Hna. Cecilia Torres Borrás, agustina de Montornés (Benicasim)
Este domingo, junto con la solemnidad de la Santísima Trinidad se celebra la Jornada Pro Orantibus. Es un día dedicado a las comunidades contemplativas y su labor silenciosa pero imprescindible para el dinamismo misionero de la Iglesia. En la Diócesis contamos con diez monasterios que albergan comunidades de carmelitas, agustinas, clarisas, dominicas, esclavas del santísimo sacramento y la fraternidad monástica de la paz. La hermana Cecilia Torres, de las agustinas de Mirambel, en Bencasim, nos abre la puerta a esta vida que es el pulmón de la Iglesia.
¿Cómo habéis vivido estas semanas de reclusión y pandemia?
Ha sido y está siendo largo porque ha abarcado Cuaresma y Pascua, que son espiritualmente momentos muy distintos. En Cuaresma, compartimos especialmente el sufrimiento y la inquietud por la situación e intensificamos la oración por toda esta circunstancia. Luego, en el tiempo de Pascua, el Señor ha resucitado aunque estemos en confinamiento y nos lleva a buscar los signos de la vida nueva en medio del sufrimiento y el dolor de las personas, de tanta gente que no tiene lo necesario, y encontramos tantas personas que han sabido entregarse, compartir sus bienes y tiempo, incluso arriesgando su vida. Son signos de esperanza y vida nueva que nos llevan a la alabanza porque también en medio de la dificultad reconocemos la presencia de Dios.
El sábado pasado Santa Luisa de Marillac visitó el Centro Social Marillac de Castellón. Era el 9 de mayo, fiesta de la patrona de las obras sociales desde que en 1960 San Juan XXIII la declaró modelo y protectora de este sector. Las Hijas de la Caridad lo celebraron con los internos haciendo una representación de la historia de su fundadora. Durante el tiempo de confinamiento, este centro de acogida de enfermos convalecientes sin hogar ha recibido a personas derivadas desde los albergues para transeúntes que habían sido infectados por el virus y que necesitaban un espacio individual para el confinamiento.
Entre la tristeza por la muerte de dos hermanas y la esperanza comprometida. Así han vivido el confinamiento las religiosas de la Consolación en la Diócesis. Los seis colegios que tienen en Segorbe-Castellón – L’Alcora, Burriana, Castellón, Nules, Onda y Vila-real – han puesto un cuidado especial en acompañar a los 3.700 alumnos y a sus familias. Con las realidades vinculadas a la congregación fundada por Santa María Rosa Molas, se han impulsado iniciativas como la confección de mascarillas o el sostenimiento de proyectos en las misiones.
Los más de 50 días de confinamiento también han afectado a las religiosas de clausura. Las primeras semanas varios medios de comunicación se dirigieron a ellas para que compartiesen consejos sobre cómo vivir recluido con una sociedad acostumbrada hasta entonces a salir y entrar sin limitaciones. Desde sus celdas han confeccionado miles de mascarillas para presos, sanitarios, fuerzas de seguridad, países pobres… y han rezado por todos y con todos. Pero las restricciones han provocado que algunas comunidades pasen por penurias.
Hace días que las 8 hermanas del Monasterio de Monjas Agustinas de Montornés, en Benicàssim, se pusieron manos a la obra para responder a la necesidad y confeccionar mascarillas, además de batas y otros recursos destinados a las prisiones y otros centros que los necesitan.
Por su parte, el Visitador para las comunidades contemplativas, Joaquín Guillamón, explica que “aunque durante este tiempo no es posible realizar las visitas, seguimos estando en contacto con esta y las demás comunidades, sobre todo a través del móvil y del correo electrónico, y así podemos preguntar si están bien, si tienen alguna necesidad que podamos solucionar, y les hacemos llegar las comunicaciones del obispado”.
La hermana Cecilia explica que “para nuestra comunidad, este tiempo de confinamiento aparentemente no debía suponer mucho cambio, pues nuestra vida transcurre normalmente en el Monasterio. Vida de oración, espiritualidad, convivencia, formación, trabajo…”, aunque en realidad, hasta para ellas ha supuesto un gran cambio, ya que “no vivimos aisladas del resto del mundo, sino que las preocupaciones, dificultades, necesidades, sufrimientos, esperanzas y retos de las personas nos afectan y las hacemos nuestras”.
Todo ello, como continúa explicando, se traduce en que “en este tiempo se ha intensificado nuestra oración, nuestro levantar las manos al Señor como Moisés, para que esta batalla contra la enfermedad la podamos vencer unidos a Dios y unidos entre nosotros”.
“Oramos especialmente por los difuntos y sus familias y por todos los que están más expuestos al contagio por curar a los enfermos y por servir a la sociedad con sus trabajos; por los sacerdotes, religiosos y agentes de pastoral de la salud que aportan consuelo y esperanza a los enfermos y sus familias, y ayudan a mirar al cielo y creer en la vida eterna; por las Residencias de ancianos con tanto riesgo y sufrimiento. Jesucristo está ahí, en el que sufre, sosteniendo, acompañando, salvando, como en la Cruz”, añade.
Esta se trata de una Cuaresma muy distinta, también para ellas, pues “estamos viviendo un ayuno fuerte, en nuestro caso sin tener la celebración de la Eucaristía diaria, aunque tenemos el privilegio de tener el Santísimo y la reserva Eucarística para poder comulgar, y lo hacemos muy unidas a tantos que no pueden recibir al Señor sacramentalmente”.
La hermana también explica que el sufrimiento por no poder recibir las visitas que recibían, y por no poder ver a las personas que les acompañaban en los oficios y en la Santa Misa, lo aplacan con oración, “sabemos también por experiencia de la renuncia a ver y abrazar a los que queremos, pues no tenemos visitas en este tiempo y en general no son frecuentes, pero ahí podemos descubrir que el amor se alimenta con la oración y que va llenando nuestro corazón de nombres de personas concretas. Rezar por otra persona es una forma de amarla”.
De este tiempo especial para practicar la limosna indica que “la podemos vivir dándonos con pequeños gestos a los demás, dando nuestro tiempo, comprensión, escucha, consuelo, aliento… a los de cerca y a los que están más necesitados. Hoy en día hay muchos medios de hacerse presente, como estamos viendo y haciendo en esta cuarentena”.
“Impresiona y es motivo de gratitud, ver como en tiempos de dificultad sale lo más valioso de las personas, tantos gestos de generosidad, de atención y dedicación a los más necesitados, de ayuda de múltiples formas empleando la creatividad que produce el amor al otro. El amor que derrama el Espíritu de Dios en nuestros corazones”, continúa.
Y en el centro de todo este tiempo, “lo esencial desde la fe es volver la mirada a Dios, pedirle perdón por la autosuficiencia y olvido de su Amor a nivel personal y social. Pedirle que convierta nuestros corazones para reconocer que somos criaturas y que sólo en Él podemos alcanzar la plenitud, viviendo como hijos suyos y hermanos entre nosotros. Pues como dice San Agustín: «Nos has hecho Señor para ti y nuestro corazón está inquieto hasta descansar en Ti».
Como comunidad de Vida Contemplativa nos dan una serie de sugerencias espirituales para que todas las personas y familias puedan vivir este tiempo de confinamiento:
Dedicar un tiempo a orar con la Palabra de Dios, pues Dios nos sigue hablando y nos ilumina el sentido de este acontecimiento a nivel personal, familiar y social.
Orar en familia, o sólo, pero en comunión con toda la Iglesia, con la Liturgia de las Horas, el Rosario…
Dedicar un tiempo al diálogo, en familia o comunidad, para compartir lo que somos y sentimos, miedos esperanzas y nuestra experiencia de Dios en este tiempo, compartir la fe nos la acrecienta.
Formarse espiritualmente con la lectura, charlas, profundizando los documentos de la Iglesia: las encíclicas de los últimos Papas son verdaderas joyas, y el Concilio Vaticano II para muchos es aún desconocido.
Buscar un tiempo personal de silencio para profundizar en la amistad con el Señor. San Agustín, maestro de interioridad nos dice:
Entra en ti mismo: «No salgas fuera de ti, entra en ti mismo, porque en el corazón del hombre habita la verdad, habita Cristo». (La verdadera religión 39, 72-72)
No salgas fuera de ti mismo, equivale a que no renuncies a ser tú mismo, no te distraigas con las vidas ajenas, cayendo en la frivolidad o mundanidad. Somos la tarea más importante de nuestra vida. Aceptar la vida como nuestro gran proyecto.
Vuelve al corazón, entra dentro de ti, no temas alojarte en tu mundo interior, valórate, ese es tu espacio sagrado donde construyes tu destino. Es una invitación al encuentro con la verdad de uno mismo.
Muchas personas se desconocen a sí mismas, en el libro de Las Confesiones dice S. Agustín: «Se desplaza la gente para admirar los picachos de las montañas, las gigantescas olas del mar… mientras se olvidan de sí mismos…» (Conf. X, 8, 15). «Conocerse a sí mismo no es otra cosa que escuchar lo que Dios dice de nosotros» (Conf. X, 3, 3). Este escuchar a Dios requiere silencio exterior e interior. Conocerse a sí mismo, comprenderse, nos lleva a comprender a los demás y amarlos.
Entrégate a Dios: Trasciéndete a ti mismo para no caer en un narcisismo. Trascenderse es un camino de superación y esperanza, construir nuestro ser desde el encuentro con Dios, pues somos seres habitados. «Dios es más íntimo que mi propia intimidad» (Conf. III, 6, 11).
Conocerse, aceptarse y superarse es el itinerario agustiniano de la interioridad. En el «conózcame a mí y conózcate Ti, Dios mío» hay un intercambio de luz, hay que mirarse a uno mismo en su pobreza y levantar los ojos a Dios que nos dignifica. Jesús, el Hijo de Dios, hecho hombre nos revela a los hombres nuestra dignidad y sentido.
Pequeña reflexión a modo de ejemplo, sobre las lecturas del oficio, fuente de riqueza espiritual que nos ofrece la liturgia de las Horas:
Meditando las lecturas del Oficio de Lectura de ayer, sábado de la IV semana de Cuaresma, podemos sacar mucha luz para este tiempo que vivimos: Núm 201-13; 21, 4-9 y Constitución pastoral Gaudium et spes (GS) del Concilio Vaticano II, n. 37-38. Y cada día la Liturgia nos regala preciosos textos para meditar y crecer en la fe, esperanza y amor.
En La lectura de los Número Moisés intercede por el pueblo que reconoce su pecado, se ha olvidado de Dios, ha adorado falsos ídolos. ¿Reconoceremos esta realidad de idolatría que vivimos y pediremos perdón al Señor por nosotros y todos nuestros hermanos?
La lectura de la Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual (GS) nos habla de la necesidad de purificar la actividad humana en el misterio pascual: El progreso, que es un bien en sí mismo, puede ser un peligro cuando lleva al egoísmo, olvidando la fraternidad (es el derrotero que estábamos viviendo). El hombre redimido por Cristo ama las cosas creadas por Dios, las agradece y respeta, cree en el Amor de Dios y que el esfuerzo por restaurar la fraternidad universal no es una utopía. ¿Lo creemos, vivimos y proclamamos? Somos pecadores perdonados por la sangre de Cristo y de Él aprendemos a llevar la cruz que acompaña a los que buscan la paz y la justicia, sabiendo que si morimos con Cristo viviremos con Él. El Espíritu fortalece los deseos y acciones para humanizar la vida y abrirla a la trascendencia. Cada uno está llamado a realizar esta misión de construir el Reino de Dios, reino de paz, justicia y amor desde su propia vocación.
El pasado domingo, 1 de marzo, las 8 hermanas del Monasterio de Monjas Agustinas celebraron, con una Eucaristía, el 40 aniversario de su presencia en la urbanización de Montornés de Benicàssim.
El monasterio se fundó en 1564 en Mirambel (Teruel) dedicado a Sta. Catalina virgen y mártir, aunque se trasladó a Benicàssim en 1980, denominándose “de Ntra. Sra. de Mirambel” en recuerdo de los cuatro siglos transcurridos.
Nunca fue una comunidad muy numerosa, aunque a lo largo de su historia realizó diversas fundaciones. Durante los años 1859-1931 y 1939-1964 fue la Escuela de los niños de Mirambel, recibiendo una educación esmerada y religiosa, y actualmente, la plaza de entrada al pueblo por el “Portal de las Monjas” está dedicada a la última maestra, M. Consuelo Roca, en gratitud por la labor realizada.
Actualmente, desde la vida de oración y entrega al Señor, la comunidad ofrece un espacio de acogida con la Hospedería “Madre del Buen Consejo” para aquellas personas que buscan profundizar en su vida y en la fe, en un clima de oración y compartiendo las celebraciones litúrgicas, aunque también acoge a grupos parroquiales y de colegios para realizar convivencias.
Las hermanas agradecen a Dios «la historia de salvación realizada, su misericordia y su providencia, patente durante todos estos años, a través de tantas personas: amigos, familiares, vecinos, que nos han ayudado con su trabajo, donativos, aliento y oración».
«Desde este precioso lugar, entre el mar y la montaña – añaden – nos sentimos unidas a toda la Humanidad, orando con ella y por ella, buscando ser signo de la existencia, cercanía y plenitud de Dios». Asimismo, recuerdan que «la gente puede hacernos llegar sus intenciones de oración y puede participar en las celebraciones de la comunidad».
Iglesia parroquial de La Sagrada Familia de Castellón, 2 de febrero de 2020
(Ml 3,1-4; Sal 23; Hb 2,14-18; Lc 2,22-40)
Hermanas y hermanos, muy amados todos en nuestro Señor!
Os saludo a todos en la Fiesta de la Presentación del Señor. De modo especial os saludo a vosotros, queridos consagrados y consagradas, en la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Nuestra Iglesia diocesana de Segorbe-Castellón, unida a la Iglesia universal, da gracias y ora hoy a Dios por todos vosotros y por la diversidad de carismas de vuestros institutos: sois verdaderos dones del Espíritu Santo con los que Dios enriquece a nuestra Iglesia. Con vosotros oramos hoy al Señor para que nos siga enriqueciendo con nuevas vocaciones y carismas, y para que con la fuerza del Espíritu os mantengáis fieles a vuestra consagración siguiendo al Señor obediente, virgen y pobre al servicio siempre de la Iglesia y de la humanidad.
Hoy me voy a fijar hoy en tres palabras que resumen la Palabra proclamada: encuentro, consagración y esperanza.
Hoy es 2 de febrero, fiesta de la Presentación del Señor en el Templo y Purificación de la Virgen María, y coincidiendo con esta fiesta, la Iglesia celebra todos los años la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, con la que en esta ocasión se pretende incidir y profundizar, de forma especial, en como la Virgen alienta nuestra esperanza en un mundo sufriente, y en como los consagrados participan de esta misión de llevar esperanza. Así se muestra en el lema elegido para ello: «La Vida Consagrada con María, esperanza de un mundo sufriente».
Así, los religiosos y religiosas de distintas congregaciones presentes en la Diócesis han celebrado esta fiesta en una eucaristía presidida por el Obispo en la parroquia de la Sagrada Familia de Castellón. La Misa ha comenzado con la procesión de las candelas, y en su homilía, Casimiro López Llorente ha comenzado afirmando que «cada uno de vosotros y de vosotras sois dones importantes y necesarios del Espíritu, para que nuestra Iglesia lleve a cabo la misión encomendada por el Señor, de que la Buena Nueva llegue a todos los rincones de la Tierra».
El Obispo se ha centrado en 3 palabras: encuentro, consagración y esperanza. Del encuentro ha dicho que la Presentación de Jesús «fue la ocasión para que Jesús, el Mesías, el Salvador, la luz del mundo, se encontrara con su pueblo, se encontrara con la humanidad. Vino a los suyos pero no todos lo reconocieron y lo acogieron, solo los humildes de corazón, los pobres, los piadosos, los que esperaban la llegada del Mesías pueden ver en aquel niño al Salvador esperado».
De la consagración decía que «el Niño es presentado y ofrecido en el Templo, es decir, es consagrado para cumplir la voluntad de Dios, y lo hará con una oblación total, en obediencia filial, con humildad absoluta hasta el final, hasta la muerte». «Esa ofrenda de la propia persona, la acogida de la voluntad de Dios en nuestra vida, de nuestra vocación, es el camino de la verdadera consagración», ha continuado.
Finalmente ha hablado de la esperanza, «estáis llamados a ser testigos de esperanza en un mundo sufriente, y lo seréis en tanto en cuanto aprendáis de María y con María, Madre de la Esperanza, a esperar sólo en Dios. En medio de un mundo que tiene tantos motivos para la desesperanza, llevad la esperanza a quien la ha perdido, o mantenedla viva en donde se apaga». Tras la homilía, los religiosos han renovado sus votos o promesas.
El pasado sábado, 18 de enero, tuvo lugar en el Monasterio del Sagrado Corazón de Jesús, de Alquerías del Niño Perdido, la celebración de las Bodas de Plata de vida consagrada de la Hna. Mª José de Cristo.
La hermana ha renovado su “SÍ” a Dios con ilusión y agradecimiento al Señor, que le acompaña en cada momento, junto al altar y junto a sus hermanas Carmelitas Descalzas, en una Eucaristía presidida por el Sr. Obispo.
En su homilía, D. Casimiro López Llorente, subrayó que celebrar las Bodas de Plata de vida consagrada es seguir diciendo: “¡Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad!, porque acogiendo su voluntad, acogemos el camino hacia nuestra felicidad, que no es otra sino el encuentro pleno con Dios que es amor, para que esa llamada al amor que está en cada uno de nosotros llegue a plenitud”.
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