El domingo 2 de junio, solemnidad del Corpus Christi, la parroquia de San Miguel Arcángel en la Villa de Altura celebró con gran alegría el Bautismo y Comunión de cuatro jóvenes que habían pedido a la iglesia ser acogidas como hijas de Dios. Un proceso Catequético que han realizado junto a otras jóvenes y acompañadas por el equipo de Life Teen con la única pretensión de poder “llevar a los jóvenes a Cristo”.
El día 5 de junio fueron confirmadas en la fe por nuestro obispo don Casimiro, que les alentó a crecer y madurar la fe en el seno de la comunidad parroquial de Altura. El proceso de la catequesis de comunión y confirmación en la parroquia ha permanecido en standby y como comunidad parroquial hemos ido haciendo un discernimiento del camino realizado hasta entonces en el que al final nos preguntábamos ¿cómo poder avanzar en este nuevo momento de nuestra sociedad, de nuestros jóvenes y niños para poder entregar el tesoro de la fe y provocar en ellos el deseo de Dios?.
Era necesario para la conversión pastoral de la parroquia, parar, orar, reflexionar y avanzar con gestos y lenguajes nuevos. Y es así como nos hemos ido formando en diversos métodos y que al final ha cristalizado en los procesos para un discipulado y acompañamiento a nuestros niños y jóvenes con SMAkids, Edge y Life Teen, desde los siete años hasta los dieciocho, finalizando con la experiencia de primer anuncio Alpha joven.
Este año hemos tenido la alegría de avanzar con 32 jóvenes en el grupo de Life Teen, resultando una experiencia muy gozosa tanto para el equipo que lidera este programa, como para cada uno de los jóvenes, que se han encontrado en un ambiente familiar, cercano y sobre todo práctico, pudiendo traducir la fe a la vida cotidiana.
Life Teen tiene cuatro momentos importantes: Gather: La acogida radical. Presentamos el tema del día con alguna dinámica que abre el corazón para el tema catequético. Proclaim: La catequesis. 10 minutos para conocer más del tema. Break: Dividimos el grupo en pequeños grupos, para compartir la fe. Send: Oración final donde somos enviados. Las sesiones son de tres tipos: Cathequetical: Temas catequéticos, dos sesiones al mes. Issue: Temas de su día a día, más sociales, una sesión al mes y Social: De juegos y dinámicas para crear grupo y hacer comunidad.
Damos gracias a Dios por acompañarnos en este camino de conversión pastoral iluminado con la fuerza del Espíritu los nuevos gestos y lenguajes a los que nos llama la Iglesia del Señor en estos tiempos recios y difíciles que son una oportunidad maravillosa para abrir una pequeña ventana de aire fresco por donde transitar tras las huellas de Jesús el Señor.
En la solemnidad de Pentecostés, una mujer de la parroquia de La Sagrada Familia de Castellón recibió los sacramentos de Iniciación Cristiana de manos del Obispo de la Diócesis, D. Casimiro López Llorente, entrando a formar parte de la comunidad cristiana y de la Iglesia Diocesana de Segorbe-Castellón.
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Fue en una hermosa ceremonia en la que la neófita Ann Mary Villacorta entró a formar parte de la Iglesia Católica, por una decisión personal y meditada, después de recibir una formación específica y un acompañamiento personal por parte de sus catequistas.
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La parroquia celebró con alegría el don de la fe de esta mujer que, después de un encuentro personal y transformador con el Señor, recibió los sacramentos del Bautismo, la Confirmación y la Comunión. En la homilía, el Obispo le dijo que «estamos celebrando el amor de Dios concreto que te recrea, te hace renacer a la vida de los hijos de Dios por el Bautismo, limpia todo aquello de tu alma que te puede separar de su amor, te hace su hija y te da su propia vida, que brota de Jesús, muerto y resucitado». «Quedas insertada en esta comunidad parroquial para que aquí escuches y comprendas la Palabra de Dios», y también para participar en la Eucaristía, «donde Él se nos da como alimento necesario para vivir como cristianos».
Con el inicio del mes de abril se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Santo Padre dirige su intención por el papel de las mujeres: “Oremos para que la dignidad y la riqueza de las mujeres sean reconocidas en todas las culturas, y para que cese la discriminación que sufren en diversas partes del mundo”.
[…] En esta luz, quisiera subrayar tres aspectos del cuidado como contribución de las mujeres a una mayor inclusión, a un mayor respeto por los demás y a afrontar de forma nueva desafíos nuevos.
En primer lugar para una mayor inclusión. En el volumen se habla del problema de las discriminaciones que a menudo golpean a las mujeres, como otras categorías débiles de la sociedad. Muchas veces he recordado con fuerza que la diversidad no debe nunca conducir a la desigualdad, sino más bien a una agradecida y recíproca acogida. La verdadera sabiduría, con sus mil facetas, se aprende y se vive caminando juntos, y sólo así se puede convertir en generadora de paz. Vuestra investigación es por tanto una invitación, gracias a las mujeres y en favor de las mujeres, a no discriminar sino a integrar a todos, especialmente a los más frágiles a nivel económico, cultural, racial y de género. Nadie debe ser excluido: este es un principio sagrado. De hecho, el proyecto de Dios Creador es un proyecto «esencialmente inclusivo» —siempre— , que pone en el centro precisamente «a los habitantes de las periferias existenciales» [2]; es un proyecto que, como hace un madre, mira a los hijos como a los dedos diferentes de su mano: inclusiva, siempre.
Segunda aportación: para un mayor respeto del otro. Cada persona debe ser respetada en su dignidad y en sus derechos fundamentales: educación, trabajo, libertad de expresión, etc. Esto vale de forma particular para las mujeres, más fácilmente sujetas a violencias y abusos. Una vez escuché a un experto de historia que decía cómo nacieron las joyas que llevan las mujeres —a las mujeres les gusta llevar joyas, pero ahora también a los hombres—. Había una civilización que tenía la costumbre de que el marido, cuando llegaba a casa, teniendo tantas mujeres, si una no le gustaba le decía: “¡Vete fuera!”; y esa tenía que irse con lo que llevaba encima, no podía entrar a coger sus cosas, no, “te vas ahora”. Es por esto —según esa historia— que las mujeres empezaron a llevar oro encima, y ahí estaría el inicio de las joyas. Quizá es una leyenda, pero interesante. Desde hace mucho tiempo la mujer es el primer material de descarte. Esto es terrible. Cada persona debe ser respetada en sus derechos.
No podemos callar frente a esta plaga de nuestro tiempo. La mujer es usada. ¡Sí, aquí, en una ciudad! Te pagan menos: bueno, eres mujer. Después, ¡cuidado con ir con tripa, porque si te ven embarazada no te dan el trabajo; es más, si en el trabajo te ven que empieza, te mandan a casa. Es una de las modalidades que se utiliza hoy en día en las grandes ciudades: descartar a las mujeres, por ejemplo, con la maternidad. Es importante ver esta realidad, es una plaga. No dejemos sin voz a las mujeres víctimas de abuso, explotación, marginación y presiones indebidas, como las que mencioné con el trabajo. Seamos la voz de su dolor y denunciemos con fuerza las injusticias a las que están sometidas, muchas veces en contextos que las privan de toda posibilidad de defensa y rescate. Pero también demos espacio a sus acciones, natural y poderosamente sensibles y orientadas a la tutela de la vida en todo estado, en toda edad y en toda condición.
Y vamos al último punto: afrontar de modo nuevo desafíos nuevos. La creatividad. La especificidad insustituible de la contribución femenina al bien común es innegable. Lo vemos ya en la Sagrada Escritura, donde a menudo son las mujeres las que determinan importantes puntos de inflexión en momentos decisivos de la historia de la salvación. Pensemos en Sara, Rebeca, Judit, Susana, Rut, para culminar con María y las mujeres que siguieron a Jesús incluso bajo la cruz, donde notamos que de los hombres quedó sólo Juan, los otros se fueron todos. Las valientes estaban ahí: las mujeres. En la historia de la Iglesia, además, pensemos en figuras como Catalina de Siena, Josefina Bakhita, Edith Stein, Teresa de Calcuta y también en las mujeres “de la puerta de al lado”, que con tanto heroísmo llevan adelante matrimonios difíciles, hijos con problemas… La heroicidad de las mujeres. Más allá de los estereotipos de un cierto estilo hagiográfico, son personas impresionantes por su determinación, valentía, fidelidad, capacidad de sufrir y transmitir alegría, honestidad, humildad, tenacidad.
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española, por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por quienes han recibido los sacramentos de la iniciación cristiana en la Pascua y los que recibirán próximamente el bautismo, la primera comunión o la confirmación, para que profundicen cada vez más en su pertenencia a Cristo y a la Iglesia.”
En la carta del 03.06.2012 (Iniciación cristiana de adultos), nuestro Obispo D. Casimiro nos decía lo siguiente:
La Iniciación cristiana es el proceso de inserción en el misterio de Cristo, muerto y resucitado: es un don de Dios que recibe la persona humana por mediación de la Madre Iglesia. De ahí que se llame Iniciación cristiana a todo el proceso o camino en el que la Iglesia hace nuevos cristianos. Tres aspectos inseparables son esenciales en este proceso: la iniciativa de Dios, la respuesta de la persona humana y la mediación de la Madre Iglesia.
La Iniciación cristiana es, antes de nada y en primer lugar, un don de Dios: sólo Él puede hacer que el ser humano renazca en Cristo por el agua y el Espíritu; sólo Él puede comunicar vida eterna. Suya es la iniciativa y suya la capacidad de santificar al ser humano por su gracia. Ésta se comunica eficazmente en los sacramentos del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, que divinizan al hombre. Ahora bien, la Iniciación cristiana es un don de Dios que recibe la persona humana: el hombre, auxiliado por la gracia divina, responde libre y generosamente al don de Dios, recorriendo un camino de liberación del pecado y de crecimiento en la fe. La gracia santificante comunicada en los sacramentos es un don al que se puede y se ha de responder libremente con la ayuda del Espíritu Santo para que dé sus frutos; esa gracia incide y ha de incidir en todas las dimensiones que configuran la existencia humana. Y, en tercer lugar, la Iniciación cristiana es un don de Dios que recibe la persona humana por mediación de la Madre Iglesia. La Iglesia recibe la vida de Cristo para engendrar, por mandato suyo y por la acción del Espíritu Santo, nuevos hijos para Dios de todos los pueblos de la tierra.
Fue en el transcurso de la Eucaristía celebrada el pasado viernes en la que Mons. Casimiro López, administró el Sacramento de la Confirmación a 20 jóvenes, 5 de ellos forman parte de la parroquia y los 15 restantes son alumnos de la Universidad CEU- Cardenal Herrera.
La joven Sinziana Ioana, se estableció hace años en Castellón junto a su familia e inició su contacto a la fe católica de la mano de una vecina y amiga con quien acudía con frecuencia a la Iglesia.
Ya siendo estudiante en la Universidad CEU- Cardenal Herrera, tal como confirma el Capellán D. Samuel Torrijo, «ha ido creciendo en la fe culminando ahora su conversión adhiriéndose plenamente a la comunión en la Iglesia Católica».
Durante el rito de celebración, por propia voluntad de la propia joven, fue invitada por Mons. Casimiro López, a hacer profesión de fe católica recitando el Credo ante la comunidad parroquial de la Iglesia de El Salvador. Siendo así admitida en la plena comunión de la Iglesia Católica. En esta fe, el Obispo la invitó a continuación, a participar por primera vez en la mesa Eucarística del Señor Jesús, en la cual se representa la unidad de la Iglesia.
El encuentro, que se ha celebrado este pasado fin de semana, ha tenido como tema central la Cuaresma. Como cada año, Acción Católica General convoca a las niñas y niños de parroquias, junto a sus catequistas en una jornada que se concibe como un recurso formativo en su crecimiento en la fe. En el encuentro han participado un total de 65 niños de diferentes parroquias de la Diócesis.
Comenzaba a primera hora de la mañana con un almuerzo y algunos juegos de presentación. Tras la oración del día, se realizaron un conjunto de talleres a través de los cuales recorrieron varios pasajes evangélicos manteniendo encuentros con personajes bíblicos como la Samaritana, el ciego y Lázaro. Los personajes tenían el cometido de adentrar a los niños y niñas en el itinerario cuaresmal que estamos viviendo estos días previos a la celebración del Triduo Pascual, y celebrar con gran alegría, la resurrección de Jesús.
De hecho, a través de estas escenificaciones, los participantes lograron encontrar un cofre del tesoro. En el interior había un pergamino en el que se anunciaba la resurrección de Jesús: ¡está vivo, te ama y te acompaña cada día!.
Celebraron la renovación bautismal y tras la comida fraterna tuvieron la oportunidad de confraternizar más entre ellos a través de diferentes juegos. El encuentro finalizaba con un taller, basado en la crucifixión unido a una dinámica sobre el sacramento de la reconciliación.
Durante el encuentro se presentó el campamento de verano que cada año organiza Acción Católica General de la Diócesis, que este año tendrá lugar del 10 al 16 de julio en Pereroles (Morella), en el que pueden participar los niños de las diferentes parroquias de la Diócesis.
Ante las preguntas de si se puede tener la catequesis preparatoria de los sacramentos de Iniciación cristiana (Primera Comunión y Confirmación) en los colegios, y dada la posibilidad que ofrecen algunos centros concertados y privados de impartirla, recordamos la necesidad de intensificar la coordinación entre la familia cristiana, primera responsable de la educación en la fe, la parroquia y la escuela. La Conferencia Episcopal Española en el documento “Orientaciones pastorales para la coordinación de la familia, la parroquia y la escuela en la transmisión de la fe” (25 de febrero de 2013), recuerda la importancia de esta coordinación: “Una de las primeras respuestas que nuestra Iglesia debe dar es la de aunar esfuerzos, compartir experiencias, dedicar personas y priorizar recursos, con el fin de coordinar objetivos y acciones entre los diversos ámbitos: familia, parroquia y escuela, en orden a la transmisión de la fe, hoy” (nº 5).
Unida al proceso de Iniciación cristiana y la transmisión de la fe, e inseparable de ella, está la participación en la Eucaristía. Ella es “la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza…” (Sacrosanctum Concilium, 10). La Eucaristía es el centro de la vida de todo cristiano. Los cristianos “no podemos vivir sin la Palabra del Señor», “no podemos vivir sin el Sacrificio de la Cruz», «sin el banquete de la Eucaristía”, «sin la comunidad cristiana”, “sin la casa del Señor», y sin “el Domingo, día del Señor, que da luz y sentido a la sucesión de los días de trabajo y de las responsabilidades familiares y sociales» (¡Volvemos con alegría a la Eucaristía!, Congregación para el culto divino, agosto de 2020).
Para resaltar la importancia de la unión que debe existir en el proceso de Iniciación cristiana entre la catequesis, la participación en la Eucaristía y la comunidad parroquial, debemos tener en cuenta una serie de pautas a la hora de organizar la catequesis de Iniciación cristiana coordinando los esfuerzos entre la familia, la parroquia y la escuela:
La parroquia es el ámbito privilegiado para realizar la Iniciación Cristiana en todas sus facetas catequéticas y litúrgicas del nacimiento y del desarrollo de la fe, el lugar donde se vive y celebra la fe. Por lo tanto, una vez que el Párroco o el Arcipreste ha coordinado la catequesis con aquellos centros educativos que ofrezcan la posibilidad de catequesis de Iniciación (Bautismo en edad catequética, primera Comunión y Confirmación) debe hacerse en la parroquia propia, indicando que va a realizarse en el centro educativo.
Tanto las parroquias como los centros educativos utilizarán los catecismos “Los primeros pasos en la fe”, “Jesús es el Señor” y “Testigos del Señor” de la CEE, de obligado uso en nuestra diócesis. La catequesis será semanal tanto en los colegios como en las parroquias. La clase de religión no sustituye a la catequesis; ambas son complementarias.
Los padres se comprometen a participar con sus hijos catequizandos el domingo, día del Señor, en la celebración eucarística de la parroquia (preferentemente en la Misa de catequesis si se celebra). Hay que cuidar la pertenencia a la propia comunidad parroquial, que será la comunidad de referencia de los catequizandos en el presente y también cuando finalice la educación escolar.
Los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos y de la transmisión de la fe. Como expresión de este compromiso adquirido en el bautismo deberán acudir a las reuniones que se programen en la parroquia para la coordinación de la catequesis, su formación cristiana personal o para ayudarles en la catequesis de sus hijos.
Los catequizandos participarán en el resto de actividades y celebraciones que se organicen en la parroquia para todos los niños, adolescentes o jóvenes de catequesis.
La parroquia, a través del sacerdote o de un catequista encargado, mantendrá un contacto fluido y permanente con los padres y el catequista que el colegio haya dispuesto para la catequesis en el centro.
Después de los dos años de preparación establecidos en la Diócesis, el director del colegio certificará por escrito que el catequizando ha participado en las catequesis y las actividades propias y, por tanto, se le considera preparado para recibir el sacramento.
Quienes hayan recibido las catequesis en los colegios recibirán la Primera Comunión o la Confirmación en la parroquia propia, junto con los demás grupos de catequesis parroquiales en una de las fechas dispuestas al efecto. No se puede realizar una celebración particular para el grupo de catequesis del colegio.
Los colegios y la parroquia deberán invitar a los niños y adolescentes a continuar la catequesis para profundizar en su fe y completar en su momento su Iniciación Cristiana con la recepción del Espíritu Santo en el Sacramento de la Confirmación.
La educación en la fe es tarea de toda la comunidad cristiana y se desarrolla en diferentes ámbitos. Todos, familia, parroquia y escuela, debemos caminar unidos, acordes y concordes en el proceso de la Iniciación cristiana de nuestros niños y adolescentes.
Espero que esta nota sirva para despejar dudas y de ayuda en la tarea de la Iniciación cristiana a las parroquias, familias y colegios de nuestra Iglesia diocesana.
Ayer se celebró la iniciación cristiana de Jaume Bleda Rodríguez-Bobada, de 23 años de edad, a quien el Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón, administró los Sacramentos del Bautismo y la Confirmación en una celebración que tuvo lugar en la Parroquia de San Juan Bautista del Pueblo Seco, en el barrio de San Agustín y San Marcos, en Castellón.
En el V Domingo de Pascua, la Iglesia Diocesana celebró con júbilo y alegría esta nueva incorporación en la que además, D. Casimiro también administró la Confirmación a la madre del joven catecúmeno, Dª. María Manuela Rodríguez-Bobada. Una celebración en la que nuestro Obispo dio gracias a Dios pues, como rezaba el salmo del día «el Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas» y acogió en sus brazos de padre a su hijo Jaume.
A la luz de la palabra proclamada (Juan 13, 31-33. 34-35) nuestro Obispo, durante la homilía, se refirió a la Eucaristía como «el encuentro ante el Señor que nos anima a vivir la verdad siguiendo su ejemplo». Puso el acento en el mensaje del «amor de Dios» y en «el mandamiento nuevo del amor», y advirtió del profundo significado de los Sacramentos administrados a Jaume. En primer lugar, a través del Bautismo, dijo al catecúmeno, «hoy entras en la vida de Dios, una vida a la que fuiste llamado por amor y que, como decía el Evangelio, sigas el mandamiento nuevo». No hay nada más triste en este mundo, dijo D. Casimiro, «que no sentirse amados y no saber amar». En la misma celebración, se le administró, junto a su madre, la Confirmación, a través de la cual, dijo D. Casimiro, «Dios os va a llenar del Espíritu Santo para que sigáis caminando y creciendo como discípulos del Señor».
La celebración fue doblemente emotiva dadas las particulares circunstancias de la familia. Hasta hace escasamente unos años, tanto el joven catecúmeno como su familia, habían practicado su espiritualidad en otras creencias distintas a la católica. Sin embargo, cayeron en el desaliento, al tiempo que sentían la necesidad de un acercamiento a Dios que se veía acrecentada al mantener contacto con algunos sacerdotes a quienes hacían partícipes de sus anhelos, lo que les motivó a dirigir su camino de fe hacia la Iglesia Católica participando en las Eucaristías celebradas en la Parroquia.
Poco tiempo después Dª Manuela y su hijo Jaume se dirigieron al Párroco de San Juan Bautista del Pueblo Seco, el Rvdo. D. Vicente José Paulo Gómez, manifestándole el deseo de Bautismo para Jaime y la Confirmación para Dª Manuela, iniciándose el expediente.
Ha sido un proceso no exento de dificultades ya que poco después, la pandemia nos llevó al confinamiento. Pese a todo, pudo mucho más su deseo de pertenecer a la Iglesia Católica y las limitaciones propias de los aislamientos se superaron gracias a Joaquín, hijo y hermano de los solicitantes, que siendo católico y ejerciendo de catequista en la parroquia de San Francisco, en Vila-real, asumió la tarea de catequizar a su madre y hermano quienes, supervisados por el párroco, fueron conociendo los misterios de la fe, los sacramentos y la vida cristiana.
Previo a la celebración de ayer, tal y como se establece en el Rito de Iniciación Cristiana para Adultos (RICA), Jaume hizo su confesión de fe culminando así la catequesis requerida.
La Iglesia Diocesana de Segorbe-Castellón ha acogido, con júbilo e inmensa alegría, a un nuevo feligrés en la Parroquia de La Asunción de Nuestra Señora en l’Alcora. Jean Marc ha recibido este mediodía los Sacramentos de Iniciación Cristiana de manos del Obispo de nuestra Diócesis, D. Casimiro López Llorente, en una celebración que ha tenido lugar en la misma parroquia.
Ha sido una celebración de profunda emoción, tanto para Jean Marc, como para su esposa e hija, así como para la comunidad parroquial de l’Alcora que lo ha acogido como un hermano y lo ha acompañado en la celebración de hoy. La ceremonia ha estado presidida por nuestro Obispo y concelebrada por el párroco, D. José Aparici, y el Secretario D. Ángel Cumbicos. El joven, de 29 años y natural de Camerún, lleva en España desde hace 13 años. «Sentía la necesidad de ir a la Iglesia» y, animado por su esposa, de la mano del párroco, así como de su padrino, Luis Fer, y de la comunidad parroquial que le ha acompañado durante el proceso, hoy finalmente le han sido administrados los Sacramentos del Bautismo y la Confirmación de manos del Obispo de la Diócesis, D. Casimiro López Llorente.
Coincidiendo con la Fiesta de la Divina Misericordia y a la luz de la Palabra proclamada, el Obispo de la Diócesis, ha puesto el énfasis en las palabras del salmista que, en esta octava de Pascua y hoy especialmente, suenan con mayor fuerza: «dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia». Un día de alegría en el que D. Casimiro ha resaltado que «el amor de Dios es compasivo y misericordioso, que siempre está dispuesto al perdón». Así nuestro Obispo ha acogido en la Iglesia de Segorbe-Castellón, a un miembro más, pues en la Iglesia «no hay esclavo ni libre (…) porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gálatas 3,28)
El Señor ha actuado hoy de una forma especial a través de las manos de nuestro Obispo en favor de Jean Marc que, en su camino de conversión ha estado acompañado por el párroco, Rvdo. D. José Aparici; y por su padrino en la celebración. También por su esposa y madre de su hija que ha sido un apoyo muy importante, como ha reconocido el propio Jean Marc, «porque es un paso muy importante y siento que mi corazón late con mucha fuerza». De hecho, en breve recibirán el Sacramento del Matrimonio, pues «queremos seguir creciendo juntos en la vida cristiana y ser ejemplo para nuestra hija», ha confirmado Jean Marc.
A través de su Bautismo, hoy Jean Marc ha renacido a la vida de los hijos e hijas de Dios pues, a través del Sacramento, Él nos limpia de toda mancha que se haya producido para hacernos su hijos amados y nos entronca en el Misterio de Jesucristo haciéndonos discípulos suyos. Con el Bautismo de hoy, Jean Marc, ya forma parte de la comunidad parroquial de l’Alcora y de la Iglesia diocesana de Segorbe-Castellón. Del mismo modo, con la Confirmación el Espíritu Santo le ha llenado de su amor para siempre. Gracias al Don del Espíritu Santo recibido a través de la imposición de las manos de nuestro Obispo, Jean Marc cuenta con Dios como padre, con Jesús como hermano, y con la Iglesia como familia. A través del Don del Espíritu Santo recibimos el ánimo y fuerza para afrontar las dificultades y nos sirve de guía en el crecimiento espiritual de nuestra fe. Durante la liturgia Eucarística, Jean Marc ha recibido también su Primera Comunión como cristiano católico.
La celebración de la Eucaristía de hoy también ha sido muy especial para l’Alcora que, estos días de Pascua peregrina por las diferentes ermitas del término. Un grupo de mujeres que han finalizado su peregrinación han participado en la Eucaristía en acción de gracias a Dios que las sigue guiando en su crecimiento espiritual, perseverando en la fe y siendo miembros de la comunidad parroquial de l’Alcora.
Este mes de abril se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Papa dirige su intención por el personal sanitario:“Recemos para que el compromiso del personal sanitario de atender a los enfermos y a los ancianos, especialmente en los países más pobres, sea apoyado por los gobiernos y las comunidades locales”.
El Papa, en su Mensaje para la XXVIII Jornada Mundial del Enfermo, decía lo siguiente: «Queridos agentes sanitarios: Cada intervención de diagnóstico, preventiva, terapéutica, de investigación, cada tratamiento o rehabilitación se dirige a la persona enferma, donde el sustantivo “persona” siempre está antes del adjetivo “enferma”. Por lo tanto, que vuestra acción tenga constantemente presente la dignidad y la vida de la persona, sin ceder a actos que lleven a la eutanasia, al suicidio asistido o a poner fin a la vida, ni siquiera cuando el estado de la enfermedad sea irreversible».
«En la experiencia del límite y del posible fracaso de la ciencia médica frente a casos clínicos cada vez más problemáticos y a diagnósticos infaustos, estáis llamados a abriros a la dimensión trascendente, que puede daros el sentido pleno de vuestra profesión. Recordemos que la vida es sagrada y pertenece a Dios, por lo tanto, es inviolable y no se puede disponer de ella. La vida debe ser acogida, tutelada, respetada y servida desde que surge hasta que termina: lo requieren simultáneamente tanto la razón como la fe en Dios, autor de la vida. En ciertos casos, la objeción de conciencia es para vosotros una elección necesaria para ser coherentes con este “sí” a la vida y a la persona. En cualquier caso, vuestra profesionalidad, animada por la caridad cristiana, será el mejor servicio al verdadero derecho humano, el derecho a la vida. Aunque a veces no podáis curar al enfermo, sí que podéis siempre cuidar de él con gestos y procedimientos que le den alivio y consuelo».
«Lamentablemente, en algunos contextos de guerra y de conflicto violento, el personal sanitario y los centros que se ocupan de dar acogida y asistencia a los enfermos están en el punto de mira. En algunas zonas, el poder político también pretende manipular la asistencia médica a su favor, limitando la justa autonomía de la profesión sanitaria. En realidad, atacar a aquellos que se dedican al servicio de los miembros del cuerpo social que sufren no beneficia a nadie».
«En esta XXVIII Jornada Mundial del Enfermo, pienso en los numerosos hermanos y hermanas que, en todo el mundo, no tienen la posibilidad de acceder a los tratamientos, porque viven en la pobreza. Me dirijo, por lo tanto, a las instituciones sanitarias y a los Gobiernos de todos los países del mundo, a fin de que no desatiendan la justicia social, considerando solamente el aspecto económico. Deseo que, aunando los principios de solidaridad y subsidiariedad, se coopere para que todos tengan acceso a los cuidados adecuados para la salvaguardia y la recuperación de la salud. Agradezco de corazón a los voluntarios que se ponen al servicio de los enfermos, que suplen en muchos casos carencias estructurales y reflejan, con gestos de ternura y de cercanía, la imagen de Cristo Buen Samaritano».
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española (CEE), por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por todos los que reciben el sacramento de la Iniciación Cristiana, para que, configurados con Cristo, sacerdote, profeta y rey, lleguen a la madurez de la fe confesada, celebrada, vivida, orada y testimoniada”.
Nuestro Obispo, D. Casimiro, en su carta del 3 de junio de 2012, nos decía que «La Iniciación cristiana es, antes de nada y, en primer lugar, un don de Dios: sólo Él puede hacer que el ser humano renazca en Cristo por el agua y el Espíritu; sólo Él puede comunicar vida eterna. Suya es la iniciativa y suya la capacidad de santificar al ser humano por su gracia. Ésta se comunica eficazmente en los sacramentos del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, que divinizan al hombre. Ahora bien, la Iniciación cristiana es un don de Dios que recibe la persona humana: el hombre, auxiliado por la gracia divina, responde libre y generosamente al don de Dios, recorriendo un camino de liberación del pecado y de crecimiento en la fe. La gracia santificante comunicada en los sacramentos es un don al que se puede y se ha de responder libremente con la ayuda del Espíritu Santo para que dé sus frutos; esa gracia incide y ha de incidir en todas las dimensiones que configuran la existencia humana. Y, en tercer lugar, la Iniciación cristiana es un don de Dios que recibe la persona humana por mediación de la Madre Iglesia. La Iglesia recibe la vida de Cristo para engendrar, por mandato suyo y por la acción del Espíritu Santo, nuevos hijos para Dios de todos los pueblos de la tierra».
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