El Rector del Seminario Menor Diocesano Mater Dei de Castellón, D. José Antonio Morales, ha escrito una carta a las parroquias de la Diócesis de Segorbe-Castellón informando de todas las convivencias vocacionales organizadas para este curso pastoral, tanto para chicos como para chicas.
Para los chicos, a partir de sexto de primaria y hasta bachillerato, se han preparado 10 convivencias, que tendrán lugar en fin de semana en el Seminario Mater Dei. Según explica el Rector, “estos encuentros pretenden ser sólo un apoyo a la labor que se realiza en cada parroquia”, ofreciendo un servicio de colaboración con los párrocos. Colaborar con ellos en esta tarea, indica, “es la mejor manera de trabajar por despertar vocaciones al sacerdocio, pues muchas veces conocéis personalmente a estos chicos, les queréis acompañar y no descartáis, al traerlos, la esperanza de una posible llamada vocacional”.
En el caso de los encuentros para chicas, desde quinto de primaria hasta bachillerato, se han organizado junto a las Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret de Benicàssim. Son 9 convivencias, también de fin de semana, en el Seminario Mater Dei. En ambos casos podrán participar en juegos o campeonatos, momentos de oración y de formación cristiana, así como de acompañamiento vocacional.
Ayer, día 10 de mayo, en el contexto de la festividad de San Juan de Ávila, patrono del clero secular español, y en el marco del Año Jubilar diocesano, la parroquia de Ntra. Sra. de los Ángeles de Betxí acogió el rito de Admisión a órdenes de un seminarista, de tres candidatos al Diaconado Permanente, y el rito de institución de cuatro lectores. La celebración estuvo presidida por nuestro Obispo, D. Casimiro.
La recepción por parte de la Iglesia del compromiso público de cuatro candidatos y la asunción de un ministerio de servicio a la Palabra de Dios por parte de otros cuatro son motivos para dar muchas gracias a Dios, que actúa en los corazones y los empuja al servicio, sea a través del diaconado o del presbiterado.
“El Señor resucitado, que es el Buen Pastor, nos quiere llenar de su amor y de su vida para que seamos sal de la tierra y luz del mundo”, decía el Obispo en la homilía. “Él sale a nuestro encuentro para llenar nuestro corazón de la alegría del encuentro con el Señor”, “la alegría de ser cristianos y discípulos del Señor, de ser miembros de su Iglesia peregrina, la familia de los hijos de Dios en esta tierra”.
“Vivimos tiempo de escasez vocacional”, indicó D. Casimiro, “al ministerio ordenado y a la vida consagrada, pero también al matrimonio cristiano, porque esta generación de un cristiano discípulo misionero del Señor no la sabemos cultivar como se merece”. Ante ello, y a pesar de las dificultades, exhortó a llevar a los niños, en la familia y en la parroquia, al encuentro con el Señor, “es fundamental para que el bautizado viva su condición de hijo de Dios”.
Ministerio del Lectorado
Los cuatro seminaristas que fueron instituidos lectores por el Obispo, del Seminario Redemptoris Mater, fueron Armando Zapata, Pablo Ruiz, Samuel Albaladejo y Martín Vera.
«El lector es instituido para proclamar las lecturas de la Sagrada Escritura, excepto el Evangelio. Puede también proponer las intenciones de la oración universal, y, en ausencia del salmista, proclamar el salmo responsorial» (IGMR n°99). Es este uno de los pasos que se administran, junto al acolitado, en el camino hacia la ordenación diaconal y sacerdotal. Se confiere a los candidatos a medida que van completando su formación y van configurando su vida con las dimensiones básicas del ministerio presbiteral del servicio de la Palabra y del altar.
Rito de Admisión a órdenes
El seminarista que fue admitido a órdenes es Álvaro González, del Seminario Mater Dei.
La Admisión es un rito que se realiza con la finalidad de manifestar el propósito y deseo, de aquellos que se preparan para el ejercicio del sacerdocio ministerial, de ser aceptados entre los candidatos a las Sagradas Órdenes.
Y con este Rito, la Iglesia, a través de los responsables del seminario, reconoce en el candidato las cualidades y aptitudes necesarias para que algún día pueda ser ordenado. Por lo tanto, es recibido oficialmente como candidato para que continúe su formación para el sacerdocio.
Rito de Admisión al Diaconado Permanente
Los tres laicos que fueron admitidos como candidatos al Diaconado Permanente, dos de ellos casados, fueron Abraham Saera, Vicent Meneu y Paco Rubio.
En el Rito de Admisión, los aspirantes al Diaconado Permanente manifiestan públicamente su deseo de abrazar la vocación a la que el Señor los ha llamado, a la que quieren responder con generosidad, y representa de manera oficial la voz de la Iglesia constatando y acogiendo la vocación de estas personas. También, las esposas de los candidatos casados manifestaron públicamente su consentimiento al compromiso asumido por sus esposos.
En este IV Domingo de Pascua, en el que recordamos que Jesús es nuestro Buen Pastor, en toda la Iglesia celebramos la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y la Jornada de las Vocaciones Nativas, bajo el lema: “Deja tu huella, sé testigo”. Esta invitación recuerda lo que el papa Francisco dijo a los jóvenes en la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia: que no tuvieran miedo de dejar su huella en la vida de aquellos con los que se encuentran. Todos estamos llamados a dejar en este mundo un testimonio de vida que hable del Amor de Dios, tras las huellas de Jesús.
Jesús es el Buen Pastor que da su vida por sus ovejas, para que tengan Vida en abundancia. Él no solo conoce el nombre de cada una de ellas, sino que está detrás de todos y cada uno de sus pasos. Él sigue apacentándonos con pastores elegidos según su corazón y sigue acompañándonos con personas que le consagran su vida para que todos sientan su cercanía, su amor, su compasión. Aunque a veces no es fácil distinguir la voz del Buen Pastor de otras voces, Él nos invita a vivir la vida entregándola.
Jesús nos dice: “La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies” (Mt 9, 36-38). Jesús mismo nos sirve de ejemplo. Lo primero que hace Jesús antes de llamar a sus apóstoles o de enviar a los setenta y dos discípulos, es orar: pasa la noche a solas, orando y escuchando la voluntad del Padre (cf. Lc 6, 12). Como la vocación de los discípulos, también las vocaciones al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada son primordialmente fruto de una insistente oración al ‘Señor de la mies’.
Después de orar, Jesús, llama a algunos pescadores a orillas del lago de Galilea, para hacerlos “pescadores de hombres” (Mt 4, 19). Les muestra su misión mesiánica con numerosos signos, los educa con la palabra y con la vida para prepararles a ser los continuadores de su obra de salvación; finalmente, les confía el memorial de su muerte y resurrección y, antes de ser elevado al cielo, los envía a todo el mundo con el mandato: “Id y haced discípulos de todos los pueblos” (Mt 28,19). La llamada, que Jesús les hace, implica dejar sus planes y ocupaciones para seguirle, vivir con él y caminar con él. Jesús les enseña a entregar como él su vida a Dios y a los demás, para que la misericordia de Dios llegue a todos, en especial a los más pobres y necesitados.
Jesús sigue llamando hoy a jóvenes para compartir su vida y su misión en el sacerdocio y en la vida consagrada. Un buen comienzo para descubrir la propia vocación es ser consciente de todo lo recibido de Dios y de los demás. Al darnos cuenta de los dones que se nos han dado, es fácil intuir que pueden transformarse en dones para compartir y para dejar huella de vida en otros. Para ello es preciso un “éxodo”, un salir del propio yo. Toda vocación cristiana implica salir de la comodidad y rigidez del propio yo para centrar la propia existencia en Jesucristo y en los demás. Esta ‘salida’ no hay que entenderla como un desprecio de la propia vida, del propio modo de sentir las cosas, de la propia humanidad; todo lo contrario, quien emprende el camino de la acogida de la llamada de Cristo encuentra vida en abundancia, poniéndose del todo a disposición de Dios y de su reino. Dice Jesús: “El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna’ (Mt19,29). La raíz profunda de todo esto es el amor.
En nuestro tiempo, la llamada del Señor puede quedar silenciada por una cultura centrada y cerrada en el yo, que dificulta o impide la apertura al otro, a los demás y a Dios. Oremos, pues, al ‘Dueño de la mies’ para que nuestros jóvenes no tengan miedo a salir de sí mismos, a ponerse en camino hacia Dios y hacia los hermanos, a dejar su huella siendo testigos del Amor de Dios; esto llenará su vida de alegría y de sentido. Acoger la llamada de Jesús libera y hace más bella la propia existencia.
Toda la comunidad cristiana es corresponsable en la tarea de caminar con los jóvenes y orar por las vocaciones que la Iglesia necesita aquí y en todo el mundo. Pidamos al Señor que sean muchos los jóvenes que digan “sí” a la llamada que Él hace a cada uno para servirle con alegría. Pidamos con insistencia al Señor que no falten en nuestra Iglesia sacerdotes, según el corazón del Buen Pastor, y personas consagradas que sean huellas y testigos del Amor de Dios. Pidamos también al Señor por las vocaciones nacidas en países de misión y para que tengan lo necesario para formarse y seguir creciendo.
Organizada en el contexto del itinerario de formación, la peregrinación de Castellón a Segorbe se ha realizado en tres etapas y un total de cuatro días de convivencia. Han participado 75 jóvenes del Programa Teen Star de Castellón y adolescentes del oratorio del Seminario Diocesano Mater Dei, junto a sus responsables Esteban Escrig, y el rector del seminario, D. Juan Carlos Vizoso, que al tiempo es Delegado Diocesano de Pastoral Vocacional.
Durante el camino han estado acompañados por el Evangelio de San Lucas (24, 13-35) que relata el Camino de Emaús haciendo referencia a las tres virtudes teologales: «fe, esperanza y caridad». A través de esta experiencia han podido comprobar cómo «el encuentro con el amor de Jesús Resucitado al final supone descubrir la presencia de Dios en la propia historia, que es el fundamento de la esperanza para vivir lo que cada uno tiene por delante», ha explicado D. Juan Carlos Vizoso.
De esta forma, los jóvenes participantes han experimentado cómo «reconciliado con Dios, con los hermanos y en el seno de la Iglesia, se siente la presencia de Dios en nosotros».
La peregrinación salió el pasado miércoles desde el seminario diocesano Mater Dei y se ha recorrido a pie durante un total de tres etapas en la que los jóvenes han estado atendidos por las Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret, que se han encargado de todas las comidas. La primera etapa, salió desde el seminario con parada en Betxí, en la segunda recorrieron la distancia entre Betxí y Ahín, y ya en la última que se realizó el viernes, llegaron a Segorbe donde hicieron noche.
La jornada diaria comenzaba a las 6 de la mañana con el rezo de los laudes, el desayuno y una pequeña reflexión del Evangelio de Emaús «con el objetivo de que durante el camino, la guía fuera el propio Evangelio.
Cada tarde, tras recuperar fuerzas con la comida, se han celebrado varias catequesis e intercambios de experiencias que han aportado un mayor enriquecimiento a los jóvenes por cuanto se compartía lo que cada uno ha ido viviendo y sintiendo en el camino. Por la noche, antes de acostarse, se rezaban las «Completas» dando gracias a Dios por los frutos del día en el contexto de una Adoración al Santísimo, habiéndose celebrado también el Sacramento de la Penitencia para todos cuantos lo han deseado.
La peregrinación culminó el pasado sábado con la entrada a la S. I. Catedral Basílica de Segorbe por la «Puerta Santa», rezando por las intenciones de este Año Jubilar y participando en la «Misa del Peregrino» presidida por el rector del Seminario Mater Dei, D. Juan Carlos Vizoso. La experiencia ha sido «profundamente enriquecedora por habernos sentido acogidos por la Iglesia, a través de las Parroquias de Betxí y de Ahín, así como en la propia Catedral, y también por las Instituciones locales de los propios municipios». Juan Carlos Vizoso también ha destacado «la comunión, tan propia de la fe cristiana, que se ha vivido entre todos los chavales, siendo tan distintos en sexo y edad, así como su procedencia eclesial y familiar». En cualquier caso, lo que más ha impactado al equipo organizador ha sido «la fe con la que han vivido los momentos de Adoración al Señor».
La anécdota más entrañable de la experiencia vivida, la protagonizó uno de los jóvenes participantes quien, al finalizar la peregrinación, sin caer en la cuenta de lo que estaba pronunciando, afirmó: «¡qué bien se está aquí!, ¿por qué no nos quedamos?». Una frase que dice Pedro en el pasaje de la Transfiguración del Señor, que relata San Marcos. Fue, sin duda, un momento en el que se sintió la presencia del Señor en medio de todos ellos.
Pablo Ruiz, tiene 25 años y es natural de Caravaca de la Cruz (Murcia). Llegó a nuestra Diócesis siendo adolescente e ingresó en el Seminario Diocesano Redemptoris Mater, en Betxí. Cursó Bachillerato en el Seminario Diocesano Mater Dei y emprendió los estudios de Filosofía y Teología que terminará este año. El próximo curso académico saldrá a la misión a hacer la itinerancia previa a su ordenación sacerdotal, que también forma parte de su formación. Con motivo de la Solemnidad de San José, Pablo Ruiz ha estado en «El Espejo de Segorbe-Castellón» (Cadena Cope)
¿Qué te llevó a ingresar en el Seminario? ¿Cómo descubriste tu vocación? Con 16 años estaba en una situación difícil por no encontrarle sentido a mi vida. La enfermedad de mi madre hizo mella en mí y ese verano una compañera de clase me invitó a un campamento organizado por monjas. Había dicho mil veces que no pero aquel año dije que sí y durante el campamento, en una exposición del Santísimo, le pregunté al Señor que si de verdad existía me lo confirmase. En ese momento, yo era una persona muy inquieta, tenía los nervios descontrolados pero me sentí muy querido y experimenté un amor enorme de Dios. Pensé que eso era lo que yo quería para mí. Ese verano también asistí a un encuentro del Camino Neocatecumal en Italia donde se nos dio destino a un Seminario. En mi caso tenía que ser un Seminario en España porque no había cursado todavía el Bachiller y aquí me destinaron. Primero estudié bachillerato en el Mater Dei y luego Teología.
¿Cómo se desarrolla tu día a día en el seminario?, ¿qué aporta la formación para el sacerdocio? Desde fuera siempre había visto la vida del Seminario muy aburrida pero es todo lo contrario. Nos levantamos a las 6 de la mañana y tras la oración de las 7h, desayunamos y asistimos a la Universidad en el Mater Dei. Cuando acaban las clases regresamos al seminario y rezamos la hora intermedia. Tras un rato de descanso y deporte, dedicamos unas horas al estudio. Antes de cenar tenemos un rato de oración y ya por la noche, si se da el caso, podemos acudir a las actividades parroquiales en Castellón. A partir de las 22.30h de la noche se hace silencio y cada uno en su habitación puede leer, meditar…. cada uno lo que quiera.
¿Cómo crecéis en la formación espiritual?,¿cuánto de renuncia hay en el día a día?, tal vez pesa más lo que recibes que lo que se queda atrás ¿no? La verdad es que sí!…, se recibe mucho más de lo que se deja atrás porque a nivel espiritual nos alimentamos de los Sacramentos en el Seminario pero es verdad que nuestra vocación se ha gestado en una comunidad del Camino Neocatecumenal, movimiento al que estamos enraizados, y es a través de esa vivencia de la Palabra de Dios, de la Eucaristía y de la historia de sanación de los hermanos como poco a poco, sin forzar nada, el Señor, a través de ese alimento espiritual te va tocando el corazón y te das cuenta que la vocación viene del Señor, porque antes que la formación espiritual que es fundamental, el Seminario no es una fábrica de curas, sino que el pilar fundamental es que tu seas persona, una persona cristiana… y antes de ser cura, eres persona. También tenemos la ayuda del Rector, del Padre espiritual y poco a poco se va viendo esa formación espiritual que, como digo es fundamental, y a partir de ahí nace la vocación.
¿Qué te está ayudando a descubrir que el sacerdocio es el plan que Dios tiene para ti? Lo que más me ayuda es ver lo contento que estoy en el Seminario. Yo era una persona muy triste, muy tímido y me costaba relacionarme con la gente. Una de las cosas que he descubierto en este tiempo es la alegría que me da hacer su voluntad. Muchas veces he tenido la tentación de abandonar por la presión y no ser capaz de aguantar el ritmo y el sufrimiento… y el Señor me confirma que es su voluntad porque a mi los estudios siempre me han costado muchísimo y la serenidad que me ha dado el Seminario me ha ayudado a sacar los estudios adelante que para mí era imposible. Recuerdo la primera vez que me llamó mi madre y me dijo: ¡pero muchacho qué te han hecho, que hablas tanto?!…. Son cosas que el Señor, poco a poco me va diciendo… tengo serenidad y paz…. es lo que el Señor me va confirmando mediante detalles de amor conmigo.
¿Cómo te imaginas el día que el Obispo te imponga sus manos para ordenarte sacerdote?
La verdad es que el Rector, cuando vamos a una ordenación presbiteral, siempre nos dice que no la vivamos como una Gracia para el que se ordena, sino que lo vivamos también como una Gracia para nosotros… de ver cómo hombres débiles como yo, hombres que han dudado, hombres que han sentido miedo… ver cómo el Señor a partir de ese día te regala una Gracia por el Sacramento… es impresionante… y de ver cómo el Señor confirma de verdad esa vocación y, en la debilidad, te levanta… Es una alegría ver como el Señor, confirma que no me violenta para nada sino que me deja completamente libre.
¿Quién es tu San José en la tierra? A mí me ayuda mucho la figura de José de Egipto que siendo vendido por sus hermanos no se defiende y precisamente San José enseña a Jesús esa figura de no defenderse, de aprender a cargar con el pecado del otro. Y esta figura en el Seminario a mí me ayuda a ver que lo único que me ha hecho feliz es aceptar la voluntad de Dios y que todo lo demás da igual. Es cierto que todo lo demás importa, todo es fantástico, pero de verdad lo único que me ha hecho feliz es seguir al Señor y seguir su voluntad… y aunque aparentemente, desde fuera, parece que se renuncia a mucho, el Señor te da el doble o el triple.
Hoy, festividad de San José, se celebra el «Día del Seminario». Bajo el lema «Sacerdotes al servicio de una Iglesia en camino» se hace un guiño al proceso que la Iglesia está viviendo en el Sínodo de los Obispos que se inició en 2021 y finalizará en 2023, haciéndoles partícipes del camino que la Iglesia Universal está llevando a cabo.
En su encuentro con seminaristas el año pasado, el Papa Francisco aseguró que le gusta imaginar el Seminario “como la familia de Nazaret, donde Jesús fue acogido, custodiado y formado con vistas a la misión que le encomendó el Padre”. El Día del Seminario es una ocasión especial para pedir, dar gracias y mostrar nuestra cercanía con los seminaristas, sus formadores y las vocaciones sacerdotales.
En el momento actual, 22 son los seminaristas que están en proceso de discernimiento vocacional o formándose en los dos seminarios que hay en la Diócesis. Uno de ellos, el Redemptoris Mater, en Betxí, donde residen 9 chicos, más otros dos que ya han finalizado los estudios y están «en misión» o itinerancia por un periodo de tiempo previsto por su rector, D. Pablo Vela. A ellos se suman otros 11 candidatos que preparan su formación en el Seminario Diocesano Mater Dei, en Castellón, cuyo rector es D. Juan Carlos Vizoso. Cuatro lo hacen en el Seminario Mayor y los siete restantes (3 ya en Bachillerato) en el Seminario Menor.
El proceso de acceso habitual al seminario para cualquier joven que sienta la llamada de Dios al sacerdocio, es vivir el periodo de discernimiento vocacional en comunidad como lugar de referencia para la fe. De esta forma el primer intermediario para discernir la vocación es la persona que le acompaña en la fe (presbítero, catequista o su propia comunidad parroquial). Otro recurso es dirigirse a los rectores de los seminarios de la Diócesis o a través de la Delegación Diocesana para la Pastoral Vocacional que, en palabras de su delegado, D. Juan Carlos Vizoso, «es el momento en el que el candidato solicita a la Iglesia que le acompañe en el discernimiento y buscar luz para saber si aquello que siente en su corazón, es realmente una llamada al sacerdocio». El Seminario, asegura D. Juan Carlos Vizoso, «es la institución donde el candidato se siente acompañado por formadores y compañeros en la búsqueda de la voluntad de Dios».
Dimensiones de la formación de los seminaristas de la Diócesis
Cuatro son las dimensiones de la formación de los seminaristas en las que la Iglesia se apoya:
Dimensión intelectual: se adquiere a través de los 5-6 cursos académicos de formación universitaria y de manera profunda y sistemática sobre la Filosofía, la Teología y la Sociología entre otras materias, que les permiten conocer la realidad de Dios y del ser humano.
Dimensión espiritual: consiste en gestar su personal relación con el Señor, pues darle la vida a Cristo implica hacerlo, en persona, con absoluta libertad, con transparencia y atravesado completamente por esa decisión.
Dimensión comunitaria: consiste en vivir ese discernimiento acompañado, compartiendo tiempo, dificultades, anhelos y sufrimientos con otros candidatos en el Seminario porque se puede ver la llamada de Dios a través de la llamada de los otros.
Dimensión pastoral: a pesar de que, como seminaristas no tienen una tarea pastoral concreta, forman parte de la misma, porque la pastoral de la Diócesis contribuye a su discernimiento vocacional y porque la viven día a día viendo lo que la Iglesia está haciendo en medio de ellos y con ellos.
Cada año en torno a la fiesta de san José celebramos el Día del Seminario. Este año lo haremos el sábado, día 19, y el domingo, día 20 de marzo. San José es patrono de la Iglesia universal y de los seminarios. Él es el hombre justo, que Dios puso al frente de la familia de Nazaret para cuidar de María y de Jesús. Allí se fue educando y formando el corazón sacerdotal de Jesús. Hoy san José sigue cuidando de los que se preparan para ser pastores al servicio de los hermanos.
El Día del Seminario es una ocasión muy propicia para que todo el pueblo de Dios le demos gracias por las vocaciones sacerdotales, nos preocupemos de su formación y pidamos al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies. En sintonía con el proceso sinodal a que nos ha convocado el Papa Francisco y con la preparación del Año Jubilar diocesano pedimos especialmente a Dios que nos conceda el don de Sacerdotes al servicio de una Iglesia en camino. Así reza el lema de este año.
El seminario es la comunidad educativa en que se forman juntos aquellos que han sentido la llamada al sacerdocio. La tarea fundamental del seminario es acompañar a estos jóvenes ayudándoles en el discernimiento y maduración de su vocación y formándoles para servir al pueblo de Dios. Del mismo modo que Jesús llamó a los apóstoles para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar (cf. Mc 3, 14-15), el seminario es la comunidad de los llamados por Jesús, para estar con él, que escuchan su palabra, la interiorizan y se ponen en camino para seguir sus pasos. La vocación es siempre personal, pero no madura ni se vive en solitario sino en comunidad. A semejanza del Señor, que reunió al grupo de los apóstoles, en el seminario se vive en comunidad para establecer relaciones de fraternidad y lazos de amistad sincera. Así se preparan para un estilo de ser sacerdote junto con otros sacerdotes y de estar presente en medio de la Iglesia y del mundo.
El seminario ha de cuidar las dimensiones humana, comunitaria, espiritual, intelectual y pastoral de la formación; todas son importantes. Junto a la espiritual, hoy es especialmente urgente ayudar a los seminaristas a crecer en verdadera amistad y en fraternidad. Los sacerdotes no hemos sido llamados para estar ni trabajar solos. Y esto se aprende en el seminario. Así los seminaristas, una vez ordenados sacerdotes, se sabrán unidos a un presbiterio, llamados a trabajar juntos y a vivir la fraternidad sacerdotal. Los responsables de acompañar este proceso son el obispo y los formadores; lo son también la propia familia, el presbiterio y la comunidad diocesana; pero lo es sobre todo el propio seminarista. Cada uno, desde su lugar, ora y trabaja, para que aquellos que son llamados por el Señor a ocuparse de su viña respondan con generosidad y se preparen debidamente para el ministerio sacerdotal.
Jesús nos dijo además que él “está en medio de nosotros como el que sirve”. Todos los discípulos de Jesús estamos llamados a imitarle. Por eso el sacerdocio solo puede entenderse desde el servicio. El sacerdote es para los demás y toda vocación auténtica es para servir a Jesucristo, a la Iglesia, a la comunidad y a los hermanos. En el seminario, los seminaristas han de aprender a vivir el servicio y a servir a los hermanos. Los intereses egoístas y el provecho propio han de desterrarse y deben dejar lugar al desarrollo de una vocación recibida para ser entregada.
El seminario es el corazón de nuestra Iglesia diocesana, que hoy está llamada dejarse purificar para crecer en comunión y salir a la misión. De nuestros seminarios depende en gran medida el futuro de nuestras comunidades cristianas; en ellos se forman sus futuros pastores. Nuestra Iglesia necesita sacerdotes que sean servidores de las comunidades y del resto de los cristianos para que cada uno viva según su propia vocación y carisma, y para que toda nuestra Iglesia sea misionera.
Todos los diocesanos deberíamos sentir nuestros seminarios como algo muy nuestro, conocerlos, amarlos y apoyarlos humana, espiritual y económicamente, para que los futuros pastores reciban la mejor formación.
Además y ante la enorme escasez de vocaciones al sacerdocio entre nosotros, todos debemos comprometernos en la pastoral vocacional y en la promoción de nuevas vocaciones. Ante todo es necesaria una oración personal y comunitaria más intensa al Dueño de la mies, para que envíe obreros a su mies. Toda vocación es una gracia de Dios para su Iglesia; un don que hemos de pedir con humildad pero con insistencia. Nuestra oración por las vocaciones se hace más intensa en torno al Día del Seminario; pero no puede faltar todos los días a lo largo del año.
Este próximo fin de semana en el seminario Diocesano Mater Dei
La Delegación para la Pastoral Vocacional, junto a las Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret han convocado una nueva convivencia para chicas este próximo fin de semana. Tendrá lugar en el Seminario Diocesano Mater Dei, desde el sábado 12 de marzo, a las 16,30h de la tarde, hasta el domingo a mediodía que se clausurará con la celebración de la eucaristía en la Iglesia principal.
La convocatoria está dirigida a niñas y jóvenes a partir de 4º curso de primaria y hasta 1º de Bachillerato. Se celebrará bajo la temática de «Los talentos» y la parábola que se describe en Mateo 25, 14-30. El objetivo de la convivencia es descubrir los talentos que cada una tiene para lo que, según han confirmado desde la Delegación para la Pastoral Vocacional, se ha preparado un concurso de talentos. Cada una de las participantes podrá concursar en la modalidad que lo desee, según la actividad que considere se le da mejor: bailar, cantar, tocar algún instrumento musical, hacer malabares, trucos de magia, «cada una lo que quiera con libertad», aseguran.
Habrá un jurado muy muy exigente, así que se anima a todas las participantes a preparar su «puesta en escena y actuaciones» para el día 12. Para participar en esta sugerente y divertida convivencia puedes enviar un email a: convivenciachicas@gmail.com y desde la organización se pondrán en contacto contigo pues están deseosos de comprobar los dones que tiene cada una.
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