Ayer tuvo lugar, en la Diputación Provincial de Castellón, una nueva conferencia con motivo del Año Jubilar Mariano por el Centenario de la Coronación de la Mare de Déu del Lledó.
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Fue D. Manuel Jesús Rodríguez, abogado y cofrade de la Diócesis de Huelva, quien habló de la “Evangelización desde la Religiosidad Popular”, ayudándonos a entender las hermandades, cofradías y la Piedad Popular, como elementos fundamentales de evangelización y de Primer Anuncio en una sociedad secularizada.
La Diputación Provincial de Castellón acogerá el próximo jueves, día 26 de octubre, una nueva conferencia con motivo del Año Jubilar Mariano por el Centenario de la Coronación de la Mare de Déu del Lledó.
En esta ocasión será D. Manuel Jesús Rodríguez, abogado y cofrade de la Diócesis de Huelva, quien hablará de la “Evangelización desde la Religiosidad Popular”, ayudándonos a entender las hermandades, cofradías y la Piedad Popular, como elementos fundamentales de evangelización y de Primer Anuncio en una sociedad secularizada.
El acto tendrá lugar en el Salón de Recepciones a las 19:30 h.
Los fieles del Grao de Castellón están disfrutando estos días de la Exposición sobre la Pascua que, en colaboración con la Asociación Cultural «La Barraca» y la Fundación Dávalos Fletcher, permite retroceder al pasado y recordar el importante legado de fe que dejaron los antiguos parroquianos.
La exposición es una de las actividades que se están organizando con motivo de la celebración del 75 aniversario de la Iglesia de Sant Pere en el barrio marinero de Castellón y que, en palabras del párroco, D. Albert Arrufat, «son motivo de acción de gracias a Dios».
A través de diferentes paneles, se observa cómo los fieles de entonces (1947-1961) celebraban la Pascua de Resurrección, una fiesta de gran participación en el Grao de Castellón.
Este recorrido en imágenes «ha servido para recordar esos momentos que se han quedado grabados en el imaginario colectivo de los graueros». Por otra parte, se muestra el proceso de restauración de la antigua imagen de la Virgen dePascua, recuperándose la cabeza, las manos y pies, obra del restaurador Juan Pérez Miralles, habiendo participado también feligresas de la Asociación Cultural La Barraca.
Del mismo modo se han recuperado los versos manuscritos de los poemas a María y al Señor Resucitado que recitabanlas niñas que participaban en la procesión del Encuentro. La muestra ha permitido dar a conocer tanto la forma como el fondo de la literatura popular de la época, animada por una fuerte carga de fe, muy común, por otra parte, en la celebraciones de religiosidad popular.
La exposición se ha podido visitar a diario desde el pasado 15 de abril y concluyó ayer domingo.
En nuestro pueblo existe una rica religiosidad o piedad popular con múltiples y variadas manifestaciones en torno a Jesucristo, la Virgen María y los Santos. En la Navidad celebra la fe en el misterio del Dios hecho hombre con los belenes, los villancicos o la cabalgata de reyes. La Pasión y Muerte del Señor cobra una especial relevancia en la Semana Santa con las procesiones, el viacrucis o las representaciones de la Pasión. También celebra la Resurrección en las “procesiones del encuentro” con su Madre la Virgen María en la mañana de Pascua. La devoción a la Eucaristía tiene su expresión en la fiesta y la procesión del “Corpus Christi”. Existe entre nosotros también una profunda devoción a Santa María, la “Mare de Déu”, bajo las más diversas advocaciones, a la que se dedican novenas, procesiones, gozos, himnos y representaciones. También son objeto de devoción los santos, particularmente los patronos de las poblaciones, que se expresa en imágenes, reliquias, estampas, novenas, “gozos”, procesiones y libros piadosos.
Esta religiosidad está vinculada a algunos lugares santos. La geografía diocesana está poblada de ermitas y santuarios, verdaderos centros de piedad y de peregrinación, en los que los fieles buscan el encuentro con Dios. Muchas personas viven su religiosidad con el rezo, la ofrenda de flores, el encendido de una vela o el esfuerzo de peregrinar a un lugar. Finalmente, también gozan de gran aprecio el rezo de Rosario, del Ángelus y el Vía Crucis. Para promover esta gran variedad de actividades existen numerosas cofradías, hermandades, mayordomías y asociaciones.
Estas y otras manifestaciones de religiosidad popular son un tesoro que debemos conservar. Más allá del reconocimiento de algunas como fenómenos de interés turístico, todas ellas son, ante todo, manifestaciones de la fe cristiana de un pueblo. Esta religiosidad no puede ser considerada como algo primitivo o como una manifestación menos pura de la fe. Son expresiones legítimas de la fe cristiana y son válidas para el anuncio de Jesucristo y la transmisión de la fe cristiana.
La religiosidad popular es expresión de la búsqueda de Dios y de la fe cristiana de un pueblo de acuerdo con su idiosincrasia y su historia. Pablo VI escribió que “refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer” (EN 48). Surge de la apertura a la Trascendencia, a Dios, propia de toda persona humana. En el ser humano y en los pueblos existe un hondo sentido de lo sagrado, que se expresa de diversas maneras, según las vivencias y la cultura propia del pueblo. La llamamos “popular” porque mediante ella el pueblo de Dios expresa su fe según los rasgos de la cultura propia de cada lugar; es una fe que se hecho cultura. En su origen es una expresión pública y compartida de la fe cristiana. Mediante ella el pueblo cristiano llano vive y expresa su relación con Dios, con la Virgen y con los Santos. Su fuente se encuentra en la presencia viva y activa del Espíritu de Dios en el organismo eclesial. Las formas auténticas de piedad popular son fruto del Espíritu Santo y deben ser consideradas como expresiones de la piedad de la Iglesia (Catecismo, 1674).
La religiosidad popular tiene, sin embargo, sus límites. Como todas las realidades cristianas no siempre está exenta de errores o desviaciones. A veces se puede quedar en un sentimiento pasajero o en lo superficial, y quedar vaciada de su verdadero sentido y fin. La piedad popular necesita también ser evangelizada, “para que la fe que expresa, llegue a ser un acto cada vez más maduro y auténtico” (Juan Pablo II).
Entre la liturgia y la piedad popular debe existir una relación armónica, sin olvidar que la primera tiene la primacía sobre la segunda. El Concilio Vaticano II afirma que la liturgia “es la forma más perfecta de expresar el culto hacia Dios”, pero “no abarca toda la vida espiritual” (SC 12). Las distintas formas de religiosidad popular complementan la vida litúrgica, pero nunca la igualan, ni la sustituyen. Los actos de religiosidad popular son auténticos cuando tienen en cuenta la sagrada liturgia, “derivan en cierto modo de ella y conducen al pueblo a ella” (Catecismo, 1675).
La piedad popular es válida para la evangelización. Muchas personas encuentran en ella una forma sencilla y más intuitiva de expresar su fe y de acercarse a la celebración litúrgica y a la integración más plena en la Iglesia. Sus celebraciones son ocasión propicia para el primer anuncio y para catequizar explicando el sentido de cada acción de religiosidad popular. Por eso hay que cuidarla para que lleven al encuentro con Cristo, y no se queden en el mero sentimiento o caigan en la superstición.
Se celebró ayer tarde en la Concatedral de Santa María, organizado por la M.I. Cofradía de la Purísima Sangre de Jesús
La Concatedral de Santa María, en Castellón, acogió ayer tarde la celebración del Pregón Diocesano de Semana Santa, organizado por la Muy Ilustre Cofradía de la Purísima Sangre de Jesús, de Castellón, en colaboración con la Junta Diocesana de Cofradías y Hermandades de Semana Santa.
En este primer sábado de Cuaresma, el Pregón Diocesano supone, para las Cofradías y Hermandades de Semana Santa de la Iglesia de Segorbe-Castellón, el punto de partida para vivir, a través de la religiosidad popular, la Pasión, Muerte y Resurreción del Señor.
Coincidiendo con el 475º Aniversario de la Fundación de la Cofradía de la Purísima Sangre de Jesús, en Castellón, la pregonera de esta XXXIII edición, fue Mª Teresa Giner Pallarés, cofrade de la Purísima Sangre de Jesús de la rama de industriales, y también presidenta de la Junta Local de Cofradías y Hermandades de la Semana Santa de Castellón desde el pasado enero. Mujer de fe y profundamente vinculada a la Real Cofradía de Nuestra Señora del Lledó, entre otros cargos.
El acto estuvo presidido por el Obispo, Mons. Casimiro López Llorente, a quien acompañaron el Delegado Diocesano para la Junta Diocesana de Cofradías y Hermandades de Semana Santa, D. Pascual Luis Segura; el Consiliario Diocesano para la Junta, D. Federico Caudé; el Deán de la Concatedral, D. Miguel Simón; así como el y Presidente de la Cofradía de la Sangre, D. Juan Antonio Guzmán; y el Hermano Mayor, D. Ignacio Valls.
Pregón Diocesano
En sus primeras palabras, Mª Teresa Giner Pallarés, destacó con emoción, su condición de cristiana, por coincidir este 25 de febrero con el aniversario de su Bautismo, agradeciendo las vivencias y enseñanzas recibidas, a lo largo de los años, por los hermanos y hermanas cofrades. Recordó las palabras de D. Casimiro en su Carta Pastoral para este Año Jubilar Diocesano, en el que «hay que hacer memoria agradecida del pasado», poniendo el acento en las personas sencillas que se se asociaron, a través de la Cofradía, «para ayudar a los más necesitados ante las dificultades que muchos, por aquel entonces, atravesaban, siendo su máxima amar al prójimo siguiendo el Evangelio y proclamando su fe». El pregón supuso, en gran parte, un repaso a las Sagradas Escrituras, con referencias a la grandeza de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.
Recuerdo agradecido a la Historia
Hubo palabras de agradecimiento y reconocimiento «a quienes iniciaron este camino pero también a todos los que han seguido sus pasos a través de los siglos haciendo posible la realidad de hoy, siendo capaces de superar todas las dificultades sin rendirse y continuando siempre adelante». Palabras que resonaron con fuerza coincidiendo con la celebración del 475º Aniversario de la Cofradía que nos recuerdan a todos los casi cinco siglos de historia de algunas cofradías de nuestra Diócesis, así como aquellas otras que han ido surgiendo, cuya historia, para la pregonera refiriéndose a la propia de la Cofradía de la Purísima Sangre de Castellón, «nos ayuda a comprender la riqueza que encierran, siendo un tesoro de solidaridad, arte, religiosidad, lo hizo poniendo la mirada en el sentimiento de solidaridad hacia quienes lo necesitaban como el origen de su existencia». Del mismo modo, alzó su voz para destacar el papel protagonista «de aquellos hombres y mujeres – refiriéndose a los cofrades- que con la mirada puesta en Jesucristo fueron capaces de transformar la realidad social con la fuerza del Evangelio, siendo un desafío que aún hoy persiste».
En este sentido, sirviéndose de la parábola del Buen Samaritano, reivindicó la necesidad de «seguir el ejemplo de los cristianos que nos precedieron de acercarse al diferente, al necesitado, al desconocido que sufre, superando las barreras de la enemistad, la discriminación y prejuicios que dificultan el trato hacia las personas». Puso en valor «la caridad cristiana que es ejemplo de misericordia, consuelo y fraternidad» y advirtió que «el corazón el cristiano está llamado a hacerse grande y a acercarse al del prójimo de manera sencilla, sin arrogancia, con humildad para transmitir ese amor que – recordando a San Pablo – ni presume ni se engríe».
Salir al encuentro
Reclamó la autenticidad y el significado real del papel de la Cofradía cada tercer domingo de Cuaresma que «sale al encuentro en auxilio de aquellos, que como entonces, llegaban exhaustos en su camino de penitencia» exaltando, precisamente el «acto de caridad que esta salida al encuentro» suponía y que tristemente hoy «parece que ha perdido su esencia convirtiéndose en un mero acto festivo». En este sentido puntualizó y reivindicó que hoy » es un signo con el mismo significado: salir al encuentro y acoger porque es la esencia de nuestra misión a la que se han sumado el resto de cofradías de la ciudad», y recordando al papa Francisco (Fratelli tutti) invitó a «hacerlo juntos porque nadie puede pelear la vida aisladamente, se necesita una comunidad que nos ayude, que nos sostenga y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar adelante».
Fe para creer
Servirse de la condición de cofrade para mostrar a la sociedad que «la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús es nuestra máxima expresión de fe» frente a una sociedad que muestra la misma incredulidad que Tomas (Juan 20, 24-29), dijo, «y necesita ver y tocar para creer». En este sentido se refirió al importante patrimonio artístico y cultural de la religiosidad popular «como muestra del don especial de muchos artistas que han sabido plasmar todo aquello que sucedió hace más de 2000 años y que cambió la humanidad». El arte que atesoran las cofradías ha de servirnos para «transformar nuestros sentidos y avivar nuestras almas porque además de la profunda huella cultural, son imágenes que forman parte de nuestra propia historia». Se refirió al «privilegio que es para todos los cofrades que nos confesamos creyentes mostrar al mundo una lectura que vaya más allá de la contemplación de una obra de arte».
Destacó que en el privilegio de procesionar por las calles «nos debemos dejar guiar por el espíritu del Evangelio y vivir una Semana Santa en la que se manifieste un estilo de vida basado en la seriedad y el compromiso que supone recordar que Jesucristo se abandonó a la voluntad del Padre sufriendo el martirio hasta la cruz, pero pidiendo el perdón para toda la humanidad instantes antes de morir». Y no quedarnos solo en eso, porque, repasando desde la entrada triunfante en Jerusalén hasta su camino en el calvario, «su entrega lo fue de amor tal como pidió a sus discípulos, a quienes llama amigos. No hay amistad sin perdón y no hay perdón sin amor. Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos».
Tesoro de fe, arte y religiosidad
Para terminar se refirió al compromiso que han de asumir las Cofradías y los cofrades, un compromiso dijo, que «va va más allá de la Cuaresma y de la Pascua, que lo es de cada día porque eso es lo que construye la historia». Las Cofradías son «un tesoro de fe, arte y religiosidad pero de nada sirve un tesoro si lo escondemos solo para nosotros», apuntó. Animó a convertirse en «pregoneros del amor, la esperanza, el perdón y la reconciliación para que todos vean que nuestro Cristo Yacente no es una imagen de muerte, sino una imagen de amor, que hemos de dar a conocer al mundo», concluyó.
El Pregón Diocesano concluyó con las palabras de Mons. Casimiro López Llorente, que dio gracias a Dios por Mª Teresa Giner pues sus palabras, dijo, «no solo han sido una reflexión profunda respecto a la dedicación de las Cofradías y a la contemplación de la Semana Santa, sino una confesión pública de la fe». Aplaudió, en este sentido, la organización y celebración del acto «como símbolo de nuestra preparación para celebrar con fe profunda la Semana Santa y con gozo alegre la Pascua».
Con guiño a las palabras de la pregonera, celebró el repaso por la memoria agradecida al pasado «en este año, que la Iglesia Diocesana celebra el Jubileo, mirando nuestro presente y mirar hacia el futuro, que es la perspectiva que debe tener todo aniversario», dijo.
En el análisis del presente, se refirió al individualismo y a la secularización de la sociedad actual, invitándonos a interpelarnos en caso de que decaiga nuestra fe, y «buscando la respuesta en Cristo Jesús que es la fuente de nuestra fe, porque muere y resucita para que tengamos vida eterna y que en Él acojamos el amor de Dios y ahí – destacó- es donde hay que poner el acento porque vivimos un tiempo complicado para mantener la fidelidad en la fe».
Pandemia espiritual
El Obispo exhortó a los presentes a volver la mirada hacia todos esos rostros necesitados y «avivar nuestra fe en Él desde el encuentro con Él, vivo y resucitado». Superada la pandemia, valoró que hemos sufrido también una «pandemia espiritual que nos ha hecho más individualistas, dejando atrás aquella solidaridad inicial, sin percibir que siguen existiendo aquellos que nos necesitan». Recordó que ese es «el peligro al que se enfrentan, no solo las cofradías, sino también la Iglesia» y avalando el importante legado de tradición, cultura y fraternidad que implican las cofradías, pidió que, ante todo, sean «expresión de la fe y de la fidelidad cristiana siendo promotores de reconciliación y de la paz, mirando a la cruz porque, precisamente, de ahí brota el amor, la reconciliación y el perdón».
Durante el acto se entregaron obsequios de reconocimiento, a Mª Teresa Giner como pregonera, pero también a D. Feliope Monfort Gómez, presidente de la M.I. Cofradía de la Purísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo de Vila-real, por la organización del Pregón Diocesano de 2022, así como a Dª. Mª Carmen Gozalbo, Secretaria de la Cofradía de Jesús Nazareno, organizadores de la procesión diocesana de la Semana Santa del pasado año.
La celebración estuvo acompañada por la interpretación magistral de varias piezas musicales por parte de la Coral Vicent Ripollés bajo la dirección de Jordi Ràfols. Siendo todas ellas aplaudidas por el numeroso público que asistió al acto, destacó el Misere que el propio Vicent Ripollés compuso, cuya partitura original que regaló a la Cofradía de la Sangre, generosidad que le fue agradecida nombrándolo cofrade honorario. La partitura se extravió y dejó de interpretarse hasta que fue encontrada hace unos años, reestrenándose la tarde de ayer.
El Altar, especialmente engalanado para la ocasión, estuvo acompañado de la imagen de la Mater Dolorosa que el artista Adsuara tallara en 1942 para la Cofradía de la Purísima Sangre de Jesús.
El Delegado Diocesano de la Junta de Cofradías y Hermandades de Semana Santa, D. Pascual Luis Segura, presentó recientemente el libro “Estudio de los retablos cerámicos devocionales de la Villa de Altura”, del que es autor junto a los fotógrafos, D. Vicente Bonanad y D. Christian Segura.
Entre otras autoridades, al acto de presentación celebrado en Altura, asistió la alcaldesa del municipio, Dña. Rocío Ibáñez, y el alcalde de Vila-real, D. José Benlloch, así como el Vicario General de la Diócesis, D. Javier Aparici, y el Deán de la Catedral de Segorbe, D. Federico Caudé.
Se trata de un exhaustivo trabajo de investigación que recoge un total de 113 retablos cerámicos, ubicados en el casco urbano y en el santuario de la Cueva Santa, todos ellos magníficamente fotografiados y con su correspondiente ficha técnica. D. Pascual ha explicado que ha querido ensalzar el panel cerámico religioso como un altar público y dentro de la “religiosidad popular”.
La Semana Santa, el Camino de Santiago, el Rocío, Loyola, El Pilar, Ávila, Montserrat, Montilla, los santuarios marianos, las ermitas… miles de lugares se convierten en un punto de llegada para los cristianos que, movidos por la fe, acuden a renovar sus promesas, a reencontrarse con sus historias y su tradición, a compartir una esperanza, a sanar el corazón.
El pueblo cristiano ha encarnado la fe de la Iglesia en su realidad cotidiana, en su entorno concreto, junto a las otras tradiciones que ya vivía. Vive una religiosidad popular que une lo trascendente y lo inmediato, lo cercano y el más allá. Lo hace para establecer y hacer visible una especial relación con Dios, con la Virgen María, con los santos. Busca mover la voluntad de Dios, pedir su protección, su ayuda, su compasión. La mirada a María y a los santos pretende sobre todo su intercesión ante necesidades del mundo o ante las pequeñas dificultades personales del día a día. En otras ocasiones, es el agradecimiento por los bienes recibidos lo que origina una peregrinación, una marcha, un encuentro.
En cada una de esas expresiones de la religiosidad popular la gloria de Dios, el hombre vivo, recorre las calles,acompaña a las imágenes de los santos como pueblo de Dios, eleva sus oraciones y súplicas, se compromete con los necesitados, se propone cambiar de vida. Son en el fondo una nueva posibilidad del encuentro con Dios que cambia la vida.
El Papa Francisco señala en Evangelii Gaudiumla idea de que los pueblos en los que el Evangelio ha permeado la cultura se hacen protagonistas de la evangelización, del modo de llevarla a cabo y transmiten la fe de manera siempre nueva. En cada lugar, el Pueblo de Dios traduce en su propia vida y experiencia lo que ha recibido de Dios a través de la Iglesia y lo hace según sus rasgos característicos. Al mismo tiempo, cuando comunica su fe la enriquece con nuevas expresiones que permiten también una nueva evangelización del mismo pueblo y de su entorno. “Aquí toma importancia la piedad popular, verdadera expresión de la acción misionera espontánea del Pueblo de Dios. Se trata de una realidad en permanente desarrollo, donde el Espíritu Santo es el agente principal” (EG 69).
La religiosidad popular, dirá Pablo VI en la Evangelii Nuntiandi hace visible una “sed de Dios que solamente los pobres y los sencillos pueden conocer” (EN 68). De hecho, a través de esta piedad, el pueblo sencillo es capaz de asomarse a la profundidad de Dios como su paternidad, su cuidado amoroso de todas las criaturas, la providencia que cuida de los hombres, su presencia constante, la maternidad de María. Al incorporar estos rasgos a su vida, el pueblo desarrolla un profundo sentido de la cruz en su vida cotidiana, la aceptación de los demás, la paciencia, la devoción.
El pueblo fiel que se enriquece en estos encuentros populares con el Dios vivo, tiene en ellos no sólo un punto de llegada que satisface un ansia de eternidad, sino un punto de partida para una misión de anuncio, de proclamación sencilla del Evangelio en la vida diaria. Esos puntos de llegada son también un punto de salida. Desde ellos, con la fe reforzada al ser compartida se proyecta una salida misionera. Quienes van de peregrinación vuelven con el propósito de compartir esa fe, esa experiencia, y hacerla viva en la vida de los demás. La religiosidad popular expresa la evangelización de un pueblo al mismo tiempo que evangeliza al pueblo.
A lo largo del pasado año, a pesar de la pandemia que nos afecta, la religiosidad popular ha permanecido viva en los pueblos de nuestra Diócesis.
Se han realizado procesiones (manifestaciones públicas de fe) en más de veinticinco pueblos, guardando todas las medidas sanitarias, de distancia, de número de asistentes y de seguridad recomendadas por las autoridades civiles y sanitaras. Todas han contado con la autorización de la Subdelegación del Gobierno en Castellón, a la que se ha comunicado desde la Vicaría General su celebración.
Con motivo de la celebración de las fiestas patronales de la localidad, del titular de la parroquia o de santos de especial devoción, se han celebrado procesiones en: Villamalur, Figueroles, Montán, La Llosa, Geldo, La Vilavella, Villahermosa, Espadilla, Suera, Algimia de Almonacid, Lucena, Arañuel, Pavías, Artesa, Vall de Almonacid, Onda, Moncofa, Soneja, Cedramán, Chilches, Alfondeguilla, La Foia (Alcora), Figueroles, Cabanes, Vila-real,… En algunos de estos pueblos, se han llevado a cabo varias procesiones a lo largo de este tiempo.
La fe recibida de nuestros antepasados, transmitida de generación en generación, sigue siendo fundamental en la vida de las personas y las costumbres de nuestros pueblos. La religiosidad popular como expresión de fe, sigue viva y manifiesta públicamente la necesidad de la vida interior y la espiritualidad en todas las personas.
El 23 de este mes comienzan en nuestra ciudad, el tercer sábado de Cuaresma para terminar el cuarto domingo de Cuaresma, las fiestas de la Magdalena o fiestas fundacionales hasta el día 31. Ahora se celebrará el 75º aniversario. El calendario incluye un número impresionante de festejos y actos, desde la Cabalgata del Pregó hasta el Magdalena vitol pasando por la Romeria de les Canyes, la Tornà, la procesión de penitentes, desfiles de gaiatesy ofrenda de flores a la Verge de Lledó, entre otros actos.Es la conmemoración de los orígenes de la ciudad y el traslado desde el cerro de la Magdalena a la Plana en el año 1252. Pero también hay un hilo conductor que nos habla del sentido religioso de la celebración.
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