cristo vivo y su Evangelio. Como nos recuerda el papa Francisco, la misión pide evangelizadores que se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo para anunciar la Buena Noticia no sólo con palabras sino sobre todo con una vida que se ha transfigurado en la presencia de Dios (cf. EG 259). Hemos pues de cuidar y favorecer la conversión y la renovación espiritual, personal y comunitaria, para crecer en la comunión. Esta es la fuente, la fuerza y la meta de la misión. Sin comunión no será posible la necesaria renovación pastoral y misionera de nuestra Iglesia. Una comunión viva y vivida hará de todos nosotros “evangelizadores con Espíritu”.
La comunión con Dios y los hermanos es un don de Dios, que hemos de suplicar con insistencia y acoger con gratitud. Estamos necesitados de Dios, de su Palabra, de su vida y de su gracia: esta es la fuente de la vitalidad espiritual, pastoral y misionera de nuestra Iglesia diocesana y de cuantos la formamos. El Jubileo nos llama a volver nuestra mirada y nuestro corazón a Dios para convertirnos a Él, nos ofrece la oportunidad y la gracia de recuperar y/o fortalecer la comunión con Dios y con los hermanos. Reconozcamos con humildad nuestros pecados, nuestras tibiezas y nuestras mundanidades; pidamos perdón a Dios y a los hermanos con sinceridad y con mucha humildad. Abrámonos al abrazo del perdón misericordioso del Padre que nos espera en el sacramento de la Penitencia. Recuperemos la alegría de estar en la casa del Padre formando parte de su Iglesia, que es su Pueblo, la familia de los hijos de Dios.
Os animo a todos a participar en las peregrinaciones a la Catedral y a cuidar con esmero su preparación espiritual. Es una buena oportunidad para intensificar la oración personal y comunitaria. Pido a los sacerdotes que ofrezcan el sacramento de la Reconciliación. Para ganar la Indulgencia plenaria del Jubileo es necesaria, entre otras cosas, la confesión personal de los pecados.
Sin la gracia de Dios, sin la savia de la Vid que es Cristo Jesús y sin la fuerza del Espíritu nada podemos ser o hacer ni como cristianos ni como Iglesia. Vivamos el nuevo curso pastoral con ánimo y esperanza renovados. El Señor Jesús es nuestro compañero de camino y su Espíritu nos ilumina, alienta y fortalece. ¡Que la Virgen de la Cueva Santa nos guíe, proteja y aliente en este nuevo Curso pastoral!
Con mi afecto y bendición,
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón