Cada penúltimo domingo del mes de octubre celebramos con toda la Iglesia católica el Domingo Mundial de las Misiones, el Domund. Cada año, este día constituye una ocasión privilegiada para recordar, orar y ayudar con nuestra generosa aportación económica a todos los misioneros en los ‘países de misión’.
Pero esta Jornada nos ayuda a todos los cristianos a tomar conciencia de que el Señor nos llama a todos a ser sus discípulos misioneros, en todas partes, allá donde nos encontremos, también entre nosotros. Como Iglesia hemos sido convocados por Jesús para ser enviados a la misión; esta es nuestra razón de ser, nuestra dicha y nuestro gozo. Al despedirse de sus Apóstoles, Jesús les dijo: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16,15). Estas palabras de Jesús, este envío y este mandato, valen para todos los bautizados de todos los tiempos. “La misión atañe a todos los cristianos” (Juan Pablo II, Redemptoris Missio, n. 2).
Los discípulos de Jesús “no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído” (Hech 4,20). Así respondieron Pedro y Juan ante el Sanedrín que les prohibió bajo amenazas predicar y enseñar en el nombre de Jesús. Es la respuesta de todo bautizado que quiere ser verdadero cristiano; es decir, discípulo misionero del Señor. Para sentir este ardor misionero, para salir a la misión y contar lo que hemos visto y oído, primero hay que experimentar el amor de Dios por toda la humanidad en el encuentro personal con Jesús, encarnado, muerto y resucitado. Es la experiencia que hicieron los primeros discípulos al ver a Jesús curar a los enfermos, dar de comer a los hambrientos, perdonar a los pecadores, invitar a las bienaventuranzas, enseñar de una manera nueva y con autoridad, entregar su vida hasta la muerte para el perdón de los pecados y resucitar para que todo el que crea en Él tenga vida eterna. Esta experiencia transforma el corazón de los discípulos, provoca su asombro y genera en ellos un ardor y una alegría expansiva y gratuita que nada ni nadie puede contener.
Andrés, después del encuentro con Jesús y haber pasado con Él toda la tarde junto con Juan, al salir se encuentra con su hermano Pedro y le dice lo que ha visto y oído: “Hemos encontrado al Mesías”, le dice; y lo llevo a Jesús (Jn 1,41). Quien hace la experiencia del encuentro con Jesús, el Mesías, quien en Jesus, la misericordia encarnada de Dios, se siente amado por Dios, no puede retenerlo para sí solo; se siente impulsado a contar lo que ha visto y oído, se siente llamado a llevar a otros al encuentro con Jesús y anunciarlo de palabra y por el testimonio de vida. Como Pedro y Juan, el discípulo misionero no se arredra ante la dificultad o la prohibición de anunciar a Cristo y de mostrar con su formar de ser y de actuar el amor de Dios a todos, en especial a los más pobres, enfermos y necesitados.
Nuestra Iglesia diocesana y cuantos la formamos nos estamos preparando para celebrar el Año Jubilar diocesano, que tiene como objetivo: crecer en comunión para salir juntos a la misión. Si acogemos de corazón este año de gracia de Dios, este Jubileo nos ayudará a ponernos con nuevo ardor y esperanza al servicio de la Evangelización. Recordar con gratitud en este día del Domund el testimonio de vida de los misioneros nos ayudan a renovar nuestro compromiso bautismal de ser apóstoles generosos y alegres del Evangelio. Recordemos especialmente a quienes fueron capaces de ponerse en camino, dejar su tierra y sus hogares para que el Evangelio pueda alcanzar a tantas personas sedientas de bendición. Renovemos nuestro recuerdo agradecido, nuestra oración sincera y nuestro compromiso solidario con tantos misioneros y misioneras, que, siguiendo la llamada del Señor, lo han dejado todo y entregan su existencia para que la Buena Nueva resuene en todos los continentes.
Son muchas y, en algunos casos, extremas las carencias y necesidades materiales de los misioneros en el cumplimiento de su tarea evangelizadora y promotora del desarrollo de las personas, en especial de los más pobres. Seamos generosos en la colecta del Domund. La pandemia del Covd-19 ha agravado la situación de pobreza y de marginación de los países más pobres. Hagamos un mayor esfuerzo en nuestra colaboración económica.
El Señor nos llama a anunciar y testimoniar el Evangelio; Él nos llama a compartir nuestros bienes y a hacerlo de modo especial con los más necesitados desfavorecidos.
Ayer por la noche tuvo lugar el primero de los encuentros que se van a celebrar durante estos meses entre nuestro Obispo con los sacerdotes, diáconos permanentes y miembros de los Consejos de Pastoral parroquiales y arciprestal de los 14 arciprestazgos de la Diócesis.
La primera reunión ha sido con el Arciprestazgo de La Vall d´Uixó, que comprende Chilches, La Llosa, Alfondeguilla, Moncófar, La Vall d´Uixó y Almenara. Tuvo lugar en el salón de actos de la Caja Rural San Isidro de La Vall d´Uixó, y estuvo presidida por el Obispo, D. Casimiro, y por el Arcipreste, D. Marc Estela.
El objetivo era tratar la programación anual, como viene siendo habitual al comienzo de cada curso pastoral, pero en esta ocasión también para abordar otros temas de actualidad de nuestra Iglesia diocesana, como es la presentación de la Carta Pastoral de D. Casimiro con motivo del Año Jubilar diocesano por el 775º Aniversario de la creación de la sede episcopal en Segorbe, y de la Reflexión Diocesana, que llevamos a cabo de forma armónica junto la Fase Diocesana del Sínodo de los Obispos.
Tras la oración, por parte de los secretarios se realizó la presentación de los Consejos de Pastoral parroquiales y arciprestal, así como su funcionamiento. Posteriormente, el Obispo pasó a exponer la Carta Pastoral. “En este año el Señor nos ofrece una gracia especial, no solo por el Proceso que a nivel universal se ha puesto en marcha, sino también porque nos estamos preparando para el Año Jubilar”, dijo al inicio de su intervención.
Este va a ser también un “camino de oración y de reflexión, para ver donde estamos, que necesitamos, cual es la llamada que el Señor nos hace, cual es el camino que nos va marcando”, y lo hacemos “en plena comunión con la Iglesia Universal”, continuó. En este sentido, D. Casimiro recalcó que la Fase Diocesana del Sínodo de los Obispos y la Reflexión Diocesana “no son dos procesos paralelos, son el mismo, coinciden, ya que la consulta del Sínodo está integrada en la Reflexión”.
También exhortó a todos a ser agradecidos, y a “acoger esta gracia y todos los dones que el Señor nos va a ofrecer a raudales”, pero para ello y ante las dificultades es muy importante “abrirse a la acción del Espíritu”. “Caminemos juntos – dijo – cada uno según su vocación, carisma y ministerio recibido, pues todos tenemos algo que aportar”.
La Carta, que lleva por título `La Iglesia diocesana en Jubileo: de la memoria agradecida, a la comunión vivida y el compromiso misionero´, tiene “una triple perspectiva: pasado, para dar gracias y para pedir perdón; para vivir el presente desde la comunión; y desde ahí salir a la misión”, puntualizó.
Así lo ha anunciado D. Casimiro a través de una carta convocando a los Sacerdotes, Diáconos permanentes y Miembros de los Consejos de Pastoral parroquiales y arciprestal del Arciprestazgo de La Vall d´Uixó, donde expresa su deseo de mantener estos encuentros con todos los Arciprestazgos de la Diócesis de Segorbe-Castellón para tratar la programación anual, como viene siendo habitual al comienzo de cada curso pastoral, pero también para abordar otros temas de actualidad de nuestra Iglesia diocesana.
La oportunidad de estos encuentros, afirma nuestro Obispo en la misiva, «es muy oportuno por el carácter extraordinario de este curso pastoral en el que nos estamos preparando para celebrar un Año Jubilar diocesano con motivo del 775º Aniversario de la creación de la sede episcopal en Segorbe, origen de nuestra Iglesia Diocesana». Del mismo modo se refiere al recientemente inaugurado «proceso sinodal de oración y reflexión sobre la vida y misión de nuestra Iglesia diocesana, unidos a la Iglesia universal». Estas son las razones por las que, en la misma convocatoria, nuestro Obispo, advierte el deseo de compartir «alegrías y esperanzas, preocupaciones y dificultades, y, sobre todo, alentaros para vivir con alegría y esperanza este momento de gracia del Señor para crecer en comunión y salir a la misión».
Calendario de reuniones
1ª reunión: Arciprestazgo de La Vall d´Uixó (19 de octubre)
2ª reunión: Arciprestazgo de Vila-real (26 de octubre)
3ª reunión: Arciprestazgo de Castellón Sur (29 de octubre)
4ª reunión: Arciprestazgo de Onda (4 de noviembre)
5ª reunión: Arciprestazgo de Lucena del Cid (9 de noviembre)
6ª reunión: Arciprestazgo de Almazora (23 de noviembre)
7ª reunión: Arciprestazgo de Nules (25 de noviembre)
8ª reunión: Arciprestazgo de Albocàsser (26 de noviembre)
9ª reunión: Arciprestazgo de Pla de l´Arc (30 de noviembre)
10ª reunión: Arciprestazgo de Segorbe (2 de diciembre)
11ª reunión: Arciprestazgo de la Costa (3 de diciembre)
12ª reunión: Arciprestazgo de Castellón Norte (9 de diciembre)
13ª reunión: Arciprestazgo de Burriana (10 de diciembre)
14ª reunión: Arciprestazgo de Jérica (17 de diciembre)
Queridos diocesanos, queridos catequistas y profesores de religión:
Recién comenzado el curso pastoral, todos los catequistas y profesores de religión en nuestra Diócesis son convocados para recibir de manos del Obispo el encargo de catequizar en las parroquias o comunidades eclesiales y de enseñar la religión y la moral católica en la escuela de iniciativa pública o social, concertada o no concertada. Lo hacemos dentro de la celebración de la Eucaristía, que es la fuente de la vida y de la misión de la Iglesia. De este modo, catequistas y profesores de religión adquirieren una conciencia más viva de que es Jesús mismo quien los envía a través de su Iglesia a catequizar y a enseñar.
Si bien es propio de todo cristiano, por su bautismo, ser discípulo misionero del Señor y anunciar el Evangelio de palabra y por el testimonio de vida, como nos recuerda el Papa Francisco, los catequistas y profesores de religión participan de un modo especial del ministerio de la Palabra que Jesús confía a sus Apóstoles. Y unos y otros desempeñan su tarea en ámbitos distintos, pero complementarios y necesarios en el proceso unitario de la iniciación cristiana y de la trasmisión de la fe a niños, adolescentes y jóvenes.
El gesto del envío nos conecta y une con el mismo Jesús. Los Apóstoles recibieron un día de Cristo Jesús la misión de proclamar en su nombre y con su autoridad el Evangelio: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16,15), les dijo. Esta misión se continúa en la Iglesia en el ministerio apostólico de los Obispos. Y los catequistas y profesores de religión son enviados para cooperar en este ministerio y misión apostólicos.
Por ello, como en el caso de los Apóstoles, quien es enviado a la misión ha de ser, antes de nada, un discípulo del Señor: es decir, ha de conocer, creer, amar y seguir a Jesucristo, a quien ha de anunciar y de quien procede toda misión en la Iglesia. Él es el Hijo de Dios, el Señor, el enviado por Dios Padre y ungido por el Espíritu para anunciar la Buena nueva. Como a los Apóstoles en su momento, Jesús invita a catequistas y profesores de religión a estar con Él, a intimar con Él, a conocerlo, a amarlo para poder ser enviados a catequizar y enseñar. Aquí ha de fundamentarse toda acción catequética y toda clase de religión. Aquí radica la necesidad de la formación inicial y permanente de catequistas y profesores de religión. Este es alimento de su tarea diaria, de sus preocupaciones, de sus anhelos y de sus esperanzas. Esta es la fuerza para su dedicación y entrega cordial a catequizandos y alumnos.
Además, no olvidemos que los enviados no actúan en nombre propio sino en nombre de Cristo y de su Iglesia. Lo que han de ofrecer y transmitir no son sus ideas, ni sus opiniones. Es Cristo mismo quien ha de ser anunciado y transparentado por el enviado. Es Cristo y su Evangelio, tal como nos llega en la tradición viva de la Iglesia bajo de la guía de los Obispos en comunión con el Papa, a quienes han de anunciar para llevar al encuentro con Jesús a todo aquel que la Iglesia y los padres ponen en sus manos. Se trata de ayudarles a ser discípulos misioneros del Señor en el seno de la comunidad eclesial, a madurar integralmente como personas, y a saber darse y dar razón de su fe y de su esperanza.
En su tarea, los catequistas y los profesores de religión no lo tienen fácil. Se encuentran con la dificultad de la indiferencia religiosa ambiental y la despreocupación de muchos padres, con la falta de interés de catequizandos y alumnos, con trabas legislativas y administrativas. Ante ello puede que surja la tentación del desaliento. Esta, en formas diferentes a lo largo de la historia, es la nota de los seguidores de Jesús y de los enviados por la Iglesia. Pero no tengáis miedo, queridos catequistas y profesores. A todos os recuerdo la promesa de Jesús. “Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 21). No, no estáis solos: el Señor resucitado os acompaña, os conforta y os alienta por la fuerza del Espíritu Santo y la cercanía de vuestra Iglesia, de vuestros compañeros y sacerdotes. Para sentir esta presencia es precisa la adhesión personal a Cristo y la comunión con su Iglesia. Todo catequista y profesor de religión ha de cuidar la vivencia de la fe, su conducta exterior y su adhesión a la Iglesia.
Un enviado por Jesús a través de su Iglesia en misión eclesial y al servicio de los educandos, no puede hacerse ilusiones acerca del éxito. Su misión no se basa en el éxito fácil e inmediato, sino en la fuerza de la gracia de Dios y en su fidelidad a Cristo y a su Iglesia. Su encargo no es recolectar, sino sembrar.
Que la Virgen María, que supo acoger con fe y obediencia la Palabra de Dios y transmitirla fielmente a los demás sea el modelo de catequistas y profesores. Que Ella os aliente, conforte y proteja en vuestra misión.
Hermanas y hermanos, muy amados todos en el Señor!
Comienza el proceso sinodal
1. El Señor Jesús nos ha convocado a esta Eucaristía para inaugurar la fase diocesana del Sínodo de los Obispos, que se celebrará en Roma en octubre de 2023, bajo el título “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”. El pasado Domingo lo hacía el Papa Francisco en Roma para toda la Iglesia y este fin de semana se hará en todas las diócesis del mundo. Nuestra Iglesia diocesana se une cordialmente al deseo del Santo Padre. El proceso sinodal que hoy se abre, no hace sino enriquecer y reforzar el camino de oración, reflexión y discernimiento que ya iniciamos en nuestra diócesis en la Jornada de Inicio del presente curso pastoral, el pasado 18 de septiembre. Unidos a la Iglesia universal en este itinerario sinodal, nos queremos preparar para el Año Jubilar diocesano, un año de gracia que Dios nos concede para crecer en comunión y salir a la misión.
Bajo una nueva efusión del Espíritu Santo
2. Antes de nada volvamos esta mañana nuestra mirada al Señor Resucitado, realmente presente en nuestra Asamblea, y pidámosle con fe viva una nueva efusión del Espíritu Santo sobre nosotros y sobre nuestra Iglesia diocesana, para que el Espíritu nos guie e ilumine en este proceso sinodal. Jesús prometió a sus Apóstoles que les enviaría el don del Padre: el Espíritu Santo (cf. Jn 15, 26). Esta promesa la cumplió el día de Pentecostés, cuando el Espíritu descendió sobre los discípulos en el Cenáculo. Aquel día todos “se llenaron todos de Espíritu Santo” (Hch 2, 4) y salieron por las calles de Jerusalén a proclamar las grandezas de Dios. Cristo Jesús, glorificado a la derecha del Padre, sigue enviando el Espíritu vivificante a quien lo suplica con fe; y el Espíritu sigue derramándose sobre las personas, comunidades y sobre toda nuestra Iglesia.
Abramos nuestros corazones a una nueva efusión del Espíritu Santo. Sin el Espíritu Santo no podremos caminar juntos, en sinodalidad, como Iglesia peregrina del Señor. El Espíritu Santo es como el alma de nuestra Iglesia. Sin Él no podemos hacer nada. Él es el Maestro interior, que nos enseña a orar juntos, a escuchar la voz del Resucitado, a mirar nuestra realidad y nuestra sociedad con los ojos del Señor. Él es la memoria viviente de Jesús en su Iglesia, que nos recuerda todo lo que dijo e hizo, y cómo lo dijo e hizo. El Espíritu Santo nos guía “hasta la verdad plena” (Jn 16, 13) y nos introduce en la verdad y en la belleza del Evangelio.
Si abrimos nuestro corazón al Espíritu Santo, Él nos llevará a recorrer este camino sinodal, abiertos a la novedad de Dios que siempre nos sorprende. Cuanto más generosa sea nuestra docilidad al Espíritu, en mayor medida la persona y las palabras de Jesús se harán vida en nosotros en nuestras actitudes, opciones y gestos. El Espíritu Santo nos ayudará a estar con Dios y nos llevará al encuentro con nuestros hermanos y conciudadanos, a escucharlos para conocer sus inquietudes y sufrimientos, sus preguntas y esperanzas. El nos hará ‘canales’ humildes y dóciles de la Palabra de Dios. Llenos del Espíritu de amor, podremos ser signos e instrumentos del amor y de la misericordia de Dios.
El Espíritu Santo renovará y cambiará nuestros corazones. El Espíritu Santo liberará nuestros corazones bloqueados y vencerá nuestra resistencias y mediocridades; también nuestra indiferencia ante el camino sinodal. Él nos empuja a dejar la comodidad, nos despereza en nuestra tibieza y mantiene joven el corazón de todo discípulo del Señor. El Espíritu Santo agranda los corazones para acoger al hermano y a la hermana, por muy diferente que sea o piense. Él nos enseña a acoger al otro como un don de Dios para mí y la comunidad, y a valorar así los carismas, la vocación y el ministerio de los demás. El Espíritu Santo desbloquea la falta de sintonía con caminos y espiritualidades legítimas en nuestra Iglesia, aunque no sean las nuestras. Él crea la unidad en la diversidad y en las distancias. De este modo, el Espíritu Santo hace que renazca en nosotros la alegría de pertenecer a esta Iglesia del Señor, que peregrina en Segorbe-Castellón.
“Ven, Espíritu Santo, riega nuestra tierra en sequía, sana nuestro corazón enfermo, lava nuestras manchas e infunde calor de vida en nuestro hielo”.
3. Para caminar juntos como Iglesia peregrina
Todos los miembros de nuestra Iglesia diocesana estamos convocados e invitados a implicarnos en este proceso sinodal, a caminar juntos en este proceso de oración y reflexión, dóciles a la Palabra de Dios, a la acción del Espíritu Santo, en el contexto actual y ante la realidad que vivimos.
Todos los bautizados -laicos, consagrados, diáconos, sacerdotes y Obispo-, como miembros del único Cuerpo de Cristo (cf. 1 Cor 12,13), compartimos una misma dignidad y una vocación común por el Bautismo. Cada uno tenemos una vocación, un carisma, un ministerio y responsabilidad distinta, pero todos estamos llamados, en virtud de nuestro Bautismo, a caminar juntos en la vida de nuestra la Iglesia: esta debería ser siempre nuestra forma de ser y de actuar. Nada expresa mejor que somos Iglesia peregrina y misionera como el caminar juntos y reunirnos en Asamblea del Pueblo de Dios convocado por el Señor Jesús para vivir en comunión y salir a anunciar el Evangelio.
Por ello, todos estamos convocados a participar en este proceso sinodal inscribiéndonos y participando en los grupos de oración y reflexión. Hoy se pone a disposición de todos, el material de ayuda para este proceso. Pido a Dios para que estos grupos se creen en todas las parroquias, también en las pequeñas, en otras comunidades eclesiales, en los movimientos, en las comunidades religiosas y en los grupos eclesiales. De nosotros, queridos sacerdotes, y de los responsables depende en gran medida que así ocurra. Todos -mujeres y hombres, jóvenes y ancianos-, todos estamos invitados a escucharnos unos a otros, para oír los impulsos del Espíritu Santo. Él guía nuestros esfuerzos humanos, da vida y vitalidad a nuestra Iglesia y nos lleva a una comunión más profunda para nuestra misión en el mundo. Si acogemos con gratitud este momento de gracia de Dios, el proceso sinodal ayudará sin duda alguna a revitalizar nuestra Iglesia, en sus miembros y en sus comunidades.
Para que este proceso sea verdaderamente sinodal, debemos hacer todo lo posible para sabernos escuchar y dialogar con humildad y caridad, con autenticidad y verdad para convertirnos en la Iglesia que Dios nos llama a ser. Como nos dice el Papa Francisco, “hacer sínodo es ponerse en el mismo camino del Verbo hecho hombre, es seguir sus huellas, escuchando su Palabra junto a las palabras de los demás. Es descubrir con asombro que el Espíritu Santo siempre sopla de modo sorprendente, sugiriendo recorridos y lenguajes nuevos. Es un ejercicio lento, quizá fatigoso, para aprender a escucharnos mutuamente -obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, todos, todos los bautizados- evitando respuestas artificiales y superficiales, respuestas prêt-à-porter, no. El Espíritu nos pide que nos pongamos a la escucha de las preguntas, de los afanes, de las esperanzas de cada Iglesia, de cada pueblo y nación. Y también a la escucha del mundo, de los desafíos y los cambios que nos pone delante. No insonoricemos el corazón, no nos blindemos dentro de nuestras certezas. Las certezas tantas veces nos cierran. Escuchémonos” (Homilía de apertura del proceso sinodal, 7 de octubre de 2021).
4. Y discernir los caminos que el Señor nos indica para la misión
El proceso sinodal es, ante todo, un proceso espiritual, para discernir los caminos que el Señor nos indica hoy para la misión. No es, pues, un ejercicio de recopilación de datos, ni una serie de reuniones para responder a unas preguntas. No es un debate para ver qué opinión se impone, ni un ajuste de cuentas con quien o con lo que no estoy de acuerdo.
Nuestra escucha sinodal está orientada al discernimiento. A partir de la lectura orante de la Palabra de Dios, nos escucharemos con humildad unos a otros, escucharemos nuestra tradición de fe y los signos de los tiempos, para discernir lo que Dios nos dice a todos. El Papa Francisco clarifica los dos objetivos interrelacionados de este proceso sinodal de escucha y discernimiento: “escucha de Dios, hasta escuchar con él el clamor del pueblo; escucha del pueblo, hasta respirar en él la voluntad a la que Dios nos llama”.
La pregunta que nos debe mover es cómo ser hoy una Iglesia evangelizada y misionera; es decir, qué renovación y conversión -personal y comunitaria-, qué conversión pastoral necesitamos, y qué caminos –actitudes, medios, métodos, ámbitos, lenguajes y acciones- hemos de seguir todos como Iglesia diocesana para cumplir hoy con la misión que Jesús ha puesto en nuestras manos. El nos dice hoy una vez más: “Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado”.
No hay respuestas preestablecidas ante las dificultades para evangelizar hoy. Hemos de buscarlas entre todos por el sendero del discernimiento comunitario. Pues todos somos corresponsables, cada uno según su carisma, vocación y ministerio, para llevar juntos a cabo la tarea evangelizadora en la Iglesia y en el mundo. Se trata de ponernos a la escucha del Señor y de los deseos y gemidos de nuestros contemporáneos para descubrir el plan de Dios, su voluntad, los caminos que el Señor nos indica para ser sus discípulos misioneros aquí y ahora.
Que la Virgen de la Cueva Santa, nuestra patrona, nos enseñe a escuchar, a discernir y a aceptar la voluntad de Dios en este tiempo. Que ella nos guíe y aliente en este proceso sinodal. Que san Pascual Bailón interceda por nosotros para que sepamos acoger este momento de gracia de Dios a nuestra Iglesia diocesana. Amén.
Esta mañana, en la celebración litúrgica de Apertura de la fase diocesana del Sínodo de los Obispos
Este mediodía ha tenido lugar, en la S.I. Concatedral de Santa María, en Castellón, la celebración litúrgica de apertura del proceso sinodal en la Diócesis de Segorbe-Castellón al que estamos convocados todo el Pueblo de Dios. Presidida por nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente, y concelebrada por D. Miguel Simón, Deán de la Concatedral y párroco de Santa María; y por D. Javier Aparici, Vicario General, acompañados por una nutrida representación de los sacerdotes de nuestra Diócesisis, asistidos por los seminaristas de los Seminarios Mater Dei y Redemptoris Mater.
Con la celebración de hoy, nuestra Diócesis entra de lleno en este importante proceso en el que la Iglesia diocesana de Segorbe-Castellón se ha unido a través de la Solemne Eucaristía a partir de la cual, se nos invita a participar en la sinodalidad que, en palabras del Santo Padre como ha recordado hoy nuestro Obispo, «es el camino que Dios espera de la Iglesia de hoy y ahora».
El libro de los Evangelios, que ha sido entronizado en el Altar Mayor, ha precedido la procesión de entrada mientras se cantaba Pueblo de Reyes, interpretada al órgano por Augusto Belau, organista titular de la Concatedral Santa María, dando comienzo la celebración litúrgica en la que hoy se ha enfatizado la importancia del Espíritu Santo, el papel central de Pentecostés en la vida de la Iglesia y el aspecto pneumatológico del proceso sinodal.
Liturgia de la Palabra
Con la lectura del Libro de los Hechos (Hch 2, 1-11) hemos recordado como los Apóstoles «se llenaron todos de Espíritu Santo» cumpliéndose así lo que les había prometido el Señor. También, en el Salmo (32), se ha elogiado a «la nación cuyo Dios es el Señor (…) pueblo que él escogió como heredad», mirándonos desde el cielo y fijándose en cada uno de los que formamos la Iglesia diocesana de Segorbe-Castellón. Ha precedido al Evangelio, la lectura de la Carta de San Pablo (1 Cor 12, 12-26) a través de la cual apreciamos cómo somos miembros de un mismo cuerpo «y todos los miembros del cuerpo a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, y así es también Cristo».
El Evangelio proclamado (Mt 28, 16-21) ha venido a acentuar la misión que se nos encomienda como Pueblo de Dios en esta fase diocesana del Sínodo, pues todos los bautizados somos discípulos y, por tanto, piedras vivas en la construcción del Cuerpo de Cristo.
A partir de las lecturas proclamadas, la homilía del Obispo de nuestra Diócesis ha subrayado precisamente los elementos clave del Sínodo de los Obispos en el que se nos invita a la comunión y la participación para ir juntos a la misión. La sinodalidad, ha dicho D. Casimiro, «nos llama a todos los miembros de nuestra Iglesia diocesana a implicarnos en este proceso sinodal, proceso de oración y reflexión para caminar juntos, en la escucha del Espíritu Santo y de la Palabra de Dios, para participar así en la misión de la Iglesia desde la comunión que Cristo establece entre nosotros». En este sentido, ha puesto el acento en el Evangelio de San Marcos, pues todos estamos llamados, en virtud de nuestro Bautismo, a participar activamente en la vida y misión de la Iglesia, y estamos convocados a participar en este proceso sinodal inscribiéndonos y participando en los grupos de oración y reflexión que se van a crear con este fin».
Parroquias, pequeñas comunidades cristianas, movimientos de laicos, comunidades religiosas y grupos eclesiales, todos, ha insistido el Obispo, «mujeres y hombres, jóvenes y ancianos, todos estamos invitados a escucharnos unos a otros, para oír los impulsos del Espíritu Santo, que guía nuestros esfuerzos, da vida y vitalidad a nuestra Iglesia y nos lleva a una comunión más profunda para salir a nuestra misión en el mundo».
En este proceso de escucha y diálogo, debemos participar y hacerlo «con humildad y caridad, con autenticidad y verdad para convertirnos en la Iglesia que Dios nos llama a ser», ha continuado el Obispo, dejándonos llevar por el Espíritu Santo al discernimiento «a partir de la lectura orante de la Palabra de Dios, nos escucharemos unos a otros, escucharemos nuestra tradición de fe y los signos de los tiempos, para discernir lo que Dios nos dice a todos».
Adsumus Sancte Spiritus: Oración del Sínodo
La oración que va a acompañarnos durante la fase diocesana del proceso sinodal, atribuida a San Isidoro de Sevilla, se ha utilizado tradicionalmente en concilios y sínodos durante cientos de años. La versión que se adjunta, y que esta mañana se ha repartido a los fieles, está diseñada específicamente para el camino sinodal de la Iglesia de 2021 a 2023.
Estamos ante ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre. Tú, que eres nuestro verdadero consejero: ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones. Ensénanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta. Impide que perdamos el rumbo como personas débiles y pecadoras. No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos. Concédenos el don del discernimiento, para que no dejemos que nuestras acciones se guíen por prejuicios y falsas consideraciones. Condúcenos a la unidad en ti, para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia, sino que en nuestro peregrinaje terrenal nos esforcemos por alcanzar la vida eterna. Esto te lo pedimos a ti, que obras en todo tiempo y lugar, en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.
Reflexion diocesana
En el caso de nuestra Diócesis, esta fase del Sínodo de los Obispos se va a llevar a cabo de forma armónica junto a una Reflexión Diocesana a partir de la cual se nos indicarán las prioridades y nos mostrará el camino por el que debemos ir. Dicha Reflexión se realizará en base a un calendario que se inicia ya en este mes de octubre y se prolongará hasta febrero próximo. Será en marzo del próximo año cuando se reunirá el Consejo Presbiteral y el Consejo Diocesano de Pastoral para la redacción de la aportación diocesana, que se enviará después a la Conferencia Episcopal. Los obispos españoles tendrán un periodo de discernimiento, escuchando aquello que el Espíritu ha suscitado, al que seguirá la redacción de una síntesis que se enviará a Roma, donde la Secretaría General del Sínodo procederá a la redacción del primer documento de trabajo, el Instrumentum Laboris, antes de septiembre de 2022.
Tras la Eucaristía D. Casimiro ha entregado personalmente, a algunos representantes de nuestra Iglesia diocesana, la Reflexión Diocesana y la Carta Pastoral que ha dirigido al Pueblo de Dios con motivo del Año Jubilar que vamos a celebrar este año que se conmemora el 775 Aniversario de la Sede Episcopal en Segorbe. A continuación se ha entonado el Salve Regina concluyendo la ceremonia con la procesión de salida cuya imagen refleja, precisamente, a lo que hoy nos ha llamado nuestro Obispo, «a caminar juntos para salir en misión».
“Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”
Con el lema “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”, la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos se celebrará en Roma en octubre de 2023, y estará precedida por una fase diocesana y otra continental.
Para ello debemos estar implicados y participar todos los bautizados, y no cabe duda de que un Sínodo es un medio para dar respuesta a los retos y necesidades que en esta época se nos plantean en cuanto a Iglesia que ha de anunciar y dar testimonio del Evangelio. A este fin se hará una consulta en todas las diócesis, para facilitar la participación de todo el Pueblo de Dios.
“Camina conmigo” es el significado de la expresión latina `vademecum´. Y Vademécum es el título de un documento concebido como un manual que acompaña al Documento Preparatorio, al servicio del camino sinodal, con propuestas para realizar la consulta en todas las diócesis, con la finalidad de que el proceso sinodal se realice en la escucha de la totalidad de los bautizados, dotados del “sentido de la fe” (`sensus fidei´).
Dando la oportunidad de escuchar y dialogar a nivel local a través de este Sínodo, el Papa Francisco está llamando a la Iglesia a redescubrir su naturaleza profundamente sinodal. Este redescubrimiento de las raíces sinodales de la Iglesia implicará un proceso de aprender juntos con humildad, cómo Dios nos llama a ser Iglesia en el tercer milenio.
Esta fase diocesana se desarrollará entre octubre de 2021 y abril de 2022. Cabe destacar que, en el caso de nuestra Diócesis, esta fase del Sínodo de los Obispos se va a llevar a cabo de forma armónica junto a una Reflexión Diocesana, que será la que nos señale prioridades y nos muestre el camino por el que debemos ir. Dicha Reflexión se realizará en base a un calendario. En total serán 5 momentos o sesiones que se llevarán a cabo por grupos previamente creados y organizados.
Octubre 2021: orientados por la Carta Pastoral de nuestro Obispo con motivo del Año Jubilar Diocesano, se trata de ponernos a la escucha del Señor y de los deseos y gemidos de nuestros contemporáneos para descubrir el plan de Dios, su voluntad, los caminos que nos marca para ser sus discípulos misioneros aquí y ahora.
Noviembre 2021: cómo anunciamos hoy a Jesucristo. Reconocernos, interpretar y elegir en la llamada a testimoniar y manifestar explícitamente la fe cristiana a quienes no conocen a Cristo, se han alejado o se encuentran en búsqueda (Primer anuncio).
Diciembre 2021: procesos de acogida y maduración con personas que, en proceso de búsqueda, desean vincularse más fuertemente a la Iglesia (Acompañamiento).
Enero 2022: animar procesos formativos de carácter integral y permanente como cauce que lleven a una progresiva identificación personal con Cristo, para configurar desde Él toda nuestra vida (Procesos formativos).
Febrero 2022: recuperar la dimensión social como verificación de la propia vocación y promover que nuestras comunidades sean auténtica Iglesia en salida, que existe para evangelizar, y tiene en la “cultura del encuentro” la clave de aproximación a la realidad social en la que se encuentra. (Presencia en la vida pública).
En marzo de 2022 se reunirá el Consejo Presbiteral y el Consejo Diocesano de Pastoral para la redacción de la aportación diocesana, que se enviará después a la Conferencia Episcopal. Los obispos españoles tendrán un periodo de discernimiento, escuchando aquello que el Espíritu ha suscitado, al que seguirá la redacción de una síntesis que se enviará a Roma, donde la Secretaría General del Sínodo procederá a la redacción del primer documento de trabajo, el Instrumentum Laboris, antes de septiembre de 2022.
FASE CONTINENTAL: septiembre 2022 – marzo de 2023
Los representantes de las conferencias episcopales dialogarán a nivel continental sobre el texto del Instrumentum Laboris, realizando un discernimiento a la luz de las particularidades culturales específicas de cada continente. Posteriormente redactarán un documento final, que se enviará a la Secretaría General del Sínodo, encargada de redactar el segundo Instrumentum Laboris
FASE DE LA IGLESIA UNIVERSAL: octubre de 2023
La Secretaría General del Sínodo enviará el segundo Instrumentum Laboris a los participantes en la Asamblea General del Sínodo de los Obispos, que se celebrará en Roma en octubre de 2023.
¿Qué es un sínodo de obispos?
Etimológicamente, sínodo significa “caminar juntos”, y el sínodo de los obispos es una institución eclesial antigua, recuperada y valorada aún más por el Concilio Vaticano II. El objetivo principal de su celebración es la de asesorar al Papa.
Los obispos se reúnen en el Vaticano, y dependiendo de la urgencia del tema puede tener carácter ordinario o extraordinario. Tras su celebración es muy habitual que el Papa redacte una exhortación apostólica postsinodal.
«Una asamblea de Obispos escogidos de las distintas regiones del mundo, que se reúnen en ocasiones determinadas para fomentar la unión estrecha entre el Romano Pontífice y los Obispos, y ayudar al Papa con sus consejos para la integridad y mejora de la fe y costumbres y la conservación y fortalecimiento de la disciplina eclesiástica, y estudiar las cuestiones que se refieren a la acción de la Iglesia en el mundo».
La parroquia de La Santísima Trinidad de Castellón ha acogido este mediodía la celebración de la Virgen del Pilar con una Eucaristía que ha presidido el Obispo de la Diócesis de Segorbe-Castellón, D. Casimiro López Llorente y concelebrada por Rafael Manzaneque, Párroco de La Santísima Trinidad, y Ángel Cumbicos, secretario del Obispo.
El Centro Aragonés de Castellón, venera así a la Patrona de la Hispanidad, que ocupa un lugar destacado en esta Parroquia, que se alza en la parte superior de la Capilla del Sagrario. Y lo hacen desde que, en 1946, el Ayuntamiento de Zaragoza regalara una imagen de la Virgen a la colonia aragonesa de Castellón, que esta mañana ha presidido el Altar.
La celebración comenzaba a las 12.00h por parte de José Antonio Lázaro, presidente del Centro Aragonés, que daba paso a los participantes e invitados de esta tradicional fiesta litúrgica que nos recuerda cómo el Apóstol Santiago el Mayor, hermano de San Juan e hijo de Zebedeo, obtuvo la bendición de la Santísima Virgen para la misión de predicar el Evangelio. Con una ofrenda floral a los pies de la Virgen del Pilar, presente hoy en el altar mayor de la parroquia, daba comienzo la ceremonia en la que el pueblo aragonés de Castellón ha renido tributo a la Madre de Dios, participando también la máxima representación de los entes festivos de la ciudad, así como la Guardia Civil y las autoridades políticas.
El Señor me ha coronado, sobre la columna me ha exaltado El Salmo del día honra a la Virgen, al igual que las lecturas proclamadas (1 Crónicas 15 – Lc. 11, 27-28), que la recuerdan simbolizada por el arca de la alianza, y la presencia de Dios en medio de su pueblo, a través de María, lo cual es gozo para la Iglesia. En toda la liturgia Eucarística de hoy domina la idea de la presencia de María en la Iglesia y de la firmeza que su intercesión y su devoción procura al pueblo de Dios. Así lo ha recordado D. Casimiro durante su homilía ha destacado que la Virgen del Pilar nos remonta a la civilación de nuestro pueblo cuando Santiago, cansado y desalientado se le aparecio la Virgen para alentarlo y protegerlo en aquel momento de dificultad y «desde entonces nos protege a todos, dese la columna mira a sus hijos, escucha nuestra peticiones y como buena Madre nos acompaña en el camino de la vida».
A partir de la lectura proclamada el Obispo, ha destacado el acontecimiento a través del cual el Rey David manda trasladar el arca de la alianza para que fuera lugar del encuentro del pueblo con Dios, «el arca es signo de la prensencia de Dios para llevar al pueblo a la tierra prometida y era símbolo de comunión entre Dios y los hombres». El arca de la nueva alianza, la aplicamos, ha dicho D. Casimiro, a la Virgen del Pilar porque ella llevó en su seno al hijo de Dios, Ella es presencia permanente de su Hijo entre nosotros y por eso de sus manos vamos al encuentro con el Señor».
Columna, porque tal y como rezaba el Salmo de hoy, «es el pilar que es fundamento de toda existencia que une la tierra con el cielo y desde el pilar, María nos protege, nos mira y nos alienta desde su condición de Madre del hijo de Dios y Madre nuestra que mira a todos sus hijos con entrañas de misericordia, estando siempre presente María, la Virgen del Pilar», ha destacado nuestro Obispo.
También, a partir del Evangelio D. Casimiro ha ensalzado a la Madre de Dios por ser «el vientre que lo llevó y los pechos que lo amamantaron», siendo «dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen», palabra que nos ayuda a centrarnos «en Ella, la Virgen, porque María es la elegida y tuvo la dicha de llevar en su seno al Hijo de Dios y supo responder a esa Gracia escuchando la palabra de Dios y profundizar en ese mensaje» y así, ha exhoratado a los presentes a escuchar la palabra de Dios en los acontecimientos que ocurren en nuestro día a día como hizo la Virgen María, profundizando en el mensaje y meditándolo en el interior de nuestro corazón, «desde Dios y desde la fe», ha dicho D. Casimiro, que es a lo que nos invita María «a escuchar la palabra de Dios porque es Él mismo el que hoy nos habla a cada uno de nosotros».
Y con su vida, unida a Dios, «se puso al servicio de los demás, creyendo y confiando en Dios». Y ese es el camino que la Virgen hoy nos muestra, «a Aquel que es el camino, la verdad y la vida para que como Iglesia diocesana escuchemos la palabra de Dios». Este año especialmente, ha resaltado el Obispo, «como Santiago, sigamos evangelizando en nuestras parroquias para, entre todos, vivir nuestra Iglesia, como María lo hizo llevando la Buena Noticia y a su Hijo Jesús a todas las personas».
La homilía ha concluido pidiendo por todos los difuntos y los enfermos, «poniendo a los pies del altar, de las manos de María todo aquello que llevamos en nuestro corazón y que Ella nos siga protegiendo con aquellos que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».
La Universidad Católica de Valencia (UCV) ha celebrado la jornada ‘¿Muerte digna o vida digna? Cuidados frente a la eutanasia’, organizada por el Observatorio de Bioética de la UCV y en la que se abordaron tanto los aspectos legales como los biomédicos y antropológicos de la Ley de la Eutanasia, así como la necesidad de la atención paliativa integral en el enfermo doliente y en el final de la vida.
En esta jornada participó el anestesiólogo Marcos Gómez Sancho, uno de los mayores referentes a nivel mundial en medicina paliativa, que ofreció la ponencia “Morir en paz”. También contó con la participación de Julio Tudela, Enrique Burguete y Alejandro López Oliva, expertos del Observatorio de Bioética.
El Doctor Marcos Gómez aseguró que la eutanasia “no es un clamor ni mucho menos. Hay algunas encuestas de dudosa interpretación y de dudosa realización. En España se ha aprobado una ley que legaliza la eutanasia, cuando lo que es urgente y debe hacer un país con sus ciudadanos, con sus enfermos más graves y que más están sufriendo, es cuidarlos y atenderlos”.
75.000 españoles mueren cada año con un sufrimiento intenso porque no tienen acceso a cuidados paliativos
“En España hay 75.000 españoles que se mueren cada año con un sufrimiento intenso, perfectamente evitable, porque no tienen acceso a un servicio de cuidados paliativos. Es decir, hemos empezado la casa por el tejado: en lugar de empezar por los cimientos, que es atender a los enfermos, se ha priorizado legalizar alguna forma de acabar con los enfermos”, dijo.
En este sentido, reconoció que “se debería haber empezado a desarrollar modelos de atención para esas personas que tienen tanto sufrimiento y a las que no ofrecemos el alivio a su sufrimiento porque no tienen acceso a cuidados paliativos. La propia ley dice que a quien solicite la eutanasia habrá que informarle de los recursos disponibles de cuidados paliativos, pero eso en media España no se va a poder hacer porque hay cero recursos de cuidados paliativos. No se va a poder cumplir la ley”, insistió.
“Por qué no se ponen en marcha cuidados paliativos es una pregunta que nos hacemos todos. Además, somos bastantes personas luchando desde hace casi cuarenta años con todos los partidos políticos, demostrándoles hasta la saciedad la bondad de este modelo de atención a las personas al final de la vida. Es incomprensible; creo que estamos legitimados para pensar que se trata de falta de sensibilidad”, afirmó.
“El problema es que no hemos conseguido un plan nacional de cuidados paliativos”
También aseguró que los equipos de cuidados paliativos se autofinancian la mayoría de las veces, porque se procura atender a los pacientes en sus casas, “que es mucho más barato que en hospitales terciarios, donde una cama cuesta cada día una auténtica fortuna. Siendo que ese paciente no necesita de esos recursos y está obstruyendo una cama, es un problema de sensibilidad y como hay diecisiete sensibilidades en España, nos encontramos con comunidades autónomas donde los cuidados paliativos son florecientes y están instaurándose de manera importante y otras que son un auténtico sembrado, unos desiertos de cuidados paliativos”. Por lo tanto, “el problema es que no hemos conseguido un plan nacional de cuidados paliativos, han hecho antes un plan de eutanasia que un plan de cuidados paliativos. Es escandaloso”.
“El médico va a ser el gestor de la muerte de sus enfermos”
Igualmente, el ponente afirmo que la eutanasia “va a suponer la crisis más grave en la milenaria historia de la medicina porque, por primera vez en la historia, el médico va a ser el gestor de la muerte de sus enfermos, cosa absolutamente inaudita y que está en contra de los principios más esenciales, más básicos y más enraizados en la razón de ser del médico”. Por lo tanto, “será legal si lo permite la ley, pero no podrá ser un acto médico porque no lo es: va en contra de la esencia del ejercicio de la medicina”.
Cardenal Cañizares: “Estamos llegando a una gran deshumanización a través de leyes injustas, verdaderamente antihumanas”
El cardenal arzobispo de Valencia Antonio Cañizares, gran canciller de la UCV, recordó que “la fe nos da esperanza y nos abre a amar en estos momentos de trance. Lo que ha defendido Marcos Gómez Sancho es lo que la Iglesia defiende. En el fondo, es un clamor en favor de la vida, también de la vida débil, terminal, en peligro. Estamos llegando a una gran deshumanización a través de leyes injustas, verdaderamente antihumanas. Hablan de una muerte digna, pero ¿qué dignidad es esa?”.
En su opinión, la Iglesia debe apostar por la vida “con fuerza, con claridad y verdad, con amor y ternura”; y debe hacerlo siempre en defensa “del ser humano amenazado, de la vida despreciada, de la dignidad humana”. En ese sentido, remarcó que “nadie como la Iglesia, sobre todo a través de los papas, ha clamado por los inocentes, ni ha dado la cara por los indefensos con tanta energía como lo hace la Iglesia”.
“Ante situaciones duras de enfermedades de una persona, sólo podemos tener una actitud: la del buen samaritano, que se inclina y levanta al otro, y le da cobijo y calor de hogar. No se entretiene en palabras, cura las heridas. Todo esto lo aprendemos de Cristo, que murió por nosotros y como nosotros; y la esperanza del ser humano es este amor que lo trasciende. Nuestro mensaje debe ser de esperanza, no le tengamos miedo a la muerte. Con miedo a la muerte la vida se vive mal. La muerte es un tránsito a participar de lo que siempre hemos anhelado: la vida, la alegría, el estar con todos”, aseveró.
Julio Tudela: “Los criterios para acabar con una vida humana, cada vez más laxos”
Julio Tudela se ocupó de analizar los aspectos biomédicos de la eutanasia, remarcando que “quienes legislan a favor de la eutanasia hoy siguen defendiendo la licitud de terminar con las vidas llamadas indignas. Dentro de este concepto se incluyen a personas que se encuentran o no en procesos de enfermedad terminal, acompañada de sufrimiento no sólo físico sino también mental, ignorando la medicina paliativa y el acompañamiento al paciente en el respeto a su dignidad”.
“El avance de la ciencia médica en el abordaje de los llamados síntomas refractarios o de difícil control proporciona instrumentos para el tratamiento de los pacientes que sufren, respetando su vida y aliviando sus sufrimientos. La medicina paliativa funciona”, aseguró.
Por el contrario, “la vieja e indigna opción de terminar con las personas que sufren o simplemente afectadas de alguna discapacidad, parece ganar terreno en una sociedad posmoderna, incapaz de abordar la vulnerabilidad humana desde el respeto a la dignidad.
“Esta tendencia crea, además una pendiente resbaladiza donde los criterios para terminar con la vida de las personas van siendo cada vez más laxos, devaluando la vida humana y retrocediendo a los tiempos que creíamos superados, en los que un esclavo o un discapacitado eran despojados de valor y eliminados sin remordimiento alguno”, subrayó.
Alejandro López Oliva: “La eutanasia no es un derecho fundamental”
Por su parte, el abogado Alejandro López Oliva aseguró que la eutanasia no puede considerarse un “derecho fundamental”, y lamentó la situación en la que quedan, con la nueva legislación, las personas jurídicas “que tengan un ideario o carácter propio contrario a la nueva prestación”.
En ese sentido, afirmó de manera rotunda que esta ley entró en vigor “sin haber consultado a organismos médicos y comités de bioética ni tener informe alguno de organismos independientes”. En su opinión, se trata de “una norma afectante al derecho fundamental y primario de la vida, una nueva prestación sanitaria que tipifica el homicidio legal y el suicidio asistido, aunque no se desprenda del título y objeto de la norma”.
Enrique Burguete: “Los argumentos en favor de la eutanasia son contradictorios”
Enrique Burguete insistió en que “tras el concepto de eutanasia y su eufemismo, muerte digna, se encuentran argumentos contradictorios: aquellos que apelan a una emoción compasiva, refractaria a cualquier tipo de fundamentación racional; y los que apelan a una racionalidad descarnada y reduccionista que considera el cuerpo como una mera prótesis originaria o natural, deseable cuando contribuye a nuestro bienestar psicológico y a nuestros proyectos vitales, pero descartable cuando se convierte en un molesto impedimento para estos”.
En ese sentido, resaltó que ambos argumentos a favor de la eutanasia “carecen de solidez y recaen en un dualismo antropológico insostenible e infundado. No vivimos atrapados dentro de un cuerpo, de cuyas limitaciones nos liberamos con la muerte. La persona completa no se da en una sola de sus dimensiones, sino en la unión sustancial de todas ellas. Es correcto afirmar que soy mi cuerpo, aunque no sólo sea mi cuerpo. Y también que, quien mata a mi cuerpo, no me libera de una circunstancia indeseada, sino que me mata a mí. Muerte digna y suicidio asistido son términos incompatibles”.
Bajo esta premisa, el experto de la UCV apostó por una antropología “ajena a todo sesgo ideológico e irreductible al dogma de una sola confesión religiosa. La eutanasia no es una cuestión de ideologías, de opiniones particulares o de creencias religiosas, sino una cuestión de respeto o desprecio hacia la dignidad de la vida humana en todas y cada una de sus etapas”.
Desde este mediodía, la Diócesis de Segorbe-Castellón cuenta con tres nuevos sacerdotes. Se trata de David Vázquez de 27 años y natural de Morón de la Frontera (Sevilla); Wilson González, que tiene 31 años y es de Santo Domingo (República Dominicana); y de Jae Kang Albino Hang, de 37 años y natural de Corea del Sur. Formados en el Seminario Internacional Redemptoris Mater de Betxí, han recibido, a través de la imposición de las manos de nuestro Obispo, D. Casimiro López Llorente, el Sacramento del Orden Sacerdotal en la S. I. Concatedral de Santa María, en Castellón, consagrándose así al Ministerio del servicio a la Iglesia y a Dios.
Familiares, amigos y hermanos de sus respectivas comunidades han participado en esta celebración que alegra, fortalece y alienta a la Iglesia de Segorbe-Castellón gracias a la generosa respuesta de los jóvenes sacerdotes a los que hoy Cristo ha consagrado y enviado a la misión sacerdotal por la fuerza del Espíritu. A partir de hoy, David Vázquez, Wilson González y Jae Kang Albino harán presente a Jesucristo sirviendo a la Iglesia, cumpliendo así con la misión de ser sal de la tierra y luz del mundo entre las gentes de la Diócesis, anunciando el Evangelio como ministros de los sacramentos y de la Eucaristía.
Proclamación de la Palabra
Tras la proclamación de la Palabra ha dado comienzo el Rito del Orden Sacerdotal, siendo los candidatos llamados, por su nombre, por el Rector del Seminario Redemptoris Mater, D. Pablo Vela, superior que los ha presentado ante el Obispo de la Diócesis como dignos de recibir la ordenación sacerdotal por parte De la Iglesia, dando paso a la homilía de D. Casimiro.
Tras el saludo inicial a los sacerdotes concelebrantes, al Cabildo de la Concatedral, a los Vicarios, a los rectores de los seminarios y los ordenados, también a seminaristas y consagradas presentes en la celebración, se ha dirigido a los padres y familiares. Lo ha hecho, especialmente, a través del canal de youtube de la Diócesis a los padres de Wilson González que han seguido en directo la ordenación de su hijo; y también a los presentes, padres de David González y, en coreano, a los padres y familiares de Jae Kang Albino, lo que ha supuesto un aplauso espontáneo en agradecimiento sincero hacia nuestro Obispo, D. Casimiro.
En alusión al Salmo cantado: «El Señor es mi Pastor, nada me falta», ha comenzado la homilía de D. Casimiro que ha dado gracias a Dios «porque hoy nos regala tres nuevos sacerdotes» para así solicitar de todos los presentes «la renovación de nuestro agradecimiento a Dios por el don del sacerdocio». Nuestro Obispo ha puesto en valor el Ministerio sacerdotal citando a San Pablo, porque el sacerdocio, ha dicho, «es una gracia preciosa, renovadora y sacramental de la presencia del Buen Pastor que camina y cuida de su pueblo llamando hombres a este Ministerio». Así ha solicitado al Señor, en nombre de todos los sacerdotes presentes «que nos conceda la Gracia de hacernos cada día más conscientes del don inmenso que hemos recibido para no cansarnos de vivirlo en servicio a nuestros hermanos, y para no dejar de pedirle que siga enviando pastores a su pueblo».
«Lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo concederá»
La homilía se ha centrado en tres pilares fundamentales: la elección de Dios para que estos tres nuevos sacerdotes sean «amigos de Jesús»; consagrados a Él «para siempre»; y «enviados para ser pastores del Pueblo de Dios».
«No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo el que os ha elegido, dice el Señor», ha resaltado D. Casimiro, quien les ha hecho saber que «os ha elegido a pesar de vuestra pobreza y de vuestra debilidad, os hizo sus amigos y os elige para ser, en su nombre, pastores del Pueblo santo de Dios, no lo olvidéis nunca». La elección de Dios para el sacerdocio ordenado, ha dicho el Obispo, «es un gran regalo del amor del Señor para cada uno de vosotros pues llegáis al sacerdocio, no por méritos propios, sino por el amor de Jesús a cada uno», dirigiéndose a los tres diáconos. De hecho, ha enfatizado, «en este día de vuestra ordenación Jesús, además os dice, ya no os llamo siervos, a vosotros os llamo amigos», destacando que este es realmente el significado profundo de ser sacerdote, «ser amigo de Jesucristo y comprometeros con esta amistad cada día; amistad de pensamiento, de voluntad, de sentimientos de vida y de acción que implica conocer a Jesús de una manera cada vez más personal, dejándoos encontrar por Él, en la oración, en la escucha orante de la Palabra, en la Eucaristía, en las personas que pone en vuestro camino o en los acontecimientos de cada día para que calen en vuestro corazón hasta identificaros con Él para desempeñar el servicio sacerdotal y llevar a Cristo y su Evangelio a los hombres y mujeres de hoy».
Partiendo del texto de las lecturas proclamadas en la liturgia de la Palabra (Juan 15, 9-17), D. Casimiro ha instruido al pueblo y a los elegidos sobre el Ministerio de los presbíteros. «Esto os mando, que os améis unos a otros como yo os he amado», ha dicho el Obispo recordando el Evangelio para incidir en que ser sacerdote es «ser hombre de oración para aprender a vivir, a sufrir y a actuar con Cristo por Él y como Él». Les ha exhortado a mantener la amistad con Cristo desde la comunión con el Obispo, con sus hermanos sacerdotes y en el amor y la cercanía al santo Pueblo de Dios. «Solo unidos a Cristo y en el amor al hermano tenemos la garantía de permanecer en el amor de Dios». Por ello les ha invitado a “no caer en el rencor, los chismes, las críticas o las envidias” porque así, ha dicho «no permanecemos en el amor de Dios, sino que nos engañamos a nosotros mismos».
Respecto a su consagración como sacerdotes, nuestro Obispo ha recordado a los ordenados que quedarán «capacitados para santificar en nombre de Cristo, el sumo y eterno Sacerdote. Ello pide de vosotros una permanente conversión a Él y una identificación profunda con Aquel a quien vais representar». En el ejercicio del sacerdocio, ha dicho D. Casimiro, «vais a ser, en nombre de Cristo, rectores y guías de la comunidad», solicitando para los tres «que Jesucristo, el Buen Pastor, os conceda crecer cada día en caridad pastoral y en amor a los fieles; que los améis con entrañas de padre, los acompañéis y dirijáis con auténtico espíritu de servicio; que descubráis cada día su presencia en los más pobres y sencillos, en los enfermos, los ancianos, los niños y los jóvenes, amando y sirviendo a todos».
Citando la exhortación de San Pedro de la segunda lectura de la liturgia de la Palabra, D. Casimiro ha recordado el modo de obrar de los pastores del Pueblo de Dios, que es, ha dicho, «un verdadero programa de vida para vosotros que comenzáis hoy vuestro Ministerio como presbíteros». Los ha invitado «a pastorear el rebaño de Dios como testigos auténticos», llevando lo que han visto y oído, y lo que viven en su encuentro con el Señor, «al pueblo que se os encomiende porque el único modo de responder a la misión que se nos ha encomendado es la generosidad de nuestra entrega, sin pensar en la ganancia, el éxito personal o pastoral, el reconocimiento o un futuro brillante».
La homilía ha finalizado pidiendo la intercesión de María, «la Redemptoris Mater y Mater Dei, os mantenga siempre en el amor a su Hijo, el Buen Pastor, os proteja y aliente en la nueva etapa de vuestra vida, que ahora va a comenzar con vuestra ordenación sacerdotal».
Rito del Orden Sacerdotal
Frente al Obispo de la Diócesis, los ordenados han expresado públicamente su deseo de ser sacerdotes prometiendo ser fieles en el cumplimiento de su ministerio sacerdotal, en la predicación de la Palabra de Dios, en la celebración de los sacramentos y en la oración asidua, así como obediencia a la Iglesia en la persona del Papa, del Obispo y de sus superiores.
Así se ha dado paso al rito central de la celebración litúrgica, con los elegidos postrados en tierra en señal de humildad, de amor y de donación a Dios que les ha llamado, y se han cantado las letanías de los Santos pidiendo su intercesión por los ordenados.
Arrodillados ante el Obispo de nuestra Diócesis, mediante la imposición de sus manos les ha sido transmitido el poder sacramental del Espíritu Santo siendo acompañados por toda la Asamblea en pie y en oración silenciosa, dando paso a la oración consagratoria de D. Casimiro quien, ha elevado súplica al Padre Todopoderoso para conferir a David Vázquez, Wilson González y Jae Kang Albino, la dignidad del presbiterado, renovando en su corazón el Espíritu de santidad, recibiendo de Él, el segundo grado del Ministerio Sacerdotal y sean, con su conducta, ejemplo de vida.
A continuación se les ha investido con los ornamentos sacerdotales, les han sido ungidas las manos con el Santo Crisma y se les ha entregado la patena con el pan y el cáliz con el vino, como gesto concluyente del rito a través del cual los tres han sido ordenados sacerdotes para celebrar el sacrificio eucarístico y participar en el sufrimiento y la cruz redentora del Señor.
El rito ha finalizado con el abrazo de la paz, que D. Casimiro ha dado a los tres nuevos sacerdotes, como signo de caridad sacerdotal.
A continuación se ha celebrado la liturgia Eucarística, en la que han concelebrado, junto a nuestro Obispo, los tres nuevos sacerdotes, dando paso al rito de la Comunión.
Antes de la bendición final, D. Casimiro ha anunciado a la Asamblea la misión encomendada a cada uno de ellos que, a partir del próximo lunes, D.M., David Vázquez la tendrá como Vicario Parroquial de Santo Tomas de Villanueva, en Benicàssim, y Adscrito a la parroquia de Oropesa del Mar; Jae Kang Albino como Vicario Parroquial de Nules; y Wilson González como Vicario Parroquial de Nules y sacerdote encargado de Bejís, Teresa y Torás, y que con estas encomiendas aprendan a ejercer el Ministerio invitándoles a ser Iglesia «en salida y en misión».
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