No puede haber caridad sin adoración ni adoración sin caridad
Cada año, sesenta días después del Domingo de Pascua, nuestras comunidades celebran la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, con la que la Iglesia proclama la fe de los creyentes en la presencia real de Jesucristo en el Santísimo Sacramento, y le tributa un culto público y solemne.
En España, la gran fiesta católica del Corpus Christi es también el Día de la Caridad, el día de Cáritas, una identificación cargada de significado que trata de manifestar la dimensión comunitaria del Pan Eucarístico.
«La Eucaristía -exhortaba el Papa Benedicto XVI- impulsa a todo el que cree en Él a hacerse «pan partido» para los demás y, por tanto, a trabajar por un mundo más justo y fraterno. […] En verdad, la vocación de cada uno de nosotros consiste en ser, junto con Jesús, pan partido para la vida del mundo» (Sacramentum caritatis).
Con este motivo, Cáritas realiza cada año una llamada a la concienciación social, a la sensibilización y a la movilización solidaria contra las situaciones de pobreza. Bajo el lema «Somos lo que damos, somos amor», la convocatoria de la Semana de la Caridad se realiza este año emparejada a la celebración del 75 aniversario de la fundación de Cáritas Española, y del 65 de Cáritas Diocesana, hechos que se añaden como un motivo de alegría y esperanza.
Hoy es imprescindible que hagamos del amor un faro que se convierta en referente para alumbrar la vida de muchas personas que a nuestro alrededor viven derrotadas, tristes y sin esperanza.
Nuestro Obispo, D. Casimiro, ha presidido esta tarde la Eucaristía en la Solemnidad del Corpus Christi en la Catedral, en Segorbe. Además de los sacerdotes concelebrantes ha participado un gran número de fieles, los niños y niñas de Primera Comunión de la ciudad junto a sus catequistas, así como una representación de la corporación municipal.
Tras la proclamación de la Palabra de Dios, el Obispo ha resaltado tres palabras en su homilía: Memorial, Banquete y Presencia. “La Eucaristía es memorial del sacrificio redentor de Jesús en la cruz, que actualizamos cada vez que celebramos la Santa Misa”, ha explicado.
Este sacramento, indicaba, “nos descubre el verdadero rostro de Dios”, que es amor, un amor “hasta el extremo de entregar a su propio Hijo por nosotros y por nuestros pecados”. Toda su vida, decía de Jesús, “no tuvo otro fin que darnos a conocer y comunicarnos” este amor.
La Eucaristía es también banquete, ha continuado, ya que “Jesús mismo se nos da en comida”. “Es el centro de la vida de cada cristiano y de toda la Iglesia”, y sin ella “no podemos vivir”, porque “cuando falta la Eucaristía nuestra fe y nuestra vida cristiana languidece y termina muriendo”.
D. Casimiro ha mostrado su preocupación por “tantos niños que hacen la Primera Comunión siendo la última”, y por “tantos bautizados que menosprecian la participación en la Eucaristía”. «Sine dominico non possumus», ha dicho citando a los Santos mártires de Abitinia, es decir, sin reunirnos el domingo para celebrar la Eucaristía no podemos vivir.
Además, en este Día de la Caridad también ha explicado que de ella “brota el mandamiento nuevo del amor: Amaos unos a otros como yo os he amado”, que este año vivimos bajo el lema `Tiende tu mano y comprométete”, para que el amor de Dios “llegue a todos, en especial a los más pobres y excluidos de nuestra sociedad”, más aún hoy ante “las consecuencias de la pandemia”.
Por último, la Eucaristía es presencia, pues “Jesús se queda en medio de nosotros como fuente inagotable de amor para que nos acerquemos a Él”, y nos “dejemos empapar de su amor para llevarlo a los demás”.
Tras la celebración solemne ha tenido lugar la procesión claustral con el Santísimo, que sostenido por el Obispo se ha detenido en la puerta que da a la calle Santa María para bendecir a la ciudad y a toda la Diócesis.
Solemnidad del Corpus Christi en la Concatedral de Santa María, en Castellón
Ayer tarde se celebró el Corpus Christi en la Concatedral de Santa María, en Castellón, con una ceremonia litúrgica que presidió el Obispo de nuestra Diócesis, D. Casimiro López Llorente, en la que se exaltó el el Misterio Eucarístico como memorial del sacrificio de Cristo en la cruz y de su resurrección, y que se nos da como alimento quedándose realmente presente entre nosotros. La misma celebración tendrá lugar esta tarde, a las 19.00 h en la S.I. Catedral de Santa María, en Segorbe.
Tras la proclamación de la palabra, nuestro Obispo centró su predicación en «la Eucaristía» y puso el acento en las tres palabras que resumen nuestra Fe en el Sacramento de la Eucaristía: «memorial, banquete y presencia». La Eucaristía es memorial «del sacrificio redentor de Jesús en la Cruz – dijo D. Casimiro -, un sacrificio que actualizamos en cada Santa Misa; es banquete de comunión en el Cuerpo de Cristo, en el que el Señor mismo se nos da en comida y genera comunión; y es presencia real y permanente de Cristo Resucitado entre nosotros».
Testigos en el mundo
Dios es amor y ama a todos los hombres por igual, enfatizó el Obispo, «se queda con nosotros para que en Adoración, contemplando su amor supremo participemos en Él y, contagiados de su amor, seamos testigos en el mundo». Esa es nuestra fe y la Eucaristía, prosiguió D. Casimiro, «es el signo más fuerte y más permanente del amor de Dios hacia los hombres, descubriéndonos el verdadero rostro de Dios».
Tomando como referencia la palabra proclamada (Ex.24,3-8; Hb. 9,11-15; Mc.14,12-16.22-26) puso en relieve que la Eucaristía es el Sacramento «de la nueva y eterna Alianza de Dios con los hombres en Cristo» porque el Cuerpo entregado y la Sangre derramada, «sellan esa nueva y definitiva Alianza entre Dios y la humanidad». D. Casimiro recordó que el sacrificio de Jesús en la cruz no se repite «sino que se actualiza en cada Santa Misa para que el amor de Dios alcance a todos y en todos los tiempos».
En este sentido resaltó que la vida de Jesús no tuvo otro fin «que darnos a conocer y comunicarnos el Misterio de Dios, que Dios es amor y comunión de vida de amor infinito» y que su muerte en la cruz «fue la demostración suprema del amor de Dios para cada uno de nosotros» entregando su Cuerpo en comida y su Sangre en bebida, dejándonos la Eucaristía «como banquete de comunión de vida en el que Jesús se nos ofrece y nos da la vida».
Eucaristía:Centro de vida de la Iglesia
Siendo así, dijo nuestro Obispo, «la Eucaristía, es el centro de la vida de la Iglesia y de cada cristiano, hacia la que caminamos, la fuente de la que partimos, y la comida de la que nos nutrimos». Sin la celebración de la Eucaristía, resaltó D. Casimiro, no habría Iglesia porque de hecho – dijo – está destinada a ser Sacramento de la unidad de Dios con los hombres y de los hombres entre sí». En este sentido exhortó a la participación plena en la Eucaristía porque sin ella, «la fe del cristiano languidece, se apaga y se muere». Si queremos perseverar en la fe, insistió, «es imprescindible participar activa y plenamente en la Eucaristía porque sin ella no podemos existir ni vivir», invitando a los fieles congregados a una «mayor implicación para poner en valor la Eucaristía por ser el mayor tesoro que tienen los cristianos». De la Eucaristía brota el mandamiento nuevo del amor: «amaos los unos a los otros como yo os he amado» y así, aseveró D. Casimiro, «estamos llamados a vivir este amor de tal modo que llegue a todos porque a todos está destinado».
Día de la Caridad
Coincidiendo con la Solemnidad del Corpus Christi se celebra el Día de la Caridad, este año bajo el lema: «comprométete y tiende tu mano». Y aprovechando el lema, el Obispo exhortó a que nos comprometamos «en esta tarea de llevar el amor del que participamos en cada Eucaristía a otros para que todos sientan el amor, la cercanía y la Misericordia de Dios».
Recordó que esta crisis sanitaria y sus consecuencias «nos urgen a redoblar nuestro esfuerzo y compromiso con todos aquellos que lo están pasando mal, siendo desprendidos, pero también austeros en nuestra forma de vida» porque esta crisis «tendría que ayudarnos a cambiar nuestros estilos de vida, tantas veces egoísta, materialista y despilfarrador». A la crisis sanitaria D. Casimiró sumo también «la crisis en valores morales» invitando a los fieles a redoblar nuestro compromiso personal y nuestra generosidad económica porque «Jesús nos llama a reconocerlo y a amarle en el hermano necesitado». Para concluir, exhortó a «adorar al Señor y contemplar su amor supremo para dejarnos transformar por Él» porque solo así «podremos ser testigos comprometidos en el mundo».
Procesión claustral
Debido a las restricciones por la pandemia la tradicional procesión de exaltación del Cuerpo de Cristo no se pudo realizar por las calles de la ciudad. Sin embargo, tras la exposición del Santísimo Sacramento del Altar tuvo lugar la procesión en el interior del templo y desde el pórtico central de la Concatedral el Obispo bendijo a los fieles concentrados en la Plaza Mayor.
Este Domingo celebramos la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Corpus Christi. Esta Fiesta resalta nuestra fe en la presencia real y permanente de Cristo en la Eucaristía, memorial del sacrificio redentor de Jesús en la Cruz y banquete de comunión. Un sacrificio que actualizamos de modo incruento cada vez que celebramos la santa Misa. En el sacramento de la Eucaristía, el Señor se nos da en comida y se ha quedado entre nosotros a fin de que, en adoración, contemplemos su amor supremo, participemos de él y, transformados por este amor, seamos sus testigos comprometidos. Esta fe la hacemos pública y la ofrecemos al mundo en la procesión del Corpus.
La Eucaristía es el signo mayor del amor de Dios hacia todos los hombres, manifestado de una vez para siempre en el sacrificio redentor de Cristo en la Cruz. El Corpus Christi nos recuerda el verdadero rostro de Dios: Dios es amor y ama a todos los hombres. Tal es su amor por los hombres, que nos ama hasta el extremo de entregar a su propio Hijo en sacrificio “por todos nosotros” y el perdón de los pecados; Cristo Jesús nos ofrece su Cuerpo como comida de Amor y de Vida y se queda sacramentalmente para siempre entre nosotros en este sacramento, como fuente inagotable de su Amor.
El Corpus Christi nos lleva a la raíz y a la fuente permanente de la caridad y nos impulsa a construir la fraternidad universal, como nos pide el Papa Francisco en su encíclica Fratelli tutti. Por su sacrificio y entrega total en la Cruz, Cristo nos ha redimido del pecado y ha restaurado el estado original de amistad y comunión de los hombres con Dios, con los demás y con la naturaleza entera. En la Eucaristía, el mismo Jesús se nos da como alimento de Vida y de Amor, que cambia y transforma a las personas y sus corazones. La Eucaristía es el centro de la vida de la Iglesia y de todo cristiano; es la fuente de la que nos nutrimos y el motor para vivir el día a día desde el amor de Dios; es el anticipo de la vida eterna y el inicio de la nueva tierra y los nuevos cielos, cuando todo quede restaurado en Cristo.
En la Eucaristía, el Señor mismo nos invita a su mesa y nos sirve; Él se nos da a sí mismo en el Pan partido y repartido, que es su Cuerpo. Jesús nos muestra así que amar es no solo dar sino darse. La comunión del Cuerpo de Cristo une a los cristianos con el Señor y crea la unión de unos con otros. La Eucaristía crea y recrea la nueva fraternidad que es expansiva y no conoce fronteras. Por ello, la Eucaristía tiene unas exigencias concretas para el vivir cotidiano, tanto de la comunidad eclesial como de los cristianos; de ella brota el mandamiento nuevo del Amor: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Y Cristo nos ha amado dándose a sí mismo por puro amor, de forma totalmente gratuita y desinteresada. La Iglesia y cada cristiano estamos llamados a dejarnos empapar por este amor entregado de Cristo y a vivirlo de tal modo que este amor llegue a todos, pues a todos está destinado.
Por todo ello, en la Fiesta del Corpus Christi celebramos el Día de la Caridad, este año bajo el lema: “Tiende tu mano y ¡comprométete!”. Así el Amor de Dios llegará a través de cada uno de nosotros a todos, en especial a los pobres y excluidos de nuestra sociedad y del mundo entero: así todos podrán formar parte de la nueva fraternidad creada por Cristo Jesús. Quien en la comunión comparte el amor de Cristo es enviado a ser su testigo compartiendo su pan, su dinero, su tiempo y su vida con el que está a su lado, con el que está necesitado no sólo de pan sino también de amor: los enfermos, los pobres, los mayores abandonados, los marginados y los excluidos.
Es encomiable y agradezco de corazón la respuesta generosa ante la actual crisis sanitaria, laboral y económica que estáis dando tantos fieles y tantas personas de buena voluntad con aportaciones en dinero y en alimentos a las cáritas parroquiales, interparroquiales y diocesana, y en otras organizaciones de la Iglesia. No puedo olvidar ni dejar de agradecer el trabajo silencioso y gratuito de muchos voluntarios en las cáritas y en otras entidades, cuyo número ha crecido en este tiempo de necesidad. La persistencia de la crisis nos urge a redoblar nuestro esfuerzo y compromiso en favor de todos los que peor lo están pasando para que a todos llegue el amor del Señor a través de nuestra caridad generosa. Seamos desprendidos y austeros; prescindamos de tantos gastos superfluos e incluso de los necesarios a favor de los más necesitados. Y ¿por qué no fijarnos un tanto por ciento de nuestros ingresos mensuales para cáritas?
Cristo Eucaristía nos invita y envía a ser testigos comprometidos de su Amor.
Esta tarde se ha celebrado el Corpus Christi en la Concatedral de Santa María de Castellón, que ha presidido el Obispo, D. Casimiro López Llorente, con una procesión claustral y con aforo limitado, pero no por ello con menos intensidad y alegría.
“Nos congregamos para celebrar la fiesta del Corpus, en su centro está el Misterio Eucarístico, memorial del sacrificio de Cristo en la cruz y de su resurrección, que se nos da como alimento y se queda realmente presente entre nosotros”, ha dicho D. Casimiro al inicio de la homilía, “avivemos y confesemos nuestra fe en Jesucristo vivo y realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar”.
El Obispo ha continuado explicando que “Jesús se hace y está realmente presente en la Eucaristía, en su divinidad y en su humanidad gloriosa, y por ello el Sacramento del Altar contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es lo más grande que tenemos, en ella esta Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de Vida, que se da a los hombres para que tengan vida por medio del Espíritu Santo”.
Ha realizado una invitación a los fieles a contemplar y a adorar el Misterio Eucarístico, “en la Eucaristía el Señor se ha querido quedar real y permanentemente presente entre nosotros, bajo esas sencillas especies del pan y del vino, Él está y se queda realmente entre nosotros, de muchas formas, pero de una forma preeminente y única en la Eucaristía”.
Ha advertido de que “sin la Eucaristía, sin la comunión sacramental de Cristo, el cristiano, los sacerdotes, nuestra fe, nuestra tarea, se debilita y terminan muriendo. No se puede afirmar que para ser un buen cristiano no es necesario asistir a la Santa Misa ni comulgar, y sería como el sarmiento desvinculado de la vid, que se seca y muere”.
“Hoy, en el Corpus celebramos el día de la caridad”, ha continuado, “y la caridad de Cristo, como dice San Pablo, nos apremia, y más en estos tiempos de crisis global, no solo sanitaria o económica, si no también laboral, social, moral y política, a ser testigos comprometidos en la caridad. Nos insta a atender a todos aquellos que están pasando hambre, que se quedan sin trabajo, que pierden sus empresas, a familias enteras sin medios para subsistir”, por ello se ha hecho la colecta extraordinaria de Cáritas.
Al final de la Eucaristía se ha celebrado un procesión dentro de la Concatedral con el Santísimo, hasta la puerta, donde el Obispo ha bendecido a la ciudad.
Con la solemnidad del Corpus Christi, el próximo domingo 14 de junio, se celebra el Día de la Caridad. Cada año ha sido el momento en que Cáritas presentaba su labor durante una semana. En esta ocasión, aunque se hayan tenido que reducir los actos, la acción caritativa organizada de la Iglesia en Segorbe-Castellón mostrará una vez más la generosidad de la gente, el trabajo que se realiza y, lamentablemente, los muchos desafíos que siguen reclamando la colaboración de todos para que nadie se quede al margen.
Hay muchas iniciativas solidarias en la sociedad. Lo peculiar de Cáritas es que en el centro, en la motivación y en la manera de hacer está Cristo que se sienta a la mesa con la humanidad, y en particular con los pobres, como evoca el lema de esta edición. Como afirma la Subcomisión Episcopal de Acción Caritativa y Social, «el Señor, compadecido de nuestra enfermedad pandémica, de nuestra desesperanza y soledad, nos invita a encontrarnos con Él en el camino y a sentarnos a comer a su mesa».
Actos previstos
Presentación de la Memoria de Cáritas. Miércoles 10 a las 12h
Suplemento acción Cáritas Covid-19. Junto con la memoria se mostrará el compromiso de Cáritas con los afectados por la crisis económica y social provocada por la pandemia.
A lo largo de la próxima semana nos prepararemos para la celebración del Corpus Christi ayudados por nuestras parroquias y Cáritas diocesana. Lo haremos afectados aún por la pandemia del Covid-19, y, también, por sus graves consecuencias económicas, laborales, sociales, morales y espirituales. Vivimos una crisis global que abarca los distintos ámbitos de la vida: el personal, el familiar y el social, en nuestra nación y en el mundo entero. Toda crisis, junto a sus efectos negativos, tiene también una dimensión positiva: ofrece la gran oportunidad para crecer corrigiendo lo que es incorrecto e injusto, purificando lo erróneo y pecaminoso, y dejándonos renovar para construir un mundo más humano. Más que nunca, como cristianos estamos llamados a trabajar por la civilización del amor, a lo que tantas veces nos exhortó san Juan Pablo II.
El Corpus Christi nos lleva a la raíz y la fuente de la civilización del amor. En el centro de esta fiesta está la Eucaristía, el Sacramento del amor; en él Cristo Jesús nos ha dejado el memorial de su sacrificio y entrega total en la Cruz por amor a toda la humanidad y a la creación. Cristo nos ha redimido del pecado y ha restaurado el orden original de amistad y comunión con Dios, con los demás y con la naturaleza entera. En la Eucaristía, el mismo Jesús se nos da como alimento de Vida y de Amor, que cambia y transforma; Él se queda realmente presente entre nosotros para que, en adoración, contemplemos su amor supremo y nos dejemos empapar de él. La Eucaristía es central y vital para la Iglesia y para cada cristiano; es la fuente de la que nos nutrimos y el motor para vivir el día a día desde el amor de Dios; es el anticipo de la vida eterna y el inicio de la nueva tierra y los nuevos cielos, cuando todo quede restaurado en Cristo.
En la Eucaristía, el Señor mismo nos invita a su mesa y nos sirve; Él se nos da a sí mismo en el pan partido y repartido; nos muestra así que amar es servir, y que el servicio es no solo dar sino darse. La comunión del Cuerpo de Cristo une a los cristianos con el Señor y crea la unión de unos con otros. La Eucaristía crea y recrea la nueva fraternidad que es expansiva y que no conoce fronteras. Por ello, la Eucaristía tiene unas exigencias concretas para el vivir cotidiano, tanto de la comunidad eclesial como de los cristianos; de ella brota el mandamiento nuevo del Amor: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Y Cristo nos ha amado dándose a sí mismo por puro amor, de forma totalmente gratuita y desinteresada. La Iglesia y cada cristiano estamos llamados a dejarnos empapar por este amor entregado de Cristo y a vivirlo de tal modo que este amor llegue a todos, pues a todos está destinado.
Por todo ello, en la Fiesta del Corpus Christi celebramos el Día de la Caridad. “La caridad de Cristo nos apremia” (2Cor 5,14). Ante la profunda crisis, que padecemos, el Señor nos apremia a ser testigos comprometidos de la caridad. Nos urge a orar por el eterno descanso de los fallecidos y por el consuelo de sus familiares; nos insta a atender a aquellos que en número creciente pasan hambre, se quedan sin trabajo, pierden sus empresas o negocios; nos urge a atender a familias enteras sin medios para subsistir o pagar los gastos corrientes y el alquiler. El mandamiento nuevo del amor nos llama a redoblar nuestro compromiso personal y nuestra generosidad para con los necesitados entre nosotros, a través de nuestras cáritas y de nuestra aportación al fondo diocesano ante el Covid-19; y también a ayudar a los más pobres de la tierra a través de Manos Unidas y de la Delegación diocesana de Misiones.
El Señor Jesús nos apremia a vivir la caridad para reconstruir entre todos el tejido económico, laboral y social, tan castigado y debilitado por la pandemia, en el que todos puedan encontrar un trabajo digno. Y nos urge a vivir la caridad en la verdad para construir un orden social y político, basado en la verdad, en el encuentro y el diálogo constructivo entre todos, superando la mentira, el rencor, el insulto, la exclusión del diferente, el sectarismo y la imposición de ideologías. Necesitamos recuperar la categoría del bien común para crear entre todos las condiciones necesarias para que personas, familias y grupos puedan desarrollarse y alcanzar su perfección. Este debería ser objetivo de todos y, en especial, de los servidores públicos.
Así esta crisis global se convertirá en oportunidad para crear un mundo más humano, más fraterno y más solidario. A ello nos apremia la caridad de Cristo.
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