POR LA GRACIA DE DIOS Y DE LA SANTA SEDE APOSTÓLICA,
OBISPO DE SEGORBE-CASTELLÓN
Por el presente y a tenor de la normativa eclesial anuncio que el próximo día 22 de junio de 2024, a las 11:00 horas, administraré en nuestra Santa Iglesia Concatedral de Santa María de Castellón de la Plana el sagrado Orden del Presbiterado a aquellos candidatos, que, reuniendo las condiciones de la normativa canónica, habiendo cursado y superado los estudios eclesiásticos así como habiéndose preparado humana y espiritualmente bajo la orientación y guía de sus formadores y la autoridad del Obispo, aspiren a la recepción del Presbiterado.
Los aspirantes deberán dirigir al Sr. Rector del Seminario Diocesano respectivo, la correspondiente solicitud, acompañada de la documentación pertinente en cada caso, de conformidad con lo que establece el can. 1050 del CIC, a fin de comenzar los informes y, una vez realizadas las proclamas en las parroquias de origen y domicilio actual, otorgar, si procede, la autorización necesaria para que puedan recibir el sagrado Orden del Presbiterado.
El Sr. Rector respectivo me presentará, al menos un mes antes de la citada fecha, los informes recabados, y, una vez concluido el proceso informativo, trasladará a nuestra Cancillería toda la documentación establecida en nuestra Diócesis a los efectos pertinentes y para su conservación en el Archivo de nuestra Curia diocesana.
Publíquese este Decreto en el Boletín Oficial de este Obispado y los medios acostumbrados, y envíese copia a los Sres. Rectores para su público e inmediato conocimiento.
Dado en Castellón de la Plana, a catorce de marzo del Año del Señor de dos mil veinticuatro.
+ Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe-Castellón
Doy fe
Ángel E. Cumbicos Ortega Canciller-Secretario General
La Santa Iglesia Catedral de Segorbe acogió el pasado 8 de diciembre y en el contexto de la celebración de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, la Ordenación Diaconal para tres candidatos al diaconado permanente: Vicente Meneu Buchón, Francisco Rubio Jiménez y Abraham Saera Gallén. El Obispo de la Diócesis, D, Casimiro López Llorente presidió la eucaristía y celebró el rito de la Ordenación en un templo catedralicio abarrotado de fieles y cuya nota musical corrió a cargo de la Capilla Musical de la Catedral de Segorbe, dirigida por D. David Montolío. La coral interpretó la misa: «Es grande el amor del Señor».
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Familiares y amigos arroparon a los tres candidatos, en una celebración muy entrañable. Durante su homilía el Obispo destacó que tras un «tiempo de discernimiento, preparación y formación ha llegado el momento de que recibáis debidamente el orden del diaconado». Y recordó en plena Solemnidad de la Inmaculada Concepción que «hoy es un día de intenso gozo espiritual para todos. Hoy contemplamos el amor de Dios y su grandeza en la Virgen María, la más humilde y a la vez la más grande de todas las criaturas».
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D. Casimiro recordó las palabras del salmista «cantamos al Señor un cántico nuevo porque ha hecho maravillas. Ha sido en la Virgen María que también las ha hecho en vosotros. Ha estado grande con vosotros al concederos la Gracia del diaconado». El Obispo enfatizó la idea que «en María resplandece la bondad del Creador. María fue preservada de la herencia común del pecado original. María sabe que la vida humana sin Dios sólo produce vacío. María nos muestra la fe confiada en Dios, porque todo es posible para el que cree».
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Y les recordó a los diáconos su misión: «como ella -queridos diáconos- sois elegidos para bendecir. Fuisteis elegidos y llamados por Dios no por vuestros méritos sino por puro amor. Como ella estáis invitados a superar vuestros miedos. Hoy vais a decir como ella: He aquí el Siervo del Señor, hágase en mí según tu palabra».
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Y concluyó su homilía animándoles para que sean como María «santos e intachables ante Dios por el amor», participando en los dones de los Apóstoles para ser en la Iglesia y en el mundo instrumentos de Cristo. «Ayudaréis al Obispo y a su presbiterio en el anuncio de la Palabra, en el servicio al altar y en el ministerio de la caridad. No sois dueños de la Palabra sino servidores de ella», señaló.
El pasado día 16 de mayo, tres seminaristas del Seminario Diocesano Internacional y Misionero “Redemptoris Mater”recibieron el Orden del Diaconado. Se trataba de David Vázquez, que tiene 27 años y es natural de Morón de la Frontera (Sevilla); de Wilson González, tiene 31 años y es de Santo Domingo (República Dominicana); y de Jae Kang Albino Hong, tiene 37 años y es de Corea del Sur. Comenzaron así una vida de servicio al Señor y a la Iglesia siendo servidores de la caridad, de la Palabra de Dios y de la Eucaristía.
Mañana, día 9 de octubre a las 11:00 horas, nuestro Obispo, D. Casimiro, les administrará el sagrado Orden del Presbiterado en la S. I. Concatedral de Santa María, Castellón. Será una ceremonia cargada de emoción, y estarán acompañados de familiares, de hermanos de comunidad y de amigos, en un día que quedará grabado en la memoria de estos tres jóvenes que, a partir de mañana, en comunión con el Obispo y con la gracia de Dios, harán presente a Jesucristo sirviendo a la Iglesia, cumpliendo con la misión de ser sal de la tierra y luz del mundo entre las gentes de la Diócesis, y anunciando el Evangelio como ministros de los sacramentos y de la Eucaristía.
Estas ordenaciones sacerdotales podrán seguirse en directo por el canal diocesano en Youtube (Diócesis Segorbe-Castellón). En el siguiente enlace:
Entrevista a David Vázquez, Wilson González y Albino Hong
¿Cómo afrontáis este momento tan importante?, ¿quiénes os acompañarán?
David: Yo lo intento afrontar desde la oración. Porque en este tiempo de preparación de la ordenación es muy fácil distraerse con los preparativos y los quehaceres del día a día. Y creo que es fundamental tener más momentos de intimidad con el Señor, por eso hemos organizado alguna vigilia, retiro etc. Y también creo que es importante afrontarlo con humildad, sabiendo quién soy, siendo consciente de mis debilidades y pobrezas, para que así pueda aparecer la gracia de Dios, que es quien lleva a cabo la misión. Como dice san Pablo: “la fuerza se realiza en la debilidad”. Gracias a Dios me podrán acompañar mis familiares y amigos de Morón que, con esto de la pandemia, estaba más en el aire. Y también mi comunidad y parroquia en la que he vivido la fe estos años de Seminario.
Wilson: Con mi fuerza no, sino con la ayuda de Dios. Esto lo digo, porque viéndome a mí, que soy una persona débil que le cuesta hacer la voluntad de Dios, puedo decir que esto lo estoy afrontando con la ayuda de Dios, concretamente con la oración y con los sacramentos. Me acompañaran mis padres, mis hermanos de comunidad de Santo Domingo, mis hermanos de comunidad de Castellón, el Obispo, los presbíteros, el seminario, mis amigos y los feligreses de la parroquia de Nules. Para mí es importante que todas estas personas me acompañen en el momento más importante de mi vida, porque ahí se ve la comunión de los santos y la comunión de la Diócesis de Segorbe-Castellón.
Albino: Estoy muy bien, y muy contento. En este momento primero me acompaña el Señor, me ayuda y me anima para seguir su voluntad. Y me acompaña D. Manolo Agorreta, párroco de Nules, y Wilson González, el diácono que está conmigo en esta parroquia, con mucho amor y paciencia. También los fieles de Nules me acogen con mucho cariño y me ayudan a aprender sobre el amor.
Es largo el recorrido realizado para llegar al sacerdocio. ¿Cómo habéis vivido las diferentes etapas formativas, en el Seminario?
David: En mi caso han sido 10 años, pero creo que han sido necesarios. Y si lo miras bien no son tantos años para lo que vas a realizar después. Yo he vivido las etapas formativas como un regalo, porque he ido viendo la actuación de Dios en mi vida, y tengo la experiencia de que el Señor me ha ido sanando y preparando para la misión que me quiere dar. De todos estos años la conclusión que saco es que Dios siempre te da lo que necesitas.
Wilson: La verdad que, para mí, el tiempo de formación en el seminario fue y es una ayuda, porque gracias a la formación que recibí puedo decir que Dios tiene poder de sacar a una persona de la muerte y llevarlo a su Iglesia; eso es lo que ha hecho el Señor conmigo. El tiempo del seminario lo he vivido como una gracia.
Albino: Antes del tiempo del seminario yo era un chulo, un orgulloso y un gran soberbio. Pero no me conocía mucho. Por el tiempo del Seminario, el Señor me iluminó a conocerme, me bajó en la realidad y me ayudó a entender toda mi historia desde su amor. Ahora ya sé que soy soberbio y no soy nada, pero el Señor siempre me acompaña para vivir en la vida. Todo lo lleva Él, es lo mejor para mi salvación. También sé que soy incapaz de ser un pastor, hay dificultades, el idioma por ejemplo, por eso siempre le pido al Señor que me acompañe, que me mande el Espíritu Santo, que abra mi boca y mueva mi corazón. Y la oración me anima mucho a seguir la Voluntad de Dios, me ayuda a hacer las cosas por amor a Dios.
En este tiempo habéis recibido vuestro primer destinado pastoral, ¿dónde estáis?, ¿qué balance hacéis de este tiempo?
David: Mi destino es Benicàssim, donde llevo varias semanas viviendo. Ya he empezado a conocer los distintos grupos, catequistas, feligreses etc. Y veo que el trato que me dan es muy bueno, sobretodo del párroco y del vicario, que me están cuidando y ayudando mucho. Aun me tengo que asentar y conocer mejor a la gente, pero estoy contento.
Wilson: Estoy en la parroquia de San Bartolomé y San Jaime de Nules. Mi experiencia es la siguiente: estar en una parroquia es para mí algo nuevo, porque es la primera vez que estoy en una parroquia ya no como seminarista sino como diácono, y luego como presbítero. Esto para mí es un regalo porque me ayuda a salir de mi mismo. La verdad, estoy muy contento por esta misión que Dios me ha dado.
Albino: Estoy en la parroquia San Bartolomé y San Jaime de Nules. Allí estoy aprendiendo las cosas de la parroquia, conociendo a la gente de Nules, sirviendo a la Iglesia.
En el 2019, en un encuentro que tuvo el Papa Francisco con los seminaristas de Bolonia, decía que el sacerdocio no es una carrera profesional, sino una vocación de servicio. ¿A qué o a quién queréis servir en vuestro ministerio?
David: En mi ministerio quiero servir a la Iglesia y a toda la gente que el Señor me ponga delante. La vocación al sacerdocio no es una carrera profesional, pues sin una llamada de Dios no puedes entrar en ese servicio. Porque con la vocación puedes confiar en la gracia y te nacerá de forma automática el ponerte al servicio.
Wilson: Partiendo de mi experiencia, puedo decir con toda sinceridad que Dios me ha elegido para servirle a Él a través de los feligreses de la parroquia. Yo quiero servir a Cristo, porque ha sido Él quien me ha salvado y me ha sacado de la muerte en la que estaba metido.
Albino: El sacerdote no es un líder de la Iglesia y de la parroquia, sino que es un servidor de la Iglesia en el Señor. Hay que servir a la Iglesia, a la parroquia, al Papa y al Obispo, al Pueblo de Dios. Es escuchar a la gente y los que sufren, acompañarles, anunciar la Buena Noticia de que Jesucristo ha resucitado, anunciar la Resurrección y la salvación de los hombres. No es porque habla bien, porque es inteligente, porque sabe mucho, porque es santo, sino que es un servidor que está para servir al Señor y seguir la voluntad de Dios, para servir a la Iglesia, al Pueblo de Dios y para servir a todos los hombres para que se acerquen y conozcan al Señor.
¿Tenéis ya fecha para vuestras primeras misas?
David: Si, mi primera Misa será el 10 de octubre por la tarde en la parroquia de Ntra. Sra. de la Merced de Burriana, que es la parroquia donde he vivido la fe con mi comunidad los 7 últimos años de Seminario.
Wilson: Sí. Mi primera Misa será el 10 de octubre en la parroquia de Santo Tomás de Villanueva de Castellón, a las 12h del medio día, y luego el 11 de octubre haré una primera Misa en Nules, a las 19 h.
Albino: Sí. Voy a celebrar mi primera Misa el día 10 de octubre a las 13:00 h. en el convento de Nules.
POR LA GRACIA DE DIOS Y DE LA SANTA SEDE APOSTÓLICA,
OBISPO DE SEGORBE-CASTELLÓN
Por el presente y a tenor de la normativa eclesial anuncio que, D.m., el próximo día 9 de octubre de 2021, a las 11:00 horas, deseo administrar, en la S. I. Concatedral de Santa María de Castellón, el sagrado Orden del Presbiterado a aquellos candidatos que reúnan las condiciones establecidas en la normativa de la Iglesia, hayan cursado y superado los estudios eclesiásticos, se hayan preparado humana, comunitaria, espiritual y pastoralmente bajo la orientación de sus formadores y la autoridad del Obispo, y deseen libremente recibirlo.
Los aspirantes deberán dirigir al Sr. Rector del Seminario Diocesano respectivo, la correspondiente solicitud escrita, acompañada de la documentación establecida en cada caso, de conformidad con el can. 1050 del CIC, a fin de comenzar las consultas y, una vez realizadas las proclamas en las parroquias de origen y domicilio actual, otorgar, si procede, la autorización necesaria para que puedan recibir el sagrado Orden del Presbiterado.
El Sr. Rector me presentará con la debida antelación a la citada fecha los informes recabados, y, una vez concluido el proceso informativo, trasladará a nuestra Cancillería toda la documentación correspondiente a los efectos pertinentes.
Publíquese este Decreto en el Boletín Oficial y en la web del Obispado y envíese copia a los Sres. Rectores para su público e inmediato conocimiento.
Dado en Castellón de la Plana, a veintisiete días del mes de julio del año del Señor de dos mil veintiuno.
El sábado 12 de septiembre, a las 12h, la Concatedral de Santa María de Castellón acogerá la ordenación de Jesús Andrés Chávez Sáenz, un nuevo sacerdote para la Iglesia de Segorbe-Castellón. Tiene 28 años y es natural de San Pedro Sula, Honduras. Es el segundo de cinco hermanos nacidos, “además de otros dos que están en el Cielo”. Sus padres son Jesús Antonio Chávez Yacamán y Miriam Lucía Sáenz Morán. En esta entrevista explica su recorrido y cómo se prepara a acoger el don del sacerdocio ministerial.
Todos tenemos una vocación en la vida, ¿cómo supiste que la tuya era el sacerdocio?
Yo sentí la llamada del Señor a seguirle en esta vocación concreta del sacerdocio en un encuentro vocacional en agosto del 2010 en San Salvador. Al poco tiempo ingresé en el seminario Redemptoris Mater de Castellón, y es ahí, donde el Señor mismo, a través de la ayuda y el seguimiento de mis formadores y también gracias a distintos acontecimientos, me ha ido confirmando que este era el camino que había elegido para mi santificación y felicidad.
“La misericordia del Señor dura por siempre” (Sal 88). Con estas palabras del Salmo de hoy os invito a poner, antes de nada, la mirada en Dios. Esta mañana le bendecimos y damos gracias, porque nos concede el don de dos nuevos sacerdotes. Sois, queridos César y Jon. dones del amor misericordioso de Dios para nuestra Iglesia diocesana, que se ve agraciada en vuestras personas. Nos unimos a vuestra alegría, y juntos cantamos al Señor por su gran amor para con vosotros, para vuestras familias y para nuestra Iglesia. Dios nunca abandona a su Iglesia, es eternamente fiel y nos sigue concediendo “pastores según su corazón” (cf. Jr 3,15).
Quiero expresar también mi sincera gratitud y mi cordial felicitación a todos cuantos han cuidado de vuestra formación: rectores, formadores, profesores, padres espirituales y párrocos; mi gratitud y felicitación también para vuestros padres, catequistas, familiares, sacerdotes amigos y para cuantos os han ayudado en el camino hasta el sacerdocio. Estoy seguro de que seguirán estando cerca de vosotros con la oración y el apoyo humano y espiritual necesario para que perseveréis con alegría y generosidad en el ministerio sacerdotal y podáis cumplir la misión que el Señor os confía hoy.
Elegidos y consagrados
Esta mañana, el Señor os elige y consagra presbíteros para ser pastores en la Iglesia y actuar en el nombre “et in persona” de Jesucristo, el Buen Pastor. Mediante la imposición de mis manos y la plegaria de consagración, quedaréis convertidos en presbíteros para ser pastores del pueblo santo de Dios, “que él adquirió con su propia sangre” (Hech 20. 18).
Sois elegidos por el Señor. «No sois vosotros los que me habéis elegido a mí, sino yo quien os ha elegido a vosotros», os dice Jesús (Jn 15,16). Como al pueblo de Israel, en la primera lectura de hoy, es el Señor mismo quien os ha elegido para ser santos y propiedad suya. “El Señor se enamoró de vosotros y os eligió” (Dt 7,7). Vuestro sacerdocio es fruto de una iniciativa amorosa del Señor, “por puro amor a vosotros”, totalmente gratuita por su parte. Él es quien os ha elegido, ha ido por delante en vuestra vida, os ha ido os sacando de vuestras esclavitudes, os ha ido probando y forjando según su corazón. Vuestra respuesta -ciertamente generosa, alegre, confiada y tenaz- es la acogida de este amor divino. Así lo habéis expresado al ser presentados, con la palabra: ‘presente’. Y el Señor hoy os consagra, es decir os hace sacerdotes de su propiedad. Nos lo recuerda el gesto de la imposición de las manos. Cuando os imponga las manos, es el Señor mismo quien lo hace. Él tomará posesión de cada uno de vosotros diciéndoos: “Tú me perteneces”. Pero de este modo os dice también: “Tú estás bajo la protección de mis manos, como lo estuvo el pueblo de Israel. Tú estás bajo la protección de mi corazón. Tú estás protegido en mis manos y te encuentras en la inmensidad de mi amor”. Y Dios es fiel y “mantiene su alianza y su favor con los que lo aman y observan sus preceptos” (Dt 7, 9).
Es vital que mantengáis vivo en vuestra memoria y en vuestro corazón este momento de vuestra ordenación. El Señor siempre estará en vosotros y a vuestro lado para protegeros y alentaros, para cuidaros en la inmensidad de su misericordia. Él será vuestra fuerza y sustento. Dirigid siempre vuestra mirada hacia Él y dadle la mano; así no correréis el peligro de abandonar el amor primero (cf. Ap 2,4) de este día de vuestra ordenación. Dejad que la mano del Señor os tome; así no os perderéis en la obscuridad de la niebla ni os hundiréis ante la mar alborotada. La fe en Jesús, Hijo del Dios vivo, os llevará a coger su mano en los momentos de cansancio apostólico, de debilidad personal, o de dificultad y desaliento pastoral.
Para ser pastores en nombre del Buen Pastor
Sois elegidos y consagrados para ser pastores del Pueblo santo de Dios en nombre y representación de Jesús, el Buen Pastor. Los sacerdotes no podemos olvidar nunca esta referencia fundamental: somos pastores del rebaño de Jesucristo, Cabeza y Pastor. Como partícipes de su sacerdocio, estamos llamados a actuar en su nombre y con su autoridad. Por lo tanto, hemos de ser transparencia cabal de Jesús y, para ello, hemos de mirarnos en Él.
Y Jesús nos dice: “Yo soy el Buen Pastor” (Jn 10, 11). Así se presenta Jesús ante sus discípulos. Frente a los falsos pastores de Israel, que sólo piensan en sí mismos y no se preocupan de las ovejas; frente a los pastores incapaces de arriesgar su vida en el peligro; frente a los pastores pusilánimes, que ven venir al lobo, abandonan las ovejas y huyen, Jesús se presenta ante sus discípulos como el Buen Pastor. Él es el pastor abnegado hasta el agotamiento, que cuida a sus ovejas, que busca a la extraviada, que cura a la herida, que carga sobre sus hombros a la extenuada y que en su sacrificio pascual, en obediencia al Padre y por amor a los hombres, da la vida por sus ovejas. Cristo ama y conoce a sus ovejas, da la vida por ellas y ninguna le resulta extraña (cf. Jn 10,11-14). Su rebaño es su familia y su vida. No es un jefe temido por las ovejas, sino el pastor que camina con ellas y las llama por su nombre (cf. Jn 10, 3-4). Y quiere reunir a las ovejas que todavía no están con él (cf. Jn 10,16). ¡Qué hermoso programa de vida para todo sacerdote!
Según el Corazón de Jesús
Para ser trasparencia cabal del Buen Pastor es necesario que como sacerdotes dejéis que vuestro corazón se penetre por el estilo de Jesús y os dejéis configurar por los sentimientos de su corazón. Ayer, en la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, pudimos contemplar su Corazón, es decir, su interioridad, las raíces más solidas de su vida, el núcleo de sus afectos; en una palabra, el centro de su persona y su corazón como Buen Pastor. Nuestra Iglesia y nuestra sociedad necesitan sacerdotes y pastores según el Corazón de Cristo.
Entre otras muchas características, el Corazón de Jesús es un corazón misericordioso. En palabras del Papa Francisco, dirigiéndose a los sacerdotes, “el corazón del Buen Pastor… es la misericordia misma. Ahí resplandece el amor del Padre; ahí me siento seguro de ser acogido y comprendido como soy; ahí, con todas mis limitaciones y mis pecados, saboreo la certeza de ser elegido y amado. Al mirar a ese corazón, renuevo el primer amor: el recuerdo de cuando el Señor tocó mi alma y me llamó a seguirlo, la alegría de haber echado las redes de la vida confiando en su palabra (cf. Lc5,5)” (Homilía de 3.06.2016). Jesús además pasa curando y haciendo el bien a todos aquellos que son prisioneros del mal; desciende a los abismos de la debilidad humana y del pecado para revelar el corazón misericordioso del Padre. El sacerdote es él mismo y en primer lugar destinatario de la misericordia y necesitado de experimentar asiduamente el perdón de sus pecados en el sacramento de la Reconciliación. Y a la vez es ministro de la misericordia y de la reconciliación. Necesitamos sacerdotes con experiencia personal de la misericordia y con actitud misericordiosa, capaces de acoger, escuchar, acompañar a los hermanos, de modo particular en el sacramento de la Confesión.
El Corazón de Jesús es un corazón agradecido: da gracias al Padre porque ha revelado los misterios del Reino de Dios a los pequeños y sencillos (cf. Mt 11,25) o le da gracias antes de tomar el pan y el cáliz en la última Cena al instituir la Eucaristía, el memorial de su Pascua, la acción de gracias por excelencia. Como Jesús, el sacerdote ha de ser también de corazón agradecido y ha de dar constantemente gracias a Dios: por su elección gratuita, por el sacerdocio inmerecido y por tantos otros dones recibidos; y también por el pueblo que Dios le ha encomendado a través de la Iglesia. La acción de gracias por excelencia es la “eucaristía” que el sacerdote celebra y adora diariamente. En la Eucaristía, el sacerdote es atraído por el corazón de Jesús, que lo vincula a su sacrificio de amor por su pueblo. Él pronuncia las palabras de la consagración en nombre de Jesús, pero en primera persona: “Esto es mi cuerpo entregado por vosotros. Esta es mi sangre derramada por vosotros” (cf. Lc 22,17-19).
Jesús siente una profunda compasión ante las multitudes exhaustas y oprimidas, ante el dolor y el sufrimiento de los enfermos, ante la marginación o cualquier forma de pobreza material y espiritual, ante el cansancio y el agobio de la vida. “Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo aliviaré” (Mt 11, 28). Él es el buen Samaritano que se detiene delante de la carne herida de los hermanos, la sana y la restablece, convirtiéndose en manifestación viviente del amor de Dios Padre. A los sacerdotes se nos pide el mismo corazón compasivo de Jesús, que se expresa en la cercanía a los que sufren, en la capacidad de reavivar la esperanza, en el cuidado de las heridas del Pueblo, especialmente a través de la mediación de la gracia sacramental. Nosotros mismos hemos de recalar en Jesús para descansar de nuestros cansancios pastorales y poner en él los agobios de nuestra vida.
Contemplando su Corazón, vemos que Jesús vive la propia misión desde el Padre y desde el pueblo. Sus jornadas se alimentan de su relación con Dios y de su entrega amorosa a los hermanos. La caridad de sus gestos nunca está separada del silencio y de la oración, del cultivo de su íntimo diálogo con Dios Padre. El sacerdote según el Corazón de Cristo es aquel que habita entre el Señor a quien ha consagrado la vida y el pueblo al que ha sido llamado a servir. El corazón del sacerdote es un corazón traspasado por el amor del Señor; por eso no se mira a sí mismo, sino que está dirigido a Dios y a los hermanos. Es un corazón arraigado en el Señor, cautivado por el Espíritu Santo, abierto y disponible para los hermanos.
El corazón del Buen Pastor es misionero, está siempre en salida, su amor no tiene límites, no se cansa y nunca se da por vencido. En él vemos su continua entrega; en él encontramos la fuente del amor dulce y fiel, manso y humilde, que nos hace libres; en él volvemos cada vez a descubrir que Jesús nos ama “hasta el extremo” (Jn13,1). El corazón del Buen Pastor está inclinado hacia nosotros, especialmente al que está lejano; así revela que desea llegar a todos y no perder a nadie. Sed pastores con corazón misionero.
Exhortación final
Damos gracias a Dios por vuestra ordenación sacerdotal. Ojalá que vuestro ejemplo aliente también a otros jóvenes a seguir a Cristo con igual disponibilidad. Oremos para que el “Dueño de la mies” siga llamando obreros al servicio de su Reino, porque «la mies es mucha y los obreros pocos» (Mt 9, 37).
Que María, en el día que celebramos la memoria de su Inmaculado Corazón, os mantenga siempre en el amor a su Hijo, el Buen Pastor, os enseñe a conservar, como ella, todas estas cosas en vuestro corazón, y os proteja y aliente en la nueva etapa de vuestra vida, que ahora va a comenzar con vuestra ordenación sacerdotal. Amén.
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