Todos los años, en torno a San José, celebramos el Día del Seminario. En esta ocasión, el día 19 de marzo es Domingo por lo que la celebración de la Solemnidad de San José ha de trasladarse al lunes, 20 de marzo.
La Conferencia Episcopal propone que el Día del Seminario se pueda celebrar el Domingo, día 19, o el lunes, día 20. En nuestra Diócesis celebraremos el Día del Seminario, el día 19 de marzo. IV Domingo de Cuaresma. Por tanto, en las Misas vespertinas del sábado y en las Misas del Domingo, se tomarán los textos del IV Domingo de Cuaresma, se tendrá en cuenta el Día del Seminario en la monición de entrada, en la homilía y en la oración universal de los fieles, y se hará la colecta en favor del Seminario en todas las Misas. Aprovechemos este día para conocer, rezar y apoyar, también económicamente, a nuestros seminarios mayores Mater Dei y Redemptoris Mater, y a nuestro seminario menor Mater Dei.
La Solemnidad de San José, patrono de la Iglesia universal, se celebrará el día 20 de marzo. Esta fiesta es día de precepto en toda la Iglesia (cf. c. 1246 CIC) y, en consecuencia, en nuestra Diócesis de Segorbe-Castellón. Así pues, se recuerda a todos los miembros de la Iglesia diocesana la obligación de participar ese día en la celebración de la Eucaristía, a no ser que, por razones de trabajo u otras circunstancias, exista dificultad grave para cumplir con este precepto. Se recuerda a los sacerdotes, que en todas las parroquias han de ofrecer el horario de Misas de los Domingos y se ruega pedir por nuestros Seminarios y las vocaciones al sacerdocio ordenado en la oración universal de los fieles.
Nuestra Iglesia y nuestras comunidades necesitamos buenos y santos sacerdotes según el corazón de Cristo. Hemos de amar a los Seminarios y rezar de manera especial por nuestros seminaristas, por su santificación y su buena formación, además de ayudarles económicamente con nuestro donativo. En los próximos días el rector del Seminario Mater Dei hará llegar los materiales necesarios para la Jornada (carteles, guion litúrgico, sobres).
En este tiempo de sequía vocacional os pido redoblar nuestra oración por las vocaciones al sacerdocio y cuidar la pastoral vocacional. Hemos de rogar personal y comunitariamente al Dueño de la mies, para que envíe obreros a su mies. Toda vocación es un don de Dios, pero lo hemos de pedir con humildad e insistencia. Nuestra oración por las vocaciones se hace más intensa en torno al Día del Seminario; pero no puede faltar todos los días a lo largo del año. Muchas gracias
Fue ayer en el contexto de la Vigilia de Oración por las Vocaciones organizada anualmente por ANE y ANFE
Cercano el día de San José, patrón del Seminario, la Adoración Nocturna Española (ANE) y la Adoración Nocturna Femenina Española (ANFE) se reunieron ayer noche en el Seminario Mater Dei para celebrar la Vigilia de oración por las vocaciones sacerdotales.
Además, en el contexto de esta vigilia anual de ANE y ANFE, en la Iglesia mayor del Seminario tuvo lugar el rito de Institución de Acólitos para tres candidatos al diaconado permanente – Vicente Meneu, Paco Rubio y Abraham Saera – y de un seminarista del Mater Dei – Álvaro González.
Por este motivo, tras el rezo del Santo Rosario por parte de los adoradores, de los seminaristas diocesanos y de sus formadores, tuvo lugar la Misa con el rito de Institución de Acólitos, que presidió Monseñor Casimiro López, y en la que también participaron familiares, diáconos y sacerdotes.
Cabe recordar que el acólito ayuda al diácono y al sacerdote en el servicio del altar.
El Obispo indicó la conveniencia para nuestra Iglesia diocesana de que, en las próximas celebraciones de esta Vigilia de oración por las vocaciones, estuviera involucrada toda la Diócesis, “porque a todos nos tiene que implicar la oración ante la necesidad que tenemos de seminaristas y de sacerdotes”, también “ante la dificultad que tenemos para que se generen cristianos”.
D. Casimiro también recordó el documento “Pastoral Vocacional. Orientaciones de los Obispos de la Provincia Eclesiástica Valentina”, elaborado en el año 2012, y en el que se recogen las líneas de acción de cualquier proyecto de Pastoral Vocacional orientada al ministerio sacerdotal: la oración; la sensibilización, que haga nacer en el joven la pregunta “¿Qué quiere Dios de mí?”; la propuesta, que debe tomar como modelo el llamamiento que hizo Jesús a sus discípulos; y el acompañamiento, ya que la Iglesia tiene la responsabilidad de acompañar a los niños, adolescentes y jóvenes que se sienten llamados por el Señor para ayudarles a discernir y madurar su vocación.
Con el inicio del mes de marzo se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Papa dirige su intención por las víctimas de abusos: “Oremos por los que sufren a causa del mal recibido por parte de los miembros de la comunidad eclesial: para que encuentren en la misma Iglesia una respuesta concreta a su dolor y sufrimiento”.
Nuestro trabajo nos ha llevado a reconocer, una vez más, que la gravedad de la plaga de los abusos sexuales a menores es por desgracia un fenómeno históricamente difuso en todas las culturas y sociedades. Solo de manera relativamente reciente ha sido objeto de estudios sistemáticos, gracias a un cambio de sensibilidad de la opinión pública sobre un problema que antes se consideraba un tabú, es decir, que todos sabían de su existencia, pero del que nadie hablaba. Esto también me trae a la mente la cruel práctica religiosa, difundida en el pasado en algunas culturas, de ofrecer seres humanos —frecuentemente niños— como sacrificio en los ritos paganos. Sin embargo, todavía en la actualidad las estadísticas disponibles sobre los abusos sexuales a menores, publicadas por varias organizaciones y organismos nacionales e internacionales (OMS, Unicef, Interpol, Europol y otros), no muestran la verdadera entidad del fenómeno, con frecuencia subestimado, principalmente porque muchos casos de abusos sexuales a menores no son denunciados, en particular aquellos numerosísimos que se cometen en el ámbito familiar.
De hecho, muy raramente las víctimas confían y buscan ayuda. Detrás de esta reticencia puede estar la vergüenza, la confusión, el miedo a la venganza, los sentimientos de culpa, la desconfianza en las instituciones, los condicionamientos culturales y sociales, pero también la desinformación sobre los servicios y las estructuras que pueden ayudar. Desgraciadamente, la angustia lleva a la amargura, incluso al suicidio, o a veces a vengarse haciendo lo mismo. Lo único cierto es que millones de niños del mundo son víctimas de la explotación y de abusos sexuales.
La inhumanidad del fenómeno a escala mundial es todavía más grave y más escandalosa en la Iglesia, porque contrasta con su autoridad moral y su credibilidad ética. El consagrado, elegido por Dios para guiar las almas a la salvación, se deja subyugar por su fragilidad humana, o por su enfermedad, convirtiéndose en instrumento de satanás. En los abusos, nosotros vemos la mano del mal que no perdona ni siquiera la inocencia de los niños. No hay explicaciones suficientes para estos abusos en contra de los niños. Humildemente y con valor debemos reconocer que estamos delante del misterio del mal, que se ensaña contra los más débiles porque son imagen de Jesús. Por eso ha crecido actualmente en la Iglesia la conciencia de que se debe no solo intentar limitar los gravísimos abusos con medidas disciplinares y procesos civiles y canónicos, sino también afrontar con decisión el fenómeno tanto dentro como fuera de la Iglesia. La Iglesia se siente llamada a combatir este mal que toca el núcleo de su misión: anunciar el Evangelio a los pequeños y protegerlos de los lobos voraces.
Quisiera reafirmar con claridad: si en la Iglesia se descubre incluso un solo caso de abuso —que representa ya en sí mismo una monstruosidad—, ese caso será afrontado con la mayor seriedad. Hermanos y hermanas, en la justificada rabia de la gente, la Iglesia ve el reflejo de la ira de Dios, traicionado y abofeteado por estos consagrados deshonestos. El eco de este grito silencioso de los pequeños, que en vez de encontrar en ellos paternidad y guías espirituales han encontrado a sus verdugos, hará temblar los corazones anestesiados por la hipocresía y por el poder. Nosotros tenemos el deber de escuchar atentamente este sofocado grito silencioso.
Así pues, el objetivo de la Iglesia será escuchar, tutelar, proteger y cuidar a los menores abusados, explotados y olvidados, allí donde se encuentren. La Iglesia, para lograr dicho objetivo, tiene que estar por encima de todas las polémicas ideológicas y las políticas periodísticas que a menudo instrumentalizan, por intereses varios, los mismos dramas vividos por los pequeños.
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española, por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “para que el testimonio de los sacerdotes ayude a que broten nuevas vocaciones al sacerdocio y los jóvenes respondan a la llamada de Dios”.
Estamos viendo estos días el gran papel que sacerdotes, religiosos y consagrados están llevando a cabo en esta situación lacerante de pandemia. La importancia de su presencia se ha visto subrayada por tantos testimonios de entrega y acompañamiento en nuestra diócesis y en el mundo entero. En muchos casos, sacerdotes y consagrados han entregado su vida por atender a los contagiados por el coronavirus.
Hemos de rezar con fe e insistencia a Dios para que muchos jóvenes escuchen la voz de Dios, acojan la llamada del Señor a seguirle y entreguen su vida al servicio del Evangelio y de los hermanos, en el sacerdocio o en la vida consagrada. Jesús mismo, el Buen Pastor, nos pide orar por las vocaciones: “La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies” (Mt 9, 36-38). Jesús mismo, antes de llamar a los apóstoles, pasa la noche a solas, en oración y en la escucha de la voluntad del Padre (cf. Lc 6, 12). Como la vocación de los discípulos, también las vocaciones al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada son primordialmente fruto de la oración confiada e insistente al ‘Señor de la mies’, sea en la oración personal o de las comunidades parroquiales, de las familias cristianas o de los grupos de oración.
Este fin de semana ha tenido lugar, en el Seminario Mater Dei, la quinta convivencia vocacional para chicos de este curso pastoral, organizada por el Seminario Menor Diocesano y la Delegación de Pastoral Vocacional, y en la que en esta ocasión han participado trece.
En total son 10 las convivencias organizadas, a las que pueden asistir chicos a partir de sexto de primaria y hasta bachillerato. Tal y como explicó el Rector del Seminario Menor, D. José Antonio Morales, “estos encuentros pretenden ser sólo un apoyo a la labor que se realiza en cada parroquia”, ofreciendo un servicio de colaboración con los párrocos.
Colaborar con ellos en esta tarea, indica, “es la mejor manera de trabajar por despertar vocaciones al sacerdocio, pues muchas veces conocéis personalmente a estos chicos, les queréis acompañar y no descartáis, al traerlos, la esperanza de una posible llamada vocacional”. Todos aquellos chicos que estén interesados tienen un correo electrónico en el que se les informa de todos los detalles: seminariomenorsegorbecastellon@gmail.com.
Cabe recordar que, junto a las Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret de Benicàssim, también se han organizado convivencias vocacionales de fin de semana para chicas, desde quinto de primaria hasta bachillerato. En este caso, las interesadas deberán escribir a convivenciaschicas@gmail.com. En ambos casos pueden participar en juegos o campeonatos, disponen de momentos de oración y de formación cristiana, así como de acompañamiento vocacional.
El Rector del Seminario Menor Diocesano Mater Dei de Castellón, D. José Antonio Morales, ha escrito una carta a las parroquias de la Diócesis de Segorbe-Castellón informando de todas las convivencias vocacionales organizadas para este curso pastoral, tanto para chicos como para chicas.
Para los chicos, a partir de sexto de primaria y hasta bachillerato, se han preparado 10 convivencias, que tendrán lugar en fin de semana en el Seminario Mater Dei. Según explica el Rector, “estos encuentros pretenden ser sólo un apoyo a la labor que se realiza en cada parroquia”, ofreciendo un servicio de colaboración con los párrocos. Colaborar con ellos en esta tarea, indica, “es la mejor manera de trabajar por despertar vocaciones al sacerdocio, pues muchas veces conocéis personalmente a estos chicos, les queréis acompañar y no descartáis, al traerlos, la esperanza de una posible llamada vocacional”.
En el caso de los encuentros para chicas, desde quinto de primaria hasta bachillerato, se han organizado junto a las Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret de Benicàssim. Son 9 convivencias, también de fin de semana, en el Seminario Mater Dei. En ambos casos podrán participar en juegos o campeonatos, momentos de oración y de formación cristiana, así como de acompañamiento vocacional.
Ayer, día 10 de mayo, en el contexto de la festividad de San Juan de Ávila, patrono del clero secular español, y en el marco del Año Jubilar diocesano, la parroquia de Ntra. Sra. de los Ángeles de Betxí acogió el rito de Admisión a órdenes de un seminarista, de tres candidatos al Diaconado Permanente, y el rito de institución de cuatro lectores. La celebración estuvo presidida por nuestro Obispo, D. Casimiro.
La recepción por parte de la Iglesia del compromiso público de cuatro candidatos y la asunción de un ministerio de servicio a la Palabra de Dios por parte de otros cuatro son motivos para dar muchas gracias a Dios, que actúa en los corazones y los empuja al servicio, sea a través del diaconado o del presbiterado.
“El Señor resucitado, que es el Buen Pastor, nos quiere llenar de su amor y de su vida para que seamos sal de la tierra y luz del mundo”, decía el Obispo en la homilía. “Él sale a nuestro encuentro para llenar nuestro corazón de la alegría del encuentro con el Señor”, “la alegría de ser cristianos y discípulos del Señor, de ser miembros de su Iglesia peregrina, la familia de los hijos de Dios en esta tierra”.
“Vivimos tiempo de escasez vocacional”, indicó D. Casimiro, “al ministerio ordenado y a la vida consagrada, pero también al matrimonio cristiano, porque esta generación de un cristiano discípulo misionero del Señor no la sabemos cultivar como se merece”. Ante ello, y a pesar de las dificultades, exhortó a llevar a los niños, en la familia y en la parroquia, al encuentro con el Señor, “es fundamental para que el bautizado viva su condición de hijo de Dios”.
Ministerio del Lectorado
Los cuatro seminaristas que fueron instituidos lectores por el Obispo, del Seminario Redemptoris Mater, fueron Armando Zapata, Pablo Ruiz, Samuel Albaladejo y Martín Vera.
«El lector es instituido para proclamar las lecturas de la Sagrada Escritura, excepto el Evangelio. Puede también proponer las intenciones de la oración universal, y, en ausencia del salmista, proclamar el salmo responsorial» (IGMR n°99). Es este uno de los pasos que se administran, junto al acolitado, en el camino hacia la ordenación diaconal y sacerdotal. Se confiere a los candidatos a medida que van completando su formación y van configurando su vida con las dimensiones básicas del ministerio presbiteral del servicio de la Palabra y del altar.
Rito de Admisión a órdenes
El seminarista que fue admitido a órdenes es Álvaro González, del Seminario Mater Dei.
La Admisión es un rito que se realiza con la finalidad de manifestar el propósito y deseo, de aquellos que se preparan para el ejercicio del sacerdocio ministerial, de ser aceptados entre los candidatos a las Sagradas Órdenes.
Y con este Rito, la Iglesia, a través de los responsables del seminario, reconoce en el candidato las cualidades y aptitudes necesarias para que algún día pueda ser ordenado. Por lo tanto, es recibido oficialmente como candidato para que continúe su formación para el sacerdocio.
Rito de Admisión al Diaconado Permanente
Los tres laicos que fueron admitidos como candidatos al Diaconado Permanente, dos de ellos casados, fueron Abraham Saera, Vicent Meneu y Paco Rubio.
En el Rito de Admisión, los aspirantes al Diaconado Permanente manifiestan públicamente su deseo de abrazar la vocación a la que el Señor los ha llamado, a la que quieren responder con generosidad, y representa de manera oficial la voz de la Iglesia constatando y acogiendo la vocación de estas personas. También, las esposas de los candidatos casados manifestaron públicamente su consentimiento al compromiso asumido por sus esposos.
En este IV Domingo de Pascua, en el que recordamos que Jesús es nuestro Buen Pastor, en toda la Iglesia celebramos la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y la Jornada de las Vocaciones Nativas, bajo el lema: “Deja tu huella, sé testigo”. Esta invitación recuerda lo que el papa Francisco dijo a los jóvenes en la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia: que no tuvieran miedo de dejar su huella en la vida de aquellos con los que se encuentran. Todos estamos llamados a dejar en este mundo un testimonio de vida que hable del Amor de Dios, tras las huellas de Jesús.
Jesús es el Buen Pastor que da su vida por sus ovejas, para que tengan Vida en abundancia. Él no solo conoce el nombre de cada una de ellas, sino que está detrás de todos y cada uno de sus pasos. Él sigue apacentándonos con pastores elegidos según su corazón y sigue acompañándonos con personas que le consagran su vida para que todos sientan su cercanía, su amor, su compasión. Aunque a veces no es fácil distinguir la voz del Buen Pastor de otras voces, Él nos invita a vivir la vida entregándola.
Jesús nos dice: “La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies” (Mt 9, 36-38). Jesús mismo nos sirve de ejemplo. Lo primero que hace Jesús antes de llamar a sus apóstoles o de enviar a los setenta y dos discípulos, es orar: pasa la noche a solas, orando y escuchando la voluntad del Padre (cf. Lc 6, 12). Como la vocación de los discípulos, también las vocaciones al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada son primordialmente fruto de una insistente oración al ‘Señor de la mies’.
Después de orar, Jesús, llama a algunos pescadores a orillas del lago de Galilea, para hacerlos “pescadores de hombres” (Mt 4, 19). Les muestra su misión mesiánica con numerosos signos, los educa con la palabra y con la vida para prepararles a ser los continuadores de su obra de salvación; finalmente, les confía el memorial de su muerte y resurrección y, antes de ser elevado al cielo, los envía a todo el mundo con el mandato: “Id y haced discípulos de todos los pueblos” (Mt 28,19). La llamada, que Jesús les hace, implica dejar sus planes y ocupaciones para seguirle, vivir con él y caminar con él. Jesús les enseña a entregar como él su vida a Dios y a los demás, para que la misericordia de Dios llegue a todos, en especial a los más pobres y necesitados.
Jesús sigue llamando hoy a jóvenes para compartir su vida y su misión en el sacerdocio y en la vida consagrada. Un buen comienzo para descubrir la propia vocación es ser consciente de todo lo recibido de Dios y de los demás. Al darnos cuenta de los dones que se nos han dado, es fácil intuir que pueden transformarse en dones para compartir y para dejar huella de vida en otros. Para ello es preciso un “éxodo”, un salir del propio yo. Toda vocación cristiana implica salir de la comodidad y rigidez del propio yo para centrar la propia existencia en Jesucristo y en los demás. Esta ‘salida’ no hay que entenderla como un desprecio de la propia vida, del propio modo de sentir las cosas, de la propia humanidad; todo lo contrario, quien emprende el camino de la acogida de la llamada de Cristo encuentra vida en abundancia, poniéndose del todo a disposición de Dios y de su reino. Dice Jesús: “El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna’ (Mt19,29). La raíz profunda de todo esto es el amor.
En nuestro tiempo, la llamada del Señor puede quedar silenciada por una cultura centrada y cerrada en el yo, que dificulta o impide la apertura al otro, a los demás y a Dios. Oremos, pues, al ‘Dueño de la mies’ para que nuestros jóvenes no tengan miedo a salir de sí mismos, a ponerse en camino hacia Dios y hacia los hermanos, a dejar su huella siendo testigos del Amor de Dios; esto llenará su vida de alegría y de sentido. Acoger la llamada de Jesús libera y hace más bella la propia existencia.
Toda la comunidad cristiana es corresponsable en la tarea de caminar con los jóvenes y orar por las vocaciones que la Iglesia necesita aquí y en todo el mundo. Pidamos al Señor que sean muchos los jóvenes que digan “sí” a la llamada que Él hace a cada uno para servirle con alegría. Pidamos con insistencia al Señor que no falten en nuestra Iglesia sacerdotes, según el corazón del Buen Pastor, y personas consagradas que sean huellas y testigos del Amor de Dios. Pidamos también al Señor por las vocaciones nacidas en países de misión y para que tengan lo necesario para formarse y seguir creciendo.
Organizada en el contexto del itinerario de formación, la peregrinación de Castellón a Segorbe se ha realizado en tres etapas y un total de cuatro días de convivencia. Han participado 75 jóvenes del Programa Teen Star de Castellón y adolescentes del oratorio del Seminario Diocesano Mater Dei, junto a sus responsables Esteban Escrig, y el rector del seminario, D. Juan Carlos Vizoso, que al tiempo es Delegado Diocesano de Pastoral Vocacional.
Durante el camino han estado acompañados por el Evangelio de San Lucas (24, 13-35) que relata el Camino de Emaús haciendo referencia a las tres virtudes teologales: «fe, esperanza y caridad». A través de esta experiencia han podido comprobar cómo «el encuentro con el amor de Jesús Resucitado al final supone descubrir la presencia de Dios en la propia historia, que es el fundamento de la esperanza para vivir lo que cada uno tiene por delante», ha explicado D. Juan Carlos Vizoso.
De esta forma, los jóvenes participantes han experimentado cómo «reconciliado con Dios, con los hermanos y en el seno de la Iglesia, se siente la presencia de Dios en nosotros».
La peregrinación salió el pasado miércoles desde el seminario diocesano Mater Dei y se ha recorrido a pie durante un total de tres etapas en la que los jóvenes han estado atendidos por las Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret, que se han encargado de todas las comidas. La primera etapa, salió desde el seminario con parada en Betxí, en la segunda recorrieron la distancia entre Betxí y Ahín, y ya en la última que se realizó el viernes, llegaron a Segorbe donde hicieron noche.
La jornada diaria comenzaba a las 6 de la mañana con el rezo de los laudes, el desayuno y una pequeña reflexión del Evangelio de Emaús «con el objetivo de que durante el camino, la guía fuera el propio Evangelio.
Cada tarde, tras recuperar fuerzas con la comida, se han celebrado varias catequesis e intercambios de experiencias que han aportado un mayor enriquecimiento a los jóvenes por cuanto se compartía lo que cada uno ha ido viviendo y sintiendo en el camino. Por la noche, antes de acostarse, se rezaban las «Completas» dando gracias a Dios por los frutos del día en el contexto de una Adoración al Santísimo, habiéndose celebrado también el Sacramento de la Penitencia para todos cuantos lo han deseado.
La peregrinación culminó el pasado sábado con la entrada a la S. I. Catedral Basílica de Segorbe por la «Puerta Santa», rezando por las intenciones de este Año Jubilar y participando en la «Misa del Peregrino» presidida por el rector del Seminario Mater Dei, D. Juan Carlos Vizoso. La experiencia ha sido «profundamente enriquecedora por habernos sentido acogidos por la Iglesia, a través de las Parroquias de Betxí y de Ahín, así como en la propia Catedral, y también por las Instituciones locales de los propios municipios». Juan Carlos Vizoso también ha destacado «la comunión, tan propia de la fe cristiana, que se ha vivido entre todos los chavales, siendo tan distintos en sexo y edad, así como su procedencia eclesial y familiar». En cualquier caso, lo que más ha impactado al equipo organizador ha sido «la fe con la que han vivido los momentos de Adoración al Señor».
La anécdota más entrañable de la experiencia vivida, la protagonizó uno de los jóvenes participantes quien, al finalizar la peregrinación, sin caer en la cuenta de lo que estaba pronunciando, afirmó: «¡qué bien se está aquí!, ¿por qué no nos quedamos?». Una frase que dice Pedro en el pasaje de la Transfiguración del Señor, que relata San Marcos. Fue, sin duda, un momento en el que se sintió la presencia del Señor en medio de todos ellos.
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