La imagen itinerante de la Virgen, Reina de Radio María, continuará su peregrinaje por España con una próxima visita a la Diócesis de Segorbe-Castellón visitando diversos lugares, como la Basílica de San Pascual de Vila-real los días 7 y 8, la parroquia de San José Obrero de Castellón el día 9, la Residencia Mare de Déu del Lledó los días 10 y 11, la parroquia de la Santísima Trinidad de Castellón los días 11 y 12, y finalmente el Centro Penitenciario Castellón I los días 13 y 14.
La Reina de Radio María es una imagen de la Virgen María tallada en madera por artesanos del norte de Italia en una iniciativa que comenzó en África hace varios años, y que busca llevar esperanza y fe a los alejados y necesitados, pero también dar a conocer el proyecto de la radio evangelizadora, que dona algo grande y único: la Esperanza Cristiana. Los voluntarios de Radio María invitan a todos a acercarse a la Reina de Radio María para vivir un momento de gracia y encuentro personal con la Virgen.
Ayer regresaron los enfermos, peregrinos y hospitalarios que han participado en la peregrinación diocesana de la Hospitalidad de Lourdes al Santuario francés.
Han sido cinco intensos días que se han preparado como un camino pastoral y catequético que ha tenido como eje central el mensaje que le dio la Santísima Virgen a Bernardita: «Vaya a decir a los sacerdotes que se venga aquí en procesión». Unas palabras que se han dirigido a cada uno de los participantes de esta 66 edición de la peregrinación de nuestra Diócesis.
Casi 500 personas entre enfermos, peregrinos, hospitalarios y sacerdotes han vivido en comunión el encuentro con la Virgen María y, de su mano, con su Hijo, como ha repetido en varias ocaciones durante estos días nuestro Obispo.
Han sido días de oración, de meditación, de reflexión y también de reconciliación que ha abierto los corazones a la gracia del Señor y que viene a culminar un curso pastoral que, habiendo estado centrado en el Primer Anuncio, ha llevado al encuentro con el Señor a tantos necesitados de su misericordia, aún sin saberlo.
Todas y cada una de las celebraciones se ha vivido con intensidad y devoción, lo que ha permitido fortalecer la fe y renovar la esperanza para seguir caminando, como peregrinos, en esta vida que nos llevará, algún día, a la plenitud del amor.
Con el inicio del mes de julio se renuevan las intenciones de oración que propone el Papa Francisco y la Conferencia Episcopal Española. El Santo Padre dirige su intención por el cuidado pastoral de los enfermos: “Oremos para que el sacramento de la Unción de los Enfermos dé a las personas que lo reciben y a sus seres queridos la fuerza del Señor, y se convierta cada vez más para todos en un signo visible de compasión y esperanza.”
Hoy quisiera hablaros del sacramento de la Unción de los enfermos, que nos permite tocar con la mano la compasión de Dios por el hombre. Antiguamente se le llamaba «Extrema unción», porque se entendía como un consuelo espiritual en la inminencia de la muerte. Hablar, en cambio, de «Unción de los enfermos» nos ayuda a ampliar la mirada a la experiencia de la enfermedad y del sufrimiento, en el horizonte de la misericordia de Dios.
Hay una imagen bíblica que expresa en toda su profundidad el misterio que trasluce en la Unción de los enfermos: es la parábola del «buen samaritano», en el Evangelio de Lucas (10, 30-35). Cada vez que celebramos ese sacramento, el Señor Jesús, en la persona del sacerdote, se hace cercano a quien sufre y está gravemente enfermo, o es anciano. Dice la parábola que el buen samaritano se hace cargo del hombre que sufre, derramando sobre sus heridas aceite y vino. El aceite nos hace pensar en el que bendice el obispo cada año, en la misa crismal del Jueves Santo, precisamente en vista de la Unción de los enfermos. El vino, en cambio, es signo del amor y de la gracia de Cristo que brotan del don de su vida por nosotros y se expresan en toda su riqueza en la vida sacramental de la Iglesia. Por último, se confía a la persona que sufre a un hotelero, a fin de que pueda seguir cuidando de ella, sin preocuparse por los gastos. Bien, ¿quién es este hotelero? Es la Iglesia, la comunidad cristiana, somos nosotros, a quienes el Señor Jesús, cada día, confía a quienes tienen aflicciones, en el cuerpo y en el espíritu, para que podamos seguir derramando sobre ellos, sin medida, toda su misericordia y la salvación.
Este mandato se recalca de manera explícita y precisa en la Carta de Santiago, donde se dice: «¿Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que recen por él y lo unjan con el óleo en el nombre del Señor. La oración hecha con fe salvará al enfermo y el Señor lo restablecerá; y si hubiera cometido algún pecado, le será perdonado» (5, 14-15). Se trata, por lo tanto, de una praxis ya en uso en el tiempo de los Apóstoles. Jesús, en efecto, enseñó a sus discípulos a tener su misma predilección por los enfermos y por quienes sufren y les transmitió la capacidad y la tarea de seguir dispensando en su nombre y según su corazón alivio y paz, a través de la gracia especial de ese sacramento. Esto, sin embargo, no nos debe hacer caer en la búsqueda obsesiva del milagro o en la presunción de poder obtener siempre y de todos modos la curación. Sino que es la seguridad de la cercanía de Jesús al enfermo y también al anciano, porque cada anciano, cada persona de más de 65 años, puede recibir este sacramento, mediante el cual es Jesús mismo quien se acerca a nosotros.
Pero cuando hay un enfermo muchas veces se piensa: «llamemos al sacerdote para que venga». «No, después trae mala suerte, no le llamemos», o bien «luego se asusta el enfermo». ¿Por qué se piensa esto? Porque existe un poco la idea de que después del sacerdote llega el servicio fúnebre. Y esto no es verdad. El sacerdote viene para ayudar al enfermo o al anciano; por ello es tan importante la visita de los sacerdotes a los enfermos. Es necesario llamar al sacerdote junto al enfermo y decir: «vaya, le dé la unción, bendígale». Es Jesús mismo quien llega para aliviar al enfermo, para darle fuerza, para darle esperanza, para ayudarle; también para perdonarle los pecados. Y esto es hermoso. No hay que pensar que esto es un tabú, porque es siempre hermoso saber que en el momento del dolor y de la enfermedad no estamos solos: el sacerdote y quienes están presentes durante la Unción de los enfermos representan, en efecto, a toda la comunidad cristiana que, como un único cuerpo nos reúne alrededor de quien sufre y de los familiares, alimentando en ellos la fe y la esperanza, y sosteniéndolos con la oración y el calor fraterno. Pero el consuelo más grande deriva del hecho de que quien se hace presente en el sacramento es el Señor Jesús mismo, que nos toma de la mano, nos acaricia como hacía con los enfermos y nos recuerda que le pertenecemos y que nada —ni siquiera el mal y la muerte—podrá jamás separarnos de Él. ¿Tenemos esta costumbre de llamar al sacerdote para que venga a nuestros enfermos —no digo enfermos de gripe, de tres-cuatro días, sino cuando es una enfermedad seria— y también a nuestros ancianos, y les dé este sacramento, este consuelo, esta fuerza de Jesús para seguir adelante? ¡Hagámoslo!
Por otra parte, la intención de oración de la Conferencia Episcopal Española, por la que también reza la Red Mundial de Oración del Papa, es “por las familias y matrimonios en crisis por diversos motivos, para que encuentren en el amor de Cristo la fuerza y la gracia que necesitan para seguir viviendo fieles a lo que prometieron el día de su matrimonio”.
El matrimonio y la familia están afectados hoy por un contexto cultural poco favorable, cuando no contrario, al verdadero matrimonio y a la familia. Las familias tienen, entre otras cosas, difícil en muchos casos encontrar una vivienda digna o adecuada, conciliar la vida laboral y la familiar, o disponer de tiempo para escucharse y dialogar los esposos y los hijos. Falta aprecio social por la fidelidad esponsal, por la estabilidad matrimonial o por la natalidad. Estos desafíos, lejos de constituir obstáculos insalvables, se convierten para la familia cristiana y para la Iglesia en una oportunidad nueva; la propia familia puede encontrar en ellos un estímulo para fortalecerse y crecer como comunidad de vida y amor que engendra vida y esperanza en la sociedad.[…]
Los matrimonios y las familias necesitáis atención pastoral, necesitáis dedicación y acompañamiento. En muchas de nuestras parroquias es una asignatura pendiente el acompañamiento pastoral específico de los matrimonios y las familias. Pensemos además en el acompañamiento de parejas y familias en crisis, en el apoyo a los que se quedan solos, a las familias pobres, a las familias desestructuradas. Muchas familias necesitan que se les ayude a descubrir en los sufrimientos de la vida el lugar de la presencia de Cristo y de su amor misericordioso. Este Año es una oportunidad para acercarse a las familias, para que no se sientan solas ante las dificultades, para caminar con ellas, escucharlas y emprender iniciativas pastorales que las ayuden a cultivar su amor cotidiano, como su camino hacia la santidad, a la perfección en el amor
Necesitamos además un cambio de mentalidad. Los matrimonios y las familias no son sólo destinatarios de la pastoral sino que estáis llamados a ser sujetos activos de la pastoral familiar. Las familias podéis aportar mucho a toda la sociedad y a la Iglesia, por lo que debéis ser reconocidas e involucradas activamente en la pastoral ordinaria de las parroquias y de la diócesis. Un aspecto importante de este protagonismo de las familias es vuestro ejemplo de vida. Hay muchas familias, de hecho, que viven su fe y su vocación al matrimonio y a la familia de manera ejemplar. Y es muy edificante ver cómo no se rinden y afrontan las dificultades de la vida con profunda alegría, esa alegría que se encuentra en el “corazón” del sacramento del matrimonio y que alimenta toda la existencia de los cónyuges y de sus hijos y padres. Es necesario, por tanto, dar mayor espacio a las familias en la pastoral familiar. Su misma vida es un mensaje de esperanza para todo el mundo y, en especial, para los jóvenes. Como muestran numerosas encuestas realizadas en todo el mundo, el deseo de tener una familia propia sigue siendo hoy en día uno de los mayores sueños que desean realizar los jóvenes. ¡Jóvenes, no tengáis miedo al matrimonio!
Entre todos estamos llamados a generar una cultura de la familia, que recree un verdadero ambiente familiar. Es la misión de la Iglesia hoy. Es vuestra misión, queridas familias: Anunciar la alegría del amor y la belleza del matrimonio y de la familia; generar espacios y un ambiente favorable para que la familia pueda crecer y vivir en plenitud su vocación al amor. La alegría del Evangelio se refleja en la alegría del amor que se vive y se aprende eminentemente en la familia. La fuerza para amar nace, crece y se fortalece en la familia y es fuente de alegría y de esperanza para el ser humano y para la sociedad.
El próximo viernes 5 de julio, la Parroquia de Santo Tomás de Villanueva en Castellón será el escenario de una vibrante Fiesta de Verano. Esta verbena, llena de actividades para toda la familia, comenzará a las 18:00 horas y promete una tarde de diversión, música y convivencia.
A las 20:00 horas tendrá lugar el momento más importante del día, la celebración de la Eucaristía. Posteriormente, el Coro de Niños de la parroquia ofrecerá un emotivo concierto a las 20:30 horas, deleitando a los presentes con su talento. A las 21:00 horas, el Grupo Barreño tomará el escenario con otro concierto muy esperado. Simultáneamente, se celebrará una cena con barbacoa y una animada fiesta flamenca.
El objetivo de este evento, según informa la organización, es recaudar fondos para apoyar a los jóvenes de la parroquia que este verano se embarcarán en una peregrinación. Del 27 al 31 de agosto visitarán el sur de Francia para rezar ante los restos de María Magdalena, Lázaro y Marta, y también visitarán Cotignac, lugar de la única aparición de San José reconocida por la Iglesia.
Además, los fondos recaudados también se destinarán a ayudar a otros 110 jóvenes, de entre 12 y 18 años, que participarán en un campamento de verano en Orihuela del Tremedal (Teruel), del 10 al 14 de julio.
El Centro de Orientación Familiar «Domus Familiae» de Castellón ha presentado su memoria de actividades correspondiente al año 2023, destacando su crucial labor en la atención integral a familias en crisis, especialmente aquellas más vulnerables. Con un equipo especializado en Acompañamiento y Orientación Familiar, Psicología, Psicopedagogía, Trabajo Social y Asesoría Jurídica, el COF enfoca sus esfuerzos en mejorar la convivencia familiar y fortalecer la unidad básica de la sociedad: la familia.
La memoria revela datos significativos sobre el estado de las uniones matrimoniales, divorcios, separaciones y demandas de custodia de hijos menores en la provincia de Castellón. Subraya la preocupación por problemas demográficos como la pirámide poblacional inversa y la natalidad deficitaria, así como el aumento de rupturas familiares y la insuficiencia en la conciliación de la vida familiar y laboral.
Durante el año 2023, el COF atendió a un total de 288 personas mediante 1.454 visitas, tanto presenciales como telefónicas, predominando las consultas relacionadas con problemas psicológicos y de orientación familiar. La mayoría de los usuarios son de nacionalidad española, seguidos por colombianos y rumanos, y se observa una mayor representación de mujeres atendidas en comparación con hombres.
La directora del COF, Inmaculada Martínez, destaca los resultados positivos obtenidos durante el año y el reconocimiento recibido por su contribución como «bien social para la comunidad», generando bienestar y calidad de vida para quienes han acudido a este recurso específico.
El centro ofrece un servicio de atención familiar interdisciplinario de lunes a viernes, con horario matutino y vespertino, basado en principios éticos como la confidencialidad y el respeto ideológico. Así se atienden todas las dimensiones de cada persona, la física, la psicológica, la social y la espiritual. Todo ello a través de la escucha activa y el acompañamiento para mejorar los conflictos de familias en crisis de la Diócesis de Segorbe-Castellón.
Mons. Casimiro López Llorente ha participado en la peregrinación de la Hospitalidad Diocesana de Lourdes desde el pasado jueves. El conjunto de los peregrinos ha participado hoy en las últimas celebraciones y mañana lunes emprenderán camino de regreso a casa con el corazón renovado y la fe fortalecida.
La de este año ha sido una peregrinación que se ha preparado como un camino de confianza, de revelación, de comunión y de esperanza que ha contribuido, en palabras de nuestro Obispo, «a que los enfermos y demás peregrinos hayan sentido muy de cerca a la Virgen y, de su mano, al encuentro con el Señor».
Está tarde se ha celebrado, en la Basílica de San Pío X el encuentro del Señor con los peregrinos de la Hospitalidad Diocesana de Lourdes que han participado en la misma junto a peregrinos procedentes de otras diócesis españolas.
En adoración y oración han acompañado también al Señor nuestro Obispo, Mons. Casimiro López Llorente y el conjunto de sacerdotes diocesanos que acompañan a la peregrinación.
La oración ante el Santísimo Sacramento es una de las celebraciones que se viven con fe y devoción, pues ante el Señor quedan expuestas las intenciones que cada uno lleva en el corazón.
La celebración ha finalizado con la bendición que ha sido recibida con la esperanza y el consuelo de quien se siente querido y acompañado por el Señor.
Esta noche tendrá lugar una velada festiva que organizan los más jóvenes para que los enfermos y peregrinos disfruten también de un periodo de entretenimiento y ocio.
La jornada de mañana será la ultima antes de partir de vuelta a casa el lunes a primera hora de la mañana. A las 9.30 tendrá lugar la Misa Internacional, el Camino de Bernardette y el paso por la gruta para despedirse de la Virgen.
Ha tenido lugar, este mediodía, en la Basílica de San Pío X y ha estado presidido por el Obispo de Segorbe-Castellón.
Los hospitalarios más jóvenes han sido los encargados de simbolizar cada una de las estaciones. Apostados frente al altar, frente a los enfermos, resto de peregrinos y hospitalarios, han representado el recorrido del calvario acompañados por la Cruz portada por dos seminaristas de la Diócesis.
Cada una de las estaciones ha estado meditada por los sacerdotes que acompañan espiritualmente la peregrinación, reviviendo así el mismo camino que recorrió Jesús hacia su muerte en la Cruz.
Se ha elevado oración para ser signos de salvación para el resto de hermanos, y nunca de condena; para aceptar con generosidad la cruz del sacrificio; para mantenerse firmes en la esperanza y poder levantarse una y otra vez; para sentir a la Virgen cercana en nuestro caminar; para ser Cirineo y compartir penas y sufrimientos de los necesitados; para descubrir el rostro sufriente de Cristo en el hermano; para aceptar sufrir y morir para que otros encuentren vida; para ser Sarmiento vivo y dar fruto; para estar en camino hacia el abrazo del Padre; para creer sin necesidad de muchos argumentos; y para abrir el corazón al arrepentimiento sincero.
En las últimas estaciones se ha revivido la muerte y resurrección del Señor y con ello, el triunfo del amor.
Gesto del Agua
Previamente a la celebración del Vía Crucis se ha celebrado el gesto del Agua. La particularidad consiste en la renovación de la gracia del Bautismo. Por ello, en el transcurso de este gesto, los peregrinos realizan una profesión de fe, bien dialogada o recitando el Credo.
Eucaristía celebrada, esta mañana en Lourdes, con administración de la Unción de Enfermos
A primera hora de esta mañana, enfermos, peregrinos y hospitalarios han acudido a la Basílica del Rosario donde Mons. Casimiro López Llorente ha presidido la Eucaristía Enel transcurso de la cual se ha administrado la Unción de Enfermos.
Con el corazón agradecido por las gracias que cada uno de los peregrinos recibe en esta peregrinación y coincidiendo con la celebración de San Pedro y San Pablo, la peregrinación de la Hospitalidad Diocesana de Lourdes ha vivido con la esperanza fortalecida la celebración.
Tras la proclamación de la Palabra, la homilía de nuestro Obispo ha recordado, en primer término a Pedro y Pablo como «columnas de la fe sobre la que está basada nuestra Iglesia». Dos apóstoles con personalidades muy distintas, ha remarcado D. Casimiro, «pero Unidos por el Señor para ser sus testigos en el mundo».
La peregrinación se está viviendo desde el encuentro con el Señor, de la mano de María y desde ese encuentro, que está siendo de carácter personal y también comunitario, D.Casimiro ha exhortado a los peregrinos » a seguir las huellas de Pedro y Pablo para, desde nuestra debilidad y fragilidad, dejarnos amar por Dios para que se avive nuestra fé y nuestra confianza en el Señor para que nos alienten nuestro caminar para ser testigos de esperanza allí donde estemos».
En alusión al Evangelio que se ha proclamado, el Obispo ha interpelado a los peregrinos invitándolos a responder la misma pregunta que relata San Mateo: » y vosotros, ¿Quién decís que soy yo?» para responderla cada uno, desde el corazón y responderla desde la fe y poniendo a Jesús en el centro.
La celebración de hoy tenía para los peregrinos, especialmente para los enfermos, un significado. Mayor si cabe pues en el transcurso de la misma se ha administrado la Unción de Enfermos.
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