Queridos diocesanos:
Podría parecer obvio hablar de celebración cristiana de la Navidad. Pero los hombres somos capaces de adulterar todo. Es palpable la creciente pérdida del sentido propio y originario de la Navidad. Los mismos cristianos nos dejamos contagiar por el ambiente exterior y el consumismo de estos días, o por el silenciamiento cada vez mayor del sentido cristiano de la Navidad en las iluminaciones y adornos anodinos y las tarjetas sin motivo religioso alguno. Aumenta la voluntad de borrar el sentido propio de la Navidad excluyendo el belén y los villancicos de lugares públicos. So capa de tolerancia ante el pluralismo religioso, algunos promueven entre nosotros el silencio y la exclusión del cristianismo que contrasta con el trato exquisito de otras religiones.
Menos mal que también somos capaces de darnos cuenta y rectificar. El papa Francisco acaba de regalarnos una hermosa carta en la que nos alienta a mantener viva la costumbre de hacer el belén en nuestros hogares y de ponerlo en los lugares de trabajo, en las escuelas, en los hospitales, en las cárceles, en las plazas. Es una tradición que nos ha de ayudar a recuperar y fortalecer la celebración cristiana de la Navidad. Personal, familiar y comunitariamente hemos de centrar nuestra celebración en el Misterio que nos recuerda el belén, y evitar todo derroche, todo dispendio y tantos otros excesos, contrarios al significado profundo de esta Fiesta.
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